Servicio diario - 22 de septiembre de 2016


 

El Papa a los periodistas: ‘No soplen sobre el fuego de la destrucción, promuevan la cultura del encuentro’
Posted by Sergio Mora on 22 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “Hay pocas profesiones que tienen tanta influencia en la sociedad como la del periodismo” con un rol de gran importancia y responsabilidad porque “escriben el primer borrador de la historia”. Lo indicó este jueves el papa Francisco al recibir en el Vaticano a una delegación del Orden de los periodistas de Italia.
Deseó por ello que el periodismo “sea un instrumento de construcción, un factor de bien común, un acelerador de procesos de reconciliación”, y que “rechace la tentación de fomentar el choque con un lenguaje que sople sobre el fuego de las divisiones” y por el contrario “favorezca la cultura del encuentro”.
Y si bien reconoció que la critica es legítima, y añadió “también necesaria”, puntualizó que “el periodismo no puede volverse un arma de destrucción de personas o peor aún de los pueblos”. Añadió que tampoco “debe alimentar el miedo delante de los cambios o fenómenos como las migraciones forzadas por la guerra o por el hambre”.
El Santo Padre si bien señaló que la prensa escrita y televisiva pierden relevancia ante los nuevos medios digitales, especialmente entre los jóvenes, valorizó el trabajo de los periodistas, porque “cuando tienen profesionalidad permanecen una columna portante, un elemento fundamental para la vitalidad de una sociedad libre y pluralista”.
Un cambio el registrado en los medios digitales, explicó, que llevó también a la Santa Sede “a vivir un proceso de renovación del sistema comunicativo” y del cual “la Secretaría para la comunicación será el natural punto de referencia”.
El Santo Padre quiso compartir así una reflexión sobre el ‘qué y ‘cómo’ en la profesión de los periodistas puede mejorar la sociedad en al que vivimos.
Reflexiones que merecerían una jornada de retiro, lo que reconoció “no es fácil en el ámbito periodístico, una profesión que vive continuos ‘tiempos de entrega’ y ‘fecha de cierre de edición’”.
Y ayudando a hacer una reflexión el Papa se detuvo en tres elementos: Amar la verdad, una cosa fundamental para todos, especialmente para los periodistas; vivir con profesionalidad, algo que va más allá de las leyes y reglamentos; y respetar la dignidad humana, que es mucho más difícil de lo que se puede pensar a primera vista.
Amar la verdad, quiere decir no solamente afirmar, pero vivir la verdad, dar testimonio de ella con el propio trabajo, dijo, y precisó que “la cuestión no es ser creyentes o no creyentes. La cuestión es ser honesto con sí mismo y con los otros”. Puntualizó además que “no siempre es fácil llegar a la verdad, o por lo menos acercarse a esa”. Y que en la vida “no todo es blanco o negro” y también en el periodismo “es necesario saber discernir entre los matices de gris en los eventos que es necesario narrar”. Y pidió “nunca decir o escribir en conciencia, algo que no sea verdadero”.
El segundo punto que señaló el Pontífice es vivir con profesionalidad, “más allá de lo que está escrito en los códigos de deontología, sin someterse a los intereses de parte. El Pontífice en sus palabras indicó que es necesario para ello una sociedad democrática y recordó como las dictaduras de cualquier ‘color’, intentaron siempre apoderarse de los medios de comunicación e imponer nuevas reglas a la profesión periodística.
Y sobre el respetar la dignidad humana, que es importante en todas las profesiones, subrayó que lo es “de manera particular en el periodismo”, porque detrás de una simple narración “hay sentimientos, emociones, en definitiva, la vida de las personas”.
Recordó también como él ha hablado muchas veces de los chismorreos como ‘terrorismo’, y que esto vale para las personas individuales, la familia o el trabajo, y “mucho más para los periodistas”. Además porque “un artículo se publica hoy y mañana es sustituido por otro, pero la vida de una persona injustamente difamada puede ser destruida para siempre”.


El Santo Padre aprueba el estatuto de la Secretaría para la Comunicación
Posted by Sergio Mora on 22 September, 2016



ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La Secretaría para la Comunicación del Vaticano, el nuevo ente aprobado por el papa Francisco, con la tarea de unificar los diversos medios periodísticos ya tiene un estatuto, el cual ha sido dado a conocer hoy, lleva la firma del Santo Padre y fecha del pasado 6 de septiembre.
Siempre hoy jueves, el Pontífice, recibiendo a los directivos del Orden de los periodistas de Italia, señaló que cambio registrado en los medios digitales llevó también a la Santa Sede “a vivir un proceso de renovación del sistema comunicativo” y del cual “la Secretaría para la Comunicación será el natural punto de referencia”.
El estatuto compuesto de 19 puntos, contiene algunos que son más genéricos como la profesionalidad y buena reputación que deben tener sus empleados, a uno de los último que señala: “En la Secretaría para la Comunicación, en los tiempos y de acuerdo a las modalidades establecidas o por establecer confluirán los Organismos (…) siguientes”.
Y especifica: “El Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales; la Sala de Prensa de la Santa Sede, el Servicio Internet Vaticano, la Radio Vaticano, el Centro Televisivo Vaticano, El Osservatore Romano, la Tipografía Vaticana, el Servicio Fotográfico y la Librería Editora del Vaticano”.
El documento señala además que la Secretaría para la Comunicación se hará cargo “del web institucional de la Santa Sede y de la titularidad de la gestión en las redes sociales de la presencia del Romano Pontífice”, o sea también Facebook, Twitter, Instagram y otros.
Desde el inicio de la reforma tal como aseguró Mons. Eduargo Dario Viganó, el prefecto de la nueva Secretaría para la Comunicación, no se produjeron despidos entre los más de 600 entre periodistas, técnicos, traductores y empleados administrativos.
La unificación de los diversos medios del Vaticano, cada uno con una dirección y administración propia, con diversos contratos, además de disminuir los costos y evitar duplicar los trabajos ya hechos, permitirá optimizar la comunicación.
Así el actual presupuesto anual de unos 70 millones de euros, podrá ser destinado a los sectores con más audiencia, ya que como explicó anteriormente Mons. Viganó, los nuevos medios permiten identificar lo más solicitado; sin entretanto olvidar los lugares de frontera o donde la religión es perseguida.
La Secretaría de Comunicación pasa a estar constituida por cinco departamentos: Dirección de Asuntos Generales, Dirección Editorial, Dirección de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Dirección Tecnológica y Dirección Teológica-Pastoral.
Un consejo de 12 personas presidido por su prefecto, Mons. Viganó dirigirá al nuevo ente, que ya en diciembre tendrá un nuevo portal informativo con formatos audio, texto, video, fácilmente accesible a los móviles, ordenadores, tableta y otros dispositivos; y claramente en diversos idiomas.
Los estatutos publicados solicitan a la nueva Secretaría, “unificar todas las entidades de comunicación de la Santa Sede para que todo el sistema responda de modo coherente a las necesidades de la misión evangelizadora de la Iglesia”.


El Papa en Sta. Marta: la vanidad es la osteoporosis del alma
Posted by Redaccion on 22 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Santo Padre Francisco en la misa de este jueves en Santa Marta señaló que el Espíritu Santo nos da una santa inquietud, diversa de aquella que produce la conciencia sucia, y profundizó cómo la vanidad maquilla la vida y se transforma en una osteoporosis del alma.
El Santo Padre ha explicitado el tema de la inquietud partiendo del Evangelio de hoy, en el que el rey Herodes se agita porque después de haber asesinado a san Juan Bautista, se siente amenazado por Jesús, y preocupado como su padre, Herodes el Grande, después de la visita de los Reyes Magos.
En nuestra alma, explica Francisco pueden nacer dos inquietudes: “la buena” que “la da el Espíritu Santo y que hace que el alma esté inquieta para realizar cosas buenas” y la mala, “que nace de una conciencia sucia”. Y los dos Herodes resolvían su inquietud asesinando, avanzaban “sobre los cadáveres de la gente”.
Quienes viven con la conciencia sucia tienen en un “prurito continuo, una urticaria que no les deja en paz”. Sin olvidar que el mal “tiene siempre la misma raíz: la avidez, la vanidad y el orgullo” y estas tres cosas no dejan a la conciencia en paz y no dejan entrar la sana inquietud del Espíritu, pero llevan a vivir con miedo.
El Santo Padre señala también la lectura del día, que habla de “la vanidad que nos hincha” y la ilustra “como una burbuja de jabón”. Y se interroga: “¿Qué ganancia obtiene el hombre por todo este esfuerzo con el que se agita?”, y todo para para aparecer, fingir y parecerse a algo. “La vanidad es como una osteoporosis del alma: o sea desde afuera parece buena, pero adentro está todas arruinada. La vanidad nos lleva al fraude”.
San Bernardo, recuerda el Papa, dice una frase fuerte a los vanidosos: ‘Piensa en lo que serás, comida de los gusanos. Y todo este maquillarse es una mentira, porque te comerán los gusanos y no serás nada”. Entonces, ¿de dónde viene la fuerza de la vanidad? Del empuje de la soberbia y maldades, así piensan: “No permitan que se vea una equivocación, escondan todo, todo se esconde”.
“Cuanta gente conocemos que parece… ¡Que buena persona!, va a misa todos los domingos…”. Incluso la vanidad “de aparecer con carita de santo” cuando después “la verdad es otra”.
Nuestro refugio ante todo esto “lo hemos leído en el salmo: Señor tú eres nuestro refugio de generaciones en generaciones”. Y antes en el Evangelio hemos recordado: Yo soy el camino, la verdad y la vía. Esta es la verdad, no el maquillaje de la vanidad. Que el Señor nos libre de estas tres raíces de todos los males: la codicia, la vanidad y el orgullo. Pero sobre todo de la vanidad, que produce tanto mal”.


México: Francisco nombra al nuevo obispo de Matamoros
Posted by Redaccion on 22 September, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco ha nombrado a Mons. Eugenio Andrés Lira Rugarcía, como obispo de Matamoros. El prelado actualmente es obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles y obispo Titular del Capo della Foresta, informó hoy la Oficina de prensa de la Santa Sede.
Nació en la Ciudad de Puebla, México, el 24 de julio de 1965, cursó su educación primaria, secundaria y preparatoria en el Colegio Benavente de Puebla, a cargo de los hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasallistas).
En 1984 ingresó a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Puebla, realizando estudios de Filosofía y Teología en el Pontificio Seminario Mayor Palafoxiano de Puebla. En 1991 fue ordenado sacerdote. Profesor en el Pontificio Seminario Mayor Palafoxiano de Puebla de 1993 a 2001, en 1995 inicia estudios de postgrado en Filosofía, obteniendo el grado de licenciatura por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (2002).
Solicitada y concedida la exclaustración de la Congregación del Oratorio, se incardinó a la Aquidiócesis de Puebla (1998), donde fungió como vicario parroquial en la Parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (1995-1996), en la Parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza (1996-2010), y como rector de la Iglesia Virgen del Camino (2010-2011).
El 24 de febrero de 2011 el Papa Benedicto XVI lo nombró obispo Auxiliar de Puebla. El 12 de abril de 2011 recibió la ordenación episcopal. De 2011 a 2016 sirvió como vicario general y vicario episcopal para la Vida Consagrada, acudiendo también a las parroquias y capellanías de las seis zonas pastorales.
De 2012 a 2015 fue secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y por oficio, miembro del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En 2016 fungió como coordinador general del viaje apostólico del Papa Francisco a México. Actualmente es responsable de la Dimensión de Creación de Diócesis y Provincias Eclesiásticas de la Conferencia del Episcopado Mexicano (2016-2018).


Obispos de Europa discutirán en Madrid sobre inmigración china y trata de seres humanos
Posted by Redaccion on 22 September, 2016



(ZENIT – Roma).- Los responsables de la pastoral de migraciones de las Conferencias Episcopales de Europa, obispos y delegados, van a celebrar en Madrid su reunión anual los días 26 y 27 de septiembre con el objetivo de analizar los desafíos de la integración de los refugiados después que han sido recibidos.
Organiza este encuentro el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), con la ayuda de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (Comece).
Durante dos días los responsables de migraciones de las Conferencias Episcopales de Europa analizarán la respuesta de la Iglesia ante el flujo migratorio en el viejo continente, tratando de integrarla en el Año de la Misericordia.
El primer día de trabajo concluirá con la celebración de la misa en la parroquia de Santa María del Silencio, presidida por el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra, acompañado por una delegación diocesana de la pastoral de los migrantes. Los trabajos que serán a puerta cerrada tendrán lugar en la residencia de la Asunción, en Madrid.
En cambio el martes, día 27 de septiembre, se trasladarán a la sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Allí se discutirán algunos temas ya abordados pero siempre actuales, como la trata de los seres humanos y la presencia de los chinos en Europa, así como un intercambio sobre las experiencias y dificultades encontradas al acompañamiento social y pastoral de los inmigrantes. La Eucaristía de clausura será presidida por el cardenal Ricardo Blázquez Pérez, presidente de la CEE.


Cumbre ONU: los salesianos insisten en los menores no acompañados
Posted by Sergio Mora on 22 September, 2016



(ZENIT – Roma).- En la Cumbre de Naciones Unidas realizada el 19 de septiembre en el Palacio de Vidrio, los líderes mundiales indicaron cómo cada país debe poner en práctica la Declaración de Nueva York para los refugiados y migrantes. Así como la voluntad política para salvar vidas, proteger los derechos humanos y compartir la responsabilidad a escala global.
Los salesianos presentes en la cumbre señalaron que “los migrantes y refugiados son hoy uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos y que se relaciona estrechamente con la pobreza y los conflictos, como se destaca en la Agenda 2030″.
La agencia de noticias ANS precisa que “es uno de los escenarios en los que el carisma salesiano puede contribuir, además, se da respuesta a las palabras del Papa Francisco invitando a todos a unir esfuerzos para luchar contra los desequilibrios del mundo actual”.
Señalan que entre los asuntos más preocupantes dentro del tema de las migraciones figura “la detención de niños y niñas”. Y que este “ha sido uno de los temas más debatidos durante la Cumbre y el resultado ha sido el compromiso de todos los Estados a trabajar para poner fin a la detención de niños y niñas migrantes”.
Los Salesianos que están en primera línea de trabajo con migrantes y refugiados, señalan además su especial atención a los jóvenes y a los menores no acompañados, “ya que estamos presentes en más de 130 países de todo el mundo y en contacto directo con los más vulnerables”.
Además de la presencia de los salesianos en esta cita de alto nivel de las Naciones Unidas, señala la agencia ANS, expertos de la Familia Salesiana y de las ONG están trabajando en la elaboración de propuestas y acciones concretas con especial atención al tema de los migrantes y refugiados, centrados de manera muy importante en los jóvenes y los menores no acompañados.


Defendemos, no atacamos
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 22 September, 2016





VER
¡Cuántos vituperios han recibido quienes participaron en las caminatas que se organizaron en diversas partes del país para defender la familia! Los han calificado de retardatarios, medievales, retrógrados, dogmáticos, homofóbicos, discriminatorios, incitadores al odio, cerrados al cambio de los tiempos, etc., etc., etc. Incluso algunos clérigos han lamentado que más de un millón de católicos hayan salido a defender el matrimonio, y que no hagan lo mismo contra las injusticias. No toman en cuenta todo lo que la Iglesia hace en la atención preferente a los pobres, sin publicidad.
Yo no sé si con esos juicios tan condenatorios sólo estén haciendo una autodefensa de su propia vida, pues algunos rechazan cualquier norma moral y toda referencia al Evangelio, aduciendo una libertad que sólo obedece a lo que el cuerpo, los propios sentimientos y las modas culturales aceptan como valederos. ¡Cómo hacen falta católicos bien cimentados en su fe que sepan defender sus convicciones, con razones y bases humanas, también en las palestras públicas, a pesar de críticas e persecuciones!
Hemos recibido denuncias de que discriminamos a quienes prefieren vivir en convivencia marital con alguien de su propio sexo, por el hecho de defender nuestra convicción de que el verdadero matrimonio sólo es posible entre un hombre y una mujer que se aman y están abiertos a generar nuevas vidas. La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público del país reconoce nuestro derecho a difundir lo que indican la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica. Así lo aceptó la Secretaría de Gobernación cuando nos otorgó la personalidad jurídica, desde 1992. Y esta es la doctrina que debemos defender; ¿por qué, entonces, nos quieren limitar este derecho? No atentamos contra el laicismo oficial.
Defender el matrimonio conforme a nuestra fe no es discriminar; no es atacar, ni incitar al odio. A nadie negamos que pueda cohabitar con quien quiera. Siempre lo han podido hacer, con leyes y sin ellas. Sólo luchamos por que no se califique como matrimonio a una unión entre personas del mismo sexo, pues la raíz etimológica de esa palabra tiene que ver con la maternidad, que es imposible, biológicamente, en esas uniones. Y no es cuestión sólo de palabras, sino de toda la cultura que hay atrás de las mismas. Y así como defendemos nuestra fe, tratamos de servir a los excluidos.
PENSAR
El Papa Francisco recuerda la palabra de Jesús: “He venido a traer un fuego sobre la tierra. Y cuánto desearía que ya estuviera encendida” (Lc 12,49). Y comenta: “El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, fuerza creadora que purifica y renueva, quema toda miseria humana, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde dentro. Si nos abrimos completamente a este fuego que es el Espíritu Santo, él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su confortante mensaje de misericordia y salvación, navegando en alta mar, sin miedos. La Iglesia necesita la ayuda del Espíritu Santo para no ser paralizada por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarse a caminar dentro de confines seguros. La valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego, nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en marcha para caminar incluso por vías inexploradas o incómodas, dando esperanzas a cuantos encontramos. Con este fuego del Espíritu Santo, estamos llamados a convertirnos en personas llenas de comprensión, con el corazón abierto y el rostro alegre. Hoy más que nunca se necesitan sacerdotes, consagrados y fieles laicos, con la atenta mirada del apóstol, para conmoverse y detenerse antes las minusvalías y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el camino de la evangelización y de la misión con el ritmo sanador de la proximidad. Es precisamente el fuego del Espíritu Santo que nos lleva a hacernos prójimos de los demás, de los necesitados, de tantas miserias humanas, de tantos problemas, de aquellos que sufren” (14-VIII-2016).
ACTUAR
Seamos valientes y creativos para que nuestras familias conozcan y sigan el camino que Dios les ha establecido, y al mismo tiempo respetemos a quienes piensan y viven en forma diferente. Ofrezcamos la luz de nuestra fe a quien la quiera recibir, sin imponer a nadie lo que a nosotros nos hace felices.


San Pío de Pietrelcina – 23 de septiembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 22 September, 2016



(ZENIT – Madrid).- Francesco Forgione es una de las figuras emblemáticas del siglo XX, extraordinariamente probado y aclamado como santo antes de su muerte. Lo inexplicable tuvo en él a uno de sus insignes representantes. Fue, sin proponérselo, vía de controversia para los incrédulos, de los que eligieron la razón como bandera. Es un instrumento del cielo para mostrar a los reticentes y al resto del mundo la grandeza y el poder infinito del amor de Dios, clave única de tanto misterio acogido sin dudar por los sencillos y humildes de corazón. Un caudal de dones: estigmas, bilocación, curación, profecía, lágrimas, penetración de espíritu, de perfume (sus estigmas olían a flores), etc., fueron llegando a la vida de este capuchino, que solo quiso ser «un fraile que reza», en medio de incontables sufrimientos, sirviéndole como peana para alcanzar la gloria eterna. «Los ángeles solo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Solo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os amo». Entendió perfectamente las palabras de Cristo: «Casi todos vienen a mí para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla». Este moderno cirineo no vaciló; portó la cruz elegantemente hasta el fin de sus días, unido al Redentor, infundiendo aliento a los demás y ayudándoles a llevar la suya: «Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡coraje! y adelante siempre».
Nació en Pietrelcina, Italia, en el seno de una humilde familia, el 25 de mayo de 1887; fue el cuarto de ocho hijos. A los 5 años tuvo la primera aparición del Sagrado Corazón de Jesús, y tiempo después comenzaron las de la Virgen, que perduraron siempre. A esa edad le asaltaron los envites del diablo, que no cesaron de atormentarle a lo largo de su existencia. Su ángel de la guarda, cuya presencia se le hizo patente, le fue asistiendo en su misión. Fue un niño silencioso, disciplinado, tímido, sensible y estudioso. Devotísimo de Jesús y de María, se las ingenió para que el sacristán le permitiese acudir al Sagrario cuando el templo estaba cerrado. Era pequeño cuando por su mediación sanó un niño que tenía malformaciones y al que su madre, desesperada, arrojaba contra el altar. Ingresó con los capuchinos en 1903. La víspera se le apareció la Virgen acompañando a su divino Hijo, quien le animó en el paso que iba a dar poniendo la mano sobre su hombro. En otras visiones terribles de sesgo diabólico había contemplado los sufrimientos que le esperaban, y Cristo le confortó asegurándole que estaría junto a él hasta el fin del mundo. También María le consoló.
Se ordenó en Benevento en 1910 con este sentimiento: «Que yo sea un altar para tu Cruz. Un cáliz de oro para tu sangre». No gozó de buena salud. De pequeño había estado a punto de morir de fiebres tifoideas, y aún así llevó una vida austera, de grandes ayunos y penitencias. Poco después de ordenarse, muy enfermo tuvo que regresar a Pietrelcina para reponerse. Fue de convento en convento y sirvió en filas; seguía sin mejorar. En 1912 este fraile de fuerte carácter y cierta rudeza, pero de inmenso corazón, percibió los primeros signos de los estigmas y, aún fugazmente, el amor místico. En 1916 partió a San Giovanni Rotondo con idea de pasar un tiempo, pero permaneció allí el resto de su vida. En agosto de 1918 experimentó la transverberación, sintiéndola como un dardo de fuego que se le clavaba en el corazón, y en septiembre los estigmas, «visibles y sangrantes» que nunca cesaron.
Había recibido el don de aglutinar en torno a sí a personas que demandaban su consejo espiritual; no las decepcionó. Asistió a todas a través de exhortaciones, diálogos y un sinfín de cartas que cursó hasta que fue vetado por las autoridades eclesiásticas que examinaban concienzudamente su caso. Y es que en 1918, al quedar al descubierto las llagas de Cristo que había recibido en sus manos, pies y costado izquierdo, comenzó otro calvario uniéndose los combates contra el diablo que arremetía contra él casi de continuo. A cada uno se nos concede la gracia que nos basta. Al P. Pío no le faltó tampoco en medio de la estrecha vigilancia a la que fue sometido, sobre todo entre los años 1922 y 1923. El Santo Oficio dudaba de la «sobrenaturalidad de los hechos» y ello le acarreó no pocos sufrimientos. No pudo oficiar misa públicamente ni remitir escrito alguno, de modo que no pudo responder a las misivas que iban llegando al convento. Los numerosos fieles que acudían a sus misas, que duraban horas y en las que mostraba su profunda adoración al misterio del sacrificio del Redentor, no pudieron acompañarle. En 1931 la situación empeoró. La orden dictada era estricta; se redujo a la celebración privada de la misa. Dos años más tarde cesó esta restricción y en 1934 pudo confesar. Atrás quedaba una década de reclusión en su celda, soportando interrogatorios entre las sospechas de sus hermanos, de miembros de la Santa Sede, médicos y otros.
Entretanto, se multiplicaron las conversiones en torno al santo que había llegado a pasar 16 horas diarias en el confesionario; tenía una lista de espera de varios días porque la gente quería ser dirigida por este sacerdote que reprendía con dureza las faltas de amor. Ello se debía, como se viene constatando en este santoral de ZENIT a través de otras vidas que se han ido ofreciendo, por la intensísima pasión por lo divino que inundaba sus entrañas: «Todo se resume en esto: estoy devorado por el amor a Dios y el amor al prójimo. ¿Cómo es posible ver a Dios que se entristece ante el mal y no entristecerse de igual modo? Yo no soy capaz de algo que no sea tener y querer lo que quiere Dios». En 1940 proyectó la «Casa Alivio del Sufrimiento», inaugurada en 1956. En 1960 fue objeto de nuevas prohibiciones; en 1964 las levantaron. Murió el 22 de septiembre de 1968, tras medio siglo con los estigmas. Juan Pablo II lo beatificó el 2 de mayo de 1999, y lo canonizó el 16 de junio de 2002.