Servicio diario - 05 de noviembre de 2016


 

El Papa a los movimientos populares – Texto completo
Posted by Redaccion on 5 November, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió hoy sábado por la tarde en el Vaticano, a los participantes del Tercer encuentro mundial de los movimientos populares, que se ha realizado desde el pasado miércoles 2 en Roma, en las estructuras del Colegio pontificio internacional Mater Ecclesiae.
Al inicio del encuentro se escucharon testimonios, cantos, proyecciones de videos temáticos sobre los pequeños agricultores, sobre el cuidado de lo creado, las familias en dificultad, y otros temas.
El cardenal Peter Turkson, presidente del Dicasterio para el Desarrollo humano integral saludó al Santo Padre y fue presentado un documento programático de los movimientos populares.
A continuación el papa Francisco realizó un amplio discurso en el que reconoce que quienes se han reunido en este encuentro puedan pensar diversamente sobre diversos temas, pero que encuentran coincidencia en la necesidad de dar a las personas techo, tierra y trabajo, como elementos necesarios para la dignidad de la persona humana.
El texto completo de las palabras del Santo Padre
Hermanas y hermanos, buenas tardes. En este nuestro tercer encuentro expresamos la misma sed, la sed de justicia, el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos. Agradezco a los delegados, que han llegado desde las periferias urbanas, rurales y laborales de los cinco continentes, de más de 60 países, a debatir una vez más cómo defender estos derechos que nos convocan.
Gracias a los Obispos que vinieron a acompañarlos. Gracias también a los miles de italianos y europeos que se han unido hoy al cierre de este Encuentro. Gracias a los observadores y jóvenes comprometidos con la vida pública que vinieron con humildad a escuchar y aprender. ¡Cuánta esperanza tengo en los jóvenes! Le agradezco también a Usted, Señor Cardenal Turkson, el trabajo que han hecho en el Dicasterio; y también quisiera mencionar el aporte del ex Presidente uruguayo José Mujica que está presente.
En nuestro último encuentro, en Bolivia, con mayoría de Latinoamericanos, hablamos de la necesidad de un cambio para que la vida sea digna, un cambio de estructuras; también de cómo ustedes, los movimientos populares, son sembradores de ese cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía; por eso quise llamarlos “poetas sociales”; y también enumeramos algunas tareas imprescindibles para marchar hacia una alternativa humana frente a la globalización de la indiferencia: 1. poner la economía al servicio de los pueblos; 2. construir la paz y la justicia; 3. defender la Madre Tierra.
Ese día, en la voz de una cartonera y de un campesino, se dio lectura a las conclusiones, los diez puntos de Santa Cruz de la Sierra, donde la palabra cambio estaba preñada de gran contenido, estaba enlazada a cosas fundamentales que ustedes reivindican: trabajo digno para los excluidos del mercado laboral; tierra para los campesinos y pueblos originarios; vivienda para las familias sin techo; integración urbana para los barrios populares; erradicación de la discriminación, de la violencia contra la mujer y de las nuevas formas de esclavitud; el fin de todas las guerras, del crimen organizado y de la represión; libertad de expresión y comunicación democrática; ciencia y tecnología al servicio de los pueblos.
Escuchamos también cómo se comprometían a abrazar un proyecto de vida que rechace el consumismo y recupere la solidaridad, el amor entre nosotros y el respeto a la naturaleza como valores esenciales. Es la felicidad de «vivir bien» lo que ustedes reclaman, la «vida buena», y no ese ideal egoísta que engañosamente invierte las palabras y propone la «buena vida».
Quienes hoy estamos aquí, con orígenes, creencias e ideas diversas, tal vez no estemos de acuerdo en todo, seguramente pensamos distinto en muchas cosas, pero coincidimos en esos puntos. Supe también de encuentros y talleres realizados en distintos países donde multiplicaron los debates a la luz de la realidad de cada comunidad.
Eso es muy importante porque las soluciones reales a las problemáticas actuales no van a salir de una, tres o mil conferencias: tienen que ser fruto de un discernimiento colectivo que madure en los territorios junto a los hermanos, un discernimiento que se convierte en acción transformadora «según los lugares, tiempos y personas» como diría san Ignacio.
Si no, corremos el riesgo de las abstracciones, de «los nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades» (Carta al Presidente de la Pontificia Comisión Para América Latina, 19 de marzo de 2016).
El colonialismo ideológico globalizante procura imponer recetas supraculturales que no respetan la identidad de los Pueblos. Ustedes van por otro camino que es, al mismo tiempo, local y universal. Un camino que me recuerda cómo Jesús pidió organizar a la multitud en grupos de cincuenta para repartir el pan (Cf. Homilía en la Solemnidad de Corpus Christi, Buenos Aires, 12 de junio de 2004).
Recién pudimos ver el video que han presentado a modo de conclusión de este tercer Encuentro. Vimos los rostros de ustedes en los debates sobre qué hacer frente a «la inequidad que engendra violencia». Tantas propuestas, tanta creatividad, tanta esperanza en la voz de ustedes que tal vez sean los que más motivos tienen para quejarse, quedar encerrados en los conflictos, caer en la tentación de lo negativo.
Pero, sin embargo, miran hacia adelante, piensan, discuten, proponen y actúan. Los felicito, los acompaño, les pido que sigan abriendo caminos y luchando. Eso me da fuerza, nos da fuerza. Creo que este dialogo nuestro, que se suma al esfuerzo de tantos millones que trabajan cotidianamente por la justicia en todo el mundo, va echando raíces.
El terror y los muros
Sin embargo, esa germinación que es lenta, que tiene sus tiempos como toda gestación, está amenazada por la velocidad de un mecanismo destructivo que opera en el sentido contrario. Hay fuerzas poderosas que pueden neutralizar este proceso de maduración de un cambio que sea capaz de desplazar la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro al ser humano. Ese «hilo invisible» del que hablamos en Bolivia, esa estructura injusta que enlaza a todas las exclusiones que ustedes sufren, puede endurecerse y convertirse en un látigo, un látigo existencial que, como en el Egipto del Antiguo Testamento, esclaviza, roba la libertad, azota sin misericordia a unos y amenaza constantemente a otros, para arriar a todos como ganado hacia donde quiere el dinero divinizado.

Los movimientos populares en el Aula Pablo VI
¿Quién gobierna entonces? El dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor, cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso. Ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero» (Conferencia de prensa en el Vuelo de Regreso del Viaje Apostólico a Polonia, 31 de julio de 2016). Ese sistema es terrorista.
Hace casi cien años, Pío XI preveía el crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo internacional del dinero» (Carta Enc. Quadragesimo Anno, 15 de mayo de 1931, 109). El aula en la que estamos ahora se llama “Paolo VI”, y fue Pablo VI quien denunció hace casi cincuenta año las «nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (Carta Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo de 1971, 44). Son palabras duras pero justas de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron, hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad.
Ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. De ahí que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró en las periferias con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales. Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados, aterrorizados, de un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados todavía, del otro. ¿Es esa la vida que nuestro Padre Dios quiere para sus hijos?
Al miedo se lo alimenta, se lo manipula… Porque el miedo, además de ser un buen negocio para los mercaderes de armas y de muerte, nos debilita, nos desequilibra, destruye nuestras defensas psicológicas y espirituales, nos anestesia frente al sufrimiento ajeno y al final nos hace crueles. Cuando escuchamos que se festeja la muerte de un joven que tal vez erró el camino, cuando vemos que se prefiere la guerra a la paz, cuando vemos que se generaliza la xenofobia, cuando constatamos que ganan terreno las propuestas intolerantes; detrás de esa crueldad que parece masificarse está el frío aliento del miedo. Les pido que recemos por todos los que tienen miedo, recemos para que Dios les dé el valor y que en este año de la misericordia podamos ablandar nuestros corazones. La misericordia no es fácil, no es fácil… requiere coraje. Por eso Jesús nos dice: «No tengan miedo» (Mt 14,27), pues la misericordia es el mejor antídoto contra el miedo. Es mucho mejor que los antidepresivos y los ansiolíticos. Mucho más eficaz que los muros, las rejas, las alarmas y las armas. Y es gratis: es un don de Dios.
Queridos hermanos y hermanas: todos los muros caen. No nos dejemos engañar. Como han dicho ustedes: «Sigamos trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación» (Documento Conclusivo del II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, 11 de julio de 2015, Cruz de la Sierra, Bolivia). Enfrentemos el Terror con Amor.
El amor y los puentes
Un día como hoy, un sábado, Jesús hizo dos cosas que, nos dice el Evangelio, precipitaron la conspiración para matarlo. Pasaba con sus discípulos por un campo, un sembradío. Los discípulos tenían hambre y comieron las espigas. Nada se nos dice del «dueño» de aquel campo… subyacía el destino universal de los bienes. Lo cierto es que frente al hambre, Jesús priorizó la dignidad de los hijos de Dios sobre una interpretación formalista, acomodaticia e interesada de la norma. Cuando los doctores de la ley se quejaron con indignación hipócrita, Jesús les recordó que Dios quiere amor y no sacrificios, y les explicó que el sábado está hecho para el ser humano y no el ser humano para el sábado (cf. Mc 2,27). Enfrentó al pensamiento hipócrita y suficiente con la inteligencia humilde del corazón (cf. Homilía, I Congreso de Evangelización de la Cultura, Buenos Aires, 3 de noviembre de 2006), que prioriza siempre al ser humano y rechaza que determinadas lógicas obstruyan su libertad para vivir, amar y servir al prójimo.
Y después, ese mismo día, Jesús hizo algo «peor», algo que irritó aún más a los hipócritas y soberbios que lo estaban vigilando porque buscaban alguna excusa para atraparlo. Curó la mano atrofiada de un hombre. La mano, ese signo tan fuerte del obrar, del trabajo. Jesús le devolvió a ese hombre la capacidad de trabajar y con ello le devolvió la dignidad. Cuántas manos atrofiadas, cuantas personas privadas de la dignidad del trabajo, porque los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, están imitando a Jesús porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo. No me extraña que a ustedes también a veces los vigilen o los persigan y tampoco me extraña que a los soberbios no les interese lo que ustedes digan.
Jesús, ese sábado, se jugó la vida porque después de sanar esa mano, fariseos y herodianos (cf. Mc 3,6), dos partidos enfrentados entre sí, que temían al pueblo y también al imperio, hicieron sus cálculos y se confabularon para matarlo. Sé que muchos de ustedes se juegan la vida. Sé que algunos no están hoy acá porque se jugaron la vida… pero no hay mayor amor que dar la vida. Eso nos enseña Jesús.
Las «3-T», ese grito de ustedes que hago mío, tiene algo de esa inteligencia humilde pero a la vez fuerte y sanadora. Un proyecto-puente de los pueblos frente al proyecto-muro del dinero. Un proyecto que apunta al desarrollo humano integral. Algunos saben que nuestro amigo el Cardenal Turkson preside ahora el Dicasterio que lleva ese nombre: Desarrollo Humano Integral. Lo contrario al desarrollo, podría decirse, es la atrofia, la parálisis. Tenemos que ayudar para que el mundo se sane de su atrofia moral. Este sistema atrofiado puede ofrecer ciertos implantes cosméticos que no son verdadero desarrollo: crecimiento económico, avances técnicos, mayor «eficiencia» para producir cosas que se compran, se usan y se tiran englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero no permite el desarrollo del ser humano en su integralidad, el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar de pocos, que incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de su dignidad, disfrutando fraternalmente de la maravilla de la Creación. Ese es el desarrollo que necesitamos: humano, integral, respetuoso de la Creación.
Bancarrota y salvataje
Queridos hermanos, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones sobre otros dos temas que, junto a las «3-T» y la ecología integral, fueron centrales en sus debates de los últimos días y son centrales en este tiempo histórico.
Sé que dedicaron una jornada al drama de los emigrantes, refugiados y desplazados. ¿Qué hacer frente a esta tragedia? En el Dicasterio que tiene a su cargo el Cardenal Turkson hay un departamento para la atención de estas situaciones. Decidí que, al menos por un tiempo, ese departamento dependa directamente del Pontífice, porque aquí hay una situación oprobiosa, que sólo puedo describir con una palabra que me salió espontáneamente en Lampedusa: vergüenza.
Allí, como también en Lesbos, pude sentir de cerca el sufrimiento de tantas familias expulsadas de su tierra por razones económicas o violencias de todo tipo, multitudes desterradas –lo he dicho frente a las autoridades de todo el mundo– como consecuencia de un sistema socioeconómico injusto y de conflictos bélicos que no buscaron, que no crearon quienes hoy padecen el doloroso desarraigo de su suelo patrio sino más bien muchos de aquellos que se niegan a recibirlos.
Hago mías las palabras de mi hermano el Arzobispo Jerónimo de Grecia: «Quien ve los ojos de los niños que encontramos en los campos de refugiados es capaz de reconocer de inmediato, en su totalidad, la “bancarrota” de la humanidad» (Discurso en el Campo de refugiados de Moria, Lesbos, 16 de abril de 2016) ¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto? Y así el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de sangre inocente.
El miedo endurece el corazón y se transforma en crueldad ciega que se niega a ver la sangre, el dolor, el rostro del otro. Lo dijo mi hermano el Patriarca Bartolomé: «Quien tiene miedo de vosotros no os ha mirado a los ojos. Quien tiene miedo de vosotros no ha visto vuestros rostros. Quien tiene miedo no ve a vuestros hijos. Olvida que la dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división. Olvida que la migración no es un problema de Oriente Medio y del norte de África, de Europa y de Grecia. Es un problema del mundo» (Discurso en el Campo de refugiados de Moria, Lesbos, 16 de abril de 2016).
Es, en verdad, un problema del mundo. Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades.
Les pido a ustedes que hagan todo lo que puedan y nunca se olviden que Jesús, María y José experimentaron también la condición dramática de los refugiados. Les pido que ejerciten esa solidaridad tan especial que existe entre los que han sufrido. Ustedes saben recuperar fábricas de las bancarrotas, reciclar lo que otros tiran, crear puestos de trabajo, labrar la tierra, construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar sin descanso como esa viuda del Evangelio que pide justicia insistentemente (cf. Lc 18,1-8). Tal vez con su ejemplo y su insistencia, algunos Estados y Organismos internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para acoger e integrar plenamente a todos los que, por una u otra circunstancia, buscan refugio lejos de su hogar. Y también para enfrentar las causas profundas por las que miles de hombres, mujeres y niños son expulsados cada día de su tierra natal.
Dar el ejemplo y reclamar es una forma de meterse en política y eso me lleva al segundo eje que debatieron en su Encuentro: la relación entre pueblo y democracia. Una relación que debería ser natural y fluida pero que corre el peligro de desdibujarse hasta ser irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas. Los movimientos populares, lo sé, no son partidos políticos y déjenme decirles que, en gran medida, en eso radica su riqueza, porque expresan una forma distinta, dinámica y vital de participación social en la vida pública. Pero no tengan miedo de meterse en las grandes discusiones, en Política con mayúscula y cito de nuevo a Pablo VI: «La política ofrece un camino serio y difícil―aunque no el único―para cumplir el deber grave que cristianos y cristianas tienen de servir a los demás» (Lett. Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo 1971, 46).
Quisiera señalar dos riesgos que giran en torno a la relación entre los movimientos populares y la política: el riesgo de dejarse encorsetar y el riesgo de dejarse corromper.
Primero, no dejarse encorsetar, porque algunos dicen: la cooperativa, el comedor, la huerta agroecológica, el microemprendimiento, el diseño de los planes asistenciales… hasta ahí está bien. Mientras se mantengan en el corsé de las «políticas sociales», mientras no cuestionen la política económica o la política con mayúscula, se los tolera. Esa idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos a veces me parece una especie de volquete maquillado para contener el descarte del sistema. Cuando ustedes, desde su arraigo a lo cercano, desde su realidad cotidiana, desde el barrio, desde el paraje, desde la organización del trabajo comunitario, desde las relaciones persona a persona, se atreven a cuestionar las «macrorelaciones», cuando chillan, cuando gritan, cuando pretenden señalarle al poder un planteo más integral, ahí ya no se los tolera tanto porque se están saliendo del corsé, se están metiendo en el terreno de las grandes decisiones que algunos pretenden monopolizar en pequeñas castas. Así la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino.
Ustedes, las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, están llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera crisis. No caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor aún, a meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, de desorientación y propuestas destructivas, la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria.
Sabemos que «mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales» (Exhort. ap. postsin. Evangelii gaudium, 202). Por eso, lo dije y lo repito: «El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio» (Discurso en el Segundo Encuentro mundial de los Movimientos Populares, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 9 de julio de 2015). La Iglesia también puede y debe, sin pretender el monopolio de la verdad, pronunciarse y actuar especialmente frente a «situaciones donde se tocan las llagas y el sufrimiento dramático, y en las cuales están implicados los valores, la ética, las ciencias sociales y la fe» (Discurso a la Cumbre de Jueces y Magistrados contra el Tráfico de Personas y el Crimen Organizado, Vaticano, 3 de junio de 2016).
El segundo riesgo, les decía, es dejarse corromper. Así como la política no es un asunto de los «políticos», la corrupción no es un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y social. Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de servir con un fuerte sentido de austeridad y humildad. Esto vale para los políticos pero también vale para los dirigentes sociales y para nosotros, los pastores.
A cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón y rece para que Dios lo libere de estas ataduras. Pero, parafraseando al ex presidente latinoamericano que está por acá, el que tenga afición por todas esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una organización social o en un movimiento popular, porque va a hacer mucho daño a sí mismo y al prójimo y va a manchar la noble causa que enarbola.
Frente a la tentación de la corrupción, no hay mejor antídoto que la austeridad; y practicar la austeridad es, además, predicar con el ejemplo. Les pido que no subestimen el valor del ejemplo porque tiene más fuerza que mil palabras, que mil volantes, que mil likes, que mil retweets, que mil videos de youtube. El ejemplo de una vida austera al servicio del prójimo es la mejor forma de promover el bien común y el proyecto-puente de las 3-T. Les pido a los dirigentes que no se cansen de practicar la austeridad y les pido a todos que exijan a los dirigentes esa austeridad, la cual –por otra parte– los hará muy felices. Queridos hermanas y hermanos,
la corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo.
Quisiera, para finalizar, pedirles que sigan enfrentando el miedo con una vida de servicio, solidaridad y humildad en favor de los pueblos y en especial de los que más sufren. Se van a equivocar muchas veces, todos nos equivocamos, pero si perseveramos en este camino, más temprano que tarde, vamos a ver los frutos. E insisto, contra el terror, el mejor antídoto es el amor. El amor todo lo cura. Algunos saben que después del Sínodo de la familia escribí Amoris Laetitia, un documento sobre el amor en la familia de cada uno, pero también en esa otra familia que es el barrio, la comunidad, el pueblo, la humanidad. Uno de ustedes me pidió distribuir un cuadernillo que contiene un fragmento del capítulo cuarto de ese documento. Creo que se los van a entregar a la salida. Va entonces con mi bendición. Allí hay algunos «consejos útiles» para practicar el más importante de los mandamientos de Jesús.
En Amoris Laetitia cito a un fallecido dirigente afroamericano, Martin Luther King, el cual volvía a optar por el amor fraterno aun en medio de las peores persecuciones y humillaciones. Quiero recordarlo hoy con ustedes: «Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los sistemas malignos. A las personas atrapadas en ese sistema, las amas, pero tratas de derrotar ese sistema […] Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal». Esto Luther King lo dijo en 1957.
Les agradezco nuevamente su presencia. Les agradezco su trabajo. Quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie y nos da coraje para romper la cadena del odio: esa fuerza es la esperanza.
Les pido por favor que recen por mí y los que no pueden rezar, ya saben, piénsenme bien y mándenme buena onda. Gracias.


El cardenal Turkson: El encuentro de las tres ‘T’ se centró en la dignidad de la persona
Posted by Sergio Mora on 5 November, 2016



(ZENIT – Roma).- El Tercer encuentro de los Movimientos Populares concluyó ayer viernes con la intervención del expresidente de Uruguay, José Mujica. En cambio hoy en el Vaticano se realiza la audiencia con el papa Francisco.
Tres días en los cuales estuvieron en el centro las tres ‘T’: tierra, techo y trabajo. Y en el cual entró también con fuerza el tema de las migraciones, sea de Latinoamérica hacia Estados Unidos que las de Oriente Medio a Europa.

El cardenal Turkson y el ex presidente Pepe Mujica (ZENIT cc)
Al concluir el encuentro ZENIT le preguntó al cardenal Peter Turkson, presidente del dicasterio para el Servicio del desarrollo humano integral, sobre el éxito del congreso y de los temores que existían cuando fue el primero, hace tres años en Roma.
El purpurado señaló que los temores existían por la participación en estos encuentros, de muchos latinoamericanos que habían vivido experiencias relacionadas con situaciones políticas particulares y con la teología de la liberación. Pero que esos temores “fueron ampliamente superados”, porque en el centro de la temática de los encuentros “se puso la dignidad de la persona humana”, dijo.
En sus palabras al auditorio el cardenal agradeció a todos los que trabajaron para hacer posible el congreso y recordó que “el cambio está en vuestras manos y ustedes pueden ser los protagonistas del cambio”.
El ex presidente Mujica le indicó a ZENIT que el evento se puede definir como “un cultivo de esperanza, de representación de gente que queda muy al costado de los fenómenos socio económicos contemporáneos”.
Y en su discurso al público el ex mandatario uruguayo señaló que “el Papa honra a su iglesia pero además a la humanidad entera. Quienes son creyentes o no, tenemos la obligación de seguir lo que dice el Papa”. Por eso estamos aquí para apoyar las luchas del papa en el Mundo entero.
Precisó entretanto que “Si no cambia la cultura no cambia nada. Los cambios estructurales no modifican la conducta civilizadora de la gente”. Y que “la construcción de una cultura es tan importante como la construcción de una economía solidaria”.


Francisco recibe a la familia Habsburgo y elogia su rol en las organizaciones humanitarias
Posted by Redaccion on 5 November, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió este sábado por la mañana en el Vaticano a los miembros de la familia de los Habsburgo, en ocasión de la peregrinación que realizaron con motivo del Jubileo de la Misericordia.
La Casa de Habsburgo o Casa de Austria actualmente no es reinante, si bien gobernó a varios países, entre los cuales Austria desde 1278 hasta 1918 y España del 1516 al 1700. Hasta el 2007 la cabeza de la dinastía fue el príncipe Otón de Habsburgo y actualmente lo es su hijo el el archiduque Carlos de Habsburgo Lorena.
En la sala Clementina, el Pontífice indicó a los presentes, unas 300 personas, su alegría de recibirlos con motivo de la peregrinación que realizaron como familia. “Deseo subrayar este aspecto, porque es el de la familia en un sentido amplio, con la riqueza de sus relaciones y de su variedad” porque “es un valor que es necesario volver a descubrir en nuestros tiempos”.
Una familia que recuerda también al beato Carlos de Austria, que hace cien años atrás subía al trono, indicó el Santo Padre, precisando que esta presencia espiritual le permite a la familia Habsburgo mirar al pasado no solo nostálgicament sino estar hoy muy activa en la historia, con sus desafíos y necesidades.
“De hecho algunos entre ustedes –recordó Francisco– tienen roles de primer plano en organizaciones de solidaridad y promoción humana y cultural; así como en el apoyar el proyecto de Europa como una casa común fundada en los valores humanos y cristianos”.
También señaló su alegría porque “en las nuevas generaciones de vuestra familia han madurado algunas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Agradezco junto a ustedes al Señor, y obtengo ulterior confirmación del hecho de que la familia cristiana es el primer terreno en el cual las semillas de las vocaciones -partiendo de la conyugal que es una verdadera y propia vocación- pueden germinar y desarrollarse”.
El Pontífice recordó que “Carlos de Austria fue sobre todo un buen padre de familia, y como tal servidor de la vida y de la paz”. Señaló que “él había conocido la guerra, como soldado simple al inicio de la Primera guerra mundial”. Y cuando en 1916 asumió en reino, fue sensible a la voz del papa Benedicto XV y se prodigó con todas las fuerzas a favor de la paz, a costo de ser incomprendido y objeto de burlas”. Por ello señaló que Carlos de Austria “nos ofrece un ejemplo más actual que nunca y podemos invocarlo como intercesor para obtener de Dios la paz para la humanidad”.


El Santo Padre nombra en México al nuevo arzobispo de Morelia
Posted by Redaccion on 5 November, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha aceptado la renuncia del arzobispo de Morelia, el Card. Alberto Suárez Inda, en conformidad al canon 401 & 1 del código de derecho canónico, o sea por motivos de edad. Al mismo tiempo el Santo Padre ha nombrado arzobispo de Morelia a Mons. Carlos Garfias Merlos, al presente arzobispo de Acapulco, indicó hoy la Sala de prensa de la Santa Sede.
Mons. Carlos Garfias Merlos nació el 1° de enero de 1951, en Tuxpan, en el Estado de Michoacán (Arquidiócesis de Morelia). Cursó sus estudios de Humanidades, Filosofía y Teología en el Seminario de Morelia, Mich. Obtuvo la maestría y el doctorado en psicoterapia y espiritualidad en la Universidad Intercontinental de la Cd. de México.
Además del Español, habla Inglés y Francés. Fue ordenado Sacerdote el 23 de Noviembre de 1975, en la Iglesia Catedral de Morelia.
Ha desempeñado los siguientes cargos: Formador en el Seminario Menor de Morelia (1975-1985). Rector del Templo de las tres Aves Marías, Morelia. Profesor de la cátedra de Pastoral y Sacramentos (Seminario de Morelia). Asistente nacional del movimiento “Encuentros Matrimoniales” (1982-1984).
Asesor Diocesano de “Encuentros Matrimoniales” (1986-1988), asesor Regional de “Encuentros Matrimoniales” (1989-1992), secretario de OSMEX, encargado de la Pastoral Familiar Diocesana (1993-1994).
Encargado del consejo Presbiterial Arquidiocesano
Director del Curso Introductorio del Seminario Mayor de Morelia en Erongaricuaro Mich. (1985- 995)
Presidente de la Comisión del Clero (1993-1996)
Delegado Episcopal para la formación permanente del Presbiterio de la Arquidiócesis de Morelia (1995-1996)
El san Juan Pablo II lo nombra obispo de Ciudad Altamirano el 24 de junio de 1996 y es consagrado el día 25 de julio del mismo año.
En la CEM es nombrado para el trienio 1997-2000 como presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Juvenil y vocal de la Comisión Episcopal de Pastoral Familiar, y representante de la Región Pastoral Sur.
El 8 de julio de 2003 san Juan Pablo II lo traslada a la diócesis de Ciudad Netzahualcóyotl, México, tomando posesión el 2 de agosto de ese mismo año.
Para el Trienio 2004-2006 fungió como Vocal de las Comisiones Episcopales del Clero y de Pastoral Familiar. Para el Trienio 2007-2009 es nombrado Representante de la Dimensión Pastoral del Trabajo de la Comisión Episcopal Para la Pastoral Social de la CEM.


Cómo crece el ecumenismo a través de la caridad
Posted by Rocío Lancho García on 5 November, 2016



(ZENIT – Roma).- Caritas Internationalis y el departamento de Servicio de la Federación Luterana Mundial (FLM) firmaron esta semana en Suecia, durante la visita del papa Francisco, una Declaración de Intenciones con el objetivo de fortalecer la colaboración de las dos organizaciones.La iniciativa, explica a ZENIT Michel Roy, director de Caritas Internationalis, nació de ambas partes. Por un lado de la FLM y del Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos por otro.
Asimismo, señala que los luteranos tienen un servicio llamado “Mundo” que podría ser similar en el servicio al del dicasterio vaticano “Justicia y Paz”. Pero este servicio de los luteranos es más operacional, trabajan en el “campo”, en 34 países, mayormente en campos de refugiados. Y el trabajo común entre ambos viene de atrás, incluso en los años cincuenta, cuenta Roy.
En documento “Del conflicto a la comunión”, realizado por la FLM y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, tiene cinco imperativos y el quinto es “trabajar juntos”. En este punto se enmarca esta iniciativa, “como testimonio de nuestra fe común”. Para incrementar este imperativo –precisa Roy — han pensado que Caritas sería la buena contraparte.
“Hemos discutido, junto con el Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos, el Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso, Cor Unum y Secretaría de Estado, para decidir cómo ir adelante en esto”, indica. Durante seis meses discutieron el contenido de esta Declaración de Intenciones.
Michel Roy añade que “para nosotros es también un impulso para que las comunidades luteranas y las comunidades católicas puedan actuar juntas, de una manera concreta para dar un testimonio de la unidad, la comunión”.
Este proyecto, nos asegura, tiene varios tipos de frutos. El hecho de “trabajar juntos” indica que “podemos hacer más”, “lo hacemos con una visión compartida” y “damos un testimonio como cristianos”.
Por otro lado, Roy reconoce que si a nivel internacional “ambos nos ponemos juntos para ir adelante, se unirán más”. Tal y como indica, ya existen espacios de reflexión y colaboración con otras organizaciones confesionales cristianas o de otra fe. Pero “yo veo que nuestras dos organizaciones pueden crear una corriente, un movimiento más fuerte que lo hay hoy”, indica.
Estoy seguro — afirma Michel Roy– de que la sociedad, especialmente los más pobres, necesitan testimonio de este tipo para sentirse alentados y cuestionados, para salir de la indiferencia, para inspirar y humanizar. Una indiferencia debida a que “falta la dimensión espiritual en la sociedad”, asegura Roy.
Al respecto, explica que las ONG pueden trabajar muy bien y ser muy profesionales, pero frente a una catástrofe, las víctimas no buscan solo comida, buscan más. Por eso, precisa que las organizaciones confesionales “podemos responder a esta necesidad”.


Católicos y luteranos por la unidad
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 5 November, 2016



VER
El Papa Francisco ha estado en Suecia, con católicos y luteranos, para conmemorar el 500 aniversario del inicio de la Reforma que promovió Lutero en el año 1517, y cuya intención no era fundar otra Iglesia, sino reformar las costumbres que le parecían poco evangélicas en la Iglesia Católica. Se mezclaron intereses políticos de los príncipes de aquellos tiempos, que vieron en este movimiento una oportunidad de fortalecer sus dominios temporales, y se inició una división religiosa que hizo mucho daño a la cristiandad. Se ha criticado al Papa por este acercamiento con los luteranos, como si quisiera dar a entender que da lo mismo ser de una confesión que de otra, o como si hubiera ido a celebrar la reforma protestante. No es así. No fue a festejar esa ruptura eclesial, sino a tender puentes de unidad y a sanar heridas del pasado. Es lo que hoy necesitamos: no pelear más entre creyentes.
En las tres diócesis de Chiapas, desde hace muchos años ha habido una gran pluralidad de religiones protestantes. Como la Iglesia Católica no atendía suficientemente a toda la población, por falta de ministros y de personal apostólico, diversas confesiones ofrecieron una evangelización que cubrió la sed de Dios que tienen nuestros pueblos. Esto provocó enfrentamientos, a veces violentos, por la división religiosa que afectó gravemente la unidad tradicional de las comunidades. Esto se ha superado, salvo incidentes aislados. En general, hay convivencia respetuosa.
Desde hace 23 años, formamos el Consejo Interreligioso de Chiapas, en que compartimos fraternalmente obispos y líderes de las más importantes religiones evangélicas. Nos reunimos cada cuatro meses, no para discutir temas doctrinales, sino para ver caminos de unidad y reconciliación en situaciones de conflicto religioso, y para promover valores cristianos en la sociedad. En diciembre próximo, tendremos el XVI Concierto Interconfesional “Voces por la paz”, en que nos unimos para cantar el nacimiento de Jesús, cada quien desde su convicción religiosa. En la televisión estatal, tendremos una semana con temas sobre la familia, desarrollados por las distintas creencias, para construir el bien común. Seguimos siendo diferentes y cada quien vive su fe, pero nos esforzamos por conocernos, amarnos y trabajar juntos por nuestro pueblo. Jesús nos une y nos congrega.
Es muy lamentable, por otra parte, que dentro de las mismas comunidades parroquiales, por las diversas formas de vivir la fe católica, unos excluyen y descalifican a otros; unos insisten más en los aspectos devocionales, otros en el compromiso social. En vez de complementarse y trabajar juntos por la evangelización integral, pierden energías en discusiones y marginaciones, que dañan la unidad. Por ello, es muy importante el ejemplo ecuménico del Papa Francisco.
PENSAR
En Suecia, ha dicho el Papa: “Católicos y luteranos hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación. No podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos que a menudo han impedido que nos comprendiéramos unos a otros.
Debemos mirar con amor y honestidad nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón: solamente Dios es el juez.
Nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente.
Con gratitud reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Pidamos al Señor que su Palabra nos mantenga unidos, porque ella es fuente de alimento y vida; sin su inspiración no podemos hacer nada.
Los cristianos seremos testimonio creíble de la misericordia en la medida en que el perdón, la renovación y reconciliación sean una experiencia cotidiana entre nosotros.
La mansedumbre es un modo de ser y de vivir que nos acerca a Jesús y nos hace estar unidos entre nosotros; logra que dejemos de lado todo aquello que nos divide y enfrenta, y se busquen modos siempre nuevos para avanzar en el camino de la unidad. Los santos logran cambios gracias a la mansedumbre del corazón. Bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos”.
ACTUAR
Construyamos puentes de unidad en las comunidades, no muros ni aduanas infranqueables.


Beato José López Piteira – 6 de noviembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 5 November, 2016



(ZENIT – Madrid).- La divina Providencia quiso que este joven, primer beato cubano, defendiendo su fe en Cristo viniese a derramar su sangre en España, la tierra de sus antepasados, aunque llevó clavada en su corazón hasta su postrer aliento la isla caribeña que le vio nacer. Pero un apóstol es ciudadano del mundo, un vastísimo territorio que se conquista palmo a palmo entregándolo todo, como Cristo exige en el evangelio, de modo que cualquier lugar al que se vea conducido en aras de la voluntad divina se convierte en un destino amado e irrenunciable. Y esto que José tuvo presente en todo momento, unido a la gracia divina que le alumbró, hizo que no tambalease lo más mínimo justamente cuando se enfrentó a la muerte brutal que otros le impusieron. No es tan mundialmente conocido como otros mártires, pero forma parte por derecho propio de quienes supieron hacer frente con toda valentía a ese cruel instante que se cernía sobre ellos, y que generosamente dieron su vida dejando tras de sí un admirable legado de amor.
Un día de primeros del siglo XX su humilde familia abandonó la noble tierra gallega para ganarse el sustento, como hicieron tantos compatriotas. Allí quedaron, bajo la custodia de los abuelos, dos de sus hijos, de los que se despedirían con inmenso dolor. En su equipaje portaban la fe heredada de sus padres como un preciado tesoro que habrían de transmitir a su numerosa prole. José nació en Jatibonico, Cuba, el 2 de febrero de 1912. Fue el quinto de los hijos que vinieron al mundo en ese hogar creado por Emilio y Lucinda, y segundo de los varones; después nacerían cinco vástagos más.
En plena niñez, poco antes de cumplir sus cinco primeros años de vida, José regresó junto a sus progenitores a España. Aunque apenas existen datos de su infancia, debió ser uno de esos niños que no crean problemas. Cursó estudios en régimen de internado con los benedictinos de Santa María de San Clodio, del municipio de Leiro, Orense, dando así sus primeros pasos hacia la vida religiosa. A buen seguro que sus padres habrían puesto grandes esperanzas en él. Finalizados sus estudios, se integró con los agustinos de Leganés, Madrid. Profesó con ellos en 1929, y prosiguió su formación en el monasterio de san Lorenzo del Escorial. Se han destacado las cualidades que apreciaron en él en esa época de su vida subrayando su «carácter bondadoso y tratable, entusiasta y observante».
Y efectivamente no sería mal religioso cuando un año antes de convertirse en sacerdote, momento que aguardaba gozoso, ya estaba decidido su futuro como vicario apostólico de Hai Phòng, en Vietnam. Sus superiores habían vislumbrado en él las cualidades y virtudes que iban configurándole como un gran apóstol. No llegó a partir y tampoco pudo recibir el sacramento del orden. Sus sueños se truncaron violentamente al ser apresado el 6 de agosto de 1936 junto a sus hermanos religiosos en medio de la fratricida contienda española. El antiguo colegio madrileño de San Antón, que había sido propiedad de los padres escolapios, donde tantos alumnos fraguaron y compartieron su fe –entre otros Fernando Rielo, fundador de los misioneros y misioneras identes–, convertido entonces en cárcel, fue el escenario donde se desenvolvieron los preámbulos del particular calvario de José.
Cuando llegaron a buen puerto las gestiones realizadas por sus atribulados familiares ante las autoridades cubanas, en un gesto de valentía y coherencia el beato declinó la oferta de su liberación. Y su temple apostólico, lleno de caridad, se puso de manifiesto en su inquebrantable voluntad de dar hasta el final los mismos pasos de sus hermanos de comunidad: «Están aquí todos ustedes que han sido mis educadores, mis maestros y mis superiores, ¿qué voy a hacer yo en la ciudad? ¡Prefiero seguir la suerte de todos, y sea lo que Dios quiera!». Así lo determinó, con rotundidad, dispuesto a cumplir la voluntad divina. Los rostros de sus superiores y formadores le contemplaban conmovidos. Y con ellos compartió numerosos sufrimientos en cerca de cuatro meses marcados por las privaciones y la angustia, hasta que entregó su alma a Dios en Paracuellos del Jarama, Madrid.
Fue ajusticiado el 30 de noviembre de 1936, junto a otros 50 religiosos agustinos, exclamando: «¡Viva Cristo Rey!», al tiempo que renovaba el supremo acto de perdón aprendido del Redentor hacia quienes le privaban de su vida; así le franqueaban las puertas del cielo. Tenía 24 años. Fue beatificado el 28 de octubre de 2007, junto a 497 mártires de la persecución, por el cardenal Saraiva, como Delegado de Benedicto XVI.