Tribunas

¿Qué piensa el Papa emérito del Papa Francisco?

Daniel Tirapu


Acabo de leer de un tirón y se lo recomiendo vivamente el libro de Peter Seewald: Benedicto XVI, últimas conversaciones. El Papa emérito pasa revista a su vida de servicio a la Iglesia, sus aventuras académicas, su amor a Baviera, el apasionante Concilio Vaticano II, su trabajo fiel con Juan Pablo II y su pontificado de ocho años. Su renuncia no fue una huida, no se bajó de la cruz, cuando hay tempestad hay que mantenerse fuerte, siempre con la ayuda de Dios (en el doloroso tema de la pederastia Benedicto  reforzó el Derecho penal canónico y expulsó a más de 400 sacerdotes). La entrevista es deliciosa, inteligente, clara; Benedicto habla sin tapujos, de amigos y de enemigos, de su compañero Kung, de Von Balthasar, del impuesto eclesiástico de Alemania, no elude problemas.

Pero quería fijarme en estas breves líneas en su respeto y alegría por el Papado de Francisco.  El resumen está en la página 58 de la entrevista: el Papa es el Papa, con independencia de qué persona  desempeñe el ministerio.

Es consciente de qué son personas muy diferentes: Benedicto celebraba Misa sólo, a diferencia también de Juan Pablo II, porque le es difícil concentrarse con personas diferentes; las mañanas de un Papa son agotadoras y Benedicto prefería comer sin invitados, pero eso no cambia para nada el ministerio papal.

Preguntado por si él ve una ruptura con su pontificado es claro: no. Naturalmente cabe malinterpretar algunos pasajes, para luego afirmar que ahora es todo distinto; hay nuevos acentos, cómo no, pero no antítesis (p. 65). A la pregunta de si está contento con el Pontificado del Papa Francisco, la respuesta es clara: sí. En la Iglesia se respira una nueva frescura, una nueva alegría, un nuevo carisma que llega a las personas: y todo eso es, sin duda, hermoso (p.65)…la elección de Papa Francisco significa que la Iglesia es móvil, dinámica, abierta, que en ella hay desarrollos nuevos, que no está anquilosada en esquema alguno, que es portadora de una dinámica capaz de renovarla de continuo, que Europa ya no constituye, como si fuese obvio el centro de la Iglesia universal; es alentador que la Iglesia universal, católica, se hagan valer otros acentos y que Europa vuelva a ser evangelizada también desde el exterior.

Papa Benedicto, reza, mantiene su correo, piensa que ha cumplido su misión y aspira, aunque la muerte siempre da miedo, a ser acogido por el buen Dios. Lean el libro.