Tribunas

Una Iglesia comadrona

José Francisco Serrano Oceja

Antes de que se hiciera pública la carta de los cuatro cardenales al Papa sobre algunas cuestiones de la “Amoris Laetitia”, que por cierto ha abierto una fisura en la caja de pandora, uno de sus firmantes, el cardenal Carlo Caffarra, estuvo por España para pronunciar una conferencia en la Universidad Católica de Ávila.

No era la primera vez que el cardenal arzobispo emérito de Bolonia visita Ávila, ni España. Su dedicación a los temas morales y familiares, -no en vano fue el primer Presidente del, vamos a decir preterido en algunos ambientes, Pontifico Instituto Juan Pablo II,  le había traído a nuestra patria en anteriores ocasiones.

En ésta, pronunció una conferencia sobre “Matrimonio y libertad”, que es como hablar de la cuestión de la relación entre vínculo y libertad, vamos, uno de los puntos de la famosa, y ya citada, Exhortación apostólica.

Dividida en dos pedagógicas partes, una sobre la libertad y la modernidad, y otra sobre la relación entre vínculo y libertad en la doctrina cristiana, el cardenal Caffara afirma que “existe un contraste radical; contraste que al final puede expresarse del siguiente modo: el hombre es PERSONA - el hombre es INDIVIDUO. No por casualidad el Santo Padre Francisco ha hablado de una guerra mundial contra el matrimonio”.

Esta dicotomía entre la concepción individualista y la concepción integral de la persona lleva al siguiente dilema “si el hombre es un individuo, estructuralmente imposibilitado para dar un paso más allá de sí mismo, puede relacionarse con otro solo en la forma del contrato, el cual por su propia naturaleza es rescindible por parte de los contrayentes. No existe un vínculo de carácter ontológico entre individuos. Hablar de una realidad matrimonial como el vínculo , que toca al ser mismo de la persona, no tiene sentido”.

¿Qué debe hacer entonces la Iglesia?, se preguntó el cardenal Caffarra, ¿Resignarse a celebrar el matrimonio de aquellos que lo piden, siempre cada vez menos? “No”, contestó.

Y añadió la siguiente respuesta: “Debe poner en práctica dos estrategias. La primera: hacer una verdadera pastoral del vínculo, como pide el S. Padre Francisco en Amoris laetitia. La segunda: poner en marcha un fuerte proceso educativo, en el cual la Iglesia desarrolle dos tareas: una modesta, la otra extraordinariamente grande.

La primera consiste en que la Iglesia se convierta en la comadrona que ayuda al hombre a nacer a sí mismo. Que le ayuda a comprender quién es el hombre. La segunda, consiste en ayudar al hombre a realizarse en un modo verdaderamente libre y libremente verdadero. Esta ayuda se la ofrece a través de los medios sobrenaturales de la salvación, que la Iglesia pone a su disposición”.

 

José Francisco Serrano Oceja