Editorial \ Reflexiones en frontera

Por medio del amor humilde Jesús se hizo capaz de abrazar a todo viviente, afirmó el Papa

RV | 24/11/2016 | REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz


 

La paradoja de la fe cristiana es el mismo crucificado, que parece más un vencido que un vencedor. Es porque la grandeza de Cristo no es aquella del mundo sino el poder del amor humilde que se revela en su capacidad de alcanzar y restaurar todas las cosas. Es por este amor que Cristo se abajó hasta nosotros y vivió nuestra miseria humana, probó nuestra condición más ínfima: la injusticia, la traición, el abandono; experimentó la muerte, el sepulcro, los infiernos.

El amor humilde de Jesús fue el tema de Francisco en la Solemnidad de Cristo Rey. Por él es que “nuestro Rey fue incluso hasta los confines del Universo para abrazar y salvar a todo viviente. No nos ha condenado –dijo-, ni siquiera conquistado, nunca ha violado nuestra libertad, sino que se ha abierto paso por medio del amor humilde que todo excusa, todo espera, todo soporta (cf. 1 Co 13,7)”. Para subrayar que “sólo este amor ha vencido y sigue venciendo a nuestros grandes adversarios: el pecado, la muerte y el miedo”.

Pero el Obispo de Roma explicó también que “sería poco creer que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida: todo es vano si no lo aceptamos personalmente y si no lo recibimos incluso con su modo de reinar”.