Servicio diario - 03 de diciembre de 2016


 

San Juan Calabria – 4 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 3 December, 2016



(ZENIT – Madrid).- «La Providencia existe, Dios es Padre y piensa en nosotros, siempre que nosotros pensemos en él y le correspondamos buscando en primer lugar el Santo Reino de Dios y su justicia». Fue la honda convicción de Juan que había experimentado claramente la Providencia en su vida y en ella sustentó el carisma de sus fundaciones. Era el séptimo hijo de una humilde y cristiana familia que rayaba en la pobreza y que le acogió gozosa en su seno cuando nació en Verona, Italia, el 8 de octubre de 1873. Su padre era zapatero y su madre se ganaba la vida como empleada doméstica. La muerte de aquél cuando Juan era un adolescente truncó su primera andadura académica ya que tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a sostener el hogar, aunque le despedían de los trabajos por incompetente. Esta situación afectó a su rendimiento escolar.
El padre Scarpini, rector de San Lorenzo, constató que el muchacho mostraba unos rasgos de virtud que le hacían apto para iniciar los estudios eclesiásticos, y no escatimó ningún esfuerzo para que pudiera ingresar en el seminario. La situación económica familiar solo le permitía estudiar como alumno externo, y así permaneció tres años hasta que tuvo que cumplir el servicio militar. Tenía madera de santo y en el cuartel tuvieron ocasión de constatarlo. Cuando salió de allí, muchos, instados por él, habían abierto sus brazos a Dios.
Algunas de las circunstancias que concurrieron en su vida, especialmente la experiencia de precariedad en la que había discurrido su corta existencia, y el gesto generoso y atento del padre Scarpini, unido a sus entrañas de misericordia, se trenzaron en fecundo anillo una gélida noche de 1897 cuando, tras realizar la visita a los enfermos, halló un niño fugitivo que yacía en el umbral de su casa aterido de frío. Tenía 6 años y todo indicaba que había sido adiestrado para mendigar y posiblemente secuestrado en la región de Liguria. Por eso, aunque hizo las gestiones legales oportunas, aconsejado por Scarpini, nadie se preocupó de buscar al pequeño.
La pobreza, la soledad, la enfermedad, el abandono…, serían para siempre dramáticas realidades que jamás dejarían al santo impasible. Por el contrario, a ellas dedicó todo su quehacer buscando siempre el modo de paliarlas implicando a seminaristas, sacerdotes y laicos. Por de pronto, aquella inolvidable noche en la que descubrió la naturaleza de su verdadera vocación, cobijó al pequeño en su propia casa sin que su madre mostrara reparo alguno por ello. Y a los pocos meses ya había puesto en marcha la «Pía Unión para la asistencia de los enfermos pobres».
Desde 1901, año en el que fue ordenado sacerdote, junto a la labor pastoral que realizó en la parroquia de San Esteban y en la rectoría de San Benito del Monte, los enfermos, los ancianos, los pobres y cualquier persona necesitada, recibieron de él gestos de caridad ofrecida a manos llenas. Las fundaciones se iban multiplicando mientras la Providencia seguía acompañándole en su incansable labor. Recogía a los niños abandonados; mientras trataba de hallar un centro de acogida digno para ellos, sin lograrlo. En 1906 su madre se ocupaba de atenderlos con tanta intensidad que enfermó gravemente. Juan acudió al conde Francesco Perez. El aristócrata le miró fijamente convencido de que él era la persona idónea para cuidar a los pequeños. Pero con su madre enferma no veía cómo podía llevar a cabo su labor. Suplicó a Dios. Si era su voluntad que se ocupase de los niños, el signo sería la curación de su madre al menos durante un año. Ella sanó repentinamente.
En noviembre de 1907 puso en marcha el Instituto «Casa Buoni Fanciulli», y a esta obra siguió la fundación de la «Congregación de los Pobres Siervos de la Divina Providencia», formada con un grupo de personas que secundaron su acción apostólica compartiendo su vocación, y la rama femenina «Pobres Siervas de la Divina Providencia». Creó la «Cittadella della caritá», la «Familia de los Hermanos Externos» para los laicos, y fue impulsor de casas de acogida y hospitales.
Pensando en los «Parias» en 1934 extendió la fundación a Vijayavada (India). Además, promovió las vocaciones y el diálogo interreligioso dejando abierta una fecunda vía ecuménica con protestantes, ortodoxos y hebreos, fue un extraordinario confesor, y no dudó en exponer su vida salvando la de personas en peligro, como la de una doctora hebrea amenazada de muerte en la persecución nazi a la que rescató manteniéndola oculta entre las religiosas fundadas por él. Algunos de los agraciados por tan bondadoso corazón, como hizo esta mujer, enviaron cartas a Roma a la postulación pidiendo que fuese elevado a los altares.
Juan se ofreció a sí mismo por la santificación de la Iglesia y la unidad de los cristianos, y alentó a todos a la vivencia del rigor evangélico. Junto con su proverbial caridad, asentada en su oración, pervivió la gratuidad en todo lo que hizo. De hecho, quería que sus hijos realizaran su misión en «donde nada hay, humanamente, para recibir». Solo les pedía «humildad, escondimiento total, abandonada por entero y totalmente en la divina Providencia; no pedir nada, rezar mucho; que nadie pague; prohibido todo tipo de publicidad; no conferencias, no reuniones de beneficencia, no agradecimientos públicos, porque Dios no necesita estas cosas y Él se ocupa de esta Obra que es totalmente suya. Nosotros busquemos almas, solamente almas».
Enfermo de gravedad y sabedor de que Pío XII se hallaba agonizante, puso su vida a los pies del Padre por él. Dios le escuchó. Murió el 4 de diciembre de 1954 mientras el pontífice salía adelante y le sobrevivía cuatro años más. Al conocer el postrer gesto de caridad que había tenido, Pío XII lo calificó como «campeón de evangélica caridad». Por su parte, el cardenal Schuster ordenó cincelar este epitafio sobre la tumba de Juan que sintetiza su grandeza y el impacto de su admirable virtud y quehacer apostólico: «Resplandeció como un faro luminoso en la Iglesia de Dios». Juan Pablo II lo beatificó el 17 de abril de 1988, y él mismo lo canonizó el 18 de abril de 1999.


Alcaldes de toda Europa se reúnen en el Vaticano para debatir la situación de los refugiados
Posted by Redaccion on 3 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El Vaticano acoge la próxima semana, 9 y 10 de diciembre, una cumbre convocada para “atraer la atención inmediata del mundo a la amenaza que representa para la estabilidad mundial la presencia creciente en nuestro planeta de más de 125 millones de refugiados”. Así lo indican desde la Pontificia Academia de las Ciencias, en el comunicado de presentación del evento.
Un total de 80 alcaldes procedentes de distintos países de Europa han respondido a dicha cumbre, llamada: “Europa: los refugiados son nuestros hermanos”. Asistirán al encuentro varios alcaldes españoles: Manuela Carmena, de Madrid; Ada Colau, de Barcelona; Joan Ribó, de Valencia y Francisco de la Torre, de Málaga.
Desde la organización, recuerdan que en su carta encíclica Laudato si’, el papa Francisco llamó a una mayor conversión del corazón hacia “los hermanos y hermanas más frágiles”, argumentando que debemos incrementar los esfuerzos para prevenir las crisis humanitarias y, cuando así y todo ocurran, debemos asegurarnos de que nuestra respuesta sea adecuada a la enorme magnitud del desafío y oportuna de acuerdo con la urgencia de la necesidad. Suministrar carpas y agua potable después de que todos ya han fallecido a causa del frío y de la deshidratación es algo a todas luces inaceptable”. Específicamente, “el Papa nos pide en su Encíclica que demos prioridad a aquellos enfoques que traigan como resultado cambios apreciables para los excluidos y los marginados que más necesitan de nuestra ayuda”.
Esas personas, que requieren asistencia humanitaria urgente, han sido desplazadas de su tierra, entre otras razones, “como consecuencia de la guerra, del hambre y de los terribles desastres naturales” que han aumentado tanto en número como en magnitud en los últimos años, advierten.
En la actualidad, unas tres cuartas partes de todas las emergencias humanitarias del mundo son el resultado directo de una guerra. Para reducir esa cifra, nada sería tan eficaz como “poner fin a los conflictos armados”, e impedir que comiencen o vuelvan a ocurrir. Además, asegura el comunicado de la Pontificia Academia de las Ciencias, de esta manera “se acabaría de un plumazo con la principal causa de los éxodos masivos de refugiados”.
Finalmente, se asegura que urge que a los alcaldes, en cuanto las autoridades más próximas a la ciudadanía, “se les provea de competencias para atender, acoger y regularizar a todo tipo de emigrantes o refugiados”. Urge –precisan– que la voz de los alcaldes sea escuchada para promover puentes y no muros. Urge que “su autoridad se ponga al servicio del desarrollo sostenible e integral, de la justicia y de la paz”.


La Iglesia alienta a los jóvenes universitarios a ser “alegres evangelizadores” en su contexto cotidiano
Posted by Redaccion on 3 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El IV Congreso Mundial de Pastoral para los estudiantes internacionales, promovido y organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los migrantes e itinerantes, se ha celebrado en Roma del 28 de noviembre al 2 de diciembre.
En el encuentro, que tenía como tema “Evangelii Gaudium del papa Francisco y desafíos morales en el mundo intelectual de los estudiantes internacionales hacia una sociedad más sana”, han participado 130 personas procedentes de 36 países de los cinco continentes, entre los cuales 30 jóvenes que están viviendo la experiencia de estudiar en un país distinto al suyo.
Hoy –informa el comunicado publicado por el dicasterio vaticano– son cerca de 5 millones de jóvenes los que dejan su tierra de origen y van al extranjero para completar los estudios superiores en distintas instituciones académicas.
El objetivo principal del Congreso ha sido “valorar los alientos, las reflexiones y las consideraciones de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium como base para una pastoral estudiantil más actual y eficaz”. Expertos del sector, capellanes de los institutos universitarios y trabajadores pastorales han evidenciado “los desafíos culturales, religiosos y humanos presentes en los contextos académicos actuales” de forma particular en lo relacionado con la “pastoral de los estudiantes internacionales”, indica el comunicado.
Protagonistas del encuentro “han sido los jóvenes que han intervenido con sus testimonios, estimulando reflexiones y ofreciendo animadas discusiones en las mesas redondas”.
Por otro lado, el dicasterio informa que ha surgido la necesidad de una pastoral que “acompañe personalmente” a los estudiantes universitarios, que les ponga al “centro de las actividades propuestas”, les haga “creadores y promotores de nuevas iniciativas” sin descuidar el fructífero intercambio entre jóvenes que pertenecen a diferentes credos religiosos.
Los formadores y estudiantes han estado de acuerdo en el alentar a los jóvenes universitarios cristianos “a ser alegres evangelizadores en su contexto cotidiano”.
Los estudiantes, dando testimonio de la soledad y dificultades que en ocasiones se siente al llegar a un país extranjero, han pedido a los capellanes y trabajadores de pastoral que se conviertan en “punto de referencia también para la inserción en la nueva red de relaciones”.


El Papa clama por el derecho de todos de acceso a los recursos
Posted by Rocío Lancho García on 3 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Cuando ignoramos el grito de “muchos de nuestros hermanos y hermanas en todas las partes del mundo” no solo les negamos sus derechos y los valores que hemos recibido de Dios, sino que también rechazamos su sabiduría y les impedimos ofrecer al mundo sus talentos, sus tradiciones y sus culturas. Así lo ha asegurado el papa Francisco, explicando además que estos comportamientos aumentan el sufrimientos de los pobres y de los marginados, y nosotros mismos “nos convertimos en más pobres, no solo materialmente, sino moral y espiritualmente”.
El Pontífice ha recibido esta mañana a los empresarios participantes del Fortune-Time Global Forum sobre el tema: “El desafío del siglo XXI: crear un nuevo pacto social”. Un tema –ha asegurado el Papa en su discurso– realmente oportuno y que mira la necesidad urgente de modelos económicos más inclusivos y justos. Asimismo, ha indicado que ahora se requiere no un nuevo acuerdo social en abstracto, sino “ideas concretas” y “una acción eficaz que sea ventajosa para todos y comience a responder a la problemas acuciantes de nuestros días”.
Por otro lado, ha querido dar las gracias a los presentes por lo que están haciendo para “promover la centralidad y la dignidad de la persona humana dentro de las instituciones y de los modelos económicos” y por “atraer la atención sobre la llaga de los pobres y de los refugiados” que son a menudo olvidados por la sociedad.
También ha subrayado que el mundo de hoy está marcado por grandes inquietudes. La desigualdad entre los pueblos –ha lamentado el Papa– continúa creciendo y muchas comunidades son directamente golpeadas por la guerra y la pobreza o de la salida forzada de migrantes y refugiados. La gente quiere “hacer escuchar su voz y expresar las propias preocupaciones y miedos”, ha señalado.
Sin embargo, ha asegurado el Papa, cuando reconocemos finalmente el mal en medio de nosotros, “podemos tratar de sanarlo aplicando el cuidado justo”. De este modo, ha reconocido a los participantes del congreso que su presencia demuestra que “reconocen los problemas que están delante y la necesidad de actuar con decisión”.
Esta estrategia de renovación y esperanza requiere “una conversión institucional y personal”, “un cambio del corazón que confiere el primado a las más profundas expresiones de nuestra común humanidad, de nuestras culturas, de nuestras convicciones religiosas y de nuestras tradiciones”.
De lo que estamos hablando, ha especificado Francisco, no son “número que hay que cuadrar” sino “el bien común de la humanidad”, “el derecho de cada persona para acceder a los recursos de este mundo” y “tener las mismas oportunidades para realizar las propias potencialidades”.
La renovación, la purificación y el reforzamiento de “sólidos modelos económicos” depende, ha explicado el Santo Padre, de nuestra conversión personal y generosidad hacia los necesitados.
Finalmente, ha animado a los presentes a buscar “caminos cada vez más creativos para transformar las instituciones y las estructuras económicas” de forma que sepan responder a las necesidades de hoy y estén al servicio de la persona humana, especialmente de los marginados y excluidos.