Tribunas

La Iglesia y la “post-verdad”

José Francisco Serrano Oceja

 

La revista The Economist, los diarios The Guardian y The New York Times, el ABC y El País, un sinfín de medios digitales y blogs de múltiples procedencias, le han dedicado en estas últimas fechas largos textos a lo que se denomina el mundo de la “post-verdad”, a la política en tiempos de “post-verdad”.

Sin lugar a dudas, estas aproximaciones también lo son sobre periodismo y política en tiempos de la “post-verdad”. ¿Tendríamos que reflexionar sobre la Iglesia y la doctrina católica en tiempos de “post-verdad”?

Con este concepto, siguiendo su inclusión en el Diccionario Oxford, vendrían a decirnos, entre otras muchas cosas, que en nuestro mundo los hechos han perdido peso y densidad, porque lo que importan son las emociones convertidas en realidades, la intencionalidad. Por ejemplo, tiene más valor público un relato de algo que supuestamente ha ocurrido, que es intencional, aunque contenga elementos de ficción, que el hecho de que lo que se narra haya sido verdad.

El concepto de “verdad” era el que anclaba el periodismo de los medios de masa tradicionales con la realidad, y el de post-verdad es el que rige en las redes sociales y los nuevos medios. Estamos en la época de los universos cognitivos paralelos que generan nuevas dinámicas de opinión pública.

El sentido crítico del concepto de post-verdad hace referencia al mayor peso, en la comunicación, del emotivismo circulante; mayor que incluso el de los hechos. Si establecemos el paralelismo con la propuesta cristina, vendría a ser algo así como que las acciones basadas en el emotivismo tienen ahora más peso que la doctrina.

Plantear la cuestión de la “post-verdad” significa referirnos no solo a lo que escribió en su día el filósofo Ralph Keyes en su libro “’’The Post-Truth Era: Dishonesty and Deception in Contemporary Life’’”.

Significa analizar la preponderancia de quienes socialmente manejan las emociones. Una cuestión que ya estaba presente desde el Cármides y el Gorgias de Platón, las investigaciones sobre la propaganda de Theodor W. Adorno y los trabajos más recientes de Alain Badiou, o de Aaron James.

Si aplicamos este modelo a la presencia de la propuesta cristiana en este momento de la historia nos tenemos que preguntar qué referencias de liderazgo “post-verdad” están operativas y cómo se articulan.

No se trata solo, por tanto, de una respuesta crítica a la invención de la verdad de los populismos, o de la demagogia política. Se trata de una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre doctrina y vida, doctrina y hechos históricos, doctrina, vida y comunicación, medios y realidad social.

 

José Francisco Serrano Oceja