Editorial \ Reflexiones en frontera

A aprender de la fe recia y servicial de nuestra Madre, invitó el Papa en la celebración de la Virgen de Guadalupe

RV | 13/12/2016 | REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz


 

Como mirarla podría dejarnos absortos por su belleza, y sacarnos los pies de la tierra, en la fiesta de nuestra Señora de Guadalupe en san Pedro, Roma, Francisco no agregó edulcorante, sino que puso delante de la Madre de Dios y de los presentes, la dura realidad que actualmente afrontan nuestros pueblos, en cuya historia ella ha querido meterse.

Como oración sincera delante de la Virgen y también como denuncia, el Obispo de Roma describió una sociedad que “está cada vez más marcada por los signos de la división y fragmentación, dejando a muchos ‘fuera de juego’”; una sociedad “que se ha vuelto cegatona e insensible frente a miles de rostros que se van quedando por el camino, excluidos por el orgullo que ciega a unos pocos. Una sociedad que termina instalando una cultura de la desilusión, el desencanto y la frustración en muchísimos de nuestros hermanos; e inclusive, de angustia en otros tantos porque experimentan las dificultades que tienen que enfrentar para no quedarse fuera del camino”.

Y así como la Virgen de Guadalupe, se metió por el Tepeyac en nuestra vida y en nuestra historia, para darnos la esperanzada fuerza de su ternura, así el Papa pidió “aprender de la fe recia y servicial que caracteriza a nuestra Madre” para ser hoy sal y luz de nuestra sociedad.