Editorial \ Reflexiones en frontera

En un niño apenas nacido y puesto en un pesebre, está contenida toda la potencia del Dios que salva, afirma Francisco

RV | 22/12/2016 | REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz


 

A la imagen de Jesús callejero la entronizamos en un hueco del muro del calle, como en una herida. Es un nicho hecho a propósito, pero en este tiempo se me hace que es como una herida. Podría representar una herida del cuerpo o del alma, pero que no me parece en vano porque hay un niño sin cuna al que se le puede ofrecer precisamente como cuna el hueco de la herida. En las heridas está la carne viva. Y que mejor que la carne viva de la ternura, de la compasión, para abrigar al más grande de todos que se hizo niño para pedirnos cariño, ternura, en tiempos de tanta violencia y de inferencia con el hermano.

“Es la sorpresa de un Dios niño… pobre… débil, de un Dios que abandona su grandeza para hacerse cercano a cada uno de nosotros…”, expresó el Papa el 14 de diciembre. “En un niño apenas nacido, necesitado de todo, envuelto en pañales y puesto en un pesebre, está contenida toda la potencia del Dios que salva. Se necesita abrir el corazón – la Navidad es un día para abrir el corazón – se necesita abrir el corazón a tanta pequeñez que está ahí, en aquel niño, y tanta maravilla que está ahí. Es la maravilla de la Navidad, a la cual nos preparamos con esperanza…”.

@jesuitaGuillo