Servicio diario - 30 de diciembre de 2016


 

Salió hoy el primer número para Argentina de L’Osservatore Romano
Posted by Sergio Mora on 30 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El primer número de edición para Argentina del diario L’Osservatore Romano, ha llegado hoy a los kioscos del país, el cual cuenta con un mensaje del papa Francisco escrito de puño y letra para la ocasión. El Papa aún no recibió el primer ejemplar impreso que deberá llegar en breve por correo, pero sí vio los borradores de este número cero.
“Con alegría –escribe el Santo Padre– saludo la renovada presencia del Osservatore Romano en Argentina. A través del periódico de la Santa Sede se podrá conocer directamente el servicio del Papa. Pido a nuestro Señor bendiga a quienes trabajan en este proyecto de servicio al Reino de Dios; y que la Virgen Santa los cuide. Y, por favor, les pido a los lectores que no se olviden de rezar por mí”.
Esta nueva edición saldrá en enero y febrero y desde marzo semanalmente. Tiene los contenidos de la edición semanal en lengua española que ya sale, con los usos idiomáticos característicos del país sudamericano y 5 páginas con artículos dedicados, de las 16 que contiene.
Se imprime en Buenos Aires, este número con 40 mil copias y es distribuida con el diario Perfil. Servirá también para que la voz del Santo Padre llegue completa al país, sin necesidad de voceros o autoproclamados portavoces.
De esta opinión es también el rector de la Universidad Católica Argentina, el arzobispo Víctor Manuel Fernández, que en un reciente artículo señala como a las palabras e informaciones del Papa a veces se las “parcializa” y se las “manipula” en el país, sacándolas de contexto.
La edición es coordinada por el teólogo protestante Marcelo Figueroa, señalando la importancia del carácter ecuménico que el Santo Padre desea y es dirigida por la periodista argentina Silvina Pérez, mientras que el director general en italiano y de todas las ediciones del periódico es el italiano Giovanni Maria Vian.
Conversando con ZENIT, Silvina Pérez señaló que la Conferencia Episcopal Argentina está muy contenta con la iniciativa y participando mucho, y que en julio pasado Marcelo Figueroa y Santiago Pont Lezica conversaron sobre esta idea con el Santo Padre.
En este primer número escriben también el rabino Abraham Skorka; amigo del Papa de vieja fecha y que le ha acompañado en diversos eventos durante el pontificado, como en el muro del llanto en Jerusalén y el encuentro con Mahmud Abbas y Shimon Pére en el Vaticano. También el téologo argentino Carlos Galli, profesor en la UCA, escribe en este primer número.


Santuario de Fátima: los peregrinos renovaron la promesa de amor familiar
Posted by Redaccion on 30 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El santuario de Fátima invitó hoy a todos los peregrinos a renovar su ‘promesa de amor familiar’ a través de una consagración. Este acto se realizó en todas las misas con motivo de la festividad de la Sagrada Familia que se ha celebrado, y empleando para ello un texto distribuido para que las familias recen por la unión y por el amor.
Lo indicaron hoy en el Santuario, precisando haber evidenciado que Jesús nació en una familia humana, compuesta por José, María y Jesús, excepcional sin dudas, que entretanto sirve como modelo a todas las familias cristianas del mundo.
Y con motivo del año nuevo, el 31 de diciembre por la noche se celebrará una misa de acción de gracias en la basílica de la Santísima Trinidad, seguida por una procesión mientras se reza el santo rosario hasta la Capilla de las Apariciones. Poco después, a medianoche tocarán las campanas y se realizará la consagración al Inmaculado Corazón de María.
En cambio el domingo serán las misas con el beso a la imagen del Niño Jesús, y habrá por la tarde una procesión eucarística pidiendo por la paz en el mundo.


Mons. Ocáriz: ‘Esperamos la elección del nuevo prelado en actitud de oración al Espíritu Santo’
Posted by Sergio Mora on 30 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El vicario auxiliar del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz, convocó el pasado 22 de diciembre al congreso que elegirá al sucesor de Mons. Javier Echevarría al frente de la prelatura.
El pleno del Consejo para las mujeres de la prelatura que se reunirá a partir del 21 de enero, deberá presentar al congreso sus propuestas de candidatos. Así el 23 de enero se realizarán las primeras votaciones del congreso electivo, responsable de elegir al tercer sucesor del fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá. El periodista Rodrigo Ayude realizó esta entrevista que proponemos a continuación.
¿Cómo se está viviendo en la prelatura del Opus Dei este periodo de preparación para la elección del nuevo prelado? Como vicario auxiliar, ¿cuáles son sus sentimientos en estos momentos?
— Mons. Ocáriz: Pienso que todos y todas en la Prelatura estamos recorriendo este periodo en actitud de oración, acudiendo especialmente al Espíritu Santo. El Congreso electivo comenzará precisamente con una Misa votiva del Espíritu Santo, para pedirle que guíe todos nuestros pasos. La fe nos da la seguridad de que el Señor conduce a su Iglesia y, por tanto, también a esta porción de su pueblo.
Además, este tiempo de Navidad nos permitirá preparar nuestro corazón para el Congreso electivo, dirigiendo la mirada hacia lo esencial: Jesucristo, el Niño-Dios, el rostro de la Misericordia del Padre. Al contemplar el misterio de Belén, encontraremos también a la Virgen María, Madre de la Iglesia, y nos acogeremos a su intercesión.
Vivimos estos días muy unidos al Santo Padre Francisco y toda la Iglesia, de la que el Opus Dei es una pequeña parte. Como es lógico, es fuerte el sentimiento de gratitud por el trabajo pastoral y el buen ejemplo que nos ha dejado Mons. Javier Echevarría.
Siguiendo las huellas de san Josemaría y el testimonio de sus dos primeros sucesores, estamos ponderando en el corazón la herencia que hemos recibido, que hemos de saber convertir en luz y consuelo para el mundo de hoy, como han tratado de hacer, durante los siglos, los discípulos de Cristo. Tengo el convencimiento de que nos uniremos de todo corazón al prelado que se elija, para ayudarle a guiar la prelatura en la sociedad actual.
En las dos elecciones anteriores, se ha elegido como prelado al número 2 del Opus Dei: en 1975, al beato Álvaro del Portillo, que durante años fue principal colaborador del fundador. Después, al fallecer Mons. Del Portillo, se eligió a quien había sido hasta entonces vicario general, Mons. Javier Echevarría. ¿Piensa que esta tendencia podría repetirse en las futuras elecciones?
— Mons. Ocáriz: En las elecciones anteriores se dio, efectivamente, esa circunstancia. Pienso que habrá sido en razón de las personalidades y biografías singulares de los dos primeros sucesores, que fueron formados directamente por san Josemaría. Los electores votaron en conciencia por esas personas. No fue un proceso automático. Les pareció que lo mejor era elegir a quienes habían trabajado más cerca del fundador.
Algunas circunstancias han cambiado desde entonces: el nuevo prelado ya no será una persona que haya trabajado de un modo tan directo con el fundador como lo habían hecho el beato Álvaro del Portillo y Mons. Javier Echevarría, aunque quizá lo haya podido conocer y tratar.
Para el Congreso electivo hay, en mi opinión, muchos candidatos válidos, buenos y prudentes, que podrían tomar el relevo. Los electores tienen la responsabilidad de votar libremente a quien, en conciencia, consideren más idóneo. Inmediatamente, el nombre de la persona que resulte elegida será transmitido al Papa Francisco, pues se requiere la confirmación del Romano Pontífice.
Cuando hay procesos de elección, la opinión pública suele hacer lecturas en clave política. Con frecuencia se habla de corrientes, tendencias, etc. ¿Cómo reacciona ante este tipo de razonamientos?
— Mons. Ocáriz: Son interpretaciones que resultan lejanas a quienes viven la elección desde una perspectiva espiritual y eclesial. Quien tiene la responsabilidad de una elección de este tipo pone su seguridad en la “corriente” del Espíritu Santo, como nos animaba a hacer el Papa Francisco hace unos días, cuando se le habló del futuro inmediato del Opus Dei.
A veces, como usted dice, se hacen lecturas parciales, en clave demasiado humana o política. Al poner el acento en estos aspectos, se presenta la variedad como un problema. A mi modo de ver, el pluralismo y la variedad son una gran riqueza. Los electores del Opus Dei —al igual que los demás fieles de la Prelatura— proceden de países de los cinco continentes, tienen modos de ser muy diversos, tendencias culturales variadas, gustos y estilos propios de su tierra y de su familia. Esa diversidad, tan fomentada por san Josemaría, es compatible con lo esencial: la fidelidad al carisma recibido del fundador y reconocido por la Iglesia. La fidelidad a esa herencia espiritual (con algunos rasgos tan marcados como el sentido de la filiación divina, la búsqueda de la santificación en las circunstancias ordinarias de cada día, la mentalidad laical y el alma sacerdotal, etc.) asegura una unidad de fondo entre todos.
Los dos prelados anteriores fueron colaboradores directos del fundador. Con la elección del tercer prelado, ¿empieza una nueva época para el Opus Dei?
— Mons. Ocáriz: Me vienen a la cabeza unas palabras que Mons. Echevarría nos decía con frecuencia: «El Opus Dei está en vuestras manos, en las de cada persona de la Obra». Es una realidad que en estos momentos recobra una nueva fuerza. Las actuales circunstancias son una llamada a la responsabilidad, pues cada uno de nosotros tendrá que estar más pendiente de encarnar el legado de san Josemaría en el mundo actual, ante la gente de hoy.
Sin duda, quien sea elegido prelado contará con la oración de los fieles del Opus Dei y de muchísimas otras personas. También podrá apoyarse en el equipo que forme, y trabajar con los demás: la colegialidad es otro rasgo principal del legado de san Josemaría.
¿Cuáles piensa que serán los principales retos que se encontrará el nuevo prelado del Opus Dei?
— Mons. Ocáriz: El reto principal es ayudar a que cada persona del Opus Dei sepa hacer la Iglesia en su lugar de trabajo, en su ambiente profesional, en el mundo de la cultura y de la familia. Con su testimonio cristiano, los fieles de la Prelatura pueden ayudar a encontrar a Cristo a la gente de hoy: en medio de la calle, en una sociedad cada día más plural. En este sentido, es necesario realizar una catequesis actual en el mundo de las profesiones, allí donde está la gente.
Otro desafío es dar alegría y esperanza al mundo de hoy. No a un mundo ideal sino a este mundo nuestro complejo, lleno de heridas, tan necesitado de la caridad. En otras palabras: santificar la vida ordinaria de hoy, llevando a Cristo a todas las periferias existenciales, como nos recuerda el Papa Francisco.
Con la gracia de Dios, se podrá formar a personas que intenten vivir con el corazón en Cristo y los pies en la tierra, conscientes de sus propias limitaciones. La alegría de vivir el mensaje cristiano, encarnado en su propia vida, podrá transmitirse entre sus iguales: de mecánico a mecánico, de enfermera a enfermera, de comercial a comercial, de periodista a periodista…
También se debe incentivar la iniciativa personal de millares de personas que, movidas por el amor a Cristo y a los demás, sepan poner en marcha iniciativas que respondan a los grandes retos de nuestro tiempo: la honradez y la ética profesional, la erradicación de la pobreza, la ayuda a los refugiados, la falta de trabajo, la promoción de la familia, etc. En resumen, ojalá contribuyamos a edificar la Iglesia como mundo reconciliado con Dios, según la frase de san Agustín.


Honduras: los obispos lamentan el calvario de los emigrantes menores de edad
Posted by Redaccion on 30 December, 2016



(ZENIT – Roma).- La Conferencia Episcopal de Honduras después de concluir la reunión ordinaria en Tegucigalpa ha expresado su preocupación por “el dolor” que viven muchos hondureños, especialmente los niños, “obligados a emigrar, vulnerables a la explotación y a la violencia durante su camino, mal pagados cuando llegan a su destino, y criminalizados por la arrogancia de aquellos que se aprovechan de su sudor”.
Por ello ha pedido a los políticos que se acerquen a la realidad del pueblo hondureño y den propuestas válidas para frenar la desigualdad, la exclusión y la corrupción en el país. Teniendo en cuenta también que el 2017 será un año con elecciones primarias en marzo y generales en noviembre.
Señalan que los candidatos para gobernar “deben estar cerca de la realidad de nuestro pueblo para analizar, proponer y ofrecer alternativas para superar la desigualdad y la exclusión, y deshacerse de la corrupción”.
Por su parte los obispos se han comprometido en “fortalecer” la Pastoral de la Movilidad Humana, para que los niños y adolescentes que emigran “vulnerables y sin voz”, reciban “el amor y la cercanía de toda la comunidad”.
Las cifras oficiales han hablan de 10.468 los menores de edad no acompañados hondureños que han logrado cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos en 2016. Una cifra superior del 93,5 por ciento más que los 5.409 llegados a ese país en 2015.
Los obispos desean por lo tanto un Feliz Año a sus compatriotas, pidiendo que sean responsables del bien común, ”de informar sobre las propuestas y proyectos, de controlar lo que se promete y de no dejarse llevar por ofertas engañosas o por palabras que puede parecer mágicas”.


Belén, única respuesta ante la violencia
Posted by Enrique Díaz Díaz on 30 December, 2016




Santa María Madre de Dios
Números 6, 22-27: “Invocarán mi nombre y yo los bendeciré”
Salmo 66: “Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos”
Gálatas 4, 4-7: “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”
San Lucas 2, 16-21: “Encontraron a María, a José y al niño. Al cumplirse los ocho días, le pusieron el nombre de Jesús”.
El mes de diciembre estuvo teñido de sangre. Sangre derramada por la imprudencia e irresponsabilidad que cobró vidas en las explosiones de Tultepec; sangre derramada por las prisas y el alcohol que provocaron mortales accidentes; pero más grave, sangre derramada con premeditación, alevosía y una crueldad inexplicable. Muchos de nuestros estados reportan horribles crímenes que parecen brotar de un odio incontenible. Y a nivel internacional nos hemos visto sacudidos por las tragedias de Alepo, de Berlín, de… tantos lugares convulsionados por la violencia. En el recuento de un noticiero se atreven a opinar: “¿Salvajes?, No sé si pudiéramos llamar salvajes a estas atrocidades. La vida salvaje de los animales encuentra su explicación en la necesidad de sobrevivir, en la lucha por el territorio y en saciar su hambre… pero esos actos criminales van mucho más allá: es matar por matar, o por ideología o por ambición. Es manifestar un desprecio total por la vida y por el hermano. Es llevar mucho más lejos la ley de la selva. Son guerras sin sentido, ni razones”. Los comentarios, no siempre imparciales, siguen desgranando trágicas narraciones ante la indiferencia de muchos. Continúan las guerras falsamente justificadas, la terrible hambruna que azota gran parte de nuestro planeta, la violencia familiar y el dolor y la crucifixión de una humanidad humillada en millones de hermanos de nuestras sociedades en frontera. ¿Qué pasa en el corazón del hombre?
Olvidado por unos y despreciado por otros, queda el Belén con su propuesta de vida, su ofrecimiento de reconciliación y el único camino que nos conducirá a la verdadera paz. Lo que sucedió “en aquel tiempo”, parece estar sucediendo ahora: Cristo continúa su encarnación en medio de los pobres y despreciados, mientras el mundo continúa su camino de ignorancia y desprecio. Este primer día del año, en medio de una gran gama de oportunidades para nuestra reflexión, nos ofrece la pausa y el respiro necesarios para tomar aliento e iniciar con decisión el nuevo año. La propuesta está ahí: al mismo tiempo que se nos presenta este nuevo día como momento de gracia y bendición, descubrimos el paso del Señor en el año que se ha ido y suplicamos su bendición para el nuevo año que comienza. La imagen de Belén trae nuevas esperanzas y oportunidades para la construcción de un nuevo mundo posible. Jesús se nos ofrece como el verdadero Príncipe de la Paz que con su vida y amor desarma y construye, ilumina y descubre nuevos caminos para la paz. Y todo esto lo podemos hacer de la mano, con el ejemplo y bajo el cuidado de María, la pequeña, la sencilla, la que escucha la palabra, la madre de Jesús.
Uno a uno se han ido deshojando los días del calendario. Uno a uno los hemos gastado y desgastado hasta terminar en recuerdos, dolores y alegrías. ¿Qué nos deja el año que se va? Mientras unas voces pedían ya terminara como si el cambio de calendario pudiera traer cosas diferentes, otras quisieran detener el tiempo por el temor a lo desconocido y a los negros presagios. ¿Qué me deja el año que termina? Miro hacia atrás y contemplo la sucesión de los días como en un torbellino, y me detengo a revisar qué viví como importante, qué me ha dejado huecos y vacíos, cuántas cosas pude hacer que me trajeron alegría, cuántas cosas se quedaron en el baúl de los deseos y de las buenas intenciones… Hubo momentos de soledad, de dolor y sufrimiento, es cierto; pero también hubo momentos de comprensión, de cariño, de trabajo, de éxitos y de alegrías… Es la vida vivida a plenitud, es la vida regalo de Dios. Me duelen las ausencias de los seres queridos que se han ido y me han dejado recuerdos llenos de nostalgia y vacíos imposibles de llenar; me duelen las enfermedades propias y ajenas que prueban nuestra fe y nuestra fortaleza, que minan nuestras seguridades y que nos hacen comprender lo frágiles que somos. Me duele la violencia, el hambre, la muerte y la corrupción. Pero al mirar cada día y cada instante, descubro con sorpresa y agradecimiento la presencia de Jesús siempre, incondicionalmente. Hay momentos que me he olvidado de Él, pero Él nunca se ha olvidado de mí; hay momentos que mi actuar no fue conforme a su pensamiento, pero Él nunca me abandonó. Siempre he sentido su presencia cercana, discreta e incondicional. Como en Belén, en silencio, en medio de la violencia sigue ofreciendo su propuesta de paz. Para mí, este momento es un instante de gracia y un regalo de su amor.
Y como todo cristiano al inicio del año encuentro una bendición. Moisés transmite a Aarón la forma en que todo israelita debe iniciar todas sus obras, con el recuerdo y la experiencia de la presencia de Dios en sus vidas: “El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz”. Es el acontecimiento más grande para todos los hombres: contemplarse en el rostro misericordioso de Dios. Es el inicio de una verdadera paz: descubrirse hermanos y bendecidos por el mismo Padre. Es convertirnos en bendición para los demás y manifestar el rostro de Dios en nuestras vidas al mismo tiempo que descubrimos en ellos el rostro de Dios. Esta bendición tiene su plenitud en el pasaje evangélico. El texto termina con el relato de la circuncisión. Es un rito que expresa las raíces judías de Jesús, el entronque con las promesas de los profetas del Antiguo Testamento. Jesús nació bajo la Ley, pero vino a rescatar a los que estaban bajo la Ley, para convertirles en hijos de adopción. Todos hemos sido rescatados por Jesús, pues Él es nuestro hermano. Ahora ya podemos llamar a Dios “¡Abbá!”, Padre. Confieso que es la mejor noticia que podía recibir: Dios es mi padre, que me quiere, me mima, me perdona, está pendiente de mí, me guía por el buen camino. ¿Por qué temer, si Dios me acompaña siempre?
Y esta noticia y bendición es el mejor camino que tenemos para romper con la escalada de violencia. Como propone el Papa Framcisco tenemos que decir “no a la violencia”. Sólo cuando nos descubramos rostro e imagen de Dios, cuando miremos en los demás el rostro y la imagen de nuestro Padre, seremos capaces de superar los odios, ambiciones y rencores. Así lo hace y así nos lo enseña Jesús. No somos conscientes de la grandeza y el gozo que produce esta gran noticia: “saber que Dios es mi Padre”. Eliminemos de nuestro ánimo el temor o el miedo, pues no tiene sentido en aquél que cree en el Dios revelado por Jesús. El nombre que recibe el Niño-Dios indica cuál es su misión; en aquel tiempo no se le ponía el nombre por casualidad o porque le gustase mucho al padre. Jesús significa “Dios salva”, es decir Dios está a favor nuestro. La religión del miedo o de la agresión no es cristiana, sólo es verdadera la religión del amor, de la esperanza y de la fraternidad. Si Dios nos ama, si me ha hecho su hijo, si Jesús se ha hecho hombre por mí pero también por mi hermano, si nos viene a salvar a todos ¿por qué continuar agrediéndonos y luchando? ¿Por qué no romper la cadena de violencia con el amor?
Hoy, al inicio del año, renovemos la bendición que nos ofrece Dios nuestro Padre en su Hijo Jesús. Comprometámonos en serio en la construcción de un mundo sin violencia. Revisemos nuestros espacios y desterremos toda violencia familiar, institucional y discriminatoria. Si Jesús se ha hecho hombre por nosotros es seguro que se puede construir un mundo diferente, con su amor, con su palabra y a su estilo. María, la pequeña y fiel, supo escuchar las palabras y hacerlas vida. Sigamos su ejemplo y desde lo cotidiano construyamos un mundo mejor.
“María, Virgen de la espera y del cumplimiento, que conservas el secreto de la Navidad, haznos capaces de reconocer en el Niño que estrechas en tus brazos al Salvador anunciado, que trae a todos la esperanza y la paz”. Amén


San Juan Francisco de Regis – 31 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 30 December, 2016




(ZENIT – Madrid).- Este patrón de los jesuitas de la Provincia de Francia nació en Fontcouverte, Languedoc, el 31 de enero de 1597 en una acaudalada familia de terratenientes con árbol genealógico de noble ascendencia. El pequeño creció con tales muestras de piedad que por sus cualidades parecía santo ya desde la cuna. Era dócil, amable, servicial, atento, extremadamente sensible ante cualquier pequeña falta que pudiera afligir a sus padres… ¡Un encanto de criatura! Se sentía inclinado a frecuentar la iglesia y rezaba con visible devoción las oraciones que había aprendido.
Hacia 1610 le enviaron a estudiar con los jesuitas de Béziers. Dejó una honda impresión en quienes le rodeaban por sus gestos de virtud y sus cualidades naturales. Entre otras muchas, poseía sencillez, humildad, fidelidad y sentido del humor. Sus compañeros, seguramente fascinados por su rica personalidad, no se separaban de él y compartían las inquietudes de la edad. Lejos de atraerle lo mundano, se centraba en el estudio y la oración. En una ocasión participó en una cacería, hecho inusual en una vida, como la suya, trazada por el ejercicio estricto de la virtud.
En 1616 ingresó en el noviciado jesuita de Toulouse dando pruebas de su celo, fervor y caridad, como había hecho siempre. Se formó en retórica en Cahors y estudió filosofía en Tournon. Fue profesor de gramática en Billom, Puy-en-Velay y en Auch, iniciando su predicación en lugares circundantes. Su anhelo era ser sacerdote para dedicarse enteramente a los demás. Y en 1628 comenzó los estudios teológicos mientras se entregaba a la oración con vehemencia. Tanto le urgía recibir el sacramento del orden que los años de estudio requeridos para ello le parecían un mundo, y convenció a sus superiores para que los acortaran. El testimonio que les había ofrecido con su virtud fue su carta de presentación, y en junio de 1631 ofició su primera misa. En cambio, no pudo emitir la profesión solemne porque no había completado su formación. Cuando la epidemia de peste asoló la región de Toulouse, auxilió a los enfermos con ejemplar caridad. Pero su sueño eran las misiones: «Mi vida ¿para qué es sino para sacrificarla por las almas? ¿Cómo podría probar yo mi amor a Dios, si no ofrezco lo que más se estima en este mundo, la salud y la vida? No me sería grata la vida si no tuviere algo que perder por Jesucristo. Siento un deseo vivísimo de ir a las misiones de los iroqueses y ofrecer mi vida por la salvación de aquellos salvajes».
Ofreció a Dios su frustrado anhelo de evangelizar el Canadá francés, y se centró en la predicación en su país, como le indicaron sus superiores; llovían las bendiciones. Con cierta rudeza en su expresión verbal, y una hondura verdaderamente inspirada, puso en marcha misiones rurales y las llevó a todos los rincones. Cuando alguien cercano le acusó de predicar toscamente, el superior replicó: «Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre». Sus palabras vibrantes, sencillas, carismáticas, penetraban en el auditorio. Quienes le escuchaban, tanto en el púlpito como en el confesionario al que dedicaba muchas horas, quedaban impregnados de su fe y caridad. «Padre ¿cómo no me voy a convertir a la fe cristiana si usted me lo pide con tanta gracia?», decía un penitente. Los que humanamente fueron encumbrados a la fama siendo considerados como grandes predicadores no tenían nada que hacer a su lado.
Alguien dijo del padre Regis «que no tenía más que a Dios dentro de su alma, a Dios en la boca y a Dios delante de sus ojos». El secreto era sus intensas horas de oración (apenas dormía dos o tres horas en el suelo), su ferviente amor a la Eucaristía, que recibía a diario en una época en la que no era usual, y su tierna devoción por María. Desde que inició la vida apostólica se impuso un rígido ayuno, y no se desprendía de su cilicio. Fue agraciado con el don de milagros y el de penetración de espíritus, entre otros carismas. Muchas veces caía extático. Su corazón inflamado de amor le hacía exclamar: «¡Oh Dios mío, oh amor mío y delicias de mi corazón! ¡Es posible que yo no os pueda amar todo lo que Vos merecéis ser amado, y todo lo que yo deseo amaros!». Las conversiones brotaban a su paso, aunque por su celo apostólico muchas veces fue maltratado física y verbalmente por gentes de mal vivir que él lograba conmover con su paciencia y dulzura. Nadie, menos aún quien tuviera un mínimo ápice de sensibilidad, podía pasar por su lado sin sentirse poderosamente llamado a vivir la santidad. Por algo había sido elegido para hacer frente a la herejía protestante, que combatió con verbo encendido, muchas veces portando en sus manos el crucifijo con el que derrocaba también las aviesas intenciones de bravucones soldados empecinados en atacar a la Iglesia.
Pasó por duras pruebas de diversa índole, algunas provenientes de ciertos superiores, y las acogió con verdadera mansedumbre. «Sufrir por Jesucristo es el único consuelo que hallo en este mundo. Señor, dame fuerzas para poder sufrir más y más por tu amor», suplicaba. Murió el 30 de diciembre de 1640. Clemente XI lo beatificó el 18 de mayo de 1716. Y Clemente XII lo canonizó el 5 de abril de 1737. Cuando el santo Cura de Ars visitó su tumba en 1804, aún consciente de sus limitaciones, tuvo la certeza de que sería sacerdote. Y a punto de morir, manifestó: «todo lo bueno que he hecho se lo debo a él».