Servicio diario - 27 de enero de 2017


 

Francisco pide que la respuesta a la violencia sea el Evangelio
Posted by Rocío Lancho García on 27 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Allí donde violencia llama a violencia y violencia siembra muerte, “nuestra respuesta es el puro fermento del Evangelio que, sin prestarse a las lógicas de la fuerza, hace surgir frutos de vida también de la tierra árida y auroras de esperanza después de las noches del terror”. Es la invitación del papa Francisco, en su discurso a los miembros de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales. Esta Comisión nació en el 2003 y ha llegado ya a su 14º encuentro.
Tal y como ha señalado el Santo Padre en su discurso, el grupo ha reflexionado esta semana sobre “aspectos históricos, teológicos y eclesiológicos” de la eucaristía. Y mientras les anima a proseguir, Francisco se muestra con la esperanza de que esta obra pueda indicar “vías preciosas para nuestro recorrido”, facilitando el camino hacia “ese día tan esperado en el que tendremos la gracia de celebrar el Sacrificio del Señor en el mismo altar, como signo de la comunión eclesial plenamente restablecida”.
Por otro lado, el Pontífice ha observado que muchos de los presentes asisten diariamente a la “furia de la violencia y a actos terribles” perpetrados por el extremismo fundamentalista. En esta línea, Francisco ha asegurado ser consciente de que “situaciones de tal trágico sufrimiento arraigan más fácilmente en contextos de pobreza, injusticia y exclusión social” debidas también “a la inestabilidad generada por intereses de partes, a menudo externas, y de muchos conflictos precedentes, que han producido condiciones de vida miserables, desiertos culturales y espirituales en los cuales es fácil manipular e instigar al odio”.
Por esta razón, el Santo Padre ha invitado a los presentes a llamar a “sembrar concordia” y a “reconstruir pacientemente la esperanza”, consolando “con la paz que viene del Señor”.
Vuestros sufrimientos son nuestros sufrimientos, ha asegurado el Pontífice. Por eso se une a ellos e la oración, “invocando el final de los conflictos y la cercanía de Dios a las poblaciones probadas, especialmente a los niños, los enfermos y los ancianos”. De forma particular, el Santo Padre recuerda tener en el corazón a los “obispos, sacerdotes, consagrados y fieles, víctimas de secuestros crueles, y a todos aquellos que han sido tomados como rehenes y reducidos a la esclavitud”.
Por otro lado, el Papa ha pedido que sean de apoyo para las comunidades cristiana “la intercesión y el ejemplo de muchos mártires y santos nuestros, que han dado valiente testimonio de Cristo”. Ellos “nos revelan el corazón de nuestra fe, que no consiste en un mensaje genérico de paz y de reconciliación, sino en Jesús mismo, crucificado y resucitado”, ha añadido.
El centro de la vida cristiana, el misterio de Jesús muerto y resucitado por amor, “es el punto de referencia también para nuestro camino hacia la plena unidad”, ha recordado. Mártires y santos de todas las tradiciones eclesiales –ha añadido– son ya en Cristo una sola cosa y sus nombres están escritos en el único e indivisible martirologio de la Iglesia de Dios. Asimismo, ha asegurado que “su vida ofrecida en don” nos llama a la comunión, a caminar más rápidamente en el camino hacia la plena unidad.
Como en la Iglesia primitiva –ha concluido el discurso– la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos, así hoy la sangre de muchos mártires sea semilla de unidad entre los creyentes, signo e instrumento de un futuro en comunión y en paz.

El Papa en Sta. Marta: La vida cristiana no se entiende “sin memoria”
Posted by Redaccion on 27 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Dios nos libera del pecado que nos paraliza como cristianos. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de este viernes en Santa Marta. El pecado, ha explicado, como es el de la “pusilanimidad”, el “tener miedo de todo”, que no nos hace tener memoria, esperanza, valentía y paciencia.
Tal y como ha señalado el Pontífice, la Carta a los Hebreos propuesta por la liturgia del día exhorta a vivir la vida cristiana con tres puntos de referencia: el pasado, el presente y el futuro. En primer lugar invita a hacer memoria, porque “la vida cristiana no empieza hoy: continúa hoy”. Hacer memoria –ha precisado– es recordar todo: las cosas buenas y las menos buenas, es poner mi historia delante de Dios, sin cubrirla ni esconderla. De ahí la invitación a hacer memoria “de los días del entusiasmo, de ir adelante en la fe, cuando se comenzó a vivir la fe, las pruebas sufridas…”. En esta misma línea, el Santo Padre ha asegurado que la vida cristiana no se entiende, tampoco la vida espiritual de cada día, “sin memoria”. Es más, “no solo no se entiende: no se puede vivir cristianamente sin memoria”. E invita a preguntarse, ¿pero cómo me ha salvado el Señor de estos problemas”. La memoria –ha asegurado el Papa– es una gracia: una gracia que hay que pedir. “Señor, que no me olvide de tu paso en mi vida, que no olvide los buenos momentos, también los feos; las alegría y las cruces”, ha rezado. Al mismo tiempo que ha subrayado que el cristiano es un hombre de memoria.
Por otro lado, el Pontífice ha señalado que el autor de la Carta nos hace entender que “estamos en camino esperando algo”, esperando “llegar a un punto: un encuentro, encontrar al Señor”. Y “nos exhorta a vivir por fe”. Asimismo, ha asegurado que igual que no se puede vivir una vida cristiana sin esperanza, “no se puede vivir una vida cristiana sin mirar el futuro con la esperanza del encuentro con el Señor”. A propósito, ha señalado que cuando uno es joven, piensa que tiene mucho tiempo delante, pero después la vida nos enseña que esa palabra que decimos todos: “¡Pero cómo pasa el tiempo! ¡A este le conocí de niño, ahora se casa! ¡Cómo pasa el tiempo!”. La esperanza de encontrarle –ha subrayado– es una vida en tensión, entre la memoria y la esperanza, el pasado y el futuro.
Finalmente, la Carta invita a vivir el presente, “muchas veces doloroso y triste”, con “valentía y paciencia”. Es decir, ha especificado el Papa, con franqueza, sin vergüenza y soportando las vicisitudes de la vida. Recordando que “todos somos pecadores”, ha invitado a ir adelante “con valentía y con paciencia”.
En la conclusión de la homilía, el Santo Padre ha explicado que el autor de la Carta a los Hebreos exhorta a no cumplir el pecado que hace no tener memoria, esperanza, valentía y paciencia: la pusilanimidad. Pusilánimes son –ha aseverado– los que van siempre detrás, que se cuidan demasiado a sí mismo, que tienen miedo de todo. De este modo, Francisco ha pedido que “el Señor nos haga crecer en el memoria, nos haga crecer en la esperanza, nos dé cada día valentía y paciencia y nos libere de la pusilanimidad, tener miedo de todo…”.


Francisco a una delegación judía: recordar el Holocausto para que nunca más se repita
Posted by Redaccion on 27 January, 2017



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco tuvo hoy 27 de enero, un encuentro en el Vaticano con una delegación del Congreso Judío Europeo (IJC), encabezada por su presidente, Moshe Kantor, con motivo del Día internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto.
El presidente del IJC señaló que “los judíos aún llevan las marcas de la Shoah en sus corazones e incluso hoy en día siguen siendo amenazados por el antisemitismo en todas sus formas viciosas”. Además elogió la visita del Papa a Auschwitz realizada año pasado, y calificó este encuentro con el Papa como “un gesto de fraternidad hacia cada judío”.
En el encuentro estuvo presente el padre Norbert Hofmann, secretario de la Comisión de la Santa Sede para la relaciones religiosas con el judaísmo, quien explicó ante los micrófonos de Radio Vaticano, que las cinco personas que integraban la delegación representan a más de dos millones de judíos residentes en Europa.
“El Papa se mostró muy abierto y fue una conversación libre” explica el padre Hofmann, precisando que el Santo Padre “comenzó el diálogo mencionando esta Jornada importante para los Judíos, pero también para nosotros, porque recordar a las víctimas del Holocausto es importante para que esta tragedia humana no se repita más”.
Por su parte, “el Presidente del Congreso Judío Europeo, Moshe Kantor, habló de la importancia de la ética –prosigue el secretario de la Comisión de la Santa Sede para la Relaciones religiosas con el Judaísmo– de los valores cristianos y judíos que tenemos en común.
Dijo que en nuestro mundo vemos tantos progresos, pero también una caída de los valores morales y éticos. Por lo tanto constató, tenemos que reforzar estos valores que tenemos en común, judíos y cristianos. El Papa habló también de la importancia de la educación y de la familia. Él estaba completamente de acuerdo con estos temas.
En la entrevista el padre Hofmann refiere también que el Pontífice habló de su propia familia y relató que su padre recibía siempre a judíos; él creció en una atmósfera favorable a los judíos, dijo. Hablando de su historia personal el Papa relató que había siempre judíos que iban a visitarlo. Y así, dijo padre Hofmann, nuestro Papa aprendió a tener amigos judíos”.
El encuentro fue muy cordial y los judíos estaban muy satisfechos, finalizó el prelado. “Ahora toca a nosotros intensificar la colaboración con esta organización judía”.

El escudo papal aparecerá en las nuevas monedas de euro
Posted by Redaccion on 27 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Novedad numismática en el Vaticano. Este año –probablemente en el mes de marzo– cambia la cara de la moneda nacional del euro acuñada en el Vaticano. Tal y como informa Avvenire, periódico de la Conferencia Episcopal Italiana, desaparece el rostro del papa Francisco y en su lugar aparecerá el escudo pontificio. La novedad fue oficializada el martes 24 de enero en el Diario Oficial de la Unión Europea, en la que se anuncian todos los cambios en las caras nacionales del euro.
Para la Ciudad del Vaticano se trata del cuarto cambio desde el 2002, cuando el euro hizo su aparición en las carteras de los ciudadanos europeos. En 2002, el Estado más pequeño del mundo inició en el ámbito monetario común proponiendo la imagen de Juan Pablo II en el euro. En el 2005, con la muerte del papa polaco, se puso en circulación una moneda con la Sede Vacante, con el escudo del cardenal Eduardo Martínez Somalo. Un año después, en el 2006, se acuñó la moneda con el rostro de Benedicto XVI, elegido el 19 de abril de 2005 como sucesor de Juan Pablo II . En el 2013, después de la dimisión, se hizo una nueva moneda –esta vez de dos euros– sobre la Sede Vacante, con el escudo del camerlengo, el cardenal Tarcisio Bertone.
Y finalmente en el 2014, apareció la moneda con el perfil de Bergoglio que se mantendrá hasta el mes de marzo, cuando se cumple el cuarto aniversario de su elección. Esta moneda será sustituida por el escudo papal.
Un escudo coronado por una mitra colocada entre dos llaves atadas por una cuerda. A lo alto aparece el emblema de la Compañía de Jesús. En el centro del escudo se lee IHS, monograma de Cristo, con la H coronada por una cruz y tres clavos debajo del monograma. Aparece también una estrella y la flor de nardo. La estrella, de acuerdo a la antigua tradición heráldica, simboliza a la Virgen María mientras que la flor de nardos hace referencia a san José, patrono de la Iglesia universal.

Jornada de la Memoria. San Egidio lamenta “demasiada indiferencia ante la intolerancia”
Posted by Sergio Mora on 27 January, 2017



(ZENIT – Roma).- La Jornada internacional de conmemoración de las víctimas del Holocausto fue instaurada por las Naciones Unidas, el 27 de enero, recordando ese día de 1945 cuando fueron abatidas las rejas del campo de concentración de Auschwitz por las tropas soviéticas.
El 29 de julio de 2016, el papa Francisco durante su viaje apostólico a Polonia con motivo de la JMJ, fue al campo de concentración de Auschwitz, quiso recorrerlo en silencio, en recogimiento, sin discursos ni protocolos. Uno de los momentos más conmovedores fue cuando el Santo Padre entró en la celda del hambre, la celda del martirio de san Maximiliano Kolbe, sacerdote polaco que ofreció su vida por la de otro preso judío, padre de familia. Y firmó en el Libro de Honor donde escribió en español: “¡Señor, ten piedad de tu pueblo! ¡Señor, perdón por tanta crueldad!”.
En todo el mundo se realizan ceremonias para no olvidar lo ocurrido. Desde Roma la Comunidad de san Egidio recuerda que “es un evento aún más sentido justamente en el momento en el cual va desapareciendo la generación de los sobrevivientes de la Shoah”.
“A 72 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau –se lee en el comunicado de la Comunidad– el recuerdo del horror y del abismo causado por el antisemitismo y la predicación del odio racial es particularmente importante en este momento histórico para Europa y todo el mundo”.
La memoria del Holocausto no puede “limitarse a un ejercicio pasivo”, añade la nota, que subraya “demasiada indiferencia delante de los nuevos actos de intolerancia y de racismo que vemos producirse en el mismo continente que conoció el nacimiento del nazismo”.
Invitan así a “valorizar los actos de solidaridad, de integración e inclusión social hacia los más débiles” y “multiplicarlos para crear una nueva cultura y transmitirla a las jóvenes generaciones” como el mejor modo “para construir una civilización de la convivencia en el cual hay espacio con todos”.

Los obispos de México piden ‘respeto al migrante’ ante la construcción del muro
Posted by Redaccion on 27 January, 2017



(ZENIT – Roma).- Los obispos de México levantan su voz, poco después de que lo hicieran los estadounidenses, retomando parte del comunicado de ellos, para expresar rechazo y dolor, y precisar que la construcción del muro hará que “muchas personas que viven su relación de familia, fe, trabajo o amistad, quedarán bloqueadas aún más por esta inhumana interferencia”.
A continuación el texto completo:
Con profundo dolor, a través de los medios de comunicación recibimos la noticia sobre la orden ejecutiva que el Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, firmó para dar inicio a la construcción del muro fronterizo.
Los Obispos de la frontera norte de México y la frontera sur de Estados Unidos, hemos venido trabajando, desde hace más de veinte años, por la mejor atención a los fieles que habitan dos países hermanos, enmarcados propiamente en una sola ciudad; comunidades de fe atendidas por dos Diócesis (como Matamoros y Brownsville, o Laredo y Nuevo Laredo, por ejemplo).
Lo primero que nos duele es que muchas personas que viven su relación de familia, fe, trabajo o amistad, quedarán bloqueadas aún más por esta inhumana interferencia.
Unimos nuestro pensar y sentir a lo expresado por el Obispo Joe Vasquez, Presidente del Comité de Migración de la Conferencia del Episcopado Americano (USCCB) y Obispo de la Diócesis de Austin, quien declaró:
“Estoy desalentado porque el Presidente (Donald Trump) ha priorizado la construcción de un muro en nuestra frontera con México. Esta acción pondrá las vidas de inmigrantes innecesariamente en peligro. La construcción de ese muro sólo hará que los migrantes, especialmente las mujeres y los niños vulnerables, sean más susceptibles a los traficantes y contrabandistas. Además, la construcción de tal muro desestabiliza a muchas comunidades llenas de vida y bellamente interconectadas que habitan pacíficamente a lo largo de la frontera. En vez de construir muros, en este momento, mis hermanos obispos y yo seguiremos actuando a ejemplo del Papa Francisco. Queremos construir puentes entre personas, puentes que nos permitan romper los muros de la exclusión y de la explotación”.
Como Iglesia que camina en México, seguiremos apoyando cercana y solidariamente a tantos hermanos nuestros que provienen de Centro y Sudamérica, y que van en tránsito a través de nuestro país hacia los Estados Unidos. Expresamos nuestro dolor y rechazo a la construcción de este muro, e invitamos respetuosamente a hacer una reflexión más profunda acerca de los modos como puede procurarse la seguridad, el desarrollo, la activación del empleo y otras medidas, necesarias y justas, sin provocar más daños de los que ya sufren los más pobres y vulnerables.
Pedimos a nuestras autoridades que en los diálogos y búsqueda de acuerdos con los Estados Unidos, aboguen por caminos justos, que salvaguarden la dignidad y el respeto a las personas, sin importar su nacionalidad, credo y, sobre todo, apreciado la riqueza que aportan en su búsqueda de mejores oportunidades de vida. Cada persona tiene un valor intrínseco e invaluable como hijo de Dios.
Respetamos el derecho del gobierno de los Estados Unidos de cuidar sus fronteras y sus ciudadanos, pero no creemos que una aplicación rigurosa e intensiva de la ley, sea la manera de alcanzar sus objetivos, y que por el contrario estas acciones son generadoras de alarma y temor entre los inmigrantes, desintegrando muchas familias sin mayor consideración.
Que nuestra Madre de Guadalupe, Emperatriz de toda América, acompañe a quienes tienen la responsabilidad de las negociaciones en ambos países, y que Ella, “la que está mirando bien a todas las naciones” (Nican Mopohua), brinde consuelo y protección a nuestros hermanos migrantes.

+ Guillermo Ortiz Mondragón
Presidente de la Dimensión Episcopal de Movilidad Humana de la CEM
y Obispo de Cuautitlán.
+Alfonso G. Miranda Guardiola
Secretario General de la CEM
y Obispo Auxiliar de Monterrey.


Cuando descubrí “ese” Libro
Posted by Catholic.net on 27 January, 2017



La palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu, los huesos y los tuétanos, haciendo un discernimiento de los deseos y los pensamientos más íntimos. (Hebreos 4, 12)
La casa de mis padres en los años setenta, cuando yo era niña, tenía pisos de granito, paredes blancas, ventanales, un jardín adelante y otro atrás, techos altos y muebles discretos. Las habitaciones eran espaciosas, así que mi hermana y yo teníamos suficiente lugar para jugar, tanto dentro como fuera de la casa.
Recuerdo que, en los pasillos, las recámaras y las salas de estar había libreros, así que mientras corría o caminaba me encontraba a menudo con hileras de libros frente a mí. Veía algunos títulos repetidamente, hasta que un día comencé a agarrar los libros para hojearlos. Luego, un día de mi cumpleaños, mi padre –quien es amante de la literatura, la música y la ópera– me regaló un libro de Og Mandino. Lo leí un domingo, sentada en un sofá, bajo el sol del amanecer. Me enamoré de la historia que había leído.
Proseguí leyendo, un libro tras otro de todos los que había en la casa, incluyendo enciclopedias ¡y hasta diccionarios! Quedé infatuada por ese nuevo mundo. Descubrí un universo magnífico, y cada día abría páginas frescas, ansiosa por encontrar una nueva historia. La naturaleza humana estaba en cada relato de ficción, o de la historia real. Autores como Carlos Fuentes, García Márquez, Elena Garro, Goethe, Unamuno, Voltaire, Dostoyevski, y más tarde Shakespeare, Balzac, Baudelaire, Octavio Paz, García Lorca, etcétera, iluminaron mi mundo.
Pronto me encontré con la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, los sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz, la poesía de Concha Urquiza y Santa Teresa de Ávila, las églogas de Garcilaso de la Vega, las bucólicas de Miguel Hernández, y mucho más. Al llegar a la Universidad fui aprendiendo latín, conociendo la filosofía de Aristóteles, Platón, Heráclito, en fin, un mundo entero de pensamiento, creatividad y narrativa.
Sin embargo, tempranamente, cuando tenía catorce años, me encontré con la Biblia. Sabía que era el libro de Dios, pero nada más. Me imaginé que dentro había sólo historias de gente buena, religiosa, algunos consejos para ser mejores personas y quizá también exhortaciones para portarse bien y no cometer pecados. Pero estaba tan equivocada. Cuando conocí a Jesús y empecé a asistir a la iglesia, dediqué muchos meses a leer la Biblia completa. Mi sorpresa fue enorme. Este libro incluía muchos libros, de diferentes autores, pero todos con un solo objetivo y bajo un mismo Espíritu.
Luego descubrí que la Biblia incluía libros históricos, proféticos, poéticos, filosóficos, doctrinales, y cuatro Evangelios, la cumbre de todo poder bajo la tierra. Cada uno de los libros de la Biblia fueron una gran revelación para mí. Ningún otro libro que leí antes –ni que leí después– son como la Biblia. Esta es definitivamente la Palabra de Dios. Es el mensaje de Dios a los hombres, es la descripción y narración de los hechos, el carácter, la perspectiva, la sabiduría, las maravillas y los planes de Dios para la humanidad.
Desde el Génesis, la Biblia presenta historias tremendas y terribles, intrigas, asesinatos, traiciones, pasiones, en fin, incontables situaciones humanas, políticas, religiosas en las que Dios interviene. La Escritura es “el libro de los libros”, su autor es el autor más sorprendente de todos los tiempos: Dios, revelado a través de su Espíritu Santo, sus siervos, sus profetas, sus apóstoles. Es un libro que contiene libros, los cuales fueron escritos con cientos de años de diferencia entre sí, pero que guardan unidad, sincronía, congruencia, sentido, concordancia y propósito perfectos.
No existe sobre la tierra un libro como la Biblia. No hay ningún otro libro (y si lo hay, por favor, avísenme) que contenga la visión divina, sabia y poderosa como la Biblia. No hay libro más apasionado, revelador, inspirador y perfecto como la Biblia. Todas las respuestas para nuestra vida están contenidas ahí. Toda duda filosófica, toda inquietud o tormento existencial quedan resueltas en sus páginas. La Biblia es palabra viva que proviene de un Dios vivo; no es creación humana, intelectual, limitada, sino sabiduría celestial. La Biblia puede cambiar vidas.
La Biblia es un libro sobrenatural que no necesita librero, pues debe estar siempre abierto, a la mano, listo para ir con nosotros a donde vayamos, de día y de noche.

Dichosos los pobres…
Posted by Enrique Díaz Díaz on 27 January, 2017



Sofonías 2, 3; 3, 12-13: “Dejaré en medio de ti, un puñado de gente pobre y humilde”
Salmo 145: “Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”
Corintios 1, 26-31: “Dios ha elegido a los débiles del mundo”
San Mateo 5, 1-12: “Dichosos los pobres de espíritu”
Fue la primera vez que escuché hablar de las bienaventuranzas. Una catequista dinámica, entusiasta, que contagiada por las pocas pero extraordinarias noticias del Vaticano II que llegaban a mi pueblo, lejano y olvidado, hacía esfuerzos extraordinarios por hacernos comprender la riqueza de las bienaventuranzas a través de pósters e imágenes de Jesús rodeado de sus apóstoles. Nos ponía a leer el texto del Evangelio. Toda una novedad que rompía los esquemas antiguos pues nos acercaba directamente al texto de la Biblia. Nos enseñaba más con su vida que con sus palabras. Han pasado los años y ahora estoy frente a su féretro escuchando el mismo texto que con fervor nos explicaba. Juanita llevó una vida de dolor, sobre todo los últimos tiempos, pero de cercanía e intimidad con Jesús. Frente a su cuerpo inerte suenan muy distintas las palabras de Jesús: “Dichosos los pobres de Espíritu…” Muy diferente a la felicidad que propone el mundo y sus pompas. Juanita seguramente ahora ya participa plenamente del Reino de los Cielos.
A veces me imagino a Jesús visitando nuestra Iglesia y nuestra sociedad y contemplando las estructuras que hemos creado: viejas, obsoletas, oscuras y arruinadas, que queremos poner al día sólo con remiendos y parches. ¿Qué nos diría Jesús? Me imagino que algo parecido a lo que sugería el Vaticano II con todas sus novedades y que ahora retoma el papa Francisco: “No necesitamos poner parches, sino construir una Iglesia y una sociedad nueva, abierta, con bases firmes, con mucha luz, donde quepan todos los hermanos…” Y este domingo es uno de esos días que se siente uno cuestionado fuertemente por las palabras de Jesús. Nos presenta sus “bienaventuranzas”. Es decir su programa para responder a lo más profundo de toda persona humana: la felicidad. Pero dista tanto el programa de Jesús de lo que nosotros hemos ido construyendo, que si ponemos atención a las palabras que Él nos propone seguramente le diríamos que está loco, que eso no es posible, que es una utopía.
¿Utopía el Reino de Dios? Para algunos así parecería y se conforman con proponer moderación de parte de los poderosos y resignación de parte de los pobres, y así utopía se convierte en “un lugar que no es posible alcanzar” (ou-topía: no posible), pero para Cristo “utopía”, (eu-topía: buen lugar), se convierte en un sueño posible por el cual vale la pena entregar la vida. La utopía del Reino responde al sufrimiento de los pobres y va acompañada de signos evidentes de que es posible y vale la pena luchar por ella: las curaciones, el Evangelio a los pobres, las comidas con todos, la acogida a los despreciados por la sociedad. El gran sueño de Jesús se resume en el Sermón del Monte que ahora se inicia con estas exigentes propuestas. Anunciar la utopía de la vida, generando esperanza, justicia y amor, es la primera predicación de Jesús y es la primera exigencia para el cristiano y para su Iglesia.
Hemos escuchado tantas veces las bienaventuranzas que ya no captamos el sentido revolucionario y novedoso que encierran. “Dichosos los pobres de espíritu…” y cada una de ellas nos lleva a poner en juicio todas las estructuras y condicionamientos de un mundo que ha basado su felicidad en el tener y el poder, que todos sus esfuerzos los encamina a fortalecer y alimentar la propia felicidad y se ha desentendido de la miseria de los hermanos. Así han nacido sistemas, imperios, naciones que basan su ser y quehacer en la economía, en las armas, en el bienestar propio aun a costa de la pobreza de los demás. Jesús proclama dichosos a los pobres, los sufridos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa del bien. Consideradas por los grandes de este mundo, las bienaventuranzas aparecerán como una aberración, como ocho normas para fracasar en la vida, como un estorbo para el triunfo.
Hay quienes para huir de esta interpretación, todo lo espiritualizan y lo ven como un bello ideal que sólo se cumplirá en el cielo. El compromiso personal se diluye en la pasividad de lo imposible y nos condena a seguir en lo mismo. La paz se convierte en no molestar y no ser molestado –¡Como si esto se pudiera!– y si yo logro ser feliz en mi egoísmo, doy gracias a Dios y me olvido de los demás.
Pero ésta no es la actitud ni el comportamiento de Jesús. A nadie imagino más feliz que a Jesús, pero tampoco conocemos a nadie más encarnado, comprometido y coherente en su opción por los pobres. La vida, ejemplo y conducta de Jesús son la clave para entender las bienaventuranzas. Nadie más pobre que Él, nadie más comprometido con la paz y la justicia, nadie más perseguido, nadie más limpio de corazón y sin embargo ¡nadie más feliz que Él! Quien deja penetrar el texto de las bienaventuranzas en su corazón descubre que son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Él, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el auténtico pobre; Él puede decir vengan a Mí que soy manso y humilde de corazón. Es constructor de paz, es Aquel que sufre por amor de Dios. En las bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo y nos llama a entrar en comunión con Él.
Las bienaventuranzas son la norma suprema de conducta para el cristiano y señales que indican el camino de la Iglesia, que debe reconocer en ellas su modelo, orientaciones para el seguimiento que afectan a cada discípulo. Solamente quien las practica puede entenderlas en todo su sentido porque suponen una inversión total de los valores que el mundo nos propone. Nosotros nos atamos a seguridades terrenas y visiones egoístas de nuestro bienestar, Cristo nos lanza mucho más allá: construir un reino donde la felicidad se conquista en comunidad, nadie es más feliz que quien hace felices a los demás.
¿Cómo estamos viviendo las bienaventuranzas? Repasemos cada una de ellas, meditémoslas frente a la vida de Jesús y quizás descubramos que debemos cambiar todo nuestro estilo de vida para ser verdaderos cristianos. A veces nos quejamos de que no somos felices. ¿Nos hemos puesto a pensar por qué?
Padre Bueno que nos llamas a la felicidad y en Jesús nos has dejado el mejor ejemplo de alguien plenamente feliz, ilumínanos para descubrir el verdadero camino de felicidad que pasa por el amor y el servicio a los hermanos. Amén.

Santo Tomás de Aquino – 28 de enero
Posted by Isabel Orellana Vilches on 27 January, 2017



(ZENIT – Roma).- El 4 de agosto de 1880 fue designado por León XIII patrón de las universidades y escuelas católicas. No podía ser de otro modo. Aparte de ser uno de los santos más conocidos y aclamados en la Iglesia, es también, seguramente, el que mayor influencia ha ejercido y sigue manteniendo en el ámbito filosófico y teológico. Y hoy desde esta sección de ZENIT nos unimos a los millares de profesores y estudiantes que especialmente le veneran.
De la familia de los condes de Aquino y de Teano, emparentada con reyes europeos, vino al mundo en el castillo de Roccasecca, Nápoles, Italia, hacia 1225. Fue el benjamín de doce hermanos. Precoz en su interés por Dios sobre el que se preguntaba siendo muy pequeño «¿Qué és?» –cuestión a la que trataría de dar respuesta toda su vida–, se afanaba en el estudio y en la oración. Excepcionalmente dotado para la investigación, pronto superó a sus egregios profesores universitarios en Nápoles, Pietro Martín y Petrus Hibernos, hecho que se reprodujo con Pedro de Irlanda. El predicador dominico fray Juan de San Giuliano terminó de despertar su vocación a la vida religiosa y, sin plantear esta opción a sus padres, tomó el hábito a sus 19 años. La condesa se apresuró a viajar a Nápoles para ver a su hijo, pero los dominicos ya le habían destinado a Roma anticipándose a un hecho que de antemano consideraron sería irremediable: que sus padres se llevarían al novicio con ellos.
La persecución familiar se puso en marcha. Y sus hermanos, aguerridos soldados al servicio del rey, lo mantuvieron a buen resguardo durante dos años urdiendo tretas diversas, algunas rocambolescas, para derrocar su voluntad de entrega a Dios. La madre se apiadó y fue abriendo la mano progresivamente: autorización de lecturas de textos eruditos y obras de piedad, además de las Sagradas Escrituras. Cuando le permitieron abandonar el encierro, su progresión intelectual dejó a todos admirados. Fue enviado a Roma, de allí a París, y luego a Colonia, donde tuvo como maestro a san Alberto Magno. En esta ciudad fue ordenado sacerdote.
Mostraba una gran devoción por Cristo, en particular por la cruz y también por la Eucaristía así como por la Virgen María. Se caracterizaba por su inocencia evangélica y espíritu religioso; era sencillo, cercano, fiel al carisma dominico. Su breve existencia estuvo marcada por la oración, la predicación, la enseñanza y la escritura. La vida espiritual para él era fundamentalmente la caridad que culmina en oración y contemplación; ambas revierten en un aumento de aquélla virtud teologal. Pensaba, y así lo dejó escrito: que a Dios es mejor amarle que conocerle.
Se había propuesto buscar denodadamente la verdad con este lema: «contemplata aliis trajere», esto es, participar a otros el fruto de su reflexión. Hombre de extraordinaria inteligencia y memoria portentosa, siendo alumno se convirtió en profesor de filosofía y de teología. Primeramente, y por deseo de sus superiores, enseñó en París, y luego daría clases en Orvieto, Roma y Nápoles. Una de sus aplaudidas tesis es el reconocimiento de que no existe oposición entre fe y razón, sino que ambas se necesitan y complementan.
Para él no existía el tiempo; se quedaba completamente enfrascado en el estudio. Sus escritos y discursos denotan su sabiduría y el grado de su hondura espiritual. Y es que el estudio era oración para él y la oración estudio. Antes de ejercitar la labor docente, discutir, estudiar o escribir, oraba, y muchas veces lo hacía envuelto en lágrimas. Dedicaba muchas horas a la oración, postrado de hinojos ante el crucifijo. Así brotaron muchas de sus obras. El «doctor angélico» fue una persona devota que no dejó a nadie indiferente. Sus compañeros decían: «la ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la misa, después de la elevación, parece que estuviera en el paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía». Su obra máxima, la Summa Theologiae, de 14 tomos, es un ejemplo de síntesis y de claridad.
Renunció a ser arzobispo de Nápoles en 1265, como deseaba Clemente IV, que aceptó su decisión. El pontífice le encargó que escribiera los himnos para la festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso el Pange lingua (Tantum ergo), Adoro te devote y otros bellísimos cantos dedicados a la Eucaristía. Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que se le decía en una visión: «Tomás, has hablado bien de Mí. ¿Qué quieres a cambio?». El santo le respondió: «Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más». Brotaba de su interior esta ferviente oración: «Concédeme, te ruego, una voluntad que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te agrade, una perseverancia que te espere con confianza y una confianza que al final llegue a poseerte».
Con frecuencia experimentaba raptos y éxtasis. En uno de ellos, el 6 de diciembre de 1273, mientras oficiaba la misa las revelaciones que recibió debieron tener tal altura que abandonó la pluma para siempre: «No puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada».
Murió el 7 de marzo de 1274 en el monasterio cisterciense de Fossanova, cuando partía hacia el concilio de Lyon. Fue canonizado por Juan XXII el 18 de julio de 1323. San Pío V lo proclamó doctor de la Iglesia el 11 de abril de 1567.