Servicio diario - 15 de marzo de 2017


 

El Papa en la audiencia: Es un “pecado gravísimo cerrar empresas por motivo de lucro
Sergio Mora

Siria, Líbano y Oriente Medio: el Papa invita a los cristianos a practicar el himno a la caridad
Sergio Mora

Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del 15 de marzo de 2017
Redacción

El Pontífice a la AIC: ‘Vean a Cristo en los pobres y que los pobres vean a Cristo en ustedes’
Redacción

“Una gota de leche” para los niños de Alepo: ACN se suma a un llamamiento urgente
Redacción

Divulgan el programa de la Visita del Santo Padre Francisco a Carpi (2 de abril de 2017)
Redacción

Pastoral Familiar de Bolivia: “Las leyes deben servir y proteger, no matar y dividir”
Redacción

San Juan de Brébeuf – 16 de marzo
Isabel Orellana Vilche


 

15/03/2017-10:06
Sergio Mora

El Papa en la audiencia: Es un “pecado gravísimo cerrar empresas por motivo de lucro

(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 15 Mar. 2017).- “El trabajo nos da dignidad y los responsables de los pueblos tienen la obligación de hacer de todo para que cada hombre y mujer pueda trabajar y así estar con la frente alta: mirar a los otros con dignidad”.
Este ha sido el apremiante llamado realizado por el papa Francisco en la audiencia de este miércoles en la plaza de San Pedro.
“Quien por maniobras económicas, para realizar negociados no enteramente claros cierra fábricas, cierra empresas laborales y quita trabajo a los hombres, esta persona comete un pecado gravísimo”.
El Santo Padre reiteró así lo indicado diversas veces sobre el trabajo y su relación con la dignidad de la persona humana, en un momento de economía globalizada en la cual muchas empresas ‘deslocalizan’ hacia países en los cuales la mano de obra es más barata.

 

15/03/2017-15:57
Sergio Mora

Siria, Líbano y Oriente Medio: el Papa invita a los cristianos a practicar el himno a la caridad

(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 15 Mar. 2017).- “Más grave del odio es el amor vivido con hipocresía; es egoísmo disfrazado y travestido de amor”. Fue el mensaje dirigido a los peregrinos de lengua árabe, en particular a aquellos provenientes de Siria, Líbano y Oriente Medio.
A ellos el pontífice les recordó en los saludos que siguieron a su catequesis, que el amor verdadero, como enseña san Pablo, “es paciente, es servicial; no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad”.
Porque el amor “todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta”,
concluyó el Papa antes de ser traducido en árabe por su secretario Mons. Yoannis Lahzi Gaid, copto de Egipto.
El Papa invitó también a los peregrinos de lengua francesa a estar llenos de esperanza en el camino cuaresmal “ciertos de que a través de nuestros fracasos, el amor de Dios es más fuerte y nos dona la ocasión de renovar nuestro corazón para estar a su servicio y al de nuestros hermanos”.
Al saludar a los peregrinos de lengua italiana el Papa demostró su alegría al recibir a los participantes en el Congreso promovido por el Movimiento de los Focolares en ocasión del 50 aniversario de su fundación. A ellos los animó a dar testimonio de la belleza de las nuevas familias, guiados por la paz y por el amor de Cristo.
A los peregrinos de lengua inglesa deseó que la cuaresma sea “un tiempo de gracia y de renovación espiritual” e invocó sobre todos ellos la alegría y la paz del Señor Jesús.
Al saludar a los peregrinos provenientes de los países de lengua alemana y de los Países Bajos, el Papa instó a que “plasmados por la gracia del Señor” puedan “volcar en los hermanos el amor que Dios dona cada día”. Mientras que para los peregrinos de lengua portuguesa pidió “que el Espíritu Santo ilumine las decisiones de sus vidas, para cumplir fielmente la voluntad del Padre”.
Para los jóvenes, los enfermos y los recién casados el pontífice deseó que este tiempo cuaresmal favorezca el acercamiento a Dios, indicando para los primeros el “ayuno de las malas costumbres” para “adquirir mayor dominio sobre sí mismos”. La oración como el medio para sentir cerca a Dios en el sufrimiento, a los enfermos, y el ejercicio de las obras de caridad a los recién casados para “vivir la propia existencia conyugal abriéndola a las necesidades de los hermanos”.

 

15/03/2017-10:58
Redacción

Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del 15 de marzo de 2017

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Como bien sabemos, el gran mandamiento que nos ha dejado el Señor Jesús es aquel de amar: amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente y amar al prójimo como a nosotros mismos (Cfr. Mt 22,37-39). Es decir, estamos llamados al amor, a la caridad y esta es nuestra vocación más alta, nuestra vocación por excelencia; y a esa está relacionada también la alegría de la esperanza cristiana. Quien ama tiene la alegría de la esperanza, de llegar a encontrar el gran amor que es el Señor.
El apóstol Pablo, en el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado, nos pone en guardia: existe el riesgo que nuestra caridad sea hipócrita, que nuestro amor sea hipócrita. Entonces nos debemos preguntar: ¿Cuándo sucede esto, esta hipocresía? Y ¿Cómo podemos estar seguros de que nuestro amor sea sincero, que nuestra caridad sea auténtica? ¿De no aparentar de hacer caridad o que nuestro amor no sea una telenovela? Amor sincero, fuerte.
La hipocresía puede introducirse por todas partes, también en nuestro modo de amar. Esto se verifica cuando nuestro amor es un amor interesado, motivado por intereses personales; y cuantos amores interesados existen... cuando los servicios caritativos en los cuales parece que nos donamos son realizados para mostrarnos a nosotros mismos o para sentirnos satisfechos: “pero, qué bueno que soy”, ¿no?: esto es hipocresía; o aún más, cuando buscamos cosas que tienen “visibilidad” para hacer alarde de nuestra inteligencia o de nuestras capacidades.
Detrás de todo esto existe una idea falsa, engañosa, la de decir que si amamos es porque nosotros somos buenos; como si la caridad fuera una creación del hombre, un producto de nuestro corazón. La caridad, en cambio, es sobre todo una gracia, un regalo; poder amar es un don de Dios, y debemos pedirlo. Y Él lo da gustoso, si nosotros se lo pedimos.
La caridad es una gracia: no consiste en el hacer ver lo que nosotros somos, sino en aquello que el Señor nos dona y que nosotros libremente acogemos; y no se puede expresar en el encuentro con los demás si antes no es generada en el encuentro con el rostro humilde y misericordioso de Jesús.
Pablo nos invita a reconocer que somos pecadores, y que también nuestro modo de amar está marcado por el pecado. Al mismo tiempo, pero, se hace mensajero de un anuncio nuevo, un anuncio de esperanza: el Señor abre ante nosotros una vía de liberación, una vía de salvación. Es la posibilidad de vivir también nosotros el gran mandamiento del amor, de convertirnos en instrumentos de la caridad de Dios.
Y esto sucede cuando nos dejamos sanar y renovar el corazón por Cristo resucitado. El Señor resucitado que vive entre nosotros, que vive con nosotros es capaz de sanar nuestro corazón: lo hace, si nosotros lo pedimos. Es Él quien nos permite, a pesar de nuestra pequeñez y pobreza, experimentar la compasión del Padre y celebrar las maravillas de su amor.
Y entonces se entiende que todo aquello que podemos vivir y hacer por los hermanos
no es otra cosa que la respuesta a lo que Dios ha hecho y continúa a hacer por nosotros.
Es más, es Dios mismo que, habitando en nuestro corazón y en nuestra vida, continúa a hacerse cercano y a servir a todos aquellos que encontramos cada día en nuestro camino, empezando por los últimos y los más necesitados en los cuales Él en primer lugar se reconoce.
Entonces el Apóstol Pablo con estas palabras no quiere reprocharnos, sino mejor dicho animarnos y reavivar en nosotros la esperanza. De hecho, todos tenemos la experiencia de no vivir a plenitud o como deberíamos el mandamiento del amor. Pero también esta es una gracia, porque nos hace comprender que por nosotros mismos no somos capaces de amar verdaderamente: tenemos necesidad de que el Señor renueve continuamente este don en nuestro corazón, a través de la experiencia de su infinita misericordia.
Entonces sí volveremos a apreciar las cosas pequeñas, las cosas sencillas, ordinarias; volveremos a apreciar todas estas cosas pequeñas de todos los días y seremos capaces de amar a los demás como los ama Dios, queriendo su bien, es decir, que sean santos, amigos de Dios; y estaremos contentos por la posibilidad de hacernos cercanos a quien es pobre y humilde, como Jesús hace con cada uno de nosotros cuando nos alejamos de Él, de inclinarnos a los pies de los hermanos, como Él, Buen Samaritano, hace con cada uno de nosotros, con su compasión y su perdón.
Queridos hermanos, lo que el Apóstol Pablo nos ha recordado es el secreto para estar –cito sus palabras– es el secreto para estar “alegres en la esperanza” (Rom 12,12): alegres en la esperanza. La alegría de la esperanza, para que sepamos que en toda circunstancia, incluso en las más adversa, y también a través de nuestros fracasos, el amor de Dios no disminuye. Y entonces, con el corazón visitado y habitado por su gracia y por su fidelidad, vivamos en la gozosa esperanza de intercambiar con los hermanos, en lo poco que podamos, lo mucho que recibimos cada día de Él. Gracias”.

 

15/03/2017-16:36
Redacción

El Pontífice a la AIC: ‘Vean a Cristo en los pobres y que los pobres vean a Cristo en ustedes’

(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 15 Mar. 2017).- El santo padre Francisco ha enviado una carta a los miembros de la Asociación Internacional de Caridades (AIC), con motivo de los 400 años de fundación de ese organismo, por san Vicente de Paul en la ciudad francesa de Chatillón.
En el documento difundido este miércoles, el Papa les anima a proseguir en su labor, recordando que “no se trata solamente de encontrar a Cristo entre los pobres, pero que los pobres perciban a Cristo en ustedes y en vuestro actuar”.
La AIC forma parte de la Familia Vicentina, una comunidad de más de 2 millones de personas que reúne las tres asociaciones fundadas por san Vicente de Paúl y otras numerosas asociaciones que están inspiradas en su proyecto.
A continuación el mensaje:
“En este año, 2017, se celebran los 400 años de las primeras Cofradías de la Caridad, fundadas por San Vicente de Paul en Châtillon. Con alegría me uno espiritualmente a ustedes para celebrar este aniversario y les expreso mis mejores deseos para que esta buena obra continúe con su misión de llevar un auténtico testimonio de la misericordia de Dios a los más pobres.
¡Que este aniversario sea para vosotros una oportunidad para dar gracias a Dios por sus dones y para abrirse a sus sorpresas, para discernir, bajo el soplo del Espíritu Santo, nuevos caminos para que el servicio de la caridad sea siempre más fecundo!
Las Caridades nacen de la ternura y de la compasión del corazón de san Vicente por los más pobres, a menudo marginados o abandonados en los campos y en las ciudades.
Su trabajo, con ellos y por ellos, quería reflejar la bondad de Dios con sus criaturas. Veía a los pobres como representantes de Jesucristo, como miembros de su cuerpo sufriente; era consciente de que los pobres, también ellos, estaban llamados a construir la Iglesia y, a su vez, a convertirnos.
Siguiendo a Vicente de Paul, que había confiado el cuidado de los pobres a los laicos, especialmente a las mujeres, vuestra Asociación quiere promover el desarrollo de los menos favorecidos y aliviar la pobreza y los sufrimientos materiales, físicos, morales y espirituales.
Y en la Providencia de Dios, se asienta el fundamento de este compromiso. ¿Qué es la
Providencia si no el amor de Dios, que actúa en el mundo y solicita nuestra cooperación?
También hoy en día deseo animarlos a acompañar a la persona en su integridad, prestando especial atención a las precarias condiciones de vida de muchas mujeres y niños. La vida de fe, la vida unida a Cristo, nos permite percibir la realidad de la persona, su dignidad incomparable, no como una realidad limitada a los bienes materiales, a los problemas sociales, económicos y políticos, sino verla como un ser creado a imagen y semejanza de Dios, como un hermano o una hermana, como nuestro prójimo del que somos responsables.
Para “ver” estas pobrezas y acercarse a ellas, no basta seguir grandes ideas sino vivir el misterio de la Encarnación, ese misterio tan amado por San Vicente de Paul, misterio de ese Dios que se abajó haciéndose hombre, que vivió entre nosotros y murió “para levantar al hombre y salvarlo”.
No son solo hermosas palabras ya que “se trata propio del ser y de la acción de Dios”. Este es el realismo que estamos llamados a vivir como Iglesia. Este es el motivo por el cual no existen una promoción humana ni una liberación auténtica del hombre sin el anuncio del Evangelio “porque el aspecto más sublime de la dignidad humana se encuentra en esta vocación del ser humano a la comunión con Dios”.
En la bula de convocación para la apertura del año jubilar, manifestaba el deseo de que “los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! (n. 5)”.
Les invito a seguir este camino. La credibilidad de la Iglesia pasa por el camino del amor misericordioso y de la compasión abiertas a la esperanza. Esta credibilidad también depende de vuestro testimonio personal: no se trata solamente de reencontrar a Cristo en los pobres, sino de que los pobres perciban a Cristo en vosotros y en vuestro actuar.
Si están enraizados en la experiencia personal de Cristo podrán contribuir también a una “cultura de la misericordia”, que renueva profundamente los corazones y abre a una nueva realidad.
Por último, les invito a contemplar el carisma de santa Luisa de Marillach, a quien san Vicente confió la organización y la coordinación de las Caridades, y a encontrar en él esa finura y esa delicadeza de la misericordia que nunca hiere ni humilla. sino que levanta y vuelve a dar valor y esperanza.
Les confío a la intercesión de la Virgen María, a la protección de San Vicente de Paul y de Santa Luisa de Marillac, y les envío mi bendición apostólica y pido que recen por mí. Vaticano 22 de febrero de 2017?.

 

15/03/2017-09:00
Redacción

“Una gota de leche” para los niños de Alepo: ACN se suma a un llamamiento urgente

(ZENIT – Roma, 15 Mar. 2017).- El proyecto “Una gota de leche”, puesto en marcha entre varias Iglesias cristianas desde mayo de 2015, con el objetivo como de proveer mensualmente de leche a niños menores de 10 años se encuentra en peligro. Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN España) se hizo eco del pedido de ayuda que llega desde Alepo, precisando que ayudará para este proyecto durante todo el año 2017 por un total de 225.000 euros.
La financiación del proyecto está actualmente en peligro porque, pese a que los combates han cesado en Alepo oriental, las condiciones de vida siguen siendo deplorables. El 80 por ciento de la población de Alepo está desplazada y el 70 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza, indica ACN en su comunicado.
El doctor Nabil Antaki, un gastroenterólogo sirio que ha permanecido junto a la población durante los bombardeos y coordinador del proyecto, ha solicitado a la fundación ACN apoyo urgente para que la ayuda siga en marcha. “Cada mes distribuimos leche a unos 2.850 niños: 2.600 reciben leche en polvo y 250 leche especial para lactantes. Entre otros, para bebés que no pueden ser amamantados por sus madres”, explica el doctor Antaki.
Georgina, madre de dos niñas, explica a ACN lo importante que es este proyecto para ella y su familia: “Myriam tiene diez años de edad y Pamela, seis. Nosotros somos uno de los beneficiarios del proyecto ‘Una gota de leche’: tanto Myriam como Pamela reciben cada mes un kilo de leche en polvo. La situación de Pamela fue crítica tras ser alcanzada en la espalda por la metralla de una bomba, y ahora que se está recuperando necesita leche para recobrar su salud. Este proyecto es muy importante para nosotros, deseo que siga funcionando”.
Un niño de Alepo puede recibir leche para todo un mes por solo 7 euros, y para todo un año por 84 euros, en donde el 80 por ciento de la población de la ciudad está desplazada y el 70 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza.
La fundación pontificia lleva enviando fondos para diversos proyectos de emergencia y apoyo a las Iglesias sirias desde el inicio de la guerra. En el año 2015 se destinaron en total 5,6 millones de euros para Siria.

 

15/03/2017-09:30
Redacción

Divulgan el programa de la Visita del Santo Padre Francisco a Carpi (2 de abril de 2017)

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El programa de la visita apostólica del papa Francisco a la ciudad italiana de Carpi, golpeada por el terremoto de 2012, ha sido publicado hoy por la Oficina de prensa de la Santa Sede.
La visita del Sucesor de Pedro poco después de la solemne reapertura de la catedral, en este caso dedicada a Santa María Asunta, así como el inicio de la construcción de diversas estructuras, es una señal de ánimo y un símbolo de que se puede volver a la normalidad.
Domingo 2 de abril 2017
08.15 Salida del helipuerto del Vaticano
09.45 Aterrizaje en el campo de rugby, pista di atlética “Dorando Pietri en Carpi
10.30 Santa Misa en Piazza Martiri (Homilía)
Palabras de agradecimiento de S.E. Mons. Francesco Cavina,obispo de Carpi.
Al final de la Santa Misa Ángelus y bendición de las primeras piedras de tres nuevos
edificios
de la diócesis de Carpi: la parroquia de Santa Ágata en Carpi, la Casa de ejercicios
espirituales
de San Antonio en Novi, la “Ciudadela de la caridad ” en Carpi (Ángelus).
13.00 Almuerzo en el Seminario episcopal con los obispos de la región, los sacerdotes ancianos residentes en la Casa del Clero y los seminaristas
15.00 Encuentro con los sacerdotes diocesanos, los seminaristas, los religiosos y las
religiosas
en la capilla del Seminario (Discurso
Palabras de presentación de S.E. Mons. Francesco Cavina, obispo de Carpi
Terminado el encuentro con el clero, el Santo Padre deja el Seminario y se detiene
brevemente en la catedral
Desplazamiento en automóvil a Mirandola
16.30 Visita al Duomo de Mirandola
El Santo Padre se detiene en la plaza adyacente a la entrada del Duomo, todavía en ruinas tras el terremoto. Discurso a las poblaciones afectadas por el terremoto.
En la zona adyacente a la parroquia de San Giacomo Roncole de Mirandola: Ofrenda floral en el monumento que recuerda las víctimas del terremoto
17.30 Despedida y despegue dal campo deportivo adyacente a la parroquia de San Giacomo Roncole
19.00 Aterrizaje en el helipuerto Vaticano.

 

15/03/2017-07:59
Redacción

Pastoral Familiar de Bolivia: “Las leyes deben servir y proteger, no matar y dividir”

(ZENIT – Roma, 15 Mar. 2017).- El equipo de animación de la Pastoral Familiar a Nivel nacional reunido en la ciudad de Santa Cruz los días 13 y 14 de marzo, denunciaron el intento de despenalización del aborto a través del Proyecto de Ley del Código del Sistema Penal.
En el documento publicado en la web de los obispos del país, manifestaron su “total consonancia con la voz profética de nuestros pastores, el rechazo a todas aquellas leyes que atentan contra la vida y la familia matando los valores de la vida social y la convivencia de los seres humanos”.
Enfatizaron del mensaje de los obispos bolivianos, dos principios:
1. “El derecho a la vida, en el que se fundan todos los demás, es para todos los seres humanos “sin distinción”. La vida es un don de Dios y nadie puede disponer de ella en ninguna circunstancia”.
2. “Esta propuesta de ley distorsiona el sistema penal introduciendo la pobreza como razón de impunidad para delitos como el infanticidio y la eutanasia, como si ser pobre fuese justificativo suficiente para violar cualquier ley”.
“Nos unimos a todas las familias que se sienten heridas en sus principios y valores. Las leyes deben estar para servir y proteger, no para matar y dividir”, indican y exigen “respeto al derecho que tiene toda persona a la vida, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
El Papa Francisco nos impulsa –concluye el comunicado– a asumir que “la defensa de estos derechos es una llamada profética en favor de la institución familiar que debe ser respetada y defendida contra toda agresión”. (Amoris Laetitia 44)

 

15/03/2017-05:40
Isabel Orellana Vilches

San Juan de Brébeuf – 16 de marzo

(ZENIT – Madrid).- «No moriré sino por ti Jesús, que te dignaste morir por mí [...]. Prometo ante tu eterno Padre y el Espíritu Santo, ante tu santísima Madre y su castísimo esposo, ante los ángeles, los apóstoles y los mártires y mi bienaventurado padre Ignacio y el bienaventurado Francisco Javier, y te prometo a ti, mi Salvador Jesús, que nunca me sustraeré, en lo que de mi dependa, a la gracia del martirio, si alguna vez, por tu misericordia infinita me la ofreces a mí, indignísimo siervo tuyo...». Ardientemente suplicó y recibió Juan esta gracia del martirio a la que fue fidelísimo, sufriendo uno de los más espantosos que se conocen.
Pertenecía a una acomodada familia de terratenientes. Nacio en Condé-sur-Vire, Normandía oriental, el 25 de marzo de 1593. Allí imperaba el calvinismo, pero los suyos profesaban la fe católica. Cursó estudios de filosofía y teología en la universidad de Caen. A los 21 años entró en una vía de discernimiento vocacional. Se dispuso a ingresar en la Compañía de Jesús, pero asuntos familiares le obligaron a posponer su incorporación hasta 1617. Tenía 24 años. Realizó el noviciado en Rouen donde se le consideró como una vocación tardía. Su dificultad para asimilar las materias se contrarrestó con una formación personalizada.
Profesó en 1619 y fue destinado a la docencia. Contrajo la tuberculosis y tuvo que abandonar las aulas. Su estado era tan grave que, ante el riesgo de muerte, el provincial propició su ordenación en 1622. La mejoría fue tal que ese mismo año reanudó con brío las misiones que le encomendaron: ayudante de ecónomo del colegio y después ecónomo titular. Bajo su responsabilidad tenía 600 alumnos. Más tarde, por indicación del provincial de Francia, asumió las misiones de la Nueva Francia. La noticia, tan querida como inesperada, le llenó de alegría. Sabiendo que los franciscanos requerían la presencia de jesuitas para atender las fundaciones de Canadá, aún pensando que su ofrecimiento no sería acogido, se prestó para viajar a ese país.
En 1625 partió a la misión de Quebec acompañado de dos religiosos. Unos meses más
tarde, después de haberse familiarizado con la lengua de los algonquines, se apresuró a evangelizar a los hurones. Informado de la alta peligrosidad de la zona, no temió por su vida y se estableció en el lugar. Desde allí extendió su radio de acción a otros lugares habitados también por los hurones. Fue una etapa de profunda actividad y esfuerzo que le permitió asimilar sus condiciones de vida y costumbres, acogidas por él como si fuera uno de ellos. Realizó viajes extenuantes por bosques y lagos, soportó inclemencias, plagas, falta de higiene de los indios, y muchos problemas de distinta índole. Otros religiosos no fueron capaces de integrarse y regresaron. Al final se encontró solo, pero se mantuvo firme en su misión. Sus ansias martiriales, vinculadas a su celo apostólico, seguían intactas: «Dios mío, ¡cuánto me duele el que no seas conocido, el que esta región extranjera no se haya aún convertido enteramente a ti, el hecho de que el pecado no haya sido aún exterminado de ella! Sí, Dios mío, si han de caer sobre mí todos los tormentos que han de sufrir, con toda su ferocidad y crueldad, los cautivos en esta región, de buena gana me ofrezco a soportarlos yo solo».
En 1629 tuvo que retornar a Francia, momento en el que emitió sus votos perpetuos. Develan irrevocable fidelidad: «Sea yo destrozado antes de violar voluntariamente una disposición de las Constituciones. Nunca descansaré, jamás he de decir: basta». En 1633 regresó junto a los hurones de Ihonatiria. Fundó la Misión de San José y emprendió otra intensa labor apostólica. Tres años más tarde, los frutos eran visibles. Pudo enviar a 12 jóvenes hurones a Quebec para ser educados en la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles. Pero se desencadenaron varias epidemias, que una parte de los hurones achacaron a la presencia de los misioneros, por lo que fueron amenazados y Juan pensó que podría morir. Cuando se desató una de ellas en San José, el único que se mantuvo indemne fue él, que había desafiado a los hechiceros. En 1637 fundó en Ossosané, la capital hurona. Nueva plaga, en este caso de viruela, contribuyó a incrementar la hostilidad. El convencimiento de la gente era que los «sotanas negros» ocasionaban tales desgracias. Juan escribió su voto de martirio que recitaba todos los días en la misa. Parte de la población le quería. Por eso, en febrero de 1638 fue nombrado jefe hurón. Siguió un periodo de altibajos en lo que concierne a las bendiciones apostólicas hasta que en una de sus misiones sufrió una caída y regresó a Quebec.
En 1641 fue nombrado superior de Sillery. Hasta allí llegaron evidencias de los atroces martirios contra los hermanos que había enviado a evangelizar. Las huellas de las torturas de los que regresaban con vida eran estremecedoras. Juan, vertiendo sus lágrimas por ellos, siguió incansable, impulsando las misiones. Diez intensos años de entrega entre los indígenas en los que había administrado el bautismo a 50 personas le permitían trasladar con propiedad a sus superiores esta impresión: «Este campo de misión tendrá su fruto más tarde, pero solo mediante una paciencia casi sobrehumana».
Volvió con los hurones en 1644. Y cuando llevaba veinte años en la región, encontró la palma del martirio. Sucedió en 1649. Después de fundar en el territorio de los iroqueses, muchos de los cuales le perseguían a él y a la comunidad, un grupo de ellos le apresó en la Misión de San Luís.
Los suplicios fueron terribles. Él oraba: «Jesús, ten misericordia»; mientras, los hurones respondían: «Echon (era el nombre que le daban), ruega por nosotros». Su valentía ante tanta crueldad hizo creer a los feroces verdugos que estaban frente a alguien que excediendo con creces lo humano se hallaba cerca de lo sobrenatural. La tarde del 16 de marzo de 1649 expiró. Pío XI lo canonizó el 29 de junio de 1930 junto a varios misioneros jesuitas. Fueron declarados patronos de la evangelización de América del Norte.