Servicio diario - 21 de marzo de 2017


 

El Papa envía un videomensaje a los jóvenes invitándolos a la JMJ 2019 de Panamá
Redacción

Francisco en Santa Marta: ‘Si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?’
Redacción

Las hermanas de Madre Teresa esperaban a un sacerdote para el retiro y en cambio llegó el Santo Padre
Redacción

El Papa invita a los catequistas argentinos a “sembrar desde abajo”
Redacción

“Los obispos de El Salvador conversamos dos horas con el papa Francisco”. Entrevista a Mons. Colindres Abarca
Sergio Mora

Cuarto domingo de Cuaresma
Antonio Rivero

San Nicolás Owen – 22 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

21 marzo 2017
Redacción

El Papa envía un videomensaje a los jóvenes invitándolos a la JMJ 2019 de Panamá

El Santo Padre les invita a superar el inmovilismo y a luchar por un mundo más justo El papa Francisco

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Mar. 2017).- Romper las barreras del inmovilismo con los planteos, sueños e ideales, para abrir caminos hacia un mundo mejor, más justo, menos cruel y más humano, cultivando para ello una relación de familiaridad y amistad con la Virgen santa. Este es la propuesta que el santo padre Francisco hace a los jóvenes que van a participar a la Jornada Mundial de la Juventud 2019 en Panamá, a través de un video enviado a los organizadores, en el cual el Papa asegura: “Si hacen esto no se van a arrepentir”.

Texto del videomensaje:

“Queridos jóvenes:
Con el recuerdo lleno de vida de nuestro encuentro en la Jornada Mundial de la Juventud del 2016 en Cracovia, nos hemos puesto en camino hacia la próxima meta que será, Dios mediante, Panamá en el 2019.

Son muy importantes para mí estos momentos de encuentro y diálogo con ustedes, y quise que este itinerario se hiciera en sintonía con la preparación del próximo Sínodo de los Obispos, que está dedicado a ustedes, los jóvenes.

En este caminar nos acompaña Nuestra Madre, la Virgen María, y nos anima con su fe, la misma fe que ella expresa en su canto de alabanza. María dice: «El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí» (Lc 1,49). Ella sabe dar gracias a Dios, que se fijó en su pequeñez, y reconoce las cosas grandes que él realiza en su vida; y se pone en camino para encontrar a su prima Isabel, anciana y necesitada de su cercanía.

No se queda encerrada en casa, porque no es una joven-sofá, que busque sentirse cómoda y segura sin que nadie la moleste. Ella se mueve por fe, porque la fe es el corazón de toda la historia de nuestra Madre.

Queridos jóvenes: También Dios se fija en ustedes y los llama, y cuando lo hace está mirando todo el amor que son capaces de ofrecer. Como la joven de Nazaret, pueden mejorar el mundo, para dejar una huella que marque la historia, la de ustedes y la de muchos. La Iglesia y la sociedad los necesitan.

Con sus planteos, con el coraje que tienen, con su sueños e ideales, se caen los muros del inmovilismo y se abren caminos que nos llevan a un mundo mejor, más justo, menos cruel y más humano.

En este camino, los animo a que cultiven una relación de familiaridad y amistad con la Virgen santa. Es nuestra Madre. Háblenle como a una Madre. Con ella, den gracias por el don precioso de la fe que han recibido de sus mayores, y encomiéndenle a ella toda su vida.

Como Madre buena los escucha, los abraza, los quiere, camina con ustedes. Les aseguro que si hacen esto no se van a arrepentir.

Buen peregrinaje hacia la Jornada Mundial de la Juventud de 2019. Que Dios los bendiga”.

 

21/03/2017-11:42
Redacción

Francisco en Santa Marta: ‘Si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?’

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 21 Mar. 2017).- Hay una maravilla que Dios realiza con su misericordia, y que nos permite de ejercerla después com los outros: ‘Ser perdonados y perdonar, un misterio difícil de entender”.
Lo indicó el santo padre Francisco em su homilía de este martes en la residencia Santa Marta, añadiendo que el primer paso para “entrar en este misterio” que es la gran obra de misericordia de Dios, es tener verguenza de los próprios pecados, una gracia que entretanto no podemos obtenerla por nosotros mismos”.
El protagonista del Evangelio de hoy –ha indicado el Pontífice– no logra hacerlo. Es el siervo que al que el patrón perdona su deuda grande, pero que a su vez es incapaz de perdonar a un deudor pequeño. “No entendió el misterio del perdón”.
“Si pregunto:
–‘¿Todos ustedes son pecadores?’.
–‘Sí, padre, todos’.
–¿Y para obtener el perdón de los pecados?
— ‘Nos confesamos’
— ‘¿Y cómo van a confesarse?’.
–‘Bueno, voy digo mis pecados, el cura me perdona y me da tres Ave María para rezar y
después vuelvo en paz’.
“Tú no has entendido –indica el Papa– porque tú solo has ido al confesionario para hacer una operación bancaria, una gestión burocrática. No has ido avergonzado de lo que has hecho. Has visto algunas manchas en tu conciencia y te has equivocado porque has creído que el confesionario era una tintorería para limpiar las manchas. Porque has sido sido incapaz de avergonzarte de tus pecados”.
Sirve por lo tanto, precisa Francisco, la vergüenza y la conciencia del perdón. El perdón de Dios, es esa “maravilla que ha realizado en tu corazón”, pero si no se toma conciencia de esto, “uno sale, encuentra a un amigo e inicia a hablar mal de los otros y sigue pecando”.
O sea: “Solamente puedo perdonar si me siento perdonado”. Sino quedara siempre “esa actitud de querer hacersela pagar a los otros”. Contrariamente “somos incapaces de perdonar. Por esto el perdón es un misterio”.
Francisco explica así que el protagonista del Evangelio tiene la sensación: ‘me salvé’, de haber sido ‘vivo’, encambio “no entendió la generosidad del patrón”.
Y si “saliendo del confesionario setimos esto, que nos hemos zafado” esto no es recibir el perdón, pero es “la hipocresia de robar un perdón”.
El Santo Padre concluyó su homilía invitando a “pedir hoy al Señor la gracia de entender esto: ‘setenta veces siete’”. Y “pedir la gracia de la vergüenza delante de Dios. Es una gracia enorme avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de dar el perdón a los otros. Porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?

 

21/03/2017-14:32
Redacción

Las hermanas de Madre Teresa esperaban a un sacerdote para el retiro y en cambio llegó el Santo Padre

(ZENIT – Roma, 21 Mar. 2017). Las hermanas de la Caridad esperaban este martes 14 de marzo, la llegada de un sacerdote para la predicación de los ejercicios espirituales. La sorpresa fue en cambio que vieron llegar al santo padre Francisco.
Fue en la casa general de orden de las religiosas fundadas por la beata Madre Teresa de Calcuta, situada al lado de la Iglesia de San Gregorio al Celio, a dos pasos del Circo Máximo.
La Congregación divulgó la noticia esta semana, indicando que “El martes 14 de marzo por la tarde tuvimos la alegría de tener entre nosotros al papa Francisco”. Y añaden que “con él rezamos y dialogamos. Alabamos al Señor y le agradecemos por esta inmensa gracia que reservó para nuestra congregación.
El Santo Padre llegó acompañado solamente por el chofer y el sacerdote que efectivamente tenía que rezar los ejercicios espirituales. El encuentro duró algunas horas porque el Papa estuvo conversando con las consagradas, sobre sus vidas y sus problemas.

 

21/03/2017-16:33
Redacción

El Papa invita a los catequistas argentinos a “sembrar desde abajo”

(ZENIT – Roma).- “Sigan trabajando que la catequesis vale la pena” fue la invitación del papa Francisco en el mensaje que dejó por telefono a unas 600 personas que participaban del Tercer Encuentro de Catequistas de la diócesis bonaerense de San Justo, en Argentina, que se realizó el pasado sábado con el lema “Que mi voz sea tu vos”.
“Les mando un gran saludo. Sigan trabajando que la catequesis vale la pena, los chicos valen la pena. Hay que sembrar desde abajo”, les dijo el papa Francisco, informó la agencia Aica. “No dejen de rezar por cada uno de los chicos, ese es el secreto. Quiéranlos mucho y den el ejemplo”, dijo. Y concluyó: “Recen por mí, que lo necesito”.

 

21/03/2017-16:00
Sergio Mora

“Los obispos de El Salvador conversamos dos horas con el papa Francisco”. Entrevista a Mons. Colindres Abarca

(ZENIT – Roma, 21 Mar. 2017).- El encuentro que hemos tenido este lunes con el Santo Padre “ha sido espectacular, el Papa nos ha recibido por casi dos horas en una reunión sin agenda. El clima ha sido de gran fraternidad y unidad con el Pontífice”.
Lo indicó Mons. Fabio Reynaldo Colindres Abarca, obispo de la diócesis castrense del
Salvador y portavoz de los obispos, al conversar hoy con ZENIT, en el marco de la visita ad límina que realizan a Roma, generalmente cada cinco años.
“Cada uno de nosotros -añadió el obispo Colindres Abarca- expresó la realidad de sus propias diócesis, el Papa nos ha animado a seguir adelante con entusiasmo, con amor y ha insistido mucho en la misericordia. En cada caso difícil del que nosotros le hemos podido hablar”.
Señaló que el Santo Padre “expresó su alegría por la beatificación de Mons. Oscar Arnulfo Romero, martir salvadoreño pero ahora conocido a nivel mundial”; que “al ser beato, para la canonización falta solamente un milagro”. Y reveló que “hay un milagro que va por muy buen camino, tiene aprobación local y está en estudio en Roma”.
Mons. Romero nació en 1917. Siendo arzobispo denunció durante la dictadura militar la violación de los derechos humanos. Fue asesinado mientras celebraba la misa el 24 de marzo de 1980 por un subsargento de la extinta Guardia Nacional. Diez años más tarde inició la causa de canonización y fue declarado beato el 23 de mayo de 2015, por el cardenal Angelo Amato. Es el primer beato de El Salvador y el primer arzobispo mártir de América.
“Le hemos pedido al Papa todos –señaló Mons. Colindres– como conferencia episcopal, que nos visite en El Salvador y que canonice allá al beato Romero. El Santo Padre sonrió con mucho cariño expresando su beneplacito sin comprometerse ni anticipar nada”. Y reiteró que el Papa “no ha hablado en ningún momento de una fecha de canonización o para una visita a El Salvador, pero sí que desea que esto pueda realizarse”.
Interrogado sobre las dificultades que sufre El Salvador, Mons. Colindres Abarca precisó que “el principal problema en nuestro país es la violencia que genera muchísima pobreza, inestablidad social, en la familia y en el matrimonio. Y el reto que esto supone para la Iglesia y para la Conferencia Episcopal es educar en una fe sólidad, en una doctrina profunda, y en la doctrina social de la Iglesia”.
O sea que “el tema fundamental de fondo es la reconciliación en medio de esta violencia”, sea como secuela “de las guerras que hemos vivido, así como de las incomodidades sociales, politización y polarización de todos los temas a nivel nacional”. Subrayó sí que “nuestra gente es pobre y humilde pero es un pueblo que tiene una gran riqueza: su fe”.
“Visitaremos aún varias Congregaciones y santuarios en Roma. Hoy estuvimos en la
Congregación de los Obisos y en la de la Cocrina de la Fe” indicó, y añadió que además tomarán contacto con la comunidad de los salvadoreños residentes en Roma.
La visita ad límina, en la que los obispos salvadoreños visitan y renuevan su fidelidad al Papa y ante la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo, concluye este próximo sábado 25 de marzo.

 

21/03/2017-07:39
Antonio Rivero

Cuarto domingo de Cuaresma

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: La ceguera del cuerpo y la ceguera del alma. Cristo es la luz para ver.
Resumen del mensaje: En su encuentro con la samaritana, Jesús nos habló del misterio de la vida sobrenatural por medio del símbolo del agua (domingo pasado). Hoy nos habla de la victoria de la luz divina sobre las tinieblas del
pecado por medio del símbolo de la enfermedad y de la ceguera (evangelio). Sólo
así, curados de la ceguera, viviremos como hijos de la luz y daremos frutos de luz: bondad, justicia, pureza, caridad y verdad (segunda lectura). Sólo así conservaremos la unción de nuestro bautismo donde Dios nos hizo partícipe de su gracia y nos abrió los ojos a su luz, librándonos de la ceguera (primera lectura). Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la Cuaresma es un llamado a hacer una buena confesión de
nuestros pecados, pues ellos son la causa de nuestra ceguera espiritual. El pecado nubla y ofusca nuestra mente, mancha y prostituye nuestra afectividad, y debilita
nuestra voluntad. Y así enfermamos de ceguera espiritual, de apatía anímica y de depresión, como ese ciego de nacimiento (evangelio), que estaba tirado afuera del templo pidiendo limosna. Jesús exige acercarnos a Él con fe, gritar con confianza y obedecerle cuando nos manda bajar a bañarnos en la piscina de Siloé de la
confesión. Este ciego, ya curado de la ceguera, tiene un proceso de visión impresionante: primero confiesa a Jesús como “ese hombre”; después lo reconoce como “profeta”; y finalmente, como Dios. Se abrió al don de la fe que Jesús le ofreció.
En segundo lugar, Jesús presenta su misión salvífica como un dramático conflicto entre la luz y las tinieblas. El mundo malvado se esfuerza por apagar la Luz de Cristo, porque los hombres que lo integran prefieren las tinieblas a la luz, ya que sus obras son malas. La hora de la pasión que viviremos en la Semana Santa es la “hora de las tinieblas” por antonomasia. Nosotros tenemos que ser hijos de la luz y por ello caminar en la luz (segunda lectura). Tenemos que acudir
a esa piscina de Siloé que es la confesión, para que Cristo nos cure de la ceguera espiritual, que nos impide ver las cosas desde Dios y como Dios. Sólo los fariseos de corazón seguirán ciegos, porque no quieren aceptar a Jesús. Engreídos, no quisieron dejarse iluminar por Jesús. Creían ver, poseer el recto conocimiento de Dios; pero en realidad, al cerrar los ojos a la luz, que es Cristo, van a su perdición. En cambio, el ciego, imagen del hombre sencillo y recto, se abre a la fe, recuperando la vista; así reconoce a Jesús como salvador, y se salva.
Finalmente, cada uno de nosotros debemos acercarnos a Cristo Luz que quiere iluminar nuestra vida, nuestra alma, nuestros proyectos, nuestras empresas. Cristo quiere curarme de mi hipermetropía, de mi presbicia, de mi miopía, de mi daltonismo. Sólo debo acercarme a la confesión, confesar mis pecados, aceptar su perdón y salir con una vida nueva, con ojos curados. “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Para reflexionar: ¿nos dejamos penetrar por la luz de Cristo? ¿Nos reconocemos ciegos de nacimiento, por culpa del pecado? ¿Cada cuanto nos confesamos? ¿Llevamos la luz de Cristo a nuestros hermanos que están todavía ciegos? ¿Qué frutos de luz estamos dando a nuestro alrededor?
Para rezar: Señor, cúrame de mi ceguera interior. Ponme el colirio de tu gracia para que pueda ver tu mano en todas las cosas y tu imagen en mis hermanos. Y al mismo tiempo, pueda vislumbrar desde lejos las tretas oscuros de los enemigos de mi alma y huir de ellos. Tú eres mi Luz, y en tu luz caminaré siempre. Quiero cantar con el salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”. Amén.

 

21/03/2017-05:52
Isabel Orellana Vilches

San Nicolás Owen – 22 de marzo

(ZENIT – Madrid).- Nació en Oxford, Inglaterra, a mediados del siglo XVI. Su padre, que era carpintero, tuvo un papel predominante en su educación religiosa y en la de sus hermanos. Les infundió fortaleza en la defensa de la fe en un periodo histórico agitado, difícil y peligroso para los creyentes, tras la Reforma impulsada por Enrique VIII. Muchos de ellos fueron mártires. Entre otros, santo Tomás Moro y los Cartujos, hechos dramáticos que Nicolás conoció de cerca. No se trataba de una persona ajena a la Iglesia. Desde muy joven estaba vinculado a los jesuitas. Además, su hermano mayor, que era impresor, editaba y distribuía libros católicos desafiando al peligro que constantemente acechaba a su vida. Se enfrentaba al riesgo de perderla con heroica determinación por amor a Cristo. Otros dos hermanos fueron ordenados sacerdotes. Cuando pudo, Nicolás les ayudó económicamente.
Era un hombre valeroso y audaz. Un carpintero y albañil sumamente hábil, cualidad heredada de su padre, que iba a serle de gran utilidad desde el punto de vista apostólico. En 1580 entró en contacto con los jesuitas Roberto Persons y san Edmundo Campion. Persons, que era el superior y acababa de cruzar el canal de la Mancha, aceptó a Nicolás en un momento en el que no sabía si podía admitirlo dadas las circunstancias que atravesaban. Le encomendó que guardase el hecho en secreto, y éste cumplió la petición a rajatabla. Ni siquiera los que eran jesuitas entonces y los que se incorporaron después pudieron imaginar la existencia de tan afortunado vínculo. Fue compañero y discípulo de Campion, detrás del que cabalgaba amparado en un disfraz, como hacía él, y así aprendió a orar mientras le seguía en su caballo, yendo a evangelizar.
El primogénito de la familia Owen fue editor de la obra de Campion, que fue detenido y murió martirizado el 1 de diciembre de 1581. Pero en el infausto momento de ser apresado, Nicolás se hallaba ausente. Después le asistió, ayudó e hizo por él cuanto estuvo en su mano. Y, desde luego, lloró amargamente su muerte. Ante este imenso dolor, el consejo de actuar con prudencia que le dio su superior se congeló en sus labios. Testimonió a favor de Campion y de los martirizados junto a él. Por ello, fue detenido y torturado. No contento con los castigos que le aplicaron, añadió nuevos tormentos, gozoso de dar su vida por Cristo. No delató a nadie. No lograron arrancarle ni una palabra, y muy astutamente simuló ser una persona insignificante; un simplón. Poco después, recuperó la libertad ya que alguien había pagado un rescate.
Aunque en Inglaterra no habían quedado jesuitas, era un hombre avispado que poseía numerosos recursos y no tuvo problemas para su sostenimiento. Sus oficios le permitieron ganarse la vida. Por supuesto, continuaba manteneniendo enhiesta su fe. Es fácil imaginar su alegría cuando en medio de ese desierto impuesto por los enemigos, descubrió a otro jesuita, y también se comprende su sentimiento de pesar al tener que separarse de él obligado por la difícil situación que gravitaba sobre los paladines de la fe. Cuando llegaron nuevos religiosos en 1586 se unió a ellos y quedó bajo el amparo del superior padre Garnet.
Dieciocho años, los que le quedaban de vida, permaneció junto a sus hermanos siendo patente su fe, audacia, fortaleza y ardor apostólico. Había sido muy generoso con la comunidad, incluso antes de establecer con ella un compromiso vivencial. El padre Garnet lo había atestiguado por carta: «Nosotros tenemos como bienhechores a un buen número de laicos, todos muy bien conocidos. Uno de ellos es un carpintero. Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía. Él tiene una extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes católicos estar seguros del furor protestante. Cualquier dinero que es forzado a recibir por sus trabajos, él lo da a sus dos hermanos presos, uno sacerdote y el otro un laico». Y no se equivocó. La labor que realizó Owen no tuvo precio. En perfecta comunión con Garnet, utilizó sus conocimientos y los dosificó con astucia sabiendo burlar a los infiltrados; así pudo seguir difundiendo el mensaje de Cristo. Su profesión le permitió desarrollar su creatividad e ingenio. Salvó a muchos que se ocultaron en los sorprendentes escondites secretos que proyectó y materializó.
El proceso que le condujo al fin se dilató en el tiempo permitiéndole corroborar la autenticidad de su fe, de la que dio pruebas fehacientes aún en circunstancias de extrema dureza. El 23 de abril de 1594 fue detenido por segunda vez, torturado y, después, liberado. Reinaba Jacobo I y sus esbirros le habían aplicado terribles tormentos, pero nunca pudieron arrancarle nombres ni lugares donde se refugiaban. Supo que un sirviente les había delatado a él y a otros jesuitas. Al salir –alguien pagó una fianza– trató de rescatar a sus compañeros de Orden. Difícil y peligrosa empresa. El padre Gerard fue trasladado a la tenebrosa Torre de Londres siendo sometido a crueles suplicios. Nicolás organizó un plan para ponerlo a salvo. Más tarde, emitió los votos.
Hasta ese momento su admisión había permanecido en secreto. Se convirtió en compañero inseparable del padre Gerard, y poco después sufrió un accidente con un caballo. Aunque fue operado, quedó cojo.
En 1605 Owen y otros jesuitas fueron apresados después de haber logrado burlar a sus perseguidores durante un tiempo en diversos refugios construidos por él. Lo recluyeron en Marshalsea y más adelante fue conducido a la Torre de Londres, donde estaba confinado el padre Garnet. Allí fue brutalmente torturado en 1606. Tal como había hecho en anteriores ocasiones, no confesó, ni traicionó a nadie. Y, por supuesto, no develó ningún escondite. El 22 de marzo de ese año la violencia de los tormentos tuvo un efecto devastador en su cuerpo ya martirizado y terminó con su vida. Fue canonizado el 25 de octubre de 1970 por Pablo VI, siendo aclamado como un campeón de la fe en Inglaterra.