Servicio diario - 08 de abril de 2017


‘Todos los jóvenes tienen algo que decirle a los otros, a los ancianos a los obispos y al Papa’
Sergio Mora

Texto del mensaje que el Papa no pronunció en la vigilia de la JMJ de la Diócesis de Roma
Redacción

Entrevista al papa Francisco: ‘las migraciones son una oportunidad’
Redacción

Via Crucis en Roma por las mujeres víctimas de trata y prostitución
Redacción

Celam y Congreso Judío definieron como una bendición la convivencia interreligiosa en Latinoamérica
Redacción

Beata Celestina (Catalina) Faron – 9 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

08/04/2017-18:31
Sergio Mora

‘Todos los jóvenes tienen algo que decirle a los otros, a los ancianos a los obispos y al Papa’

(ZENIT – Roma, 8 Abr. 2017).- En un ambiente de gran entusiasmo, el santo padre Francisco llegó este sábado por la tarde a la basílica de Santa María Mayor en Roma, donde cientos de jóvenes le esperaban para iniciar una vigila de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra mañana a nivel diocesano. Todo teniendo en vista el sínodo de los obispos de 2018 sobre los jóvenes y la JMJ de Panamá en 2019.
No faltaron momentos de reflexión, lectura del Evangelio, música, oración, ni danzas de unas religiosas africanas. Así como el ingreso de la cruz de la JMJ que de Cracovia pasa a los jóvenes panameños.
Antes de las palabras del Pontífice dieron su testimonio una joven religiosa, sor Marialisa, franciscana alcantarina, que expresó su “alegría por ser una mujer consagrada y de esta época”. “Nunca hubiera pensado de volverme monja”, dijo, porque “después de la confirmación dejé de ir a la Iglesia”. Hasta que en un cierto momento “entendí que la vocación no es otra cosa que una llamada a amar de manera radical”.
El otro testimonio lo dio Pompeo Barbieri, único sobreviviente de una escuela que el 31 de octubre de 2002 fue arrasada por un terremoto. “No tengo más miedo –dijo al concluir su narración– de lo que la vida me reserva”.
“Gracias jóvenes por estar aquí”, dijo el Papa que dejó de lado el discurso que había preparado e improvisó unas palabras. Recordó que se está en camino hacia”un sínodo del cual ningún joven tiene que sentirse excluido”, un sínodo “de y para todos los jóvenes”, ninguno excluido. “Cada joven tiene algo que decirle a los otros, algo que decir a los adultos, a los sacerdotes, a las monjas a los obispos y al Papa. Todos tenemos necesidad de escucharles” y el sínodo programado para el 2018 les escuchará, aseguró.
Recordando la parte del Evangelio que narra cuando la Virgen María fue de prisa para ayudar a su prima santa Isabel, señaló que “el mundo de hoy necesita jóvenes que vayan rápido”, sabiendo que “la vida a ellos les ofrece una misión”. O sea ser “jóvenes en Camino”.
“El mundo solamente puede cambiar si los jóvenes están en camino” aseguró el Papa. Entretanto indicó que “el drama del mundo de hoy” es que “los jóvenes muchas veces son descartados”, sin trabajo, sin un ideal, sin educación ni integración y muchos tienen que mirar a otros países. “Hoy es duro decirlo pero muchas veces hoy los jóvenes son material de descarte”. Y “en el sínodo queremos decir que no son materiales de descarte”.
Citando al joven Pompeo señaló que “por dos veces estuvo al límite de ser material de descarte y logró salir adelante”, porque “la vida cuando miramos el horizonte, siempre nos sorprende”.
Francisco reconoció que en el camino hacia el sínodo y hacia Panamá, hay un riesgo, pero si un joven no arriesga se ha envejecido, dijo y los exhortó así a “arriesgar en la vida para preparar el futuro que está en vuestras manos”. Señaló también que la Iglesia necesita más primavera y la primavera es la estación de los jóvenes. Quiero invitarles también a hacer este camino hacia el sínodo y Panamá con alegría, sin miedo, sin vergüenza, con coraje. “Porque se necesita coraje”, dijo.
Les invitó además a agradecer a Dios “así cómo somos”. Porque si bien debemos preguntarnos quienes somos, sobre todo debemos preguntarnos ‘para quien soy yo’, como hizo María antes de ir a lo de su prima Isabel.
El Papa les aseguró en sus palabras que “el sínodo no será un lugar solo para hablar”, porque “la vida para ustedes pide ser concretos”. Y si bien dijo “a mi edad uno está por irse,” en cambio “vuestra edad tiene el futuro delante” y señaló que “a los jóvenes la Iglesia les pide hoy una misión: volver hacia atrás y hablar con los abuelos”.
El Santo Padre aseguró que “tenemos necesidad de este puente de diálogo entre los jóvenes y los ancianos” Y les exhortó: “Les doy esta tarea en nombre de la Iglesia: hablen con los ancianos, pregúntenle cosas y háganles soñar y ustedes lleven ese sueño hacia adelante, profetizando”.
Recordó también a los jóvenes esa canción alpina que dice: “En el arte de subir lo importante no es no caer, sino no quedarse caído”.
“Gracias por vuestro coraje y hacia Panamá. No sé si estaré yo, pero el Papa les preguntará: ¿cumplieron la tarea de hablar con los ancianos?”, concluyó.

 

08/04/2017-17:51
Redacción

Texto del mensaje que el Papa no pronunció en la vigilia de la JMJ de la Diócesis de Roma

(ZENIT – Roma, 8 Abr. 2017).- Una vigilia de oración para preparar la 32º Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano, se ha realizado esta tarde en la basílica romana de Santa María La Mayor, con la presencia del papa Francisco. El tema es “Grandes cosas ha hecho por mi el Omnipotente”.
La vigilia ha sido organizada por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, en colaboración con el Dicasterio de Laicos, Familia y Vida, con la Diócesis de Lazio. Las palabras del Santo Padre han sido presididas por lecturas, cantos y los testimonios de una monja y un joven.
A continuación el texto de las palabras que el papa Francisco había preparado pero que no pronunció, prefiriendo hablar improvisando.
Queridos jóvenes: Esta vigilia de oración es la primera ocasión que tienen de participar directamente en el camino de preparación para el próximo Sínodo de los Obispos y para la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, que se celebrará inmediatamente después de la Asamblea sinodal.
El Sínodo, como saben tiene como tema los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Como he escrito en la Carta a los Jóvenes que acompaña al Documento preparatorio del Sínodo, «he querido que sean ustedes el centro de atención porque les llevo en el corazón».
El Sínodo para el que nos estamos preparando es un camino que yo y mis hermanos Obispos queremos recorrer junto con vosotros, que sois sus protagonistas. Deseamos escuchar vuestra voz y conocer vuestras ideas, para que nos ayuden a estar al servicio de vuestra alegría (cf. 2 Co 1,24).
Ningún joven debe sentirse excluido; no podemos conformarnos con caminar sólo con los que forman parte de nuestra comunidad eclesial, dejando a los demás fuera de las puertas de la Iglesia. Todos los jóvenes tienen derecho a que se les acompañe en su búsqueda de sentido para responder al proyecto de Dios y encontrar su lugar en la vida.
A los jóvenes del mundo y sobre todo a vosotros, jóvenes de mi Diócesis de Roma y de las otras diócesis del Lazio, les confío la misión de implicar en este camino sinodal a vuestros amigos en las escuelas, en el mundo del trabajo, en los centros deportivos, en los lugares de ocio, de que los atraigan dando testimonio con vuestra vida de la belleza del Evangelio.
Saben que a veces los jóvenes, no pudiendo gestionar la soledad y el desasosiego interior, escogen la violencia para reafirmarse. Sean ustedes los primeros en reaccionar ante estos atropellos, mostrando lo bello que es vivir todos juntos. Estén cerca de los que se encuentran en dificultad.
Intégrenlos con vuestra amistad y caminen con ellos. El Evangelio que hemos escuchado nos presenta el viaje gozoso de María para ponerse al servicio de Isabel, que estaba encinta de Juan el Bautista.
En esta Basílica, que es la casa más antigua de la Virgen en la ciudad de Roma y en Occidente, es ella misma quien nos invita a salir de nosotros mismos para que cada uno pueda decir con plena conciencia: «Yo tengo una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).
En esa perspectiva hemos de comprender el significado del discernimiento vocacional, que será central en el próximo Sínodo. No es suficiente preguntarse ‘¿quién soy yo?’, como a menudo propone la cultura dominante. Si nos quedamos en esa pregunta corremos el riesgo de permanecer encerrados en una visión narcisista, que nos impide realizarnos. Es necesario, por el contrario, orientar la cuestión de manera diferente y preguntarse: ‘¿Para quién soy yo?’.
En efecto, la felicidad está en nuestra entrega, siguiendo el ejemplo de Jesús, que ofrece su vida por la humanidad. Es lo que nos recuerda la Semana Santa que vamos a iniciar. Junto a la cruz encontraremos a María y al Discípulo amado, que nos acompañan en el camino hacia el Sínodo.
Precisamente en el Gólgota el discípulo ‘acogerá el profundo dolor de la Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad de cuidar de ella’ (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Documento preparatorio). Precisamente él, junto con Pedro, será el primero en correr al sepulcro la mañana de Pascua, y después junto al lago de Tiberíades reconocerá al Resucitado, exclamando: «Es el Señor». Sabemos
que la resurrección de Jesús no es un evento del pasado: su cruz se extiende hasta hoy y llega hasta nosotros, dándonos la capacidad y la fuerza para construir un mundo mejor.
Que la JMJ, que celebraremos mañana en todas las diócesis del mundo, refuerce vuestra fe en el Resucitado y el deseo de seguirlo con generosidad y entusiasmo. Así, en la cotidianidad de vuestras vidas, también en los momentos más difíciles, vencerán el desánimo, crecerán en la fuerza de la vida y darán esperanza a nuestro tiempo. Que María y Juan, dos jóvenes como ustedes, nos sostengan en este tiempo sinodal.

08/04/2017-11:25
Redacción

Entrevista al papa Francisco: ‘las migraciones son una oportunidad’

(ZENIT – Roma, 8 Abr. 2017).- Recibir a los refugiados y migrantes es un reflejo de la catolicidad de un país. Además “los países Europeos han sentido en su piel sia la emigración que la inmigración, tienen que hacer tesoro de su pasado”. Lo declaró el papa Francisco a la revista italiana “Libertà Civili”, dedicada al tema de la inmigración y publicada por el Ministerio del Interior de Italia.
“Para la comunidad cristiana, la integración pacífica de personas de varias culturas es, en cierto sentido, un reflejo de su catolicidad, ya que la unidad que no anula la diversidad étnica y cultural, constituye una dimensión de la vida de la Iglesia que, en el Espíritu de Pentecostés, se abrió a todos los que deseen abrazarla”.
“Cuando seamos capaces de considerar al migrante como una riqueza para nuestra sociedad, entonces seremos capaces de practicar una verdadera acogida, y tendremos éxito a la hora de darles a ellos lo que en el pasado recibimos nosotros. Tenemos
mucho que aprender del pasado: es importante actuar con responsabilidad, sin fomentar el miedo al extranjero”, dijo.
Asimismo, invitó a colaborar a la integración de los migrantes, e invitó también a los migrantes a no tener miedo a la integración, “porque integración no es asimilación”.
Sin olvidar que en el pasado reciente, tras las dos Guerras mundiales, los europeos tuvieron que emigrar: “Los países europeos, como tantos otros países que han experimentado en su propia piel tanto la inmigración como la emigración, deben hacer balance de su pasado. Cuando Europa estaba en dificultades, tras la guerra, millones de europeos partieron, frecuentemente con toda la familia, a través del Océano para establecerse en Sudamérica y en los Estados Unidos”.
“Es importante ser conscientes de la contribución de los migrantes en los países de llegada. Los europeos han contribuido mucho al crecimiento de la sociedad ultra oceánica”.
El Santo Padre explicó también que “la visita a Lesbos y la oración junto al Arzobispo de Atenas, Jerónimo, y el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé, representan un relación fraterna y de cercanía al grito de tantos inocentes que sólo piden poder salvar sus vidas. La relación fraterna con las otras confesiones nos llama a la conciencia de que no podemos dar la espalda a la petición de ayuda y de esperanza de los hermanos y hermanas que se encuentran en dificultad”.
Recordó también que “La migración se gestiona con humanidad, ofreciendo una oportunidad de encuentro y de crecimiento a todos. No podemos perder el sentido de la responsabilidad fraterna. La defensa del ser humano no conoce barreras: estamos todos unidos en el deseo de garantizar una vida digna a cada hombre, mujer y niño obligado a abandonar su tierra”.
Si bien reconoció que “hay una necesidad de cooperación internacional para que la gestión de las políticas migratorias sea respetuosa con los que acogen y con los acogidos”
En concreto, se refirió a la situación de Europa, a cuyas costas mediterráneas llegan millones de refugiados que huyen de las guerras en Oriente Medio.
“En Europa, y en otras partes del mundo, se está atravesando un momento crítico en la gestión de las políticas migratorias. Los gobernantes tienen necesidad de altura de miras y de cohesión para mantenerse vigilantes en el respeto a los derechos fundamentales de la persona, y para poner fin a las causas de la migración forzada”.

 

08/04/2017-10:15
Redacción

Via Crucis en Roma por las mujeres víctimas de trata y prostitución

(ZENIT – Roma, 8 Abr. 2017).- Un Via Crucis recordando el drama de las mujeres víctimas de la trata y la esclavitud de la prostitución se realizó este viernes por la noche en la ciudad de Roma, congregando a varios miles de personas que acompañaron con velas encendidas.
Esta tercera edición de evento promovido por la Comunidad Papa Juan XXIII, busca sensibilizar a la sociedad esta llaga que afecta en Italia a más de cien mil las mujeres extranjeras entre 15 y 25 años, obligadas a prostituirse.
El Vía Crucis de solidaridad y oración que se realizó en el barrio romano de Garbatella.
Este momento de oración y reflexión fue presidido por Mons. Angelo Becciu, sustituto de la Secretaria de Estado Vaticano y otras personalidades religiosas y políticas.
Ha sido cargada una gran cruz para “abrazar simbólicamente a todas las víctimas de este horrible mercado, para darles solidaridad y elevar una oración de súplica a nuestro Señor en favor de las jóvenes que piden ser liberadas de este flagelo”, indicaron los organizadores.
El pasado miércoles 5 de abril, el papa Francisco en la audiencia general invitó a participar en este evento con las siguientes palabras: “Saludo a la Comunidad Papa Juan XXIII y, al tiempo que exhorto a proseguir la obra en favor de las jóvenes salvadas de la prostitución, invito a los romanos a participar en el Vía Crucis por las mujeres crucificadas. Que tendrá lugar el viernes, 7 de abril en la Garbatella”.

 

08/04/2017-10:34
Redacción

Celam y Congreso Judío definieron como una bendición la convivencia interreligiosa en Latinoamérica

(ZENIT – Roma).- Representantes del Congreso Judío y del Consejo Episcopal Latinoamericano mantuvieron un encuentro con el objetivo de fortalecer los lazos entre ambas confesiones. En una declaración conjunta, ambas organizaciones reconocieron como “una bendición” el modelo de convivencia interreligiosa de la región.
Lo informó la Agencia de Noticias Judía (AJN) precisando que en el encuentro realizado entre el 4 y el 6 de abril, una veintena de líderes judíos y católicos se congregaron en un hotel céntrico de Bogotá para estrechar lazos y discutir una agenda conjunta en pos de la convivencia y el cuidado del planeta.
“Día a día vemos matanzas y persecuciones en distintas latitudes por el solo hecho de pensar o creer distinto. En este sentido, nuestra región es un ejemplo de convivencia y creemos que ese mensaje debe traspasar las fronteras de América”, afirmó Epelman.
Los asistentes emitieron una declaración conjunta, en la cual reafirmaron “el valor indispensable del cuidado de la Creación, y la necesidad de vivir en paz, armonía y respeto la valoración e integración de las diversas identidades que enriquecen a las personas y comunidades de América Latina y El Caribe.”
“Ambas organizaciones reconocemos como una bendición el modelo de convivencia interreligiosa de la región, y nos comprometemos a desarrollar acciones conjuntas que promuevan su protección y fortalecimiento”, finalizó el comunicado.

 

08/04/2017-04:59
Isabel Orellana Vilches

Beata Celestina (Catalina) Faron – 9 de abril

(ZENIT – Madrid).- Celestina, nombre tomado al profesar en la congregación de las Pequeñas Siervas de la Inmaculada Concepción, fue beatificada junto a Natalia Tulasiewicz por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999. Fueron las dos únicas mujeres que componían el grupo de 109 mártires. ¡Quién le iba a decir a la religiosa que compartiría ese altísimo honor con su fundador, Edmundo Bojanowski! Pero así lo determinó la divina Providencia que fue conduciéndola desde pequeña al camino de la plena consagración.
Nació en la ciudad polaca de Zabrze?y el 24 de abril de 1913. A los 5 años perdió a su madre y se trasladó al domicilio de unos familiares que cuidaron de ella con verdadera ternura. En este nuevo hogar alumbrado por la fe se impregnó del amor de Dios sintiéndose cada vez más cerca de María, a la que había elegido como Madre en su corazón. Su afecto por Teresa del Niño Jesús iba a tener gran trascendencia espiritual en su vida. A los 16 años dispuesta a ofrendar pobreza, obediencia y castidad, particularmente ésta última hasta la muerte, pidió ser admitida en la congregación de las Pequeñas Siervas. Y en 1930 inició el noviciado en la casa madre. Una de las líneas de este carisma se halla en el entorno rural donde proporcionan educación a los campesinos y a sus hijos a través de escuelas gratuitas y talleres de formación profesional. Al tiempo inculcan los principios de la fe. Así que la beata realizó cursos en Lviv, Pozna? y Przemy?l que le permitían ayudar a los demás con el rigor debido, sin descuidar la catequesis.
En 1936 obtuvo la capacitación en jardinería. Iba dejando el poso de su delicadeza con su forma de trato dispensado a los demás, siempre colmado de atenciones. En 1938 fue destinada a Brzozow donde tenían un jardín de infancia. Se puso al frente del mismo. Los niños fueron «sus grandes tesoros». Compartían su corazón junto a los enfermos, otra de sus debilidades. Por su excelente quehacer con ellos fue reconocida y respetada en la ciudad. Era una mujer inteligente, discreta y valerosa. Estaba al tanto de las vicisitudes de la historia y, cómo no, de lo que acontecía en la Iglesia. Le animaba el celo apostólico con ese visible afán de conquistar a las personas para Cristo.
Hallándose en Lviv aconteció un hecho doloroso al que dio una respuesta similar a la ofrecida por Teresa de Lisieux. Supo que un antiguo obispo católico, W?adys?aw Marcin Faron, cuyo apellido coincidía con el suyo aunque no les unía parentesco alguno, había apostatado de la Iglesia. Y ante sus hermanas de comunidad ofreció su vida por la conversión del prelado. De forma taxativa, consciente de las consecuencias de tan magnánimo gesto, confesó que se disponía a morir por él. En 1938 había sido elegida superiora de la comunidad. Y su gran labor fue más que ostensible en el orfanato que dirigía. Durante unos años trató de paliar las graves carencias que trajo consigo el nazismo y de infundir esperanza en los corazones atemorizados de tantos. En 1942 fue delatada a la Gestapo. El propietario del edificio que ocupaban era un activista político que había prestado una de las habitaciones a miembros principales de la organización y la labor que llevaban a cabo quedó al descubierto. Una de las hermanas le aconsejó huir, pero ella pensó en los que no tuvieron posibilidad de escapar y en la repercusión que su desaparición podría tener para el resto de su comunidad. Y se dispuso a materializar la promesa que hizo abrazándose a la cruz. Sin dudarlo, se presentó ante la Gestapo.
Le esperaba un camino de atroces sufrimientos. Desde que se produjo su detención a finales de agosto de 1942 pasó por las prisiones de Jaslo y de Tarnow hasta que el 6 de enero de 1943 fue trasladada a Auschwitz-Birkenau. Condenada a ser menos que un número –el que le tatuaron fue el 27989–, quedó recluida en el bloque 7. La muerte iría llegándole lentamente, aunque el acero del odio que acompañaba a sus hostigadores no logró penetrar en su corazón. El látigo, el barro, el frío, la inanición, nauseabundos roedores e insectos en medio de un inmundo espacio habitado por el terror y la angustia eran compartidos por otros congéneres injustamente atrapados en el lúgubre campo de concentración. Contrajo el tifus, la sarna, y vio como se abría la cicatriz de una antigua intervención dejando al descubierto en la ingle una llaga supurante que no podía cerrarse y que apenas le permitía mantenerse en pie.
Conducida al bloque 24, abandonada en su dolor por los crueles carceleros, afrontó una tuberculosis con hemorragias recurrentes que se unían a la peste, la falta de alimentos y de agua acentuando su calvario. Los más afectados por las plagas eran los que se hallaban en las literas a ras de tierra, como la suya. Pero ella, en medio de tanto sufrimiento, se esforzaba por animar a los que tenía al lado y agradecía las muestras de solidaridad y bondad que recibía de sus desdichados compañeros. Los que sobrevivieron, impresionados por su conformidad, confianza, mansedumbre, humildad y fortaleza ante tanta calamidad, serían testigos de su causa. Agradecía a Dios poder ofrecerle su infortunio. Consideraba que estaba cumpliendo su voluntad.
Solía rezar el rosario que había realizado con migas de pan, y ofrecía sus oraciones por la conversión de los pecadores, su congregación, su país y los sacerdotes del campamento que eran torturados y llevados al crematorio; se afligía de que no pudieran oficiar la misa. Además, oraba por el artífice de tanta tragedia: Hitler. Lo más importante para ella era recibir la comunión. Un sacerdote que la llevó clandestinamente se la dio el día 8 de diciembre 1943. La consideró su viático. Y movida por una antigua convicción de que no moriría antes de tomarla, al comulgar supo que su fin estaba cerca. Falleció el 9 de abril de 1944. El prelado por el que dio su vida, más tarde se reconcilió con la Iglesia.