Servicio diario - 13 de abril de 2017


Misa crismal – el Papa a los sacerdotes: ‘Anuncien la verdad, la misericordia y la alegría
Sergio Mora

El Santo Padre a los presos de Paliano: ‘El lavatorio de los pies no es folclore, es un símbolo’
Sergio Mora

El Papa Francisco visita a Benedicto XVI y lo saluda por Pascua y por su cumpleaños
Redacción

Francisco almorzó con diez párrocos de la diócesis de Roma
Sergio Mora

Programa de la Semana Santa 2017 con el papa Francisco
Redacción

Viernes Santo – Comentario a la liturgia
Antonio Rivero

San Pedro Gonzalez (Telmo) – 14 de abril
Isabel Orellana Vilches

Texto completo de la homilía del papa Francisco en la misa crismal del Jueves Santo 2017
Redacción


 

13 abril 2017
Sergio Mora

Misa crismal – el Papa a los sacerdotes: ‘Anuncien la verdad, la misericordia y la alegría

El Santo Padre la celebra en la basílica de San Pedro en el Vaticano junto a cardenales, obispos y sacerdotes residentes en Roma

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Abr. 2017).- El papa Francisco celebró este Jueves Santola misa crismal en la basílica de San Pedro en el Vaticano, junto a los cardenales, obispos y sacerdotes residentes en Roma.

Vistiendo paramentos blancos con unos discretos ribetes color bordó, tiara, callao y el palio pontificio, el Sucesor de Pedro entró en la basílica en procesión, inciensó el altar, mientras el coro de la Capilla pontificia Sixtina entonaba en Kyrie y el Gloria de Angelis.

Le siguieron las lecturas y el Evangelio, en el cual Jesús después de leer al profeta Isaías afirma “Hoy se cumplió esta escritura que ustedes han escuchado”, y el Papa realizó su homilía.

“Todo lo que Jesús anuncia y también nosotros los sacerdotes, es Buena Noticia. Alegre con la alegría evangélica: de quien ha sido ungido en sus pecados con el aceite del perdón y ungido en su carisma con el aceite de la misión, para ungir a los demás”.

Y señaló tres imágenes: “Un ícono de la Buena Noticia son las tinajas de piedra de las bodas de Caná”, María es el odre nuevo de la plenitud contagiosa. El segundo ícono de la Buena Noticia es la vasija de la Samaritana”, a la que Jesús “la sació más con la confesión de sus pecados concretos”.

El tercer ícono de la Buena Noticia, es el Odre inmenso del Corazón traspasado del Señor: integridad mansa, humilde y pobre, que atrae a todos hacia sí. “El Espíritu anuncia y enseña ‘toda la verdad’ y no teme hacerla beber a sorbos”. dijo.

Al concluir su homilía el Papa exhortó a los sacerdotes a que, “contemplando y bebiendo de estos tres odres nuevos, la Buena Noticia tenga en nosotros la plenitud contagiosa que transmite con todo su ser Nuestra Señora, la concreción inclusiva del anuncio de la Samaritana, y la integridad mansa con que el Espíritu brota y se derrama, incansablemente, del Corazón traspasado de Jesús nuestro Señor”.

Después de la homilía el Papa invitó a los sacerdotes con una primera interrogación: ¿Quieren renovar las promesas que al momento de la ordenación han hecho delante de vuestro obispo y al pueblo santo de Dios?

Concluidas las preguntas el Papa leyó: “Recen también por mi, para que sea fiel al servicio apostólico, confiado a mi humilde persona, para que entre ustedes cada día me vuelva más imagen viva y auténtica del Cristo sacerdote, buen pastor, maestro y siervo de todos”.

Le siguió la bendición de los óleos para los enfermos, para los catecúmenos y del perfumado para la crisma. Después de la consagración y la comunión, con el canto Ubi caritas est Vera, la misa concluyó con el Ave Regina Coelorum.

(Leer el texto completo de la homilía)

 

13/04/2017-15:40
Sergio Mora

El Santo Padre a los presos de Paliano: ‘El lavatorio de los pies no es folclore, es un símbolo’

(ZENIT – Roma, 13 Abr. 2017).- El papa Francisco ha celebrado este Jueves Santo por la tarde la misa ‘in Coena Domine‘ en una cárcel en la que se encuentran recluidos 58 colaboradores de justicia.
Los cantos con guitarra acompañaron la eucaristía que inició hacia las 16,30, durante la cual el Pontífice realizó la liturgia del lavado de los pies a 12 detenidos (10 italianos, 1 argentino y 1 albanés). Entre ellos 3 son mujeres y 1 que era musulmán recibió el bautismo el mes de julio pasado.
En la misa, después de la lectura del Evangelio, que narra cuando Jesús lava los píes a sus apóstoles y la traición de Judas, el Papa ha señalado: Jesús estaba en la última cena, sabñia que había llegado su hora, que había sido traicionado y que Judas lo iba a entregar esa noche.
En la homilía transmitida en diferida por Radio Vaticano, el Pontífice añadió que Jesús “habiendo amado a los suyos los amó hasta el final”, porque “Dios ama así, da la vida por cada uno de nosotros, y quiere esto”. Y no es fácil, reconoció, porque somos todos pecadores, tenemos límites defectos, no sabemos amar, “no somos como Dios que ama sin mirar las consecuencias y hasta el final” dijo.
Y para hacer ver esto, “él que era el jefe, que era Dios, le lava los pies a los discípulos”. Era una costumbre de la época antes de las comidas explicó el Pontífice; porque no había asfalto y la gente llegaba con los pies empolvados. Era uno de los gestos, “pero esto lo hacían los esclavos. Jesús invierte y lo hace él, él”.
“Simón no quería hacerlo, pero Jesús le explicó que era así. Que que vino al mundo para servir, para hacerse esclavo por nosotros, para amar hasta el final”.
El Santo Padre comentó así, que llegando a la cárcel vio en el camino a gente que saludaba y decía: ‘Es el jefe de la Iglesia’. “No bromeemos, el jefe de la Iglesia es Jesús”. Y añadió: “Yo quiero hacer lo mismo que él hace”. Como el párroco que lava los pies a los fieles, para sembrar amor entre nosotros.
No les digo que hoy se laven los pies ente ustedes, sería una broma, dijo. Sino que el lavatorio “es el símbolo, una figura. Si pueden dar una ayuda, un servicio a un compañero, es como lavar los pies. Es hacerse siervo de los otros”.
Francisco recordó que “una vez los discípulos discutían sobre quien era el más importante. Y Jesús les dijo: el que quiera ser el más importante tiene que volverse el servidor de todos”. “Es lo que hace Dios con nosotros” reiteró, porque “él nos ama”.
Concluyó señalando que “no es una ceremonia folclórica, es un gesto para recordar lo que nos ha dado Jesús”. Y que “después tomó el pan y nos dio su cuerpo, tomó el vino y nos dio su sangre”, porque “así es el amor de Dios”, dijo. “Pensemos solamente al amor de Dios”.
En la visita que realizó en la cárcel, el clima era muy familiar. Los presos prepararon algunos platos típicos e incluso pintaron la fuente central del patio de la cárcel con los colores amarillo y blanco del Vaticano.
El Sucesor de Pedro visitó también a algunos enfermos de tuberculosis en un reparto especial y a dos personas recluidas en régimen de aislamiento. “Entrando en la cárcel de Paliano el Papa ha entrado en todas las cárceles del mundo”, señaló Don Marcos, el párroco de otra prisión, al comentar la visita.

 

13/04/2017-17:13
Redacción

El Papa Francisco visita a Benedicto XVI y lo saluda por Pascua y por su cumpleaños

(ZENIT – Roma, 13 Abr. 2017).- El santo padre Francisco visitó este miércoles por la tarde al papa emérito Benedicto XVI, que reside en el monasterio Mater Ecclesiae, dentro del Vaticano.
Como cada año –informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede– Francisco le visita para llevarle los saludos de Pascua, si bien este año ha tenido un doble carácter celebrativo, pues el próximo domingo 16 de abril, el papa emérito cumplirá 90 años.

 

13/04/2017-14:18
Sergio Mora

Francisco almorzó con diez párrocos de la diócesis de Roma

(ZENIT – Roma, 13 Abr. 2017).- El papa Francisco almorzó este jueves con diez párrocos de la Diócesis de Roma, informó el diario L’Osservatore Romano.
Como es ya costumbre, el Jueves Santo, día en que la Iglesia recuerda la institución del sacerdocio, el Papa quiso vivir un momento de comunión con diez párrocos romanos, sacerdotes diocesanos y religiosos.
El Santo Padre almorzó con ellos en la residencia del substituto de la Secretaría de Estado, Mons. Angelo Becciu, indicó el diario vaticano que indica como “en un clima de fraternidad, los sacerdotes le contaron a Francisco sus experiencias pastorales y los problemas parroquiales. El Papa los oyó con atención, ofreciendo consejos y recordando situaciones parecidas que él vivió en el pasado”.

 

13/04/2017-06:38
Redacción

Programa de la Semana Santa 2017 con el papa Francisco

(ZENIT, 13 abril 2017).- El Papa Francisco celebró la liturgia del Domingo de Ramos, el
pasado 9 de abril. A continuación el programa de estos días de Semana Santa, el Triduo Pascual.
JUEVES SANTO – 13 de abril de 2017 -SANTA MISA DEL CRISMA
9:30 horas, Basílica del Vaticano:
El Santo Padre presidirá la concelebración de la santa misa crismal con los cardenales,
patriarcas, arzobispos, obispos y sacerdotes (diocesanos y religiosos) presentes en
Roma.
El Papa celebrará por la tarde de manera privada, la Misa in Coena Domini (conmemorando la Última Cena), en un instituto de reclusión de Paliano (Provincia de Frosinone y diócesis de Palestrina), con el rito del lavado de los pies a algunos detenidos”.
VIERNES SANTO – 14 de abril de 2017 – CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL
SEÑOR
17 horas, Basílica del Vaticano:
El Santo Padre presidirá la liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y el rito de la
comunión.
21.15 – VIA CRUCIS – Coliseo
El Santo Padre presidirá el “Vía Crucis”, después del cual hablará a los fieles e impartirá
la bendición apostólica.
VIGILIA PASCUAL – 15 abril 2017 –
– 20.30. Basílica Vaticana:
El Santo Padre bendecirá el fuego nuevo en el atrio de la basílica de San Pedro;
después de la procesión de entrada en la basílica con el cirio pascual y el canto del
Exsultet, presidirá la liturgia de la Palabra, la liturgia bautismal y la eucaristía, que será concelebrada con los cardenales, obispos y sacerdotes que lo deseen, hasta que haya lugares disponibles.
DOMINGO DE PASCUA 16 abril 2017 – EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR – – 10 horas, Plaza de San Pedro: SANTA MISA
Al final de la celebración desde el balcón central de la basílica, impartirá la bendición “Urbi et Orbi”.

 

13/04/2017-05:00
Antonio Rivero

Viernes Santo – Comentario a la liturgia

Ciclo A
Textos: Is 52, 13-53, 12; Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: Hoy contemplamos un hecho histórico terrible que esconde un misterio divino que debemos vivir en el “hoy” desde la fe. Hecho histórico : “Cristo murió verdaderamente” y misterio divino “por nuestros pecados y para nuestra justificación”. Ambos, hecho histórico y misterio, van juntos.
Resumen del mensaje: Hoy, Viernes Santo, el sacramento calla para dejar lugar al evento y acontecimiento histórico (lectura de la pasión de san Juan), es decir, a la contemplación del hecho del cual nacieron todos los sacramentos. Y todo para introducirnos en el misterio: para nuestra justificación y salvación de nuestros pecados (primera y segunda lectura). “Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor como el dolor que me atormenta, con el que el Señor me afligió el día de su ardiente ira” (Lamentaciones 1, 12).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, detengámonos en el acontecimiento histórico terrible de este día: agonía, flagelación, pasión en el cuerpo y el alma, y muerte en la cruz. Golpeado, herido, humillado, triturado, un vencido y derrotado. Sin este plano de la historia, el plano del misterio: “Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro” (2 Co 5, 21) estaría suspendido en el vacío, desanclado; sería teoría o ideología; sería un sistema de doctrinas religiosas, como existían en aquel tiempo entre los griegos y como existen ahora. Sin la realidad de los hechos acaecidos, nuestra fe estaría vacía, dice Pablo (1 Co 15, 14). Por tanto, la historia es esencial para nuestra fe en el misterio que hoy celebramos. El hecho histórico incluso lo recoge el historiador romano Tácito: “Condenado al suplicio por Poncio Pilato” (Anales, libro XV, 44).
En segundo lugar, miremos ahora el misterio que hay detrás de este acontecimiento histórico. Sobre sus hombros pesaba el pecado, el sufrimiento, la miseria del mundo entero, porque él había aceptado ser el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Por qué tuvo que morir así? Tenemos que meditar la pasión de Cristo, y su Cruz. La Cruz es nuestro anclaje básico para alcanzar la salvación, una salvación que sin Ella, asida con amor no sería posible lograr. Una Cruz que es el puente, el camino, la escalera que nos permite redimirnos y unirnos a Dios, a un Dios del que mana LA SALUD, que fue el primero en tomarla, echársela a la espalda y asumirla hasta el final: “Por la Cruz a la Luz” . Una Cruz que es gozne de la puerta del Cielo, el camino más recto hacia la Gloria y el medio más útil y eficaz para conseguirla. Nosotros ya conocemos todas las variedades del dolor, pero este dolor es distinto. Es el dolor de un Dios; es un dolor libre, aceptado, querido: “ofreciéndose libremente a su pasión”. Ningún dolor conocido por nosotros es así: es decir, todo y sólo dolor, sin huella de necesidad. No resulta creíble, bajo la óptica del materialismo, que alguien fuera capaz de inmolarse, sin pedir nada a cambio.
Finalmente, preguntémonos, ¿qué haremos delante de este hecho histórico
que esconde un misterio vivido en un eterno “hoy”? Acompañar a Cristo en su cruz, llevando con amor la nuestra, que es participación de la Suya. La Cruz es signo de contradicción, siempre lo fue. Locura y escándalo para los judíos, pues constituía un medio dispensador de tortura, humillación y muerte destinado a los peores criminales ajenos a la ciudadanía romana; ser Rey con ese trono, es locura. Y es, también, necedad para los gentiles, para los paganos. Qué tontería era esa de inmolarse en una Cruz; qué es eso de morir para salvar. Debemos, como san
Francisco de Asís, sumergirnos, adentrarnos en la meditación de este misterio , dejarnos “impresionar” por los estigmas del Salvador. Convirtamos cada una de esas lágrimas que corrieron, que corren y correrán por nuestras mejillas en eslabón de una cadena, en peldaños de una escalera que, sin solución de continuidad, nos lleven hasta la Gloria, viendo en ellas una oportunidad única para acercarnos al perdón y a un Cristo que nos da la alegría de la REDENCIÓN.
Para reflexionar: dado que la cruz es algo que acompaña a la propia naturaleza y esencia del hombre y que no hay vida humana sin cruz, preguntémonos: ¿queremos una vida sin padecimiento, sin sufrimiento? Y dado que al final es
cierto que “todos los ojos lloran, aunque no lo hagan al mismo tiempo”, que todos han llorado, lloran o llorarán, ¿pensamos librarnos de la cruz? ¿Cuáles son nuestras cruces? ¿Acaso más pesadas que la de Cristo?
Para rezar: Señor Jesús, gracias por tu infinito amor, por tu incondicional auxilio y protección, por tu sacrificio salvífico, por la redención de miss pecados, de mis culpas y por haber alcanzado para mí la vida eterna. Sin embargo, en algunos momentos me siento débil, impotente e incapaz de enfrentar mis problemas y contrariedades. Huyo de mi cruz. Por ello invoco tu nombre Señor Jesús, para que me puedas ayudar a resistir y llevar la cruz de mis pecados y momentos de dificultad. Sé que “con Dios nada me falta”, sé también que “solamente con Dios basta”. Te suplico y ruego que escuches mi petición y no me dejes caer en la tentación y me libres de todos los males. Amén.

 

13/04/2017-04:30
Isabel Orellana Vilches

San Pedro Gonzalez (Telmo) – 14 de abril

(ZENIT – Madrid).- Muchas conversiones llevan tras de sí singulares «caídas», como le sucedió a san Pablo, que tienen su peculiar manifestación. En lo que concierne a Pedro no se habla en sentido figurado. Tuvo literalmente la suya. Fue una caída de un caballo que removió para siempre su conciencia y le impulsó a perseguir la santidad.
Conocido como Telmo, este popular santo nació entre 1180 y 1190 –no ha podido precisarse la fecha exacta–, en la localidad de Frómista, Palencia, España, en una noble familia de hondas raíces cristianas, algunos de cuyos miembros estaban emparentados con la monarquía. Dos de sus tíos fueron obispos de la capital palentina. En uno de ellos recayó la responsabilidad de formarlo convenientemente. El santo poseía gran inteligencia, y además tuvo excelentes profesores en las universidades de Palencia y de Salamanca. Ahora bien, el momento histórico, con el predominio de la vida de caballería y la juglaresca, invitaba a seguir caminos opuestos al estudio. Y ello pudo influir para que no aprovechase debidamente la oportunidad que la vida le ofrecía. Es uno de los aspectos en los que no existe unanimidad en los historiadores. Es posible que se haya efectuado un juicio excesivamente severo cuando se alega que, si bien llegó a completar su formación con brillantez, no ocultó su tendencia a imbuirse en el jolgorio con el aplauso de sus amigos y el de las muchachas que veían en él a un joven apuesto y amante de la ostentación. O cuando se afirma que era inmaduro al recibir el sacramento del orden de manos de su tío el prelado Tello Téllez de Meneses, quien lo designó canónigo y deán de la catedral de Palencia.
Con independencia de la veracidad de estas apreciaciones, que podrían estar condicionadas por el episodio que se narra a continuación, parece claro que el futuro abría a Pedro una carrera prometedora, reforzada por las influencias de su pariente. Ahora bien, hay ligerezas en la vida que acarrean serias consecuencias y más cuando se trata de una persona pública. Y él cometió una que difícilmente puede calificarse de chiquillada teniendo en cuenta la responsabilidad que habían puesto en sus manos, y la notoriedad que entonces había alcanzado.
Parece que su debilidad, la flaqueza que le arrastró en un momento dado, tuvo que ver con la vanidad. Y de sus funestos resultados se aprovechó Dios para pulsar definitivamente las fibras más sensibles de su corazón. Sucedió un día de Pascua de Navidad en medio de una fastuosa cabalgata que presidía vistiendo elegantemente. Era el modo que eligió para tomar posesión como deán. Atento a la admiración que suscitaba a su paso, no podía imaginar los instantes tan violentos que se le avecinaban. Pero en un momento dado, el caballo, que aderezó ex profeso tanto como lo había hecho consigo, resbaló y se dio de bruces en un gran charco.
En medio del barrizal tuvo que sufrir las chanzas del gentío que contemplaba el evento, y que poco antes le había hecho acreedor de su admiración aplaudiendo su presencia con vivas muestras de júbilo. Avergonzado de ser tan presumido y abochornado por las bromas que suscitó a su alrededor se puso en pie. La aflicción por el mal ejemplo que había dado a los ciudadanos le infundió este sentimiento: «Pues el mundo me ha tratado como quien es, yo haré que no se burle otra vez de mí». Esta decisión no nacía de la arrogancia. Era el fruto de la oración que siguió a este momento y que marcó el inicio de su conversión.
Renunciando al éxito que le aguardaba, ingresó con los dominicos en el convento palentino de San Pablo y dio un vuelco total a su vida que se caracterizó por la oración, la penitencia y las mortificaciones. Sin temor a la austeridad, cumplió fiel y gozosamente la observancia del carisma dominico, atendiendo a los pobres y a los enfermos. Fue un excelente predicador, capellán castrense en Córdoba junto al rey Fernando III «el Santo», que lo eligió para esa misión y lo tuvo como confesor y consejero. Lo designaron prior del convento de Guimarães, en Portugal y, entre otros frailes, allí acogió a Gonzalo de Amarante. Fue un gran impulsor del rezo del rosario. Evangelizó Palencia, Córdoba y Sevilla. Y también llevó su celo apostólico por Asturias y Galicia conmoviendo con sus encendidas palabras los corazones de quienes le escuchaban. Pero la mayor parte de su vida transcurrió en Galicia donde se le recuerda y venera de forma especial tanto en poblaciones costeras como en zonas rurales.
A él se debe la construcción de un puente sobre el río Miño, en Catrillo, lugar cercano a Rivadavia, con el que se atajaron muchas pérdidas humanas. En este enclave, yendo junto a su fiel compañero Pedro de las Marinas, consiguió que los peces salieran a la orilla pudiendo alimentarse ambos en una época de gran escasez. Y en otro de los puentes que se debieron a él, en La Ramallosa, mientras predicaba aplacó la furiosa tempestad que se cernió sobre todos apartándola del auditorio con un gesto que recuerda a la división de las aguas del Mar Rojo efectuada por Moisés.
Nunca se embarcó. Pero los marineros, creyendo firmemente en tantos prodigios que se le atribuyen, siempre le han invocado para hacer frente a los temporales. Su postrer destino fue la población pontevedresa de Tui. Pertenecía a la comunidad del convento de santo Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela. Al enfermar decidió volver allí. Emprendió el camino con alta fiebre, pero al sobrepasar la localidad de Padrón, cuando se hallaba en un puente conocido como «Ponte das Febres», a través de una locución divina entendió que debía regresar a Tui. Su muerte unos la cifran el 15 de abril de 1246 y otros el 14 del mismo mes y año. El Martirologio lo incluye este día. Su tumba continuó siendo escenario de numerosos milagros. Fue beatificado por Inocencio IV en 1254. Benedicto XIV confirmó su culto el 13 de diciembre de 1741. Pío IX lo declaró patrón de la diócesis de Tui el 12 de diciembre de 1867.

 

13/04/2017-08:09
Redacción

Texto completo de la homilía del papa Francisco en la misa crismal del Jueves Santo 2017

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Abr. 2017).- El santo padre Francisco presidió este Jueves Santo, la Misa Crismal en la basílica de San Pedro, liturgia que se celebra hoy en todas las iglesias catedrales del mundo. La misa ha sido concelebrada por los cardenales, obispos y presbíteros presentes en Roma.
A continuación publicamos la homilía completa del Santo padre:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena noticia a los pobres, me ha enviado llevar a los pobres el anuncio alegre, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18).
El Señor, Ungido por el Espíritu, lleva la Buena Noticia a los pobres. Todo lo que Jesús anuncia, y también nosotros, sacerdotes, es Buena Noticia.
Alegre con la alegría evangélica: de quien ha sido ungido en sus pecados con el aceite del perdón y ungido en su carisma con el aceite de la misión, para ungir a los demás. Y, al igual que Jesús, el sacerdote hace alegre al anuncio con toda su persona.
Cuando predica la homilía, –breve en lo posible– lo hace con la alegría que traspasa el corazón de su gente con la Palabra con la que el Señor lo traspasó a él en su oración. Como todo discípulo misionero, el sacerdote hace alegre el anuncio con todo su ser.
Y, por otra parte, son precisamente los detalles más pequeños –todos lo hemos experimentado– los que mejor contienen y comunican la alegría: el detalle del que da un pasito más y hace que la misericordia se desborde en la tierra de nadie. El detalle del que se anima a concretar y pone día y hora al encuentro. El detalle del que deja que le usen su tiempo con mansa disponibilidad...
La Buena Noticia puede parecer una expresión más, entre otras, para decir «Evangelio»: como buena nueva o feliz anuncio. Sin embargo, contiene algo que resume en sí todo lo demás: la alegría del Evangelio. Resume todo porque es alegre en sí mismo.
La Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión. Lo sabe el que experimenta «la dulce y confortadora alegría de anunciar» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 10).
La Buena Noticia nace de la Unción. La primera, la «gran unción sacerdotal» de Jesús, es la que hizo el Espíritu Santo en el seno de María. En aquellos días, la feliz noticia de la Anunciación hizo cantar el Magnificat a la Madre Virgen, llenó de santo silencio el corazón de José, su esposo, e hizo saltar de gozo a Juan en el seno de su madre Isabel.
Hoy, Jesús regresa a Nazaret, y la alegría del Espíritu renueva la Unción en la pequeña sinagoga del pueblo: el Espíritu se posa y se derrama sobre él ungiéndolo con óleo de alegría (cf. Sal 45,8). La Buena Noticia. Una sola Palabra –Evangelio– que en el acto de ser anunciado se vuelve alegre y misericordiosa verdad.
Que nadie intente separar estas tres gracias del Evangelio: su Verdad, no negociable, su Misericordia, incondicional con todos los pecadores y su Alegría, íntima e inclusiva. Nunca la verdad de la Buena Noticia podrá ser sólo una verdad abstracta, de esas que no terminan de encarnarse en la vida de las personas porque se sienten más cómodas en la letra impresa de los libros.
Nunca la misericordia de la Buena Noticia podrá ser una falsa conmiseración, que deja
al pecador en su miseria porque no le da la mano para ponerse en pie y no lo acompaña a dar un paso adelante en su compromiso.
Nunca podrá ser triste o neutro el Anuncio, porque es expresión de una alegría enteramente personal: «La alegría de un Padre que no quiere que se pierda ninguno de
sus pequeñitos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 237). La alegría de Jesús al ver que los pobres son evangelizados y que los pequeños salen a evangelizar (cf. ibíd., 5).
Las alegrías del Evangelio –lo digo ahora en plural, porque son muchas y variadas,
según el Espíritu tiene a bien comunicar en cada época, a cada persona en cada cultura particular– son alegrías especiales.
Se ponen en odres nuevos, esos de los que habla el Señor para expresar la novedad de su mensaje. Les comparto, queridos sacerdotes, queridos hermanos, tres íconos de odres nuevos en los que la Buena Noticia cabe bien, no se avinagra y se vierte abundantemente.
Un ícono de la Buena Noticia es el de las tinajas de piedra de las bodas de Caná (cf. Jn 2,6). En un detalle, reflejan bien ese Odre perfecto que es –Ella misma, toda entera. Nuestra Señora, la Virgen María. Dice el Evangelio que «las llenaron hasta el borde» (Jn 2,7). Imagino yo que algún sirviente habrá mirado a María para ver si así ya era suficiente y habrá sido un gesto suyo el que los llevó a echar un balde más. María es el odre nuevo de la plenitud contagiosa.
Pero, queridos, ¡sin la Virgen no podemos ir adelante en nuestro sacerdocio! «Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286), Nuestra Señora de la prontitud, la que apenas ha concebido en su seno inmaculado al Verbo de vida, sale a visitar y a servir a su prima Isabel.
Su plenitud contagiosa nos permite superar la tentación del miedo: ese no animarnos a ser llenados hasta el borde, esa pusilanimidad de no salir a contagiar de gozo a los demás. Nada de eso: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Ibíd., 1).
El segundo ícono de la Buena Noticia es aquella vasija que con su cucharón de madera, al pleno sol del mediodía, portaba sobre su cabeza la Samaritana. Refleja bien una cuestión esencial: la de la concreción. El Señor que es la Fuente de Agua viva no tenía «con qué» sacar agua para beber unos sorbos. Y la Samaritana sacó agua de su vasija con el cucharón y sació la sed del Señor. Y la sació más con la confesión de sus pecados concretos.
Agitando el odre de esa alma samaritana, desbordante de misericordia, el Espíritu Santo se derramó en todos los paisanos de aquel pequeño pueblo, que invitaron al Señor a hospedarse entre ellos.
Un odre nuevo con esta concreción inclusiva nos lo regaló el Señor en el alma samaritana que fue Madre Teresa de Calcuta. Él llamó y le dijo: «Tengo sed», «pequeña mía, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé mi luz. No puedo ir solo. No me conocen, por eso no me quieren. Llévame hasta ellos». Y ella, comenzando por uno concreto, con su sonrisa y su modo de tocar con las manos las heridas, llevó la Buena Noticia a todos.
El modo de tocar con las manos heridas: las caricias sacerdotales a los enfermos y a los desesperados. El sacerdote es el hombre de la ternura. Concreto y tierno.
El tercer ícono de la Buena Noticia es el Odre inmenso del Corazón traspasado del Señor: integridad mansa. humilde y pobre, que atrae a todos hacia sí. De él tenemos que aprender que anunciar una gran alegría a los muy pobres no puede hacerse sino de modo respetuoso y humilde hasta la humillación.
No puede ser presuntuosa la evangelización. Concreta, tierna y humilde: así la evangelización será gaudiosa. No puede ser presuntuosa la evangelización, no puede ser rígida la integridad de la verdad, porque la verdad se hizo carne, se hizo ternura, se hizo niño, se hizo hombres, se hizo pecado en la cruz (cfr 2Cor 5,21).
El Espíritu anuncia y enseña «toda la verdad» (Jn 16,13) y no teme hacerla beber a sorbos. El Espíritu nos dice en cada momento lo que tenemos que decir a nuestros adversarios (cf. Mt 10,19) e ilumina el pasito adelante que podemos dar en ese momento. Esta mansa integridad da alegría a los pobres, reanima a los pecadores, hace respirar a los oprimidos por el demonio.
Queridos sacerdotes, que contemplando y bebiendo de estos tres odres nuevos, la Buena Noticia tenga en nosotros la plenitud contagiosa que transmite con todo su ser nuestra Señora, la concreción inclusiva del anuncio de la Samaritana, y la integridad mansa con que el Espíritu brota y se derrama, incansablemente, del Corazón traspasado de Jesús nuestro Señor.