Servicio diario - 18 de abril de 2017


El cumpleaños de Benedicto XVI: sobrio, en familia y en estilo bávaro
Sergio Mora

Benedicto agradece la fiesta al estilo bávaro que le celebraron por sus 90 años
Redacción

AIN permitirá a 3 mil jóvenes egipcios de encontrarse con el papa Francisco
Redacción

Apertura oficial de la causa de beatificación del P. Jacques Hamel
Sergio Mora

El Orden hospitalario de san Juan de Dios y su carisma de hospitalidad en todo el mundo
Anita Bourdin

Segundo domingo de Pascua
Antonio Rivero

Beato Conrado de Ascoli – 19 de abril
Isabel Orellana Vilches

Beato Andrés Hibernón – 18 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

18/04/2017-09:47
Sergio Mora

El cumpleaños de Benedicto XVI: sobrio, en familia y en estilo bávaro

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 18 Abr. 2017).- El papa Benedicto XVI cumplió este 16 de abril en coincidencia con el domingo de Pascua, 90 años. La celebración fue postergada debido a la Pascua para el 17, una fiesta sobria, en familia y con evocaciones de Baviera, su tierra natal. El papa emérito recibió a una delegación llegada desde el länd de Alemania donde nació el 16 de abril de 1927. Las fotos del ‘Osservatore Romano lo muestran con buena salud, de buen humor, con la compañía de su hermano Georg de 93 años, incluso brindado con una jara de cerveza típica junto a los demás invitados.
El papa Francisco le visitó personalmente el 12 de abril en el monasterio Mater Ecclesiae , en donde el papa emérito reside, para saludarlo con motivo de su cumpleaños pero también de la Pascua.
Son muchos los mensajes de felicitaciones que le llegaron desde todo el mundo, entre ellos de la Conferencia Episcopal italiana que le agradeció su obra “que sigue interrogando y volviendo fecunda a toda la Iglesia”.
Mons. Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia, persona muy allegada a Benedetto XVI, señaló a los micrófonos de Radio Vaticano que la vida en el monasterio Mater Ecclesiae es muy ordenada, “no es un misterio para nadie que el papa Benedicto ame el orden. El día está bien estructurado, de manera clara y esto ayuda a vivirlo bien”.
El arzobispo alemán recuerda que “una de las afirmaciones del papa Benedicto XVI, al final de su pontificado fue que no se habría retirado ‘a la vida privada’, o sea para hacer lo que le gustara, sino que ‘habría subido al monte’, una imagen que invoca a Moisés, o sea que se habría retirado para rezar de acuerdo a sus fuerzas y capacidad, por su sucesor, por la Iglesia y por el mundo”.
Señala que actualmente “su vida es un conjunto de oración, estudio, visitas, música escuchada, la misa, realiza paseos, meditaciones, reposo y la preparación para el encuentro con el Señor. Veo que Benedicto vive muy serenamente esta decisión que ha tomado”.
En una entrevista a la red informativa Ewtn el Prefecto de la Casa Pontificia señaló que
el papa emérito “Predica siempre de manera improvisada” y que “tiene un cuaderno con los apuntes para sus homilías”.
El padre Federico Lombardi, portavoz emérito de la Santa Sede, subrayó del papa emérito, su “lucidez de mente y de memoria, de diálogo con las personas que encuentra y con sus visitadores”. Reconoció que “las fuerzas naturalmente son las de una persona de 90 años y por lo tanto existe la fragilidad consecuente”, pero “perfectamente en grado de realizar cada actividad de relaciones con lo demás, viviendo con discreción en la casa este tiempo de retiro, de vida reservada, de oración y de reflexión”.
Concluyó señalando la importancia de su presencia espiritual y deseó que su “mensaje de alegría y paz en la preparación del encuentro con Dios, sea recibido por la comunidad de la Iglesia como una riqueza”.
Angelo Scelzo, ex vicedirector de la Oficina de Prensa de la Santa Sede –indica al diario Avvenire— que el monasterio Mater Eccesiae dentro de las murallas del Vaticano recuerda la pequeña iglesia de Pentling, pueblo cercano Ratisbona, en donde el cardenal Ratizinger pasaba sus vacaciones. Allí cada domingo se desempeñaba como párroco, celebraba misa y predicaba la homilía. Ahora, las 7:30 el papa emérito celebra cotidianamente en la pequeña comunidad del monasterio, revela Scelzo, y precisa que no realiza homilías largas sino pequeños pensamientos, como en Pentling.
Réal Tremblay, sacerdote redentorista canadiense alumno del papa emérito señala por su parte, que el profesor Joseph Ratzinger “es un ‘unicum’ en la historia de la Iglesia del mil novecientos, por su ‘cursos studiorum‘, ya que fue perito en el Concilio Vaticano II y trabajó al lado de pensadores como De Lubac, Rahner, Congar y otros, volviéndose cardenal y papa y con un curriculum universitario único en su género”.

 

18/04/2017-15:08
Redacción

Benedicto agradece la fiesta al estilo bávaro que le celebraron por sus 90 años

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 18 Abr. 2017).- El papa emérito Benedicto XVI agradeció este lunes a quienes organizaron los festejos por su 90 cumpleaños, celebrado en el monasterio Mater Ecclesiae, donde reside en el Vaticano.
Aunque Benedicto XVI los cumplía el domingo 16 de abril, debido a que coincidía con la fiesta de Pascua, la celebración fue postergada a ayer lunes 17.
“Mi corazón está lleno de gratitud por los 90 años que el buen Dios me ha donado” dijo el papa emérito al tomar la palabra para agradecer a los presentes.
Reconoció entretanto que “existieron pruebas y tiempos difíciles, pero Él siempre ma ha guiado y me ha sacado adelante, de manera que yo pudiera seguir mi camino –dijo– y estoy lleno de gratitud sobre todo porque me ha dado una hermosa patria que ahora ustedes (los Gebirgsschützen, carabineros de montañas bávaras) me traen.
En el festejo incluso se brindó con cerveza, como se ve el las fotos del Osservatore Romano, que retratan al papa emérito con una jarra de cerveza en la mano.
A este punto Benedicto quiso recordar al gobernador de Baviera y a los presentes, muchos de ellos sus alumnos alemanes que “Baviera es hermosa desde su creación. El país es hermoso por sus campanarios, las casas con los balcones llenos de flores, las personas que son buenas. Es hermoso en Baviera, porque se conoce a Dios y se sabe que es Él el que ha creado el mundo y que esto es bueno cuando nosotros lo construimos junto a Él”, dijo.
“Les agradezco mucho –prosiguió el papa eméritos dirigiéndose a los presentes– porque han traído un poco de Baviera aquí, aquella Baviera abierta el mundo, vivaz, feliz, que puede ser tal porque su raíces se afianzan en la fe”.
“A todos ustedes un ‘Vergelt’s Gott’ (Dios les rinda mérito), al gobernador de Baviera y a todos ustedes” dijo y señalo que estaba contento de que “hayan podido reunirse debajo de este hermoso cielo azul romano, que con sus nubes blancas recuerda la bandera blanco-azul de Baviera. Es siempre el mismo cielo...”.
Les deseó a bendición de Dios y confió que “en mi corazón sigo paseando y viviendo en nuestros paisajes y espero que todo se quede así”.

 

18/04/2017-15:42
Redacción

AIN permitirá a 3 mil jóvenes egipcios de encontrarse con el papa Francisco

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 18 Abr. 2017).- La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia necesitada, (AIN) permitirá a unos 3 mil jóvenes egipcios de encontrarse con el papa Francisco en la ciudad de El Cairo, durante la visita apostólica del próximo 28 y 29 de abril.
“Ahora más que nunca es necesario dale a los jóvenes egipcios motivos para vivir y para esperar: después de los atentados que han ensangrentado el domingo de Ramos, esto es fundamental para los católicos de Egipto”, asegura el padre Hani Bakhoum Sidrak, al agradecer la iniciativa de la fundación pontificia.
AIN contribuirá a apoyar la peregrinación que partirá el 25 de abril hacia el Cairo, con momentos de reflexión y oración en algunos santuarios de Egipto, así como visitas a hospitales y centros de recepción de la capital, el día antes de la llegada del Papa. Participarán 250 jóvenes por cada diócesis de Egipto y mil jóvenes de El Cairo.
El director de AIN de Italia, Alessandro Monteduro señaló que “los jóvenes son el futuro de la Iglesia perseguida y por ello consideramos que es necesario que vivan experiencias de comunión similares con la Iglesia universal”.
“Después de los recientes atentados del 9 de abril, nuestro apoyo –concluyó Montenduro– no puede faltar a los jóvenes egipcios y al mismo tiempo a la visita del Papa en Egipto, que acompañaremos con una campaña de oración en las redes sociales, para responder al horror del terrorismo y rezar por la paz y el diálogo entre todas las religiones”.

 

18/04/2017-18:39
Sergio Mora

Apertura oficial de la causa de beatificación del P. Jacques Hamel

(ZENIT – Roma, 18 Abr. 2017).- El Arzobispo de Rouen (Francia), Mons. Dominique Lebrun, confirmó la apertura oficial de la causa diocesana de beatificación del sacerdote Jacques Hamel, asesinado por extremistas mientras celebraba la misa en la iglesia de St. Etienne du Rouvray, en Normandía. El arzobispo lo anuncio durante la Misa Crismal que presidió este Jueves Santo, en la Catedral de la ciudad.
Una causa que inicia gracias a la autorización que llega sea desde la Congregación por la causa de los santos, que desde el papa Francisco, que ha permitido de suspender la regla canónica que impone un tiempo de al menos cinco años antes de abrir el proceso de canonización.
Con el padre Hamel son tres los casos que en los tiempos recientes vieron la suspensión de los cinco años necesarios. La más rápida fue la de Juan Pablo II fallecido el 2 de abril de 2005, autorizada por Benedicto XVI 26 días después de su muerte. Siguiendo todos los pasos del procedimiento, la beatificación fue el 1 de mayo de 2011, seis años después, y la canonización el 27 de abril de 2014, 9 años después.
El otro caso se refiere a Madre Teresa fallecida el 5 de septiembre de 1997. Juan Pablo II autorizó el inicio de la causa a los 4 años. Otros dos años y Juan Pablo II la proclama beata. La canonización fue 19 años después de su muerte, el 4 de septiembre de 2016, durante el Jubileo de la Misericordia.
Por su parte la Conferencia Episcopal Francesa difundió la oración oficial para pedir la intercesión del P. Jacques Hamel
Padre Jacques Hamel,
¡Concédenos el favor de presentar nuestra oración a Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo!
Tú que consagraste tu vida a Él:
que Dios nos ayude a cumplir su voluntad,
simple y fielmente cada día.
Tú que le has ofrecido el pan y el vino:
que Dios nos ayude a abrir nuestras vidas para su gloria y la salud del mundo.
Tú que has desenmascarado a Satanás, el divisor:
que Dios nos ayude a repeler sus tentaciones
en acogida al espíritu de amor y de perdón.
Tú que has muerto en los hábitos de la oración:
que Dios nos ayude a dar testimonio de Jesús y de su Evangelio hasta el final.
También presenta a Dios
esta intención particular: (se menciona la intención).
Por último, presenta a Dios con insistencia la petición
de la diócesis de Rouen por la juventud
que consagra su vida a Él.
¡P. Jacques Hamel, ruega por nosotros!

 

18/04/2017-15:22
Anita Bourdin

El Orden hospitalario de san Juan de Dios y su carisma de hospitalidad en todo el mundo

(ZENIT – Roma, 18 Abr. 2017).- La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios se encuentra presente en los cinco continentes. Nuestra labor consiste en acoger, curar y acompañar a más de 1,2 millones de personas pobres y enfermas a través de nuestros 454 centros distribuidos en 55 países. Unos 60.000 colaboradores ayudan a los 1.100 hermanos hospitalarios en esta misión.
Nuestra labor es evangelizar, iluminar su vida desde la presencia de Dios en la Historia. Somos conscientes de que no podemos presionar. Hacemos gestos, con amplitud, desde el amor, desde la capacidad de comprensión.
A través de nuestras obras, tratamos de encarnar la Hospitalidad, el gran don que nos ha sido legado por San Juan de Dios y que aún nos define a día de hoy. De este valor central emanan otros valores, que caracterizan nuestra manera de “hacer el bien”: la calidad, que consiste en dar el mejor de nosotros mismos con profesionalidad; el respeto, que nos empuja a aceptar el otro con humildad; la responsabilidad, que se traduce en ser exigentes a la hora de aliviar el sufrimiento, y finalmente, la espiritualidad, que nos permite, gracias al don de nuestra persona, llegar al alma de quienes sufren pobreza o enfermedad y vivir el amor universal.
La vida del espíritu existe en todos. Unimos la fe y la profesionalidad. También existen muchas personas que tienen la vida espiritual, sin entretanto dar mucho espacio a la vida de fe, sino desde su sensibilidad en el acompañamiento de la enfermedad, del sufrimiento, de la muerte. A todos ellos los apoyamos, por ellos pedimos y a todos tratamos de respetar.
Tenemos la suerte de ser una Institución universal. Tenemos muchas obras fundadas en todo el mundo por la implicación de Hermanos y colaboradores. En todos los lugares queremos ser testigos del Señor Resucitado. Queremos llegar al corazón de todos.
He tenido la suerte de tener durante varios años una responsabilidad universal y con ello la oportunidad de pisar los lugares más recónditos y acompañarles a todos, con la cercanía, el afecto y la comprensión. Nos hemos escuchados unos con todos, aunque en criterios podamos ser diversos.
El sufrimiento duele, pero une. Nos congrega en los lugares más dispares. Nos hace compartir las dificultades pero nos acerca a los que nos rodean.
Hemos vivido recién el periodo cuaresmal. La liturgia nos ha ilustrado nuestro sentirnos creyentes e identificarnos con el sufrimiento que se hace presente a menudo, en nuestras vidas.
A San Juan de Dios lo hemos venerado siempre como una gran persona, como un gigante de la hospitalidad y, poco a poco, dio los pasos que le hizo brillar al encarnarla en su vida. La trayectoria de su vida fue difícil. La vivió como con una gran entrega. Quienes cuando inició su andadura le gritaban “al loco, al loco”, después lo han valorado como un gran enamorado de hacer el bien a los demás.
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se inició prácticamente de la nada, pero enriquecido por la gracia y por el don de la hospitalidad, ha llegado a los lugares más recónditos de nuestra tierra.
Los Hermanos hemos seguido a Juan de Dios con un gran espíritu de fe. Nos hemos enamorado de su fuerza existencial, de su personalidad entregada a seguir a Jesús. Y nosotros nos hemos sentido sus continuadores en la obra. Poco a poco se ha llegado a los cinco continentes, en donde hemos intentado encarnar su espíritu y vivirlo con esa fuerza, por el bien de la humanidad, apoyando a los enfermos y necesitados, acompañando a sus familiares, con espíritu alegre y responsable, con deseos de hacer el bien a cuantos lo necesitaban.
En muchos lugares hemos compartido siempre lo poco o lo mucho que tenían, pero hemos visto a todos los miembros de la Orden, unidos, alegres y tratando de iluminar la vida de las personas a las que nos hemos dedicado. La Hospitalidad es un gran don, nuestros Hermanos y muchos de nuestros colaboradores, se han entregado a la causa y han sido para nosotros ejemplo de entrega de vida hasta la muerte.
Conocido por muchos fue el esfuerzo que se tuvo que realizar por dos de nuestros hospitales para luchar contra el virus del ébola, algunos religiosos, alguna hermana, muchos más colaboradores se contagiaron y fueron víctimas, perdiendo en el servicio la vida. Les veneramos como grandes santos y tenemos la certeza de que se encuentran en la presencia del Señor.
Queremos ser sus continuadores. Quienes están en el cielo, nos acompañan y nos ayudan desde allí. En un espíritu de generosidad queremos vivir esta pascua, recordándoles, admirándoles identificándonos con la fuerza espiritual que siempre tuvieron.
Nos sentimos contentos de que el Señor nos haya llamado un día a ser miembros de la Orden Hospitalaria.
Gracias Juan de Dios

Fr. Pascual Piles

 

18/04/2017-06:56
Antonio Rivero

Segundo domingo de Pascua

Ciclo A – Textos: Hechos 2, 42-47; 1 Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: Regalos de Cristo resucitado: paz, el sacramento del perdón y la última bienaventuranza.
Resumen del mensaje: A este día san Juan Pablo II llamó el domingo de la Misericordia, porque del corazón de Jesús lleno de ternura brotaron estos dones como rayos y reflejos de su Resurrección: la paz, los sacramentos y la
última bienaventuranza donde Cristo nos confirma la fe en quienes creemos en Él (segunda lectura) y en quienes sufren las dudas del apóstol Tomás (evangelio). Con la celebración del presente domingo de la Misericordia concluimos la Octava de Pascua, es decir, de esta semana que la Iglesia nos invitó a considerar como un
solo Día: “el Día en el cual actuó el Señor”. El evangelio de hoy nos relata la aparición de Jesús Misericordioso a sus discípulos, el día mismo de su
resurrección, en que les derramó y confió el tesoro de su Paz y de sus
Sacramentos, y confirmó nuestra fe y la fe de todos los “Tomases” del mundo que están llenos de dudas y con ansias de certezas (evangelio). Esa paz nos llevará después a vivir mejor la Eucaristía, a rezar con más fervor y practicar la caridad con nuestros hermanos (primera lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Cristo Misericordioso y Resucitado nos da su Paz, en hebrero Shalom ( ???? ), que significa un deseo de salud, armonía, paz interior, calma y
tranquilidad para aquel o aquellos a quienes está dirigido el saludo. Paz como bienestar entre las personas, las naciones, y entre Dios y el hombre. Los apóstoles la habían perdido, después de la muerte de Cristo en el Calvario. Estaban
realmente con la paz, la fe y la esperanza quebradas. Esa oscura turbación de los discípulos se ve disipada por la luz de la victoria del Señor, que llena sus
corazones de serenidad y de alegría. San Agustín definía la paz como “ la tranquilidad del orden”. Y puesto que hay un doble orden, el imperfecto de la tierra y el acabado del cielo, hay también una doble paz: la de la peregrinación y
la de la patria. La insistencia de esta palabra “paz” en el Canon Romano de la misa es clara: la Iglesia ha recibido la misión de extender hasta los confines del
mundo la paz de Cristo Resucitado y Misericordioso.
En segundo lugar, Cristo ya nos había regalado el Jueves Santo el sacramento de
la Eucaristía. Ahora, de su corazón misericordioso saca este otro tesoro: el
sacramento de la Reconciliación. Cristo envía a sus apóstoles con la misión de prolongar la suya propia: perdonar los pecados. La paz con Dios y con nuestros hermanos, don primero que comentamos, se perdió por culpa del pecado. Con el
sacramento de la Reconciliación recuperamos esa paz que rompimos con el pecado. La Iglesia, después de la Resurrección de Cristo, es el instrumento mediante el cual el Señor va reduciendo todo bajo la soberanía de su reinado, el instrumento por el que se comunica la gracia divina, cuyo cauce ordinario son los sacramentos, ordenados a la reconciliación de los hombres con Dios, mediante la conversión.
Finalmente, otro de los regalos de la Resurrección de Jesús fue la confirmación de nuestra fe. La fe en la resurrección de Cristo es la verdad fundamental de nuestra salvación. “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana
también vuestra fe...Todavía estáis en vuestros pecados”, dirá san Pablo. A la luz de la Resurrección cobran luminosidad todos los misterios que Dios nos ha revelado y confiado. Las dudas existenciales de Tomás tocaron el corazón de Jesús, hasta el punto que en su misericordia nos regaló la última bienaventuranza que nos atañe a todos los que no tuvimos la dicha de conocer al Cristo histórico
de Palestina: “Bienaventurados los que creen sin haber visto”.
Para reflexionar: ¿experimentamos con frecuencia la paz de Dios a través de la Reconciliación sacramental? ¿Por qué dudamos con frecuencia de Dios y de su amor misericordioso? ¿Está firme nuestra fe en Cristo Resucitado o continuamente nos carcomen las dudas de fe?
Para rezar: Señor resucitado, dame tu perdón, y con tu perdón, la paz. Aumenta mi fe, para que viva sereno y confiado en mi vida cristiana. Tú eres fiel a tus promesas. Amén.

 

18/04/2017-04:04
Isabel Orellana Vilches

Beato Conrado de Ascoli – 19 de abril

(ZENIT – Madrid).- Nació el 18 de septiembre de 1234 en Ascoli Piceno, Italia. Formaba parte de una reconocida familia de ilustre abolengo: los Miliani. Uno de sus amigos de infancia era Jerónimo Masci futuro general de la Orden franciscana y papa (Nicolás IV), descendiente también de una relevante familia de la burguesía de Ascoli. Se cuenta que Conrado intuía el futuro que aguardaba a su compatriota porque siendo niños algunas veces se arrodillaba ante él. Y como ese gesto fuera apreciado por otras personas que, como es natural, quisieron saber qué lo impulsaba, con toda naturalidad explicó que veía en él al sucesor de Pedro. Incluso vislumbraba en sus manos las llaves, símbolo de la Iglesia, una apreciación que solo podía provenir de lo alto. Pues bien, esta feliz circunstancia que conllevaba su estrecha convivencia superó lo anecdótico ya que ambos compartieron su vocación por la vida franciscana.
Vistieron el hábito de la Orden a la par en el convento de Ascoli, y siguieron una formación paralela realizando su noviciado en Asís. Pero la Providencia fue preparando a Jerónimo para encarnar misiones de gobierno que marcaron el inicio de dos caminos divergentes entre estos hermanos. Ahora bien, unidos siempre por el ideal de Cristo, y en una misma vocación, no dejaron de estar el uno en el corazón del otro. Y Jerónimo acudiría a Conrado en otras circunstancias. Antes, desde 1255 a 1273, aquél pasó por las Marcas y el Lacio, siendo lector de teología y predicador en Dalmacia-Croacia, a instancias de san Buenaventura que apreciaba su valía. Seguro que Conrado tuvo noticias también de su fructífera intervención diplomática en Constantinopla, labor que fue ensalzada porque la situación creada entre la iglesia greco-bizantina y la católica era altamente delicada.
Mientras la vida de Jerónimo discurría por esta senda, Conrado se había trasladado a Peruggia donde se doctoró, enseñó teología y se dedicó a evangelizar. Ambos fueron ejemplo de humildad y obediencia. Luego en el transcurso del capítulo general de Lyon, el 19 de mayo de 1274 Jerónimo fue designado ministro general de la Orden. El último había sido san Buenaventura, pero el Seráfico Doctor desde 1273 asumía la dignidad de cardenal. Murió el 17 de julio de ese año 1274. Una vez que Jerónimo tomó posesión de su nuevo oficio autorizó la partida de Conrado a tierras africanas, concretamente a Libia.
Fue el primer misionero de Cirenaica.
En esa época Francia quería invadir España y el papa Nicolás III intervino para impedirlo a través de Masci, asignándole como compañero de tan compleja misión a Conrado. Logrado este propósito, regresaron a Roma donde Masci fue nombrado cardenal en 1278. El beato pasó dos años en Roma, y después fue enviado a París donde impartió teología en su universidad. Pero cuando Jerónimo fue elegido pontífice en 1288 sucediendo a Honorio IV, lo reclamó de nuevo. Tuvo en cuenta su autorizado juicio y estaba seguro de que sería un excelente consejero. La vida de Conrado, celoso e incansable apóstol de Cristo, había estado marcada por la humildad y la penitencia. Se le veía revestido de un áspero hábito, caminaba con los pies descalzos, descansaba solamente unas pocas horas en una rígida tabla, ayunaba a pan y agua cuatro de los siete días de la semana, y alentaba a todos a la conversión. Tenía una gran devoción por la Santísima Trinidad y la Pasión de Cristo. Fue un aspirante al martirio y siempre quiso unir sus sufrimientos a los del Redentor. Fue agraciado con el don de milagros y el de profecía. Entre la gente había cundido la idea, fraguada en lo que veían, de que se hallaban ante un santo.
Nicolás IV sabía que era un religioso de singular valía, y pensó designarlo cardenal. Cuando este deseo llegó a oídos de Conrado, que se sentía llamado a encarnar el espíritu de anonadamiento, experimentó un hondo sentimiento de desagrado. Pero se dispuso a obedecer. Es lo que había hecho Jerónimo cuando fue elegido para desempeñar las altas misiones que le encomendaron: asumir su contrariedad y abrazarse a la cruz. Llegado el momento de la despedida de los fieles, las palabras que pronunció Conrado en la predicación no eran más que el signo de lo que anidaba en su corazón. Glosó maravillosamente las virtudes cristianas, ensalzando de forma especial el valor de la vida oculta en Cristo.
En esos momentos su salud estaba ya muy debilitada. Por eso, un viaje, que entonces era extenuante, le afectó sobremanera. Y yendo camino de Roma no le quedó más remedio que detenerse en Ascoli para gozo de todos, como él mismo pudo comprobar a través de las muestras de afecto que le dispensaron. Le quedaba únicamente un mes de vida. Hallándose en su ciudad natal, cayó enfermo. Sabía que se encontraba a punto de entregar su alma a Dios porque le fue dado a conocer de antemano el día y hora de su deceso. Pudo prepararse para ese momento tan anhelado, y el día 19 de abril de 1289 ingresó en el cielo. La noticia produjo una especial consternación porque ya era aclamado por su fama de virtud. Su hermano, compañero y amigo, pontífice Nicolás IV, no ocultó su dolor develando que, efectivamente, había pensado nombrar cardenal a este entrañable y fiel religioso. Después, profundamente conmovido mandó erigir un mausoleo sobre la sepultura en San Lorenzo alle Piagge de Ascoli Piceno. El 28 de mayo de 1371 los restos de Conrado fueron depositados en la iglesia de San Francisco en la misma ciudad. Pío VI determinó concederle Oficio y Misa en su honor el 30 de agosto de 1783.

 

18/04/2017-06:42
Isabel Orellana Vilches

Beato Andrés Hibernón – 18 de abril

(ZENIT – Madrid).- Su adolescencia y juventud estuvo dedicada a liberar a su familia de la pobreza en la que malvivían con las limosnas que obtenían, aunque la situación había sido bien distinta cuando él vino al mundo. Sus padres se establecieron en Alcantarilla, Murcia, España. Pero Andrés nació en la capital en 1534 en casa de un tío canónigo, lugar donde se hallaba su madre temporalmente. Unos días más tarde regresaron a la localidad. Creció familiarizado con Dios, cultivando la devoción a María y amando los principios de la fe que le inculcaron.
Su padre tenía origen nobiliario, pero una crisis económica suscitada por una pertinaz sequía le desposeyó de sus bienes. Al perder su estatus le enviaron a Valencia junto a un tío para que pudiera labrarse un porvenir. Allí trabajó como pastor de ganado hasta los 20 años. Luego decidió volver a casa. El dinero que había ganado lo reservó para la dote que su hermana precisaba para desposarse conforme a la costumbre de la época. Pero en el viaje de regreso al domicilio paterno, unos ladrones le golpearon y le esquilmaron lo que llevaba dejándole con lo puesto. En este hecho vio con claridad lo que ya se había fraguado en su espíritu: que debía ser religioso. Su trabajo en el campo no fue impedimento para que frecuentase las visitas al Santísimo, por el que tuvo gran devoción, ni mermó sus ansias de penitencia. Estaba forjado en el ayuno y en las mortificaciones; es decir, que había comenzado ya una vía de perfección. Sus virtudes eran manifiestas para quienes le conocían: mansedumbre, humildad y diligencia, entre otras muchas.
Antes de comprometerse pasó unos días en Granada acompañando a un regidor de Cartagena, alguacil mayor del Santo Oficio, que le tenía en gran estima y confianza, tanto que puso bajo su custodia cuantiosos bienes. Pero un día, sin despedirse de él, temiendo que pudiera influir en su decisión de consagrarse, partió para ingresar en el convento franciscano de Albacete perteneciente a la provincia de Cartagena donde hizo el noviciado. Aunque lo conocía, al regidor le impactó su honradez cuando vio que el beato había mantenido intactas sus valiosas pertenencias. Andrés profesó en 1557.
Permaneció seis años en esa comunidad tras los cuales eligió la reforma de san Pedro de Alcántara porque tenía unas reglas más severas. Se le asignó la residencia de San José de Elche donde llegó en 1563. Acostumbrado a la pobreza y a la mendicidad, no tuvo duda de que había elegido el lugar idóneo para él. La peculiar sensibilidad de los santos descubre la finura y profundidad de la vida espiritual cuando pasa por su lado. Sus hermanos san Pascual Bailón y san Juan de Ribera, que fue arzobispo de Valencia, al ver actuar a Andrés constataban su espíritu evangélico percibiendo su grandeza en cualquier detalle. A todos les cupo la gracia de vivir esos primeros instantes de instauración del movimiento renovador.
Andrés siempre encontraba unos minutos para hincarse en tierra y rezar fuera labrando la huerta, en la portería o mendigando. Era obediente, responsable, austero, prudente, discreto, puntual, abnegado incluso a pesar de la edad y los achaques, y poseía un gran sentido del honor. Su gran temple y confianza en la Providencia fue especialmente ostensible en circunstancias de catástrofe en las que actuó con admirable entereza. Sentía gran veneración por los sacerdotes y debilidad por los pobres y los enfermos. Y había obtenido de sus superiores el permiso para recibir frecuentemente la comunión, algo inusual en la época.
La fama de santidad le precedía. Su piedad traspasaba los muros del convento. Era estimado por las gentes, y personas ilustres que le conocían le abrían su corazón porque era un gran maestro y confesor. Desconocía lo que era tener un minuto de ocio, sin que le reportase celestes ganancias. En una ocasión, cuando le preguntaron si la vida espiritual le había resultado tediosa alguna vez, respondió que «jamás lo sentía, porque había hecho hábito de nunca estar ocioso, con lo cual siempre se hallaba apto para la oración o contemplación». Pasó por varios conventos, todos en la zona del Levante español. Tuvo en la limosna un fecundo campo apostólico. Los pobres vieron en él un amigo y asesor; les orientaba en la búsqueda de un trabajo digno. También asistía a los que estaban en trance de morir, y contribuyó a la conversión de musulmanes a quienes conmovía con su palabra y ejemplo. Cuando le llamaban «santo viejo», respondía humildemente, sin falsa modestia: «¡Oh, que lástima! Viejo loco, sí, insensato e impertinente, pero de santo no, no». Se caracterizaba por su capacidad contemplativa, fue agraciado con muchos éxtasis y raptos que le sobrevenían en cualquier lugar, aunque suplicaba a Dios que en esos momentos le preservase de miradas ajenas. Además, recibió distintos dones: el de la bilocación y el de profecía, así como el de milagros (curación de enfermos) y la multiplicación de alimentos. Vaticinó el día y hora de su muerte cuatro años antes de que se produjera.
La antigua lesión de estómago y «fluxión» ocular que venía padeciendo le causaron muchos sufrimientos. Los hermanos que permanecían a su lado cuando se encontraba en su lecho de muerte, afligidos por los dolores que soportaba, aunque los encajaba con admirable fortaleza, hubieran deseado compartirlos con él. Y al hacérselo saber, el venerable religioso manifestó: «Esto no, mis carísimos hermanos, porque estos dolores me los ha regalado Dios, y los pido y quiero enteramente para mí. Creedme, hermanos, que no hay cosa más preciosa en este mundo que padecer por amor de Dios». La devoción que tuvo en vida a María le acompañó en el momento de entregar su alma a Dios. Su deceso se produjo en el convento de San Roque de Gandía, Valencia, el 18 de abril de 1602. Pío VI lo beatificó el 22 de mayo de 1791. Su cuerpo incorrupto desapareció en la Guerra Civil española. Localizados sus restos, se llevaron a Alcantarilla siendo trasladados con posterioridad a la catedral de Murcia donde se veneran.