Servicio diario - 28 de abril de 2017


El Santo Padre reza en Santa María la Mayor encomendando su viaje a Egipto
Redacción

11:05 – Viaje a Egipto: El vuelo que lleva al papa Francisco despegó hacia El Cairo
Redacción

14:05 -Viaje a Egipto: el Santo Padre llega al aeropuerto de El Cairo
Redacción

14:40 – Viaje a Egipto: El Pontífice es recibido en el palacio presidencial
Redacción

16:20 -Viaje a Egipto: El Papa llega a la Universidad de Al- Azhar
Redacción

Texto completo de las palabras del papa Francisco en la Universidad de Al-Azhar
Redacción

El Imán de Al-Azhar: ‘Contra la violencia, sin distinción alguna’
Redacción

17:30 – Viaje a Egipto: Encuentro del Santo Padre con las autoridades y diplomáticos
Redacción

18:10 – Viaje a Egipto: Encuentro del santo padre Francisco con el papa ortodoxo Tawadros II
Redacción

19:30 – Viaje a Egipto: Francisco y Tawadros rezan II en la iglesia del atentado del Isis
Redacción

Un amigo devuelve la esperanza – III Domingo de Pascua
Enrique Díaz Díaz

Santa Catalina de Siena – 29 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

28/04/2017-06:09
Redacción

El Santo Padre reza en Santa María la Mayor encomendando su viaje a Egipto

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- En la víspera del viaje apostólico a Egipto, el papa Francisco fue al santuario de Santa Maria Maggiore, para rezar delante del ícono de la Virgen, que lleva la advocación de Salus Populi Romani.
Lo indicó el director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke, desde su cuenta Twitter, este jueves por la noche.
Antes y al regreso de cada viaje internacional el Santo Padre pasa por este santuario, el más antiguo existente dedicado a María, allí deposita un ramo de flores sobre el altar y reza encomendando su labor apostólica a la Madre de Jesús.
En Egipto estará 26 horas, en las que se tendrá un encuentro clave con el mundo islámico, en particular este viernes por la tarde en la Universidad Al-Azhar, donde se desarrolla una conferencia de paz internacional.
El Avión hacia El Cairo parte del aeropuerto Leonardo Da Vinci, en Fiumicino, a las 10,45 horas de Roma y llega a Egipto después de 3,15 horas de vuelo.

 

28/04/2017-09:06
Redacción

11:05 – Viaje a Egipto: El vuelo que lleva al papa Francisco despegó hacia El Cairo

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- El papa Francisco fue este viernes por la mañana al aeropuerto Leonardo da Vinci, en Fiumicino, a las 10:40. Allí saludó a diversas autoridades y partió rumbo a El Cairo, en el vuelo AZ400 del Aribus 321 de Alitalia, que despegó a las 11:05, en su 18º viaje internacional y hacia el 27º país visitado.
Un viaje que tiene tres motivos: “una dimensión pastoral con la comunidad católica aunque pequeña; una dimensión ecuménica con los cristianos coptos ortodoxos; y una interreligiosa con los musulmanes”, indicó el portavoz Greg Burke al explicar el viaje a la prensa.
El Pontífice ha sido invitado por el presidente Abdelfatah Al-Sisi, por el papa copto Tawadros II, por los obispos locales y por la universidad de Al-Azhar.
En sus desplazamientos en El Cairo el Santo Padre utilizará un auto normal, no descapotado. Los efectivos de seguridad del Vaticano son los mismos que en otros viajes.
Viajan en el avión de Alitalia, además del Santo Padre, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano; los cardenales Leonardo Sandri y Kurt Koch, del Pontificio Consejo para las Iglesias orientales y de Pontificio Consejo para la unidad de los cristianos respectivamente. También el nuncio apostólico en Egipto, Bruno Musaró, y el interprete que es el secretario del Papa y oficial de la Secretaría de estado, Yoannis Lahzi Gaid. Además de la comitiva de unos 70 periodistas.
El Papa tendrá en total cinco discursos. El más importante en la Universidad de Al-Azhar, en la Conferencia Internacional por la Paz, hoy viernes por la tarde, en el que invitará al diálogo y a no instrumentalizar la religión para usar la violencia. Allí están reunidos unos 200 líderes religiosos mundiales, y se espera favorezca el diálogo entre las diversas corrientes del mundo musulmán.

 

28/04/2017-12:17
Redacción

14:05 -Viaje a Egipto: el Santo Padre llega al aeropuerto de El Cairo

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 28 Abr. 2017).- El vuelo AZ 400 de Alitalia que lleva al papa Francisco, que partió de Roma a las 11:05 de la mañana, recorrió 2 350 km y sobrevoló Italia, Grecia y Egipto. Llegó al Aeropuerto Internacional del El Cairo, de la compañía de bandera Egypt Air, a las 14:05
En el avión el Pontífice saludó brevemente a los periodistas y le agradeció por el trabajo en este viaje de “unidad y hermandad”.
‘La cobertura que darán, dijo el Papa, ayudará a mucha gente a saber de que se habló, porque hay gente que nos sigue. Este viaje tiene una expectativa especial porque hecho por el presidente por el patriarca Tawadros II, por el patriarca católico copto y por el gran imam de Al-Azhar. Es un viaje de unidad y de hermandad. Les agradezco por vuestro trabajo porque en estos casi dos días será muy intensoi. Los saludó después uno a uno.
Este aeropuerto situado unos 15 kilómetros al noreste de El Cairo, nació como base estadounidense de apoyo, en la II Guerra mundial.
Aquí el Santo Padre es recibido delante del embarque presidencial, por el nuncio apostólico Bruno Musaró, el jefe de protocolo de la presidencia y acompañado por un ministro delegado del presidente hasta el automóvil.
Hacen parte de la comitiva que acompaña al Pontífice, su beatitud Ibrahim Sedrak, patriarca copto católico de Alejandría, el nuncio apostólico y el obispo de Luxor, Emanuel Bishay. Presente también el único cardenal de Egipto, Antonio Naguib, muy anciano y enfermo.

 

28/04/2017-12:44
Redacción

14:40 – Viaje a Egipto: El Pontífice es recibido en el palacio presidencial

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 28 Abr. 2017).- Procedente desde el aeropuerto de El Cairo, a 9 km de distancia, el santo padre Francisco ha sido recibido en el palacio presidencial en el barrio de Heliópolis. En el palacio Qars al-Orouba, que en las dos guerras mundiales fue utilizado como hospital y posteriormente también como hotel, hoy es uno de los tres palacios presidenciales de Egipto.
El presidente Abdel-Fattah Al-Sisi, militar de 62 años, salió a su encuentro. Después de los himnos y honores militares entraron el el edificio, en donde el presidente saludó a la delegación vaticana. Después fue la conversación privada , seguida por un intercambio de dones.
El regalo del Papa es una medalla que representa la fuga de la Sagrada Familia a Egipto. En el fondo se ven elementos característicos del país: palmas, pirámides y sobre el lado derecho El Nilo. La obra de Daniela Longo se inspira en una ícono copto.

 

28/04/2017-14:36
Redacción

16:20 -Viaje a Egipto: El Papa llega a la Universidad de Al-Azhar

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 28 Abr. 2017).- El papa Francisco llegó a la Universidad de Al-Azar en donde concluye hoy el ‘Global Peace Conference‘, con la participación de unos 200 líderes religiosos del mundo.
En el Conference center, a unos 8 kilómetros del Palacio presidencia, el Santo Padre tuvo un discurso en la conferencia internacional sobre la paz.
Después de las palabras del gran imam de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed Al Tayyeb, el papa Francisco de dirigió a un auditorio con una platea con gran diversidad de vestidos y hábitos y sobre todo de personas de religión islámica de diversas corrientes.
El Santo Padre inició con las palabras ¡Al Salamò Alaikum!, La paz sea con vosotros. Recordó que la diversidad es un don, que no se trata de fingir para agradar a los otros pero de respetarlos en su identidad. Invitó a eliminar las justificaciones a la violencia, porque la violencia es la negación de la auténtica religiosidad. Y que como responsables religiosos es necesario desenmascarar la violencia y las violaciones. Porque Dios es santo y es Dios de paz. Solo la paz es santa y ninguna violencia puede ser realizada en nombre de Dios. El Papa fue aplaudido diversas veces durante sus palabras.
La mezquita de Al-Azhar es las más importantes del mundo islámico. Fundada en el año 970, después se volvió un importante centro de instrucción religiosa y hoy es una universidad con más de 300 mil inscritos de todos los países del mundo.
El papa Francisco es el segundo pontífice que encuentra a un gran imán de Al-Azhar, después de que san Juan Pablo II tuvo un encuentro el 24 de febrero del 2000, con Muhammad Sayyid Tantawi.
A partir de allí se instituyó un comité mixto para el dialogo, creado por Al-Azhar con las religiones monoteístas, y con el Consejo pontificio para le diálogo interreligioso.

Texto completo del Papa

 

28/04/2017-14:45
Redacción

Texto completo de las palabras del papa Francisco en la Universidad de Al-Azhar

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017),.- A continuación las palabras del papa Francisco en la Universidad de Al-Azhar.
“Al Salamò Alaikum! (La paz sea con vosotros).
Es para mí un gran regalo estar aquí, en este lugar, y comenzar mi visita a Egipto
encontrándome con vosotros en el ámbito de esta Conferencia Internacional para la Paz.
Agradezco al Gran Imán por haberla proyectado y organizado, y por su amabilidad al invitarme. Quisiera compartir algunas reflexiones, tomándolas de la gloriosa historia de esta tierra, que a lo largo de los siglos se ha manifestado al mundo como tierra de civilización y tierra de alianzas.
Tierra de civilización. Desde la antigüedad, la civilización que surgió en las orillas del Nilo ha sido sinónimo de cultura. En Egipto ha brillado la luz del conocimiento, que ha hecho germinar un patrimonio cultural de valor inestimable, hecho de sabiduría e ingenio, de adquisiciones matemáticas y astronómicas, de admirables figuras arquitectónicas y artísticas. La búsqueda del conocimiento y la importancia de la educación han sido iniciativas que los antiguos habitantes de esta tierra han llevado a cabo produciendo un gran progreso. Se trata de iniciativas necesarias también para el futuro, iniciativas de paz y por la paz, porque no habrá paz sin una adecuada educación de las jóvenes generaciones.
Y no habrá una adecuada educación para los jóvenes de hoy si la formación que se les ofrece no es conforme a la naturaleza del hombre, que es un ser abierto y relacional.
La educación se convierte de hecho en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, adquiriendo una identidad no replegada sobre sí misma. La sabiduría busca al otro, superando la tentación de endurecerse y encerrarse; abierta y en movimiento, humilde y escudriñadora al mismo tiempo, sabe valorizar el pasado y hacerlo dialogar con el presente, sin renunciar a una adecuada hermenéutica.
Esta sabiduría favorece un futuro en el que no se busca la prevalencia de la propia parte, sino que se mira al otro como parte integral de sí mismo; no deja, en el presente, de identificar oportunidades de encuentro y de intercambio; del pasado, aprende que del mal sólo viene el mal y de la violencia sólo la violencia, en una espiral que termina aislando. Esta sabiduría, rechazando toda ansia de injusticia, se centra en la dignidad del hombre, valioso a los ojos de Dios, y en una ética que sea digna del hombre, rechazando el miedo al otro y el temor de conocer a través de los medios con los que el Creador lo ha dotado.1
Precisamente en el campo del diálogo, especialmente interreligioso, estamos llamados a caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del encuentro entre religiones y culturas. En este sentido, el trabajo del Comité mixto para el Diálogo entre el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el Comité de Al-Azhar para el Diálogo representa un ejemplo concreto y alentador. El diálogo puede ser favorecido si se conjugan bien tres indicaciones fundamentales: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones.
El deber de la identidad, porque no se puede entablar un diálogo real sobre la base de la ambigüedad o de sacrificar el bien para complacer al otro. La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. La sinceridad de las intenciones, porque el diálogo, en cuanto expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación.
Educar, para abrirse con respeto y dialogar sinceramente con el otro, reconociendo sus derechos y libertades fundamentales, especialmente la religiosa, es la mejor manera de construir juntos el futuro, de ser constructores de civilización. Porque la única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro. Y con el fin de contrarrestar realmente la barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia, es necesario acompañar y ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien: jóvenes que, como árboles plantados, estén enraizados en el terreno de la historia y, creciendo hacia lo Alto y junto a los demás, transformen cada día el aire contaminado de odio en oxígeno de fraternidad.
En este desafío de civilización tan urgente y emocionante, cristianos y musulmanes, y todos los creyentes, estamos llamados a ofrecer nuestra aportación: «Vivimos bajo el sol de un único Dios misericordioso. [...] Así, en el verdadero sentido podemos llamarnos, los unos a los otros, hermanos y hermanas [...], porque sin Dios la vida del hombre sería como el cielo sin el sol».2
Salga pues el sol de una renovada hermandad en el nombre de Dios; y de esta tierra, acariciada por el sol, despunte el alba de una civilización de la paz y del encuentro. Que san Francisco de Asís, que hace ocho siglos vino a Egipto y se encontró con el Sultán Malik al Kamil, interceda por esta intención.
Tierra de alianzas. Egipto no sólo ha visto amanecer el sol de la sabiduría, sino que su tierra ha sido también iluminada por la luz multicolor de las religiones. Aquí, a lo largo de los siglos, las diferencias de religión han constituido «una forma de enriquecimiento mutuo del servicio a la única comunidad nacional».3
Creencias religiosas diferentes se han encontrado y culturas diversas se han mezclado sin confundirse, reconociendo la importancia de aliarse para el bien común. Alianzas de este tipo son cada vez más urgentes en la actualidad. Para hablar de ello, me gustaría utilizar como símbolo el «Monte de la Alianza» que se yergue en esta tierra.
El Sinaí nos recuerda, en primer lugar, que una verdadera alianza en la tierra no puede prescindir del Cielo, que la humanidad no puede pretender encontrar la paz excluyendo a Dios de su horizonte, ni tampoco puede tratar de subir la montaña para apoderarse de Dios (cf. Ex 19,12).
Se trata de un mensaje muy actual, frente a esa peligrosa paradoja que persiste en nuestros días, según la cual por un lado se tiende a reducir la religión a la esfera privada, sin reconocerla como una dimensión constitutiva del ser humano y de la sociedad y, por el otro, se confunden la esfera religiosa y la política sin distinguirlas adecuadamente.
Existe el riesgo de que la religión acabe siendo absorbida por la gestión de los asuntos temporales y se deje seducir por el atractivo de los poderes mundanos que en realidad sólo quieren instrumentalizarla. En un mundo en el que se han globalizado muchos instrumentos técnicos útiles, pero también la indiferencia y la negligencia, y que corre a una velocidad frenética, difícil de sostener, se percibe la nostalgia de las grandes cuestiones sobre el sentido de la vida, que las religiones saben promover y que suscitan la evocación de los propios orígenes: la vocación del hombre, que no ha sido creado para consumirse en la precariedad de los asuntos terrenales sino para encaminarse hacia el Absoluto al que tiende.
Por estas razones, sobre todo hoy, la religión no es un problema sino parte de la solución: contra la tentación de acomodarse en una vida sin relieve, donde todo comienza y termina en esta tierra, nos recuerda que es necesario elevar el ánimo hacia lo Alto para aprender a construir la ciudad de los hombres.
En este sentido, volviendo con la mente al Monte Sinaí, quisiera referirme a los mandamientos que se promulgaron allí antes de ser escritos en la piedra.4 En el corazón de las «diez palabras» resuena, dirigido a los hombres y a los pueblos de todos los tiempos, el mandato «no matarás» (Ex 20,13).
Dios, que ama la vida, no deja de amar al hombre y por ello lo insta a contrastar el camino de la violencia como requisito previo fundamental de toda alianza en la tierra. Siempre, pero sobre todo ahora, todas las religiones están llamadas a poner en práctica este imperativo, ya que mientras sentimos la urgente necesidad de lo Absoluto, es indispensable excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad.
Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad, apoyándose en la absolutización de los egoísmos antes que en una verdadera apertura al Absoluto. Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios: su nombre es santo, él es el Dios de la paz, Dios salam. 5
Por tanto, sólo la paz es santa y ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre. Juntos, desde esta tierra de encuentro entre el cielo y la tierra, de alianzas entre los pueblos y entre los creyentes, repetimos un «no» alto y claro a toda forma de violencia, de venganza y de odio cometidos en nombre de la religión o en nombre de Dios. Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar.
Juntos declaramos el carácter sagrado de toda vida humana frente a cualquier forma de violencia física, social, educativa o psicológica. La fe que no nace de un corazón sincero y de un amor auténtico a Dios misericordioso es una forma de pertenencia convencional o social que no libera al hombre, sino que lo aplasta. Digamos juntos: Cuanto más se crece en la fe en Dios, más se crece en el amor al prójimo.
Sin embargo, la religión no sólo está llamada a desenmascarar el mal sino que lleva en sí misma la vocación a promover la paz, probablemente hoy más que nunca.6
Sin caer en sincretismos conciliadores,7 nuestra tarea es la de rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz, encontrarnos, dialogar y promover la armonía con un espíritu de cooperación y amistad. Como cristianos «no podemos invocar a Dios, Padre de todos los hombres, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios».8
Más aún, reconocemos que inmersos en una lucha constante contra el mal, que amenaza al mundo para que «no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad», «a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles».9
Por el contrario, son esenciales: En realidad, no sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse: hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción.
Asistimos perplejos al hecho de que, mientras por un lado nos alejamos de la realidad de los pueblos, en nombre de objetivos que no tienen en cuenta a nadie, por el otro, como reacción, surgen populismos demagógicos que ciertamente no ayudan a consolidar la paz y la estabilidad.
Ninguna incitación a la violencia garantizará la paz, y cualquier acción unilateral que no
ponga en marcha procesos constructivos y compartidos, en realidad, sólo beneficia a los partidarios del radicalismo y de la violencia.
Para prevenir los conflictos y construir la paz es esencial trabajar para eliminar las situaciones de pobreza y de explotación, donde los extremismos arraigan fácilmente, así como evitar que el flujo de dinero y armas llegue a los que fomentan la violencia. Para ir más a la raíz, es necesario detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse.
Sólo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales. A este compromiso urgente y grave están obligados los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información, así como también nosotros responsables de cultura, llamados por Dios, por la historia y por el futuro a poner en marcha –cada uno en su propio campo– procesos de paz, sin sustraerse a la tarea de establecer bases para una alianza entre pueblos y estados. Espero que, con la ayuda de Dios, esta tierra noble y querida de Egipto pueda responder aún a su vocación de civilización y de alianza, contribuyendo a promover procesos de paz para este amado pueblo y para toda la región de Oriente Medio.
Al Salamò Alaikum! (La paz esté con vosotros).

NOTAS:
1 «Por otra parte, una ética de fraternidad y de coexistencia pacífica entre las personas y entre los pueblos no puede basarse sobre la lógica del miedo, de la violencia y de la cerrazón, sino sobre la responsabilidad, el respeto y el diálogo sincero»: Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017. La no violencia: un estilo de una política para la paz, 5.
2 Juan Pablo II, Discurso a las autoridades musulmanas, Kaduna–Nigeria (14 febrero 1982).
3 Id., Discurso durante la ceremonia de bienvenida, El Cairo (24 febrero 2000).
4 «Fueron escritos en el corazón del hombre como ley moral universal, válida en todo tiempo y en todo lugar». Estos ofrecen la «base auténtica para la vida de las personas, de las sociedades y de las naciones. Hoy, como siempre, son el único futuro de la familia humana. Salvan al hombre de la fuerza destructora del egoísmo, del odio y de la mentira. Señalan todos los falsos dioses que lo esclavizan: el amor a sí mismo que excluye a Dios, el afán de poder y placer que altera el orden de la justicia y degrada nuestra dignidad humana y la de nuestro prójimo»: Id., Homilía en la celebración de la Palabra en al Monte Sinaí, Monasterio de Santa Catalina (26 febrero 2000).
5 Cf. Discurso en la Mezquita Central de Koudoukou, Bangui-República Centroafricana (30 noviembre 2015).
6 «Probablemente más que nunca en la historia ha sido puesto en evidencia ante todos el vínculo intrínseco que existe entre una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz» (Juan Pablo II, Discurso a los Representantes de las Iglesias y de Comunidades eclesiales cristianas y de las religiones mundiales, Asís (27 octubre 1986). 7 Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 251. 8 Conc. Ecum. Vat. II, Declaración Nostra aetate, 5. 9 Id., Const. past. Gaudium et spes, 37-38.

 

28/04/2017-15:24
Redacción

El Imán de Al-Azhar: ‘Contra la violencia, sin distinción alguna’

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- El gran imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed Al Tayyeb, en el ‘Global Peace Conference’, inició sus palabras invitando a todos a ponerse en pié y observar unos instantes de silencio por las víctimas del terrorismo en el mundo.
Un encuentro este, dijo, cuando “la paz se ha perdido”, “tantos países sufren la violencia” y “tantos prófugos buscan esta paz”. Recordó que muchos mueren en el desierto y en el mar. Una tragedia inmensa. Y precisó que considera que “la historia nunca conoció tragedias de tales dimensiones”.
Entre las causas de la violencia, señaló el imán, “está el comercio y tráfico de armas”.
Esto en la época de las filosofías humanitarias, en que se predica la igualdad, con entes como las Naciones Unidas, y Ongs que defienden los derechos humanos.
Y se interrogó ¿Por qué la paz se ha vuelto un paraíso perdido? “La ignorancia de las sociedades por los valores divinos está en la raíz de esto”, aseguró.
El Imám pidió “limpiar la imagen de las religiones de visiones erradas” y pidió “no se juzgue a las religiones porque algunos la han interpretado de manera equivocada y derramando sangre”.
Señaló que el cristianismo no puede ser acusado de ser una religión de terrorismo porque se mató a gente en nombre de la cruz, ni los judíos porque asesinaron en nombre de su Dios. Ni a la civilización europea con la II Guerra con 70 millones de muertos, o a la civilización de Estados Unidos por la bomba de Hiroshima.
Ahmed Al Tayyeb le agradeció al Papa porque “él dijo que la religión islámica no es terrorismo, cuando algunos la acusaban”. Y subrayó que “Al-Azhar invita a fomentar la tolerancia y contra la violencia, sin distinción alguna”.
Pidió también “trabajar para proteger a la familia de las desviaciones científicas, delante de la destrucción del planeta, de la destrucción atea que diviniza lo humano”. Y Concluyó: “Pido a Dios Altísimo para que bendiga este encuentro para que todos podamos defender una cultura de paz y de hermandad”.

 

28/04/2017-15:54
Redacción

17:30 – Viaje a Egipto: Encuentro del Santo Padre con las autoridades y diplomáticos

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- El santo padre Francisco después de su discurso en la Universidad de Al-Azhar, se dirigió al Hotel Al-Másha, donde le aguardaban el presidente del país,Abdel-Fattah Al-Sisi, y unas 800 personas entre autoridades y cuerpo diplomático. Numerosos y calurosos aplausos se registraron varias veces durante las palabras del Pontífice.
A continuación el texto completo:
Señor Presidente, Distinguidos Miembros del Gobierno y del Parlamento, Ilustres Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático, Señoras y señores: Al Salamò Alaikum (La paz esté con vosotros).
Le agradezco, Señor Presidente, sus cordiales palabras de bienvenida y la invitación que gentilmente me hizo para visitar su querido País. Conservo vivo el recuerdo de su visita a Roma, en noviembre de 2014, y también del encuentro fraterno con Su Santidad Papa Tawadros II, en 2013, así como la del año pasado con el Gran Imán de la Universidad Al-Azhar, Dr. Ahmad Al-Tayyib. Me es grato encontrarme en Egipto, tierra de antiquísima y noble civilización, cuyas huellas podemos admirar todavía hoy y que, en su majestuosidad, parecen querer desafiar al tiempo.
Esta tierra representa mucho para la historia de la humanidad y para la Tradición de la Iglesia, no sólo por su prestigioso pasado histórico —de los faraones, copto y musulmán—, sino también porque muchos Patriarcas vivieron en Egipto o lo recorrieron. En efecto, la Sagrada Escritura lo menciona así muchas veces. En esta tierra, Dios se hizo sentir, «reveló su nombre a Moisés»,1 y sobre el monte Sinaí dio a su pueblo y a la humanidad los Mandamientos divinos. En tierra egipcia, encontró refugio y hospitalidad la Sagrada Familia: Jesús, María y José. La hospitalidad, ofrecida con generosidad hace más de dos mil años, permanece en la memoria colectiva de la humanidad y es fuente de abundantes bendiciones que aún se siguen derramando.
Egipto es una tierra que, en cierto modo, percibimos como nuestra. Como decís: «Misr um al dugna (Egipto es la madre del universo)». También hoy encuentran aquí acogida millones de refugiados que proceden de diferentes países, como Sudán, Eritrea, Siria e Irak, refugiados a los que se busca integrar con encomiable tesón en la sociedad egipcia.
Egipto, a causa de su historia y de su concreta posición geográfica, ocupa un rol insustituible en Oriente Medio y en el contexto de los países que buscan soluciones a esos problemas difíciles y complejos, que han de ser afrontados ahora para evitar que deriven en una violencia aún más grave.
Me refiero a la violencia ciega e inhumana causada por diferentes factores: el deseo obtuso de poder, el comercio de armas, los graves problemas sociales y el extremismo religioso que utiliza el Santo Nombre de Dios para cometer inauditas masacres e injusticias. Este destino y esta tarea de Egipto constituyen también el motivo que ha animado al pueblo a pedir un Egipto donde no falte a nadie el pan, la libertad y la justicia social.
Ciertamente este objetivo se hará una realidad si todos juntos tienen la voluntad de transformar las palabras en acciones, las valiosas aspiraciones en compromiso, las leyes escritas en leyes aplicadas, valorizando la genialidad innata de este pueblo. Egipto tiene una tarea particular: reforzar y consolidar también la paz regional, a pesar de que haya sido herido en su propio suelo por una violencia ciega. Dicha violencia hace sufrir injustamente a muchas familias –algunas de ellas aquí presentes– que lloran por sus hijos e hijas.
Pienso de modo particular en todas las personas que, en los últimos años, han entregado la vida para proteger su patria: los jóvenes, los miembros de las fuerzas armadas y de la policía, los ciudadanos coptos y todos los desconocidos, caídos a causa de las distintas acciones terroristas.
Pienso también en las matanzas y en las amenazas que han provocado un éxodo de cristianos desde el Sinaí septentrional. Manifiesto mi gratitud a las Autoridades civiles y religiosas, y a todos los que han acogido y asistido a estas personas que tanto sufren. Pienso además en los que han sido golpeados por los atentados en las iglesias Coptas, tanto en diciembre pasado como más recientemente en Tanta y en Alejandría. A sus familias y a todo Egipto dirijo mi sentido pésame y mi oración al Señor para que los heridos se restablezcan con rapidez.
Señor Presidente, ilustres señoras y señores: No puedo dejar de reconocer la importancia de los esfuerzos realizados para llevar a cabo numerosos proyectos nacionales, como también por las muchas iniciativas realizadas en favor de la paz en el País y fuera del mismo, con vistas a ese ansiado desarrollo, en paz y prosperidad, que el pueblo anhela y merece.
El desarrollo, la prosperidad y la paz son bienes irrenunciables por los que vale la pena cualquier sacrificio. Son también metas que requieren trabajo serio, compromiso seguro, metodología adecuada y, sobre todo, respeto incondicionado a los derechos inalienables del hombre, como la igualdad entre todos los ciudadanos, la libertad religiosa y de expresión, sin distinción alguna.2
Objetivos que exigen prestar una atención especial al rol de la mujer, de los jóvenes, de los más pobres y de los enfermos.
En realidad, el verdadero desarrollo se mide por la solicitud hacia el hombre —corazón de todo desarrollo—, a su educación, a su salud y a su dignidad; de hecho, la grandeza de cualquier nación se revela en el cuidado con que atiende a los más débiles de la sociedad: las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, los discapacitados, las minorías, para que nadie, ni ningún grupo social, quede excluido o marginado.
Ante un escenario mundial delicado y complejo, que hace pensar a lo que he llamado una «guerra mundial por partes», cabe afirmar que no se puede construir la civilización sin rechazar toda clase de ideología del mal, de la violencia, así como cualquier interpretación extremista que pretenda anular al otro y eliminar las diferencias manipulando y profanando el Santo Nombre de Dios.
Usted, Señor Presidente, que ha hablado de esto con claridad muchas veces y en distintas ocasiones, merece ser escuchado y valorado. Todos tenemos el deber de enseñar a las nuevas generaciones que Dios, el Creador del cielo y de la tierra, no necesita ser protegido por los hombres, sino que es él quien protege a los hombres; él no quiere nunca la muerte de sus hijos, sino que vivan y sean felices; él no puede ni pide ni justifica la violencia, sino que la rechaza y la desaprueba.3 El verdadero Dios llama al amor sin condiciones, al perdón gratuito, a la misericordia, al respeto absoluto a cada vida, a la fraternidad entre sus hijos, creyentes y no creyentes.
Tenemos el deber de afirmar juntos que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad. Tenemos el deber de desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas, afirmando la incompatibilidad entre la verdadera fe y la violencia, entre Dios y los actos de muerte.
En cambio, la historia honra a los constructores de paz, que luchan con valentía y sin violencia por un mundo mejor: «Dichosos los constructores de paz porque se llamarán hijos de Dios» (Mt 5,9). Egipto, que en tiempos de José salvó a otros pueblos del hambre (cf. Gn 47,57), está llamado también hoy a salvar a esta querida región del hambre de amor y de fraternidad; está llamado a condenar y a derrotar todo tipo de violencia y de terrorismo; está llamado a sembrar la semilla de la paz en todos los corazones hambrientos de convivencia pacífica, de trabajo digno, de educación humana.
Egipto, que al mismo tiempo construye la paz y combate el terrorismo, está llamado a testimoniar que «AL DIN LILLAH WA AL WATàN LILGIAMIA’/ (La fe es para Dios, la Patria es para todos)», como dice el lema de la Revolución del 23 de julio de 1952, demostrando que se puede creer y vivir en armonía con los demás, compartiendo con ellos los valores humanos fundamentales y respetando la libertad y la fe de todos.4
El rol especial de Egipto es necesario para afirmar que esta región, cuna de tres grandes religiones, puede –es más– debe salir de la larga noche de tribulaciones para volver a irradiar los supremos valores de la justicia y de la fraternidad, que son el fundamento sólido y la vía obligatoria para la paz.5
De las naciones que son grandes es justo esperar mucho. Este año se celebra el 70 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República Árabe de Egipto, que es uno de los primeros países árabes que estableció dichas relaciones diplomáticas. Estas siempre se han caracterizado por la amistad, estima y colaboración recíproca. Deseo que esta visita ayude a consolidarlas y reforzarlas. La paz es un don de Dios pero es también trabajo del hombre. Es un bien que hay que construir y proteger, respetando el principio que afirma: la fuerza de la ley y no la ley de la fuerza.6
Paz para este amado País. Paz para toda esta región, de manera particular para Palestina e Israel, para Siria, Libia, Yemen, Irak, Sudán del Sur; paz para todos los hombres de buena voluntad. Señor Presidente, señoras y señores: Deseo hacer llegar un afectuoso saludo y un paternal abrazo a todos los ciudadanos egipcios, que están presentes simbólicamente en este lugar.
Saludo además a los hijos y a los hermanos cristianos que viven en este País: a los coptos ortodoxos, los griegos bizantinos, los armenios ortodoxos, los protestantes y los católicos. San Marcos, el evangelizador de esta tierra, os proteja y os ayude a construir y a alcanzar la unidad, tan anhelada por Nuestro Señor (cf. Jn 17,20-23).
Vuestra presencia en esta Patria no es ni nueva ni casual, sino secular y unida a la historia de Egipto. Sois parte integral de este País y habéis desarrollado a lo largo de los siglos una especie de relación única, una particular simbiosis, que puede considerarse como un ejemplo para las demás naciones. Habéis demostrado, y lo seguís haciendo, que se puede vivir juntos, en el respeto recíproco y en la confrontación leal, descubriendo en la diferencia una fuente de riqueza y jamás una razón para el enfrentamiento.7
Gracias por la cálida bienvenida. Pido a Dios Todopoderoso y Uno para que derrame Su Bendición divina sobre todos los ciudadanos egipcios. Que conceda a Egipto la paz y la prosperidad, el progreso y la justicia, y que bendiga a todos sus hijos. «Bendito mi pueblo, Egipto», dice el Señor en el libro de Isaías (19,25). ¡Shukran wa tahìah misr! (Gracias y que viva Egipto).
Notas: 1 Juan Pablo II, Discurso en la ceremonia de bienvenida (24 febrero 2000). 2 Cf. Declaracio?n universal de los derechos del hombre. Constitucio?n Egipcia 2014, cap. III. 3 «El Sen?or [...] odia al que ama la violencia» (Sal 11,5). 4 Cf. Constitucio?n Egipcia 2014, art. 5. 5 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 4. 6 Cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017, 1. 7 Cf. Benedicto XVI, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Medio Oriente, 24 y 25.

 

28/04/2017-17:08
Redacción

18:10 – Viaje a Egipto: Encuentro del santo padre Francisco con el papa ortodoxo Tawadros II

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- El santo padre Francisco ha llegado al patriarcado copto ortodoxo, ubicado en el viejo Cairo cristiano, parte del edificio de la catedral dedicada a San Marcos. Allí se perpetró un grave atentado el 11 de diciembre de 2016.
Le esperaba Tawadros II, papa de la Iglesia copta ortodoxa y patriarca de Alejandría de Egipto, de toda África y de la Santa Sede de San Marco.
Después de un primer abrazo y de la presentación de las delegaciones, ambos se reunieron en la oficina de Tawadros en un encuentro privado. Concluido el mismo ambos hicieron un discurso y le siguió un intercambio de dones.
Francisco regaló un Icono de la “Madre de Dios de la Ternura”, copia fiel de esta obra en Tolga, que recuerda su milagros descubrimiento en las orillas del río Volga. Tawadros II le regaló un crucifijo característico y una imagen de bronce de San Francisco de Asís. El encuentro tuvo la firma de un documento común.
Discurso del papa Francisco
El Señor ha resucitado, verdaderamente ha resucitado. [Al Massih kam, bilhakika kam!]
Santidad, querido Hermano:
Hace poco que ha concluido la gran Solemnidad de la Pascua, centro de la vida cristiana, que este año hemos tenido la gracia de celebrar en el mismo día. Así hemos proclamado al unísono el anuncio de la Resurrección, viviendo de nuevo, en un cierto sentido, la experiencia de los primeros discípulos, que en ese día «se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,20). Esta alegría pascual se ha incrementado hoy por el don que se nos ha concedido de adorar juntos al Resucitado en la oración y de darnos nuevamente, en su nombre, el beso santo y el abrazo de paz.
Esto me llena de alegría: llegando aquí como peregrino, estaba seguro de recibir la bendición de un Hermano que me esperaba. Era grande el deseo de encontrarnos otra vez: mantengo muy vivo el recuerdo de la visita que Vuestra Santidad realizó a Roma, poco después de mi elección, el 10 de mayo de 2013, una fecha que se ha convertido felizmente en la oportunidad para celebrar cada año la Jornada de Amistad copto-católica.
Con la alegría de continuar fraternalmente nuestro camino ecuménico, deseo recordar ante todo ese momento crucial que supuso en las relaciones entre la sede de Pedro y la de Marcos la Declaración Común, firmada por nuestros Predecesores hace más de cuarenta años, el 10 de mayo de 1973.
En ese día, después de «siglos de una historia complicada», en los que «se han manifestado diferencias teológicas, fomentadas y acentuadas por factores de carácter no teológico» y por una creciente desconfianza en las relaciones, con la ayuda de Dios hemos llegado a reconocer juntos que Cristo es «Dios perfecto en su Divinidad y hombre perfecto en su humanidad» (Declaración Común firmada por el Santo Padre Pablo VI y por Su Santidad Amba Shenouda III, 10 mayo 1973).
Pero no menos importantes y actuales son las palabras que la precedían inmediatamente, con las que hemos reconocido a «Nuestro Señor y Dios y Salvador y Rey de todos nosotros, Jesucristo». Con estas expresiones la sede de Marcos y la de Pedro han proclamado la señoría de Jesús: juntos hemos confesado que pertenecemos a Jesús y que él es nuestro todo.
Aún más, hemos comprendido que, siendo suyos, no podemos seguir pensando en ir adelante cada uno por su camino, porque traicionaríamos su voluntad: que los suyos sean «todos [...] uno [...] para que el mundo crea» (Jn 17,21).
Delante del Señor, que quiere que seamos «perfectos en la unidad» (v. 23) no es posible escondernos más detrás de los pretextos de divergencias interpretativas ni tampoco detrás de siglos de historia y de tradiciones que nos han convertido en extraños. Como dijo aquí Su Santidad Juan Pablo II: «A este respecto no hay tiempo que perder. Nuestra comunión en el único Señor Jesucristo, en el único Espíritu Santo y en el único bautismo, ya representa una realidad profunda y fundamental» (Discurso durante el encuentro ecuménico, 25 febrero 2000).
En este sentido, no sólo existe un ecumenismo realizado con gestos, palabras y esfuerzo, sino también una comunión ya efectiva, que crece cada día en la relación viva con el Señor Jesús, se fundamenta en la fe profesada y se basa realmente en nuestro Bautismo, en el ser «criaturas nuevas» en él (cf. 2 Co 5,17): en definitiva, «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4,5).
De aquí tenemos que comenzar siempre, para apresurar el día tan esperado en el que estaremos en comunión plena y visible junto al altar del Señor.
En este camino apasionante, que –como la vida– no es siempre fácil ni lineal, pero que el Señor nos exhorta a seguir recorriendo, no estamos solos. Nos acompaña una multitud de Santos y Mártires que, ya plenamente unidos, nos animan a que seamos aquí en la tierra una imagen viviente de la «Jerusalén celeste» (Ga 4,26).
Entre ellos, seguro que los que hoy se alegran de manera especial de nuestro encuentro son los santos Pedro y Marcos. Es grande el vínculo que los une. Basta pensar en el hecho de que san Marcos puso en el centro de su Evangelio la profesión de fe de
Pedro: «Tu eres el Cristo». Fue la respuesta a la pregunta, siempre actual, de Jesús: «Y vosotros,¿quién decís que soy?» (Mc 8,29).
También hoy hay mucha gente que no sabe dar una respuesta a esta pregunta; faltan incluso personas que la propongan y sobre todo quien ofrezca como respuesta la alegría de conocer a Jesús, la misma alegría con la que tenemos la gracia de confesarlo juntos. Estamos llamados a testimoniarlo juntos, a llevar al mundo nuestra fe, sobre todo, como es proprio de la fe: viviéndola, porque la presencia de Jesús se transmite con la vida y habla el lenguaje del amor gratuito y concreto.
Coptos ortodoxos y Católicos podemos hablar cada vez más esta lengua común de la caridad: antes de comenzar un proyecto para hacer el bien, sería hermoso preguntarnos si podemos hacerlo con nuestros hermanos y hermanas que comparten la fe en Jesús. Así, edificando la comunión con el testimonio vivido en lo concreto de la vida cotidiana, el Espíritu no dejará de abrir caminos providenciales e inimaginables de unidad.
Con este espíritu apostólico constructivo, Vuestra Santidad sigue brindando una atención genuina y fraterna a la Iglesia copta católica: una cercanía que agradezco tanto y que se ha concretado en la creación del Consejo Nacional de las Iglesias Cristianas, para que los creyentes en Jesús puedan actuar siempre más unidos, en beneficio de toda la sociedad egipcia.
Además, he apreciado mucho la generosa hospitalidad con la que acogió el XIII Encuentro de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas Orientales, que tuvo lugar aquí el año pasado siguiendo vuestra invitación. Es un bonito signo que el encuentro siguiente se haya celebrado en Roma, como queriendo señalar una continuidad particular entre la sede de Marcos y la de Pedro.
En la Sagrada Escritura, Pedro corresponde en cierto modo al afecto de Marcos llamándolo «mi hijo» (1 P 5,13). Pero los vínculos fraternos del Evangelista y su actividad apostólica se extienden también a san Pablo el cual, antes de morir mártir en Roma, habla de lo útil que es Marcos para el ministerio (cf. 2 Tm 4,11) y lo menciona varias veces (cf. Flm 24; Col 4, 10).
Caridad fraterna y comunión de misión: estos son los mensajes que la Palabra divina y nuestros orígenes nos transmiten. Son las semillas evangélicas que con alegría seguimos cultivando y juntos, con la ayuda de Dios, procuramos que crezcan (cf. 1 Co 3,6-7).
Nuestro camino ecuménico crece de manera misteriosa y sin duda actual, gracias a un verdadero y propio ecumenismo de la sangre. San Juan escribe que Jesús vino «con agua y sangre» (1 Jn 5,6); quien cree en él, «vence al mundo» (1 Jn 5,5). Con agua y sangre: viviendo una vida nueva en nuestro mismo Bautismo, una vida de amor, siempre y por todos, también a costa de derramar la sangre.
Cuántos mártires en esta tierra, desde los primeros siglos del Cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el final, prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal con el mal.
Así lo testimonia el venerable Martirologio de la Iglesia Copta. Aun recientemente, por desgracia, la sangre inocente de fieles indefensos ha sido derramada cruelmente: su sangre inocente nos une.
Querido Hermano, igual que la Jerusalén celeste es una, así también nuestro martirologio es uno, y vuestros sufrimientos son también nuestros sufrimientos. Fortalecidos por vuestro testimonio, esforcémonos en oponernos a la violencia predicando y sembrando el bien, haciendo crecer la concordia y manteniendo la unidad, rezando para que los muchos sacrificios abran el camino a un futuro de comunión plena entre nosotros y de paz para todos.
La maravillosa historia de santidad de esta tierra no se debe sólo al sacrificio de los mártires. Apenas terminadas las antiguas persecuciones, surgió una nueva forma de vida que, ofrecida al Señor, nada retenía para sí: en el desierto inició el monaquismo.
Así, a los grandes signos que Dios obró en el pasado en Egipto y en el Mar Rojo (cf. Sal 106,21-22), siguió el prodigio de una vida nueva, que hizo florecer de santidad el desierto. Con veneración por este patrimonio común, he venido como peregrino a esta tierra, donde el Señor mismo ama venir: aquí, glorioso, bajó al monte Sinaí (cf. Ex 24,16); aquí, humilde, encontró refugio cuando era niño (cf. Mt 2,14).
Santidad, querido Hermano: que el mismo Señor nos conceda hoy seguir caminando juntos, como peregrinos de comunión y anunciadores de paz. Que en este camino nos lleve de la mano Aquella que acompañó aquí a Jesús y que la gran tradición teológica egipcia ha aclamado desde la antigüedad como Theotokos, Madre de Dios.
En este título se unen admirablemente la humanidad y la divinidad, porque, en la Madre, Dios se hizo hombre para siempre. Que la Virgen Santa, que siempre nos conduce a Jesús, sinfonía perfecta de lo divino con lo humano, siga trayendo un poco de Cielo a nuestra tierra.

 

28/04/2017-18:25
Redacción

19:30 – Viaje a Egipto: Francisco y Tawadros rezan II en la iglesia del atentado del Isis

(ZENIT – Roma, 28 Abr. 2017).- El santo padre Francisco y el papa copto ortodoxo Tawadros II, antes de concluir el encuentro que tuvieron en la sede del patriarcado, se dirigieron en procesión junto a los cardenales que acompañaban al Papa y a los sacerdotes coptos y católicos, hacia iglesia de San Pedro, ubicada a unos cien metros, objeto de un atentado terrorista.
El domingo 11 de diciembre de 2016, una bomba causó la muerte de al menos 29 cristianos y más de 30 heridos, mayoritariamente mujeres y niños, en una capilla de la Catedral ortodoxa copta de San Marcos.
Así en este viernes, primer día del viaje del papa Francisco a Egipto, concluyó sus empeños oficiales con esta oración recordando a los mártires que unen a los cristianos. Se leyó el Evangelio de Mateo: Bienaventurados los operadores de paz. Ambos hicieron sendas oraciones, se rezó el Padre Nuestro y se intercambió el saludo de la paz. La ceremonia concluyó con la deposición de una corona de flores y el acto de encender un cirio.

 

28/04/2017-05:46
Enrique Díaz Díaz

Un amigo devuelve la esperanza – III Domingo de Pascua

Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-23: “No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio”
Salmo 15: “Enséñame, Señor, el camino de la vida”
I Pedro: 1, 17-21: “Ustedes han sido rescatados con la sangre preciosa de
Cristo, el cordero sin mancha”
San Lucas 24, 13-35: “Lo reconocieron al partir el pan”

El pasado 27 de Febrero en Frontera Comalapa bendijimos un albergue para migrantes y una casa refugio donde puedan esperar quienes han solicitado asilo, provenientes de los países de Centro América. Sus rostros agradecidos y conmovidos hasta las lágrimas nos manifiestan que valen la pena los esfuerzos y trabajos de gente sencilla que sacrifica su tiempo y hasta su comida para compartirla con el hermano ignorado y desconocido. Me hicieron llegar un comentario duro y muy crítico: “Estos padrecitos ‘pend...’ quieren llenar el país con la basura que no quieren los americanos ni los del Sur. México debería ya estar construyendo su muro, en unos años seremos Salvatruchos”. En cambio, los migrantes sollozando exclaman: “Gracias, es difícil encontrar un amigo en el camino. Un amigo devuelve la esperanza y sostiene en la lucha. Gracias”.
Leamos y releamos el relato de San Lucas no como un acontecimiento pasado, sino como el camino de toda persona y de toda la humanidad. Miremos nuestra vida hacia atrás y no será difícil reconocernos en esos dos peregrinos que abatidos y con dolor toman la decisión más difícil: reconocer su fracaso y abandonar todo. Era tan grande su ilusión, se habían forjado tantos sueños, todo parecía tan bonito... y ahora todo terminaba en nada: “Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel”. Sí, esperaban, pero ahora se han quedado sin ilusiones. Y hasta parece la historia de nuestro pueblo y de nuestras comunidades, y hasta parece la historia personal de cada uno de nosotros. Todos hemos sentido en determinados momentos la decepción de un ideal o de unas propuestas que creíamos que eran solución y única verdad. Después cuando aparece la adversidad y el fracaso, cuando tenemos que cambiar nuestros criterios, cuando aparece la cruz y las llagas del Crucificado, nos desilusionamos y corremos el riesgo de abandonar todo: el ideal, el esfuerzo y la propia comunidad. ¿Por cuáles caminos he hecho caminar mis fracasos y mis tristezas? ¿Qué proyectos he abandonado porque, siendo buenos, no resultaron de la forma que yo lo esperaba? ¿He abandonado mi lucha por la verdad porque he encontrado mentiras?
En los peores momentos de mi vida, cuando me sentí hundido en el fracaso, cuando aun los más cercanos me abandonaron, siempre ha aparecido Jesús caminando a mi lado. Él es el verdadero amigo de camino. En silencio, sin hacer ruido, desciende hasta mis frustraciones y mis miserias. Cuando me siento muy perdido y totalmente fracasado, hasta allá va Jesús y empareja su paso con mi paso vacilante. No cuestiona, no acusa, simplemente acompaña. Su encarnación es un acercarse al hombre que sufre y ha fracasado. Su encarnación, actual y de cada día, es su presencia serena que se avecina junto al que ha abandonado, decepcionado, toda su esperanza. Después de caminar, conversa, escucha, atiende. No condena. Al final, ofrece el camino de retorno, el camino de esperanza: la escucha de la Palabra, el acercarse a una mesa y el compartir el mismo pan. Palabra, cercanía y compartir vida y pan, restauran las heridas y reaniman la fe. Es el mismo proceso que hace con cada uno de nosotros.
Jesús no sólo habla, sino se acerca acompaña y restaura la esperanza. Para enfrentar a un mundo de oscuridad y de desesperanza, tenemos a Jesús que hace el camino con nosotros. Tenemos su Palabra que viene a iluminar las más oscuras realidades. Tenemos su compañía bajo el mismo techo y los mismos riesgos. Finalmente se convierte en pan que anima, fortalece y restaura la comunidad. El camino de Jesús conduce a una “casa-comunidad” que no deja al forastero expuesto a los peligros de la noche. Allí está la mesa servida para hombres y mujeres que ya no son esclavos sino hijos, hermanos, hermanas y testigos de la
vida. Los ojos ciegos de los discípulos se abrieron y pudieron reconocerlo al partir y compartir el pan. Y es que el pan partido y compartido hace comunidad. Él mismo se hace pan y eso, que puede parecer bonito y hasta poético, no es nada fácil, sino muy comprometedor y riesgoso: significa no vivir para sí, sino para los demás, deshacerse para fortalecer, fraccionarse para unir, morir para dar vida. Y ahí, en el pan, es donde lo reconocen los discípulos y ahí recuerdan sus palabras que les hacían arder el corazón, y ahí entienden que no puede haber verdadera muerte donde hay tanto amor. Y entonces se llenan de audacia, y ya no les importa que se haga de noche: ellos deben regresar para restablecer la comunidad.
Abrir los oídos, dejar arder el corazón, alimentarse del Pan, compartir la esperanza, restauran la fe. Con los discípulos de Emaús hoy también nosotros dejemos arder nuestro corazón en el amor de Jesús resucitado, llenémonos de esperanza y sigamos los mismos pasos del peregrino de Emaús. No podemos
quedarnos insensibles y fríos. Hoy también encontraremos en el camino hombres y mujeres que un día iniciaron con ilusión y que hoy han perdido toda esperanza: los migrantes que soñaron con unos centavos que vinieran a liberarlos de las deudas, del hambre y de la necesidad; los jóvenes que se ahogan en la desesperanza porque no encuentran ni trabajo ni posibilidades de estudio, que ven limitada su vida a ir sobreviviendo y pierden toda ilusión y son fáciles víctimas de la droga, del narcotráfico, de la desidia e indiferencia. Los matrimonios que en medio de fiestas y promesas esperaban encontrar una felicidad fácil y que retornan solos... hay tantos que vagan solitarios por el camino. Hay muchos “discípulos” que son de los nuestros, que quisieron vivir nuestra fe y que después se han quedado sin ilusión, sin alegría, sin Dios. Y es nuestro compromiso llevar la noticia de la vida y anunciar la resurrección. No podemos predicar un evangelio mocho que termina en la muerte y el fracaso; no podemos anunciar un evangelio fácil que solamente tiene aleluyas y milagros. Proclamamos un evangelio que da vida pasando por el dolor y el sufrimiento de la entrega a los pobres. Nuestro anuncio y nuestra proclamación deben ir acompañados de gestos que comprometan nuestra vida, necesitamos ser pan que se parte, que nutre, que fortalece, que llena de esperanza. Al emparejar el paso con el que sufre y en una mesa compartida nace la fraternidad. ¿Cuál es el testimonio que estamos dando de Cristo Resucitado?
Señor Jesús, que te haces compañero de camino, que alientas los corazones tristes, que te haces pan partido, que das ilusión y esperanza, llena nuestro corazón con la alegría de tu Resurrección y concédenos encontrarte en el camino de cada hombre y de cada mujer, y compartir con ellos nuestro pan y nuestra esperanza. Amén.

 

28/04/2017-04:41
Isabel Orellana Vilches

Santa Catalina de Siena – 29 de abril

(ZENIT – Madrid).- Tuvo un papel excepcional en la historia –e insólito para una mujer de su tiempo– al defender la sede de Pedro y luchar por la unidad de la Iglesia. Nació en Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Le urgía tanto la entrega de su vida a Dios, que le consagró su virginidad a los 7 años mediante voto privado. Lapa, su madre, ignoraba el fuego que latía en las entrañas de su pequeña, la penúltima de los veinticuatro hijos que daría a luz. Cuando Catalina tenía 12 años, ella y otra de sus hijas hicieron lo posible para encaminarla al matrimonio, aconsejándole que cuidase su aspecto. Entonces la santa realzó su indumentaria luciendo diversos aderezos conforme a la moda del momento. Pero enseguida se arrepintió de esta muestra de vanidad y quiso purgar su flaqueza con actos penitenciales. Los contratiempos, la rudeza de los trabajos que le impusieron y el rígido trato que recibía incrementaron su paciencia. Nadie podía penetrar en el recóndito espacio interior que ardía de amor a Dios, sino Él mismo que lo inundaba con su inmensa ternura.
A los 15 años ya era conocida por su heroica caridad con los pobres, prisioneros, enfermos y desahuciados. Todo lo asumía como vía de expiación de sus culpas. Al año siguiente tomó el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo. Intensificó la oración y la penitencia realizada en la habitación que había convertido en una especie de eremitorio. Fueron tres años intensos de los que solo sabía, además de Dios que todo lo conoce, su confesor. Punzantes tentaciones contra la castidad que brotaban de su mente de mil formas distintas le produjeron gran turbación y desasosiego. A ello siguió una profunda oscuridad que constituyó para la santa una prueba aún mayor. Le sostuvo su humildad y confianza en Dios. Al final de este túnel, cuando vislumbró el rostro resplandeciente de Cristo, le preguntó: «¿Dónde estabas Tú, mi divino Esposo, mientras yacía en una condición tan abandonada y aterradora?». Él respondió: «Hija, estaba en tu corazón, fortificándote por la gracia». Cristo crucificado le tendía los brazos y se esforzaba por asemejarse a Él. Este inefable amor fue singularmente correspondido en 1366 con su místico desposorio sellado con una alianza, que siempre era visible para ella pero no para el resto de mortales.
A lo largo de su vida fue agraciada con numerosos éxtasis, así como dones de lágrimas, milagros y profecía. En una de sus visiones, narra su confesor y biógrafo san Raimundo de Capua, tuvo la impresión de que Dios se había llevado su corazón. Y pocos días más tarde, viéndose envuelta en una luz que provenía del cielo, se le apareció el Salvador portando en sus manos un rojo corazón del que emanaba intenso fulgor. Se acercó a ella y abrió su costado izquierdo introduciéndoselo, al tiempo que le decía: «Hija, el otro día me llevé tu corazón; hoy te entrego el mío y de aquí en adelante lo tendrás para siempre». Le cerró el pecho, pero la cicatriz fue ostensible. A partir de entonces solía decir: «Señor, te recomiendo mi corazón».
En 1369 inició una intensa vida apostólica. Pasando por alto el gravísimo riesgo que corría de contraer la lepra, atendía a los enfermos. Doblegó su voluntad venciendo su natural repulsión en un hecho que la asemejó a san Francisco de Asís al aplicar sus labios a las llagas purulentas de uno de aquellos infelices. Su acción durante la peste que asoló el país fue también admirable. Tan ardiente caridad fue recompensada por Dios a través de varios milagros. Convirtió a muchos pecadores incapaces de sustraerse a sus exhortaciones, con las que les encaminaba a una vida de penitencia. Muchos la seguían porque les reportaba paz y consuelo abriéndoles el camino del amor a Dios. Había quienes la calificaban de hipócrita y fanática, y otros la consideraban santa. El 1 de abril de 1375 fue bendecida con los estigmas de la Pasión, que en su caso no fueron de sangre sino de luz.
Fue una gran conciliadora en su entorno familiar y a otras escalas, como hizo cuando supo que Florencia estaba adherida a una liga contra la Santa Sede. Sus componentes desoyeron las demandas de Gregorio XI, residente en Avignon, y aceptaron la mediación de Catalina, que convenció a los magistrados. El papa, admirado por su prudencia y virtud, le dijo: «No deseo nada más que la paz. Dejo esta cuestión totalmente en sus manos; solo le recomiendo el honor de la Iglesia». Con todo, persistieron las gravísimas desavenencias. Pero quizás el hecho más significativo fue su papel dentro de la Iglesia. Arreciaron las quejas de los romanos por la ausencia de los últimos pontífices de la Sede de Roma, que duraba ya sesenta y cuatro años de residencias en Avignon, y con ello las amenazas de cisma. Gregorio XI se propuso regresar, pero este sentimiento confiado prudentemente en la corte no obtuvo su beneplácito. Consultó a Catalina quien, conocida por revelación la íntima decisión del pontífice, le dijo: «Cumpla con su promesa hecha a Dios». Su determinación y ternura calaron en el Santo Padre. Le había llamado «dulce Cristo en la tierra», diciéndole: «¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar». El papa quedó impresionado y se propuso volver a Roma. La santa logró que en 1378 Florencia admitiera la autoridad del pontífice Urbano VI sucesor de Gregorio XI. Cuando aquél la llamó a través de su confesor para que fuese a Roma, al comienzo del gran cisma en el que estuvo implicado junto a Clemente VII, Catalina se trasladó allí, donde murió el 29 de abril de 1380, ocho días después de haber sufrido un ataque de apoplejía. Tenía 33 años.
Le había costado aprender a leer, y pudo escribir siendo adulta. Entre otras obras maestras, ha legado «El Diálogo de la Divina Providencia», dictado en su celda de Siena. Pío II la canonizó el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto a san Francisco de Asís. El 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia. El 1 de octubre de 1999 Juan Pablo II la designó copatrona de Europa.