Servicio diario - 29 de abril de 2017


9:40 Viaje a Egipto – Misa en el Estadio: solo el ‘extremismo de la caridad’ es aceptado por Dios
Sergio Mora

Viaje a Egipto: Texto completo de la homilía del papa Francisco en el estadio de la Aeronáutica
Redacción

15:10 – Viaje a Egipto: Encuentro con el clero, religiosos, religiosas y seminaristas
Redacción

Texto completo del Papa en el encuentro con el clero, religiosos y religiosas en Egipto
Redacción

16:50 – Viaje a Egipto: El Papa se despide y parte hacia Roma
Redacción

20:11 – Viaje a Egipto: el Airbus que trae al Papa desde El Cairo, aterrizó en Roma
Redacción

San José Benito Cottolengo – 30 de abril
Isabel Orellana Vilches

El Papa al regreso de Egipto pide se negocie en el caso de Corea
Redacción


 

29 abril 2017
Sergio Mora

9:40 Viaje a Egipto – Misa en el Estadio: solo el ‘extremismo de la caridad’ es aceptado por Dios

Ante unos 25 mil, entre fieles y personas de otras religiones

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El segundo y último día del viaje apostólico del papa Francisco a El Cairo, inició con la santa misa en el Estadio de la Aeronáutica Militar en la jornada dedicada al encuentro con la comunidad católica que vive en Egipto.

Ayer viernes, en cambio fueron los encuentros con el presidente de Egipto, Al Sisi; con el gran Imam de Al-Azhar al-Tayyeb; con el mundo musulmán a través de su intervención en la Conferencia Internacional por la paz en la Universidad sunita de Al-Azhar; con el patriarca copto-ortodoxo, Tawadros, que concluyó en una ceremonia para honrar a los cristianos mártires del terrorismo en la iglesia de San Pedro.

Este sábado en el estadio, en el altar dentro de una estructura con forma de tienda, con la presencia de unos 25 mil fieles, se celebró la misa solemne en rito latino, pero profundamente marcada en su liturgia por los ritos orientales, en particular por los cantos en árabe y francés, las estolas, mitras y paramentos dorados.

El Santo Padre vistiendo paramentos color crema con discretos bordes verdes y dorados, portando el palio, celebró la misa en latín, hizo su homilía en italiano y sus frases eran traducidas a medida que las leía. En la celebración, detalle no poco importante, estaban presentes también personas de otros credos.

El sucesor de Pedro inició su homilía diciendo en árabe ‘La paz esté con vosotros’ (Al Salamò Alaikum). “La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña –aseguró el Santo Padre– que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad”.

“Para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita”, aseguró el Pontífice y añadió, la “que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar”.

“A Dios sólo le agrada –precisó el sucesor de Pedro– la fe profesada con la vida, porque el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad. Cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada”.

Y los invitó, a ejemplo de los discípulos de Emaús, a regresar “vuestra Jerusalén, es decir, a vuestra vida cotidiana, a vuestras familias, a vuestro trabajo y a vuestra patria llenos de alegría, de valentía y de fe”. Y a no tener “miedo de amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente”. Y concluyó con otra frase en árabe: ‘Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado’. (Al Massih Kam, Bilhakika kam).

(Texto completo de la homilía del papa Francisco)

 

29/04/2017-08:45
Redacción

Viaje a Egipto: Texto completo de la homilía del papa Francisco en el estadio de la Aeronáutica

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El papa Francisco celebró hoy en el Estadio de la Aeronáutica militar, la santa misa. Es el segundo y último día de su viaje apostólico a Egipto, y la eucaristía celebrada en un sábado por la mañana fue válida para el precepto dominical. A continuación la homilía del Santo Padre.
Al Salamò Alaikum / La paz sea con vosotros.
Hoy, III domingo de Pascua, el Evangelio nos habla del camino que hicieron los dos
discípulos de Emaús tras salir de Jerusalén. Un Evangelio que se puede resumir en tres palabras: muerte, resurrección y vida.
Muerte: los dos discípulos regresan a sus quehaceres cotidianos, llenos de desilusión y desesperación. El Maestro ha muerto y por tanto es inútil esperar. Estaban desorientados, confundidos y desilusionados. Su camino es un volver atrás; es alejarse de la dolorosa experiencia del Crucificado. La crisis de la Cruz, más bien el «escándalo» y la «necedad» de la Cruz (cf. 1 Co 1,18; 2,2), ha terminado por sepultar toda esperanza. Aquel sobre el que habían construido su existencia ha muerto y, derrotado, se ha llevado consigo a la tumba todas sus aspiraciones.
No podían creer que el Maestro y el Salvador que había resucitado a los muertos y curado a los enfermos pudiera terminar clavado en la cruz de la vergüenza. No podían comprender por qué Dios Omnipotente no lo salvó de una muerte tan infame. La cruz de Cristo era la cruz de sus ideas sobre Dios; la muerte de Cristo era la muerte de todo lo que ellos pensaban que era Dios. De hecho, los muertos en el sepulcro de la estrechez de su entendimiento.
Cuantas veces el hombre se auto paraliza, negándose a superar su idea de Dios, de un dios creado a imagen y semejanza del hombre; cuantas veces se desespera, negándose a creer que la omnipotencia de Dios no es la omnipotencia de la fuerza o de la autoridad, sino solamente la omnipotencia del amor, del perdón y de la vida.
Los discípulos reconocieron a Jesús «al partir el pan», en la Eucarística. Si nosotros no quitamos el velo que oscurece nuestros ojos, si no rompemos la dureza de nuestro corazón y de nuestros prejuicios nunca podremos reconocer el rostro de Dios.
Resurrección: en la oscuridad de la noche más negra, en la desesperación más
angustiosa, Jesús se acerca a los dos discípulos y los acompaña en su camino para que descubran que él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Jesús trasforma su desesperación en vida, porque cuando se desvanece la esperanza humana comienza a brillar la divina: «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (Lc 18,27; cf. 1,37).
Cuando el hombre toca fondo en su experiencia de fracaso y de incapacidad, cuando se despoja de la ilusión de ser el mejor, de ser autosuficiente, de ser el centro del mundo, Dios le tiende la mano para transformar su noche en amanecer, su aflicción en alegría, su muerte en resurrección, su camino de regreso en retorno a Jerusalén, es decir en retorno a la vida y a la victoria de la Cruz (cf. Hb 11,34).
Los dos discípulos, de hecho, luego de haber encontrado al Resucitado, regresan llenos de alegría, confianza y entusiasmo, listos para dar testimonio. El Resucitado los ha hecho resurgir de la tumba de su incredulidad y aflicción. Encontrando al Crucificado-Resucitado han hallado la explicación y el cumplimiento de las Escrituras, de la Ley y de los Profetas; han encontrado el sentido de la aparente derrota de la Cruz.
Quien no pasa a través de la experiencia de la cruz, hasta llegar a la Verdad de la resurrección, se condena a sí mismo a la desesperación. De hecho, no podemos encontrar a Dios sin crucificar primero nuestra pobre concepción de un dios que sólo refleja nuestro modo de comprender la omnipotencia y el poder.
Vida: el encuentro con Jesús resucitado ha transformado la vida de los dos discípulos, porque el encuentro con el Resucitado transforma la vida entera y hace fecunda cualquier esterilidad (cf. Benedicto XVI, Audiencia General, 11 abril 2007). En efecto, la Resurrección no es una fe que nace de la Iglesia, sino que es la Iglesia la que nace de la fe en la Resurrección.
Dice san Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe» (1 Co 15,14). El Resucitado desaparece de su vista, para enseñarnos que no podemos retener a Jesús en su visibilidad histórica: «Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Jn 20,29 y cf. 20,17). La Iglesia debe saber y creer que él está vivo en ella y que la vivifica con la Eucaristía, con la Escritura y con los Sacramentos. Los discípulos de Emaús comprendieron esto y regresaron a Jerusalén para compartir con los otros su experiencia. «Hemos visto al Señor [...]. Sí, en verdad ha resucitado» (cf. Lc 24,32).
La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad; de nada sirve cuidar las apariencias, porque Dios mira el alma y el corazón (cf. 1 S 16,7) y detesta la hipocresía (cf. Lc 11,37-54; Hch 5,3-4).[1] Para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita.
La verdadera fe es la que nos hace más caritativos, más misericordiosos, más honestos y más humanos; es la que anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente, sin distinción y sin preferencias, es la que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar; es la que nos lleva a difundir, a defender y a vivir la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto y de la fraternidad; nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien ha caído; a vestir al desnudo; a dar de comer al que tiene hambre, a visitar al encarcelado; a ayudar a los huérfanos; a dar de beber al sediento; a socorrer a los ancianos y a los necesitados (cf. Mt 25,31-45).
La verdadera fe es la que nos lleva a proteger los derechos de los demás, con la misma fuerza y con el mismo entusiasmo con el que defendemos los nuestros. En realidad, cuanto más se crece en la fe y más se conoce, más se crece en la humildad y en la conciencia de ser pequeño.
Queridos hermanos y hermanas:
A Dios sólo le agrada la fe profesada con la vida, porque el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad. Cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada.
Ahora, como los discípulos de Emaús, regesen a vuestra Jerusalén, es decir, a vuestra vida cotidiana, a vuestras familias, a vuestro trabajo y a vuestra patria llenos de alegría, de valentía y de fe. No tengan miedo a abrir vuestro corazón a la luz del Resucitado y dejen que él transforme vuestras incertidumbres en fuerza positiva para vosotros y para los demás.
No tengan miedo a amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente.
La Virgen María y la Sagrada Familia, que vivieron en esta bendita tierra, iluminen nuestros corazones y les bendiga y al amado Egipto que, en los albores del cristianismo, acogió la evangelización de san Marcos y ha dado a lo largo de la historia numerosos mártires y una gran multitud de santos y santas.
‘Al Massih Kam, Bilhakika kam’ (Cristo ha Resucitado. Verdaderamente ha Resucitado).

 

29/04/2017-14:01
Redacción

15:10 – Viaje a Egipto: Encuentro con el clero, religiosos, religiosas y seminaristas

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- Después de la misa celebrada este sábado por la mañana en el estadio de la aeronáutica militar, en El Cairo, junto a unas 25 mil personas, el papa Francisco se reunió hacia el medio día con los obispos egipcios y el séquito papal, junto a quienes almorzó. Un menú realizado por el chef Carmine Di Luggo, de origen italiano, quien preparó fideos al pesto y un postre con dulce de leche argentino.
Poco después, a las 15:10 el Santo Padre se dirigió al seminario de Maadi, para un encuentro de oración con el clero, los religiosos y religiosas, y los seminaristas. Situado en un barrio residencial en el sur de El Cairo, es el centro de formación de los futuros sacerdotes de Egipto. El Papa allí saludó a los directores del seminario y después entró en el gran campo deportivo en un vehículo abierto y circuló saludando a los fieles que le esperaban.
Se rezó el Salmo 121 y se leyó el Evangelio de Mateo, y el Papa dirigió algunas palabras, en italiano.
El Pontífice recordó que “veneramos la Santa Cruz, que es signo e instrumento de nuestra salvación”. Que “quien huye de la Cruz, escapa de la resurrección”. Y que se trata, por tanto, de creer, de dar testimonio de la verdad, de sembrar y cultivar sin esperar ver la cosecha, sin nunca desanimarse, siendo luz y sal de esta sociedad.
Así les dio siete consejos, para no ceder a la tentaciones siguientes: dejarse arrastrar y no guiar; quejarse continuamente; la murmuración y de la envidia; compararse con los demás; el ‘faraonismo’, el individualismo; de caminar sin rumbo y sin meta. Sabiendo que cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos.
El Santo Padre al concluir la ceremonia bendijo los hábitos de los futuros sacerdotes y se renovaron las promesas de la vida consagrada.

Leer el texto completo de las palabras del Papa

 

29/04/2017-13:52
Redacción

Texto completo del Papa en el encuentro con el clero, religiosos y religiosas en Egipto

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El santo padre Francisco tuvo un encuentro de oración
con el clero, los religiosos y religiosas, y los seminaristas. Fue en el seminario de Maadi, y allí dio siete consejos.
A continuación el texto completo del discurso del Papa
Beatitudes, queridos hermanos y hermanas: Al Salamò Alaikum! ¡La paz esté con vosotros!
«Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Cristo ha vencido para siempre la muerte. Gocemos y alegrémonos en él». Me siento muy feliz de estar con vosotros en este lugar donde se forman los sacerdotes, y que simboliza el corazón de la Iglesia Católica en Egipto.
Con alegría saludo en vosotros, sacerdotes, consagrados y consagradas de la pequeña grey católica de Egipto, a la «levadura» que Dios prepara para esta bendita Tierra, para que, junto con nuestros hermanos ortodoxos, crezca en ella su Reino (cf. Mt 13,13).
Deseo, en primer lugar, daros las gracias por vuestro testimonio y por todo el bien que hacéis cada día, trabajando en medio de numerosos retos y, a menudo, con pocos consuelos. Deseo también animaros. No tengáis miedo al peso de cada día, al peso de las circunstancias difíciles por las que algunos de vosotros tenéis que atravesar.
Nosotros veneramos la Santa Cruz, que es signo e instrumento de nuestra salvación. Quien huye de la Cruz, escapa de la resurrección. «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» (Lc 12,32).
Se trata, por tanto, de creer, de dar testimonio de la verdad, de sembrar y cultivar sin esperar ver la cosecha. De hecho, nosotros cosechamos los frutos que han sembrado muchos otros hermanos, consagrados y no consagrados, que han trabajado generosamente en la viña del Señor.
Vuestra historia está llena de ellos. En medio de tantos motivos para desanimarse, de numerosos profetas de destrucción y de condena, de tantas voces negativas y
desesperadas, sed una fuerza positiva, sed la luz y la sal de esta sociedad, la
locomotora que empuja el tren hacia adelante, llevándolo hacia la meta, sed sembradores de esperanza, constructores de puentes y artífices de diálogo y de
concordia.
Todo esto será posible si la persona consagrada no cede a las tentaciones que encuentra cada día en su camino. Me gustaría destacar algunas significativas.
Ustedes oas conocen porque estas tentaciones fueron bien descriptas por los primeros monjes de Egitpo
1. La tentación de dejarse arrastrar y no guiar. El Buen Pastor tiene el deber de guiar a su grey (cf. Jn 10,3-4), de conducirla hacia verdes prados y a las fuentes de agua (cf. Sal 23). No puede dejarse arrastrar por la desilusión y el pesimismo: «Pero, ¿qué puedo hacer yo?». Está siempre lleno de iniciativas y creatividad, como una fuente que sigue brotando incluso cuando está seca. Sabe dar siempre una caricia de consuelo, aun cuando su corazón está roto. Saber ser padre cuando los hijos lo tratan con gratitud, pero sobre todo cuando no son agradecidos (cf. Lc 15,11-32). Nuestra fidelidad al Señor no puede depender nunca de la gratitud humana: «Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,4.6.18).2. La tentación de quejarse continuamente. Es fácil culpar siempre a los demás: por las carencias de los superiores, las condiciones eclesiásticas o sociales, por las pocas posibilidades. Sin embargo, el consagrado es aquel que con la unción del Espíritu transforma cada obstáculo en una oportunidad, y no cada dificultad en una excusa. Quien anda siempre quejándose en realidad no quiere trabajar. Por eso el Señor, dirigiéndose a los pastores, dice: «fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes» (Hb 12,12; cf. Is 35,3).3. La tentación de la murmuración y de la envidia. Y esta es fea. El peligro es grave cuando el consagrado, en lugar de ayudar a los pequeños a crecer y de regocijarse con el éxito de sus hermanos y hermanas, se deja dominar por la envidia y se convierte en uno que hiere a los demás con la murmuración. Cuando, en lugar de esforzarse en crecer, se pone a destruir a los que están creciendo, y cuando en lugar de seguir los buenos ejemplos, los juzga y les quita su valor. La envidia es un cáncer que destruye en poco tiempo cualquier organismo: «Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir» (Mc 3,24¬25). De hecho, «por envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sb 2,24). Y la murmuración es el instrumento y el arma.4. La tentación de compararse con los demás. La riqueza se encuentra en la diversidad y en la unicidad de cada uno de nosotros.
Compararnos con los que están mejor nos lleva con frecuencia a caer en el resentimiento,
compararnos con los que están peor, nos lleva, a menudo, a caer en la soberbia y en la pereza. Quien tiende siempre a compararse con los demás termina paralizado. Aprendamos de los santos Pedro y Pablo a vivir la diversidad de caracteres, carismas y opiniones en la escucha y docilidad al Espíritu Santo.
5. La tentación del «faraonismo», Estamos en Egipto. Es decir, de endurecer el corazón y cerrarlo al Señor y a los demás. Es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir. Es una tentación común que aparece desde el comienzo entre los discípulos, los cuales —dice el Evangelio— «por el camino habían discutido quién era el más importante» (Mc 9,34). El antídoto a este veneno es: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35).
6. La tentación del individualismo. Como dice el conocido dicho egipcio: «Después de mí, el diluvio». Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de vergüenza, más bien al contrario, se justifican. La Iglesia es la comunidad de los fieles, el cuerpo de Cristo, donde la salvación de un miembro está vinculada a la santidad de todos (cf. 1Co 12,12-27; Lumen gentium,
7). El individualista es, en cambio, motivo de escándalo y de conflicto. 7. La tentación del caminar sin rumbo y sin meta. El consagrado pierde su identidad y acaba por no ser «ni carne ni pescado». Vive con el corazón dividido entre Dios y la mundanidad. Olvida su primer amor (cf. Ap 2,4). En realidad, el consagrado, si no tiene una clara y sólida identidad, camina sin rumbo y, en lugar de guiar a los demás, los dispersa. Vuestra identidad como hijos de la Iglesia es la de ser coptos —es decir, arraigados en vuestras nobles y antiguas raíces— y ser católicos —es decir, parte de la Iglesia una y universal—: como un árbol que cuanto más enraizado está en la tierra, más alto crece hacia el cielo. Queridos consagrados, hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos.
Así el consagrado conservará la maravilla, la pasión del primer encuentro, la
atracción y la gratitud en su vida con Dios y en su misión. La calidad de nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual. Egipto ha contribuido a enriquecer a la Iglesia con el inestimable tesoro de la vida monástica.
Les exhorto, por tanto, a sacar provecho del ejemplo de san Pablo el eremita, de san Antonio Abad, de los santos Padres del desierto y de los numerosos monjes que con su vida y ejemplo han abierto las puertas del cielo a muchos hermanos y hermanas; de este modo, también serán sal y luz, es decir, motivo de salvación para vosotros mismos y para todos los demás, creyentes y no creyentes y, especialmente, para los últimos, los necesitados, los abandonados y los descartados.
Que la Sagrada Familia les proteja y les bendiga a todos, a vuestro País y a todos sus habitantes. Desde el fondo de mi corazón deseo a cada uno de vosotros lo mejor, y a través de vosotros saludo a los fieles que Dios ha confiado a vuestro cuidado. Que el Señor les conceda los frutos de su Espíritu Santo: «Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5,22-23). Los tendré siempre presentes en mi corazón y en mis oraciones. Ánimo y adelante, guiados por el Espíritu Santo. «Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra alegría». Y por favor, no se olviden de rezar por mí.

 

29/04/2017-14:54
Redacción

16:50 – Viaje a Egipto: El Papa se despide y parte hacia Roma

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- Unos minutos antes de las 17 horas locales, el papa Francisco llegó al Aeropuerto Internacional de El Cairo. Mientras soplaba un fuerte viento, se realizó allí una pequeña ceremonia de despedida, en la que estuvo presente el presidente del país, Abdel-Fattah Al-Sìsi y un piquete de honor.
El Santo Padre subió al Airbus A321 de Alitalia, que despegó para volver a Roma, en un viaje de 2.300 kilómetros, que sobrevolará Egipto, Grecia e Italia, y se prevé llegará poco antes de las 20:30.
Apenas el vuelo partió, el Papa envió el siguiente telegrama al presidente de Egipto: “Cuando estoy dejando Egipto, deseo expresar mi gratitud a su excelencia y al amado pueblo egipcio, por su calurosa bienvenida y hospitalidad. Asegurándoles mis oraciones, invoco para esta nación la bendición de Dios, paz y alegría”.

 

29/04/2017-19:14
Redacción

20:11 – Viaje a Egipto: el Airbus que trae al Papa desde El Cairo, aterrizó en Roma

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El Airbus AZ321-400 que trajo al Papa desde El Cairo de regreso a Roma, aterrizó a las 20:11 según los datos del transponder. El avión recorrió 2.300 kilómetros en poco más de tres horas.
Como el Santo Padre suele hacer al regreso de los viajes internacionales, es probable que vaya al santuario de Santa María la Mayor para rezar y agradecer por el viaje apostólico.

 

29/04/2017-04:20
Isabel Orellana Vilches

San José Benito Cottolengo – 30 de abril

(ZENIT – Madrid).- Los «cottolengos» impulsados por José quizá sean más conocidos que él mismo. Nació el 3 de mayo de 1786 en localidad italiana de Bra, Cuneo. Fue el primogénito de doce vástagos nacidos en medio de los trágicos sucesos de la Revolución francesa que afectó también al Piamonte. En medio de la clandestinidad impuesta a los creyentes, cursó estudios para ordenarse. Y viendo que revestían gran dificultad para él, se encomendó a santo Tomás de Aquino a quien atribuyó haber aprobado todos los exámenes. El 8 de junio de 1811 recibió el sacramento del orden en la capilla del seminario de Turín. Allí había conocido a san Juan Bosco.
Siendo vicepárroco de Corneliano d’Alba dio muestras de su celo apostólico. Celebraba la misa a las tres de la madrugada para que los campesinos pudieran participar en ella antes de iniciar su jornada laboral. Les animaba diciéndoles: «La cosecha será mejor con la bendición de Dios». Al doctorarse en teología en 1816 se integró en la congregación de canónigos de la iglesia del Corpus Domini en Turín, pero su camino sería otro. El testimonio de su ardiente caridad indujo a los feligreses a denominarle el «canónigo bueno», juicio compartido por los miembros del cabildo. Uno de ellos manifestó: «Hay más fe en el canónigo Cottolengo que en todo Turín».
El ejemplo de san Vicente de Paúl, que le impresionó al leer su biografía y enseñanzas, supuso una gran transformación para él. Y el hecho luctuoso que sucedió el 2 de septiembre de 1827 selló su vida. Una mujer francesa, Juana M. Gonnet, que viajaba desde Milán a Lyón junto a su esposo y a tres hijos, gestante en sexto mes de embarazo, requería inmediata atención por hallarse gravemente enferma. El santo la condujo a un cercano hospital, pero le negaron el auxilio. Primeramente por cuestiones burocráticas, ya que era extranjera, y después por carencia elemental de medios para costearse el tratamiento. Rápidamente la trasladó al hospicio de maternidad con los mismos resultados. Impotente y apesadumbrado, José intentó que la vieran en otros centros, pero la mujer falleció en sus brazos en medio de muchos sufrimientos. Profundamente desolado, se dijo: «Esto no puede volver a ocurrir. Debo hacer algo para que la gente desamparada tenga un sitio al que acudir».
Se desprendió de todo lo que tenía, incluido el manto, y comenzó su acción caritativa el 17 de enero de 1828 en una habitación que alquiló ex profeso. Puso en ella cuatro camas y abrió el hospital «Volta Rossa». En su empeño le ayudaron el Dr. Lorenzo Granetti, el farmacéutico Pablo Anglesio, y Mariana Nasi Pullini, viuda y con muchos recursos, que rigió el centro y le proporcionó los medios para ponerlo en marcha. Dio a esta obra el nombre de Damas de la Caridad. En tres años había 210 internados y 170 asistentes, aunque después fundó una congregación dedicada expresamente a la atención de personas desvalidas, designando superiora a Nasi.
En 1831 el hospital fue clausurado por las autoridades de Turín temerosas de que se propagase a través de él la epidemia de cólera que devastaba el país. Esta decisión era un contratiempo. Pero José, seguro de que la voluntad de Dios está detrás de cualquier circunstancia que rodea a la vida, pensó: «¿Por qué esta orden, que parece absurda y sin piedad no puede ser providencial?». Y como era un santo, lejos de venirse abajo, sintiéndose fortalecido no perdió el tiempo. Al ver que nuevamente los pobres y enfermos se veían en el más absoluto desamparo, se estableció en otro barrio, en Valdocco y fundó la Pequeña Casa de la Divina Providencia. Con el tiempo se convertiría en un magnífico hospital en el que serían atendidos hasta 10.000 pacientes. Por orden suya en la puerta se esculpió: «La caridad de Cristo nos anima». Su excelsa labor y sus grandes virtudes fueron de gran influjo para la vida de san Luís Orione.
En 1833 fundó la congregación de Hermanos de San Vicente, actuales Hermanos de José B. Cottolengo. Instituyó también los ermitaños del Santo Rosario y los sacerdotes de la Santísima Trinidad. El diablo quiso poner coto a su desmedida entrega. Pero su fe en la divina Providencia espoleaba su admirable caridad y así inauguró nuevos pabellones donde podía acoger a enfermos sumidos en extrema pobreza. No dejaba a nadie desamparado. En sus centros recibían atención y cariño enfermos mentales, huérfanos, inválidos, abandonados y sordomudos. Dios le proporcionaba lo preciso para mantenerlos, cuidando a quienes los asistían a través de hechos ciertamente prodigiosos. Sabía de sobra que entrega y confianza, en Él unidas, revertían en grandes milagros. «Si falta algo es porque confiamos poco o nos hacemos indignos», hacía notar a los cercanos. Actuaba con sagacidad evangélica: «¡Aceptaremos más pobres!». Era como un lance dirigido al cielo: «si la divina Providencia nos ha de dar, es necesario que la casa esté vacía». Y su fe atraía la gracia que jamás tiene fondo: «el banco de la divina Providencia no conoce la bancarrota». El dinero o bienes materiales surgían no se sabe de dónde en el momento preciso, hecho que se produjo hasta unos días antes de morir. Él lo atribuía a María: «No tengan miedo, nuestra Señora está con nosotros nos protege y defiende».
En su oración no había más intenciones que el Reino de Dios y la santidad. Lo demás lo dejaba al arbitrio de Él. De hecho, un día en que más faltos de todo se hallaban, sus súplicas no eran que llegasen a la casa alimentos o medicinas, sino: «Señor: que se cumpla siempre tu santísima voluntad. Que te amemos. Que te obedezcamos. Que te hagamos amar y conocer». Su mucho trabajo e intensa dedicación debilitaron su salud. «El asno no quiere caminar», decía con humor al verse limitado. En 1842 el tifus se extendió sobre Turín afectando de lleno al santo, que falleció el 30 de abril de ese año. Benedicto XV lo beatificó el 29 de abril de 1917. Pío XI, que lo denominó «un genio del bien», lo canonizó el 19 de marzo de 1934.

 

29/04/2017-21:32
Redacción

El Papa al regreso de Egipto pide se negocie en el caso de Corea

(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El papa Francisco concedió una conferencia de prensa
a los periodistas del vuelo de regreso de El Cairo a Roma, tras el viaje apostólico de dos días en Egipto.
“Les agradezco estas 27 horas de tanto trabajo” dijo dirigiéndose a los periodistas que se encontraban en el avión.
El papa interrogado sobre el encuentro que tuvo con el presidente de Egipto, Al-Sisi , señaló que cuando se tiene un encuentro privado y queda privado, a no ser que juntos se decida hacerlo público. Y confió que “he escuchado yendo a tal país apoya a tal gobierno. Cada gobierno tiene sus debilidades. Yo no me entrometo, hablo de los valores. Cada uno por su parte juzgue”. Y sobre el caso del universitario italiano asesinado, Giulio Regeni, dijo que la diplomacia de la Santa Sede se ha movido pero no podia revelar los particulares.
Interrogado sobre los populismos demagógicos en Europa, el papa indicó que “he tenido que aprender nuevamente el significado que la palabra ‘populismo’ tiene en Europa, porque en América Latina tiene otro significado. Existe este problema en Europa y en la Unión Europea, y no repetiré lo que dije. He hablado cuatro veces” sobre este tema.
Señaló que “cada país es libre de decidir lo que cree conveniente y sobre esto no puedo juzgar”, porque no conoce las políticas internas. Reconoció que “Europa corre el riesgo de disolverse”. Indicó que “hay un tema que asusta y quizás alimenta estos fenómenos y es el problema de la inmigración. Pero no olvidemos que Europa fue hecha por migrantes, durante siglos y siglos. Es un problema que hay que estudiarlo bien, respetando las opiniones, en una discusión política con la ‘P’ mayúscula”. Recordó que una vez cuando saludaba a la gente un señor le invitó a hacer un partido para los católicos. “Pero este señor vive en el siglo pasado”, dijo.
Interrogado sobre las relaciones con los ortodoxos rusos, los coptos y el bautismo común, el Papa recordó sus buenas relaciones que tenía en Argentina con ellos.
Con los ortodoxos “somos Iglesias hermanas”. Señaló su gran amistad con el papa copto Tawadros II, “un gran patriarca”. Precisó que “la unidad del bautismo va adelante, la culpa es un motivo histórico”. Y que “estamos en buen camino para superar esto”. Añadió que “los ortodoxos rusos reconocen nuestro bautismo y yo reconozco el suyo”.
Señaló además que “el patriarca Elias II es un hombre de Dios”, que en este viaje
“estaba también Bartolomé, los anglicanos... El ecumenismo se hace en camino con las obras de caridad, estando juntos”.
Citó también la buena amistad con el patriarca ruso Kirill, y con el arzobispo Hilarion. Y consideró positivo que Rusia hable de la defensa de los cristianos en Oriente Medio, porque “hoy hay más mártires que en el pasado”.
Sobre Corea de Norte y las naves militares estadounidense, “les llamaré a trabajar para que resuelvan el problema en el camino de la diplomacia”. Recordó que “existen facilitadores”, como “Noruega que está siempre lista para ayudar”. Esta “guerra mundial a pedazos de la cual hablo hace dos años, se amplia y se concentra en puntos que ya eran calientes”.
De los misiles coreanos “se habla desde hace un año pero ahora parece que el tema se haya calentado demasiado”. E invitó “a negociar porque es el futuro de la humanidad: hoy una guerra ampliada destruiría buena parte de la humanidad y esto es terrible”. Recordó Oriente Medio, Yemen y África. “Busquemos soluciones diplomáticas y allí creo que las Naciones Unidas tienen necesidad de retomar su liderazgo porque se ha aguado un poco”.
Interrogado sobre si quiere encontrar al presidente Trump, dijo que “la Secretaría de Estado aún no ha informado de solicitudes, pero yo recibo a cada jefe de Estado que pide audiencia”.
Sobre la situación de Venezuela, explico que “La Santa Sede realizó una mediación por invitación de cuatro presidentes facilitadores” pero reconoció que “la cosa no tuvo éxito porque las propuestas no fueron aceptadas o eran diluidas”. Indicó que “todos sabemos la difícil situación de Venezuela, un país que quiero mucho” y que están tratando de relanzar el negociado y están buscando e lugar. Señaló que “la misma oposición está dividida y que el conflicto se agudiza cada día más”. Concluyó indicando que “todo lo que se puede hacer hay que hacerlo, con las debidas garantías”.
Sobre las estructuras de recepción de refugiados definidas algunos días atrás por el Papa como ‘campos de concentración’, precisó que “he hablado de países más generosos de Europa, hablando de Italia y Grecia”. Precisó que no fue un lapsus, “que hay campos de refugiados que son de concentración”. Elogió la elasticidad italiana y que en un campo de recepción al no poder abrir las puertas para hacer salir a pasear a los migrantes, dejaron un agujero que había en la pared de atrás, y que los inmigrantes “así se construyeron buenas relaciones con los habitantes de ese pueblo”.