Tribunas

Una conversación atípica

José Francisco Serrano Oceja

 

No hace muchos días aparecía en las librerías la larga entrevista que el periodista, e intelectual, Ignacio Peiró le ha hecho a Valentín Puig, uno de los escritores y prescriptores de ideas más atractivos de nuestro panorama patrio.

Un libro, “La vida desde aquí. Una conversación con Valentí Puig”, ELBA editor, que es un descargo de ciencia y de conciencia en el Puig, que tiene una larga trayectoria libresca y periodística, va desgranando las fuentes de su pensamiento y de su estilo, su visión del mundo vida.

El hecho religioso no está ausente de esta conversación, máxime si tenemos en cuenta que Valentín Puig publicó, hace ya unos años, un trabajo que bien pudiera titularse “Las confesiones de Puig”. Su título real es “La fe de nuestros padres”. Allí describe su vuelta a lo religioso en perspectiva existencial. Valora muy positivamente también la viva tradición católica.

En este nuevo volumen son varios los momentos en los que la fe pasa a ser objeto de diálogo. El primero, la memoria de la época de corresponsalía de Puig en Roma, en los tiempos finales de Juan Pablo II, del que dice que “moría un Papa que representaba como nadie la Europa que había padecido el totalitarismo nazi y comunista. Personalmente, fue por Juan Pablo II que regresé a la fe de mis padres”.

Pero lo más interesante es quizá el análisis que hace de ese período: “Ahora pienso, -señala- que entre la muerte de Juan Pablo II y el retiro de Benedicto XVI, en Europa la civilización cristiana ha entrado en una fase de zozobra. Esa Europa que en muy buena parte es una creación cristiana anda extraviada. Aquellos días en Roma, por mucho que uno tuviese presente la secularización acelerada de las sociedades europeas –en especial, España-, algo hacía pensar en un renacer, en una nueva vitalidad. Con los años que han transcurrido, me temo que todo es más insincero”.

Más adelante, apunta un diagnóstico de la secularización en España y del fenómeno del catolicismo intelectual. Ahora que estamos en el post-relativismo, “en la sedimentación “natural” del relativismo que da por hecho que el catolicismo es una superstición”, “haría falta –insiste Puig- una intelectualidad católica en la línea de Acton o Montalambert” Y añade: “que lea a Chesterton y Bernanos. La encarnadura del catolicismo debería descender a la plazuela a competir con la New Age o el relativismo. Para eso falta reforzar el lenguaje, poniéndolo al día sin que pierda su sentido trascendente”.

Por cierto, Valentín Puig que últimamente no se prodiga tanto como quisiéramos en los medios, escribe ahora en “El País”.

 

José Francisco Serrano Oceja