Tribunas

La Nota de los obispos catalanes

José Francisco Serrano Oceja

 

Los obispos catalanes son catalanes y no gallegos. Por eso, en el último comunicado, de escasísima repercusión en los medios fuera de la Marca Hispánica –excepto un caso que además les criticaba con cierta dureza-, se practicaba el lenguaje del digo pero no digo, quiero decir pero no puedo, o si puedo, no quiero. Y no parece que esta román paladino haya dado buen resultado.

En un momento en el que el “proceso”, como ahora se llama, de desenganche de Cataluña de España, o lo que sea, que ya veremos, se está complicando, entre otras razones por la corrupción –condenada por cierto por los obispos-, salen a palestra pública los prelados para recordar las generales de la ley. Bueno, al menos en Cataluña los obispos hablan de estas cosas, y de otras. Curioso.

Y lo hacen cuando, como dijo no hace mucho un intelectual catalán en un encuentro público en Madrid, una cosa es la agenda pública del “proceso” y otra la privada. Una línea es la que se mantiene en el escenario con luz y taquígrafos por determinados líderes de la democracia cristiana, o de lo que antes era eso, y otra lo que comentan los políticos en privado. Salvo los radicales, que haberlos, siempre los hay.

Y en esas estamos cuando los obispos de la Tarraconense sacan la Nota o Comunicado con afirmaciones cargadas de buenas intenciones. Indiscutible, por cierto. Y con una llamada a la cultura del diálogo, que no solo por eso de que el Papa Francisco hiciera unas jugosas declaraciones sobre esta cuestión al diario “La Vanguardia” allá en las calendas primeras de su pontificado.

Apuestan, por tanto, por el diálogo y la concordia. ¿De lo que se trata es de que los políticos catalanes recojan el guante de la Vicepresidenta y no se vayan por la tangente de la declaración unilateral que active el 155 de la Constitución, entre otros efectos?

Los obispos apuntan, como no podía ser menos, que “conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional, especialmente su lengua propia y su cultura, y que se promueva realmente todo lo que lleva un crecimiento y un progreso al conjunto de la sociedad, sobre todo en el campo de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales y las infraestructuras”.

Bien, pero cómo, y esa es la cuestión, que, por cierto, aclaremos no parece competencia como solución técnica de los obispos. Dos posibilidades: Respetando la legislación vigente, la ley, o rompiendo las barajas de la carta y saltándose la ley en juego. ¿Cuál es la valoración moral de ambos procesos?

Por cierto, si nos atenemos a lo que firmaron los obispos españoles, los catalanes entre ellos, en “Orientaciones morales ante la situación actual de España” –que esperemos esté vigente-, incluso en el caso en que se pudiera celebrar un referéndum legal en Cataluña –que no es el actual en el estado de las cosas-  y la decisión fuera el sí a la independencia, ¿qué juicio moral sería el adecuado?

Ítem más. Si la pregunta posterior se hiciera a todos los españoles, una vez los catalanes hubieran dicho sí legalmente al “proceso”, que no es el caso, ¿sería moral renunciar al bien de la unidad de España como bien común de la sociedad? ¿Se daría, por tanto, una legitimidad legal sustentada suficientemente en una legitimidad moral?

Ahí se quedan las preguntas. Especulaciones, al fin y al cabo. 

 

José Francisco Serrano Oceja