Servicio diario - 20 de mayo de 2017


El Santo Padre: el desempleo es dramático y la pobreza un fenómeno no solo económico
Redacción

Vaticano: el Óbolo de San Pedro abre una cuenta Facebook
Redacción

Los obispos de Venezuela: no otra Constitución, sino alimentos, medicinas, paz y elecciones justas
Redacción

Cardenal Cipriani: el Papa nos invitó a acercarnos más a Jesús y ser Iglesia en salida
Sergio Mora

Su Presencia, nuestra fuerza – VI Domingo de Pascua
Sergio Mora

San Eugenio de Mazenod – 21 de mayo
Isabel Orellana Vilches

San Arcángel Tadini – 20 de mayo
Isabel Orellana Vilches

El obispo de Roma visita este domingo otra parroquia
Redacción


 

20 mayo 2017
Redacción

El Santo Padre: el desempleo es dramático y la pobreza un fenómeno no solo económico

Recibe a la Fundación Centesimus Annus. Elogia la propuesta de estructuras mediación entre pobres y empresas

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 20 May. 2017).- “Vuestra declaración de este año indica que la pobreza necesita una mejor comprensión en cuanto fenómeno humano y no meramente económico”. Lo indicó este sábado el papa Francisco al dirigirse a los participantes de la Conferencia internacional de la Fundación Centesimus Annus, a quienes recibió en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.

Señaló que es necesario “dar vida en el interior de las comunidades y entre las comunidades y el mundo de los negocios, a estructuras de mediación capaces de poner juntas a las personas y los recursos, iniciando procesos en los cuales los pobres sean los protagonistas principales y los beneficiarios”.

El Pontífice aseguró que “un tal enfoque de la actividad económica, basado sobre la persona, animará las iniciativas y la creatividad, el espíritu empresarial y las comunidades de trabajo y de empresa, y así favorecerá la inclusión social y el crecimiento de una cultura de la solidaridad eficaz”.

El tema de la conferencia internacional fue: Alternativas constructivas en una fase de desajuste global. Ocupación y dignidad del individuo en la era digital. Incentivos a la solidaridad y la virtud cívica”, y se realizó en el Aula nueva del sínodo del 18 al 20 de mayo 2017).

El Pontífice expresó su apreció “por los esfuerzos realizados en buscar alternativas para entender la economía, el desarrollo y el comercio, para responder a los desafíos éticos impuestos por los nuevos paradigmas y formas de poder derivados de la tecnología, de la cultura del descarte y de estilos de vida que ignoran a los pobres y desprecian a los débiles”.

Y aseguró que “las cosas pueden cambiar” si se encuentra un desarrollo sostenible. Se refirió así a la declaración que realizaron este año la que “indica justamente que la lucha a la pobreza exige una mejor comprensión de esta como un fenómeno humano y no meramente económico”.

Así promover el desarrollo humano integral exige dialogar e involucrarse con las necesidades y las aspiraciones de la gente, vuelve necesario escuchar a los pobres a su cotidiana experiencia de privación múltiples y sobrepuestas, pensando a respuestas específicas y a las situaciones concretas”. También a la creación de trabajo en el contexto de la nueva revolución tecnológica en acto.

El Santo Padre señaló su preocupación por “el grave problema de la desocupación de los jóvenes y de los adultos que no disponen de medios para promoverse”, y aseguró que “asumió proporciones realmente dramáticas sea en los países desarrollados que en los en vía de desarrollo”. Tema que debe ser enfrentado con un sentido de justicia ente las generaciones”.

El Papa concluyó elogiando la profundización de estos temas, pero invitando además en empeñarse en un cambio de actitud, de opinión y de estilo de vida, lo que es fundamental para construir un mundo más justo, libre y en armonía”.

 

20/05/2017-14:37
Redacción

Vaticano: el Óbolo de San Pedro abre una cuenta Facebook

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 20 May. 2017).- El Óbolo de San Pedro abre una cuenta en Facebook, con una página en italiano y sucesivamente llegarán en septiembre y octubre las versiones en español e inglés.
Lo informa en un comunicado la Secretaría de Estado del Vaticano ha explicado que el objetivo es “crear un espacio virtual abierto a todos, para compartir y dar a conocer las obras de caridad apoyadas por esta secular iniciativa”.
La elección de utilizar la red social más difundida en el mundo tiene un doble objetivo: por un lado, crear una comunidad abierta a todos y por el otro, compartir y relatar la actividad de esta Oficina de Solidaridad de la Santa Sede.
La página Facebook, del Óbolo de San Pedro. tiene como objetivo favorecer el diálogo con todas aquellas personas que tienen una intención común, ayudar a los más necesitados y sostener concretamente las obras de caridad, dando más visibilidad a la página www.obolodisanpietro.va
Entre ellas la ampliación del Instituto Filippo Smaldone para niños pobres y con lesiones auditivas de Kigali en Ruanda; la asignación de diez bolsas de estudio para ayudar a los jóvenes universitarios desplazados del Kurdistán iraquí o la apertura de una nueva escuela primaria para niños dalit en India.
Desde la página ‘Óbolo de San Pedro’, se recordará que tradicionalmente la colecta tiene lugar en todo el mundo católico, según las diócesis, el 29 de junio, Solemnidad de los Santo Pedro y Pablo o el domingo más cercano a esta Solemnidad.

 

20/05/2017-16:22
Redacción

Los obispos de Venezuela: no otra Constitución, sino alimentos, medicinas, paz y elecciones justas

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 20 May. 2017).- La Asamblea Constituyente que propone el gobierno “es innecesaria”, porque Venezuela cuenta con una de las constituciones más completas del mundo, en cambio “lo que necesita y reclama el pueblo, en primer lugar, es comida, medicinas, seguridad, paz y elecciones justas”.
Lo indicó Mons. Diego Padrón Sánchez, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, en el momento de recibir a la Comisión organizadora de la Asamblea Nacional Constituyente.
Texto completo:
Doctor Elías Jaua Milano, ministro de Educación
Presidente de la Comisión Organizadora de la Asamblea Nacional Constituyente
Sres. Miembros de la misma Comisión
En nombre de la Conferencia Episcopal Venezolana, agradezco su gentileza de venir a esta casa a presentar a los obispos el proyecto general de la Asamblea Nacional Constituyente promovida por el Sr. Presidente de la República. Esta casa nuestra es “la Casa de todos”. Bienvenidos.
Comienzo por manifestarles con mucho respeto que los obispos hemos decidido, después que hayamos escuchado su exposición, no entrar a debatir con Ustedes los pro y los contra de la iniciativa presidencial. Ya hemos declarado nuestra opinión al respecto. En efecto, en el Comunicado que dimos a conocer públicamente el pasado 05 del presente mes y en la Exhortación que publicamos ayer, señalamos:
1. Que esta Asamblea Constituyente es innecesaria, porque Venezuela cuenta con una de las constituciones más completas del mundo. Ella contiene lo que cualquier otra constitución nacional quiere garantizar. Lo que hace falta no es reformar el texto constitucional, sino que el Gobierno le dé pleno cumplimiento a su letra y su espíritu. Y si la cumpliera, podría, en algún caso, proponer su enmienda.
2. Es innecesaria, porque no es lo que el pueblo necesita. Lo que necesita y reclama el pueblo, en primer lugar, es comida, medicinas, seguridad, paz y elecciones justas. La Asamblea Constituyente retrasa el proceso electoral ya sobrepasado en el tiempo, conforme a la Constitución Nacional. Por estas y otras razones, la iniciativa presidencial tiene muy escasa aprobación. No ha traído tranquilidad al país. Incluso dentro del oficialismo hay quienes la adversan o no la consideran conveniente u oportuna.
3. Es inconveniente, porque la nueva estructura de Estado, la estructura comunal, que el Gobierno pretende introducir mediante la Asamblea Constituyente, fue ya consultada al pueblo en 2007 y el pueblo la rechazó. La soberanía popular debe ser respetada.
4. Es inconveniente, porque – como sabemos – la eventual instalación de una Asamblea Nacional Constituyente suprimiría de facto el ejercicio de la Asamblea Nacional, la cual fue elegida por una abrumadora mayoría nacional en elecciones universales, directas y secretas.
5. Es inconveniente, porque no contribuye al entendimiento entre los venezolanos. Ustedes han insistido en que la propuesta presidencial, en los términos en que hasta ahora ha sido formulada, tiene como objetivo el diálogo y la paz. La Iglesia apoya y comparte este objetivo. Pero, al mismo tiempo, está convencida de que el único camino para el diálogo y la paz es la consulta al pueblo sobre si quiere o no esta propuesta presidencial. Hablo de una consulta universal, con voto directo y secreto, tal como lo prevé nuestra Constitución Nacional, en base al principio de “una persona, un voto”. El pueblo es el verdadero sujeto social de la democracia. Para que haya diálogo entre Gobierno y Oposición es imprescindible superar la mutua desconfianza.
Reitero que no queremos profundizar en las motivaciones jurídicas del proyecto de Constituyente, porque nos somos juristas. Preferimos, como ciudadanos preocupados por los graves problemas nacionales y pastores que comparten las angustias del pueblo, abrir un espacio para la reflexión sobre otros asuntos de gran envergadura en los que el Gobierno nacional y la Iglesia pudieran trabajar de común acuerdo en bien del país, como son, por ejemplo, el servicio que Caritas de Venezuela puede prestar en la adquisición y distribución de alimentos y medicinas o en las visitas a los privados de libertad a quienes los cuerpos de seguridad se las restringen. Los presos comunes son atendidos por la Iglesia católica mediante el Servicio de Capellanía Penitenciaria.
Hago votos al Dios y Padre suplicándole que este encuentro sirva para que la situación
del país se encamine por sendas de justicia, reconciliación y paz. Caracas, 19 de Mayo de 2017

 

20/05/2017-18:13
Sergio Mora

Cardenal Cipriani: el Papa nos invitó a acercarnos más a Jesús y ser Iglesia en salida

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 20 May. 2017).- “Al estar con el Papa hemos visto su claridad, su cariño, su cercanía, su interés. El miércoles hemos estado tres horas reunidos con él y ese solo gesto nos compromete a todos a acercarnos más al Señor Jesús, y a colaborar más en esta orientación que es la Iglesia misionera, en salida, que va a buscar a la gente. Como quien indica: ‘Estoy con ustedes para animarlos a que me ayuden en esta tarea’”.
Lo indicó el cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani al conversar este sábado con ZENIT antes de misa en la basílica de Santa María la Mayor, cuando la visita Ad Limina que están realizando los obispos peruanos en Roma está llegando a su fin.
El cardenal añadió: “Salimos muy contentos, muy unidos viendo a un padre común tan cariñoso. Esto nos compromete a ser gente de comunión, gente de unidad”.
Interrogado sobre lo que el Santo Padre les dijo sobre la piedad popular, el arzobispo de Lima indicó: “Una de las cosas que nos une mucho es que en América Latina, al menos en nuestro país, la cultura es católica, cosa que no ocurre en otras partes del mundo. Se piensa con una mentalidad cristiana porque la piedad popular lleva a la gente a que de muy pequeña empieza a acudir al Señor de los Milagros, o al Señor de Luren o a la Cruz de Motupe. Desde muy niños se respiran en el hogar una serie de valores de la fe católica. Eso hace que de alguna manera que en el promedio de la gente haya una relación de afecto y cariño hacia la Iglesia, y un sentido de pertenencia”.
Reconoció entretanto que existen desafíos: “Es la corriente de secularización fuerte que va debilitando en los hogares y las familias ese sentimiento y esa oración”, dijo.
Por ello aseguró, “la tarea nuestra es reforzar esa piedad popular con contenidos. Hay que volver una y mil veces a llevar el catecismo, los motivos de la fe. Y como decía el Papa no solamente que lo conozcan sino que los vean practicar. Reforzar así la enseñanza de la fe en la escuela, en la universidad, la enseñanza propiamente”.
También debemos, aseguró el purpurado, “pedir un poquito más de coherencia a nosotros los obispos, a los sacerdotes y religiosos, y al pueblo fiel. O sea, aquello que predicas practícalo”. Aseguró que “eso tiene que verse en la vida diaria, si eres periodista, deportista, profesor, en el lugar en donde te toque que se vea que allí está un hombre de fe. Ese es un desafío para toda la Iglesia y también para el Perú”.
Interrogado sobre el alto porcentaje de hijos que nacen fuera de los matrimonios, indicó que “es un problema que existe desde hace tiempo, hay más de la mitad que nacen fuera de una relación matrimonial estable” y es fruto de esta ola secularista y hedonista.
Y si de un lado está esta piedad popular y el sentimiento católico, “falta esa presencia de la Iglesia en la enseñanza de los principios morales, en los principios que unen a un matrimonio”. Una “situación urgente pero también de largo aliento, porque no es fácil cambiarla”.
Indicó que en Lima, por ejemplo, hoy están los centros de orientación familiar para profundizar más la preparación al sacramento y el acompañamiento de los primeros años de matrimonio.
Sobre el aborto y las multitudinarias manifestaciones que se realizaron contra, en las calles del país, el cardenal señaló que la interrupción voluntaria no está aprobada y que “el pueblo en Perú es sano y el 90 por ciento lo rechaza según la última encuesta. Pero si empiezan a manipularlo con casos de sentimentalismo y de dificultades, de pronto pueden empezar a confundir la realidad” dijo.
Estas movilizaciones “son para que la gente defienda más el matrimonio en el campo
legislativo y mediático, porque hoy la gran fuerza está en las redes sociales y en la calle”.
Indicó que las instituciones en general se han debilitado y tantas veces no son el camino para expresar las ideas. “La gente no lee tanto el diario y está más metida en facebook , internet, etc. y a veces los políticos por miedo de perder votos atienden más a esas tendencias de las calles que a las discusiones antiguas, ideológicas o de grupos”. Y aseguró: “Las seguiremos haciendo para defender la identidad del pueblo peruano que es netamente católica”.
Al concluir la entrevista en la basílica de Santa María la Mayor, el cardenal indicó una imagen de la Virgen María Reina de la Paz allí presente, y dijo: “Pidámosle a Ave María Pacis la protección para el Papa, para toda la Iglesia y para toda la familia peruana”.

 

20/05/2017-07:55
Sergio Mora

Su Presencia, nuestra fuerza – VI Domingo de Pascua

Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17: “Les impusieron las manos y recibieron al Espíritu Santo”
Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables. Aleluya”
I San Pedro 3, 15-18: “Murió en su cuerpo y resucitó glorificado”
San Juan 14, 15-21: “Yo le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito”

Él ya no es un jovencito pero lo lleva prendido en su mente y en su corazón. Y aunque ya hace muchos años que falleció su padre, platica sus últimos momentos como si fuera ayer. “Es que sus últimas palabras las llevo grabadas en mi corazón y no las puedo olvidar. Para mí fueron como la gran herencia que me dejó para toda la vida. Más que las riquezas sus consejos últimos me han sostenido en todas las dificultades”. Y me detalla sus conceptos sobre los valores, sobre la verdad, sobre el trabajo, sobre Dios. “Ahora ya no hay valores que sostengan la vida. Hay palabras que valen más que un tesoro”.
Jesús no quiere dejar en la orfandad a sus discípulos, ni los quiere desprotegidos, ni que vivan como abandonados. En la intimidad de la Última Cena, abre su corazón y les confía sus tesoros más preciados: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos”. Coloca Jesús el amor como el más valioso de sus tesoros, como el imprescindible para ser su discípulo, como la señal distintiva. No les dice, si ustedes son muy valientes, si me obedecen o si no quieren ir al infierno. La razón fundamental del cristiano, lo que lo mueve, el estilo propio de su conducta es el amor. Podríamos aducir muchas otras motivaciones, muchas implicaciones, pero si en la base no está el amor, es mentira que seamos cristianos. Quizás hemos perdido mucho tiempo en busca de disciplina, doctrina u organización y hemos descuidado lo fundamental: el amor a Cristo y a los hermanos. Es su mandamiento fundamental. Jesús no espera soldados que lo defiendan, Jesús no busca científicos que demuestren su verdad, Jesús no llama legisladores que sostengan su ley, Jesús busca enamorados que vivan a plenitud su misma vida. Entonces sí, bienvenidos los evangelizadores, bienvenidos los soldados, bienvenidos los legisladores, porque si tienen en su corazón el amor sabrán proclamar su Evangelio.
El hombre sufre de angustia y de inseguridad. Le teme al silencio, al fracaso y a la soledad. Porque es cierto que “la soledad purifica pero la ausencia mata”. El evangelio de este domingo está envuelto en la atmósfera de despedida. Jesús está dando las últimas instrucciones a sus discípulos porque ya se va. Los discípulos empiezan a entrever el dolor de la ausencia, pero Jesús anuncia, promete y revela una nueva presencia. Una presencia que cambia el concepto antiguo de Dios y la relación del hombre con Él. En el Antiguo Testamento, y quizás en la mente y vivencia de muchos de nosotros, se tenía el concepto de un Dios como una realidad exterior al hombre y como distante de él. Se necesitan mediaciones para llegar a Él. Así se ponen una serie de elementos que nos llevan a Dios: el templo, la observancia de las leyes, los sacrificios, el sacerdote, los santos. Dios quedaba fuera del mundo y nosotros a veces nos quedábamos anclados en los signos y no llegábamos a Dios, y no es raro que terminábamos dando más importancia al rito, a la ley, al signo que al mismo Dios.
Y Cristo hoy nos descubre una relación dinámica, interior, vivificante. Cristo anuncia esa nueva presencia divina en nosotros, muy dentro en nuestro corazón, en nuestra vida diaria. Y nos asegura tres diferentes modos de presencia que sostendrán la comunidad: su permanencia viva en medio de nosotros, la donación del Espíritu Santo y la presencia íntima de la Trinidad en el corazón de los creyentes al darnos a conocer “Yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”. No estamos solos, Cristo nos asegura: “No los dejaré desamparados”. Y nos descubre este profundo cambio de relación entre Dios y nosotros. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. Nos hacemos templo y santuario de Dios. Dios ya no está fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y de ahí brotan infinidad de consecuencias: la dignidad del hombre y de la naturaleza, la exigencia del respeto al otro que también es santuario de Dios, la primacía del amor sobre los ritos y de la vida sobre la doctrina. Dios está vivo en medio de nosotros, no es doctrina, ni ley, sino vida.
Jesús se va y se queda. Al marcharse el que es el Guía, cuando parece que se agrieta y se desmorona el grupo ante la ausencia del Maestro, recibe la promesa de esta nueva presencia que se hará realidad en la vida de la primera Iglesia, al recibir el Espíritu Santo y descubrir la realidad de la presencia y asistencia de Jesús en medio de todas las vicisitudes de una Iglesia que recién empieza. A pesar de los riesgos que los apóstoles corrían cuando Jesús los dejó “solos”, siguieron conservando su identidad y su tarea porque contaban con el dinamismo del Espíritu Santo. Cada paso, cada nueva crisis, siempre es resuelta con la presencia de Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo. Pero es también todo un reto, porque están más propensos a construir su propia iglesia, su propio grupo y olvidarse de la Iglesia de Jesús. Todo esto tiene una condición: “si me aman...” Si no, todo está perdido.
Hoy debemos preguntarnos seriamente: ¿Qué importancia le damos nosotros a este amor que nos propone Jesús? ¿No hemos perdido demasiado el tiempo en cosas secundarias y nos hemos olvidado de amar al estilo de nuestro Maestro y Pastor? ¿Cuál sería la señal distintiva de nosotros cristianos, de nuestras familias y de nuestras comunidades? ¿Es el amor?
Gracias, Padre Bueno, por el regalo que nos has hecho de la presencia de Jesús. Él es nuestro pastor, nuestro camino y nuestro guía. Concédenos vivir plenamente su mandamiento de amarte y amarnos unos a otros para ser sus dignos discípulos. Amén.

 

20/05/2017-05:47
Isabel Orellana Vilches

San Eugenio de Mazenod – 21 de mayo

(ZENIT – Madrid).- Carlos José Eugenio nació en Aix-en-Provence, Francia, el 1 de agosto de 1782 en el seno de una familia aristocrática con excelente posición económica; su padre desempeñaba un cargo político relevante. De niño mostraba rasgos de autoritarismo y era pronto a la ira, aunque también se advertían en él evidentes destellos de virtud que subrayaban su nobleza y gran corazón. Así, movido por su piedad, en esa época no dudó en intercambiar su vestimenta con un niño carbonero, poniéndose la mísera ropa que llevaba. En 1791 su familia huyó de la guillotina y vivieron exiliados en diversos lugares, entre otros: Niza, Turín, Venecia...
Eugenio estudió en el colegio de Nobles turinés y recibió la primera comunión. En Venecia no pudo cultivar amistades ni ir a la escuela. Entonces un sacerdote amigo y vecino, el padre Bartolo Zinelli, le educó en la fe; fue el germen de su futura vocación sacerdotal. Pero aún hubo vacilaciones. Y es que con tantos vaivenes y conflictos creados por la Revolución francesa, la familia, que estaba al borde de la miseria, partió a Nápoles ciudad que suscitó en el santo un vacío y cierta distancia respecto a la fe. Sicilia y Palermo cerraron inicialmente esa etapa de nomadismo obligado que había llevado. En Palermo los duques de Cannizzaro les acogieron benévola y generosamente a él y a los suyos.
Eugenio vivió junto a la nobleza y adoptó el título de conde de Mazenod. Parecía que se abría un camino para él en la vida cortesana. Pero la verdad es que al regresar a Francia con 20 años, era lo que se diría casi un «don nadie». Además, su familia se había desmembrado por completo al haberse divorciado sus padres. Pensando en obtener fortuna, vislumbró su matrimonio con una heredera rica a la que cortejó, pero la joven murió prematuramente y quedó profundamente consternado. La intensidad de los hechos que se producían en su entorno venían acompañados de grandes interrogantes. Interpelarse sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodeaba fue doloroso, pero conveniente. Cuando un temperamento fuerte como el suyo se orienta en la buena dirección es una fuente de bendiciones. Eugenio tomó partido por Cristo y su Iglesia volcando en ellos su pasión. Tuvieron peso específico dos experiencias espirituales que le marcaron. Una, que le dejó conmovido por la Pasión de Cristo, seguramente se produjo en 1807. Otra posterior le instaba a seguir el camino del sacerdocio. La
situación eclesial del momento no era buena, pero en él reverdecían las enseñanzas del padre Zinelli.
En 1808, pese a no contar con el beneplácito materno, ingresó en el seminario de San Sulpicio de París. Tres años más tarde fue ordenado sacerdote en Amiens. Los misioneros Émery y Duclaux fueron de gran ayuda para él. Su ardiente deseo era ser «el sirviente y sacerdote de los pobres». La aflicción por sus pecados y por los alejados de la Iglesia infundieron en su corazón el anhelo purgante. Este sentimiento de expiación que unía a Cristo lo encauzó a través de su compromiso con una congregación mariana y con un grupo misionero alentado por Charles de Forbin-Janson. El obispo le ofreció ser su vicario general, pero eligió regresar a su ciudad natal para estimular la fe entre los pobres que había decaído peligrosamente. No aceptó ser párroco, sino que inició su labor entre los prisioneros, las personas que trabajaban en el servicio doméstico, los campesinos y los jóvenes. Parte del clero no estaba de acuerdo con él, y buscó otros sacerdotes afines, con gran celo apostólico, que lo secundaron.
Aprendió provenzal y junto a los que compartían el mismo ideal suyo, aglutinados como «Misioneros de Provenza», esparcía el evangelio entre las gentes sencillas, instruyéndolas en su propia lengua. Al ver tanta mies a la que no podía llegar, acudió al papa con objeto de que reconociese oficialmente a la comunidad como una congregación religiosa de derecho pontificio. Obtuvo la aprobación en 1826 con el nombre de Misioneros Oblatos de María Inmaculada. El Santo Padre dio este paso frente a la oposición de varios obispos galos, argumentando: «Me agrada esta sociedad; sé el bien que hace y hará y quiero favorecerla».
Eugenio solamente quiso cumplir la voluntad divina: «Estaría dispuesto a partir mañana mismo a la luna, si fuera esa la voluntad de Dios». A sus hijos les dio esta consigna: «Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas». Ese celo le guiaba al punto de ser considerado como «un segundo Pablo». Era un hombre de oración y excelsa devoción por la Eucaristía, a la que consideró «el centro vivo que sirve de comunicación», así como del Sagrado Corazón. Fue muy probado en su fe. Perdió por un tiempo la nacionalidad francesa, hubo entre los suyos divisiones, abandonos, pérdidas humanas, e incomprensiones hasta de la Santa Sede. Cuando le fue negado el cardenalato prometido, manifestó: «Al acabarse todo, es igual si le entierran a uno con sotana de color rojo o purpúreo; lo principal es que el obispo alcance llegar al cielo». Pasó momentos de gran oscuridad, contrajo una enfermedad a causa de todo ello, pero se aferró a la gracia de Cristo y salió victorioso. No en vano había constatado que «el progreso hacia la santidad exige una constante conversión», apreciación hecha vida.
Fue superior general durante treinta y cinco años, obispo de Marsella, adalid de las clases de religión y escritor. Abrió las puertas a peticiones de distintos movimientos en los que vio una respuesta a las necesidades eclesiales. Así contó con la presencia en su diócesis de 31 congregaciones religiosas. Puso en marcha 22 parroquias, edificó varias iglesias, entre otras, la catedral y el santuario de Nuestra Señora de la Guardia. Deseando apurar conscientemente sus últimos instantes, pidió: «Si me adormezco o me agravo, despertadme, os lo ruego, quiero morir sabiendo que muero». Falleció el 21 de mayo de 1861. Pablo VI lo beatificó el 19 de octubre de 1975. Juan Pablo II lo canonizó el 3 de diciembre de 1995.

 

20/05/2017-06:00
Isabel Orellana Vilches

San Arcángel Tadini – 20 de mayo

(ZENIT – Madrid).- «La caridad no conoce el orgullo salvo para triunfar sobre él, no conoce el amor propio sino para sacrificarlo, ni a la naturaleza sino para hacerla perfecta, ni al hombre sino para hacerle santo». Quién esto expresaba quemó las naves para alzar el vuelo conquistando la eternidad. Nació en Verolanuova, Brescia, Italia, el 12 de octubre de 1846. Era fruto del segundo matrimonio de su padre, que fue secretario del ayuntamiento, y que había enviudado muy joven de sus primeras nupcias; fruto de esta unión vinieron al mundo siete hijos. Desde el principio Arcángel tuvo una salud delicada, al punto de que a los 2 años se temió por su vida ya que estuvo al borde de la muerte. En 1864 inició los estudios eclesiásticos en el seminario de Brescia, donde le había precedido su hermano Julio. Precisamente en la primera misa oficiada por éste en la casa familiar de Verola, Arcángel se había sentido particularmente conmovido y llamado a ser sacerdote como él. Aunque en esta decisión influyeron otros factores históricos. Porque la Italia de su tiempo estaba inmersa en una lucha anticlerical. La Revolución francesa dejó un reguero de mártires en la Iglesia, tanto de religiosos como de sacerdotes, sufriendo destierro otros muchos. Y estos hechos calaron en el santo: «fue entonces cuando me decidí a ser clérigo».
En el seminario se distinguió por su piedad y por su obediencia. En esa época sufrió una funesta caída quedando afectada su pierna derecha; le dejó marcado de por vida con una cojera. Culminó los estudios en 1870 y fue ordenado sacerdote. Su fidelidad a la Iglesia y al Santo Padre le infundían el anhelo de poner a su servicio cualquier medio que tenía a su alcance para defenderlos. Abrió brecha en el apostolado en consonancia con los nuevos tiempos. Observaba que en medio de tantos contratiempos y de situaciones tensas creadas por los incrédulos –esto es, los que tenían a la Iglesia en el punto de mira crítico–, la llama de la caridad cristiana y los rasgos de piedad se mantenían vivos en el hogar de numerosas personas.
Durante el primer año de su ministerio Arcángel tuvo que permanecer en el domicilio familiar restableciéndose de la lesión contraída. De 1871 a 1873 estuvo afincado en Lodrino. Después, fue trasladado al santuario de Santa María de la Nuez, de Brescia, y durante ese tiempo ejerció como maestro. Sumamente atento con las personas necesitadas, las ayudó siempre; especialmente se ocupó de las que perdieron todos los enseres por causa de una riada, consiguiendo comida para varios centenares que alojó en la parroquia. Su celo apostólico y su buen hacer le hizo más que apropiado para integrarse en una parroquia con feligresía delicada, la de Botticino Sera, donde lo destinaron. Llegó en 1885 como coadjutor, y enseguida constató el escaso cuando no nulo entusiasmo que los ciudadanos mostraban hacia la fe. Pero le animaba un ímpetu y espíritu de entrega tales que fue conquistándolos y, a su tiempo, muchos se convirtieron.
Frágil de salud, confiándose a la divina Providencia, vivía inmerso en la oración y en la penitencia. Muchas horas del día las dedicaba a la confesión, cuidaba la liturgia, y era especialmente devoto de la Eucaristía. Fue un hombre austero, un predicador excepcional, tenía grandes dotes de oratoria de las que se aprovechó para inculcar principios morales en los fieles; lo hizo con fuerza y persuasión. La mayoría acogía sus palabras con gran emoción y deseos de penitencia. Fue nombrado párroco arcipreste de esta iglesia a los 41 años, y allí celebraría, poco antes de sorprenderle su muerte, las bodas de plata sacerdotales.
Una de sus líneas de acción apostólica fueron los niños. No solo les instruía en la fe, también se ocupaba de su salud, de que tuviesen buenas pautas higiénicas y les animaba en sus estudios. Además, hizo de ellos buenos monaguillos. Para niños y jóvenes Arcángel fue como un buen padre. Entre otras obras emprendidas, estableció la escuela de canto (introdujo el gregoriano) e incluso fundó una banda de música que tuvo gran éxito. Al reparar en la explotación que sufrían las mujeres en las fábricas –trabajaban catorce horas diarias en un ambiente moralmente degradante para recibir un mísero sueldo–, se empeñó en cercenar la injusticia. Con sus bienes fundó la Sociedad obrera católica del mutuo socorro, e inauguró una fábrica hilandera en la cual generó decenas de empleos dotándola de condiciones dignas para sus obreras. Hizo las gestiones pertinentes para que se les reconocieran los derechos mientras que estuviesen en activo y que no tuvieran problemas después de la jubilación. En este sentido, Arcángel aplicó fructíferamente la Rerum novarum de León XIII.
El jesuita padre Maffeo Franzini, amigo suyo, le aconsejó que fundara una nueva Orden para asistir a las operarias. A fin de cuentas, compartiendo con ellas su trabajo y fatigas había creado un ambiente propicio para difundir el evangelio. En 1900 con un grupo de mujeres creó la congregación de las Hermanas operarias de la santa Casa de Nazaret a quienes puso como modelo la Sagrada Familia. Esta iniciativa apostólica contó con la oposición de algunos potentados de la localidad, pero él no se arredró y siguió adelante. En un momento dado quisieron fusionar su fundación con la de las Hermanas de la Caridad de Brescia, pero el asunto no prosperó. Arcángel sufrió muchas penalidades. Fue calumniado, vilipendiado, y generalmente incomprendido incluso en estamentos eclesiales. Y aunque murió sin ver reconocida su obra dentro de la Iglesia, decía: «Dios la ha querido, la guía, la perfecciona, la lleva a término». Falleció el 20 de mayo de 1912. Fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999. Y canonizado por Benedicto XVI el 26 de abril de 2009.

 

20/05/2017-19:21
Redacción

El obispo de Roma visita este domingo otra parroquia

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 20 May. 2017).- Este domingo la parroquia de San Pier Damiani, en Casal Bernocchi (Acilia), está de fiesta, recibe la visita del papa Francisco.
Situada en las afueras de Roma, hacia el lado del aeropuerto de Fiumicino, el Santo Padre cumple la decimoquinta visita a una parroquia de su diócesis.
Francisco es el tercer pontífice va a visitar a esta comunidad: primero fue Pablo VI, el 27 de febrero de 1972, con motivo del noveno centenario de la muerte de San Pier Damiani, mientras que san Juan Pablo II la visitó el 13 de marzo de 1988.
Antes de la celebración de la misa del domingo por la tarde, el Papa saludará a ochenta niños que se preparan para la primera comunión y a unos cien adolescentes confirmados. Luego tendrá un encuentros con los enfermos, otro con los ancianos, las familias de los niños bautizados este año, los miembros del Camino Neocatecumenal, los operadores pastorales y los voluntarios de Caritas. Además cuatro parroquianos se confesarán con el papa Francisco.
Recibirán al Pontífice el cardenal vicario Agostino Vallini, titular de San Pier Damiani, el párroco y los sacerdotes que allí realizan labor pastoral.