Servicio diario - 23 de mayo de 2017


El Papa en Santa Marta: el mal espíritu entra siempre por los bolsillos
Redacción

Pésame del Santo Padre por las víctimas del atentado terrorista de Manchester
Redacción

Los obispos de Guatemala tuvimos con el Papa un encuentro muy fraterno
Sergio Mora

Foro en el Vaticano de las Mujeres parlamentarias de la Unión Europea y Latinoamérica
Sergio Mora

Solemnidad de la Ascensión del Señor
Antonio Rivero

Beato Luis Zeferino Moreau – 24 de mayo
Isabel Orellana Vilches

San Juan Bautista de Rossi – 23 de mayo
Isabel Orellana Vilches

Raíces familiares de la violencia
Felipe Arizmendi Esquivel


 

23 mayo 2017
Redacción

El Papa en Santa Marta: el mal espíritu entra siempre por los bolsillos

En la homilía de este martes invita a pasar de una religiosidad interesada a las ganancias, a la proclamación: “Jesús es el Señor”.

(ZENIT – Roma, 23 May. 2017).- Muchos consagrados fueron perseguidos por denunciar las actitudes mundanas. Lo indicó este martes el papa Francisco en la homilía de la misa que celebró en la Residencia Santa Marta. E invitó a pasar de un estilo de vida tibio al anuncio gozoso de Jesús.

El su homilía el Papa parte de las lecturas del día, cuando narran sobre la presencia de Pablo y Sila en Filippi, ciudad en la que aceptaban la doctrina “pero todo quedaba tranquilo y no había conversiones”. “No era –aseguró el Santo Padre– la Iglesia de Cristo”.

“Quienes dicen la verdad son perseguidos” y esto “se repite en la historia de la salvación”, aseguró. Cuando el pueblo de Dios servía, no digo los ídolos, pero la mundanidad, entonces el Señor enviaba a los profetas, que eran perseguidos porque “incómodos” como sucedió con Pablo.

“En la Iglesia cuando alguien denuncia las modalidades que existen de mundanidad, es mirado con los ojos torcidos, esto no va, mejor que se aleje”, dicen.

“Yo recuerdo en mi tierra, tantos y tantos hombres y mujeres consagrados, buenos, no ideológicos, pero que decían: “No, la Iglesia de Jesús es así…”. Este es comunista, fuera, y los echaban y los perseguían. Pensemos al beato Romero ¿no?, lo que le sucedió por decir la verdad. Y tantos y tantos en la historia de la Iglesia, también aquí en Europa. ¿Por qué? Porque el mal espíritu prefiere una Iglesia tranquila, sin riesgos, una Iglesia que hace negocios, una Iglesia cómoda, en la comodidad y la tibieza, tibia”.

“El mal espíritu entra siempre por los bolsillos. Cuando la Iglesia es tibia, tranquila, bien organizada y no hay problemas, miren dónde están los negocios”, dijo el Papa. Pero además del dinero, hay otra palabra en la cual el Papa se detiene: ‘alegría’.

Paolo y Sila son llevados delante de los magistrados que ordenan apalearlos y después meterlos en la cárcel. El Pontífice recuerda que la narración del Evangelio indica que los dos cantaban. Y hacia media noche se siente un fuerte temblor y se abre las puertas de la cárcel. El carcelero quería suicidarse porque si los prisioneros se hubieran escapado lo mataban, pero escucha que Pablo le invita a no hacerse mal. El carcelero se convierte, se hace bautizar y “fue lleno de alegría”.

“Este es el camino de la historia de la conversión cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo, sin riesgos, católico, sí, sí, pero tibio, a un estado de vida del verdadero anuncio del Jesucristo, a la alegría del anuncio de Cristo. De una religiosidad que mira demasiado a las ganancias, pasar a la fe y a la proclamación: “Jesús es el Señor”.

Porque “una Iglesia sin mártires, crea desconfianza; una Iglesia que no arriesga, crea desconfianza; una Iglesia que tiene miedo de anunciar a Jesucristo y echar a los demonios, a los ídolos, al otro señor que es el dinero, no es la iglesia de Jesús.

 

23/05/2017-13:46
Redacción

Pésame del Santo Padre por las víctimas del atentado terrorista de Manchester

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Publicamos a continuación el telegrama de pésame por las
víctimas del atentado terrorista que tuvo lugar ayer lunes por la noche en Manchester, enviado por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, en nombre del Santo Padre.
“Su Santidad el Papa Francisco ha sentido una profunda tristeza tras tener noticia de los daños y las trágicas pérdidas de vida causados por el ataque brutal en Manchester, y expresa de todo corazón su solidaridad a todos los afectados por este insensato acto de violencia. Elogia los esfuerzos generosos del personal de emergencia y de seguridad y ofrece la seguridad de su oración por los heridos, y por todos los que han muerto. Recordando de manera particular a los niños y jóvenes que han perdido sus vidas y a sus familias en duelo, el Papa Francisco invoca las divinas bendiciones de paz, curación y fortaleza sobre la nación”.
Cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado
Una explosión durante el concierto dede Ariana Grande en la ciudad de Manchester en el Reino Unido, este lunes 22 de mayo 2017 dejó 22 muertos y 59 heridos. La primera ministra británica Teresa May declaró en conferencia de prensa que las informaciones de las autoridades confirman :”un solo terrorista hizo estallar un artefacto casero cerca de una de las salidas del recinto, eligiendo deliberadamente el momento y el lugar para causar la mayor matanza”. El Estado Islámico (ISIS) se atribuyó el ataque terrorista y hasta el momento hay un detenido.

 

23/05/2017-15:54
Sergio Mora

Los obispos de Guatemala tuvimos con el Papa un encuentro muy fraterno

(ZENIT – Roma, 22 May. 2017).- El papa Francisco recibió este lunes en el Vaticano a los obispos de Guatemala en visita Ad Limina. Mons. Gonzalo de Villa, obispo de Sololá-Chimaltenango, y presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala conversó hoy con ZENIT sobre el encuentro.
En particular profundizó la problemática de las migraciones de su país hacia Estados Unidos, tema que seguramente entrará en la audiencia que este miércoles el Santo Padre concederá al presidente estadounidense Ronald Trump.
¿Cómo fue este encuentro, de qué hablaron?
— Mons. Gonzalo: Fue muy bonito, estuvimos casi dos horas con él en un ambiente coloquial, muy cercano y muy fraterno. Pudimos tocar una diversidad de temas, algunos por iniciativa nuestra, algunos por preguntas o comentarios que el mismo Papa nos fue haciendo. Salimos todos muy contentos y a gusto de haber sentido su cercanía, y también gracias la facilidad del idioma. Nuestra experiencia del día de ayer fue muy hermosa.
¿Cuándo inició y concluye la visita?
— Mons. Gonzalo: La visita inició ayer lunes a las 7 de la mañana, con una misa en la
basílica de San Pedro y concluye el próximo viernes.
¿Conversaron del tema de las migraciones? ¿Cómo influye en un país de 16 millones de personas?
–Mons. Gonzalo: Sí, además sobre el tema el Papa recibirá mañana al presidente Trump. En nuestro caso tenemos 3 millones de guatemaltecos en Estados Unidos. La migración por un lado es una bendición pero por otro una maldición. Tiene una ventaja inmensa, el año pasado el país recibió 6.000 millones de dólares, el siguiente producto de exportación fue el café que llegó a 1.000 millones. Además las remesas se redistribuyen mucho más que cualquier otro producto que se concentra en comerciantes, intermediarios etc. De otro lado permite que muchas familias vivan de este dinero que llega del norte. Eso invita a que otros se sigan yendo, entretanto muchos de los que se van son hombres casados, que siguen enviando dinero pero inician otra familia en el norte. La migración genera problemas graves.
¿Por qué sucede esto en un país relativamente rico?
–Mons. Gonzalo: El problema es que el país no tiene capacidad de general empleo
especialmente en las zonas donde vive más gente y hay menos empleos.
¿Y no hay inversiones?
–Mons. Gonzalo: Otro de los grandes problemas que tenemos es que en el interior del país se ha creado una gran aversión hacia la inversión extranjera, y esa reacción señala que todo el que viene es para saquearnos. La experiencia indica que los empleos que se pueden generar a nivel local son mínimos o peor aún, ilegales, llámese contrabando o narcotráfico.
Un policía me decía que en el municipio en el que veía más delincuencia juvenil era justamente en donde más personas emigraron, creando la peor combinación para un adolescente: no tienen la autoridad paterna presente, pero sí dinero que les llega desde Estados Unidos. O sea que se reemplaza la autoridad con los regalos. La educación de ellos es pésima.
El Santo Padre les habrá animado a proseguir en vuestra tarea...
–Mons. Gonzalo: El Papa conoce bastante esta realidad por lo temas de Aparecida, y lo dicho en la Evangelii Gaudium, la Amoris Laetitia, y por su puesto la Laudato Si’. Todos son temas que nos tocan mucho, a la población indígena y a todo el mundo. El respeto a la creación está en el trasfondo cultural de la población indígena. En eso hay una gran sintonía con el Papa y lo que él plantea.
¿De qué otros temas hablaron?
–Mons. Gonzalo: Salió el tema de las sectas y su crecimiento, está eso que es parte de la sociedad líquida, la gente sale aquí vuelve allá, el grado de fidelidad es mucho menor y esto se vive en la religión, en la política, en el matrimonio; la cultura no es un factor que promueva la fidelidad. Pero por otro lado nuestras iglesias están repletas, con mucha juventud. Y hemos construidos en los diez años años que estoy en mi diócesis, unos 100 templos, algunos con la capacidad 1.000 o 1.500 personas sentadas. El 80 por ciento con recursos y sacrificios locales. Los párrocos tienen que ‘salir’, pero la demanda es masiva y son muchos que vienen. De todos modos hay que salir hacia los que se han alejado.
¿Han invitado al Papa a Guatemala?
–Mons. Gonzalo: Sí, claro y le leí una carta muy bonita de una parroquia de mi diócesis en donde el párroco que estaba allí fue asesinado en 1981. Y este año, el 23 de septiembre será beatificado. Le regalamos al papa su retrato. Es Francis Stanley Rother, un estadounidense que aprendió la lengua local, el tzutujil. Este tema del pasado martirial está presente en la Iglesia y en la labor que la Iglesia desarrolla.

 

23/05/2017-17:35
Sergio Mora

Foro en el Vaticano de las Mujeres parlamentarias de la Unión Europea y Latinoamérica

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 22 May. 2017).- Un Foro sobre de la Mujeres parlamentarias de la Unión Europea y Latinoamérica se realizó en el Vaticano el pasado viernes 19 de mayo, con el auspicio del Pontificio Consejo de la Cultura. No con el objetivo de ser una reivindicación ideológica, sino con el objetivo de ponerse a través de la propia femineidad, al servicio de los demás.
Fueron citados en el encuentro, el Foro de la Mujer (2010), que reúne al mundo femenino de la política, las instituciones y la sociedad civil euro-latinoamericana; la Declaración de la Cumbre CELAC-UE del 2015; la Declaración de Santiago, realizada en el 2013 en Santiago de Chile, para explicar el rol protagónico que la mujer debe tener en la sociedad. Pero también se han señalado documentos pontificios como la carta apostólica Octogesima Adveniens del beato Paulo VI; su encíclica Populorum Progressio y documentos, posteriores en los que se señala la condición de la mujer y su
importancia en la sociedad y en la Iglesia.
María Lía Zervino, Servidora miembro de la Asociación Argentina de Cultura y secretaria general de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas (Umofc), le indicó a ZENIT que “no estamos bien orientadas si tomamos el camino de la reivindicación, de la oposición, de la crítica apasionada e ideológica” sino con “una buena percepción de lo que Dios nos ha dado a cada una: nuestra naturaleza personal y nuestra propia femineidad”. Invitó por ello “a formarnos no para subir al pedestal del poder o de la erudición sino para servir a quienes dependen de nosotras para ser felices en la vida”. Y a “superar el mal de la globalización de la indiferencia”.
“Por eso este Foro, que hoy nos congrega, tiene un enorme valor”, dijo, e hizo un reconocimiento “al Pontificio Consejo de la Cultura que ha instaurado la Consulta Femenina, un primer paso ejemplar para que llegue a ser realidad la voluntad del Papa de tener a las mujeres en espacios decisionales de la Iglesia”.
Una de las organizadoras, Isabel Recabarren indicó que se sintieron “honradas de ser hospedadas en el Consejo Pontificio de la Cultura presidido por el cardenal Gianfranco Ravasi con el deseo de dar inicio a una colaboración que permita intercambiar posiciones referentes a la condición de la Mujer euro-latinoamericana”. Y precisó que “la valencia moral de su Dicasterio y el Pontificado del papa Francisco refuerzan nuestro ideal de dar protagonismo a las cualidades femeninas tan necesarias para el desarrollo de la civilización humana, de la sociedad”.
El encuentro fue abierto por el cardenal Ravasi y entre los relatores estaba la senadora paraguaya Mirtha Palacios, presidenta del Foro de la mujer; la parlamentaria europea Elisabetta Gardini, presidenta del Foro de la Mujer; la presidenta del parlamento Andino, Edith Mendoza; la diputada uruguaya Susana Montaner; la senadora brasileña Gleisi Hoffmann; y los diputados uruguayos Susana Montaner y Juan José Olaizola.

 

23/05/2017-06:32
Antonio Rivero

Solemnidad de la Ascensión del Señor

Ciclo A – Textos: Hechos 1, 1-11; Ef. 1, 17-23; Mt 28, 16-20

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: la Ascensión es la fiesta de la liberación, exaltación y salvación.
Resumen del mensaje: Hoy la Santa Iglesia celebra el misterio de la Ascensión del Señor, el cual, junto con el misterio de Pentecostés, que festejaremos el próximo domingo, configura la consumación del gran misterio de la Encarnación
del Hijo de Dios, Jesucristo Nuestro Señor y viene a ser la fiesta de la liberación, exaltación y salvación.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, sí, la Ascensión es la fiesta de la liberación, pues es una partida de Cristo al Padre, después de haber cumplido su misión redentora aquí en la tierra. Liberación de la soledad y llanto, de los afanes de esta vida, de los achaques pasionales del corazón, de las inclemencias de esta sociedad, de las guerras como ha denunciado el papa Francisco en Belén, de las impertinencias de
los hombres o, como diría Teresa de Ávila, de “esta cárcel y estos hierros en que
el alma está metida”. Y con la liberación viene el grito de alegría y de júbilo. ¿Por qué querer seguir atados a tantas cadenas? ¿Por qué no ir desde ahora desatando tantos hilos que nos atan a esta tierra y así experimentar en el corazón esa verdadera libertad que nos ganó Cristo con su Ascensión?
En segundo lugar, sí, la Ascensión además de ser una liberación es una
exaltación. Es la exaltación de Cristo, como Hijo predilecto del Padre, ahora ya sentado a la diestra de Dios. El Hijo de Dios, que en la tierra no tenía dónde reclinar su cabeza. Exaltación, después de la terrible humillación de la pasión y muerte, donde quedó postrado Jesucristo nuestro Señor. Exaltación, pero mostrando ya gloriosos los signos y estigmas de su flagelación. Hoy es el día de la exaltación de los grandes valores trascendentales frente a los contravalores terrenos. Los valores del alma, del espíritu. Los valores religiosos, los valores éticos y morales. Hoy es el día que Dios exaltó la humildad de Cristo y la nuestra, por encima de la soberbia; la caridad de Cristo y la nuestra, por encima del odio y el egoísmo; el perdón de Cristo y el nuestro, por encima de las venganzas; la paz de Cristo y la nuestra, por encima de las guerras; la obediencia de Cristo y la nuestra, por encima de las rebeldías; la vida santa de Cristo y la nuestra, por encima de la mediocridad y tibieza. ¡Bendita fiesta de la exaltación auténtica!
Finalmente, la Ascensión, es el día de la salvación. La salvación existe y es posible. Hoy tenemos un hombre seguro de su salvación: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Hoy tenemos un hombre-Dios que nos ofrece su salvación, y por eso nos precedió y nos está preparando esa salvación que es el cielo. Está preparando ya los cuartos para cada uno de nosotros. Sin excepción. ¿Querrán todos llegar? Esto es motivo de gran alegría para todos. ¡La salvación es posible! La salvación completa, cuerpo y alma. También para los hombres y mujeres, y no sólo para los ángeles. Nuestra naturaleza humana participará también de esta salvación en Cristo y con Cristo. Y esta salvación la tenemos que predicar a todos los vientos, porque nos da paciencia en la lucha, alegría en la vida, fortaleza en las dificultades. ¡Luchemos por conquistar ese cielo ya abierto y ganado para nosotros por Cristo! Y ese cielo tiene un nombre: es Jesús y su amistad.
Para reflexionar: podemos resumir lo dicho en ese verso del poeta Fray Luis de León: “¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle, hondo oscuro, en soledad y
llanto, y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro?”. ¿Experimento la Ascensión del Señor como una invitación a la liberación, exaltación y salvación de mi propia vida escondida en Cristo?
Para rezar: Recemos con Fray Luis de León en su Oda “En la Ascensión”.
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
A aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! Nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!
Tú llevas el tesoro
que sólo a nuestra vida enriquecía,
que desterraba el lloro,
que nos resplandecía
mil veces más que el puro y claro día.
¿Qué lazo de diamante,
¡ay, alma!, te detiene y encadena
a no seguir tu amante?
¡Ay! Rompe y sal de pena,
colócate ya libre en luz serena.
¿Que temes la salida?
¿Podrá el terreno amor más que la ausencia
de tu querer y vida?
Sin cuerpo no es violencia
vivir; más es sin Cristo y su presencia.
Dulce Señor y amigo,
dulce padre y hermano, dulce esposo,
en pos de ti yo sigo:
o puesto en tenebroso
o puesto en lugar claro y glorioso.
Poesía de Fray Luis de León
Agustino, catedrático de Salamanca (1527-1591)

 

23/05/2017-04:45
Isabel Orellana Vilches

Beato Luis Zeferino Moreau – 24 de mayo

(ZENIT – Madrid).- Nació en Bécancour, Quebec, Canadá, el 1 de abril de 1824. Sus padres eran humildes agricultores. Fue el quinto de trece hermanos; dos de ellos no sobrevivieron. Creció siendo un niño «inteligente, piadoso, modesto, apacible y pensativo». Pero al venir al mundo prematuramente, desde el principio le acompañó su mala salud. Esta deficiencia hizo que sus progenitores buscaran para él un futuro menos fatigoso que el derivado del trabajo en el campo. El párroco Charles Dion les aconsejó que lo destinaran al estudio. Y después de aprender las nociones básicas, en 1839 ingresó en el seminario de Nicolet. En una de sus visitas pastorales el arzobispo de Quebec, Joseph Signay, confirmó sus cualidades para ser ordenado. Pero casi a finales de 1845, año y medio más tarde de producirse este encuentro, la debilidad y estrés originado por unas clases que impartía mermaron sus escasas fuerzas y volvió a Bécancour para llevar una vida acorde con su situación, al amparo de la parroquia donde se propuso continuar los estudios eclesiásticos.
En 1846 no estaba completamente recuperado, y ello indujo a monseñor Signay a recomendarle que permaneciese con su familia y se olvidara del sacerdocio. Recibió esta noticia consternado. Su vocación era sólida, y sin arredrarse, fortalecido por la fe y en un estado de paz, elevó sus oraciones a Dios y actuó con firmeza. El párroco y formadores del seminario que lo conocían bien no lo abandonaron. Con cartas de recomendación viajaron a Montreal. Luís no tardó mucho en recibir la ayuda del obispo de la ciudad, monseñor Ignace Bourget, quien debiendo viajar a Roma se lo confió a Jean Charles Prince, su secretario y director de la escuela, que poco después sería designado primer obispo de Saint-Hyacinthe. Cuando Bourget regresó, anexionó a Luís al obispado. Prince y él pudieron constatar de primera mano las virtudes que adornaban al beato. Ambos fueron sus benefactores.
Fue ordenado el 19 de diciembre de 1846. Durante seis años estuvo al frente de distintas misiones que le dispusieron para poder asistir convenientemente a Prince en 1852 cuando se hizo cargo de la diócesis de Saint-Hyacinthe en calidad de obispo. Fue secretario y canciller suyo. Tuvo en él a un gran maestro. Como discípulo aventajado, Luís aprendió de su sagacidad pastoral y se nutrió de sus enseñanzas, como después le ocurrió con los tres sucesores de este prelado. Fue párroco de la catedral, procurador del obispado, vicario general, secretario del consejo diocesano, encargado de las finanzas y capellán de varias congregaciones de religiosas, entre otras responsabilidades que desempeñó.
Cuatro veces administró la diócesis en ausencia del prelado titular o durante las épocas en las que la sede estuvo vacante. Todo lo asumió con eficacia, haciéndose acreedor de la confianza que depositaron en él. Era ordenado, un trabajador nato, querido y admirado por todos: laicos, religiosos, sacerdotes y fieles en general. Al fallecer el tercer obispo de Saint-Hyacinthe, Charles Larocque, Pío IX le otorgó esta misma dignidad en noviembre de 1875. En manera alguna quería asumir Luís tan alta misión que le colocaba al frente de la diócesis, pero el papa le rogó que aceptase con generosidad lo que denominó «yugo del Señor». Tomó posesión el 16 de enero de 1876. Tenía entonces 51 años, y rigió la joven diócesis durante más de un cuarto de siglo bajo el lema: Omnia possum in eo qui me confortat «Todo lo puedo en Aquél que me conforta» (Flp 4,13).
Era un hombre de oración, de vida sencilla y austera que tenía especial debilidad por los pobres. En el transcurso de su misión episcopal se constató su gran fidelidad a la Iglesia y al papa. En momentos delicados en los que se implicó antepuso su amor por ellos a sus criterios y a los lazos de amistad que le unían a otras personas. Intensa fue su labor pastoral. Reabrió la residencia episcopal, impulsó la construcción de la catedral con los recursos acumulados por su predecesor, abrió las puertas a muchas comunidades religiosas proporcionando a la diócesis la riqueza que conllevan diversos carismas, ayudó social y económicamente a la Unión de San José, un proyecto puesto en marcha por él para sostener a los que quedaron sin trabajo tras el voraz incendio que asoló Saint-Hyacinthe, y prestó su asistencia a los círculos agrícolas. Asimismo fundó, con la colaboración de la venerable Elisabeth Bergeron, las Hermanas de San José con objeto de atender las escuelas rurales de chicos y chicas.
Pasó por esta vida prodigando el bien, abandonado en manos de la divina Providencia. Fue audaz, prudente, solícito y servicial, firme y comprensivo, un apóstol incansable. Estaba disponible para todos. Denunció los desórdenes de la época sin dudarlo. Su cercanía a los sacerdotes y feligreses era fruto de su oración. Reconocido por sus virtudes le asignaron el entrañable apelativo de «el buen monseñor Moreau». Era signo del afecto y gratitud que le profesaban. Este calificativo derivó después en «el obispo santo». El pueblo heredó su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús, por María y José, que difundió en todo momento. Incontables personas le buscaron para recibir su consejo. De ello da constancia el valiosísimo e ingente testimonio espiritual plasmado en más de 15.000 cartas. «No haremos bien las grandes cosas si no estamos determinados por una unión íntima con Nuestro Señor», escribió. Hizo vida esta convicción venciendo la fragilidad que le acompañó toda su existencia. Murió en Saint-Hyacinthe el 24 de mayo de 1901. Juan Pablo II lo beatificó el 10 de mayo de 1987.

 

23/05/2017-06:38
Isabel Orellana Vilches

San Juan Bautista de Rossi – 23 de mayo

(ZENIT – Madrid).- Al examinar los primeros años de su vida parece como si la calamidad se hubiese instalado en su humilde familia y en su propio devenir. Su padre murió joven, la mayoría de sus hermanos fallecieron en la adolescencia y él estuvo aquejado por violentos ataques de epilepsia que se manifestaban con frecuencia. Fueron circunstancias penosas, ciertamente. Pero no condicionaron su existir.
Nació en Voltaggio, Italia, el 22 de febrero de 1698. Su infancia estuvo marcada por la inclinación a lo divino. A los 13 años un primo sacerdote, canónigo de Santa María in Cosmedin, se lo llevó consigo y comenzó sus estudios en el colegio romano de los jesuitas, que completó con los dominicos. Hubo un paréntesis creado por su tendencia a la realización de intensas penitencias que minaron su salud y tuvo que restablecerse fuera del colegio. A su tiempo se percató de que el ayuno de las pasiones es la vía directa para conquistar la santidad, y de que la obediencia a la consigna del director espiritual preserva de errores como dejarse llevar por el propio juicio. Con todo, juzgó que su experiencia le puso a resguardo del orgullo y de la ambición que, de otro modo, hubieran acompañado a sus logros intelectuales. Sostuvo su ascenso espiritual con fervorosa oración. Y al final culminó con éxito sus estudios.
Siendo seminarista visitaba con los demás congregantes de la Minerva a los necesitados. Fue ordenado en marzo de 1721. Entonces profesó un voto de no aceptar prebenda eclesiástica alguna. Siempre actuó con celo, humildad y caridad heroicas. En su intenso apostolado dirigía varios grupos de estudiantes, que dieron lugar a la fundación de la Pía Unión de Sacerdotes seculares anexionada al hospicio de pobres de San Gala. Esta Obra perduró hasta 1935. Alumbró la vida de egregias personalidades dentro del clero, algunos de los cuales llegaron a los altares. En 1731, contando con el juicio positivo de su confesor, el jesuita padre Galluzzi, creó un hospicio para la atención de mujeres desamparadas inspirado de algún modo en el de pobres. Las recogía y las ayudaba hasta que lograba proporcionarles un medio de vida.
En 1737 sin poder eludir el voto que hizo, no le quedó otro remedio que asumir la canonjía en Santa María in Cosmedín. Y este «padre de los pobres» y «amigo de los humildes» distribuyó entre ellos sus pertenencias. Tenía puestos sus ojos en los enfermos, los prisioneros y los desvalidos, fundamentalmente. Los asistía predicando y confesando en hospitales y cárceles, ayudándoles con prodigalidad. Él mismo vivía en precarias condiciones en un granero contiguo a la iglesia. Era su respuesta testimonial contra corrientes de pensamiento imperantes en la época atentatorias contra la religiosidad, además del jansenismo larvado también en sectores curiales que se oponían a la autoridad del pontífice. Pronto fue conocido por los moradores de los barrios marginales de Roma que llenaban la iglesia. Era digno heredero de los padres Tolomei, Ulloa y Giattini, cuya virtud y celo apostólico habían encendido, más si cabe, el suyo. Además, conocía la labor extraordinaria del rector del colegio romano, padre Marchetti, devoto del Sagrado Corazón e impulsor de la catequesis entre los pobres con los que ejercitaba su caridad. Tenía buenos ejemplos a su alrededor.
Sus compañeros fueron en todo momento harapientos, vagabundos, analfabetos, presidiarios..., en suma, los marginados de la sociedad, los que nadie o muy pocos estiman. Veía en estas personas maltratadas por la vida y su entorno el rostro de Dios. Fue para ellos otro Felipe Neri o Juan Bosco; hermano, consejero, amigo, maestro... Simplemente estos sentimientos en los que explica su motivación para consolar a los reclusos, reflejan bien a las claras sus entrañas de misericordia: «Es para hacerles salir del infierno interior en que se hallan; una vez aliviada su conciencia, las penalidades de la detención son más fáciles de aceptar y, de ese modo, consiguen soportarlas en expiación de sus pecados».
No se atrevía a confesar a la gente pensando que no sabría aconsejar debidamente. Pero monseñor Tenderini, prelado de Civita Castellana, con el que se alojó convaleciente de una enfermedad, le pidió que administrase este sacramento en su diócesis, y reparó en su valor. Confió a un amigo: «Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. ¡Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión!». A partir de ese momento dedicó al confesionario muchas horas, y obtuvo por este medio grandes conversiones. Su fama como confesor crecía a la par que lo hacía su caridad. Con exquisito trato y delicadeza penetraba en los entresijos del alma humana haciéndose acreedor de la confianza de los fieles que le abrían su corazón para que sanase sus heridas. Atrajo a la fe a muchos, concilió situaciones personales y reguló estados civiles que se hallaban fuera de los cánones evangélicos. También fue ardiente defensor de Cristo a través de la predicación.
Había abusado de las penitencias físicas prematuramente y eso le dejó una gran secuela en su ya de por sí débil salud que le fue pasando la factura, aunque había
comprendido que la verdadera mortificación estaba en el día a día, dando de sí lo mejor.
«A partir de ahora, no valgo para nada», decía. En la última etapa de su peregrinación en la tierra contrajo una enfermedad que lesionó gravemente su vista; luchó contra ella hasta el fin. El 8 de septiembre de 1763 aún pudo participar en el templo celebrando la festividad del día. Entonces vaticinó: «Rezad por mí, pues ya no regresaré aquí; es la última festividad que celebro con vosotros». Se acentuaron progresivamente sus ataques epilépticos y murió el 23 de mayo de 1764 por fallo cardíaco, en completa pobreza, como había vivido. Había sido agraciado con el don de milagros. Pío IX lo beatificó el 13 de mayo de 1860. Y León XIII lo canonizó el 8 de diciembre de 1881.

 

23/05/2017-06:24
Felipe Arizmendi Esquivel

Raíces familiares de la violencia

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

VER
La violencia domina los escenarios. En la catedral de la Ciudad de México, fue atacado un sacerdote mientras distribuía la sagrada Comunión, celebrando la Misa. En el noroeste del país, fue asesinado otro periodista, aumentando considerablemente los casos de comunicadores asesinados. Los cárteles de las drogas y los grupos delictivos no se tientan el alma para asesinar, desaparecer y amenazar a quien no se someta a sus mandatos. Los noticieros y los medios informativos nos saturan con hechos violentos en Guerrero, Tamaulipas, Michoacán, Veracruz, ¿y dónde no? En nuestro Chiapas, hay violencia por confrontaciones todavía post-electorales, por división entre organizaciones, por luchas entre transportistas, por la posesión de la tierra. Y podríamos seguir enumerando casos y más casos.
Algunas voces exigen que el gobierno ejerza su autoridad y ponga orden en todo esto. Y hay razón para exigirlo, sobre todo cuando la corrupción y los intereses impiden prevenir y evitar muchos casos. Sin embargo, no bastan leyes, policías y ejércitos, cuando el corazón humano está dañado desde sus raíces.
Se dice que toda esta violencia es estructural, que es fruto del sistema político y económico que nos rige. Y también hay razón en señalar esto, porque si, por ejemplo, Estados Unidos hiciera más humanas sus leyes migratorias, no habría tantas muertes violentas en el camino de los migrantes, ni habría indocumentados que, allá mismo, se dedican a delinquir como una forma de expresar su rechazo al racismo tan injusto que experimentan. Sin embargo, aún en los países con mejores sistemas, hay hechos violentos que parecen inexplicables.
Estoy convencido de que una de las raíces más profundas de tanta violencia en el mundo, es la falta de familias bien establecidas, sólidas y con principios morales inculcados por los propios padres. Cuando el papá o la mamá están ausentes, por su trabajo o por otras razones, y no educan en el respeto, el trabajo, la solidaridad, la justicia y la verdad, los hijos crecen expuestos a cualquier tentación. Ven en la televisión que los violentos triunfan, aunque sea en forma momentánea, y quieren imitar ese camino. Se dejan enrolar en acciones criminales, con tal obtener dinero. Y si en casa son frecuentes las escenas violentas, ¿quién no prevé que repetirán esas conductas?

PENSAR
El Papa Francisco, en su Exhortación Amoris laetitia, nos dice: “La familia podría ser el lugar de la prevención y de la contención, pero la sociedad y la política no terminan de percatarse de que una familia en riesgo pierde la capacidad de reacción para ayudar a sus miembros. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, ancianos abandonados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados y sin reglas. Como indicaron los Obispos de México, hay tristes situaciones de violencia familiar que son caldo de cultivo para nuevas formas de agresividad social, porque «las relaciones familiares también explican la predisposición a una personalidad violenta. Las familias que influyen para ello son las que tienen una comunicación deficiente; en las que predominan actitudes defensivas y sus miembros no se apoyan entre sí; en las que no hay actividades familiares que propicien la participación; en las que las relaciones de los padres suelen ser conflictivas y violentas, y en las que las relaciones paterno-filiales se caracterizan por actitudes hostiles. La violencia intrafamiliar es escuela de resentimiento y odio en las relaciones humanas básicas»” (51).
“No se terminan de erradicar costumbres inaceptables. Destaco la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal” (54).

ACTUAR
Si queremos que no haya tanta violencia, cuidemos y protejamos la familia. Si queremos que los hijos no sean atrapados por la violencia, que sus padres no peleen, que aprendan a dialogar sus problemas y reconstruir la armonía familiar; que no se separen y que enseñen a sus hijos a amarse, respetarse, perdonarse y ayudarse. Sólo con familias estables, fieles a Dios y a sí mismas, evitaremos tanta violencia.