Servicio diario - 05 de junio de 2017


El Papa en Sta. Marta: Pío XII al esconder a los judíos cumplía las obras de misericordia
Redacción

Francisco invita a los misioneros de ‘La Consolata’ a evangelizar en las situaciones particulares de nuestro tiempo
Sergio Mora

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Misionera Mundial 2017 – Texto completo –
Redacción

El Santo Padre en la Jornada Mundial del Ambiente, recuerda que éste es un bien de todos
Redacción

Condena del atentado en Londres: después del Papa llega la del Consejo de Musulmanes de Inglaterra
Redacción

San Marcelino Champagnat – 6 de junio
Isabel Orellana Vilches

San Bonifacio – 5 de junio
Isabel Orellana Vilches

A diez años de Aparecida
Felipe Arizmendi Esquivel


 

5 junio 2017
Redacción

El Papa en Sta. Marta: Pio XII al esconder a los judíos cumplía las obras de misericordia

Quien recibió misericordia es capaz de hacer obras de misericordia, indica el sucesor de Pedro

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 5 May. 2017).- Practicar las obras de misericordia no para descargarse la conciencia sino para participar al sufrimiento de los otros, también arriesgando si fuera necesario, como hizo Pio XII al esconder a los judíos, evitando así que no fueran deportados o asesinados. Porque era una obra de misericordia salvar la vida de esa gente.

Lo indicó este lunes el papa Francisco en la homilía de la misa matutina celebrada como todos los días en la residencia Santa Marta en el Vaticano.

El Santo Padre parte de las lecturas del hoy, que narran cuando los judíos son deportados en Asiria. Tobi, ayuda a escondidas a enterrar a los judíos asesinados impunemente. Así cumplir las 14 obras de misericordia corporal y espiritual, significa no solo compartir lo que uno tiene sino también sufrir con los que sufren.

No para decir “me quito un peso de arriba” sino para compartir los problemas de los otros. El Papa invita entonces a preguntarse “¿Sé compartir, soy generoso?”. “¿Sé ponerme e los paños de quien sufre?”.

“Tantas veces se corren riegos. ¡Pensemos aquí en Roma, durante la guerra, cuántos se han puesto en peligro, iniciando por Pío XII, para esconder a los judíos de manera que no fueran asesinados, para que no fueran deportados! Arriesgaban la propia piel. ¡Pero era una obra de misericordia para salvar la vida de toda esa gente!” y subrayó la palabra: “Arriesgar”.

“Hacer obras de misericordia es incómodo”, reconoce el Pontífice.
– ‘Yo tengo una amiga enferma, querría ir a visitarla pero no tengo ganas… prefiero descansar y mirar la televisión’.
Realizar obras de misericordia significa siempre sufrir incomodidades. Son incómodas. Pero el señor sufrió la incomodidad por nosotros: acabó en la cruz para darnos misericordia”, indicó el Santo Padre.

Y ha concluido indicando que “quien es capaz de hacer una obra de misericordia es porque sabe que él mismo ha sido ‘misericordiado’. Y nosotros debemos hacer lo mismo con nuestros hermanos”.

 

05/06/2017-10:57
Sergio Mora

Francisco invita a los misioneros de ‘La Consolata’ a evangelizar en las situaciones particulares de nuestro tiempo

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 5 May. 2017).- El papa Francisco concedió este lunes en el Vaticano, una audiencia los misioneros y misioneras de La Consolata, que participan del Capítulo general.
A ellos, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, les exhortó a “profundizar el propio carisma, para proyectarse con renovado arrojo en la obra de evangelización, con la perspectiva de las urgencias pastorales y de las nuevas pobrezas”.
Y a realizar un “atento discernimiento sobre la situación de las poblaciones en medio de las cuales realizan la obra evangelizadora, sin cansarse de llevar consolación a las poblaciones que muchas veces son marcadas por gran pobreza y sufrimiento agudo, por ejemplo en tantas partes de África y América Latina”.
A los discípulos del beato Giuseppe Allamano les invitó así a “darse cuenta de cuánto Dios nos ama, que es más de lo que nosotros le amamos”. Y aseguró que “nos hace bien considerar sobre todo esta prioridad del amor de Dios, gratuito y misericordioso, y sentir nuestro empeño y esfuerzo como una respuesta”. Porque “tenemos una gran necesidad de redescubrir siempre el amor y la misericordia del Señor para desarrollar la familiaridad con Dios”.
También invitó a recordar a los hermanos y hermanas de esta familia religiosa “que coronaron el servicio misionero con el sacrificio de la vida” y a seguir su ejemplo.
Les además les solicitó a “recoger con alegría los continuos estímulos para renovarse y empeñarse, que provienen del contacto real con el Señor Jesús, presente y operante en la misión a través del Espíritu Santo”. Y les aseguró que “esto les consentirá estar activamente presente en los nuevos areópagos de la evangelización”, incluso si comportara el sacrificio “de abrirse a situaciones que con su realidad de particular necesidad, se revelan emblemáticas para nuestro tiempo”.
“En el esfuerzo de recalificación del estilo del servicio misionero –aseguró el Papa– será necesario privilegiar algunos elementos significativos, como la sensibilidad a la inculturación del Evangelio, el espacio a la corresponsabilidad de los operadores pastorales, la decisión de adoptar formas de presencia simple y pobre entre la gente”.
Añadió que: “Una atención especial merece el diálogo con el Islam, el empeño por la promoción de la dignidad de la mujer y los valores de la familia, la sensibilidad por los temas de la justicia y de la paz”. El Papa concluyó impartiendo su bendición apostólica a toda la ‘Familia de La Consolata‘.

 

05/06/2017-11:12
Redacción

Mensaje del papa Francisco para la Jornada Misionera Mundial 2017 – Texto completo –

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 5 May. 2017).- El mensaje del papa Francisco con motivo de la Jornada Misionera Mundial 2017 que se celebrará el próximo 22 de octubre, fue dado a conocer este domingo, Solemnidad de Pentecostés.

El Santo Padre en diez puntos aborda los siguientes temas:

La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida; la misión y el kairos de Cristo;
la misión que inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio; los jóvenes, que representan la esperanza de la misión; el servicio de las Obras Misionales Pontificias; y hacer misión con María, que es, precisamente, la Madre de la evangelización.

Francisco también escribe que “la misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime” y recuerda con las palabras del Papa Benedicto XVI en su Carta Encíclica Deus caritas est : “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. El sucesor de Pedro concluye su mensaje invitando a todos a proseguir en la misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización.

Texto del Mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la Jornada Misionera Mundial 2017 que se celebrará el próximo 22 de octubre:

La misión en el corazón de la fe cristiana

Queridos hermanos y hermanas:
Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?
La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida
1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.
2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).
La misión y el kairos de Cristo
3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276).
4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).
5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.
La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio
6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.
7. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (ibíd., 49).
Los jóvenes, esperanza de la misión
8. Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.
El servicio de las Obras Misionales Pontificias
9. Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.
Hacer misión con María, Madre de la evangelización
10. Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí» en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.

 

05/06/2017-15:33
Redacción

El Santo Padre en la Jornada Mundial del Ambiente, recuerda que éste es un bien de todos

(ZENIT – Roma, 5 Jun. 2017).- “No nos olvidemos nunca que el ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos”.
Con este mensaje en su cuenta ‘Twitter”, el papa Francisco quiso recordar la Jornada Mundial del Ambiente, que se celebra el día de hoy, la cual fue instituida por las Naciones Unidas en 1972. El tema que lleva este año es: “Conectar las personas a la naturaleza, en la ciudad y en el campo, desde los polos hasta el Ecuador”.
El papa Francisco su encíclica titulada con la frase en dialecto umbro ‘Laudato Si‘, en honor al Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís, que en español significa ‘Alabado Seas’, pide una acción mundial para combatir la degradación ambiental y el cambio climático.
Firmada el 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del año 2015 fue presentada el 18 de junio de ese año. La encíclica lleva el subtítulo ‘Sobre el cuidado de la casa común’.

 

05/06/2017-16:33
Redacción

Condena del atentado en Londres: después del Papa llega la del Consejo de Musulmanes de Inglaterra

(ZENIT – Roma, 5 Jun. 2017).- Tras el atentado del sábado por la noche en Londres, llegan las condenas, desde el papa Francisco hasta el Muslim Council of Britain, el Consejo Musulmán de Inglaterra.
En la noche del sábado una furgoneta atropelló a unos veinte peatones en el Puente de Londres y se dirigió al cercano mercado gastronómico de Borough Market, donde sus tres ocupantes bajaron y acuchillaron a varias personas dejando 7 muertos y 48 heridos. Ataque que ocurre a doce días del atentado suicida en Manchester reivindicado por el Isis, a la salida del concierto de Ariana Grande, con 22 muertos, entre ellos muchos jóvenes y niños, concierto que fue replicado ayer domingo en beneficencia para las familias afectadas.
El papa Francisco después de la oración el Regina Coeli, este domingo en la Plaza de San Pedro, dijo: “Que el Espíritu dé la paz al mundo entero; que cure las llagas de la guerra y del terrorismo, que esta noche nuevamente ha golpeado a civiles inocentes en Londres: oremos por las víctimas y sus familias”.
Por su parte el secretario general del “Muslim Council of Britain” Harun Khan, señaló que “somos testigos otra vez del horror desencadenado en nuestras calles”. Y añadió: “Estamos profundamente consternados y condenamos estos ataque de manera firme y fuerte”.
Esta vez además de condenar, las comunidades islámicas lanzaron una campaña en todas las mezquitas y asociaciones islámicas del país para “facilitar una respuesta de base al desafío del terrorismo”, pidiendo sean señaladas las “actividades sospechosas” y “dando una mano” y cooperando con el Gobierno.
Señaló también su rabia porque este atentado se ha realizado durante el Ramadán, lo que “demuestra que estas personas no respetan ni la vida ni la fe”.
Harun Khan, añadió que “estas personas no tienen que encontrar ningún lugar para esconderse” y que “hoy lanzamos una campana para exhortar a nuestras mezquitas y a las asociaciones para que aumenten su vigilancia”.
Pidió reforzar “nuestras mezquitas, capacitar a nuestros imanes, a nuestros jóvenes líderes y a otros, dando instrumentos para que sepan relacionarse con los jóvenes y enfrentar la fascinación que el Isis despierta en ellos”. Aseguró también que el atentado “no es el islam, no es el camino indicado por nuestro querido Profeta”.
Su mensaje concluye invitando a “no hacer crecer las voces del odio” porque el ataque al London Bridge “nos hace enojar a todos y queremos hacer algo”. Sobre las medidas más duras anunciadas por el Gobierno dijo: “Estamos de acuerdo con el Primer ministro, de que las cosas tienen que cambiar. Porque cuando es demasiado es demasiado”.

 

05/06/2017-04:38
Isabel Orellana Vilches

San Marcelino Champagnat – 6 de junio

(ZENIT – Madrid).- Marcelino José Benito nació el 20 de mayo de 1789 en Marlhes, Francia. Era el penúltimo de diez hermanos. Sus padres poseían una granja y un molino. Juan Bautista, su progenitor, era un hombre honesto y conciliador. Creía en los ideales proclamados por la Revolución: libertad, igualdad y fraternidad. Por eso fue designado para ejercer todas las responsabilidades de la localidad. Pero entre otras acciones le tocó redactar el acta de supresión de la labor que llevaban a cabo los Hermanos de las Escuelas Cristianas fundados por La Salle. Entonces Marcelino tenía 4 años y nada permitía pensar que unas décadas más tarde su vida seguiría una senda similar a la de esos religiosos. Entre tanto, aprendía de su padre valores cruciales para la vida como el amor por el trabajo y las dotes de empresa, aunque luego, instado por las circunstancias y movido por el ideario que sustentaba la Revolución, la actitud de Juan Bautista se radicalizaría. De su madre y de una tía religiosa de San José, privada del convento por instancias políticas, Marcelino se impregnó de su riqueza espiritual.
Su infancia se caracterizó por la piedad, la caridad y su gran devoción por María. Todo ello contrarrestó la experiencia traumática que presenció en la escuela por el pésimo trato que su maestro infligió a un compañero. Tímido y asustado por lo que pudiera recaer sobre él –tenía 11 años y adolecía de la preparación básica que poseían los demás– al día siguiente de iniciar las clases no regresó al recinto escolar. Por otro lado, muy lejos estaba de la delicadeza el sacerdote que aplicó un mote a un muchacho, siendo adoptado por otros niños en medio de la natural algarabía que se produce a estas edades. Este hecho también afectó al carácter del santo, que años más tarde hizo notar: «Ved ahí frustrada la educación de un niño y expuesto, por su mal carácter, a ser la desdicha de su familia y una pesadilla para todo el mundo. Todo, como consecuencia de una palabra no pensada en un momento de impaciencia».
Con la fundación de la que sería artífice iba a dar contundente respuesta a estas deficiencias. Pero antes, en la adolescencia, abandonada la escolaridad se dedicó a observar lo que hacía su padre a cuyo lado aprendió un poco de todo: agricultura, albañilería, carpintería... Tuvo la gracia de hallar a un buen sacerdote, el padre Allirot. Éste, urgido por la necesidad apostólica de otros presbíteros que buscaban jóvenes vocaciones al sacerdocio, los acompañó al hogar de los Champagnat y se fijaron en Marcelino que tenía 14 años. Le invitaron a estudiar latín, y al despedirse le hablaron de la necesidad de aprender esa lengua, diciendo: «Hijo mío, tú debes ser sacerdote; Dios lo quiere». Al poco tiempo su padre murió y la familia quedó malparada económicamente, así que se costeó los gastos con lo que obtuvo pastoreando las ovejas.
Al llegar al seminario menor de Verrières en 1805 se dio cuenta del error que cometió renegando del estudio. Apenas sabía leer y escribir. El fracaso escolar le acechaba, y le sugirieron regresar a casa. Superó las dificultades orando, encomendándose a san Francisco de Regis –era también devoto de san Luís Gonzaga–, y consiguió ingresar en el seminario mayor de Lyon en 1813, regido por los Padres del Oratorio. Fue una etapa importante para su formación espiritual. Mantenía con la Virgen largos coloquios y entendió que era la vía para llegar a su Hijo. Su lema fue: «Todo a Jesús por María; todo a María para Jesús».
Antes de ser ordenado, él y otros seminaristas que compartían la devoción mariana se plantearon qué podían hacer para erradicar la ignorancia e indiferencia religiosa que apreciaban. Así surgió la «Sociedad de María». Pero Marcelino sentía que debían atender a los jóvenes, ofreciéndoles educación cristiana, y recibió el mandato de poner en marcha personalmente esta idea. Tras su ordenación fue vicario en la parroquia de La Valla-en-Gier. Partía asido a la férrea convicción de que la oración es pilar del apostolado y de que únicamente podría ofrecer a los demás el patrimonio que había recibido gratuitamente.
Con espíritu de penitencia y exclusiva dedicación al ministerio atendió numerosos caseríos, algunos de los cuales se hallaban a dos horas de camino de la casa parroquial. La ignorancia era supina y la práctica religiosa casi inexistente. Aunque el párroco tenía cierta desidia, el santo actuó pacientemente, con ejemplar obediencia y servicialidad sometiendo su quehacer al juicio de aquél. Con su cercanía se ganó a la gente. Catequizando a los niños llegó a los adultos. Asistía a los enfermos haciendo frente a severas inclemencias meteorológicas y veía la mano de Dios en sus recorridos porque llegaba a tiempo para administrar a los moribundos los últimos sacramentos.
Un día se vio junto al lecho de un joven enfermo de gravedad que a sus 17 años desconocía las verdades elementales del cristianismo. Esta honda experiencia espoleó definitivamente su afán por remediar esta carencia. Creó la congregación de Hermanos Maristas en enero de 1817 con los dos primeros integrantes, Juan María Granjon y Juan Bautista Audrás. Después, surgieron espinosos problemas. Cuando le instaron a someter su obra a otra Sociedad, guardó silencio esperando conocer la voluntad de Dios. Ni su propio confesor le aceptó; vivió la experiencia del «abandono» de Cristo.
En 1825 se libró de la muerte tras una severa enfermedad, pero no de las secuelas. Al año siguiente monseñor Gaston de Pins lo relevó como vicario de La Valla permitiéndole dedicarse a su obra. Pero las dificultades prosiguieron por un motivo u otro. Parte del clero lo tenía mal conceptuado. Lo denominaban: «ese Champagnat loco» porque trabajaba afanosamente como albañil construyendo su casa. Especialmente dolorosas fueron las tensiones internas; los propios miembros de su Orden le obligaron a dimitir. Su vida austera y penitente y sus muchos afanes minaron su endeble salud. Falleció el 6 de junio de 1840. Pío XII lo beatificó el 29 de mayo de 1955. Juan Pablo II lo canonizó el 18 de abril de 1999.

 

05/06/2017-06:30
Isabel Orellana Vilches

San Bonifacio – 5 de junio

(ZENIT – Madrid).- Por su misión unificadora este primer arzobispo de Maguncia y patrón de Alemania ha sido considerado una de las destacadas personalidades de la Europa de su tiempo. Contribuyó a establecer el cristianismo, fue gran reformador de la Iglesia de los francos, y tuvo un papel relevante en la alianza establecida entre los carolingios y el papado.
Nació hacia el 680 posiblemente en Kirton, Wessex. Pertenecía a una familia acomodada. Le impusieron el nombre de Winfrid. Desde los 5 años se propuso convencer a su padre para que le permitiese ingresar en el cenobio, y cuando tenía 7 su progenitor accedió a que entrase en la abadía de Exeter. Su formación tuvo lugar en ella y en la de Nursling, diócesis de Winchester, un lugar prestigioso debido a la acertada dirección del abad Winbert. Impartió clases en este centro y redactó Ars grammatica, primera gramática latina que veía la luz en Inglaterra, así como otros textos, incluida una obra en verso.
No le interesó el conocimiento como tal. Cifró su afán en el estudio de la Biblia que le fascinaba; gran parte de su enseñanza estaba fundamentada en ella. Fue ordenado a los 30 años, y tras un sínodo le encomendaron la misión de visitar al arzobispo de Canterbury al objeto de que sancionara lo tratado en él. Le habían considerado idóneo para ello por su virtud y dotes diplomáticas. Winbert falleció hacia el 716, y le eligieron para sucederle, pero declinó asumir la misión y emprendió viaje a Alemania junto a tres monjes. Llegaron a Utrecht, sede del rey Radbod, acérrimo enemigo de la fe católica, donde su predecesor san Willibrord, «apóstol de los Frisianos», se hallaba evangelizando el lugar desde el año 690. Bonifacio y él convivieron estrechamente durante un año, y juntos difundieron el amor a Dios. Pero el litigio que en ese momento enfrentaba a Carlos Martel y al monarca Radbod cercenó sus planes. Como les sucedió a otros apóstoles, fueron despiadadamente perseguidos. Willibrord emprendió la huida refugiándose en la abadía que fundó en Echternach, mientras que Bonifacio regresó a Nursling. Después viajó a Roma para entrevistarse con Gregorio II. El pontífice le dio la carta de investidura confiriéndole la facultad de evangelizar Alemania, le impuso el nombre de Bonifacio en honor a un mártir del mismo nombre del siglo IV, y le abrió su paternal corazón esperando que expusiera cualquier dificultad que pudiera surgir en su delicada tarea.
Llegó a Friesland para alegría del anciano obispo Willibrord que le acogió con los brazos abiertos. Permaneció junto a él tres años, pero aspirando a predicar la fe a otras gentes viajó al interior de Alemania. Desde Hesse fue avanzando en su labor misionera, y comenzaron las fundaciones. Willibrord pensó en él para que le sucediera, pero Bonifacio se negó. Sin embargo, cuando volvió a Roma para informar a Gregorio II supo que tendría que acoger la voluntad del pontífice y asumir la sede episcopal. Previamente había debido corroborar su fe redactando una profesión. Fue consagrado obispo en noviembre del año 722. Después partió a Hesse.
En esta zona, cerca de la actual ciudad de Fritzl, se produjo la tala del roble considerado sagrado para las tribus germánicas, hecho que la iconografía se ha ocupado de reproducir profusamente. Bonifacio se dispuso a derribar con un hacha este árbol que representaba a Thor, dios del trueno. Y en un intento de demostrar la supremacía del auténtico Dios sobre la superstición, retó a esta profana deidad a fulminarle con un rayo si lograba echarlo abajo. Al ver en el suelo el roble, y al santo indemne, los paganos se convirtieron. El primer biógrafo de Bonifacio, Willibaldo, atribuyó a un milagroso golpe de viento el derribo definitivo del corpulento árbol. Sea como fuere, la gente se bautizó. Después, con la madera Bonifacio hizo construir una capilla dedicada a san Pedro.
Puestos los pilares de la evangelización, se trasladó a Turingia, donde permaneció hasta el año 731. Contó con la ayuda de reyes y poderosos, y erigió monasterios para hombres y mujeres formándoles en una genuina vida monástica. Gregorio III lo consagró arzobispo y, como tal, durante los nueve años que permaneció en Baviera, elaboró y siguió el excelente plan apostólico que había proyectado. Logró llevar el evangelio a los centros neurálgicos de Alemania. En otro de sus viajes a Roma el año 738 asistió a un concilio. Fue obsequiado con numerosas reliquias para las fundaciones. Soñó erigir un monasterio en el centro de Alemania, y junto a su discípulo san Sturmi en el año 741 comenzó a construir la abadía de Fulda, un Montecassino germano, en el terreno cedido por Carlomagno. Culminó la obra el 12 de enero de 744. Bonifacio no vivía con la comunidad de Fulda, pero viajaba para instruirla; fue para él lugar de reposo y recogimiento. A su muerte este centro espiritual tenía 400 monjes.
El papa Zacarías le concedió el privilegio de la inmunidad pontificia al objeto de evangelizar Alemania con sus hermanos. Fue característico del santo su afán por mantener incólume la unidad de la Iglesia. Para ello impulsó varios sínodos. Nunca se desalentó. A Cuthbert, arzobispo de Canterbury, le escribió el año 747: «Luchemos con decisión en el día del Señor, pues han llegado días de aflicción y miseria. (...) No seamos perros mudos, ni observadores taciturnos, ni mercenarios que huyen frente a los lobos. Al contrario, seamos pastores solícitos que velan sobre la grey de Cristo, que anuncian tanto a las personas importantes como a las sencillas, tanto a los ricos como a los pobres, la voluntad de Dios (...) a tiempo y a destiempo». El año 753 seguía misionando, y al dirigirse a Utrecht fue asaltado por un nutrido grupo de iracundos paganos. El 5 de junio del año 754 un golpe de espada segó su vida en Dokkum junto a 52 monjes. Antes les infundió ánimo, diciéndoles: «No temáis. Todas las armas de ese mundo no pueden matar el alma». Sus restos se veneran en el monasterio de Fulda, cumpliendo la voluntad que expresó al presentir su muerte.

 

05/06/2017-06:42
Felipe Arizmendi Esquivel

A diez años de Aparecida

+ Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

Del 13 al 31 de mayo de 2007, estuvimos reunidos en el santuario de Aparecida cerca de 250 personas, la mayoría obispos con derecho a voz y voto, junto con varios presbíteros, religiosas y laicos con derecho a voz, que aportaron mucho al desarrollo de esta V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe. Aparecida está entre Río de Janeiro y Sao Paulo, Brasil. El tema fue propuesto por algunos que participamos en reuniones del CELAM y completado por el Papa Benedicto XVI: Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida. Tuve la gracia de ser elegido para vivir este gran encuentro eclesial, representando al episcopado nacional, junto con otros hermanos obispos del país.
Ya había participado en la IV Conferencia, en octubre de 1992, en Santo Domingo, República Dominicana, cuyo tema central fue Nueva evangelización, promoción humana y cultura cristiana. También formé parte del Sínodo de América, realizado en Roma en noviembre-diciembre de 1997. Su tema fue El encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América. Con estos aportes, el Papa San Juan Pablo II elaboró la Exhortación La Iglesia en América.
Soy testigo de la acción sorprendente del Espíritu Santo en su Iglesia. Nosotros hacemos lo que podemos; opinamos, proponemos, redactamos, compartimos, corregimos, dialogamos y oramos mucho; pero los resultados rebasan nuestros esfuerzos humanos. El Espíritu guía a su Iglesia. Yo que he vivido personalmente estas reuniones, que he sufrido las tensiones y presiones que nunca faltan, pero que también he gozado con tanta vida que hay en nuestra Iglesia latinoamericana y americana, doy testimonio de que los documentos que producimos y las orientaciones que ofrecemos manifiestan la acción amorosa del Espíritu Santo. Me quedo sorprendido por los resultados, que nos rebasan completamente.
En Aparecida, me eligieron como secretario, junto con otro obispo brasileño, en el grupo que nos tocó elaborar la propuesta que se concretó en el capítulo II del documento final, que corresponde al paso Ver: Mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad. En el plenario, se le hicieron todas las modificaciones que los participantes presentaron, y luego todo pasó a la Comisión Central de Redacción, que presidía el cardenal Bergoglio, el actual Papa Francisco. Todas estas son mediaciones humanas, y siempre me digo: ¡Cómo es posible que haya salido un documento tan importante y trascendente! Nosotros hicimos lo que pudimos; pero la obra es del Espíritu. Lo afirmo, lo gozo y lo comparto. ¡El Espíritu Santo guía a su Iglesia!

PENSAR
Es imposible, en este breve artículo, hacer un resumen del documento. Sólo resalto algo que me llena, me apasiona, me motiva:
“Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Éste es el mejor servicio -¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones” (DA 14).
“Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y trasmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (DA 18).
Y es a partir de Jesucristo, de ser sus discípulos, como nos convertimos en sus misioneros en todos los ambientes: sociales, económicos, políticos, culturales, ecológicos y religiosos. Jesús nos inspira, nos mueve, nos exige, nos orienta, nos impulsa. Con El, nosotros cambiamos y cambiamos el entorno.

ACTUAR
El Documento de Aparecida es muy completo y no ha perdido actualidad. Invito a releerlo con un corazón abierto, descubriendo qué quiere decir el Espíritu a su Iglesia, para que sea fiel a Jesús.