Servicio diario - 10 de junio de 2017


Parlatino: Mensaje del Papa Francisco sobre las migraciones (texto completo)
Redacción

JMJ Panamá 2019 – El Papa nos dijo: “No se preocupen que Pedro irá”
Sergio Mora

Italia: el Papa aboga por el trabajo de los jóvenes
Redacción

Santa María Rosa Molas y Vallvé – 11 de junio
Isabel Orellana Vilches

A imagen de Dios – La Santísima Trinidad
Enrique Díaz Díaz


 

10 junio 2017
Redacción

Parlatino: Mensaje del Papa Francisco sobre las migraciones (texto completo)

“Dar respuesta a este «grito» que se eleva desde el corazón del emigrante”

Aquí es el mensaje que el Papa Francisco envió a la señora Blanca Alcalá, Presidente del Parlamento Latinoamericano y Caribeño (Parlatino), por la XXXIII Asamblea General (9-10/06/2017, Panamá) sobre el tema: “Diálogo Parlamentario de Alto Nivel sobre Migración en América Latina y el Caribe: Realidades y Compromisos rumbo al Pacto Mundial”.

“Del título de su encuentro me gustaría destacar tres palabras, que invitan a la reflexión y al trabajo: realidad, diálogo y compromiso”, dice el Papa.

Y el Papa añade : “El trabajo es enorme y se necesitan hombres y mujeres de buena voluntad que, con su compromiso concreto, puedan dar respuesta a este «grito» que se eleva desde el corazón del emigrante.”

AB

Mensaje de Papa Francisco

A la señora Blanca Alcalá
Presidente del Parlamento Latinoamericano y Caribeño

Estimada en el Señor:

Con motivo del Foro «Diálogo Parlamentario de Alto Nivel sobre Migración en América Latina y el Caribe: Realidades y Compromisos rumbo al Pacto Mundial», la saludo en su calidad de Presidenta y, junto a usted, a todos los que tomarán parte en este evento. Los felicito por esta iniciativa que tiene como objetivo ayudar y hacer la vida más digna a aquellos que, teniendo una patria, lloran por no encontrar en sus países condiciones adecuadas de seguridad y subsistencia, viéndose obligados a emigrar a otros lugares.

Del título de su encuentro me gustaría destacar tres palabras, que invitan a la reflexión y al trabajo: realidad, diálogo y compromiso.

En primer lugar, la realidad. Es importante conocer el porqué de la migración y qué características presenta en nuestro continente. Esto requiere no sólo analizar esta situación desde «la mesa de estudio», sino tomar contacto con las personas, es decir con rostros concretos. Detrás de cada emigrante se encuentra un ser humano con una historia propia, con una cultura y unos ideales. Un análisis aséptico produce medidas esterilizadas; en cambio, la relación con la persona de carne y hueso, nos ayuda a percibir las profundas cicatrices que lleva consigo, causadas por la razón o la sinrazón de su migración. Este encuentro ayudará a dar respuestas factibles en favor de los emigrantes y de los países receptores, asimismo contribuirá a que los acuerdos y las medidas de seguridad sean examinados desde la experiencia directa, observando si concuerdan o no con la realidad. Como miembros de una gran familia, debemos trabajar para colocar en el centro a la «persona» (cf. Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9 enero 2017); ésta no es un mero número ni un ente abstracto sino un hermano o hermana que necesita sentir nuestra ayuda y una mano amiga.

En este trabajo es indispensable el diálogo. No se puede trabajar de forma aislada; todos nos necesitamos. Tenemos que ser «capaces de pasar de una cultura del rechazo a una cultura del encuentro y de la acogida» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, 2014). La colaboración conjunta es necesaria para elaborar estrategias eficientes y equitativas en la acogida de los refugiados. Lograr un consenso entre las partes es un trabajo «artesano», minucioso, casi imperceptible pero esencial para ir dando forma a los acuerdos y a las normativas. Se tienen que ofrecer todos los elementos a los gobiernos locales como también a la Comunidad internacional, a fin de elaborar los mejores pactos para el bien de muchos, especialmente de los que sufren en las zonas más vulnerables de nuestro planeta, como también en algunas áreas de Latinoamérica y el Caribe. El diálogo es fundamental para fomentar la solidaridad con los que han sido privados de sus derechos fundamentales, como también para incrementar la disponibilidad para acoger a los que huyen de situaciones dramáticas e inhumanas.

Para dar una respuesta a las necesidades de los emigrantes, se requiere el compromiso de todas las partes. No podemos quedarnos en el análisis minucioso y en el debate de ideas, sino que nos apremia dar una solución a esta problemática. Latinoamérica y el Caribe tienen un rol internacional importante y la oportunidad de convertirse en actores claves ante esta compleja situación. En este compromiso «se necesita establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia» (Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 11 enero 2016). Estos sirven para establecer prioridades en la región también con una visión de futuro, como la integración de los emigrantes en los países que los reciben y la ayuda al desarrollo de los países de origen. A éstas se suman otras muchas acciones que son urgentes, como la atención a los menores: «Todos los niños tienen derecho a jugar […], tienen derecho en definitiva a ser niños» (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, 2017). Ellos necesitan nuestra solicitud y ayuda, también sus familias. A este respecto, renuevo mi llamado para detener el tráfico de personas, que es una lacra. Los seres humanos no pueden ser tratados como objetos ni como mercancía, pues cada uno lleva consigo la imagen de Dios (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 197-201).

El trabajo es enorme y se necesitan hombres y mujeres de buena voluntad que, con su compromiso concreto, puedan dar respuesta a este «grito» que se eleva desde el corazón del emigrante. No podemos cerrar nuestros oídos a su llamado. Exhorto a los Gobiernos nacionales a asumir sus responsabilidades para con todos los que residen en su territorio; y renuevo el compromiso de la Iglesia Católica, a través de la presencia de las Iglesias locales y regionales, en responder a esta herida que llevan consigo tantos hermanos y hermanas nuestros.

Por último, los animo en esta tarea que realizan y pido la intercesión de la Virgen Santa. Ella, que también vivió la emigración huyendo a Egipto con su esposo y su Hijo Jesús (Mt 2,13), los cuide y sostenga con su ayuda maternal.

Por favor, les pido que recen por mí; y pido al Señor que los bendiga.

Vaticano, 7 de junio de 2017

FRANCISCO

[Texto original: Español]

(c) Libreria Editrice vaticana

 

10/06/2017-06:17
Sergio Mora

JMJ Panamá 2019 – El Papa nos dijo: “No se preocupen que Pedro irá”

(ZENIT – Roma, 10 Jun. 2017).- El papa Francisco ha recibido este jueves en el Vaticano a los obispos de Panamá, quienes están en visita ‘ad limina‘. La realizan como cada Conferencia episcopal después de una cierta cantidad de años. Es una peregrinación a Roma, para rezar en los umbrales (ad limina) de las tumbas de san Pedro y san Pablo, y reiterar su fidelidad al Santo Padre.
ZENIT pudo conversar con Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, responsable de la arquidiócesis de Panamá, quien señaló que “ha sido un encuentro de gran fraternidad, hemos experimentado la cercanía del padre y del hermano y sobre todo la presencia de Pedro que viene a confirmar la fe de la Iglesia que peregrina en Panamá”.
Mons. Ulloa indicó que incluso se sentaron en círculo “y Francisco dijo: ‘Estamos aquí para escucharnos, para que juntos podamos discernir lo que le Espíritu quiere para las Iglesias’. Iniciamos ese día con la misa en Santa Marta y con la audiencia, que duró casi dos horas”.
La primera cosa fue “presentarle a él los avances para la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá para el 2019. Ya tenemos el comité local, el de apoyo por parte del Estado y pero lo más interesante es que son los jóvenes que se están involucrando”, dijo.
Interrogado si Francisco les aseguró su presencia, el arzobispo de Panamá señaló: “Francisco me dijo, ‘no te preocupes que Pedro Irá’. Y con esto creo que el Papa quiso quitar el lado personalista”.
Otro tema que abordaron, indicó el prelado panameño es el de la familia, porque “la ideología de género tiende a meterse silenciosamente para destruir ese concepto de familia y del ser humano como criatura de Dios”.
Los laicos entraron también en la agenda, indicó, y Papa les dijo: “Mucha de la la fuerza de la Iglesia está en un laicado activo y nos invitaba a acompañarlos y a formarlos. Y que evitemos la gran tentación de clericalizarlos. Que insistiéramos que los laicos son los constructores de una nueva humanidad, que no se queden ad intra, sino que sean capaces de salir y ese fermento del Evangelio esparcirlo allí, en sus lugares, en la política, en la economía, en la educación y en todos los ámbitos, y para ello tiene que hacer escuchar su voz”.
El Santo Padre no se olvidó de los jóvenes “porque dijo que la Iglesia y el mundo deben darle oportunidad a ellos y así como nos decía de los laicos, indicó que creamos en los jóvenes, que no son el solo el futuro pero ya el presente”. Por eso nos exhortó a “lograr que los jóvenes entiendan que son los protagonistas de los cambios que necesita el mundo y la Iglesia”.
Nos invitó también que “en la preparación del sínodo de la juventud no escuchemos solamente a lo jóvenes de nuestras iglesias, sino también a los que están afuera, a los que no creen, a los que confrontan”.
El arzobispo de la capital panameña señaló que además “el Papa nos pidió que tengamos una gran preocupación por las necesidades de los sacerdotes. Hablamos de la necesidad de una pastoral presbiteral de animación sacerdotal. Y nos insistía en la formación permanente del Clero. Porque ahí está la clave para que el clero pueda acompañar y dejarse acompañar por los laicos”.
Sobre la inmigración Mons. Ulloa señaló que “en mi país somos lugar de recepción, este año tuvimos la gran migración de cubanos, y ahora estamos tocando el tema de Venezuela y Colombia. Además está el tema de los refugiados, porque las leyes tardan tanto y los refugiados no pueden trabajar”.
Al concluir la entrevista, el arzobispo indicó que la Iglesia en su país está realizando varias obras, “como el acompañamiento a los hermanos con VIH sida, con una casa de acogida. Además del centro Juan Pablo II, para recuperación de personas con adiciones”. Aseguró que “son algunas de las tantas respuestas concretas a la realidad que vive el país”.
Estaban presentes en la audiencia:
Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, O.S.A., arzobispo de Panamá con los obispos
auxiliares:
Mons. Pablo Varela Server, Vescovo tit. de Macomades rusticiana; Mons. Uriah Ashley,
obispo tit. Agbia; Mons. Rafael Valdivieso Miranda, obispo de Chitré; Mons. Manuel Ochogavía Barahona, O.S.A., obispo de Colón-Kuna Yala; Mons. Edgardo Cedeño Muñoz, S.V.D., obispo de Penonomé; Mons. Audilio Aguilar Aguilar, obispo de Santiago de Veraguas; Mons. Aníbal Saldaña Santamaria, O.A.R., prelado de Bocas del Toro; Mons. Pedro Joaquín Hernández Cantarero, C.M.F., obispo titular de Tabraca y vicario apostólico de Darién.
Y el cardenal José Luis Lacunza Maestrojuán, obispo de David.

 

10/06/2017-13:06
Redacción

Italia: el Papa aboga por el trabajo de los jóvenes

“Reafirmó el llamamiento a generar y acompañar procesos que den lugar a nuevas oportunidades de trabajo digno” para los jóvenes, dijo el Papa Francisco en su discurso en el Palacio del Quirinal, en marco de la visita al Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, este 10 de junio de 2017.
El Papa devolvió la visita al Vaticano del Presidente de Italia, el 18 de abril de 2015.
Trabajo y valores fundamentales
“Reafirmó el llamamiento a generar y acompañar procesos que den lugar a nuevas oportunidades de trabajo digno, las dificultades juveniles, los nuevos pobres, la dificultad que los jóvenes encuentran al formar una familia y al traer al mundo hijos encuentran un denominador común en la insuficiencia de la oferta de trabajo, y muchas veces precario o mal retribuido que no permite una seria proyección. Es necesaria una alianza de sinergias y de iniciativas para que los recursos financieros sean puestos al servicio de este objetivo de gran respiro y valor social y no sean en cambio disueltas y dispersas en inversiones especulativas”, dijo el Papa: “los valores fundamentales” de la cultura italiana son “la dignidad de la persona, la familia, el trabajo.” Migraciones y laicidad positiva
El Papa habló también de las migraciones en Europa: “Me alegra subrayar que Italia mediante la generosidad de sus ciudadanos y el compromiso de sus instituciones y haciendo un llamado a sus abundantes recursos espirituales, se empeña en transformar estos desafíos en ocasiones de crecimiento y en nuevas oportunidades. Una prueba, entre otras es la acogida a los numerosos prófugos que desembarcan en sus costas, la acción de primeros auxilios garantizada por sus naves en el Mediterráneo y el compromiso de grupos de voluntarios, entre los cuales se distinguen asociaciones de entes eclesiales y la capilar red de parroquias. También es una prueba el gran compromiso de Italia en ámbito internacional en favor de la paz, de la conservación de la seguridad y de la cooperación entre los Estados”.
Y sobre el tema de la relaciones Estado-Iglesia, el Papa subrayó el concepto de la laicidad “italiana”, “positiva”: “Este compromiso, que evoca el principio de la distinción fijada en el art. 7 de la Constitución, expresa y promueve al mismo tiempo una peculiar forma de laicidad, no hostil, ni conflictiva, sino amigable y colaborativa, si bien en la rigurosa distinción de las competencias propias de las instituciones políticas de un lado y de aquellas religiosas del otro”.

 

10/06/2017-11:34
Isabel Orellana Vilches

Santa María Rosa Molas y Vallvé – 11 de junio

(Madrid – ZENIT). – Pablo VI sintetizó lo que dio de sí la vida de esta santa mujer para tantos desvalidos, reconociendo en ella la sabiduría divina que latía en su excelsa acción caritativa. Fue, según sus palabras, «maestra de humanidad, que vivió el desafío humanizante de la civilización del amor». A su vez, Juan Pablo II concretó su labor diciendo que: «consolaba sosteniendo la esperanza de los pobres, defendiendo su vida y sus derechos, curando heridas del cuerpo y del alma; consolaba luchando por la justicia, construyendo la paz, promoviendo a la mujer; consolaba con humildad, con mansedumbre, con bondad y misericordia; consolaba con la libertad de los hijos de Dios que nada temen».
Nació en Reus, Tarragona, España, el 24 de marzo de 1815 en la transición del Jueves al Viernes Santo, un hecho destacado por su biógrafo que vio en ello un signo anticipatorio de lo que sería su devenir. Sus padres eran catalanes, aunque el cabeza de familia tenía ascendencia andaluza; se ganaban la vida como artesanos. A su lado forjó su carácter enérgico, tenaz, sensible, intuitivo y generoso; no le pasaba desapercibido el sufrimiento de quienes le rodeaban. La primera comunión marcó el inicio de una vida espiritual que iría madurando progresivamente al punto de exclamar: «Quien llega a probar cuán dulce es Dios no puede dejar de caminar en su presencia».
A los 16 años decidió ser religiosa. Su padre, creyente comprometido, no supo ver el alcance de su petición y le negó el permiso. La santa esperó una década. Transcurrido ese tiempo dio el paso definitivo, aunque tuvo que dejar su hogar a escondidas. Llegó al hospital de Reus dirigido por la «Corporación de Caridad» y se integró en ella. Y caridad ofreció a raudales, dando inequívoco testimonio de fe, poniéndose de parte de los débiles. Esta mujer valerosa, casi emulando a la heroína Agustina de Aragón, cuando en junio de 1844 cayeron las bombas sobre Reus no dudó en atravesar la línea de fuego junto a otras hermanas y presentarse ante el general Zurbano pidiéndole clemencia para la población, demanda que le fue concedida. Cinco años más tarde el ayuntamiento de Tortosa pensó en la idoneidad de las religiosas para gestionar la Casa de Misericordia que atravesaba un momento delicado. La atendieron cuatro, encabezadas por María Teresa. Ésta nuevamente brilló por su admirable labor y celo hacia los desvalidos, almas fragmentadas sin cobijo y con numerosas carencias.
Antes de hallarse en posesión de la titulación de magisterio, que obtuvo en 1852, dirigió una escuela pública de niñas. Siguiendo la indicación de sus superiores, cursó estudios en secreto. Cuando el hecho se hizo público, recayeron sobre ella las sanciones pertinentes que culminaron con su separación del centro escolar. Paciente y generosa, no se quejó, no albergó resentimiento alguno, ni quedó afectada por las numerosas críticas y ataques que recibió. Puso su experiencia al servicio de los demás dando lugar a la apertura de un lazareto. En 1852, siendo ya profesional acreditada, dirigió el hospital de la Santa Cruz. Caridad y justicia fueron parejas en su vida. Se negó a jurar ante la máxima autoridad local presupuestos atentatorios contra la Iglesia. Con bravura defendió a las madres lactantes y a los discriminados en sus trabajos. No se arredró cuando tuvo que enfrentarse a un médico que pretendía utilizar monstruosamente la ciencia para experimentos quirúrgicos con niños abandonados por sus padres; se expresó con tanta contundencia que logró impedir este grave e inmoral desatino.
Desde ese año de 1852 fue madurando una idea que ponía a los pies de Cristo. La corporación a la que pertenecía no estaba bajo autoridad eclesial; era un asunto que había tratado con la superiora sin hallar eco. El hecho le inquietaba porque quería vivir al abrigo de la Iglesia, y no veía que estuviera haciéndolo. Entonces comenzó una etapa de discernimiento que llevó a su oración. Después de realizar diversas consultas, y aunque le costó mucho la decisión, se separó de las hermanas de Reus. El 14 de marzo de 1857 surgía la fundación de la nueva congregación. En esa fecha pidió la admisión de las trece hermanas integrantes «bajo la obediencia y dirección de la autoridad eclesiástica diocesana». En noviembre del año siguiente, una vez que fueron autorizadas, tomaron el nombre de Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación. Y así culminaba otro paso más de la vida de esta santa mujer enamorada de Dios.
Ese «Esposo dulce», a quien tiernamente denominaba también «dulzura mía», en numerosas ocasiones se «ocultó», y caminaba envuelta en la bruma de la aridez, como le ha sucedido a tantos seguidores de Cristo. La oscuridad y «silencio de Dios» fue un acicate para vivir la humildad, el olvido de sí y la abnegación heroica por amor a Él y al prójimo, sentimientos que sintetizó diciendo a sus hermanas: «Todo sea para gloria de Dios. Todo para bien de los hermanos. Nada para nosotras». Tenía claro que aquello que se ofrece generosamente revierte en bendiciones sobre uno mismo. Es decir, que el sujeto de cualquier acción caritativa es el primero que percibe su riqueza. Esta convicción la transmitía a sus hijas: «El misericordioso se hace bien a sí mismo». Experimentaba la fortaleza y el poder que Dios otorga a quienes le siguen con sincero corazón.
La conciencia de pequeñez estaba viva dentro de sí, pero sabía que por encima de ella predomina la voluntad de Dios que ha elegido actuar a través de sus débiles hijos. Por eso decía a sus hijas, con la certeza que proviene de la fe, que pese a ser insignificantes todas podían ser «instrumentos de su misericordia». Murió el 11 de junio de 1876 después de solicitar permiso de su confesor, diciéndole: «¡Déjeme marchar!». Pablo VI la beatificó el 8 de mayo de 1977. Juan Pablo II la canonizó el 11 de diciembre de 1988.

 

10/06/2017-05:15
Enrique Díaz Díaz

A imagen de Dios – La Santísima Trinidad

Éxodo 34, 4-6. 8-9: “Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente” Daniel 3: “Bendito seas para siempre, Señor”
II Corintios 13, 11-13: “Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”
San Juan 3, 16-18: “Dios envió a su Hijo para el que el mundo se salvara”

Todavía con el corazón sorprendido por tanta bondad de personas de las tres diócesis: Morelia, San Cristóbal e Irapuato, voy poco a poco asimilando cada uno de la multitud de detalles que se conjugaron en mi llegada a Irapuato. Frente a mí tengo una de las ofrendas que me presentaron como representativa de esta diócesis: un triptico del año de la fe que enmarcado entre los símbolos de la diócesis y de la Iglesia, se abre para manifestar en el centro una imagen de la Santísima Trinidad. Todo gira en torno a esta imagen y así nos señala que todo, todo de verdad, debe estar centrado en torno a nuestro Dios Uno y Trino, amor, relación, comunidad. Es lo que da sentido a nuestra vida, a nuestra actividad, a nuestros sueños y afanes.
Con frecuencia el hombre busca modelos o referencias que den sentido a su persona. Y cuando el hombre mira en lo más profundo de su interior para analizar su propio ser, descubre que lleva esa referencia inscrita en lo más profundo de ser: una referencia al Ser Superior, al Creador. A este fondo inalcanzable de nuestro propio ser responde la palabra “Dios”. Dios significa esto: la profundidad última de nuestra vida, la fuente de nuestro ser, la meta de todo nuestro esfuerzo. No es un tapa-huecos, no el fantasma que asusta y condiciona, ni tampoco una manera fácil de explicar el mundo. Es la realidad y relación más profunda del hombre que descubre la grandeza de su propio “yo” pleno y abierto a compartir, a relacionarse y a vivir en plenitud. Así, nuestro propio ser expresa la experiencia que nosotros tenemos de Dios. Por eso me fascina esta manifestación de nuestro Dios: Uno y Trino, Relación y Amor que nos presenta Jesús. ¡Qué lejos del Dios justiciero y vengador que aparece en muchos momentos en el Antiguo Testamento! Y sin embargo, hay muchos que viven con estas caricaturas de la imagen de un Dios lejano, aislado, terrible e inquisidor y así lo viven en sus vidas.
Dios uno y trino es amor, es su primera y más grande expresión. Y a eso estamos llamados todos los cristianos. Cristo nunca intentó dar explicaciones de cómo el Padre y Él eran uno solo. No formuló doctrina para que nos quedara muy clara esa unidad de tres Personas; simplemente habló del amor que hay entre ellos y de su deseo de que este mismo amor haya entre todos los hombres. Es el ideal de toda persona y de la Iglesia: poner en el centro a la Trinidad, al Dios uno y Trino. Así evitaremos la tentación de un autoritarismo o de una anarquía. Si Dios es comunión y amor, el hombre encontrará su verdadero sentido, uniendo al mismo tiempo la importancia y dignidad de la persona junto con la importancia y dignidad de la comunión. Cuántos individuos, esgrimiendo el derecho de la persona, pasan por encima de la comunidad, pero también cuántas dictaduras y gobiernos, arguyendo el bien común, atropellan los derechos individuales. Solamente el modelo de la Trinidad nos permite encontrar un sano y fecundo equilibrio entre persona y comunidad. Juntos crecen, juntos son fecundados y juntos crean una verdadera imagen del Dios Trino.
Desde pequeños nos enseñamos a iniciar nuestro día y nuestra actividad, “En nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, porque queremos indicar que todo nuestro ser tiende a buscar a nuestro Dios. A veces al expresar el nombre “Santísima Trinidad”, podríamos tener la impresión de estarnos refiriendo a una entidad abstracta, inmóvil y lejana. Por las palabras de Jesús podremos experimentar que no es así: es un dinamismo de amor continuo entre las personas de la Trinidad y una fuente de amor inagotable hacia el hombre: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna”. El hombre encuentra su plenitud al ser amado por Dios, nos llena de alegría el participar del amor Divino, del amor de Jesús que se entrega hasta el fin. El amor conyugal, el amor fraternal y el amor de familia tienen su más rico modelo en el Dios Trino y Uno, que ama y que da vida plena. La experiencia de este Dios, que es unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio al otro. Así la experiencia que tenemos de nuestro Dios es una fuente inagotable de vida, dinamismo y compromiso. No puede verdaderamente creer en Dios quien está segando la vida del hermano, quien se encierra en sí mismo y rompe la comunión, quien vive apático frente a los hermanos. La experiencia de nuestro Dios Uno y Trino que nos invita a participar de su misma vida y nos compromete seriamente en la construcción de un mundo de acuerdo a nuestra fe: una fe comunitaria, de amor y participación.
San Juan nos ofrece hoy las palabras precisas donde encontramos el centro y eje de toda nuestra vida cristiana: “Tanto amó Dios al mundo...”. Esa es la Buena Noticia: somos hijos de un Papá Dios que nos ama, somos hermanos de un Hijo Mayor, Jesús, que da la vida por nosotros, y estamos habitados por el Espíritu que es vida y santidad. Ahí está la buena y gran noticia. Si esto lo comprendiéramos y lo viviéramos no podríamos vivir tristes ni permitir que nuestros hermanos vivieran tristes, solos o abandonados. Es doloroso comprobar que muchas veces los que nos decimos creyentes no somos capaces de descubrir y experimentar esta fe como una auténtica fuente de vida, y nos contentamos con ir sobreviviendo, cargando con nuestra existencia a más no poder. Nos olvidamos de ese Dios cercano, familia, comunidad, que toma la iniciativa para amarnos, que se entrega sin condiciones, con plenitud y lealtad y que sostiene y anima nuestra vida.
Hoy, al celebrar a la Santísima Trinidad, debemos cuestionarnos seriamente si somos esa imagen de amor, de entrega y unidad que es nuestro Dios. Si hemos vencido los miedos, ambiciones y discriminaciones hacia los hermanos que también son hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Jesús y templos del mismo Espíritu. Es un gran cuestionamiento también sobre la forma de educar y vivir en la familia. La Santísima Trinidad es el modelo de educación, integración y amor familiar.
Santísima Trinidad, concédenos experimentar el gran Amor del Padre, la entrega incondicional de Hijo, y la fuerza y vitalidad del Espíritu Santo. Amén.