Servicio diario - 13 de junio de 2017


Mons. Fisichella: la solidaridad es la terapia ante la pobreza
Sergio Mora

Mensaje del santo padre Francisco para la I Jornada Mundial de los Pobres
Redacción

El Papa en Santa Marta exhorta: ‘El testimonio cristiano sea sal y luz’
Redacción

Venezuela: Maduro escribe al Papa pidiendo la mediación de la Iglesia con la oposición
Redacción

Sínodo sobre los jóvenes: lanzan una web para aumentar la participación
Redacción

El Vaticano convoca a un “Debate internacional sobre la corrupción”
Redacción

Publican el balance IOR 2016: “El dinero tienen que servir y no gobernar”
Sergio Mora

Domingo XI del tiempo ordinario
Antonio Rivero

Beata Francisca de Paula de Jesús – 14 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

13/06/2017-12:47
Sergio Mora

Mons. Fisichella: la solidaridad es la terapia ante la pobreza

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Jun. 2017).- El Mensaje para la primera Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el papa Francisco al concluir el Jubileo de la Misericordia, fue presentado este martes en la Sala de prensa de la Santa Sede, por el presidente del Consejo Pontificio de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, junto el secretario de dicho Consejo, Mons. José Octavio Ruiz Arenas.
Respondiendo a los periodistas, Mons. Fisichella indicó que “la pobreza abrazada por amor de Dios y renunciando a lo efímero y descartable es virtud. En cambio la pobreza que se sufre porque impuesta, es una injusticia”.
Recordó además una frase espontánea del papa Francisco en su homilía, al concluir el Jubileo de la Misericordia: “La persona humana puesta por Dios en la cumbre de lo creado es muchas veces descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más precioso a los ojos de Dios”.
Así el Papa propone a los creyentes tener con los pobres “un compartir que se vuelva estilo de vida”. Y el desafío que propone, añadió Mons. Fisichella “consiste en salir de la indiferencia, de las certezas y de las comodidades que son con frecuencia el lugar privilegiado de una cultura del bienestar” para “reconocer que la pobreza es también un valor con el cual confrontarse”.
Mons. Fisichella reconoce que el Papa en este mensaje, no esconde las dificultades que emergen en nuestros días “para identificar de manera clara la pobreza”. Así “él habla de los miles de rostros marcados por el dolor, la marginación, la prepotencia, violencia, torturas, cárcel, guerra, privación de la libertad y de la dignidad” Y también “de la ignorancia, analfabetismo, emergencias sanitarias, falta de trabajo, la trata, esclavitudes, el exilio, la miseria y las migraciones forzadas”.
Y añade que “la pobreza tiene el rostro de mujeres y hombres, y de niños explotados por viles intereses, pisados por las lógicas perversas del poder y del dinero”. Presenta lo que Mons. Fisichella define como “una lista cruel e incompleta” que crece cada vez más por la “avidez de pocos y la indiferencia generalizada”.
La terapia que podría ayudar a aliviar a esta patología se encuentra “en la reciprocidad”, como indica el logo de esta jornada. Y cita las palabras del Papa en el mensaje: “Benditas las manos que se abren para recibir a los pobres y ayudarlos: son manos que llevan esperanza”.
Una invitación que se dirige a toda la Iglesia, a los hombres y mujeres de buena voluntad”. Y precisa: “independientemente de la religión, color de la piel y de la nación a la que se pertenece”.
Pide también en la semana anterior a esta fecha “crear momentos de encuentro y amistad, de solidaridad y de ayuda concreta”. E invitar a los pobres y voluntarios “a participar en la santa Eucaristía del domingo y sucesivamente recibir a los pobres como huéspedes privilegiados de nuestra mesa”.
Un mensaje, concluye el presidente del Consejo Pontificio de la Nueva Evangelización, que se vuelva “un llamado fuerte a nuestra conciencia” para “entender el Evangelio en su verdad más profunda” y que los pobres más que un problema puedan ser para nosotros “un recurso para aprovechar y vivir la esencia del Evangelio”.

 

13/06/2017-10:00
Redacción

Mensaje del santo padre Francisco para la I Jornada Mundial de los Pobres

(ZENIT – Cuidad del Vaticano).- El mensaje del papa Francisco con motivo de la 1º Jornada mundial de los pobres ha sido presentada este martes en la sala de prensa de la Santa Sede. Es un fruto del Jubileo de la Misericordia y la fecha fue fijada por la carta apostólica Misericordia et Misera publicada al concluir ese Año Santo. Este año se celebrará el 19 de noviembre de 2017, en el XXXIII domingo del Tiempo Ordinario.

Mensaje del Santo Padre I Jornada Mundial de los Pobres

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario 19 noviembre 2017

“No amemos de palabra sino con obras”

1. «Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1 Jn 3,18). Estas palabras del apóstol Juan expresan un imperativo que ningún cristiano puede ignorar. La seriedad con la que el «discípulo amado» ha transmitido hasta nuestros días el mandamiento de Jesús se hace más intensa debido al contraste que percibe entre las palabras vacías presentes a menudo en nuestros labios y los hechos concretos con los que tenemos que enfrentarnos. El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres. Por otro lado, el modo de amar del Hijo de Dios lo conocemos bien, y Juan lo recuerda con claridad. Se basa en dos pilares: Dios nos amó primero (cf. 1 Jn 4,10.19); y nos amó dando todo, incluso su propia vida (cf. 1 Jn 3,16). Un amor así no puede quedar sin respuesta. Aunque se dio de manera unilateral, es decir, sin pedir nada a cambio, sin embargo inflama de tal manera el corazón que cualquier persona se siente impulsada a corresponder, a pesar de sus limitaciones y pecados. Y esto es posible en la medida en que acogemos en nuestro corazón la gracia de Dios, su caridad misericordiosa, de tal manera que mueva nuestra voluntad e incluso nuestros afectos a amar a Dios mismo y al prójimo. Así, la misericordia que, por así decirlo, brota del corazón de la Trinidad puede llegar a mover nuestras vidas y generar compasión y obras de misericordia en favor de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran necesitados.
2. «Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha» (Sal 34,7). La Iglesia desde siempre ha comprendido la importancia de esa invocación. Está muy atestiguada ya desde las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro pide que se elijan a siete hombres «llenos de espíritu y de sabiduría» (6,3) para que se encarguen de la asistencia a los pobres. Este es sin duda uno de los primeros signos con los que la comunidad cristiana se presentó en la escena del mundo: el servicio a los más pobres. Esto fue posible porque comprendió que la vida de los discípulos de Jesús se tenía que manifestar en una fraternidad y solidaridad que correspondiese a la enseñanza principal del Maestro, que proclamó a los pobres como bienaventurados y herederos del Reino de los cielos (cf. Mt 5,3). «Vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2,45). Estas palabras muestran claramente la profunda preocupación de los primeros cristianos. El evangelista Lucas, el autor sagrado que más espacio ha dedicado a la misericordia, describe sin retórica la comunión de bienes en la primera comunidad. Con ello desea dirigirse a los creyentes de cualquier generación, y por lo tanto también a nosotros, para sostenernos en el testimonio y animarnos a actuar en favor de los más necesitados. El apóstol Santiago manifiesta esta misma enseñanza en su carta con igual convicción, utilizando palabras fuertes e incisivas: «Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que le aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre. Y sin embargo, ¿no son los ricos los que os tratan con despotismo y los que os arrastran a los tribunales? [...] ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: “Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago”, y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta» (2,5-6.14-17).
3. Ha habido ocasiones, sin embargo, en que los cristianos no han escuchado completamente este llamamiento, dejándose contaminar por la mentalidad mundana. Pero el Espíritu Santo no ha dejado de exhortarlos a fijar la mirada en lo esencial. Ha suscitado, en efecto, hombres y mujeres que de muchas maneras han dado su vida en servicio de los pobres. Cuántas páginas de la historia, en estos dos mil años, han sido escritas por cristianos que con toda sencillez y humildad, y con el generoso ingenio de la caridad, han servido a sus hermanos más pobres. Entre ellos destaca el ejemplo de Francisco de Asís, al que han seguido muchos santos a lo largo de los siglos. Él no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos. Él mismo vio en ese encuentro el punto de inflexión de su conversión: «Cuando vivía en el pecado me parecía algo muy amargo ver a los leprosos, y el mismo Señor me condujo entre ellos, y los traté con misericordia. Y alejándome de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo» (Test 1-3; FF 110). Este testimonio muestra el poder transformador de la caridad y el estilo de vida de los cristianos. No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida. En efecto, la oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica. Y esta forma de vida produce alegría y serenidad espiritual, porque se toca con la mano la carne de Cristo. Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía. El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia, se deja encontrar por la caridad compartida en los rostros y en las personas de los hermanos y hermanas más débiles. Son siempre actuales las palabras del santo Obispo Crisóstomo: «Si queréis honrar el cuerpo de Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo; no honréis al Cristo eucarístico con ornamentos de seda, mientras que fuera del templo descuidáis a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez» (Hom. in Matthaeum, 50,3: PG 58). Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma.4. No olvidemos que para los discípulos de Cristo, la pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de él y con él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos (cf. Mt 5,3; Lc 6,20). La pobreza significa un corazón humilde que sabe aceptar la propia condición de criatura limitada y pecadora para superar la tentación de omnipotencia, que nos engaña haciendo que nos creamos inmortales. La pobreza es una actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo como objetivo de vida y condición para la felicidad. Es la pobreza, más bien, la que crea las condiciones para que nos hagamos cargo libremente de nuestras responsabilidades personales y sociales, a pesar de nuestras limitaciones, confiando en la cercanía de Dios y sostenidos por su gracia. La pobreza, así entendida, es la medida que permite valorar el uso adecuado de los bienes materiales, y también vivir los vínculos y los afectos de modo generoso y desprendido (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 25-45). Sigamos, pues, el ejemplo de san Francisco, testigo de la auténtica pobreza. Él, precisamente porque mantuvo los ojos fijos en Cristo, fue capaz de reconocerlo y servirlo en los pobres. Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación. Al mismo tiempo, a los pobres que viven en nuestras ciudades y en nuestras comunidades les recuerdo que no pierdan el sentido de la pobreza evangélica que llevan impresa en su vida.5. Conocemos la gran dificultad que surge en el mundo contemporáneo para identificar de forma clara la pobreza. Sin embargo, nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada. Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.
Todos estos pobres —como solía decir el beato Pablo VI— pertenecen a la Iglesia por «derecho evangélico» (Discurso en la apertura de la segunda sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, 29 septiembre 1963) y obligan a la opción fundamental por ellos. Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios.
6. Al final del Jubileo de la Misericordia quise ofrecer a la Iglesia la Jornada Mundial de los Pobres, para que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados. Quisiera que, a las demás Jornadas mundiales establecidas por mis predecesores, que son ya una tradición en la vida de nuestras comunidades, se añada esta, que aporta un elemento delicadamente evangélico y que completa a todas en su conjunto, es decir, la predilección de Jesús por los pobres. Invito a toda la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener, en esta jornada, la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial. Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna.
7. Es mi deseo que las comunidades cristianas, en la semana anterior a la Jornada Mundial de los Pobres, que este año será el 19 de noviembre, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta. Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo, de tal modo que se manifieste con más autenticidad la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey del universo, el domingo siguiente. De hecho, la realeza de Cristo emerge con todo su significado más genuino en el Gólgota, cuando el Inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios. Su completo abandono al Padre expresa su pobreza total, a la vez que hace evidente el poder de este Amor, que lo resucita a nueva vida el día de Pascua. En ese domingo, si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos: será el momento propicio para encontrar al Dios que buscamos. De acuerdo con la enseñanza de la Escritura (cf. Gn 18, 3-5; Hb 13,2), sentémoslos a nuestra mesa como invitados de honor; podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente. Con su confianza y disposición a dejarse ayudar, nos muestran de modo sobrio, y con frecuencia alegre, lo importante que es vivir con lo esencial y abandonarse a la providencia del Padre.
8. El fundamento de las diversas iniciativas concretas que se llevarán a cabo durante esta Jornada será siempre la oración. No hay que olvidar que el Padre nuestro es la oración de los pobres. La petición del pan expresa la confianza en Dios sobre las necesidades básicas de nuestra vida. Todo lo que Jesús nos enseñó con esta oración manifiesta y recoge el grito de quien sufre a causa de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario. A los discípulos que pedían a Jesús que les enseñara a orar, él les respondió con las palabras de los pobres que recurren al único Padre en el que todos se reconocen como hermanos. El Padre nuestro es una oración que se dice en plural: el pan que se pide es «nuestro», y esto implica comunión, preocupación y responsabilidad común. En esta oración todos reconocemos la necesidad de superar cualquier forma de egoísmo para entrar en la alegría de la mutua aceptación.
9. Pido a los hermanos obispos, a los sacerdotes, a los diáconos —que tienen por vocación la misión de ayudar a los pobres—, a las personas consagradas, a las asociaciones, a los movimientos y al amplio mundo del voluntariado que se comprometan para que con esta Jornada Mundial de los Pobres se establezca una tradición que sea una contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo. Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda. Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio.

Vaticano, 13 de junio de 2017

Memoria de San Antonio de Padua – FRANCISCO

© Libreria Editrie Vaticana

 

13/06/2017-13:03
Redacción

El Papa en Santa Marta exhorta: ‘El testimonio cristiano sea sal y luz’

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Jun. 2017).- El papa Francisco en la homilía de este martes en la misa celebrada en la Casa Santa Marta, señaló que los cristianos no deben buscar “seguridades artificiales” y por el contrario encomendarse con confianza al Espíritu Santo.
En la misa que presidió el Santo Padre y que participó el Consejo de los nueve cardenales, Francisco se detuvo en la Segunda Carta de San Palo a los Corintios subrayando tres palabras: “sí”, la “sal” y la “luz”, un mensaje decisivo que no acepta matices, porque estos “llevan a buscar una seguridad artificial” como sucede, por ejemplo, con la “casuística”.
En este “sí”, por lo tanto, encontramos “todas las palabras de Dios en Jesús, todas las promesas de Dios”. En Jesús “se cumple todo lo que fue prometido, razón por la cual Él es la plenitud”.
“En Jesús no existe un ‘no’: siempre ‘sí’, para la gloria del Padre –dijo el Pontífice– pero también nosotros participamos en este ‘sí’ de Jesús, porque Él nos ha otorgado la unción, nos ha impreso el sello, nos ha dado el ‘anticipo’ del Espíritu. Nosotros participamos porque somos ungidos, sellados y tenemos esa seguridad, el ‘anticipo’ del Espíritu. El Espíritu que nos llevará al ‘sí’ definitivo, también a nuestra plenitud. Incluso es el mismo Espíritu que nos ayudará a llegar a ser luz y sal, es decir, el Espíritu que nos lleva al testimonio cristiano”.
Por lo tanto, el que “tiene la luz, pero no la da, no la deja ver” entonces “no glorifica al Padre que está en los cielos”. Y advirtió que no sirve “tener la sal si uno la toma para sí mismo y no la da para que se evite la corrupción”.
La propuesta cristiana es muy sencilla “muy decisiva y tan bella, y nos da tanta esperanza”. E invitó a preguntarse: “¿Yo soy luz para los demás?, ¿soy sal para los demás, que da sabor a la vida y la defiende de la corrupción? ¿Yo estoy aferrado a Jesucristo, que es el ‘sí’? ¿Yo me siento ungido, sellado?’ ¿Yo sé que tengo esta seguridad que llegará a ser plena en el Cielo, pero que al menos el Espíritu anticipa ahora?”.
Señaló también que “se tiene la costumbre de decir de alguien: ‘Es una persona solar’. (...) Esto es reflejo del Padre en Jesús, en el que las promesas están todas cumplidas. Éste es el reflejo de la unción del Espíritu que todos nosotros tenemos”.
Y concluyó recordando que Jesús le pide a los discípulos “que resplandezca su luz ante los hombres, para que vean sus obras buenas y glorifiquen al Padre’. Todo esto, para glorificar a Dios”.
El sucesor de Pedro invitó a rezar para estar “enraizados en la plenitud de las promesas en Cristo Jesús que es ‘sí’, totalmente ‘sí’, para llevar esta plenitud con la sal y la luz de nuestro testimonio a los demás para dar gloria al Padre que está en los cielos”.

 

13/06/2017-18:31
Redacción

Venezuela: Maduro escribe al Papa pidiendo la mediación de la Iglesia con la oposición

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Jun. 2017).- El presidente de Venezuela Nicolás Maduro hizo llegar martes una carta a la Nunciatura Apostólica en Caracas para que la entregue al papa Francisco, pidiendo una mediación que permita retomar el diálogo con la oposición.
En la carta publicada también en la cuenta Twitter de la Presidencia el mandatario señala: “Sé que estoy interpretando el sentir de la inmensa mayoría de mis compatriotas que rechazan abiertamente a quienes están jugando la carta de la violencia y la guerra civil”. Una minoría, según Maduro, que quiere “incendiar a Venezuela para alcanzar sus inconfesados y tenebrosos fines políticos”.
Señala también que “las fuerzas de las tinieblas han perpetrado toda clase de acciones vandálicas” para “imponer un clima de odio generalizado”.
La carta señala el peligro “del terrorismo y del golpismo” y añade que su deber es “traerlos hacia el campo de la Constitución y del debate político”. El presidente asegura
además que “en esto estoy siguiendo rigurosamente el ejemplo de comandante Chávez”.
El pasado 8 de junio el Papa recibió en el Vaticano a los dirigentes de la Conferencia Episcopal de Venezuela que presentaron un dossier sobre la situación de hambre en sufre el país, del desabastecimiento de medicinas, así como la lista de los manifestantes muertos durante la represión policial durante las manifestaciones (más de 60 en los dos últimos meses), además del aumento de los presos políticos y las dificultades para que ingresen ayudas humanitarias de la Cáritas y otras Ongs.

Leer más sobre la situación de Venezuela

 

13/06/2017-17:51
Redacción

Sínodo sobre los jóvenes: lanzan una web para aumentar la participación

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Jun. 2017).- La Secretaría General del Sínodo de los Obispos anuncia la apertura de una página web en preparación de su XV Asamblea General Ordinaria sobre el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, que se celebrará en octubre de 2018. La página web estará disponible a partir del 14 de junio en la siguiente dirección: http://youth.synod2018.va
Esta iniciativa promoverá una mayor participación de todos los jóvenes del mundo, no sólo mediante la recepción de información sobre el evento sinodal sino también gracias a la interacción y la participación en el camino de preparación.
En particular, cabe señalar que el sitio incluye un cuestionario online dirigido directamente a los jóvenes en varios idiomas (italiano, inglés, francés, español y portugués). Las respuestas deben enviarse a la Secretaría General como fecha tope el 30 de noviembre de 2017. Serán de gran utilidad en el camino de preparación del evento sinodal y formarán parte de la amplia consulta que esta Secretaría General está llevando a cabo en todos los niveles del pueblo de Dios.

 

13/06/2017-16:31
Redacción

El Vaticano convoca a un “Debate internacional sobre la corrupción”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Jun. 2017).- “Debate internacional sobre la corrupción”, es el título de la convocatoria que tendrá lugar este jueves 15 de junio en el Vaticano, en la Casina Pio IV.
Organizado por el dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en colaboración con la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, profundizará además la interacción de la corrupción con el crimen organizado y con la mafia”.
En el comunicado del dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, dirigido por el cardenal Peter Turkson, se precisa que participarán personas de diversos credos religiosos, personalidades eclesiásticas e institucionales, jueces, representantes de la policía, miembros de movimientos y organizaciones, víctimas de delitos, periodistas e intelectuales.
El encuentro contará además con la presencia de varios embajadores acreditados ante la Santa Sede y la jornada concluirá con una visita a la Capilla Sixtina y a la Sala de la Signatura, para poner de relieve, a través de la belleza del patrimonio artístico, la importancia de la función educativa en el compromiso por la justicia y contra la corrupción.
El mismo jueves se publicará siempre sobre este tema un libro que cuenta con el prefacio del Santo Padre. Es una entrevista al cardenal Turkson, que lleva por título “Corrosión”.

 

13/06/2017-17:37
Sergio Mora

Publican el balance IOR 2016: “El dinero tienen que servir y no gobernar”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 Jun. 2017).- El Instituto para las obras de religión (IOR) presentó este lunes un informe sobre sus actividades en el año 2016. Con más de 130 páginas, el informe que abarca múltiples aspectos lleva por título una frase del papa Francisco: “El dinero tienen que servir y no gobernar”.
El cardenal español Santos Abril y Castelló, introduce el dossier con una carta en la cual
indica que el examen interno se refiere al 2016 pero también se proyecta hacia los años futuros.
El purpurado reconoce que “como en toda obra humana” se pueden encontrar “logros, superación de situaciones complejas, heredadas o no, ganas de dar un servicio a la altura de la propia misión”. Entretanto señala la existencia de “fenómenos de volatilidad que complican muchas veces las previsiones y expectativas”, tal como se registraron en el 2016.
Se quiere un esfuerzo común, aseguró el cardenal español, para “servir a una causa global con aquel sentido ético y ejemplar que el Santo Padre reclama justamente de todos y cada uno de nosotros”, porque asegura, “su primera directiva y exigencia no es la eficacia a cualquier precio”.
El IOR explica en un comunicado que está “sirviendo con prudencia y ofreciendo servicios financieros especializados a la iglesia católica en todo el mundo”. Y que tuvo en 2016 una ganancia de 36 millones de euros (40.330 millones de dólares), frente a los 16,1 millones (18 millones de dólares) de 2015.
“Este resultado fue obtenido gracias a una actividad de negociación eficaz, en un contexto de gran volatilidad de los mercados, de inestabilidad política” y de “bajas tasas de interés”, explica la nota.
Señala también que el Instituto “ha seguido con la reducción de los gastos operativos”, que pasaron de 23,4 millones a 19,1 “gracias a la racionalización de contratos de
servicios con terceros”. El patrimonio además presenta “elevada solvencia y perfil a bajo riesgo”, asegura.
El informe señala el reforzamiento de los controles internos y la firma con Italia de una convención en materia fiscal. Se trata del quinto año consecutivo en el que el organismo publica el propio balance en el interior de su relación anual, números puestos bajo la revisión de sociedades de revisión independientes, como la Deloitte & Touche S.p.A .

(Leer el informe 2016)

 

13/06/2017-06:16
Antonio Rivero

Domingo XI del tiempo ordinario

Ciclo A
Textos: Éxodo 19, 2-6; Romanos 5, 6-11; Mateo 9, 36 – 10, 1-8

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: Nuestro Dios es un Dios de Alianzas porque quiere ofrecernos la salvación.
Resumen del mensaje: Dios, para salvarnos, hizo una Alianza con el hombre en el Antiguo Testamento, a través de Moisés (primera lectura). Y con la sangre de Cristo hizo la Nueva Alianza (segunda lectura) comenzando con los doce apóstoles (evangelio). La palabra Alianza proviene del término hebreo: BERIT, pacto, que significa las relaciones recíprocas entre dos partes con todos los derechos y deberes que de tal reciprocidad se siguen; es decir, bienestar, integridad total de la persona y de cuanto le pertenece. Dios hace Alianza con su pueblo y promete buscar su felicidad total. Alianza que exige, por parte del hombre, una voluntad, una fe, una obediencia a sus cláusulas, una reciprocidad de amor. Con la primera Alianza Dios nos hace un reino de sacerdotes y una nación santa (primera lectura). Con la Nueva Alianza en Cristo nos hace un pueblo misionero para salir a las periferias (evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, en el Antiguo Testamento, la alianza (bérit) aparece claramente como el fundamento de la vida social, moral y religiosa del pueblo de Israel. Los profetas aluden indirectamente a ella para señalar la singularidad de los vínculos que unen a Dios con su pueblo y con la imagen de la alianza nueva alimentan la esperanza y la ilusión de un futuro de bienes, de paz y de familiaridad profunda entre Yahveh e Israel. A la luz del Antiguo Testamento se puede decir muy bien que “Israel vivió de la alianza» y que Dios es el Dios de la alianza, que pronuncia palabras de alianza al pueblo de la alianza y hace culminar estas relaciones en una suprema alianza. El Antiguo Testamento resalta continuamente y con energía tanto la gratuidad de la alianza que tiene como fundamento exclusivo la benevolencia divina, como sus efectos salvíficos (redención, perdón, solicitud, providencia, misericordia) y la necesidad de la adhesión libre del hombre a la misma. Del encuentro entre la libertad de Dios y la de Israel (del hombre) se derivan frutos de bien, de paz, de armonía, en una palabra, la salvación. Hoy, el
Señor dijo en la Alianza que hizo con Moisés en el Antiguo Testamento y que leímos en la primera lectura: “Si me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi
propiedad personal...y un reino de sacerdotes y una nación santa” (primera lectura). “Propiedad personal” de Dios, ¡qué privilegio! “Sacerdotes” mediadores de la esperanza y de la alegría de Dios para con los demás. “Nación santa” para santificar a los que están a nuestro alrededor.
En segundo lugar, según los autores del Nuevo Testamento, la alianza (diathéke) asume un carácter de novedad, de plenitud y de definitividad gracias al don del Hijo y del Espíritu que hace el Padre a la humanidad. En la sangre de Cristo se estipula el pacto nuevo y eterno que liga a los hombres con Dios, haciéndolos un pueblo Nuevo, llamado a vivir en comunión con su Señor. Por este motivo, la realidad de la alianza encuentra su manifestación histórica en la Eucaristía, sacrificio agradable que elimina el pecado y restablece la comunión
perdida. En la Nueva Alianza, Jesús da un paso más: llama a unos hombres con nombre y apellido –los apóstoles–, los prepara y forma, y los envía en su nombre para llevar la salvación a todos, especialmente a esas ovejas sin pastor y a esos campos de mies que necesitan más “braceros” para la cosecha (evangelio). Salvación que le supuso la entrega de toda su sangre para reconciliarnos con su Padre (segunda lectura).
Finalmente, Cristo quiere seguir ofreciendo su Alianza a tantos hombres y mujeres que están cansados, desorientados, como ovejas sin pastor, buscando el sentido de la vida. Estos hermanos nuestros, nos deberían conmover las entrañas del corazón y lanzarnos a anunciar el mensaje salvador de Cristo, especialmente a los marginados de la sociedad, y que viven en las periferias existenciales, pues
“debemos salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 20). Por eso, Cristo necesita hoy de manos, de bocas, de pies, de corazones...para que llegue su Alianza a todos. “Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin
demoras, sin asco y sin miedo” (Papa Francisco, Evangelii gaudium, n. 23). ¿Qué implica el que Dios quiera hacer una alianza con nosotros? El corazón mismo de nuestra alianza con Dios implica que ambas partes tienen sus propias responsabilidades que cumplir. Por la parte de Dios, el Señor nos promete darnos su Espíritu Santo, grabar sus leyes en nuestro corazón, perdonarnos y cuidarnos para nuestro bienestar y felicidad. A su vez, Dios nos pide que, por nuestra parte, vivamos como el pueblo de su propiedad, es decir que lo amemos, seamos fieles a su voluntad, recurramos a él cuando necesitemos ayuda, rechacemos toda forma de idolatría y cumplamos fielmente sus mandamientos.
Para reflexionar: Hay mucha mies, se necesitan brazos. ¿Por qué no ofreces los tuyos? Hay muchos rostros que enjugar, ¿por qué no ofreces el pañuelo de tu
ternura? Tú, vehículo de esta Alianza de Jesús.
Para rezar: Gracias Señor Jesús por ser siempre fiel a tus promesas, especialmente a la de estar siempre con nosotros. Que Tu presencia misericordiosa nos mueva a caminar en fe confiando en tu eterno amor y fidelidad . “Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán, mi Nombre le asegurará la victoria.” (Salmo 89, 25).

 

13/06/2017-04:55
Isabel Orellana Vilches

Beata Francisca de Paula de Jesús – 14 de junio

(ZENIT – Madrid).- Ante la vida de esta gran mujer vienen a la memoria las palabras de san Pablo en su himno de la caridad: toda ciencia es necedad si no está alumbrada por este mandamiento instituido por Cristo. Formación faltó a Nhá Chica, que no supo nunca leer ni escribir, pero tenía el amor por bandera. Fue el santo y seña de su quehacer cotidiano, lo único que precisó para traspasar las fronteras de la gloria. Y así, el 4 de mayo de 2013 la ciudad de Baependi no ocultaba su alborozo por la beatificación de su compatriota, primera laica y negra brasileña en subir a los altares, y escuchaba jubilosa las palabras que el papa Francisco dirigía a todos en un mensaje, sintetizando su admirable existencia. Recordó ese día que fue «una mujer de asidua oración y perspicaz testigo de la misericordia de Cristo con los necesitados del cuerpo y del espíritu». Al hilo de estas palabras en la mente de tantos agraciados por su generosidad se abría paso su luminosa presencia, mientras el corazón latiría emocionado con el eco de sus múltiples gestos de piedad.
De humilde condición social nació hacia 1808 (hay fuentes que señalan 1810 porque la fecha es imprecisa), en la hacienda Porteira dos Vilellas del municipio de
Santo Antônio do Rio das Mortes Pequeno, perteneciente a Minas Gerais, aunque desde sus 8 años toda su vida discurrió en Baependi. Traía consigo excelsas virtudes trazadas en su oscura piel que evocaba ancestrales tradiciones y culturas, un pasado de injusta esclavitud que no supuso para ella obstáculo alguno. Tampoco para sus contemporáneos que nunca tuvieron en cuenta sus raíces ni sus carencias educativas. Únicamente repararon en su alma limpia, la poderosa fuerza que emanaba de sus palabras, la dulzura que enmarcaba su rostro y ese caudal de bondad hecho incontenible dádiva que se filtraba entre sus dedos buscando paliar el sufrimiento ajeno.
No habían discurrido más que diez años de su vida cuando perdió a su madre Isabel María, que había sido esclava y seguramente debió concebirla a través de algún terrateniente. Francisca quedaba sola en el mundo junto a su hermano Teotônio, cuatro años mayor que ella. Se desconoce si ambos tuvieron el mismo padre, ya que los apellidos de aquél pertenecían a una relevante familia, mientras que ella había sido inscrita con el nombre de Francisca de Paula de Jesús. Isabel María le aconsejó que no se casase, que dedicara su vida a socorrer a los necesitados sostenida por la fe. Cuando su madre murió, la Virgen, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, fue el exclusivo referente de Nhá Chica. La llamaba familiarmente «Mi Señora»; no hacía nada sin exponérselo a Ella. Al trasladarse a Baependi, entre las escasas pertenencias que portaron llevaban una imagen suya. Por tanto, había crecido contemplándola, sintiéndola tan cerca que esa intimidad que mantenía con la Madre era natural.
Nunca le atrajo la cultura, sí la Palabra de Dios que a su tiempo comenzaron a leerle. De todos modos, hay que tener en cuenta su procedencia y la escasa atención que en la época se prestaba a la formación de la mujer. A ello se añadía haberse quedado sin protección familiar siendo una niña; son factores que explican también la deficiencia educativa que marcó su vida. Al margen de ello, tenía unas cualidades excepcionales para llegar al corazón de los demás con sus atinados consejos. La gente acudía a su encuentro confiada en su buen juicio y sugerencias para solventar los distintos problemas que cada cual tenía. Como acertaba en sus pronósticos, y veían que los hechos discurrían tal como aventuraba, no podían ocultar su impresión. Ante su sorpresa invariablemente respondía que la clave estaba en su ferviente oración. «... Es porque rezo con fe», justificaba con sencillez, atribuyendo todo a la Virgen.
Llegada la edad de casarse mantuvo viva la sugerencia de su madre y rehusó las propuestas de compromiso matrimonial que surgieron. Entretanto, su hermano hizo acopio de cierta fortuna y fue escalando puestos relevantes en la sociedad. Llegó a ser oficial de la Guardia Nacional y juez de una localidad. Era uno de los directivos de la Hermandad de Nuestra Señora de la Buena Muerte. Se había desposado, pero no hubo descendientes y al morir en 1861 legó todos sus bienes a su hermana. Nhá Chica tenía una idea fija: construir una pequeña capilla dedicada a la Inmaculada. Fue una petición expresa que María le hizo en 1865 señalando para ello el alto del Cavaco. Así que, distribuyó entre los pobres gran parte de la cuantiosa herencia y el resto lo dedicó a esta obra. Luego impulsaría numerosas colectas para concluirla.
Erigió la pequeña ermita –convertida después en el actual santuario de Nuestra Señora de la Concepción– en la cima de la colina, al lado de su casa que nunca quiso abandonar. En un altar colocó la imagen heredada de su madre ante la que solía rezar la novena que compuso, rogando por el cumplimiento de las numerosas peticiones que recibía. Tanta era la fe de Francisca y tal su vínculo con la Virgen que quienes solicitaban su ayuda, sabedores de esta intimidad filial, la abordaban directamente: pide a María que me sane de esto, o que me resuelva lo otro... Y los milagros se sucedían en vida de la beata. Los pobres, los abandonados, los que sufrían por la razón que fuese tenían en ella una excepcional valedora ante la Madre que también le encomendaba misiones con un conmovedor: «mi hija, yo, tu Señora María», para añadir a continuación sus demandas relacionadas con la Iglesia, con la caridad de los desamparados... A veces Nhá Chica quedaba suspensa en el aire rezando la Salve Regina.
Murió el 14 de junio de 1895 con fama de santidad debido a una complicación gástrica. Por expreso deseo suyo, sus restos yacen en la iglesia que mandó construir. Tras su deceso siguieron obrándose los prodigios obtenidos por la mediación de esta mujer, modelo de fe, de caridad y de vínculo indisoluble con la Iglesia, que pasó por este mundo alumbrada por María consolando a los desvalidos.