Servicio diario - 28 de junio de 2017


El Santo Padre creó cinco nuevos cardenales
Sergio Mora

Consistorio del 28 de junio de 2017 – Texto completo del papa Francisco
Redacción

El Papa en la audiencia: la esperanza cristiana es la fuerza a los mártires
Sergio Mora

Oriente Medio: mensaje del Papa Francisco a los peregrinos de idioma árabe
Redacción

El Pontífice a los sindicatos: menos horas de trabajo a los ancianos y más a los jóvenes
Sergio Mora

Texto completo del discurso del papa Francisco al sindicato italiano CISL
Redacción

San Pedro y San Pablo – 29 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

28 junio 2017
Sergio Mora

El Santo Padre creó cinco nuevos cardenales

En el consistorio realizado en la Basílica de San Pedro impuso birrete, anillo y entregó la diaconía

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 29 Jun. 2017).- El santo padre Francisco presidió este miércoles por la tarde en la basílica de San Pedro, el cuarto Consistorio Ordinario Público para la creación de cinco nuevos cardenales.

Ellos son: Mons. Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona, España; Mons. Gregorio Rosa Chávez, obispo titular de Mulli, auxiliar de la arquidiócesis de San Salvador, El Salvador; Mons. Jean Zerbo, arzobispo de Bamako, Mali; Mons. Anders Arborelius, OCD, Obispo de Estocolmo, Suecia; y Mons. Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun, obispo titular de Acque nuove di Proconsolare, vicario apostólico de Paksé, Laos.

En una emotiva ceremonia, con la presencia casi un centenar de cardenales, acompañada por el polifónico del coro de la Capilla Sixtina, el Santo Padre después de rezar en silencio ante la tumba de san Pedro, subió al altar para la elevación de los nuevos cardenales.

El electo cardenal español, Juan José Omella le dirigió unas palabras en las que señalaba el deseo de “entregar toda nuestra vida gratuitamente, hacer de esta una oblación eucarística al Padre de todas las misericordias en Cristo en el Espíritu”, así como el deseo de “no ser una Iglesia autorreferencial”, sino “peregrina en los caminos del mundo, buscando a todos”.

Después de la lectura del Evangelio de Marco, sobre Emaús, el Santo Padre dirigió unas palabras, en las que les invitó no a ser príncipes, sino a servir y a no dejarse distraer por intereses varios.

Señaló así lo que es la realidad de hoy: “Son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas”. Y aseguró que esto fue lo que Jesús vio mientras caminaba a Jerusalén.

A continuación, el Papa proclamó los nombres de los nuevos cardenales y su título o diaconía, a lo que siguió la profesión de fe y el juramento.

Así el Pontífice uno a uno les fue entregando el birrete, el anillo y el título de una iglesia romana, concluyendo con un abrazo fraterno.

El Santo Padre dijo al colocar sobre la cabeza el birrete, rojo: “como signo de la dignidad del oficio de cardenal y significa que estás preparado para actuar con fortaleza hasta el punto de derramar tu sangre por el crecimiento de la fe cristiana, por la paz y armonía entre el pueblo de Dios, por la libertad y la extensión de la Santa Iglesia Católica Romana”.

Y señaló al entregar el anillo cardenalicio que es “signo de la dignidad de solicitud pastoral y de más sólida comunión con la Santa Sede del Apóstol san Pedro”.

Luego asigno el título de una iglesia de Roma o diaconía, como signo de su participación en el cuidado pastoral del Papa por la ciudad y le entregó la bula de Creación de Cardenales y el título de dicha diaconía.

Por ejemplo el cardenal Omella recibió el título de la iglesia de Santa Cruz en Jerusalén, mientras que el cardenal Gregorio Rosa Chávez, el de la iglesia del Santísimo Sacramento en Tor de Schiavi.

Con estos nuevos nombramientos, el Colegio cardenalicio contará con 121 cardenales electores.

 

28/06/2017-14:31
Redacción

Consistorio del 28 de junio de 2017 – Texto completo del papa Francisco

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco se ha dirigido a los cardenales reunidos en consistorio en la basílica de San Pedro, durante la ceremonia de creación de cinco nuevos purpurados.
A continuación sus palabras:
«Jesús caminaba delante de ellos». Esta es la imagen que nos ofrece el Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,32-45), y que hace de escenario también para el acto que estamos realizando: un Consistorio para la creación de nuevos Cardenales. Jesús camina con decisión hacia Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha hablado ya de ello muchas veces a sus discípulos.
Pero entre el corazón de Jesús y el corazón de los discípulos hay una distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar. Jesús lo sabe; por esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les precede, camina delante de ellos. A lo largo del camino, los discípulos están distraídos por intereses que no son coherentes con la ‘dirección’ de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre.
Así como hemos escuchado, los dos hermanos Santiago y Juan piensan en lo hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda del rey de Israel. No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden...
La realidad en cambio es otra muy distinta, es la que Jesús tiene presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de los hombres y de las mujeres.
La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas.
Esto es lo que Jesús ve mientras camina hacia Jerusalén. Durante su vida pública él ha manifestado la ternura del Padre, sanando a todos los que estaban bajo el poder del maligno. Ahora sabe que ha llegado el momento de ir a lo más profundo, de arrancar la raíz del mal y por esto camina decididamente hacia la cruz.
También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en esta vía. De modo particular me dirijo a vosotros, queridos nuevos cardenales. Jesús ‘camina delante de vosotros’ y les pide de seguirlo con decisión en su camino.
Los llama a mirar la realidad, a no distraerse por otros intereses, por otras perspectivas. Él no los ha llamado para que sean ‘príncipes’ en la Iglesia, para que ‘se sientan a su derecha o a su izquierda’. Los llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos. Los llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también vosotros camináis delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor.
Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con fe el Espíritu Santo, para que reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, y toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos».

 

28/06/2017-08:37
Sergio Mora

El Papa en la audiencia: la esperanza cristiana es la fuerza a los mártires

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 28 Jun. 2017).- La esperanza cristiana es la fuerza de los mártires. Este fue punto central de la catequesis de hoy miércoles en la Plaza de San Pedro, donde varios miles de fieles le esperaban para la última audiencia de esta primera mitad del año, con el entusiasmo que caracteriza a este evento. El Santo Padre entró en el jeep abierto por los corredores de la plaza, y así en este día nublado del verano europeo bendijo a varios niños y ancianos durante el trayecto.
“Hoy reflexionamos sobre la esperanza cristiana como fuerza de los mártires. Jesús advierte a sus discípulos que serán odiados por seguirle”, señaló el Papa en el resumen de la catequesis hecho en español.
“Los cristianos son hombres y mujeres ‘contracorriente’, que siguen la lógica del Evangelio, que es la lógica de la esperanza”, dijo, y explicó que “esto se traduce en un estilo de vida concreto: deben vivir la pobreza, recorriendo su camino con lo esencial, y con el corazón lleno de amor; deben ser prudentes y a la vez astutos; pero jamás violentos”.
Explicó que “el mal no se puede combatir con el mal. La única fuerza del cristiano es el Evangelio”. Precisó que “en el momento de la prueba el cristiano no puede perder la esperanza, porque Jesús está con nosotros; él ha vencido el mal y nos acompaña en todas las circunstancias que nos toca vivir”.
El Santo Padre recordó también que “desde los primeros cristianos, se ha denominado la fidelidad a Jesús con la palabra ‘martirio’, es decir, testimonio. Los mártires no viven para sí, no combaten para afirmar sus propias ideas, sino que aceptan morir solo por la fidelidad al Evangelio”.
Indicó que “no se puede utilizar la palabra mártir para referirse a los que cometen atentados suicidas, porque en su conducta no se halla esa manifestación de amor a Dios y al prójimo que es propia del testigo de Cristo”.
El sucesor de Pedro concluyó sus palabras saludando “a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica”.
Recordó que mañana jueves “celebraremos la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que dieron su vida por amor a Cristo. Pidamos a Dios por su intercesión que nos conceda el don de la fortaleza para seguirle y ser sus testigos viviendo la esperanza cristiana, sobre todo en ese martirio continuo y escondido de hacer bien y con amor nuestras obligaciones de cada día”.

 

28/06/2017-10:29
Redacción

Oriente Medio: mensaje del Papa Francisco a los peregrinos de idioma árabe

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 28 Jun. 2017).- “Los mártires son hombres y mujeres fieles a la fuerza dulce del amor, a la voz del Espíritu Santo, que en la vida cotidiana intentan ayudar a sus hermanos y hermanas y amar a Dios sin reserva”. Lo dijo el papa Francisco al saludar a los visitantes de idioma árabe, durante los saludos que les dirigió durante la audiencia general de hoy miércoles en la plaza de San Pedro.
La catequesis del Santo Padre fue dedicada a la esperanza cristiana y al mártir, en la vigilia de la fiesta de san Pedro y san Pablo, que se celebra mañana jueves 30 de junio.
El Papa habló en italiano y fue enseguida traducido en árabe: “Saludo cordialmente y le doy la bienvenida a los peregrinos de idioma árabe, en particular a los que viene desde Oriente Medio”.
Y subrayó que los mártires “nos enseñan la fuerza del amor, con la dulzura, uno puede luchar contra la intimidación, la violencia, la guerra, y puede realizar la paz gracias a la paciencia”.

 

28/06/2017-07:50
Sergio Mora

El Pontífice a los sindicatos: menos horas de trabajo a los ancianos y más a los jóvenes

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Papa Francisco recibió, este miércoles por mañana en el Vaticano, a los delegados de la italiana Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores CISL) con motivo del congreso nacional sobre el tema «Para la persona, para el trabajo». El Santo Padre elogió el tema elegido, porque dijo “Trabajo y persona son dos palabras que pueden y deben ir juntas”.
“Porque si pensamos y decimos ‘trabajo sin la persona’, el trabajo acaba volviéndose algo inhumano, que olvidando a las personas olvida y se pierde a sí mismo. Pero si pensamos a las ‘personas sin trabajo’, decimos algo parcial, incompleto, porque la persona se realiza en plenitud cuando es trabajador, trabajadora, porque el individuo se vuelve persona cuando se abre a los demás, a la vida social, cuando florece en el trabajo”.
La persona florece con el trabajo. El trabajo es la forma más común de cooperación que la humanidad haya generado en su historia indicó el Santo Padre, y pidió también no olvidar que existe una sana cultura del reposo, del ocio, que no es pereza. Que por ejemplo permite a los papás jugar con sus hijos. “Porque la persona no es solamente trabajo”,
Añadió el problema de los niños que no estudian y son obligados a trabajar, del derecho a un ajusta pensión: ‘Justa, ni demasiado pobre ni demasiado rica’.
El Santo Padre subrayó que “es urgente un nuevo pacto social humano, un nuevo pacto social para el trabajo”, que reduzca las horas de trabajo de quienes están cerca de la jubilación para dar empleo a los jóvenes
Indicó como primer desafío que el sindicato debe dar voz a los que no tienen voz en la sociedad y advirtió que se están pareciendo demasiado a otras instituciones o poderes, que sin embargo deberían criticar.
En el segundo desafío: “El capitalismo de nuestro tiempo no comprende el valor del sindicato, porque ha olvidado la naturaleza social de la economía, de la empresa”.
“Economía de mercado: no. Digamos economía social de mercado”, como nos ha enseñado san Juan Pablo II, de manera que no olvide la naturaleza social que tiene como vocación, la naturaleza social de la empresa, de la vida, de las relaciones, de los pactos.
El Papa alentó a proseguir su compromiso social, en particular en lo que respecta a los migrantes, a los jóvenes y a las mujeres. Y concluyó que “no hay una buena sociedad sin un buen sindicato, y no hay un buen sindicato si no renace cada día en las periferias, si no transforma las piedras descartadas de la economía en piedras angulares”.

 

28/06/2017-08:00
Redacción

Texto completo del discurso del papa Francisco al sindicato italiano CISL

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, Abr. 2017).- El papa Francisco recibió este lunes en el Vaticano a una delegación del sindicato italiano CISL, quienes realizan en Roma un congreso con el título “Para la Persona, para el trabajo”.
A continuación el texto completo del Santo Padre
«Les doy la bienvenida con motivo de vuestro congreso, y agradezco al Secretario General su presentación.
Han elegido un lema muy hermoso para este congreso: “Para la persona, para el trabajo.” Persona y trabajo son dos palabras que pueden y deben juntarse. Porque si pensamos y decimos trabajo sin decir persona, el trabajo termina por convertirse en algo inhumano que , olvidándose de las personas se olvida y se pierde a sí mismo.
Pero si pensamos en la persona sin el trabajo decimos algo parcial, incompleto, porque la persona se realiza plenamente cuando se convierte en trabajador, en trabajadora; porque el individuo se convierte en persona cuando se abre a los demás, en la vida social, cuando florece en el trabajo. La persona florece en el trabajo. El trabajo es la forma más común de cooperación que la humanidad haya producido en su historia. Cada día, millones de personas cooperan simplemente trabajando: educando a nuestros hijos, maniobrando equipos mecánicos, resolviendo asuntos en una oficina ... El trabajo es una forma de amor cívico, no es un amor romántico ni siempre intencional, pero es un amor verdadero, auténtico, que nos hace vivir y saca adelante el mundo.
Por supuesto, la persona no es sólo trabajo... Tenemos que pensar en la saludable cultura del ocio, de saber descansar. No es pereza, es una necesidad humana. Cuando pregunto a un hombre, a una mujer, que tiene dos, tres hijos: “Pero dígame, ¿Usted juega con sus hijos? ¿Tiene este “ocio?”- “¡Eh!, sabe, cuando voy al trabajo, todavía están dormidos, y cuando vuelvo ya están acostados”. Esto es inhumano. Por eso, junto con el trabajo, hay que tener la otra cultura. Porque la persona no es solamente trabajo; porque no trabajamos siempre y no siempre tenemos que trabajar.
De niños no se trabaja y no se debe trabajar .No trabajamos cuando estamos enfermos, no trabajamos cuando somos ancianos. Hay muchas personas que todavía no trabajan, o que ya no trabajan. Todo esto es cierto y sabido, pero hay que recordarlo también hoy , cuando en el mundo todavía hay demasiados niños y chicos que trabajan y no estudian, mientras el estudio es el único “trabajo” bueno de los niños y de los jóvenes.
Y cuando no siempre y no a todos se les reconoce el derecho a una jubilación justa – ni demasiado pobre ni demasiado rica: las “jubilaciones de oro” son un insulto al trabajo no menos grave que el de las jubilaciones demasiado pobres, porque vuelven perennes las desigualdades del tiempo del trabajo. O cuando un trabajador enferma y se le descarta del mundo del trabajo en nombre de la eficiencia – y, sin embargo, si una persona enferma puede, dentro de sus límites, trabajar, el trabajo también desempeña una función terapéutica- : a veces uno se cura trabajando con los demás , trabajando juntos, para los demás .
Es una sociedad necia y miope la que obliga a las personas mayores a trabajar demasiado tiempo y a una entera generación de jóvenes a no trabajar cuando deberían hacerlo para ellos y para todos. Cuando los jóvenes están fuera del mundo del trabajo, las empresas carecen de energía, de entusiasmo, de innovación, de alegría de vivir, que son bienes comunes preciosos que mejoran la vida económica y la felicidad pública.
Es urgente un nuevo contrato social humano, un nuevo contrato social para el trabajo, que reduzca las horas de trabajo de los que están en la última temporada laboral para crear puestos de trabajo para los jóvenes que tienen el derecho y el deber de trabajar. El don del trabajo es el primer don de los padres y de las madres a los hijos y a las hijas, es el primer patrimonio de una sociedad. Es la primera dote con que los ayudamos a despegar hacia el vuelo libre de la vida adulta.
Me gustaría hacer hincapié en dos desafíos trascendentales que el hoy el movimiento sindical debe afrontar y superar si quiere seguir desempeñando su papel esencial para el bien común.
El primero es la profecía, y se refiere a la naturaleza misma del sindicato, a su verdadera vocación. El sindicato es una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre “vendido por un par de sandalias” (cfr Amós 2,6), desenmascara a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los último, de los “descartes”.
Como demuestra la gran tradición de la CISL, el movimiento sindical tiene sus grandes temporadas cuando es profecía. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas el sindicato corre el peligro de perder esta naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar. El sindicato, con el pasar del tiempo, ha acabado por parecerse demasiado a la política, o mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo. En cambio, si se olvida de esta dimensión típica y diferente, también su acción dentro de las empresas pierde potencia y eficacia. Esta es la profecía.
Segundo desafío : innovación. Los profetas son centinelas, que vigilan desde su atalaya. También el sindicato tiene que vigilar desde las murallas de la ciudad del trabajo, como un centinela que mira y protege a los que están dentro de la ciudad del trabajo, pero que mira y protege también a los que están fuera de las murallas. El sindicato no realiza su función esencial de innovación social si vigila solo a los que están dentro, si sólo protege los derechos de las personas que trabajan o que ya están retiradas. Esto se debe hacer, pero es la mitad de vuestro trabajo. Vuestra vocación es también proteger los derechos de quien todavía no los tiene, los excluidos del trabajo que también están excluidos de los derechos y de la democracia.
El capitalismo de nuestro tiempo no comprende el valor del sindicato, porque se ha olvidado de la naturaleza social de la economía, de la empresa. Este es uno de los pecados más graves. Economía de mercado: no. Digamos economía social de mercado, como enseñaba san Juan Pablo II: economía social de mercado. La economía se ha olvidado de la naturaleza social de su vocación, de la naturaleza social de la empresa, de la vida, de los lazos, de los pactos. Pero tal vez nuestra sociedad no entiende al sindicato porque no lo ve luchar lo suficiente en los lugares de los “derechos del todavía no”, en las periferias existenciales, entre los descartados del trabajo. Pensemos en el 40% de jóvenes menores de 25 años que no tienen trabajo.
Aquí, en Italia. ¡Y allí es donde tienen que luchar! Son periferias existenciales. No lo ve luchar entre los inmigrantes, de los pobres, que están bajo las murallas de la ciudad ; o simplemente no lo entiende por qué a veces -pero pasa en todas las familias- la corrupción ha entrado en el corazón de algunos sindicalistas. No os dejéis bloquear por esto. Sé que se están esforzando ya desde hace tiempo en la dirección justa, sobre todo con los migrantes, con los jóvenes y con las mujeres.
Y lo que digo ahora podría parecer superado, pero en el mundo del trabajo la mujer es todavía de segunda clase. Podrían decirme: “No, hay esa empresaria, esa otra...”. Sí, pero la mujer gana menos, se la explota con más facilidad...Hagan algo. Les animo a continuar y, si es posible, a hacer más. Vivir las periferias puede convertirse en una estrategia de acción, en una prioridad del sindicato de hoy y de mañana.
No hay una buena sociedad sin un buen sindicato, y no hay un buen sindicato que no renazca todos los días en las periferias, que no transforme las piedras descartadas por la economía en piedras angulares. Sindicato es una hermosa palabra que viene del griego “dike”, es decir justicia y “syn” juntos. Es decir, “justicia juntos”. No hay justicia juntos si no es junto con los excluidos de hoy.
Les agradezco este encuentro, los bendigo, bendigo vuestro trabajo y deseo lo mejor para vuestro Congreso y vuestro trabajo diario. Y cuando nosotros en la Iglesia hacemos una misión , por ejemplo, en una parroquia el obispo dice: “Hagamos la misión para que toda la parroquia se convierta, es decir vaya a mejor”. También ustedes ‘conviértanse’: mejoren el trabajo, que sea mejor. ¡Gracias!
Y ahora les pido que recen por mí, porque yo también tengo que convertirme en mi
trabajo; cada día tengo que ir a mejor para ayudar y cumplir mi vocación. Recen por mí y quisiera darles la bendición del Señor».

 

28/06/2017-04:29
Isabel Orellana Vilches

San Pedro y San Pablo – 29 de junio

(ZENIT – Madrid).- No hay figuras más destacadas que estos apóstoles para ilustrar la fecha del día en un santoral. Los Santos Padres los han considerado dos columnas sobre las que descansa la Iglesia. Continúan interpelando al hombre de hoy, alumbrando a quien se propone unirse con la Santísima Trinidad.
Un océano de amor vería el Maestro en los ojos del humilde pescador de Betsaida para erigir sobre él la Iglesia. Tras la rudeza de sus manos y rostro curtidos en el mar apreciaría un tierno corazón refulgiendo en su mirada. Impetuoso, impulsivo, imprevisible e incluso contestatario cuando atendía a la escueta razón, y se le paralizaba el pulso al sospechar la pérdida de su Maestro por ignorar todavía el trasfondo mesiánico albergado en sus palabras, el apóstol era una piedra preciosa a la espera de ser tallada, un hombre de raza, pura pasión... Se ha tendido a subrayar la debilidad que Pedro mostró tras el prendimiento de Cristo, relegando a un segundo plano la globalidad de sus edificantes gestos que sostuvieron la Iglesia hasta derramar su sangre. Fue pronto en el seguimiento; se anticipó a la petición de lo que se considera legítimo, como es la familia. En ello se asemejaba al resto de los apóstoles, ciertamente, pero Cristo se fijó en él de forma especial. Al conocerle, le saludó por su nombre: «Tú eres Simón...» y le dio otro apelativo, el de Cefas. Todo un símbolo, una señal; le proporcionó nueva identidad y ésta incluía el cambio sustantivo para su vida. El llamamiento personal continúa teniendo este signo para nosotros; exige una transformación, como devela el evangelio que le sucedió a Pedro.
Él se aventuró a responder al Maestro en nombre de los apóstoles desde lo más hondo del corazón, de forma inspirada, rotunda. Había resonado en su interior la voz divina y lo reconoció como Mesías: una auténtica y explícita profesión de fe. Es obvio que no podemos confesar a Dios si no lo entrañamos. Por ese acto, Cristo lo denominó «bienaventurado», edificando sobre él su Iglesia al instante. Es verdad que vaciló y se dejó llevar por sus temores desoyendo la advertencia del Maestro, sin tomar conciencia de la fatalidad en la que incurriría; por eso no puso coto a tiempo a su flaqueza, sucumbió y lo negó. Pero de la radicalidad de su posterior respuesta, que vino envuelta en amargas lágrimas, se extraen incontables lecciones, teniendo como trasfondo la misericordia y el perdón divino. Toda debilidad, sea del orden que sea, es susceptible de modificación, porque contamos con la gracia para renacer día tras día.
Pedro protagonizó uno de los instantes más tiernos del evangelio, cuando Cristo le preguntó tres veces si le amaba. Con ese consuelo en su corazón aglutinó a los apóstoles, anunció la Palabra, sufrió cárcel, conmovió a las gentes sorprendidas de que un galileo hablase con tanta fuerza, afrontó las dificultades surgidas en las
comunidades, hizo milagros...; en suma, amó hasta la saciedad. Estaba al frente de todos, junto a María, cuando recibieron el Espíritu Santo. Apresado durante la persecución de Nerón el año 64, a punto de ser ajusticiado en la cruz, sintiéndose indigno de morir como Cristo, pidió que le crucificaran boca abajo.
A su vez, Pablo, el más grande misionero que ha existido sobre la faz de la tierra, es un ejemplo vivo de lo que significa el compromiso personal en el seguimiento de Cristo testificando la Palabra con independencia del humano sentir, del «temor» y del
«temblor» que se pueda experimentar. No fue miembro de la primera comunidad, pero su admirable impronta apostólica nada tiene que envidiar a la de los Doce. Judío, originario de Tarso, nació entre los años 5-10 d.C. Formado bajo la tutela del prestigioso Gamaliel en Jerusalén, al conocer la existencia de los seguidores de Cristo, considerados como una secta, se propuso luchar contra ella descargando toda su fuerza.
Si su trayectoria anterior a la conversión fue la de un celoso defensor del ideal en el que creía, ese que le indujo a actuar fieramente, después de haber quedado cegado por la luz del Altísimo camino de Damasco, no le faltaron arrestos para anunciar el evangelio; en su pecho albergaba un volcán de pasión. Este infatigable apóstol de los gentiles, precursor de la Nueva Evangelización, nos enseña a difundir la Palabra a los alejados de la fe y no solo a los creyentes; hacerlo a tiempo y a destiempo en los paraninfos universitarios o en los suburbios, en ámbitos donde mora la increencia y en los que ya anida la fe. Nos insta a enriquecer los nuevos areópagos que las presentes circunstancias ofrecen. Él hubiera aprovechado convenientemente los actuales mass media: prensa, radio, televisión, Internet, redes sociales... Estos recursos puestos al alcance de un apóstol de su talla habrían dado la vuelta al mundo impregnados del amor de Dios.
Dio testimonio de su arrebatadora entrega a Cristo sin ocultar cuántas penalidades atravesó por Él: cárceles, azotes, naufragios, peligros constantes, hambre, sed, frío, falta de abrigo y de descanso, agresiones a manos de salteadores, etc. A todo ello hemos de estar dispuestos si de verdad queremos seguir a Cristo. Pablo pudo ponerse como ejemplo, con tanta modestia y libertad en el amor, porque ya no vivía en sí mismo; era Cristo quien estaba en él, de quien provenía su fuerza y su gloria; Él le confortaba. Viajó incansablemente, venció la resistencia de ciudades dominadas por la idolatría y de los que quisieron doblegarle, superó reticencias de sus propios hermanos, y convirtió a indecibles con su vida, palabra, milagros y prodigios. Ansiaba tanto llegar a la meta, que luchaba para que después de haberla predicado, no fueran otros los que la conquistaran quedándose rezagado en el camino. Libró perfectamente su combate, corrió hasta el fin, firme en la fe. Todo lo consideró basura con tal de ganar a Cristo, gastándose y desgastándose por Él. Constituye un ejemplo incuestionable para nuestra vida. Coronó la suya entregándola bajo el golpe de espada que le asestaron en la Vía del Mar hacia el año 67.