Servicio diario - 30 de junio de 2017


El Papa al IILA: en América Latina la inmigración es un drama que divide
Redacción

La Laudato si’ dos años después – Sánchez Sorondo: gran repercusión en el mundo laico
Sergio Mora

Intenciones de oración del Papa para el mes de julio
Redacción

En oración por el pequeño Charlie
Redacción

La Librería Editorial del Vaticano le dice adiós al padre Costa
Redacción

Beato Antonio Rosmini Serbati – 1 de julio
Isabel Orellana Vilches

Beato Gennaro María Sarnelli – 30 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

30 junio 2017
Redacción

El Papa al IILA: en América Latina la inmigración es un drama que divide

Audiencia a la organización intergubernativa Italo Latino Americana que reúne a 19 países

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 30 Jun. 2017).- El papa Francisco recibió este viernes en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, a los miembros de la Organización Italo Latino Americana (IILA), más conocido como Instituto Italo Latinoamericano, en ocasión del 50 aniversario de su fundación.

Elogió entre las finalidades del IILA, la promoción del desarrollo y la coordinación, como también individuar las posibilidades de asistencia recíproca y de acción común en los países miembros. El IILA es una organización intergubernamental fundada en Roma en 1966, activa en el campo cultural, científico y de cooperación al desarrollo, que colabora con el Ministerio de Exteriores de Italia para realizar determinados proyectos integrada por 2o países de América Latina más Italia.

Les invitó así a “individuar las potencialidades” en países ricos en historia, cultura, recursos naturales; donde además “sus gentes son buenas y solidarias con los demás pueblos”, como se ha ha comprobado ante las recientes catástrofes naturales.

El segundo punto “es coordinar esfuerzos para dar respuestas concretas y hacer frente a los ruegos y necesidades de los hijos e hijas de nuestros Países” precisando que “Coordinar no es dejar hacer al otro y al final dar el visto bueno; sino que conlleva mucho tiempo y esfuerzo; es un trabajo escondido y poco valorado, pero necesario”.

El Santo Padre indicó que la emigración ha existido siempre, pero en los últimos años se ha incrementado de una manera nunca antes vista. Y “es un drama de división: se dividen las familias, los hijos se separan de sus padres, se alejan de su tierra de origen, hasta los mismos gobiernos y los países se dividen ante esta realidad”. Por ello aseguró “es necesario fomentar una política conjunta de cooperación para abordar este tema”.

Y por último, el tercer aspecto: promover una cultura del diálogo: “Algunos países están atravesando momentos difíciles a nivel político, social y económico. Los ciudadanos que tienen menos recursos son los primeros en notar la corrupción que existe en las distintas capas sociales y la mala distribución de las riquezas”.

“Sé que muchos países trabajan y luchan para lograr una sociedad más justa, promoviendo una cultura de la legalidad. La promoción del diálogo político es esencial, ya sea entre los distintos miembros de esta Asociación, así como también con países de otros continentes, de modo especial con los de Europa, por los lazos que los unen”, dijo el Pontífice.

Y aseguró que “en esta colaboración y diálogo se encuentra la diplomacia como instrumento fundamental y de solidaridad para alcanzar la paz”.

El diálogo es esencial; pero no el ‘diálogo de sordos’. Se pide una actitud receptora que acoja sugerencias y comparta inquietudes. Capacidad de escuchar.

“Es un intercambio recíproco de confianza –concluyó el Pontífice– que sabe que al otro lado está un hermano con la mano tendida para ayudar, que desea el bien de las partes y estrechar vínculos de fraternidad y amistad para avanzar por caminos de justicia y de paz”.

 

30/06/2017-09:24
Sergio Mora

La Laudato si’ dos años después – Sánchez Sorondo: gran repercusión en el mundo laico

(ZENIT).- La encíclica Laudato Si’ ha tenido gran éxito no solo el mundo católico sino y principalmente en el mundo laico. Una encíclica que ha sido de los documentos pontificios que más éxito y repercusión ha tenido en el mundo incluso no cristiano.
Lo indicó Mons. Sánchez Sorondo, presidente de la Academia Pontificia de la Ciencia (PAC), en un desayuno de trabajo realizado este viernes en Roma con periodistas y diplomáticos, en el Hotel NH Giustiniani, organizado por Mediatrends América-Europa.
Mons. Sánchez Sorondo reconoció que si bien “cada uno la ha jalado un poco para su lado”, ha tenido gran peso también ante las Naciones Unidas, en la cumbre de París Cop 21 y en otros encuentros internacionales. El presidente de la PAC, además consideró que la Laudato Si’, es una síntesis bien lograda sobre mandato bíblico, al precisar que el hombre es custodio del planeta. Además porque califica al planeta como un bien común.
Señaló que “Galileo Galilei, dice que hay dos libros que hablan de Dios, uno es la Naturaleza y el otro el de la Biblia”. Y así como el Papa y los obispos son intérpretes de la Biblia, los científicos son quienes interpretan la ley de la naturaleza. “Por eso el Papa asume lo que dicen los científicos: el planeta está enfermo y debido al calentamiento global antrópico, o sea que el hombre determina negativamente el clima con el calentamiento global”.
Calentamiento, indicó, que se produce “no solo por el tema de los ciclos del sol, porque los cambios de este tipo se notan en milenios, y en por el contrario esto se ha agravado en los últimos treinta años, como demuestra el derretirse de los glaciares”. Aseguró que “es una tesis que he escuchado desde 1988, cuando asumí la Academia, fundamentada por científicos serios y Premios Nobel”.
Explicó que la actividad humana que usa material fósil pone más anhídrido carbónico que el debido “rompiendo los equilibrios, calentando la tierra y alterando el ciclo del agua”. Añadió que “el ciclo del agua permite la vida y alterándolo se acaba como los planetas que no tienen vida” y esto “lo sufren todos pero en particular los pueblos pobres o menos favorecidos”.
Y se preguntó: “¿El Papa puede adoptar doctrinas que vienen de la ciencia? Y respondió que “la tesis del recalentamiento la asume y el Santo Padre y dice que viene de la comunidad científica”. Y aseguró que el calentamiento global “es una afirmación como decir que la tierra es redonda”.
Primero indicó, porque “es una verdad científica” que se pueden utilizar “como las verdades que vienen de la filosofía o la ética”. Por ejemplo, “la economía tiene que apuntar al bien común, aunque esto no está en la Biblia”.
“Segundo: porque nuestra relación con la tierra es una actividad humana y ellas están regidas por la ética. Las actividades repercuten sobre nosotros mismos”. Además porque “el Papa, con el tema de la ecología ha agrandado el ámbito de la doctrina social de la Iglesia” indicó, y “la ecología pasa a estar al par del bien común, de la justicia y otros temas de la doctrina social de la Iglesia”.
Y si bien en el Cop 21 de París había grupos que negaban el recalentamiento, “se sabe que eran pagados por las lobbies del petróleo”. Es una tesis que nace en su academia de las ciencias. Incluso algunas instituciones católicas pagadas por estas lobbies claramente no están de acuerdo y a la corta o a la larga la pagan todos.
El canciller de la PAC, consideró además que las universidades católicas deberían tener un instituto sobre climatología, para que influyeran en todas las universidades.
Sobre la tesis de que el calentamiento sea algo irreversible, consideró que no, porque justamente es algo antrópico, o sea producido por el hombre
Otro problema relacionado, señaló Mons. Sánchez Sorondo, son las nuevas formas de esclavitud debido a la pobreza, que producen migraciones con su consecuencia de
“trabajo forzado, prostitución y trata humana, lo más inhumano que se pueda encontrar”.

 

30/06/2017-14:51
Redacción

Intenciones de oración del Papa para el mes de julio

(ZENIT – Roma, 30 Jun. 2017 ).- Las intenciones de oración del papa Francisco para este mes de julio de 2017 son por “Los alejados de la fe cristiana”.
“Por nuestros hermanos que se han alejado de la fe, para que, a través de nuestra oración y el testimonio evangélico, puedan redescubrir la cercanía del Señor misericordioso y la belleza de la vida cristiana”.

 

30/06/2017-18:44
Redacción

En oración por el pequeño Charlie

(ZENIT – Roma, 30 Jun. 2017).- Al pequeño Charlie Gard, niño de 12 meses internado en un hospital de Londres debido a una rara enfermedad incurable. Este viernes debía seguirse la sentencia, aunque el Hospital Great Ormond Street, decidió aplazarla algunos días. Los papás han perdido una batalla legal que llegó hasta la Corte Europea de los derechos humanos y no pudieron llevar al niño a Estados Unidos para una terapia experimental. Ahora pidieron que al menos le dejen morir en su casa.
Mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida hizo un llamado a respetar la voluntad de los papás. “El caso del pequeño niño inglés, Charlie Gard, y de sus padres nos impresiona a todos nosotros por su carga de dolor y de esperanza”. Y asegura su cercanía a quienes “se ocuparon de él y han luchado por él”.
La Conferencia Episcopal Católica de Inglaterra y Gales ha publicado “un comunicado que antes de todo reconoce la complejidad de la situación, el dolor de los papás, la búsqueda del bien para Charlie que han puesto en campo todas las personas involucradas”.
El texto reitera “que no se puede poner en práctica ningún gesto que ponga fin intencionalmente a una existencia humana, incluida la suspensión de la nutrición y de la hidratación”.
Entretanto el obispo señala que “es necesario reconocer también los límites de lo que se puede hacer, dentro de un servicio al enfermo que tienen que continuar hasta la muerte natural”.
Citando la Evangelium Vitae de san Juan Pablo II, Mons. Paglia subraya que “tenemos que cumplir todo aquello que favorezca a la salud y juntos reconocer los límites de la medicina” o sea es necesario “evitar cada insistencia terapéutica desproporcionada o demasiado gravosa”.
Pero sobre todo, indica el presidente de la Pontificia Academia de la Vida, “hay que respetar y escuchar la voluntad de los padres, y al mismo tiempo es necesario ayudarles a reconocer la peculiaridad difícil de su condición”, motivo por el cual “no pueden ser dejados solos para tomar decisiones tan dolorosas”.
“Cuando la alianza terapéutica entre pacientes (en este caso sus padres) y los médicos se interrumpe –concluye Mons. Paglia– todo se vuelve más difícil y se entra a recorrer la extrema solución de la vía jurídica, con los riesgos de manipulación ideológica y política, que en cambio hay que evitar, así como las campañas mediáticas muchas veces tristemente superficiales”.

 

30/06/2017-10:29
Redacción

La Librería Editorial del Vaticano le dice adiós al padre Costa

(ZENIT – Roma, 30 Jun. 2017).- El director de la Librería Editorial del Vaticano (LEV), el sacerdote salesiano Giuseppe Costa, ha dejado hoy viernes su cargo con una ceremonia de saludo y agradecimiento en la que participaron Mons. Angelo Becciu, sustituto para los Asuntos generales de la Secretaría de Estado; Mons. Dario Edoardo Viganò, prefecto de la secretaría para la comunicación; el cardenal Raffaele Farina; don Francesco Cereda, vicario del Rector Mayor de los Salesianos, y el prof. Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, entre otros.
Días atrás, Don Costa escribió en una carta de despedida que envió a los periodistas: “Como testimonios de la actividad editorial de la LEV deseo expresarles un gracias fraterno y sincero por la contribución profesional que dio crecimiento a la editorial y a la difusión de sus libros”, escribe.
La Librería Editorial del Vaticano es un organismo que coordina y preside la actividad editorial de la Santa Sede, con su propio estatuto aprobado en 1991 por el secretario de Estado. La Lev tuvo un éxito considerable con la publicación de textos de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y el papa Francisco.
Como parte del homenaje, el 1º de junio el Papa Francisco hizo entrega de una carta donde agradece personalmente el servicio prestado.
El padre Costa fue Director de la LEV en un período marcado por profundos cambios tecnológicos y sociales que afectaron gran parte del mundo editorial a nivel internacional y de la misma iglesia; y sobre todo con la presencia del papa Francisco y su peculiar estilo comunicativo.
En este contexto, ciertamente no exento de problemas y dificultades, el profesor de la Universidad Pontificia Salesiana (UPS) y consultor del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, supo guiar la LEV y lograr resultados óptimos: 10 años de balance positivo en la realidad difícil del mundo editorial.
Bajo su gestión los contratos editoriales aumentaron considerablemente para una Librería Editorial que no perdió la participación en ferias internacionales y eventos tales como los de Turín y Frankfurt y que se hizo más conocida a nivel mundial, presentaciones sistemáticas del Magisterio del papa emérito Benedicto XVI y del papa Francisco ,con importantes resultados obtenidos.

 

30/06/2017-04:42
Isabel Orellana Vilches

Beato Antonio Rosmini Serbati – 1 de julio

(ZENIT – Madrid),. A punto de ser beatificado en 2007, Benedicto XVI ensalzó su «caridad intelectual», y el cardenal Saraiva lo calificó como un «gigante de la cultura». Rosmini fue un abanderado de la unidad entre fe y razón, y ello le acarreó un singular calvario. Nació en Rovereto, Italia, el 24 de marzo de 1797. Pertenecía a una noble y acomodada familia. El hecho de ser bautizado al día siguiente, en la festividad de la Anunciación, tuvo gran relieve para él: «Con el darme Dios el privilegio de nacer a la gracia en la festividad de María, mostró el querer dármela por mi Madre y Protectora. Pueda yo corresponderle y amarla, como me propongo por la eternidad». Este signo rubricó momentos específicos de su vida.
En el hogar reinaba la piedad. Dios bendijo a los padres con el compromiso religioso de la primogénita, que fue canossiana, y el beato, segundo en orden de nacimiento. Al último, más distante de la fe, no le faltó la comprensión de sus hermanos. Para Antonio, su tío paterno Ambrogio, un reputado arquitecto y pintor, fue un referente importante en su formación, aunque él a los 5 años sabía leer y escribir; aprendió con la Biblia, las actas de los mártires y las vidas de santos. Sus padres alentaron su afán por el estudio y la investigación, ya notorios cuando tenía 7 años. A los 15, aunando este amor a los libros con la vida espiritual, fundó la academia «Vannettiana»; en ella los niños compartían estudio, caridad y oración.
A los 16 años se despertó su vocación sacerdotal, un ideal que mantuvo aunque no fue compartido por su familia inicialmente. Estudió en la universidad de Padua y allí mostró unas cualidades excepcionales para penetrar en los entresijos de la ciencia y de las humanidades. Era experto conocedor de un amplio abanico de disciplinas que incluían: filosofía, política, derecho, educación, ciencia, psicología y arte. Precisamente su vasto conocimiento le mostró con nítida claridad que ninguna de ellas constituía un peligro para la fe, sino que, más bien, eran «unas aliadas necesarias», como subrayó Juan Pablo II en 1998.
Fue ordenado sacerdote en 1821. Asumió su ministerio con claras y santas ideas. «El sacerdote debe ser un hombre nuevo: vivir en el cielo con el corazón y la mente, conversando siempre con Cristo; regresar del altar un santo, un apóstol, un hombre lleno de Dios. Debe avanzar en todas las virtudes, ser el primero en amar el trabajo duro, la humillación, el sufrimiento..., un modelo de perfecta obediencia, debe vivir la caridad para con el prójimo como una llama que prende fuego a todo el mundo». Oración, estudio, caridad... fueron la tónica de sus jornadas. Pío VIII le animó a que se dedicara a escribir y dejase en segundo lugar la vida activa. Alessandro Manzini, escritor y poeta, entrañable amigo de Antonio, no ocultó su admiración por él. Dijo que «era una de las cinco o seis más altas inteligencias filosóficas que Dios había brindado a la Humanidad». Además, no solo tenía talento. Era un hombre prudente, íntegro, dispuesto, sobre todo, a cumplir la voluntad de Dios; daba pruebas de su vocación y vivía en comunión con la Sede Apostólica; todo ello fue resaltado por Gregorio XVI en su Carta In sublimi de 1839.
Impulsó la Enciclopedia cristiana, que contrapuso a la francesa, y la Sociedad de los amigos para la animación cristiana de la sociedad. Aunque estas obras no tuvieron excesiva trascendencia, de algún modo ratificaron su anhelo de poner al servicio de los demás todo lo que poseía, esperando que pudiera servirles de ayuda. Ello incluía su asistencia espiritual, la donación de los bienes materiales y su bagaje intelectual, porque sabía que era un fecundo instrumento apostólico. Es decir, una magnífica trilogía en la que su caridad evidenciaba destellos espirituales, materiales e intelectuales. Mantuvo una ingente correspondencia epistolar que ha sido recogida en trece volúmenes. Su actividad era admirable. No solo fundó dos institutos masculino y femenino, el de la Caridad, y el de las Hermanas de la Providencia; su intensa labor intelectual le condujo a la creación de un nuevo sistema filosófico. En 1848 desempeñó una misión diplomática para el gobierno piamontés ante la Santa Sede, pero renunció debido a su rotunda discrepancia con los intereses políticos de aquél.
Su creación intelectual estuvo en el punto de mira del Magisterio de la Iglesia, y ello motivó su exilio a Gaeta ese mismo año de 1848 junto a Pío IX, del que fue su consejero. En 1849 cayó en desgracia ante el pontífice y regresó al norte de Italia. Supo por el camino que dos de sus obras se habían incluido en el Índice de libros prohibidos; detrás hubo un maquiavélico entramado de rencillas. Sufrió humillaciones y persecución con el espíritu de un fiel hijo de Dios y de la Iglesia, viviendo heroicamente la caridad y la humildad. Según sus palabras: solía «mirar las cosas desde lo alto». Había sido designado cardenal, pero nunca fue consagrado como tal. El centro de su espiritualidad, de innegable influencia mariana, fue: «el Principio de disponibilidad» a la voluntad de Dios en un doble movimiento: 1) No hacer obra exterior alguna por mi cuenta, sino purificarme, orar y esperar el signo que es voluntad de Dios. 2) No rechazar nada de todo lo que la voluntad de Dios me pide a través de las circunstancias. Bíblicamente: «Dejarme llevar por el Espíritu de Dios» (Rm 8,14).
El proceso sobre su obra le acompañó hasta el final. Mostró su convencimiento de que todo estaba en manos de Dios, asegurando que él se sentía «bastante inútil». Murió en Stresa el 1 de julio de 1855. En 1887 cuarenta proposiciones suyas contenidas en diversas obras publicadas e inéditas fueron condenadas con el decreto doctrinal, Post obitum, de la Sagrada Congregación del Santo Oficio. Pero su obra fue valorada en el Concilio Vaticano II y su condena se revocó en 2001. Benedicto XVI lo beatificó el 18 de noviembre de 2007.

 

30/06/2017-05:42
Isabel Orellana Vilches

Beato Gennaro María Sarnelli – 30 de junio

(ZENIT – Madrid).- Esta alma gemela de san Alfonso María de Ligorio, desde que se encontraron en el camino persiguiendo juntos el mismo ideal, cuando aguardaba ser liberado de este mundo para volar al cielo prometido, manifestó: «La criatura vuelve ya al Creador, el hijo al Padre. Si te place, deseo ir a verte cara a cara; pero no quiero ni morir ni vivir, quiero sólo lo que tú quieres. Tú sabes que cuanto he hecho, cuanto he pensado, todo ha sido para tu gloria». Vivió tan desembarazado de sí, volcado incansablemente en remediar las turbias jornadas de los oprimidos, dedicando especial atención a las mujeres inmersas en la sordidez de los bajos fondos, tan ajeno a los riesgos que corría, y con tal afán por llegar a tiempo, que su salud se desplomó irremisiblemente cuando tenía 42 años.
Nació en Nápoles, Italia, el 12 de septiembre de 1702. Su padre Angelo Sarnelli era un prestigioso jurista napolitano, sagaz para los negocios con los que obtuvo el título nobiliario de barón de Ciorani, localidad en la que Gennaro pasó algunas temporadas. Era el cuarto de ocho hermanos. En su adolescencia un hecho marcó el ritmo que iba a seguir su vida: la beatificación de Francisco de Regis ya que, impactado por ella, decidió hacerse jesuita. Dos circunstancias indujeron a su padre a negarle el permiso: su endeble organismo y la edad. Tenía 14 años y su padre juzgaba que debía centrarse en los estudios; después, podría reconsiderar su decisión. Aceptó su consejo y, siguiendo la tradición familiar, cursó leyes.
Después de doctorarse en 1722, ejerció la abogacía durante unos años. Sin relegar al olvido la fe, meditaba y seguía yendo a misa en la que diariamente recibía la Eucaristía, de la que era devoto. Se integró en una congregación formada por abogados y médicos regida por los Píos Operarios, una de cuyas acciones apostólicas se desarrollaban en el hospital de Incurables. Otro ilustre jurista, que iba a ser una de las glorias de la Iglesia y fundador suyo, Alfonso María de Ligorio, había tenido la misma idea. Y en este centro se conocieron entablando una entrañable amistad que se iría consolidando a su tiempo con nuevos y profundos lazos. La llamada al sacerdocio se tornó apremiante para Gennaro. Tan perentoria llegó a sentirla, que en 1728 ingresó en el seminario. El arzobispo de Nápoles, cardenal Pignatelli, lo destinó a la parroquia de Sant’Anna di Palazzo.
No hallaba el sosiego necesario para el estudio en su domicilio, y se trasladó al colegio de la Santa Familia (denominado también de los Chinos), donde permaneció hasta abril de 1729. Alfonso, residente del mismo, lo había dejado antes que él para instituir su fundación. En junio de ese año el beato ingresó en la sociedad de las Misiones Apostólicas, asociación de sacerdotes napolitanos que estaban bajo la autoridad del arzobispo; tenían como objetivo primordial atender las zonas marginales de la diócesis. Empleó gran parte de su tiempo en esta tarea misionera y solidaria. Visitaba a los que se hallaban ingresados en el hospital, a los ancianos del geriátrico de san Gennaro y a los marineros enfermos en el hospital del puerto. También impartía catequesis a los niños obligados a ganarse el sustento como obreros.
Alfonso había fundado su Orden en Scala el año 1732, el mismo en el que Gennaro se ordenó sacerdote. El cardenal Pignatelli puso al beato al frente de la formación religiosa en la parroquia de los santos Francisco y Mateo. El lugar en el que estaba ubicada era un auténtico lupanar donde muchas jóvenes eran vilmente explotadas en malsanos tugurios. Y se dedicó a luchar contra esta antigua lacra social. Cuando en 1733 las críticas se cebaron en el fundador de los redentoristas, Gennaro se unió a él y le ayudó en Ravello. Así inició su colaboración. La forma de apostolado que impulsaba Alfonso despertó su interés. Ambos unieron sus fuerzas catequizando a laicos y promoviendo acciones apostólicas realizadas al caer la tarde en las denominadas «capillas del atardecer». Poco después Gennaro se convirtió en redentorista, pero nunca dejó de ser miembro de las Misiones Apostólicas.
Idealista, soñador, altamente creativo, llegó con un sinfín de proyectos y trabajó junto al fundador sin desfallecer, mostrando la urgencia apostólica que le animaba. Predicó misiones por la provincias de Calabria y de los Abruzzos. Vivía en un constante estado de oración, por eso pudo escribir por experiencia: «Dios está más cerca de nosotros que nosotros mismos». Seguía preocupado por el destino de las prostitutas y escribió Ragioni cattoliche pensando en el peligro que corrían numerosas jóvenes.
Extenuado por tanto esfuerzo, hubo un momento en que su salud decayó seriamente, y autorizado por Alfonso regresó a Nápoles a fin de restablecerse. Se trasladó a Scala. Luego volvió nuevamente a Nápoles. Allí siguió luchando para devolver la dignidad a las mujeres descarriadas, al punto de suscitar la atención de las autoridades. Paralelamente escribía con exclusiva finalidad espiritual, evangelizadora. Su legado se compone de una treintena de obras dedicadas a la meditación, dirección espiritual, teología mística, derecho, pedagogía, moral y temas pastorales. Hasta su muerte solía viajar periódicamente desde Roma a Nápoles, donde seguía ejerciendo la labor catequética misionera, sin descuidar su apostolado en pro de la mujer; ello le impuso permanecer en la ciudad para atenderlas convenientemente. Lo denominaban «el misionero santo».
La intensidad de su entrega consumió sus escasas fuerzas. En junio de 1744 se hallaba muy enfermo, y se alojó en la casa de su hermano Domenico, en Nápoles. Cuando Alfonso tuvo noticias de su gravedad, inmediatamente le envió dos redentoristas para que le asistieran. Y el 30 de junio de ese año entregó su alma a Dios. Humilde y desprendido hasta el final, había pedido al religioso que le acompañaba: «Hermano, prepare los vestidos más viejos para amortajarme, a fin de que no se pierdan los mejores conmigo». Juan Pablo II lo beatificó el 12 de mayo de 1996.