Servicio diario - 01 de julio de 2017


Nombran al arzobispo Ladaria, nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Redacción

Dos nuevos obispos auxiliares para Santo Domingo
Redacción

Recuerdan en el Vaticano a los primeros cristianos allí martirizados
Sergio Mora

Sin audiencias en julio, ni santa Marta en julio y agosto
Redacción

San Bernardino Realino – 2 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

01/07/2017-11:42
Redacción

Nombran al arzobispo Ladaria, nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 1º Jul. 2017).- “El Santo Padre ha manifestado su agradecimiento al Eminentísimo Señor Cardenal Gerhard Ludwig Müller al concluir su mandato quinquenal de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de Presidente de la Comisión Pontificia “Ecclesia Dei”, de la Comisión Pontificia Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional”.
Lo indica este sábado un comunicado de la Oficina de prensa de la Santa Sede, precisando que el papa Francisco “ha llamado a sucederle en los mismos cargos a Su Excelencia Reverendísima Monseñor Luis Francisco Ladaria Ferrer, S.I., arzobispo titular de Tibica, hasta ahora Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe”.
Deja así su cargo el cardenal Müller, de 70 años, pasando el dicasterio al número dos del mismo, Luis Ladaria Ferrer, nacido en Mallorca, 19 de abril de 1944), arzobispo jesuita español y profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana.
El papa Juan Pablo II le nombró en 1992 miembro de la Comisión Teológica Internacional y en 1995consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En marzo de 2004 fue nombrado Secretario General de la Comisión Teológica Internacional.
El 9 de julio de 2008 es nombrado por el papa Benedicto XVI Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe asignándole la Sede titular de Thibica con dignidad arzobispal. Es un miembro del equipo de la Santa Sede encargado del diálogo con la Hermandad Sacerdotal San Pío X, que inició en el 2009.

 

01/07/2017-11:50
Redacción

Dos nuevos obispos auxiliares para Santo Domingo

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 1º Jul. 2017).- Nombramiento de los obispos auxiliares de la archidiócesis de Santo Domingo (República Dominicana)
El Santo Padre ha nombrado obispos auxiliares de la archidiócesis de Santo Domingo (República Dominicana) al Rev.do Jesús Castro Marte, del clero de la misma archidiócesis, hasta ahora Rector de la Universidad Católica y párroco de la parroquia universitaria, asignándole la sede titular episcopal de Giufi y al rev.do Mons. Ramón Benito Ángeles Fernández, del clero de la archidiócesis de Santo Domingo, hasta ahora vicario episcopal territorial della vicaría “Santo Domingo Este”, asignándole la sede titular episcopal de Febiana.
Lo informó este sábado en un comunicado, la Oficina del prensa de la Santa Sede.
Rev.do Mons. Jesús Castro Marte
El Rev.do Jesús Castro Marte nació el 18 marzo de 1966 en Guerra, archidiócesis di Santo Domingo.
Estudió Filosofia y Teologia en la Universidad Católica Madre y Maestra en la archidiócesis de Santigo de los Caballeros. Se licenció en Bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma. Ha frecuentado varios cursos sobre Ciencias Religiosasnel Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino en la archidiócesis de Santo Domingo y de Recursos Humanos en la Universidad Católica Madre y Maestra en la archidiócesis de Santigo de los Caballeros
Fue ordenado sacerdote el 13 de junio de 1995 incardinándose en la archidiócesis de Santo Domingo. De 1995 a 1997 ha sido vicario parroquial de San Antonio de Padua y Santa Lucía Mártir en La Victoria; de 1997 a 2001 párroco de San Antonio de Padua y Santa Lucía Mártir en La Victoria; de 2001 a 2004 párroco de San José, Cristo Rey del Universo y Madre de Dios en la zona de Yamasá, Monte Plata; de 2004 a 2006 ha proseguido sus estudios en el Ateneo Regina Apostolorum en Roma.
Posteriormente enseñó en la Pontificia Universidad Madre y Maestra en la archidiócesis de Santiago de los Caballeros. De 2008 a 2012 ha sido vicario episcopal para el Clero y Secretario Ejecutivo del Consejo presbiterial de la archidiócesis de Santo Domingo; de 2009 a 2010 párroco de San Ignacio de Loyola; de 2010 a 2012 párroco de San Juan Bautista de la Salle. Del 2011 a 2013 ha sido vicerrector del Pontificio Seminario Santo Tomás de Aquino y desde 2013 hasta hoy Rector de la Universidad Católica de Santo Domingo y párroco de la parroquia universitaria del mismo ateneo.
Rev.do Mons. Ramón Benito Ángeles Fernández
El Rev.do Ramón Benito Ángeles Fernández nació el 17 de marzo de 1949 en La Vega, en la diócesis del mismo nombre. Efectuó sus estudios en las siguientes instituciones: Escuelal Elemental Garda Godoy en La Vega; Instituto Pre-Seminario Padre Fantino en Santo Cerro, La Vega; Seminario Menor San Pio X en Santiago de los Caballeros.
De 1969 a 1974 estudió en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra donde se licenció en Filosofía y Letras y en Trabajo Social. De 1975 a 1979 estudió en el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino donde se licencó en Ciencias Sociales. De 1985 a 1987 estudió en el Instituto Alfonsiano en Roma, dond eobtuvo la licenciatura en Teología Moral. Cuenta con un doctorado en Educational Leadership, en la Southeastern University of Florida.
Fue ordenado sacerdote en la diocésos de La Vega el 23 de diciembre de 1978. Actualmente está incardinado en la archidiócesis de Santo Domingo. Pertenece al Instituto de Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt. El 1o de octubre de 1996 entró a formar parte de los Capellanes de Su Santidad.
Ha desempeñado los siguientes cargos : de 1980 a 1985: Rector del Seminario menor Santo Cura de Ars, La Vega; de 1980 a 1985: Cofundador e Director del año preparatorio (Pre-Filosofado), La Vega); de 1981a 1983: párroco de Nuestra Señora de Fátima, Bonao; de 1983 a1985: profesor de Teologia en la Universidad Católica Tecnológica del Cibao (UCATECI); de 1987 a 1991: Vicerrector Académico del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino; de 1992 a 1995: párroco de La Santísima Trinidadde La Vega, y de Cristo Rey en Lima Abajo, La Vega; de 1996 a 2002: Rector Universidad Católica Tecnológica del Cibao (UCATECI; de 2001 al 2009: Secretario General de la Conferencia Episcopal; de 2002 a 2016: párroco de San Antonio de Padua Gazcue, Santo Domingo; Fundador del Movimiento de la Juventud Católica en la República Dominicana; director diocesano del mismo Movimiento; de 1998 hasta hoy Fundador y director del Centro de Formación Integral Juventud y Familia. Actualmente, es vicario episcopal territorial de la vicaria “Santo Domingo Este”.

 

01/07/2017-11:00
Sergio Mora

Recuerdan en el Vaticano a los primeros cristianos allí martirizados

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 1º Jul. 2017).- Una misa y procesión recordando a los protomártires cristianos se celebró este viernes en el Vaticano, el día después de la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Un lugar simbólico donde muchos de los primeros cristianos fueron martirizados.
Esta cita anual ha sido presidida por el décimo año consecutivo por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, quien celebró la santa misa en la iglesia de Santa María della Pietá in Camposanto, colindante con el cementerio Teutónico.
El purpurado en su homilía hizo pasar idealmente a tres figuras, primero la del historiador romano Tacito que vivió en la época de Pedro, Pablo y los protomártires. En su texto Tácito critica a los cristianos, reconoce su crecimiento no solo en Oriente Medio pero también en ‘La Urbe’ romana. Señala que fueron condenados ‘no solamente por incendiarios, sino también por odiar al género humano’, y entregados a las fieras o puestos en cruces ‘quemados vivos cuando había acabado el día, como antorchas en la noche’, ‘en los jardines de Nerón’.
El purpurado recordó que ese es “el martirio en su forma más violenta y brutal que se repite en los siglos” como “hoy en día con el fundamentalismo”, de quienes somos testimonios.
La segunda figura es cuando Jesús dice: ‘Si alguno quiere venir detrás de mi tome su cruz cada día y me siga’, y subrayó el cada día, no solamente el de derramar la sangre sino el de derramarla gota a gota: como el martirio que sufren los padres que tienen un hijo con dependencia de la droga, o el de un matrimonio que convive bajo un techo pero sin relaciones de afecto; o el de las dificultades económicas. Y citó la frase de Pirandello que dice: ‘Es más fácil ser un héroe que un gentilhombre. Héroe se puede ser cada tanto, gentilhombre siempre’.
La tercera figura es cuando el apóstol Pablo a los Corintios les indica “Tenemos toda clase de tribulaciones, mas no somos quebrantados; estamos turbados, pero no desesperados”.
El cardenal concluyó su homilía señalando que cuando Jesús dice: ‘Padre Mío, en tus manos encomiendo mi espíritu’, y ‘Tú eres eres mi Dios y mis días están en tus manos’, estas son frases que nos invitan a pensar: “Estoy tranquilo porque mis tiempos están en tus manos”.
Concluida la eucaristía, partió con paso solemne, la procesión con el Santísimo Sacramento por las vías de la pequeña Ciudad del Vaticano, llevado en una custodia, debajo de un palio cargado por personas que allí trabajan y custodiado por un piquete de la Guardia suiza en uniforme de gala.
En el cortejo estaba la banda de la Gendarmería del Vaticano, que tocó con cadencia marcial, conocidos himnos eucarísticos y marianos, seguidos por las cofradías con sus gonfalones erguidos, por caballeros y damas de la orden ecuestre de Jerusalén, gendarmes, religiosas y religiosos y público vario.

 

01/07/2017-19:12
Redacción

Sin audiencias en julio, ni santa Marta en julio y agosto

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 1º Jul. 2017).- Con motivo de los meses de verano más calientes en Italia y en el hemisferio norte, y debido al período de las vacaciones, las audiencias generales de los miércoles se suspenden durante todo el mes de julio. Se reanudarán en el mes de agosto, pero no en la plaza de San Pedro, sino en el Aula Pablo VI.
En cambio las misas matutinas que celebra el papa Francisco en la residencia Santa Marta se suspenden en los meses de julio y de agosto. Y retomarán a mediados de septiembre.
La única cita pública sigue siendo el ángelus, todos los domingos, en la plaza de San Pedro.
El papa Francisco como en los años anteriores se queda en el Vaticano y no está programado que pase unos días en la residencia de verano Castel Gandolfo como era costumbre de los anteriores pontífices.

 

01/07/2017-19:32
Isabel Orellana Vilches

San Bernardino Realino – 2 de julio

(ZENIT – Madrid).- Nació en Carpi, Módena, Italia, el 1 de diciembre de 1530. Su padre era caballerizo mayor de la corte de los Gonzaga, una responsabilidad que le mantenía frecuentemente alejado del hogar, por lo cual su educación prácticamente quedó en manos de su madre que le transmitió su devoción por la Virgen María. Cursó estudios en Módena y en Bolonia. Estudiaba filosofía, aunque en realidad su objetivo era la medicina. En 1550 falleció su madre y tuvo que acostumbrarse a vivir sin ella; su solo recuerdo suscitaba en su ánimo una incontenible emoción.
Hasta ese momento su vida había discurrido como la de muchos jóvenes de su edad: componía poesías, escribía un diario, sufrió el típico mal de amores de la adolescencia, y hasta se vio involucrado en alguna que otra reyerta. Le gustaba cultivar las amistades y es posible que no supiera elegirlas siempre adecuadamente. En un momento dado, reconoció afligido «haber perdido muchísimo tiempo con algunos de sus compañeros, con los cuales trataba demasiado familiarmente». Y por si hubiese dudas al respecto, por la siguiente apreciación retrospectiva queda claro que su conciencia le reprochó determinados rasgos de su conducta: «Habiéndome introducido por senda tan resbaladiza, vino el ángel del Señor a amonestarme de mis errores, y, retrayéndome de las puertas del infierno, me colocó otra vez en la ruta del cielo».
Este «ángel» al que aludía metafóricamente tenía un rostro: el de la hermosa Clara, de la que se enamoró perdidamente en Bolonia después de regresar a la ciudad tras la muerte de su madre. Era una muchacha estudiosa y cultivaba la vida espiritual. Su candidez atrajo a Bernardino, que intercambió cartas y poemas con ella en un tono respetuoso e inocente. Pero la joven tenía cierta influencia en su voluntad y, a instancias suyas, aunque se decantaba por la medicina, abandonó esta carrera por la de derecho, disciplina en la que se doctoró en 1556. Con su título bajo el brazo, y quién sabe cuantos proyectos de futuro con su amada Clara, inició su andadura profesional.
Uno de sus pleitos tuvo lugar en Ferrara. Se produjo una situación que juzgó injusta y saldó el asunto con violencia, hiriendo la frente de su oponente con el estoque. A tenor
de ello, le aplicaron la sanción correspondiente y quedó inhabilitado para volver a ejercer allí. Después, con la protección del gobernador de Milán, que contaba con los buenos servicios de su padre, se convirtió en magistrado de Felizzano. Cuando Felipe II fue elegido nuevo gobernador, indirectamente, con la mediación de otra persona notable, el santo obtuvo la plaza de abogado fiscal en Alessandría, Piamonte. Un tercer gobernador lo nombró magistrado de Cassino. Finalmente, el marqués de Pescara lo designó juez de Castelleone, donde se reveló como un gran pacificador.
Aún le quedaba otro destino, el último, para hallar el verdadero amor de su vida. Porque en las postrimerías de 1591, cuando todo parecía sonreírle, la muerte le arrebató a la joven Clara; tuvo noticia de ello a través de unos amigos que se lo comunicaron por carta. Deshecho por el dolor de tan prematura pérdida, no encontró más consuelo que el de Dios. Cuando el marqués se trasladó a Nápoles como gobernador, lo llevó consigo; fue auditor y lugarteniente general de la ciudad. Con frecuencia vagaba por las calles intentando dar un nuevo sentido a su vida.
Una tarde se cruzó con dos alegres religiosos jesuitas, y animado por su gozoso semblante, fue a oír misa a la iglesia que tenían en la ciudad. Profundamente conmovido por la homilía del predicador, padre Carminata, se recluyó voluntariamente en su habitación. Durante unos días hizo los ejercicios espirituales y determinó seguir a Cristo. Aún no sabía la forma. Pesaban sobre él emociones comprensibles: la soledad de su padre, la confianza del marqués...; dudaba. En septiembre de 1564 María, a la que rogaba su auxilio rezando el rosario, despejó sus temores. Se le apareció con su divino Hijo en los brazos en medio de un celeste resplandor, y le instó a ingresar en la Compañía de Jesús. Se disiparon las sombras de Bernardino instantáneamente y penetró en su espíritu la luz.
Tenía 34 años cuando ingresó en el noviciado. Se deshizo de sus posesiones, y se formó a conciencia. Fue ordenado tres años más tarde y quedó destinado en Nápoles. En las calles, tantas veces transitadas por él como magistrado, se puso a prueba su humildad. Ciertas miradas reprobatorias, sorprendidas de la pobreza de su atuendo, lo decían todo acerca de lo que podían pensar; después, fueron apreciando sus virtudes. Le encomendaron la delicada misión de ser maestro de novicios, aunque él soñaba con partir a las Indias. No pudo cumplir su anhelo.
En 1574 fue enviado a Lecce como superior de la comunidad añadiendo la responsabilidad de abrir allí un colegio. Nápoles lo despidió con enorme aflicción por tenerle en alta estima. Y este mismo sentimiento brotó en Lecce, ciudad que se opuso frontalmente a su salida cuando los superiores determinaron trasladarle a otros lugares.
Además, siempre surgía algo que impedía su partida, desde inclemencias meteorológicas hasta enfermedades suyas que desaparecían misteriosamente en el momento que se revocaba la orden de salir. Era un excelente confesor y predicador. Prestó asistencia a enfermos, pobres, esclavos, etc.; ante él desfilaron personas de toda clase y condición, incluida la nobleza y prelados.
Considerado como un san Felipe Neri para Lecce, fue agraciado con favores místicos, entre otros, visiones, especialmente de la Virgen. Y teniendo su nombre en los labios, murió el 2 de julio de 1616 con 82 años, casi la mitad de los cuales los pasó en Lecce. Hallándose moribundo, la ciudad lo eligió como su patrón. El alcalde Rapana acudió a su lecho, y le leyó el documento pertinente arrancándole un casi postrero: «Sí, señores», como signo de aceptación. León XIII lo beatificó el 12 de enero de 1896, y Pío XII lo canonizó el 22 de junio de 1947.