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El card. Rosa Chávez, ejemplo de que Dios tarda pero no olvida. P. Quijano SJ

RV | 04/07/2017


 

En Roma para asistir al Consistorio que ha visto la creación de cinco nuevos cardenales, entre ellos el primer cardenal de su país, el padre Carlos Quijano SJ, de origen salvadoreño, y párroco en los Estados Unidos, habla de la intuición del Papa Francisco del Año de la Misericordia,  y a partir de ello, profundiza sobre la vida de la iglesia salvadoreña, pasando a través de la figura del Beato Romero y del recientemente creado cardenal, Gregorio Rosa Chávez.

Respecto a éste último, el padre Carlos Quijano expresa que ha sido una noticia que ha generado gran regocijo y profunda alegría, sabiendo que es un reconocimiento más que merecido para la figura de Monseñor Rosa Chávez pero también para el legado del Beato y mártir Romero.

 

El Año de la Misericordia nos ha acercado al hermano

Lo divino pasa por incardinarse con lo humano, y se es profundamente humano cuando se busca a Dios – dice en primer lugar el sacerdote - , pero no podemos imaginarnos de buscar a Dios en el cielo, abandonando lo que tenemos aquí en la tierra.

Según el religioso salvadoreño la intuición del año de la misericordia del Papa Francisco ha sido un alejarse de un edificio fundado sobre la moral y el castigo, para acercarse a la gente con mayor humildad.  

“Ha sido como decir que no tenemos el monopolio de la verdad, sino que ese camino pasa por las mediaciones humanas de saber cuán coherentes somos en practicar eso. A veces  - añade - en la iglesia creemos que hacer carrera es repetir lo que dice el superior, para recibir la buena evaluación, y eso encuentra lo profético del Papa Francisco, de rescatar aquella gente que había quedado atrás, como, por ejemplo, a Monseñor Rosa Chávez”.

Sobre el neo cardenal, por quien el sacerdote siente gran estima y admiración, expresa que “es un hombre que se quedó atrás por eso de que se le etiquetó como alguien que no reflejaba los valores o la ortodoxia vaticana. Como alguien de quien había que desconfiar”.

De alguna manera, explica, era un querer silenciar por siempre lo que fue el legado del mártir Beato Romero; un modo de decir que lo mataron porque se metieron en líos políticos, porque eran guerrilleros, o porque apoyaban a la sedición, a la izquierda, a lo que era la guerrrilla en esa época, les dieron su merecido”.

El padre Quijano señala – y casi denuncia - la paradoja de que un país “que se proclama cristiano y católico, que lleva el nombre de El Salvador, haya matado a tantos curas, religiosas, y hasta a un arzobispo. Y que quienes lo hicieron, lo hicieron con el apoyo de voces de la iglesia que creían que estaban haciendo el trabajo de Dios silenciando a estos mártires porque estaban molestando, o porque gratuitamente les decían que eran los cerebros de la subversión”. “Como en el caso de los mártires de la Universidad Católica, de la UCA, los padres Ellacuría, Montes, el padre Martín Baró”... “Otro símbolo del odio y de la irracionalidad de la gente que quería acabar con lo que creían que era la peor amenaza en el sistema vigente”.

 

El nombramiento del cardenal Rosa Chávez, ejemplo de que Dios tarda pero no olvida

Que a Monseñor Rosa Chávez se le ubique como cardenal, creo que es que Dios tarda pero no olvida, prosigue e indica el “sentido profético de Francisco”, que “es capaz de percibir que se cometieron excesos en nombre una ortodoxia mal interpretada en nuestra iglesia y que se  le hizo mucho daño a la gente”.

Como cuando en San Salvador se desmantelaron las comunidades de base, se destituyeron y expulsaron vocaciones –recuerda. Como cuando se dejó de promover respetuosamente en la jerarquía a gente tan valiosa, inteligente y humilde como lo fue Monseñor Rosa Chávez. “Y como él fueron muchos”, añade.

“En la arquidiócesis misma por muchos años los seminaristas tuvieron la prohibición de mencionar o leer algunas de las obras del arzobispo Romero. En todo ese influjo, creo que lo que está haciendo Francisco es prometedor, esperanzador, y es otra muestra de la confianza en Dios”.

El ejemplo de monseñor Rosa Chávez, reitera el religioso, es saber que Dios no olvida, y que esa perseverancia silenciosa ahora tiene su reconocimiento en ese título eclesiástico, que es, como lo dice él muy bien, ‘un nombramiento que le hace honor a Monseñor Romero’.

 

Un movimiento que tuvo su inicio con Juan Pablo II

Así como monseñor Romero, el párroco recuerda a todos los mártires, “los silenciados”, “a quienes los escuadrones de la muerte negaron su vida”.

“Muertos silenciosos a quienes han querido borrar inclusive después de su  muerte”, lamenta, y hace memoria de la visita de Juan Pablo II en 1983 a El Salvador, tres años después de la muerte del beato Romero: “cuando Juan Pablo llegó a San Salvador, visitar la tumba de Monseñor Romero no estaba en el itinerario de la  visita papal. Fue él quien forzó y rompió el protocolo para ir a rezar a la catedral metropolitana ante la tumba de Mons. Romero. Él rescató la imagen del arzobispo que había sido declarado como subversivo y enemigo de la democracia y de la justicia en el país”.

El sacerdote recuerda asimismo que por aquel entonces, “era un delito, que mucha gente humilde pagaba en el país, aquel de tener un retrato de Monseñor Romero y la Biblia. Y eso no es ficción”.

"Por eso - concluye - que tres años después de su asesinato, Juan Pablo II rescate la figura del beato ya fue un logro. Pero pasaron muchos años, treinta y cinco, para que pudiera ser beatificado".

(Griselda Mutual - Radio Vaticano)