Servicio diario - 07 de julio de 2017


El Papa al G20 pide ‘prioridad absoluta’ para los refugiados y situaciones de pobreza
Redacción

Francisco: “Jesús viene a mí porque soy un pecador” y “esta sea nuestra alegría”
Redacción

Funerales de Navarro-Valls: el último adiós de periodistas, cardenales, colaboradores y familiares
Sergio Mora

Homilía de Mons. Mariano Fazio, en el funeral de Navarro Valls
Redacción

Tres colombianos hacia los altares
Redacción

Obispos de Venezuela se reunirán en la 108º Asamblea plenaria ordinaria
Redacción

Aprendan de Mí – XIV Domingo Ordinario
Enrique Díaz Díaz

Beato Pedro Vigne – 8 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

07/07/2017-14:20
Redacción

El Papa al G20 pide ‘prioridad absoluta’ para los refugiados y situaciones de pobreza

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 7 Jul. 2017).- El papa Francisco envió un mensaje a la cumbre del G20 que se realiza hoy y mañana en Alemania, sobre el tema: “Dar forma a un mundo interconectado”.
Mientras en el exterior de la cumbre no faltaron manifestaciones incluso violentas contra todo y todos, el papa Francisco en cambio ha solicitado a los responsables de los
países de las 20 economías más representativos del mundo, que den prioridad absoluta a los refugiados así como a los más pobres y excluidos, y pide soluciones progresivas y no traumáticas que permitan libre circulación y estabilidad de las personas, que acaben siendo una ventaja para todos.

A continuación el texto:

A Su Excelencia
Angela Merkel
Canciller de la República Federal de Alemania
Después de nuestro reciente encuentro en el Vaticano y en respuesta a su oportuna solicitud, deseo transmitirle algunas consideraciones muy importantes para mí y para todos los pastores de la Iglesia Católica, de cara a la próxima reunión del G-20, en la que participan los Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de las principales economías del mundo y las más altas autoridades de la Unión Europea. Sigo así también una tradición iniciada por el Papa Benedicto XVI en abril de 2009, durante el G20 en Londres. Mi predecesor escribió a Vuestra Excelencia en 2006 en ocasión de la presidencia alemana de la Unión Europea y del G8.
En primer lugar quisiera expresar a usted y a los líderes que se reunirán en Hamburgo mi aprecio por los esfuerzos realizados para garantizar la gobernabilidad y la estabilidad de la economía mundial, con especial atención a los mercados financieros, el comercio, las cuestiones fiscales y, más en general, , a un crecimiento económico en todo el mundo que sea incluyente y sostenible (ver. Comunicado G20 Hangzhou, 5 de septiembre de 2016). Estos esfuerzos, como prevé el programa de trabajo de la Cumbre, son inseparables de la atención prestada a los conflictos en curso y al problema mundial de las migraciones.
En el documento programático de mi pontificado dirigido a los fieles católicos, la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, propuse cuatro principios de actuación para la construcción de sociedades fraternales, justas y pacíficas: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; y el todo es superior a la parte. Es obvio que estas líneas de acción pertenecen a la sabiduría multisecular de toda la humanidad y por lo tanto creo que también pueden servir como una contribución a la reflexión sobre la reunión de Hamburgo y también para evaluar sus resultados.
El tiempo es superior al espacio. La gravedad, la complejidad y la interconexión de los problemas del mundo son tales que no hay soluciones inmediatas y completamente satisfactorias. Por desgracia, el drama de la migración, inseparable de la pobreza y exacerbado por las guerras, es una prueba. Es posible, en cambio, poner en marcha procesos capaces de ofrecer soluciones progresivas y no traumáticas y de llegar, en relativamente poco tiempo a una libre circulación y a la estabilidad de las personas que sean beneficiosas para todos. Sin embargo, esta tensión entre el espacio y el tiempo, entre el límite y la plenitud, requiere un movimiento exactamente opuesto en la conciencia de los gobernantes y los poderosos.
Una solución eficaz , extendida necesariamente en el tiempo, sólo será posible si el objetivo final del proceso está claramente presente en su planificación. En los corazones y las mentes de los gobernantes y en cada una de las fases de aplicación de las medidas políticas es necesario dar prioridad a los pobres, los refugiados, los que sufren, los desplazados y excluidos, independientemente de su nación, raza, religión o cultura, y rechazar los conflictos armados.
En este punto, no puedo dejar de dirigir a los Jefes de Estado y de Gobierno del G-20 y a toda la comunidad mundial un sentido llamamiento por la trágica situación en Sudán del Sur, la cuenca del lago Chad, el Cuerno de África y Yemen, donde hay 30 millones de personas que no tienen comida y agua para sobrevivir. El compromiso de afrontar urgentemente estas situaciones y proporcionar apoyo inmediato a esas poblaciones será un signo de la seriedad y sinceridad del compromiso para reformar la economía mundial y una garantía de su buen desarrollo.
La unidad prevalece sobre el conflicto. La historia de la humanidad, incluso en la actualidad, presenta un vasto panorama de conflictos actuales o potenciales. La guerra, sin embargo, nunca es una solución. En las proximidad del centenario de la carta de Benedicto XV a los Jefes de los pueblos beligerantes , me siento obligado a pedir al mundo que ponga fin a todas estas masacres inútiles. El objetivo del G-20 y de otras reuniones anuales similares es resolver pacíficamente las diferencias económicas y encontrar reglas financieras y comerciales comunes que permitan el desarrollo integral de todos, para cumplir la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Ver Comunicado del G-20 en Hangzhou). Sin embargo, esto no será posible si todas las partes no comprometen a reducir sustancialmente los niveles de conflicto, a detener la carrera de armamentos y a abstenerse de involucrarse directa o indirectamente en los conflictos, así como si no se acepta discutir con sinceridad y transparencia de todas las divergencias. Es una contradicción trágica e incoherente la unidad aparente en los foros comunes con fines económicos o sociales y la persistencia deseada o aceptada de enfrentamientos bélicos.
La realidad es más importante que la idea. Las trágicas ideologías de la primera mitad del siglo XX han sido sustituidas por las nuevas ideologías de la autonomía absoluto de los mercados y de la especulación financiera (cf .. EG, 56). Dejan un doloroso rastro de exclusión y de descarte, e incluso de muerte. En los éxitos políticos y económicos que, sin embargo, no han faltado en el siglo pasado, se encuentra siempre un pragmatismo sano y prudente, guiado por el primado del ser humano y por la búsqueda para integrar y coordinar realidades diferentes y a veces contrastantes, a partir del respeto de cada uno de los ciudadanos, individuales. En ese sentido rezo para que la Cumbre de Hamburgo esté iluminada por el ejemplo de los líderes europeos y mundiales que siempre han favorecido el diálogo y la búsqueda de soluciones comunes: Schuman, De Gasperi, Adenauer, Monnet y muchos otros.
El todo es superior a la parte. Los problemas deben ser resueltos en concreto y prestando la debida atención a sus peculiaridades, pero las soluciones, para ser duraderas, no pueden dejar de tener una visión más amplia y considerar las repercusiones en todos los países y todos sus ciudadanos, además de respetar sus opiniones y pareceres. Me gustaría repetir la advertencia de que Benedicto XVI dirigió al G-20 en Londres en 2009. Aunque es razonable que las cumbres del G-20 se limiten al reducido número de países que representan el 90% de la producción mundial de bienes y servicios, esta misma situación debe mover a sus participantes a una reflexión profunda. Aquellos -Estados – y personas – cuya voz tiene menos fuerza en la escena política mundial son precisamente los que más sufren los efectos perniciosos de las crisis económicas de las que tienen poca o ninguna responsabilidad. Al mismo tiempo, esta gran mayoría que en términos económicos representa sólo el 10% del total, es la parte de la humanidad que tendría el mayor potencial para contribuir al progreso de todos. Por lo tanto es necesario tener siempre como punto de referencia a las Naciones Unidas, los programas y las organizaciones asociadas y los organismos regionales, respetando y honrando los tratados internacionales y seguir promoviendo el multilateralismo, para que las soluciones sean verdaderamente universales y duraderas, en beneficio de todos (cf. . Benedict o XVI, Carta al Hon. Gordon Brown, 30 de Marzo, 2009).
He querido ofrecer estas consideraciones como una contribución a la labor del G-20, confiando en el espíritu de solidaridad responsable que anima a todos los participantes. Invoco por lo tanto la bendición de Dios sobre la reunión en Hamburgo y sobre todos los esfuerzos de la comunidad internacional para activar una nueva era de desarrollo innovadora, interconectada, sostenible, respetuosa del ambiente e incluyente de todos los pueblos y todas las personas y (Ver. Comunicado G-20, Hangzhou).
Por favor, acepte, Excelencia, mis expresiones de la más alta consideración y estima.

 

 

07/07/2017-16:26
Redacción

Francisco: “Jesús viene a mí porque soy un pecador” y “esta sea nuestra alegría”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 7 Jul. 2017).- “Jesús viene a nosotros, viene a mí porque soy un pecador”, esta fue la idea central de la homilía que el papa Francisco celebró este viernes para los trabajadores del Centro Industrial del Vaticano, recordando cuando el Evangelio habla de la conversión de Mateo.
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el banco de los impuestos. Era un cobrador de impuestos. Esta gente era considerada de lo peor” porque “hacían pagar impuestos y el dinero se lo mandaban a los romanos y una parte se la metían ellos en su bolsillo”.
“Por eso -dijo el Papa- los odiaban tanto. Eran traidores. Jesús lo llamó. Lo vio y lo llamó. Sígueme. Jesús escogió a un apóstol, ... entre aquella gente, la peor. A continuación, este Mateo, invitado a comer, estaba alegre”.
Así recordó que antes de ser Papa, “cuando me alojaba en Via della Scrofa, me gustaba ir, ahora no puedo, a San Luis de los Franceses para ver el cuadro de Caravaggio, La conversión de Mateo. Él agarrado al dinero, así [hace el gesto] y Jesús lo indica con el dedo [...]. Se aferraba al dinero. Y Jesús lo escoge”.
Señaló también que Jesús “invita a toda la banda a almorzar, a los traidores, los cobradores de impuestos. Al ver esto, los fariseos que se creían justos, que juzgaban a todo decían: «Pero ¿por qué vuestro Maestro tiene esa compañía?».
“Esto me consuela tanto, porque creo que Jesús ha venido por mí. Porque todos somos pecadores. Todos. Todos tenemos este grado. Somos graduados. Todo el mundo sabe cuál es su pecado, su debilidad más fuerte. En primer lugar debemos reconocer esto: ninguno de nosotros, todos nosotros los que estamos aquí, podemos decir: ‘No soy un pecador’. Los fariseos lo decían. Jesús los condena. Eran soberbios, altivos, se creían superiores a los demás. En cambio, todos somos pecadores”. Y añadió: “Este es nuestro consuelo y nuestra confianza: él siempre perdona, cura el alma siempre, siempre”.
– ‘Pero yo soy débil, voy a tener una recaída ...’.
– “Jesús te levantará, te curará siempre. Este es nuestro consuelo, Jesús vino por mí”.
Y el Pontífice recordó que a san Jerónimo el Señor le dijo: «Dame tus pecados». Es hermoso escuchar esto: Dame tus pecados, tus debilidades, te curaré, tú sigue”. Y que hoy primer viernes “pensemos en el corazón de Jesús, para que nos haga comprender esto, con el corazón misericordioso, que sólo nos dice: Dame tus debilidades, dame tus pecados, yo perdono todo. Jesús perdona todo, siempre perdona”. Y les invitó a que “ésta sea nuestra alegría”.

 

 

07/07/2017-15:33
Sergio Mora

Funerales de Navarro-Valls: el último adiós de periodistas, cardenales, colaboradores y familiares

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 7 Jul. 2017).- El funeral del director emérito de la Oficina de prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, se realizó este viernes en la iglesia de San Eugenio, en Roma.
Joaquín Navarro-Valls, quien falleció a los 80 años este miércoles, español, médico psiquiatra, cirujano, corresponsal y periodista, fue director de la Oficina de prensa de la Santa Sede de 1984 a 2006, durante el pontificado de Juan Pablo II e inicio del de Benedicto XVI.
En la iglesia confiada a la prelatura del Opus Dei, a quien pertenecía Navarro Valls, se reunieron para la celebración en la misa de cuerpo presente varios cientos de personas, los cardenales Jean Louis Tauran, James Michael Harvey, Leonardo Sandri y Julián Herranz, además de numerosos obispos, sacerdotes y diplomáticos, entre los cuales el embajador español ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.
Estaban allí también muchos periodistas de los más diversos medios, dirigentes eméritos de la Sala de prensa del Vaticano, y personal de Campus Biomédico, donde Navarro Valls trabajó los últimos años de su vida, además del actual portavoz Greg Burke.
La misa solemne fue celebrada por el vicario general del Opus Dei, Mariano Fazio quien después de la eucaristía realizó los ritos funerarios y concelebrada por unos 20 sacerdotes, entre los cuales el padre Federico Lombardi, director emérito de la Oficina de prensa del Vaticano. Un numeroso coro acompañó la liturgia con diversos cantos que concluyeron con el Ave Verum.
Mons. Fazio señaló que “Joaquín era un hombre de fe y durante toda su vida procuró ser consecuente con lo que creía. Muchos de nosotros tenemos la convicción de que el Señor ya lo acogió en su seno, pero eso no quita para que pidamos por su eterno descanso”. Y señaló “tres ideas que pueden resumir una vida plena, lograda, llena de amor a Dios y de servicio a los demás. Estas son: lealtad, profesionalidad, don sincero de sí”.
En una misiva leída al final de la misa, el cardenal Stanislaw Dziwsz, quien fue el secretario de san Juan Pablo II, definió a Navarro-Valls como “un hombre de confianza y de fe, con el que el Papa compartió y debatió tantos temas importantes para la vida de la Iglesia y preocupaciones sobre el mundo”.
En una carta enviada desde Portugal, el prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Acariz, señaló: “Ayer se nos marchó al Cielo, Joaquín, después de llevar con garbo y sentido sobrenatural la enfermedad que venía padeciendo desde hace ya tiempo”.
Más detalladas fueron las palabras del ex vicedirector de la Sala de Prensa, el sacerdote Ciro Benedettini, que trabajó diez años con Navarro Valls, e indicó entre otras cosas la importancia decisiva de la participación de su director en las Conferencias de Pequín y El Cairo, dónde la Santa Sede se encontraba en inferioridad, siguiendo el consejo del Papa: ‘Dirígete a la opinión pública porque allí hay buena gente’ e imprimiendo un rumbo diverso a dichas cumbres.
La doctora Rossana Alloni que siguió durante los últimos años de su enfermedad al ex portavoz del Vaticano, señaló entre los diversos aspectos de su personalidad, la tranquilidad espiritual con la que recibió los análisis que indicaban que le quedaba muy poca vida.
A la salida, Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de San Egidio, comentó que el santo padre Juan Pablo II tuvo varias diplomacias paralelas, y ente ellas contó con la labor del entonces director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls

 

 

07/07/2017-15:45
Redacción

Homilía de Mons. Mariano Fazio, en el funeral de Navarro Valls

(ZENIT – Roma, 7 Jul. 2017).- El funerale di Joaquín Navarro-Valls, fallecido el pasado miércoles 5 de julio se realizó este viernes en la iglesia de San Eugenio en Roma
A continuación el texto de la homilía de mons. Mariano Fazio, vicario generale della prelatura dell’Opus Dei
«Io sono la risurrezione e la vita, dice il Signore (cfr. Gv 11, 25). Ci troviamo qui riuniti intorno all’altare, per dare l’ultimo saluto alle spoglie mortali del caro Joaquín, elevando la nostra preghiera al Padre della Misericordia, in suffragio per la sua anima. Quanta pace e serenità ci danno le parole di Gesù che abbiamo appena ascoltato: “Chi crede in me, anche se muore, vivrà; chiunque vive e crede in me, non morirà in eterno” (cfr. Gv 11, 25-26).
Joaquín era un uomo di fede, e per tutta la vita ha cercato di essere coerente con ciò in cui credeva. Molti di noi sono convinti che il Signore lo ha già accolto nel suo seno; ma ciò non toglie che preghiamo per il suo eterno riposo. E lo facciamo con piena fiducia nell’Amore di Dio, che si riversa continuamente sulle anime che lo amano.
Mentre riflettevo nella mia orazione personale sul contenuto di questa omelia, mi sono venute in mente tre idee che possono riassumere bene una vita piena come la sua, riuscita, colma di amore di Dio e di servizio agli altri. Le tre idee sono queste: lealtà, professionalità, e dono sincero di sé.
In primo luogo, lealtà. Anni fa, a Buenos Aires, fu conferito al Cardinale Dziwisz un dottorato honoris causa dall’Università Cattolica Argentina. Presiedeva la cerimonia l’allora cardinale Jorge Mario Bergoglio. Nel suo discorso, l’attuale Papa Francesco disse così — anche se non sono le sue parole testuali — “Non so in quale disciplina accademica viene conferito questo dottorato a don Stanislao. Dipendesse da me, glielo darei in lealtà”. Altrettanto possiamo dire, perfettamente, di Joaquín. Era, innanzitutto, un uomo leale. Leale a Dio, che imparò ad amare sin da piccolo in seno ad una famiglia cristiana; leale alla sua vocazione all’Opus Dei per santificarsi in mezzo al mondo; leale nel servizio alla Chiesa, in particolare quando san Giovanni Paolo II lo chiamò a cariche di grande responsabilità nella comunicazione della Santa Sede. Mise la propria vita al servizio di tale missione, nelle varie tappe della sua esistenza.
Il Signore loda coloro che gli sono leali. “Molto bene, servo buono e fedele!” dice a ciascuno dei servi che avevano saputo far fruttare i talenti che aveva affidato loro (cfr. Mt 25, 21.23). Joaquín aveva ricevuto molti talenti dal Signore e seppe farli fruttare. La sua lealtà si dimostrò nella sua professionalità. Mise al servizio della verità tutta le sue capacità e la sua competenza comunicativa, prima nell’Ufficio Stampa dell’Opus Dei, lavorando con san Josemaría, dal quale imparò tanto; poi, in “media” di rilievo internazionale ed anche come presidente dell’Associazione della Stampa Estera qui a Roma. E successivamente come direttore della Sala Stampa della Santa Sede. Era dotato di iniziativa, di spirito innovatore, di apertura per capire le nuove sfide a cui si stava andando incontro, con le innovazioni e le trasformazioni del mondo della comunicazione. I frutti del suo lavoro sono evidenti e i “media” più importanti del mondo glieli hanno riconosciuti in queste ultime ore. Tale servizio leale alla Chiesa attraverso la professionalità rivela la sua identificazione con lo spirito di san Josemaría Escrivá, verso il quale nutriva una particolare riconoscenza e devozione.
E infine la terza idea: Joaquín fece della propria vita un dono sincero di sé. San Giovanni Paolo II ha ripetuto innumerevoli volte questa categoria centrale dell’antropologia cristiana, che ritroviamo, per esempio, nella Costituzione Gaudium et spes: “L’uomo, il quale in terra è la sola creatura che Iddio abbia voluto per se stesso, non può ritrovarsi pienamente se non attraverso un dono sincero di sé” (n. 24). Joaquín ha vissuto la lealtà e la professionalità con un vero distacco interiore da sé stesso, con il desiderio sincero ed efficace di servire gli altri. Quando concluse il suo lavoro nella Santa Sede, indirizzò le sue capacità professionali per dare slancio alle attività del Policlinico del Campus Bio-Medico, dove tutti lo ricordano per il suo spirito di iniziativa e la sua umanità. In tutte le tappe della vita si prodigò per avvicinare a Dio i numerosissimi amici, visto che sapeva voler bene e si faceva voler bene.
Joaquín era una persona molto riconoscente, anche se manteneva i sentimenti al riparo di una certa riservatezza. Era molto grato alla famiglia da cui aveva ricevuto tanto ed anche dato tanto. E noi ci stringiamo in un abbraccio fraterno per stare vicino a loro nel dolore e ringraziarli della presenza qui a Roma. Voleva un bene dell’anima a coloro che gli erano fratelli nell’Opus Dei, per i quali era pronto a dare la vita. Li trattava con immediatezza, senso dello humour e con una certa ironia anglosassone che manifestava l’acume del suo spirito. Ho abitato assieme a lui per alcuni anni e sono un testimone oculare di questo affetto. Quando l’anno scorso gli chiesi se poteva telefonare a mia madre per farle gli auguri per il suo compleanno — si erano incontrati una volta sola, ma era nato subito un affetto reciproco — si sbrigò a farlo immediatamente senza che io glielo dovessi ricordare. Negli ultimi mesi, quando era già molto indebolito, si emozionava notando come le sue “sorelle” dell’Opera organizzarono tutto, con discrezione, per rendergli più gradevole l’ultima tappa della sua vita in casa propria. Si commuoveva pensando all’affetto che gli dimostrarono san Giovanni Paolo II, Benedetto XVI, san Josemaría, il beato Álvaro del Portillo, santa Teresa di Calcutta, mons. Javier Echevarría e l’attuale prelato, mons. Fernando Ocáriz, e cercava di ricambiare questo grande affetto, che riteneva di non meritare. Fu un figlio fedele della Chiesa, del Papa e del Padre, come noi chiamiamo in famiglia il Prelato dell’Opus Dei.
La sua vita così piena di valori si basava sull’intimità con Gesù. Tutti i giorni, fino all’ultimo, ha dedicato tempo a dialogare con il Signore nell’orazione, e a recitare il Rosario con un grande affetto per sua Madre, la Vergine Maria. Soprattutto prendeva forza dal Sacramento quotidiano dell’Eucarestia. Era quella la sua vera forza, più dei suoi abbondanti talenti naturali.
Devo concludere. Joaquín ha ricevuto molte benedizioni dal Signore. Possiamo immaginare l’abbraccio tenerissimo che darà in Cielo a tanti santi da lui conosciuti in vita quaggiù. Continueremo a pregare per lui con la certezza che il Signore premia sempre con generosità i suoi servitori buoni e fedeli. E lo facciamo ricorrendo a nostra Madre Santa Maria, che Joaquín ha tanto amato su questa terra».
Così sia.

 

 

07/07/2017-17:14
Redacción

Tres colombianos hacia los altares

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 7 Jul. 2017).- El papa Francisco autorizó hoy al cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, diversos decretos. Entre ellos hay tres que se refieren a colombianos, justamente pocos meses antes del viaje del papa Francisco a Colombia, programado del 6 al 11 de septiembre 2017.

Colombia:
El martirio del obispo de Arauca, Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, del Instituto para las Misiones Extranjeras de Yarumal, secuestrado y asesinado por la guerrilla del ELN, a los 73 años de edad, el 2 de octubre de 1989.
También el martirio del P. Pedro María Ramírez Ramos, el llamado Cura de Armero, (la ciudad arrasada por un alud en 1985), durante las revueltas de abril de 1948 a manos de un grupo de asesinos que lo asesinaron a machetazos en su iglesia.
En estos casos en que se ha establecido que es un mártir, o sea que murió por odio a la fe, pasa a ser beato y después a santo, una vez que se registran los dos milagros debidamente comprobados.
El Papa aprobó además las virtudes heroicas del arzobispo de Bogotá, Mons. Ismael Perdomo Borrero y vicario castrense de las Fuerzas Armadas de Colombia, ahora Venerable.
Aquí se necesita un primer milagro por la intercesión del candidato para que pueda se nombrado beato, y un segundo milagro para ser canonizado, o sea nombrado santo.

Otros decretos:

España:
– las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Paula Gil Cano Jesús, fundadora de la
Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Purísima Concepción; nacida el 2 de febrero de 1849 en Vera (España) y fallecida el 18 de enero de 1913 en Murcia;

Polonia:
– un milagro atribuido a la intercesión de la Siervo de Dios Anna Chrzanowska, Laica; nacida el 7 de octubre de1902 en Varsovia (Polonia) y fallecida el 29 de abril de 1973 en Cracovia (Polonia);
– las virtudes heroicas del Siervo de Dios Alogzy Kosiba (en el siglo Piotr), laico profeso de la Orden de los Hermanos Menores; nacido el 29 de junio de 1855, en Libusza (Polonia) y fallecido el 4 de enero de 1939 en Wieliczka (Polonia);

Italia:
– las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Maria Elisabetta Mazza, fundadora del Instituto de las Hermanas Pequeñas Apóstolas de la Escuela Cristiana; nacido el 21 de enero de 1886 en Martinengo (Italia) y fallecida el 29 de agosto de 1950 en Bérgamo (Italia);
– las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Maria Crocefissa dell’ Amore Divino (en el siglo Maria Gargani), fundadora de la Congregación de las Apóstolas del Sagrado Corazón; nacida el 23 de diciembre de 1892 en Morra Irpino (ahora Morra De Sanctis, Italia) y fallecida el 23 de de mayo de 1973 en Nápoles (Italia).

 

 

07/07/2017-08:56
Redacción

Obispos de Venezuela se reunirán en la 108º Asamblea plenaria ordinaria

(ZENIT – Roma).- Del 07 al 12 de julio de 2017 se realizará en Caracas la Centésima Octava (CVIII) Asamblea Ordinaria Plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) donde participarán 50 obispos de las 40 jurisdicciones eclesiásticas del país.
Los obispos venezolanos abordarán temas de importancia ante el escenario de crisis en el país, los desafíos que imponen la situación actual para la iglesia y el compromiso de acompañamiento del pueblo de Dios ante momentos de vital importancia.
Durante el encuentro se recibirá la visita de Su Eminencia el Cardenal Claudio Hummes, de la Red Eclesial Pan-Amazónica (REPAM) junto a la directiva de esa institución. Está previsto que durante la agenda del episcopado venezolano la realización de la Asamblea por la Vocaciones, en la que los rectores de seminarios y promotores vocacionales de las diócesis analizaran la situación actual y proyecciones vocacionales en el país.
Al culminar la agenda de trabajo, el día 12 de julio, los obispos venezolanos se dirigirán al país para dar a conocer la exhortación pastoral correspondiente a la Centésima octava asamblea ordinaria plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV)

 

 

07/07/2017-05:03
Enrique Díaz Díaz

Aprendan de Mí – XIV Domingo Ordinario

Zacarías 9, 9-10: “Mira a tu rey que viene humilde hacia ti”
Salmo 144: “Acuérdate, Señor, de tu misericordia”
Romanos 8, 9. 11-13: “Si con la ayuda del Espíritu dan muerte a los bajos deseos del cuerpo, vivirán”
San Mateo 11, 25-30: “Soy manso y humilde de corazón”

El pequeño Rosendo, sentado en la orilla de la banqueta, contempla con tristeza la parvada de chiquillos alocados que corren tras un balón que se les escapa. A fuerza de golpes y burlas ha aprendido que no es igual que los demás niños y se ha resignado a ser aceptado a medias, cuando hay alguna necesidad grave, que no se completa el equipo, que alguien ya se cansó o simplemente porque alguien se compadeció de él. “El gordito” es objeto del bullying de niños y niñas por igual. A nadie le ha preocupado cuál es la causa de su debilidad escondida en un cuerpecito deforme. A más aislamiento, más compulsión, menos ejercicio, más tristeza y más problemas. La sociedad es implacable: destruye y aísla. Al débil y pequeño lo hunde en su debilidad y se va creciendo con resentimientos, con complejos y con tristeza.
“En este mundo no hay lugar para los débiles”, es una máxima aprendida a sangre y fuego, a dolor y experiencia por muchos de los niños y jóvenes de nuestros tiempos. Estamos en la ley de la selva o del asfalto: el grande se come al pequeño, el fuerte somete al débil y todos buscan sacar provecho del otro. ¿No es cierto que las naciones poderosas explotan los recursos de las naciones pobres? ¿No es verdad que las grandes empresas se van comiendo a las pequeñas hasta dejarlas en la ruina? Lo mismo sucede en los barrios y en las familias. El hombre fuerte, el insensible, el que aplasta, aparece como modelo de juventud. Jesús, en su Evangelio, va contra corriente y parece descontrolarnos con sus frases profundas y cuestionantes: “gracias... por la gente sencilla... aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón”. ¿Quién sostendría estas frases en la actualidad?
Jesús habla en serio y no con falsa humildad. Se hace eco de la primera lectura de este domingo donde Zacarías nos presenta la alegría de Jerusalén a quien invita a regocijarse: “mira a tu rey que viene hacia ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito. Hace desaparecer... los carros de guerra, los caballos de combate. Rompe el arco del guerrero y anuncia la paz a las naciones...” Aparece Jesús como el portador de paz, pero rompiendo los instrumentos de la guerra. ¿Es posible construir la paz con humildad y sencillez? Es lo que afirma hoy Jesús. Propone vencer la guerra con amor. Es también lo que la experiencia nos enseña desde la casa hasta la situación de las naciones: nunca se ha ganado una guerra con violencia, la paz no se logra con la derrota del enemigo, sino cuando hay la reconciliación y el acuerdo, y todavía se tiene que trabajar mucho después. Cuando alguien grita, otro busca gritar más fuerte; cuando se quiere controlar la violencia con violencia, se suscita una cadena interminable de agravios. Si se siembran vientos se cosecharán tempestades.
El Papa Francisco causa admiración, y también cierta irritación en algunos ambientes, cuando afirma que el Reino de Dios se construye desde los pequeños. La mansedumbre y la humildad no son, como alguien quisiera confundir, una característica de personas pasivas, sin nervio, sin ánimo, sin pasiones, indiferentes y sin emociones. Basta contemplar a Jesús: cuando es proclamado rey en su entrada a Jerusalén, va en un burrito, pero no duda en bajarse del burro, empuñar el látigo y descargarlo contra quienes se han atrevido a profanar el templo. Reprocha fuertemente a quienes lucran con la fe y el culto. Arde en su corazón el celo por la casa del Señor, “el templo y el sagrado recinto que es cada persona”. Así Cristo nos dice que el manso no es un resignado, un incapaz de afrontar los problemas más arduos y tomar decisiones frente a la injusticia. Si uno no está dispuesto a afrontar los retos y luchar con pasión por la justicia, no puede llamarse manso ni humilde: será irresponsable e indiferente. La oración de agradecimiento de Jesús va en este profundo sentido: los más sencillos, los más humildes son los que se comprometen con la verdad. Los sabios y entendidos, según el mundo, juegan con los sentimientos, buscan ventajas y abusan de su fortaleza. Precisamente Cristo ha elegido siempre a los pobres y sencillos; no es difícil descubrirlo en su Evangelio. Y no es que no anuncie su Evangelio a los poderosos y entendidos, sino que si éstos tienen su corazón lleno de orgullo, no pueden aceptar la novedad del Evangelio.
Cristo sabe que no es fácil construir el mundo desde abajo y entiende que hay dolor y sufrimiento cuando se opta por los pobres y sencillos, por eso pone su corazón como guarida y por eso ofrece su ejemplo como aliciente: “Vengan a Mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y Yo los aliviaré”. Quien siente el peso de la vida encontrará en Jesús un alivio profundo. Cuando Jesús propone: “Tomen mi yugo sobre ustedes”, está ofreciendo salvación, pero no ofrece las curaciones milagrosas o la ausencia de dolor o compromiso. Hay que cambiar de yugo. Abandonar el de los “sabios y entendidos” pues no es llevadero, y cargar con el de Jesús, que hace la vida más llevadera. No porque Jesús exija menos. Exige más, pero de otra manera. Exige lo esencial: el amor que libera de lo que hace daño a las personas. “Aprendan de Mí” es la invitación final que en este día nos hace Jesús. Imitarlo, como Él construye, con sus preferencias, con su estilo, como Él busca la paz.
¿Qué lugar ocupan los pequeños en nuestra comunidad? ¿Cómo resolvemos nosotros nuestras diferencias y a quién le damos la razón: al que grita más, al poderoso o a
quién? ¿Cómo podemos acercarnos a Jesús para soportar nuestros yugos de cada día?
Señor Jesús, que has escogido a los pequeños y sencillos para construir tu Reino, concédenos valentía para arriesgarnos en tu aventura y generosidad para descubrir tu rostro en los despreciados y olvidados. Amén.

 

 

07/07/2017-04:47
Isabel Orellana Vilches

Beato Pedro Vigne – 8 de julio

(ZENIT – Madrid).- Nació el 20 de agosto de 1670 en Privas, Francia. Su padre regentaba un comercio textil y los tres hermanos que sobrevivieron, de los cinco nacidos en el hogar, no tuvieron excesivos problemas económicos porque se vivía holgadamente. Sus progenitores le proporcionaron una buena educación. Era un muchacho tan despierto que a sus 11 años el párroco le encomendó tareas de cierta responsabilidad en la parroquia de Santo Tomás; actuaba como testigo firmando actas parroquiales de bautismo, matrimonio y sepultura. En su entorno imperaba el calvinismo y en este ambiente enrarecido por los conflictos que generaban creencias dispares, se sintió llamado a seguir a Cristo en el transcurso de una Eucaristía. Toda su vida tuvo como eje central la adoración al Santísimo Sacramento.
En 1690 ingresó en el seminario de Viviers y cuatro años más tarde fue ordenado sacerdote por el prelado de la diócesis. Luego, se trasladó a Saint-Agrève en calidad de coadjutor. Su ministerio estuvo marcado por la reflexión sobre la Palabra de Dios y su devoción a la Sagrada Eucaristía, pilar de su vida sacerdotal e influjo para ejercitar la caridad sin desmayo. Volcado por completo en la misión, afable y cercano, fácilmente se compenetraba con las gentes sencillas. Conocedor de sus carencias, las fortalecía en la fe y conseguía que se involucraran en la defensa de la unidad de la Iglesia. También él iba discerniendo los pasos que debía dar.
Se sentía impulsado a la vida misionera. Los pobres, en particular los campesinos, eran sus predilectos. Por esa razón, en 1700 abandonó Saint-Agrève y se vinculó a la Congregación de la Misión, ya que su carisma estaba orientado a las «misiones populares», y ello le permitiría estar en contacto con este colectivo. Profesó en 1702 y fue destinado a Valfleury. Una de sus tareas consistió en atender a los peregrinos que acudían al santuario de la Virgen au Genêt d’Or. En la Congregación aprendió el método seguido por san Vicente de Paúl, que él mismo encarnó y difundió durante seis años de evangelización por los confines de Lyon llegando hasta Béziers. Internamente libraba una lucha difícil de apreciar por los demás; no estaba convencido del camino emprendido. Su experiencia apostólica con la gente del campo corroboró lo que venía intuyendo, que esa era la vía que debía seguir. De modo que, tras dos intensos años dedicados a la misión y a una seria reflexión para dilucidar la voluntad divina, en 1706 dejó a los lazaristas.
Nunca se apagó su sed de llevar la Palabra de Dios por los pueblos. No se cansaba de repetir que había que acudir a ella: «Es necesario alimentarse de la Palabra de Dios, y así alimentar e instruir a los otros». «Quien comete el mal es porque no conoce a Dios. ¿Quién osaría no obedecerlo, no amarle, si lo conociera verdaderamente? ¿Quién osaría ofenderlo? Cuando se tiene el hábito de meditar su amor, se tiene también la certeza de esperar todo de su misericordia».
Con la debida autorización eclesial, continuó predicando por diversos lugares. Administraba los sacramentos, enseñaba a los niños, y prodigaba toda clase de atenciones de forma incansable. Suplicaba fervorosamente: «Señor, que ame con amor verdadero lo que es y concierne el bien de mi prójimo. Haz que te rece por él y que, por Ti, busque siempre serle útil...». Su firme convicción era: «Nuestra parte solo debe ser paciencia y dulce caridad, que es un medio admirable para ganar a los más endurecidos». Se congregaban en derredor suyo multitudes que, a su pesar, premiaban su celo apostólico. Su amor a Cristo hacía años que le había predispuesto a asumir cualquier sacrificio. También la Virgen María fue su baluarte.
En 1712 su ardor misionero le llevó a Boucieu-le-Roi. Esta localidad, en la que se afincó definitivamente, fue su cuartel general. De allí partía para evangelizar los pueblos y regiones vecinas. La Eucaristía y la Pasión marcaban su vida, alumbraban su labor y le ayudaban a posarse en el corazón de los incrédulos. En Boucieu-le-Roi, ayudado por los fieles del entorno, erigió un monumental Vía Crucis. Ingeniosamente aprovechó la escarpada orografía del terreno dándole realce con sus 39 estaciones; una espléndida catequesis que se iniciaba con lo acontecido el Jueves Santo y culminaba con Pentecostés. Él mismo encabezaba las constantes visitas de peregrinos acompañándoles en su reflexión y oración. Además, un grupo de mujeres, instadas por él, le ayudaron en esta tarea apostólica. Así surgió su fundación: la Congregación del Santísimo Sacramento.
El 30 de noviembre de 1715 hizo entrega a las primeras religiosas de los distintivos de la Orden, el hábito y la cruz. «El libro más bello. Jesucristo que sufre y muere en la cruz por nosotros» era el objeto de sus meditaciones. «¿Buscas la humildad? ¡Id a la Cruz!, ¿buscas la pureza? ¡Id a la Cruz!, ¿buscas la esperanza?, ¿eres atraído del orgullo? ¡mira el crucifijo!...». Éstas, y otras muchas, eran las grandes lecciones que ofrecía. En su formación inculcaba a sus hijas el amor a la Eucaristía instruyéndolas para que supiesen educar a niños y a jóvenes; escribía sus reglas y les proporcionaba otros tratados de espiritualidad de su autoría.
Sin abandonar la misión popular, creó nuevas escuelas y un espacio para las maestras, denominado «regentas», en el que podían compartir sus intereses. Pero su búsqueda personal no tenía fin, y terminó vinculándose a la fundación de Sacerdotes del Santísimo Sacramento. Un día, siendo ya septuagenario, cuando predicaba en Rencurel se sintió indispuesto por tantas fatigas. Y mientras oraba acompañado de un sacerdote y dos religiosas de la Orden fundada por él, que acudieron de inmediato a su lecho de muerte, expiró el 8 de julio de 1740. Juan Pablo II lo beatificó el 3 de octubre de 2004.