Servicio diario - 02 de agosto de 2017


Audiencia: El Bautismo, puerta de la esperanza
Rosa Die Alcolea

Esperanza para los peregrinos de Siria y Líbano
Rosa Die Alcolea

Fútbol : “atletas del bien y de la paz”
Rosa Die Alcolea

San Pedro de Anagni, 3 de agosto
Isabel Orellana Vilches

Beato Ceferino Giménez Malla, «El Pelé», 2 de Agosto
Isabel Orellana Vilches


 

2 agosto 2017
Rosa Die Alcolea

Audiencia: El Bautismo, puerta de la esperanza

Catequesis y saludo en español, 2 de agosto de 2017

“El Bautismo como puerta de la esperanza” ha sido el primer mensaje que ha lanzado el Pontífice en la catequesis en lengua española de esta mañana. “Por medio de este sacramento se nos abre el camino del encuentro con Cristo, luz de nuestras vidas. La Iglesia lo representa por medio de una vela, que se enciende del cirio pascual, el cual nos recuerda la resurrección de Cristo. Esa luz es un tesoro que debemos conservar y transmitir a los demás”.

El Santo Padre Francisco ha continuado hoy con el tema de la esperanza cristiana en la 29º catequesis de la audiencia general, que se ha celebrado esta mañana (2 de agosto de 2017) en la sala Pablo VI para evitar el fuerte calor, retomando así las audiencias tras un período de descanso desde el 28 de junio.

Francisco exhorta a “recordarnos nuestro bautismo, porque por medio de él hemos nacido para Dios, siendo criaturas nuevas”. Asimismo, ha explicado que “los cristianos vivimos en el mundo y no estamos exentos de oscuridades y tinieblas. Sin embargo, la gracia de Cristo recibida en el Bautismo nos hace salir de la noche y entrar en la claridad del día”.

El Papa Francisco ha anunciado esta mañana en la audiencia general que “el cristiano está llamado a ser `cristóforo´, portador de Jesús al mundo”, y ha señalado que “a través de signos concretos, manifestamos la presencia y el amor de Jesús a los demás, especialmente a los que están atravesando situaciones difíciles”.

El Santo Padre ha concluido con un mensaje esperanzador: “Si somos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza de Dios y transmitiremos a las futuras generaciones razones de vida”.

Antes de terminar la catequesis, el Papa ha saludado cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica y les ha invitado a recordar su bautismo y a “ser luz de Cristo para los demás, siendo portadores de la vida nueva recibida en el bautismo, para que los que sufren y los descartados de la sociedad puedan percibir a través de nuestro testimonio de vida la claridad de la esperanza en Cristo”.

Además, el Papa Francisco ha propuesto en la audiencia general una tarea para todos: aprender o recordar la fecha de bautismo, ya que “es la fecha del re-nacimiento, es la fecha de la luz, que es la fecha en la que –permitidme esta palabra- hemos sido contaminado por la luz de Cristo”, ha aclarado el Santo Padre.

 

Mensaje a los jóvenes

Por otro lado, el Papa Francisco ha publicado a mediodía un nuevo tweet desde su cuenta oficial @Pontifex, en el que anuncia que “El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva”.

Como cada miércoles, Su Santidad ha dirigido unas palabras a los jóvenes, así como a los enfermos y a los recién casados: “Que la Fiesta de la Transfiguración del Señor que celebraremos el próximo domingo nos ayude a todos a no perder nunca la esperanza, pero a abandonarnos con confianza en las manos de Cristo nuestro Salvador”.

 

 

02/08/2017-14:54
Rosa Die Alcolea

Esperanza para los peregrinos de Siria y Líbano

El Papa Francisco ha saludado esta mañana (miércoles, 2 de agosto 2017) en la
audiencia general a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que provienen de Siria, de Líbano y de Oriente Medio.
El Santo Padre ha dirigido un mensaje de esperanza, tema que ha tratado en la catequesis, a los fieles de Oriente Medio: “El Bautismo es el misterio de la esperanza sólida que no defrauda nunca, porque nos hace entrar en el amor de Dios, nos convierte en Altar del Espíritu Santo, hijos del Reino de Dios y miembros del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia”.
Francisco ha invitado a los peregrinos de lengua árabe a recordar la fecha de nuestro Bautismo y a celebrarlo “porque es el día de nuestro nuevo nacimiento”.

 

 

02/08/2017-18:26
Rosa Die Alcolea

Fútbol : “atletas del bien y de la paz”

El Papa Francisco ha animado a los dirigentes y jugadores del equipo alemán de fútbol “Borussia Mönchengladbach”, ubicado en el este del país, a ser “atletas del bien y de la paz”, algo de lo que el mundo actual está tan necesitado.
La plantilla del equipo alemán, ubicado en el han sido recibidos esta mañana, 2 de agosto del 2017, en el Vaticano por el Santo Padre en audiencia privada. La reunión ha tenido lugar en una pequeña sala cerca de la Sala Pablo VI.
El “Fohlen-Elf” (apodo del equipo) se distingue por el hecho de ser siempre un equipo “a medida del hombre”, y un equipo que “favorece la familia”, ha señalado el Papa Francisco. “Es bello ver como las familias van a vuestro campo de Borussia y como lleváis a cabo varios programas e iniciativas para jóvenes, especialmente para los más desfavorecidos”, ha destacado Su Santidad.
El Papa Francisco ha expresado su gratitud al equipo de fútbol alemán por la estrecha relación de amistad que mantienen con la Asociación Deportiva de Empleados Vaticanos y por los partidos que han jugado en Mönchengladbach y en Roma estos últimos años.
Asimismo, el Santo Padre les ha pedido que recen también por él, les ha encomendando e ellos y sus familiares y seres queridos al Señor, y les ha dado la bendición.

 

 

02/08/2017-13:59
Isabel Orellana Vilches

San Pedro de Anagni, 3 de agosto

«Monje benedictino, obispo e impulsor en su sede de la reforma gregoriana. A él se debe la reconstrucción de la basílica-catedral de Anagni; en ella fue canonizada Clara de Asís»

Isabel Orellana Vilches

Amigo y colaborador de Bruno de Segni, que fue su biógrafo, procedía de la noble familia de príncipes lombardos de Salerno que se establecieron allí en el siglo IX, aunque el año 1077, en vida de este santo, la ciudad fue conquistada por los normandos. La Bula suscrita por el papa Pascual II en 1110, mediante la cual lo elevó a la gloria de Bernini, se hacía eco de la narración que Bruno hizo de Pedro. En la actualidad se conserva incompleto otro documento redactado antes de 1181, cuyo autor fue Pedro II de Anagni, al que se le puede dar cierta credibilidad. En conjunto el relato permite recomponer su trayectoria vital que se inicia subrayando su temprana orfandad tras la cual fue conducido al monasterio de San Benito, donde se imbuyó en la espiritualidad monástica. Allí cultivó la oración y el estudio impregnándose de la fecunda tradición conservada y acrecentada por sus hermanos a través de la regla que les legó su insigne fundador. Junto a ellos obtuvo la preparación que unida a sus excelsas virtudes a su tiempo le llevarían a ser un gran obispo.
Desde el punto de vista histórico, la situación eclesial se hallaba inmersa en el espíritu de la reforma que tuvo en san Gregorio Magno a uno de sus grandes impulsores. Fue continuada por Gregorio VII en las dos últimas décadas del siglo XI, aunque había comenzado a mediados del mismo, durante el pontificado de León IX. Por otro lado, para comprender el contexto existencial en el que discurrió la vida de Pedro, y cómo llegó a ocupar la sede de Anagni, conviene recordar que a la muerte del papa Esteban IX se produjo la elección de Benedicto X sin que hubiese unanimidad en el Colegio cardenalicio. Los que estaban en desacuerdo eligieron a Nicolás II en Siena contando con el voto de Hildebrando, futuro Gregorio VII. Pero al morir Nicolás II en 1061, los nobles de Roma y los prelados lombardos apelaron al derecho imperial reclamando la designación de un nuevo pontífice. Entonces intervino el cardenal Hildebrando, y reivindicó la legitimidad de los decretos para la elección papal ratificados por el sínodo de Melfi en agosto de 1059. Se escogió como sucesor de Nicolás al obispo de Lucca, Anselmo da Baggio, que tomó el nombre de Alejandro II; su pontificado duró doce años.
En esta época, el cardenal Hildebrando, que había conocido a Pedro en el monasterio benedictino de Salerno, estaba al corriente de su admirable virtud y excelente preparación. De modo, que sugirió al pontífice Alejandro II que lo designase su capellán. Esta cercana relación de Pedro con el papa, quien puso en él su confianza, le permitió adquirir una gran experiencia en temas eclesiásticos. Ayudó al Santo Padre en temas dolorosos y problemáticos que afloraron entonces, como la disciplina interna eclesial y los privilegios de los laicos que habían ido usurpando los bienes de la Iglesia, entre otros asuntos. Pedro fue también impulsor de la reconstrucción de la catedral-basílica de Salerno, una de sus acciones por la que es bien conocido, que reclamó su atención entre 1072 y 1103.
Pues bien, Alejandro II consagró a Pedro obispo de Anagni y lo envió como legado suyo a la corte del emperador de Bizancio, Miguel VII, para reconciliarlo con la fe católica. Precisamente las fuentes atribuyen a este monarca su ayuda para la reconstrucción de la catedral; se piensa que pudieron intervenir en ella artesanos bizantinos. En 1096, mientras la obra estaba en marcha, el santo participó en la Primera Cruzada junto a su líder, Bohemundo I de Tarento, que sería príncipe de Antioquia y que marchó a luchar a Tierra Santa. Pedro se mantuvo al lado del emperador de Constantinopla. Durante cuarenta y tres años de episcopado, parte de los cuales tuvieron lugar mientras Hildebrando, ya como Gregorio VII, ocupaba la Silla de Pedro (fue elegido en 1073 y rigió la Iglesia hasta que se produjo su deceso en 1085), el santo prelado de Anagni tuvo que afrontar diversos problemas espinosos. La Iglesia dejaba mucho que desear y el papa, que fue un enérgico reformador, no estaba dispuesto a mantener los deplorables testimonios que se daban en ella. Luchó contra la simonía, las investiduras y estableció el celibato sacerdotal en contra de una mayoría del clero incendiado por un decreto que inicialmente no estuvo dispuesto a acoger. No le tembló la mano y en el concilio realizado en Roma en 1075 excomulgó a varios obispos.
Este clamor en contra de la reforma salpicó a la sede Anagni donde fue palpable la reticencia de muchos clérigos, un hecho que produjo a Pedro gran sufrimiento ya que era un fiel hijo de la Iglesia y estuvo indisolublemente unido a los sucesivos pontífices. Murió el 3 de agosto del año 1105. Fue introducido en el catálogo de los santos por el papa Pascual II el 4 de junio de 1110, autorizando su culto en las diócesis de la Campania. Sus restos se veneran en la catedral de Anagni, ciudad de la que es uno de patrones. La basílica está dedicada a Santa María Annunziata y se da la circunstancia de que fue el lugar elegido para la canonización de santa Clara de Asís en 1255.

 

 

02/08/2017-13:46
Isabel Orellana Vilches

Beato Ceferino Giménez Malla, «El Pelé», 2 de Agosto

«Primer gitano beatificado. Solidario, caritativo y conciliador. Mártir de la fe. Fusilado, con un rosario entre las manos, en las tapias de un cementerio, tras haber defendido a un sacerdote»

Isabel Orellana Vilches

Este hombre grande y humilde, que dio pruebas de su reciedumbre espiritual, fiel defensor de la fe hasta derramar su sangre por ella en la contienda española de 1936, ha sido el primer gitano beatificado. El 4 de mayo de 1997 cuando Juan Pablo II lo encumbró a los altares, un reguero de júbilo se extendió por los recodos del mundo, especialmente entre la raza calé, aunque el gozo provenía de todos los lugares. Ese día el pontífice recordó que Ceferino «supo sembrar concordia y solidaridad entre los suyos, mediando también en los conflictos que a veces empañan las relaciones entre payos y gitanos, demostrando que la caridad de Cristo no conoce límites de razas ni culturas».
Se cree que nació el 16 de agosto de 1861 en Benavent de Segriá, Lérida, España, aunque fue bautizado en Fraga, Huesca. Así como sus padres recibían el apodo de «el Tichs» y «la Jeseía», bien niño comenzó a ser conocido como «el Pelé». En su ambiente el artículo que anteponían al nombre es signo de llaneza, una costumbre enraizada en el tiempo que se encarna como algo natural. Tan ordinario en su vida como el nomadismo cincelado en los humildes carromatos que van llevándoles de un lado a otro. El escenario de su acontecer fueron los caminos, las intrincadas y hermosas veredas de las montañas aragonesas, que recorría con los canastillos fabricados por él para su venta. Así ayudaba a su madre, que un día se despertó con un vacío en el lecho y en el corazón, porque el cabeza de familia había abandonado a los suyos. Fue un tío, afincado en Barbastro, quien enseñó al Pelé a realizar esa artesanía del mimbre, su primer oficio. Y en esta localidad oscense se instaló con su madre y hermanos en 1880; fue el lugar donde vivió hasta el fin de sus días.
Siguiendo la ley gitana se desposó por este rito con la catalana Teresa Jiménez Castro, de su propia raza. Entonces tendría alrededor de 20 años. Luego, en 1912, el matrimonio se efectuó dentro de la Iglesia católica. A ésta le condujo un docente universitario, Nicolás Santos de Otto, que fue instruyéndole en las verdades esenciales de la fe. Teresa, mujer trabajadora y de empuje, había recibido una formación básica que le permitía manejarse con la lectura y la escritura. En cambio Ceferino era analfabeto. Sensible y de gran corazón supo comprender enseguida el alcance de lo que iba aprendiendo. Se caracterizaba por su generosidad; los necesitados siempre encontraban en él una mano amiga a la que acudían porque sus dádivas no les faltaban.
En la espléndida tierra de este hombre, honrado y cabal, germinaron las semillas que habían depositado en él. Se fue vinculando a la Iglesia, y progresivamente se acrecentó su devoción por la Eucaristía y por la Virgen María. Mientras, su buen oficio como tratante de caballerías, haciendo negocios por diversas localidades, le fue situando en un estatus económico de cierto nivel. Como su esposa y él no tuvieron descendientes, adoptaron a una sobrina, «la Pepita», ocupándose Teresa de que recibiese una formación que pocos de su raza podían soñar entonces.
A Ceferino le tocó vivir en una época convulsa, dada a las rencillas, que supo neutralizar promoviendo la paz y concordia entre sus conciudadanos y los de pueblos vecinos. Acudían a él tanto los gitanos como los payos porque todos le tenían conceptuado como un hombre de ley. Sin embargo, en un momento dado fue injustamente acusado de un robo en el Vendrell y lo recluyeron en la cárcel de Valls. Da idea del justo respeto que se había ganado y la alta reputación que tenía, el clamor de su abogado, quien al defenderlo, exclamó: «El Pelé no es un ladrón, es san Ceferino, patrón de los gitanos». Su ejemplo era nítido y transparente, no daba lugar a dudas: acudía a misa y rezaba el rosario diariamente, recibía la comunión con frecuencia y era pródigo en su caridad. Le veían participar en los Jueves eucarísticos, la Adoración nocturna, las Conferencias de San Vicente de Paúl y en la Tercera Orden Franciscana, porque de todas estas asociaciones era miembro. También era catequista de niños a los que transmitía esa sabiduría envidiable que poseen las almas sencillas e inocentes como él. De modo, que el hecho de no tener cultura no fue impedimento para que le acogiesen los que tuvieron la fortuna de recibirla.
Pero a finales de julio de 1936, hallándose vivo el fragor de la guerra, vio cómo un grupo de revolucionarios milicianos arrastraban a un sacerdote por las calles. Contempló horrorizado el escarnio y, sin pensarlo dos veces, salió en su defensa. De lo más hondo de sí mismo surgió esta exclamación: «¡Virgen, ayúdame! ¡Tantos hombres armados contra un sacerdote indefenso!». Por ese gesto bravío y justo, fue detenido y encarcelado. El odio es ciego a todo respeto; no entiende de edad. Ceferino tenía entonces 75 años; no era un niño. Pero los milicianos iban a pasar por alto este y otros extremos porque la sinrazón que acompaña a la barbarie es así. Y viendo que llevaba un rosario en el bolsillo, como se hacía con los primeros mártires de la fe quisieron negociar su vida; le ofrecieron la libertad si se comprometía a dejar de rezarlo. El beato se negó en redondo, aunque sabía que con ello daba paso a su muerte.
Por poco tiempo compartió el minúsculo espacio de 5 metros cuadrados habitado por el terror de ordinario, y por la esperanza de las quince personas que le acompañaron en esos postreros instantes, encaminándose junto a él a obtener la palma del martirio. Y en Barbastro, la madrugada del día 2 o del 9 de agosto, le condujeron al cementerio fusilándole junto a las tapias. Sus últimas y triunfantes palabras martiriales, pronunciadas con el rosario entre las manos, fueron: «¡Viva Cristo Rey!». Junto a él ajusticiaron a veinte presos más, perdiendo la vida entonces los tres superiores del seminario claretiano, quienes regían la iglesia a la que acudía Ceferino.