Editorial \ Reflexiones en frontera

Ofrecía su sonrisa y sus brazos como almohada, para que el agonizante en la calle no muriera abandonado, la Madre Teresa de Calcuta

RV | 05/09/2017 | REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz


 

 

La pobreza en Calcuta bien podría representarse con la imagen del poderoso y fuerte Goliat, un asesino armado hasta los dientes que ninguno arriesga enfrentar. Por miles los considerados "intocables" mueren en las calles de Calcuta a la vista de todos y sin asistencia de nadie. Pero una mujer diminuta y sin otros medios que sus propios brazos y su sonrisa, no quiere pasar de largo, como en la parábola del buen samaritano. No se amilana, no tiene miedo de este enorme mal. Aunque sea a uno, ella lo puede asistir y afronta desarmada este Goliat inmenso que aterroriza. Y ella pequeña, avanza buscando al más miserable y ahí en la misma calle ofrece su mirada, sus brazos como almohada, su sonrisa...y ese infeliz, aunque sea uno solo entre los miles y miles de intocables, no muere abandonado.

Eso es Madre Teresa de Calcuta, todo lo demás es todo lo demás. Muchas otras mujeres quieren acompañarla y por eso nace una congregación que está en todo el mundo: las "Misioneras de la Caridad" con tantas casas de asistencia a los pobres y enfermos, tantos "bienhechores" que responden con generosas donaciones. Pero la santa de Calcuta canonizada por Papa Francisco en el Año de la Misericordia es nada más que esto: una mujer físicamente pequeña que ofrece solamente sus dos brazos y su sonrisa a los agonizantes. Espiritualmente una gigante de la caridad y la misericordia.