Servicio diario - 08 de septiembre de 2017


Programa del viaje del Papa Colombia – Viernes 8
Redacción

El Papa a los militares colombianos: Gracias por “arriesgar para lograr paz”
Rosa Die Alcolea

En Villavicencio: “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!”
Redacción

Nuevos beatos colombianos: Mons. Jaramillo y P. Pedro Ramírez
Rosa Die Alcolea

Misa en Villavicencio: ‘María, auxilia a Colombia que hoy quiere reconciliarse
Rosa Die Alcolea

Texto completo de la homilía del papa Francisco en la misa en Villavicencio
Redacción

Villavicencio: el Cristo mutilado de Bojayá preside la ceremonia de reconciliación
Redacción

Villavicencio: los testimonios de las víctimas del conflicto
Redacción

Ceremonia de reconciliación: ‘La verdad, no para vengarse sino para perdonar’
Redacción

Palabras del papa Francisco en la liturgia de reconciliación en Colombia – Texto completo
Redacción

El Santo Padre reza en la Cruz de la Reconciliación
Redacción

El Papa en la nunciatura: “Dios perdona en mi”
Redacción

Francisco en la Nunciatura: ‘La vulnerabilidad sea respetada y reconocida como humana’
Redacción

Cercanía del Papa por las víctimas del terremoto en México y del huracán Irma
Redacción

San Pedro Claver, 9 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

08/09/2017-07:44
Redacción

Programa del viaje del Papa Colombia – Viernes 8

Viernes 8 de septiembre de 2017 – BOGOTÁ-VILLAVICENCIO-BOGOTÁ

TEMA: La reconciliación, con Dios, con los colombianos y con la naturaleza

7.20 Salida en avión desde base área militar (CATAMA) de Bogotá hacia Villavicencio (90 Km) – (En Roma 14:20)
8.30 Llegada a la Base Aérea de Apiay, en Villavicencio (En Roma 15:30)
9.30 CATAMA – Saludo a los fieles en papamóvil y santa Misa (a 9,5 km del aeropuerto)
– Beatificación de Mons. Jaramillo y del padre Pedro Ramirez Ramos – (En Roma 16:30)
15.40 Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional en el Parque Las Malocas – (En Roma 22:30)
17.20 Parada en la Cruz de la reconciliación en el Parque de los Fundadores – (En Roma 00:20)
18.00 Salida en avión hacia Bogotá – (En Roma 01:00)
18.45 Llegada al área militar (CATAM) del aeropuerto de Bogotá – (En Roma 01:45)
19.15 Llegada a la Nunciatura Apostólica – (En Roma 02:15)

PINCHAR AQUÍ PARA VER EL PROGRAMA COMPLETO

 

 

08/09/2017-13:25
Rosa Die Alcolea

El Papa a los militares colombianos: Gracias por “arriesgar para lograr paz”

(ZENIT – 8 Sept. 2017).- El Papa ha salido a las 7:20 horas esta mañana de la Nunciatura apostólica de Bogotá para dirigirse a la base aérea militar de CATAM en la Capital, donde ha saludado a 400 veteranos de guerra, militares, policías, personal de defensa y al obispo castrense del Ordinariato Militar, Mons. Fabio Suescun Mutis, junto a los capellanes castrenses.
Mons. Fabio Suescun, ha saludado al Papa y le ha presentado a los allí presentes: “Estos hombres y mujeres que creen en Jesús y aman a la Virgen, con espíritu cristiano han entregado sus vidas y sacrificado aún su integridad personal para garantizar la seguridad y el libre ordenamiento democrático de nuestra patria”, dijo.
El papa Francisco ha agradecido a los soldados y policías de Colombia “lo que han hecho y lo que hacen por la paz”, “es lo que hizo Jesús, puso en juego su vida y la entregó”. El Santo Padre ha agradecido también “todo lo que hacen, lo que han hecho y lo que seguirán haciendo” durante su visita.
El Papa les ha dicho a los soldados que esto los hermana más a Jesús y se lo ha agradecido de todo corazón.
“Gracias y ojalá que puedan ver consolidada la paz en este país, que se lo merece”, ha concluido el Papa. Y a continuación, les ha invitado a rezar todos juntos en silencio “por todos los caídos y por todos los que quedaron heridos, algunos están aquí entre nosotros”, ha indicado el Papa.
Tras rezar unos minutos en silencio y el Ave María en conjunto con el Papa, los soldados y policías con sus familias se han acercado a saludar al Santo Padre, también los han hecho el ministro de Defensa, los comandantes de las distintas fuerzas y los capellanes castrenses.
Desde la base aérea militar de CATAM, el Papa ha partido a las 8:30 horas hacia Villavicencio, donde beatificará a dos víctimas del conflicto: Mons. Jaramillo y del padre Pedro Ramírez Ramos.

 

 

08/09/2017-14:30
Redacción

En Villavicencio: “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!”

(ZENIT – 8 Sept.).- El Papa llegó este viernes procedente desde Bogotá a la Base Militar Luis Gómez Niño Apiai, después de casi una hora de vuelo, donde le esperaba el arzobispo de Villavicencio, Mons. Oscar Urbina Ortega, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.
En una mañana nublada y con algunas lluvias, allí el alcalde de la ciudad y la gobernadora de la región Meta, le entregaron las llaves de la ciudad. El Papa saludó también a las autoridades militares y policiales acompañados por sus consortes.
En la base pudo ver el cariño con que algunos grupos folclóricos bailaron en su honor danzas tradicionales colombianas. También saludó a algunos niños que llevaban vestidos típicos de esta zona de llanuras y que entonaban: “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!”.
Desde el aeropuerto hasta el campo CATAMA, situado a casi 10 kilómetros, en las afueras de la ciudad de Villavicencio, urbe con casi medio millón de habitantes.
En un auto pequeño color gris, el Santo Padre se dirigió hacia el lugar de la celebración, con una numerosa escolta en motocicletas de alta cilindrada. En el trayecto pudo observar manifestaciones de cariño a medida que pasaba. En el Campo CATAMA le aguardaban unas 600 mil personas.

 

 

08/09/2017-15:59
Rosa Die Alcolea

Nuevos beatos colombianos: Mons. Jaramillo y P. Pedro Ramírez

(ZENIT – 8 Sept. 2017).- Mons. Jesús Emilio Jaramillo y D. Pedro María Ramírez, ambos mártires colombianos que murieron en defensa de la fe, ya son nuevos beatos proclamados por el papa Francisco hoy, en Villavicencio.
Con gritos como “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!” o “¡Francisco, amigo, el
Llano está contigo!” recibían miles de personas al Papa en Villavicencio, capital de Meta, región de los Llanos Orientales.
El Papa ha beatificado al Obispo Mons. Jaramillo Monsalve, asesinado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) el 2 de octubre de 1989 cuando se encontraba en una zona rural de la localidad de Arauquita, y al sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, llamado el ‘mártir de Armero’, asesinado en Armero el 10 de abril de 1948 durante la revuelta popular que siguió al asesinato en Bogotá del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán.
Al comienzo de la celebración, los obispos de Arauca, Mons. Jaime Muñoz Predosa, y de Garzón, Mons. Fabio Duque Jaramillo, presentaron las biografías de los nuevos beatos Mons. Jesús Emilio Jaramillo y D. Pedro María Ramírez ante el Papa, que los proclamó beatos y señaló que sus fiestas se podrán celebrar los días 3 y 24 de octubre, respectivamente.
Con arpas, maracas y bandolas, instrumentos típicos de la música llanera, participaban en la Eucaristía campal de beatificación, a la que han asistido unas 600.000 personas y han colaborado 6.800 voluntarios y 6.100 personas de seguridad.

 

Nuevos beatos

A Pedro María Ramírez, párroco de la iglesia San Lorenzo en Armero, lo sorprendió en esa población tolimense la violenta reacción popular tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 en Bogotá.
A Ramírez Ramos, oriundo de La Plata, sus victimarios le quitaron la vida a machetazos el 10 de abril por negarse a abandonar ese municipio.
Ese crimen se sumó a los miles de hechos cruentos perpetrados durante las siguientes décadas.
Monseñor Jaramillo Monsalve, asesinado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el 2 de octubre de 1989, viajaba en un campero con otros religiosos cuando fueron interceptados por integrantes de dicha guerrilla.
Tras identificar a los ocupantes del vehículo, los insurgentes retuvieron a Jaramillo, con quien querían conversar y enviar un mensaje al gobierno.
Al día siguiente el cuerpo de monseñor Jaramillo fue encontrado con múltiples heridas de proyectiles de fusil cerca al sitio donde fue interceptado.

 

 

08/09/2017-16:45
Rosa Die Alcolea

Misa en Villavicencio: ‘María, auxilia a Colombia que hoy quiere reconciliarse

(ZENIT – 8 Sept. 2017).- “¡Basta una persona buena para que haya esperanza! No lo olviden” y “cada uno de nosotros puede ser esa persona” ha afirmado el papa Francisco en la eucaristía de Mons. Jaramillo y el padre Ramírez celebrada este viernes por la mañana en Villavicencio, en su tercer día de visita pontificia a Colombia.
A su llegada en un auto utilitaria, desde el aeropuerto militar Luis Gómez Niño-Apiay, el Santo Padre subió al papamóvil y giró saludando a los fieles allí reunidos, por más de veinte minutos.
Más de 600.000 personas de diferentes partes de Colombia han participado a la ceremonia, entre ellas también indígenas que recibieron al Papa al llegar al recinto de CATAMA obsequiándole con un collar de los nativos y un sombrero vueltiao, símbolo cultural de Colombia, que el Papa se puso al momento.
La intercesión de los nuevos beatos Mons. Jesús Emilio Jaramillo y el sacerdote Pedro María Ramírez, la custodia y el cuidado de la naturaleza y la creación han sido algunas de las peticiones presentadas al Señor en esta Misa. Las ofrendas fueron llevadas por tres religiosas, una familia y un grupo de autóctonos con vestimentas de la región amazónica. El Papa y los celebrantes vestían paramentos color crema.
La liturgia fue acompañada por un numeroso coro con vestidos típicos de la zona, que entonó cantos religiosos folclóricos acompañados principalmente por arpas, además de las maracas y bandolas, instrumentos típicos de la música llanera.
No es casual que la tercera jornada de la vista del Papa sea en Villavicencio, pues el lema de este día es “La reconciliación, con Dios, con los colombianos y con la naturaleza” y Villavicencio es una zona azotada por la violencia y también padece por los ataques al medio ambiente.

 

Homilía del papa Francisco

¡Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, es el nuevo amanecer que ha anunciado la alegría a todo el mundo, porque de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios! (cf. Antífona del Benedictus). La festividad del nacimiento de María proyecta su luz sobre nosotros, así como se irradia la mansa luz del amanecer sobre la extensa llanura colombiana, bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta, como también en la rica diversidad de sus pueblos indígenas.
María es el primer resplandor que anuncia el final de la noche y, sobre todo, la cercanía del día. Su nacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa, tierna, compasiva, del amor con que Dios se inclina hasta nosotros y nos llama a una maravillosa alianza con Él que nada ni nadie podrá romper.
María ha sabido ser transparencia de la luz de Dios y ha reflejado los destellos de esa luz en su casa, la que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es la creación.
En el Evangelio hemos escuchado la genealogía de Jesús (cf. Mt 1,1-17), que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir. También integra en nuestra historia de salvación aquellas páginas más oscuras o tristes, los momentos de desolación y abandono comparables con el destierro.
La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia.
Y en medio de eso, Jesús, María y José. María con su generoso sí permitió que Dios se hiciera cargo de esa historia. José, hombre justo, no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de esta luz. Por la forma en que está narrado, nosotros sabemos antes que José lo que ha sucedido con María, y él toma decisiones mostrando su calidad humana antes de ser ayudado por el ángel y llegar a comprender todo lo que sucedía a su alrededor. La nobleza de su corazón le hace
supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda por cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio.
Este pueblo de Colombia es pueblo de Dios; también aquí podemos hacer genealogías llenas de historias, muchas de amor y de luz; otras de desencuentros, agravios, también de muerte. ¡Cuántos de ustedes pueden narrar destierros y desolaciones!, ¡cuántas mujeres, desde el silencio, han perseverado solas y cuántos hombres de bien han buscado dejar de lado enconos y rencores, queriendo combinar justicia y bondad! ¿Cómo haremos para dejar que entre la luz? ¿Cuáles son los caminos de reconciliación? Como María, decir sí a la historia completa, no a una parte; como José, dejar de lado pasiones y orgullos; como Jesucristo, hacernos cargo, asumir, abrazar esa historia, porque ahí están ustedes, todos los colombianos, ahí está lo que somos y lo que Dios puede hacer con nosotros si decimos sí a la verdad, a la bondad, a la reconciliación. (Aplausos de la gente) Y esto sólo es posible si llenamos de la luz del Evangelio nuestras historias de pecado, violencia y desencuentro.
La reconciliación no es una palabra que debemos considerarla como abstracta; si eso fuera así, sólo traería esterilidad, traería más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! No lo olviden: ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona!
Esto no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales. El recurso a la reconciliación no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia. Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: “Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y de los valores propios de cada sociedad civil” (Carta a los obispos de El Salvador, 6 agosto 1982). La reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso.
El texto evangélico que hemos escuchado culmina llamando a Jesús el Emmanuel, el Dios con nosotros. Así es como comienza, y así es como termina Mateo su Evangelio: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (28,21). Jesús es el Emmanuel que nace y el Emmanuel que nos acompaña cada día (...) Esa promesa se cumple también en Colombia: Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, mártir de Armero, son signo de ello, expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor.
En este entorno maravilloso, nos toca a nosotros decir sí a la reconciliación; que el sí incluya también a nuestra naturaleza. No es casual que incluso sobre ella hayamos desatado nuestras pasiones posesivas, nuestro afán de sometimiento. Un compatriota de ustedes lo canta con belleza: “Los árboles están llorando, son testigos de tantos años de violencia. El mar está marrón, mezcla de sangre con la tierra” (Juanes, Minas piedras). La violencia que hay en el corazón humano, herido
por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes (cf. Carta enc. Laudato si’, 2). Nos toca decir sí como María y cantar con ella las “maravillas del Señor”, porque como lo ha prometido a nuestros padres, Él auxilia a todos los pueblos y auxilia a cada pueblo, y auxilia a Colombia que hoy quiere reconciliarse y a su descendencia para siempre. (Aplausos)

 

 

08/09/2017-16:50
Redacción

Texto completo de la homilía del papa Francisco en la misa en Villavicencio

(ZENIT – Roma, 8 Sept. 2017).- El papa Francisco celebró la santa misa este viernes por la mañana en Villavicencio, en su tercer día de visita pontificia a Colombia. En el campo CATAMA se encontraban reunidas unas 600 mil personas. A continuación el texto completo de la homilía del Santo Padre

 

Homilía del papa Francisco

¡Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, es el nuevo amanecer que ha anunciado la alegría a todo el mundo, porque de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios! (cf. Antífona del Benedictus). La festividad del nacimiento de María proyecta su luz sobre nosotros, así como se irradia la mansa luz del amanecer sobre la extensa llanura colombiana, bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta, como también en la rica diversidad de sus pueblos indígenas.
María es el primer resplandor que anuncia el final de la noche y, sobre todo, la cercanía del día. Su nacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa, tierna, compasiva, del amor con que Dios se inclina hasta nosotros y nos llama a una maravillosa alianza con Él que nada ni nadie podrá romper.
María ha sabido ser transparencia de la luz de Dios y ha reflejado los destellos de esa luz en su casa, la que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es la creación.
En el Evangelio hemos escuchado la genealogía de Jesús (cf. Mt 1,1-17), que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir. También integra en nuestra historia de salvación aquellas páginas más oscuras o tristes, los momentos de desolación y abandono comparables con el destierro.
La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia.
Y en medio de eso, Jesús, María y José. María con su generoso sí permitió que Dios se hiciera cargo de esa historia. José, hombre justo, no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de esta luz. Por la forma en que está narrado, nosotros sabemos antes que José lo que ha sucedido con María, y él toma decisiones mostrando su calidad humana antes de ser ayudado por el ángel y llegar a comprender todo lo que sucedía a su alrededor. La nobleza de su corazón le hace
supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda por cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio.
Este pueblo de Colombia es pueblo de Dios; también aquí podemos hacer genealogías llenas de historias, muchas de amor y de luz; otras de desencuentros, agravios, también de muerte. ¡Cuántos de ustedes pueden narrar destierros y desolaciones!, ¡cuántas mujeres, desde el silencio, han perseverado solas y cuántos hombres de bien han buscado dejar de lado enconos y rencores, queriendo combinar justicia y bondad! ¿Cómo haremos para dejar que entre la luz? ¿Cuáles son los caminos de reconciliación? Como María, decir sí a la historia completa, no a una parte; como José, dejar de lado pasiones y orgullos; como Jesucristo, hacernos cargo, asumir, abrazar esa historia, porque ahí están ustedes, todos los colombianos, ahí está lo que somos y lo que Dios puede hacer con nosotros si decimos sí a la verdad, a la bondad, a la reconciliación. (Aplausos de la gente) Y esto sólo es posible si llenamos de la luz del Evangelio nuestras historias de pecado, violencia y desencuentro.
La reconciliación no es una palabra que debemos considerarla como abstracta; si eso fuera así, sólo traería esterilidad, traería más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! No lo olviden: ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona!
Esto no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales. El recurso a la reconciliación no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia. Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: “Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y de los valores propios de cada sociedad civil” (Carta a los obispos de El Salvador, 6 agosto 1982). La reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso.
El texto evangélico que hemos escuchado culmina llamando a Jesús el Emmanuel, el Dios con nosotros. Así es como comienza, y así es como termina Mateo su Evangelio: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (28,21). Jesús es el Emmanuel que nace y el Emmanuel que nos acompaña cada día (...) Esa promesa se cumple también en Colombia: Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, mártir de Armero, son signo de ello, expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor.
En este entorno maravilloso, nos toca a nosotros decir sí a la reconciliación; que el sí incluya también a nuestra naturaleza. No es casual que incluso sobre ella hayamos desatado nuestras pasiones posesivas, nuestro afán de sometimiento. Un compatriota de ustedes lo canta con belleza: “Los árboles están llorando, son testigos de tantos años de violencia. El mar está marrón, mezcla de sangre con la tierra” (Juanes, Minas piedras). La violencia que hay en el corazón humano, herido
por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes (cf. Carta enc. Laudato si’, 2). Nos toca decir sí como María y cantar con ella las “maravillas del Señor”, porque como lo ha prometido a nuestros padres, Él auxilia a todos los pueblos y auxilia a cada pueblo, y auxilia a Colombia que hoy quiere reconciliarse y a su descendencia para siempre. (Aplausos)

 

 

08/09/2017-19:50
Redacción

Villavicencio: el Cristo mutilado de Bojayá preside la ceremonia de reconciliación

(ZENIT – Roma, 8 Sept. 2017).- El Cristo de Bojayá preside la ceremonia que se realizará este 8 de septiembre en Villavicencio, en el encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional presidido por el papa Francisco, en el parque Las Malocas.
El Cristo salió de la parroquia San Pablo Apóstol de Bellavista, cabecera municipal de Bojayá el pasado 4 de septiembre en procesión hacia Villavicencio, acompañado por un grupo de líderes comunitarios pertenecientes al Comité de Víctimas de los Derechos de Bojayá y representantes de la Iglesia Católica.
Pocas horas antes de la ceremonia con el Papa, la imagen fue recibida en la catedral de Villavicencio y luego fue llevada al parque de las Malocas, donde fue puesto para presidir la ceremonia, durante la cual el Santo Padre escuchará a cuatro personas víctimas de la violencia.
Este Cristo es símbolo de la violencia que vivió el País, mutilado durante la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002 en Bojayá-Chocó, en un enfrentamiento entre paramilitares y la guerrilla FARC, durante el cual a la población que se protegió en la Iglesia le arrojaron un cilindro bomba que causó un centenar de víctimas mortales, incluidos 48 niños.
Catorce años después, el 29 de septiembre del año 2016, en La Loma de Bojayá las FARC pidió perdón a las víctimas de esa masacre y les entregó un Cristo negro para recordar lo sucedido.
“Pedimos que nos perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual permitiéndonos seguir junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la era justa que tanto han anhelado los humildes de todos los rincones de Colombia”, dijo entonces el delegado de esa guerrilla, Luciano Marín Arango.
El Cristo fue restaurado en Bogotá y en la actualidad es conservado en una urna de cristal, pero mutilado para mantener viva la memoria de lo ocurrido.

 

 

08/09/2017-21:09
Redacción

Villavicencio: los testimonios de las víctimas del conflicto

(ZENIT – 8 Sept. 2017).- En el parque Las Malocas, durante el ‘Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional’, presidido por el papa Francisco, cuatro testimonios de bandos diversos narraron su trágicas experiencias.

Testimonio de Juan Carlos Murcia Perdomo (por 12 años en las FARC) sobre la Verdad
Papa Francisco, Soy Juan Carlos Murcia Perdomo, provengo del Caquetá y por 12 años he estado en las FARC. Cuando me reclutaron tenía dieciséis años; después de poco tiempo perdí la mano izquierda, manipulando explosivos. Al inicio colaboré con convicción en la causa de la revolución. Así, fui promovido a comandante de escuadra con la tarea de acercarme a la población para ilustrarla sobre la doctrina de nuestro grupo alzado en armas.
Con el tiempo, sin embargo, me sentí frustrado y utilizado. Al mismo tiempo, sentía una ansiosa nostalgia por mis padres, de los cuales me habían obligado a perder cualquier rastro. A pesar de que me enseñaron que el único verdadero Dios son las armas y el dinero, no perdí del todo la fe y Dios me hizo comprender que la violencia no es verdad y que debía salir de la selva más profunda, la de mi corazón esclavizado por el mal, si quería vivir feliz. Percibía que la verdadera revolución traía consigo, ante todo, que
asumiera la verdad sobre mí mismo, como también la aceptación de las obligaciones de la justicia respecto a mí y la demostración de que definitivamente he cambiado.
De este modo nació Funddrras, una Fundación para el desarrollo del deporte: al inicio doce, y ahora setenta jóvenes, a quienes, a través del deporte, ayudo a no ser reclutados ni por las armas ni por las drogas. Ellos me han enseñado muchas cosas y yo he buscado trasmitirles a ellos la pasión por la verdad y la libertad. Con esta misma pasión he aceptado dar hoy mi testimonio. Puedo pedir así una vez más perdón, mi corazón se desahoga y me siento más libre.

Testimonio de Deisy Sánchez Rey (reclutada para las Autodefensas Unidas de Colombia) sobre la Justicia
Santidad, Me llamo Deisy Sánchez Rey y provengo de Barrancabermeja, Santander. A los 16 años fui reclutada por mi hermano para las Autodefensas Unidas de Colombia. Por 3 años abracé las armas, desempeñándome sobre todo en las comunicaciones, hasta cuando fui arrestada. Después de más de dos años de cárcel quería cambiar de vida, pero las AUC me obligaron a entrar nuevamente en sus filas, donde permanecí hasta cuando se desmovilizó el Bloque Puerto Boyacá, del cual era integrante. En mi familia no todos son católicos, pero personalmente permanecí cercana a la Iglesia y, en la Eucaristía dominical, encuentro ahora consuelo y una orientación para el futuro.
He comprendido, por ejemplo, aquello que ya sentía desde hacía tiempo, o sea que yo misma había sido una víctima y tenía necesidad de que me fuese concedida una oportunidad. He aceptado también que era justo que aportase a la sociedad, a la cual había hecho daño gravemente en el pasado. Así, decidí estudiar sicología y ahora aporto al trabajo con población víctima de la violencia y ayudo profesionalmente a jóvenes vulnerables y personas adultas en rehabilitación por consumo de sustancias psicoactivas. Pido al Señor, y a Usted Santo Padre, que rece para que los victimarios se dignifiquen a sí mismos, y a las víctimas, dándoles la cara, mostrándose disponibles a saldar sus deudas con la justicia y a contribuir positivamente a la sociedad que han lacerado. ¡Muchas gracias!

Testimonio de Luz Dary Landazury (víctima de la explosión de un artefacto) sobre la Misericordia
Papa Francisco, Soy Luz Dary Landazury. El 18 de octubre del 2012 la explosión de un
artefacto puesto por la guerrilla en los alrededores de Tumaco, en el Océano Pacífico colombiano, acabó irremediablemente con mi talón de Aquiles, fracturó mi tibia y el peroné y puso en riesgo de amputación mi pierna izquierda.
Las esquirlas provocaron decenas de heridas en mi cuerpo. De aquel día recuerdo solo los gritos de la gente y que había sangre por todas partes. Lo que más me aterrorizaba era la suerte de Luz Ariana, mi niña de 7 meses: ella estaba cubierta de sangre y en su rostro se le habían incrustado innumerables pedazos de vidrio. Ahora Luz Ariana está bien y yo me he recuperado lentamente, gracias a Dios, a través de la Diócesis de Tumaco. Hoy deseo ofrecer a Cristo crucificado la única muleta que me queda después del atentado y que he usado para la recuperación. La segunda la he regalado a otra víctima, que la necesitaba urgentemente.
Aquella bomba es como si hubiera estallado también dentro de mi corazón, para permitirme curar las heridas mucho más profundas que aquellas de la piel. Al inicio sentía rabia y rencor, pero después he descubierto que, si me limitaba a transmitir este odio, creaba más violencia todavía. He entendido que muchas víctimas tenían necesidad de descubrir, por medio de mi experiencia, que tampoco para ellas había terminado todo y que no se puede vivir del rencor. Así he comenzado a visitarles y a ayudarles, me he preparado para enseñar a prevenir el riesgo de accidentes por los millones de minas sembradas en nuestro territorio, y ahora me siento mejor. Doy gracias a Dios por haber comprendido que ayudar a los demás no es tiempo perdido, sino que me enriquece.

Testimonio de Pastora Mira García (víctima de la violencia) sobre la Paz
Santidad, Me llamo Pastora Mira García, soy católica, viuda y, en varias ocasiones,
víctima de la violencia. Cuando tenía 6 años, la guerrilla y los paramilitares no habían llegado todavía a mi pueblo: San Carlos, Antioquia. Mi padre fue matado. Años más tarde, pude cuidar a su asesino, quien, en ese momento, se había enfermado, era ya anciano y estaba abandonado.
Cuando mi hija tenía solo 2 meses, mataron a mi primer marido. En seguida, entré a trabajar en la inspección de policía, pero tuve que renunciar por las amenazas de la guerrilla y los paramilitares, que se habían instalado en la zona. Con muchos esfuerzos logré montar una juguetería, pero la guerrilla empezó a cobrarme vacunas, por lo cual terminé regalando las mercancías.
En 2001, los paramilitares desaparecieron a mi hija Sandra Paola; emprendí su búsqueda, pero encontré el cadáver solo después de haberlo llorado por 7 años. Todo este sufrimiento me ha hecho más sensible al dolor ajeno y, a partir de 2004, trabajo con las familias de las víctimas de desaparición forzada y con los desplazados. ¡Pero no todo estaba aún cumplido!
En 2005, el Bloque Héroes de Granada, de los paramilitares, asesinó a Jorge Aníbal, mi hijo menor. Tres días después de haberlo sepultado, atendí, herido, a un jovencito y lo puse a descansar en la misma cama que había pertenecido a Jorge Aníbal. Al salir de la casa, el joven vio sus fotos y reaccionó contándome que era uno de sus asesinos y cómo lo habían torturado antes de matarlo.
Doy gracias a Dios que, con la ayuda de Mamita María, me dio la fuerza de servirle sin causarle daño, a pesar de mi indecible dolor. Ahora coloco este dolor y el sufrimiento de las miles de víctimas de Colombia a los pies de Jesús Crucificado, para que se una al suyo y, a través de la plegaria de Su Santidad, sea transformado en bendición y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia de las últimas 5 décadas en Colombia.
Como signo de esta ofrenda de dolor, depongo a los pies de la cruz de Bojayá la camisa que Sandra Paola, mi hija desaparecida, había regalado a Jorge Aníbal, el hijo que me mataron los paramilitares. La conservamos en familia como auspicio de que todo esto nunca más vaya a ocurrir y la paz triunfe en Colombia. Dios transforme el corazón de quienes se niegan a creer que con Cristo todo puede cambiar y no tienen la esperanza de un país en paz y más solidario.

 

 

08/09/2017-21:39
Redacción

Ceremonia de reconciliación: ‘La verdad, no para vengarse sino para perdonar’

(ZENIT – 8 Sept. 2017).- El papa Francisco llegó por la tarde de este viernes al parque Las Malocas de Villavicencio donde se realizó el Gran Encuentro por la Reconciliación Nacional. Estaban presentes en este auditorio, representantes de las víctimas de la violencia, militares, agentes de policía, ex guerrilleros.
Después del saludo del arzobispo de Villavicencio, Óscar Urbina Ortega, y la representación del salmo 85, se hizo un canto por la paz.
A continuación cuatro personas dieron su testimonio, un ex guerrillero, una ex paramilitar, una víctima de una explosión y una señora que diversas veces sufrió la violencia de los diversos actores, incluso antes del conflicto. Después de cada testimonio se encendía una vela.
“La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón”, indicó. Y precisó: “Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos”.
“Quisiera, finalmente, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades”.
“Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno” dijo el Papa.
La ceremonia concluyó una oración al Cristo negro de Bojayá:
– Oh Cristo negro de Bojayá, que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies te han arrancado a tus hijos que buscaron refugio en ti.
– Oh Cristo negro de Bojayá, que nos miras con ternura y en tu rostro hay serenidad; palpita también tu corazón para acogernos en tu amor.
– Oh Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo. Que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado; tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad; tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad.
– Haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia
A continuación el Santo Padre rezó la oración de San Francisco de Asís, la que fue repetida por el público y un Ave María. Y el Papa impartió la bendición final.

Leer el texto completo del mensaje del papa Francisco

 

 

08/09/2017-21:52
Redacción

Palabras del papa Francisco en la liturgia de reconciliación en Colombia – Texto completo

(ZENIT – 8 Sept. 2017).- Proponemos a continuación las palabras del papa Francisco en Colombia, en el parque Las Malocas de la ciudad de Villavicencio, donde se celebró este viernes una liturgia del título: Gran encuentro de reconciliación nacional. El Papa invitó a conocer la verdad, pero no para vengarse, sino para perdonar.

 

Texto de las palabras del papa Francisco:

«Queridos hermanos y hermanas: Desde el primer día he deseado que llegara este momento de nuestro encuentro. Ustedes llevan en su corazón y en su carne las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad y de alto valor espiritual de fe y esperanza. Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado (cf. Ex 3,5). Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos.
Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos ?yo también tengo que pedir perdón? y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza.
Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios. Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «más Cristo» aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor.
Agradezco a estos hermanos nuestros que han querido compartir su testimonio, en nombre de tantos otros. ¡Cuánto bien nos hace escuchar sus historias! Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y amargura, pero también y, sobre todo, son historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; de no dejar que el odio, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón. El oráculo final del Salmo 85: «El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán» (v.11), es posterior a la acción de gracias y a la súplica donde se le pide a Dios: ¡Restáuranos! Gracias Señor por el testimonio de los que han infligido dolor y piden perdón; los que han sufrido injustamente y perdonan. Esto sólo es posible con tu ayuda y presencia. Eso ya es un signo enorme de que quieres restaurar la paz y la concordia en esta tierra colombiana.
Pastora Mira, tú lo has dicho muy bien: Quieres poner todo tu dolor, y el de miles de víctimas, a los pies de Jesús Crucificado, para que se una al suyo y así sea transformado en bendición y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia que ha imperado en Colombia. Tienes razón: la violencia engendra más violencia, el odio más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible, y eso sólo es posible con el perdón y la reconciliación. Y tú, querida Pastora, y tantos otros como tú, nos han demostrado que es posible. Sí, con la ayuda de Cristo vivo en medio de la comunidad es posible vencer el odio, es posible vencer la muerte, es posible comenzar de nuevo y alumbrar una Colombia nueva. Gracias, Pastora, qué gran bien nos haces hoy a todos con el testimonio de tu vida. Es el crucificado de Bojayá quien te ha dado esa fuerza para perdonar y para amar, y para ayudarte a ver en la camisa que tu hija Sandra Paola regaló a tu hijo Jorge Aníbal, no sólo el recuerdo de sus muertes, sino la esperanza de que la paz triunfe definitivamente en Colombia.
Nos conmueve también lo que ha dicho Luz Dary en su testimonio: que las heridas del corazón son más profundas y difíciles de curar que las del cuerpo. Así es. Y lo que es más importante, te has dado cuenta de que no se puede vivir del rencor, de que sólo el amor libera y construye. Y de esta manera comenzaste a sanar también las heridas de otras víctimas, a reconstruir su dignidad. Este salir de ti misma te ha enriquecido, te ha ayudado a mirar hacia delante, a encontrar paz y serenidad y un motivo para seguir caminando. Te agradezco la muleta que me ofreces.
Aunque aún te quedan secuelas físicas de tus heridas, tu andar espiritual es rápido y firme, porque piensas en los demás y quieres ayudarles. Esta muleta tuya es un símbolo de esa otra muleta más importante, y que todos necesitamos, que es el amor y el perdón. Con tu amor y tu perdón estás ayudando a tantas personas a caminar en la vida. Gracias.
Deseo agradecer también el testimonio elocuente de Deisy y Juan Carlos. Nos hicieron comprender que todos, al final, de un modo u otro, también somos víctimas, inocentes o culpables, pero todos víctimas. Todos unidos en esa pérdida de humanidad que supone la violencia y la muerte.
Deisy lo ha dicho claro: comprendiste que tú misma habías sido una víctima y tenías necesidad de que se te concediera una oportunidad. Y comenzaste a estudiar, y ahora trabajas para ayudar a las víctimas y para que los jóvenes no caigan en las redes de la violencia y de la droga. También hay esperanza para quien hizo el mal; no todo está perdido. Es cierto que en esa regeneración moral y espiritual del victimario la justicia tiene que cumplirse. Como ha dicho Deisy, se debe contribuir positivamente a sanar esa sociedad que ha sido lacerada por la violencia. Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos.
Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero. Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24).
Aun cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz. Como ha dejado entrever en su testimonio Juan Carlos, en todo este proceso, largo, difícil, pero esperanzador de la reconciliación, resulta indispensable también asumir la verdad. Es un desafío grande pero necesario. La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quien es más débil.
La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos. Quisiera, finalmente, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades.
Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor.
Pidamos ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia. Deseo poner todas estas intenciones ante la imagen del crucificado, el Cristo negro de Bojayá:
Oh Cristo negro de Bojayá, que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies te han arrancado a tus hijos que buscaron refugio en ti.
Oh Cristo negro de Bojayá, que nos miras con ternura y en tu rostro hay serenidad; palpita también tu corazón para acogernos en tu amor.
Oh Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo. Que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado; tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad; tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad.
Haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia».

 

 

08/09/2017-22:34
Redacción

El Santo Padre reza en la Cruz de la Reconciliación

(ZENIT, 8 Sept. 2017).- Concluida la ceremonia de reconciliación de este viernes por la tarde en el parque Las Malocas, en Villavicencio, el santo padre Francisco fue en el papamóvil hasta el Parque de los Fundadores de Villavicencio.
Allí el vehículo se detuvo y el Pontífice con un ramo de flores blancas se dirigió hacia la Cruz de la Reconciliación, blanca de unos diez metros de altura.
En la base del monumento, en una placa se leía el número de muertos que dejó el conflicto armado en Colombia: 8.472.143 víctimas.
Mientras el Santo Padre depositaba las flores a los pies de la cruz y rezaba interiormente, se escuchaba una trompeta que interpretaba el toque de silencio.
A continuación fue plantado un árbol como símbolo de la vida que se renueva, por tres niños y el Pontífice.
Desde aquí el Papa se dirigió al aeropuerto Apiay de Villavicencio, en donde a bordo de un A321 de la empresa Avianca, partió hacia Bogotá.
En el exterior de la Nunciatura le recibirán las víctimas de la violencia, militares, agentes y ex guerrilleros.

 

 

09/09/2017-01:13
Redacción

El Papa en la nunciatura: “Dios perdona en mi”

(ZENIT, 8 Sept. 2017).- El papa Francisco llegó este viernes al atardecer a Bogotá con el vuelo A321 de Avianca procedente de Villavicencio, donde pasó la mayor parte de su tercer día del viaje apostólico en Colombia.
En el exterior de la Nunciatura, unos niños interpretaron para el Papa una coreografía con un baile y música folclóricos. Allí le esperaban también víctimas de la violencia, agentes y ex guerrilleros.
Una señora le dijo “Colombia es un hospital de campo” y que le regalaban “el sufrimiento de Colombia, pasado, presente y futuro”, simbolizado en un nido de cigüeña “tejido con nuestro dolor”. Comentó los retiros espirituales que realizaban con quienes participaron en el conflicto. Como en un hospital de campo.
Otra señora que perdió a su familia por la explosión de un oleoducto debido a un atentado, reconoció su falta de fe, sus heridas. “No juzgo a los guerrilleros porque se que hay un Dios que ve todo”, dijo. Y le suplicó al Papa que pida a Dios “que me dé la gracia de perdonar”, si bien indicó que “hoy voy caminando hacia el Señor”. No es fácil, dijo, “pero sé que es Dios que perdona en mi y un día lo lograré”.
El Santo Padre dirigiéndose a todos los presentes dijo: “Gracias por el hospital de campo, gracias por que las puertas fueron abiertas, gracias por los que se animan a entrar, por los que miran de lejos que quieren entrar y no saben cómo”. Y citó una frase de la segunda señora: “Dios perdona en mi”.
“Son muchos los que no pueden perdonar todavía. Pero hoy recibimos una lección de alta teología, Dios perdona en mi. Basta dejar que Él haga. Y toda Colombia tendría que abrir sus puertas como las abrió este hospital de campo. Y dejar que entre Él y que Él perdone en uno. Darle lugar. Yo no logro pero hacedlo Vos”.
Porque “la reconciliación concreta con la verdad, la justicia y la misericordia, solamente la puede hacer Él . Que la haga y nosotros aprenderemos detrás de Él a hacerla” dijo. “Gracias por lo que hacen y por lo que me enseñaron esta noche”.
El Pontífice concluyó recordando que “al pie de la cruz estaba la Madre que había sido despojada de ese Hijo, que había visto la tortura todo. Que ella acompañe a las muJeres colombianas y les enseñe como ella, el camino a seguir. Se lo pedimos juntos: Dios te Salve Maria...”
En la Nunciatura el Santo Padre cena y pernocta por tercera vez.

 

 

08/09/2017-00:01
Redacción

Francisco en la Nunciatura: ‘La vulnerabilidad sea respetada y reconocida como humana’

(ZENIT – Roma, 7 Sept. 2017).- Después de la Santa Misa celebrada en el parque Simón Bolivar, con la participación de varios cientos de miles de personas, el santo padre Francisco se dirigió este jueves en automóvil a la Nunciatura Apostólica en Bogotá, distante unos seis kilómetros en los cuales se encontraban miles de personas para saludarlo y verlo pasar.
A la entrada de la nunciatura le aguardaban fieles de diversas instituciones que le saludaron con bailes, cantos y algunas palabras.
“Buenas tardes y gracias, gracias por las cosas lindas, gracias por el baile, gracias por el canto, gracias por estar aquí todos. Muchas gracias”, les dijo el Papa. Le pidió también a una niña que relea una frase que había dicho sobre la vulnerabilidad y dijo:
“Queremos un mundo en el que la vulnerabilidad sea reconocida como esencial en lo humano. Que lejos de debilitarnos nos fortalece y dignifica. Un lugar de encuentro común que nos humaniza”, porque “todos somos vulnerables, todos. Adentro en los sentimientos, tantas cosas que ya no funcionan adentro, pero nadie las ve. Y otras las ven, todos. Y necesitamos que esa vulnerabilidad sea respetada, acariciada, curada en la medida de lo posible, y que dé frutos para los demás”.
¿Quién es la única persona que no es vulnerable?, preguntó el Pontífice, a lo que uno de los presentes respondió: ‘Dios’. “En la esencia de lo humano esa necesidad de ser sostenido por Dios”. Por eso “no se debe, no se puede descartar a nadie, ¿está claro? Porque cada uno de nosotros es un tesoro, que se ofrece a Dios, para que Dios lo haga crecer según su manera”.
Después de rezar junto a los presentes un Ave María, les impartió la bendición. “Y no se olviden de rezar por mi porque yo soy muy vulnerable”, concluyó.
En la nunciatura el Papa cenó en privado y pernoctó esta segunda noche del viaje apostólico en Colombia.

Las asociaciones que estaban presentes eran:
Corporación Colombiana Transiciones Crecer, una organización de familias con jóvenes,
entre los 18 y 25 años de edad, con discapacidad intelectual creada en el 2009.
La Fundación Fundmir, de la Congregación Misioneros de la Divina Redención. Una congregación de Derecho Pontificio, nacida en Italia en la Provincia de Nápoles, por el siervo de Dios, padre Arturo D’Onofrio (1914 – 2006), quien, en el año 1943, ante la barbarie de la II Guerra Mundial, en la casa paterna acogió a los niños huérfanos de la guerra. Una vez iniciada la obra, crecieron rápidamente las casas y aumentó el número de asistidos.
La Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Educación Especial (Fides). Una entidad privada, sin ánimo de lucro, creada en 1975 con el objeto de ayudar a las personas en condición de discapacidad cognitiva. Colombia beneficia en forma directa a mas de 100.000 personas con esta condición.
ASPAEN, entidad sin ánimo de lucro, que dirige instituciones educativas promovidas por padres de familia, destinadas a secundarlos en su misión de ser los primeros educadores de sus hijos pertenecientes a variados estratos sociales con la asesoría espiritual de la Prelatura del Opus Dei.
Enfrente de la Nunciatura asistieron también niñas del Colegio Integral Femenino (Soacha), Gimnasio Tundama (Barrio La Estrada) y Gimnasio Iragua. Y niños del Gimnasio Los Cerros. Los dos primeros colegios están dirigidos fundamentalmente a personas con menos recursos económicos.
Niños que este año se están preparando para hacer la Primera Comunión o la han hecho, pertenecientes a distintas parroquias, que cuentan con varios catequistas.
Grupos de ancianos Un grupo vive en el hogar gerontológico de la Fundación Voluntariado “Juan Pablo II”, ubicado en el barrio Santa Sofía (localidad de Barrios Unidos).
Retiros de Emaús, que se fundaron hace más de 30 años en Miami. Un equipo de mujeres, con la supervisión del obispo de la diócesis y el rector de la parroquia, iniciaron esta andadura que se ha convertido en una realidad en la mayoría de los países de América Latina.
El coro que amenizó la llegada del Santo Padre fue dirigido por Ana Milena Serrano, está integrado por 50 universitarias y bachilleres, que estudian en las universidades de los Andes, Javeriana, Sabana, Rosario, y en los colegios Tundama e Iragua. Este coro estará acompañado instrumentalmente por el grupo “Voz por vos”, integrado por seis jóvenes invidentes. La canción fue “Amo esta tierra”, del compositor Leonardo Laverde.
Además participaron 10 personas sordomudas que hicieron transmitieron con su lenguaje de manos el mensaje.

 

 

08/09/2017-17:21
Redacción

Cercanía del Papa por las víctimas del terremoto en México y del huracán Irma

El Papa ha expresado su “cercanía espiritual a todos los han sufrido el terremoto en México” y “su oración por los que han perdido la vida y también por sus familias”, así como por las víctimas del huracán Irma, que el Papa asegura seguir de cerca.
Al terminar la Misa de beatificación de Mons. Jesús Emilio Jaramillo y el sacerdote Pedro María Ramírez, el obispo de Villavicencio, Mons. Óscar Urbina Ortega ofreció unas palabras de agradecimiento al Papa Francisco: “Su visita, su presencia, su palabra, nos anima a ser levadura de reconciliación en esta tierra donde hemos vivido por largos años conflictos armados”.
El prelado ha manifestado al Papa su gratitud: “Gracias Santo Padre, por animarnos a la tarea de echar sobre nuestros hombros, sin temor alguno, la responsabilidad de engendrar un nuevo País desde esta tierra que llama a la esperanza”.
Al término de las palabras de Mons. Urbina, los miles de participantes en el enorme campo de Catam gritaron al unísono: “¡Francisco, amigo, Colombia está contigo!”.

 

 

08/09/2017-04:25
Isabel Orellana Vilches

San Pedro Claver, 9 de septiembre

«Insigne misionero jesuita español. Se definió como esclavo de los esclavos; le entregó su vida amándoles en Cristo, en Cartagena, Colombia. Fue canonizado junto a su admirado hermano san Alonso Rodríguez»

Nació en Verdú, Lérida, España, el 26 de junio de 1580. Sus padres eran campesinos; tenían una holgada posición económica. Tuvo cinco hermanos, aunque sobrevivieron tres. Pedro era el menor de todos. Perdió a uno de ellos y a su padre a los 13 años. Con 15 recibió la tonsura a manos del obispo de Vich. Luego estudió en la universidad de Barcelona y en el colegio de Belén, regido por los jesuitas. Le agradó el carisma y en 1602 se convirtió en novicio de la Compañía de Jesús en Tarragona. Al profesar anotó en su cuaderno: «Hasta la muerte me he de consagrar al servicio de Dios, haciendo cuenta que soy como esclavo que todo su empleo ha de ser en servicio de su Amo y en procurar con toda su alma, cuerpo y mente agradarle y darle gusto en todo y por todo». Prosiguió su formación en Gerona. Al concluirla fue trasladado a Mallorca donde permaneció tres años, los más felices de su vida debido, en gran medida, a que el santo portero del colegio de Montesión de Palma, Alonso Rodríguez, le abrió las puertas del convento y de su corazón.
Este insigne religioso tenía una edad avanzada cuando halló al joven Pedro titubeante aún en lo referido a su ordenación sacerdotal y en los pasos que debía dar. Le acompañó con claridad y firmeza, llevándole a cumplir la voluntad de Dios, que conocía a través de una visión y locución divina en la que se vaticinaba la santidad y gloria que Pedro iba a alcanzar, y de la que nunca le habló. Solo le dijo que trabajaría con negros en Cartagena. Con permiso de los superiores, todas las noches trataban temas espirituales. San Alonso le animaba a irse a misiones. En 1608 Pedro regresó a Barcelona para formarse. Al despedirse el admirable portero le dio el «Oficio Parvo de la Inmaculada» y un cuaderno de avisos espirituales, un preciado legado que llevó consigo siempre. De entre el ramillete de obras escogidas que nutrían su reflexión, lo primordial era el Evangelio, y en concreto la Pasión de Cristo. Con ella y el crucifijo lo tenía todo. En 1610 partió a las Indias. Estudió teología en Santa Fe de Bogotá y en Tunja. Después lo trasladaron a Cartagena donde fue ordenado sacerdote en 1616.
Cientos de miles de esclavos pasaban por ese puerto marítimo de primer orden, procedentes de diversas partes de África. La inhumana condena a la que eran sometidos se iniciaba en el momento de su captura. El viaje se convertía en atroz pesadilla que proseguía una vez llegaban a puerto para ser vendidos. Pedro había sido destinado a prestar su ayuda al padre Sandoval encargado de llevar la fe a los negros. Aprendió mucho junto a él. Sumó a la dedicación apostólica del religioso su excelsa virtud: abrazaba a los esclavos, les llevaba comida, les hablaba del amor de Dios, los bautizaba, los curaba e incluso besaba sus llagas purulentas. Cuando Sandoval partió a Lima en 1617, Pedro siguió sus tácticas: se las ingeniaba para saber cuándo iba a entrar un barco, y era el primero en salir a su encuentro. Les llevaba alimentos y les daba lo que obtenía con sus limosnas. Solventó las dificultades de comunicación creando un equipo de intérpretes de distintas nacionalidades. Ni siquiera ellos podían seguir el ritmo intensísimo que llevaba. Y eso que simplemente sus mortificaciones, las cinco horas diarias de oración y la frugal comida que tomaba, eran suficientes para caer enfermo. Además, prácticamente atendía todo él solo. Contó con la ayuda de otro jesuita, Carlos de Orta, que murió un año más tarde, hasta que en 1620 regresó Sandoval.
Dedicó cuarenta años de su vida a una heroica caridad, encendiendo la única llama de esperanza que encontraron estas víctimas de la crueldad de otros congéneres. Hacinados en el barco, en condiciones insalubres extremas, escasos de alimento, horrorizados por tanta brutalidad y temblando siempre por su futuro que no auguraba más que la muerte, malvivían entre olores nauseabundos. Con dibujos y estampas Pedro les dio a conocer las verdades esenciales de la fe. Viéndole esgrimir el crucifijo y darse golpes de pecho, entendían el alcance de la Redención y pedían perdón. Nadie les dio más amor en este mundo que el que recibieron del santo. Al profesar en 1622 había escrito: «Yo, Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre». Los defendió bravamente, aunque le costó no pocos disgustos. No se entendió que administrase los sacramentos a sus amados esclavos, que eran considerados personas «sin alma». Hasta sus superiores en ciertos momentos le corrigieron por sus «excesos». También le llovieron críticas de los infames mercaderes y de personas de alcurnia disconformes con su acción. No tuvo miramientos con ninguna; estaba al lado del más débil.
El lenguaje universal del amor fue el que entendieron tantos pobres desgraciados. Los que iban a ser ajusticiados demandaban su presencia. Su conocido manteo, con el que enjugó sus lágrimas, curó y secó sus sudores, sirviendo de peana para los enfermos, incluso los más repugnantes, le acompañó hasta el fin. Pero los esclavos no eran los únicos receptores de su caridad. También auxiliaba a los negros, enfermos, indigentes y lisiados de Cartagena y Provincia, así como a los presos, sin importarle su credo. En su heroico quehacer incluía la asistencia a dos centros hospitalarios: San Sebastián y San Lázaro. En 1651 atendiendo a los enfermos en la epidemia de peste cayó afectado por ella; le produjo una parálisis que iba creciendo. En mula y con un bastón siguió buscando a sus esclavos, socorriéndoles y llevándoles a la fe. Incapacitado para moverse, de repente se encontró solo, y pensó que era una penitencia que le convenía por sus pecados. Fueron tres años de intensos sufrimientos, humillaciones y soledad. Pero cuando agonizaba el 9 de septiembre de 1654, una marea humana quería tocarle y arrancar sus pobres vestiduras; no le dejaban ni morir en paz. Había instruido y bautizado a 300.000 esclavos. Pío IX lo beatificó el 16 de julio de 1850. León XIII lo canonizó junto a san Alonso Rodríguez el 15 de enero de 1888.