Servicio diario - 10 de septiembre de 2017


Programa del Papa a Colombia, domingo 10 – Bogotá-Cartagena
Redacción

Colombia: el Papa tras los pasos del jesuita san Pedro Claver
Marina Droujinina

Bendecidas por el Papa las primeras piedras para centros de niñas y “descartados” en Cartagena
Redacción

Francisco reza ante las reliquias de san Pedro Claver
Redacción

Ángelus en Cartagena: “Todavía hoy millones de personas son vendidas como esclavos”
Redacción

El Papa ora por Venezuela y pide rechazar toda forma de violencia
Redacción

Texto completo del Ángelus del 10 de septiembre de 2017 – Cartagena –
Redacción

El Santo Padre va la zona portuaria de Contecar para celebrar la misa
Redacción

Francisco en Contecar: Rezamos por quienes erraron, por la justicia y no por la venganza
Redacción

Mensaje del Papa al encuentro ‘Caminos de Paz’ en Munster
Redacción

Colombia: no ¡a la tentación de “darlo todo por perdido”
Anita Bourdin

San Juan Gabriel Perboyre – 11 de septiembre
Isabel Orellana Vilches

Texto completo de la homilía del papa Francisco en el puerto de Contecar
Redacción

Palabras del Santo padre en el Centro Eventos La Macarena – Texto completo
Redacción


 

10/09/2017-09:40
Redacción

Programa del Papa a Colombia, domingo 10 – Bogotá-Cartagena

TEMA: Dignidad de la persona y derechos humanos

8.30 Salida en avión hacia Cartagena de Indias (En Roma 15:30h)
10.00 Llegada al aeropuerto R. Nuñez, de Cartagena de Indias – (En Roma 17:00h)
10.30 Bendición de la primera piedra de las casas para los sintecho y de la Obra Talitha Qum en
la Plaza San Francisco de Asís – (En Roma 17:30h)
12.00 Ángelus en el atrio de San Pedro Claver – (En Roma 19:00h)
12.15 Visita a la Casa Santuario de San Pedro Claver – (En Roma 19:15h)
15.45 Traslado en helicóptero desde la Base Naval al área portuaria de Contecar – (En Roma
22:45h)
16.30 Santa Misa en el área portuaria de Contecar – (En Roma 23:30h)
18.30 Traslado en helicóptero al aeropuerto de Cartagena – (En Roma 01:30h)
18.45 Ceremonia de despedida – (En Roma 01:45h)
19.00 Salida en avión hacia el aeropuerto de Roma/Ciampino – (En Roma 02:00h)

Ver el programa completo

 

 

10/09/2017-15:42
Marina Droujinina

Colombia: el Papa tras los pasos del jesuita san Pedro Claver

(ZENIT – Roma, 10 Sept. 2017).- Delante de la iglesia de San Pedro Claver en Cartagena el Papa Francisco ha rezado el ángelus, a las 12 horas de este domingo, en el último día de su viaje apostólico a Colombia. Allí ha visitado la casa santuario del misionero jesuita san Pedro Claver (1580-1654) en el convento de los jesuitas de Cartagena.
La construcción del templo comenzó en 1580, pero fue terminado en 1654. El convento de San Pedro Claver y el museo arqueológico forman parte del complejo arquitectónico. En cambio el convento de los jesuitas ha sido construido en 1605, “apenas un año” después de la llegada de los primeros jesuitas a Cartagena de Indias.
La Casa santuario de San Pedro Claver, que el Papa visita después del ángelus se abrió en 1950 para “honrar la memoria y la vida del misionero jesuita” y el museo posee una colección de arte precolombino y una colección de arte religioso que proviene de diferentes épocas.
Después de la expulsión de los jesuitas del país en 1767, el conjunto de los edificios fue utilizado para alojar a diferentes instituciones, como el Hospital San Sebastián y un cuartel militar, hasta 1896, cuando el convento volvió bajo la jurisdicción de los jesuitas.
Desde allí el Pontífice irá en helicóptero a la zona portuaria del Contecar para celebrar la misa. Allí es una de las mayores zonas industriales del país y en dos últimos decenios, la zona de Contecar ha hecho de Cartagena una de las treinta ciudades portuarias más importantes del mundo y un punto de referencia principal en el tráfico marítimo del mar Caribe.

©Traducción para ZENIT de Raquel Anillo

 

 

10/09/2017-16:03
Redacción

Bendecidas por el Papa las primeras piedras para centros de niñas y “descartados” en Cartagena

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- El papa Francisco llegó en la mañana de hoy domingo a la ciudad de Cartagena de Indias, proveniente de Bogotá, después de haberse despedido de quienes le recibieron por cuatro noches en la Nunciatura Apostólica.
La capital del departamento de Bolívar, Cartagena, cuenta con más de un millón de personas y es la primera destinación turística del país. Allí, el Santo Padre fue recibido en el aeropuerto Rafael Núñez por el arzobispo metropolitano de Cartagena, Mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal, y las autoridades civiles, religiosas y militares.
Al pasar delante de un hangar, unos 300 jóvenes realizaron para el Pontífice, una coreografía sobre la dignidad indígena, de la persona y de la cultura local, y una señora le cantó una cumbia. Con animados ritmos y aplausos se despidió el Santo Padre, al de “¡Esta es la juventud del Papa!” coreaban los jóvenes, mientras Francisco se despedía.

 

Bendición

A las 10:30 horas (17:30 h hora de Roma), el Papa ha llegado con el papamóvil al barrio de san Francisco donde ha dado la bendición de las primera piedras de la casa para los “sintecho” y de la Obra Thalita Kum.
La hermana Blanca Nubia López, directora del centro “Thalita Kum” ha explicado al Santo Padre la labor que realizan, precisando que es un centro dedicado a la prevención del turismo sexual infantil: “Estas niñas y adolescentes desean, con todo el corazón, ser mujeres dignas de vivir en nuestra sociedad”.

 

“Descartados”

Asimismo, un grupo de mujeres laicas de Cartagena se encarga de la misión “María Revive”, una obra para trabajar con los “descartados” de la sociedad, así lo ha calificado una de sus voluntarias, que ha dado agradecido al Papa Francisco su visita: “Denos su voz, su aliento y su bendición para seguir en este camino emprendido de ir al encuentro a quien ha sido excluido y rotulado por esta cultura con el feo nombre de descartados y de desechables”.
Los cientos de niños y jóvenes que recibían al Papa gritando y cantando en la plaza de S. Francisco, estaban sentados en los bancos de la propia parroquia del barrio, la de san Francisco, sacados de la iglesia para esta ocasión.
Después, el Santo Padre ha ido a la casa de doña Lorenza, una mujer de Cartagena, de 77 años, que ha trabajado durante más de 50 años como voluntaria en el comer comunitario, donde ha tomado un café y ha conversado con ella. De ahí, el Papa se ha dirigido a la iglesia de San Pedro Claver, donde rezará el Ángelus.

 

 

10/09/2017-17:33
Redacción

Francisco reza ante las reliquias de san Pedro Claver

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- Tras rezar el Ángelus en la entrada al templo, el papa Francisco ha visitado el santuario de san Pedro Claver, donde ha rezado ante las reliquias del santo jesuita.
El Santo Padre, al entrar en el templo, ha saludado a varios representantes de la comunidad afroamericana de Cartagena, y a los numerosos obispos y sacerdotes allí presentes.
Cuatro niños vestidos de blanco le han entregado unas flores, que el Papa ha depositado ante las reliquias de san Pedro Claver, misionero jesusita que entregó su vida al servicio de los esclavos negros en Cartagena de Indias.
Asimismo, el Papa se ha reunido con el rector del santuario y con unos 300 jesuitas que se han congregado en el santuario para recibir al Pontífice. También ha saludado, de manera privada, a 65 religiosos de la comunidad de jesuitas de este santuario.
El Santo Padre se ha trasladado en papamóvil al monasterio de Santo Domingo,
cercano al santuario de san Pedro Claver, donde comerá con la comunidad de religiosos en el claustro.

 

 

10/09/2017-17:28
Redacción

Ángelus en Cartagena: “Todavía hoy millones de personas son vendidas como esclavos”

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- “Todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y por sus propios derechos”.
Lo indicó el papa Francisco en el último día del viaje apostólico en Colombia, cuando
rezó a las 12 de este domingo la oración del Ángelus, delante del templo dedicado a san Pedro Claver.
“Este santo fue, por lo demás, acusado injustamente de ser indiscreto por su celo y debió enfrentar duras críticas y una pertinaz oposición por parte de quienes temían que su ministerio socavase el lucrativo comercio de los esclavos”, indicó el Papa.
Señaló también que el jesuita Pedro Claver, se hacía llamar «esclavo de los negros para siempre», desde el día de su profesión solemne.
“Él esperaba las naves que llegaban desde África al principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo. Muchas veces los atendía solamente con gestos evangelizadores, por la imposibilidad de comunicarse, por la diversidad de los idiomas”, indicó.
Sin embargo, “Pedro Claver sabía que el lenguaje de la caridad y de la misericordia era comprendido por todos. De hecho, la caridad ayuda a comprender la verdad y la verdad reclama gestos de caridad. Cuando sentía repugnancia hacia ellos, besaba sus llagas”.
Señaló que este sacerdote, “austero y caritativo hasta el heroísmo, después de haber confortado la soledad de centenares de miles de personas, transcurrió los últimos cuatro años de su vida enfermo y en su celda, en un espantoso estado de abandono. Efectivamente, san Pedro Claver ha testimoniado en modo formidable la responsabilidad y el interés que cada uno de nosotros debe tener por sus hermanos”.

 

 

10/09/2017-17:54
Redacción

El Papa ora por Venezuela y pide rechazar toda forma de violencia

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- El papa Francisco ha asegurado su oración por “cada uno de los países de Latinoamérica, y de manera especial por la vecina Venezuela” y ha expresado su “cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también a los que han encontrado en este tierra colombiana un lugar de acogida”.
Así lo ha manifestado el Santo Padre tras el rezo del Ángelus, antes de visitar el santuario de san Pedro Claver, misionero jesuita que dio su vida al servicio de los esclavos negros en Cartagena.
Asimismo sobre Venezuela, el Papa ha hecho un “llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad”.
Al final, antes de dar la bendición, el Papa ha pedido a todos: “Metan en su corazón los nombres de las personas que más queremos y los nombres de las personas que no queremos. Los nombres de las personas que nos quieren y los nombres de las personas que sabemos que no nos quieren”.

Leer el texto completo de las palabras del Papa

 

 

10/09/2017-16:19
Redacción

Texto completo del Ángelus del 10 de septiembre de 2017 – Cartagena –

(ZENIT – Roma, 10 Sept. 2017).- El papa Francisco rezó este domingo la oración del Ángelus ante la el santuario de San Pedro Claver, en la ciudad de Cartagena, en el último día de su viaje apostólico. A continuación les ofrecemos el texto completo.

“Queridos hermanos y hermanas:
Poco antes de entrar en esta iglesia donde se conservan las reliquias de san Pedro Claver, he bendecido las primeras piedras de dos instituciones destinadas a atender a personas con grave necesidad y visité la casa de la señora Lorenza, donde acoge cada día a muchos hermanos y hermanas nuestras para darles alimento y cariño.
Estos encuentros me han hecho mucho bien porque allí se puede comprobar cómo el amor de Dios se hace concreto, se hace cotidiano. Todos juntos rezaremos el Ángelus, recordando la encarnación del Verbo.
Y pensamos en María, que concibió a Jesús y lo trajo al mundo. La contemplamos esta mañana bajo la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Como saben, durante un periodo largo de tiempo esta imagen estuvo abandonada, perdió el color y estaba rota y agujereada. Era tratada como un trozo de saco viejo, usándola sin ningún respeto hasta que acabaron desechándola.
Fue entonces cuando una mujer sencilla, la primera devota de la Virgen de Chiquinquirá, que según la tradición se llamaba María Ramos, vio en esa tela algo diferente. Tuvo el valor y la fe de colocar esa imagen borrosa y rajada en un lugar destacado, devolviéndole su dignidad perdida.
Supo encontrar y honrar a María, que sostenía a su Hijo en sus brazos, precisamente en lo que para los demás era despreciable e inútil. De ese modo, se hizo paradigma de todos aquellos que, de diversas maneras, buscan recuperar la dignidad del hermano caído por el dolor de las heridas de la vida, de aquellos que no se conforman y trabajan por construirles una habitación digna, por atender sus necesidades perentorias y, sobre
todo, rezan con perseverancia para que puedan recuperar el esplendor de hijos de Dios que les ha sido arrebatado.
El Señor nos enseña a través del ejemplo de los humildes y de los que no cuentan. Si a María Ramos, una mujer sencilla, le concedió la gracia de acoger la imagen de la Virgen en la pobreza de esa tela rota, a Isabel, una mujer indígena, y a su hijo Miguel, les dio la capacidad de ser los primeros en ver trasformada y renovada esa tela de la Virgen.
Ellos fueron los primeros en mirar con ojos sencillos ese trozo de paño totalmente nuevo y ver en éste el resplandor de la luz divina, que transforma y hace nuevas todas las cosas.
Son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez. Ellos, pobres y sencillos, fueron los primeros en ver a la Virgen de Chinquinquirá y se convirtieron en sus misioneros, anunciadores de la belleza y santidad de la Virgen.
Y en esta iglesia le rezaremos a María, que se llamó a sí misma «la esclava del Señor», y a san Pedro Claver, el `esclavo de los negros para siempre´, como se hizo llamar desde el día de su profesión solemne.
Él esperaba las naves que llegaban desde África al principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo. Muchas veces los atendía solamente con gestos evangelizadores, por la imposibilidad de comunicarse, por la diversidad de los idiomas. Sin embargo, Pedro Claver sabía que el lenguaje de la caridad y de la misericordia era comprendido por todos. De hecho, la caridad ayuda a comprender la verdad y la verdad reclama gestos de caridad. Cuando sentía repugnancia hacia ellos, besaba sus llagas.
Austero y caritativo hasta el heroísmo, después de haber confortado la soledad de centenares de miles de personas, transcurrió los últimos cuatro años de su vida enfermo y en su celda, en un espantoso estado de abandono. Efectivamente, san Pedro Claver ha testimoniado en modo formidable la responsabilidad y el interés que cada uno de nosotros debe tener por sus hermanos.
Este santo fue, por lo demás, acusado injustamente de ser indiscreto por su celo y debió enfrentar duras críticas y una pertinaz oposición por parte de quienes temían que su ministerio socavase el lucrativo comercio de los esclavos.
Todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y por sus propios derechos.
María de Chiquinquirá y Pedro Claver nos invitan a trabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos, en especial por los pobres y descartados de la sociedad, por aquellos que son abandonados, por los emigrantes, por los que sufren la violencia y la trata. Todos ellos tienen su dignidad y son imagen viva de Dios.
Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y a todos nosotros, la Virgen nos sostiene en sus brazos como a hijos queridos. Dirijamos ahora nuestra oración a la Virgen Madre, para que nos haga descubrir en cada uno de los hombres y mujeres de nuestro tiempo el rostro de Dios. Angelus Domini...”.

 

Bendición

Después de rezar el Ángelus, el Papa ha continuado orando y ha impartido la bendición:
“Queridos hermanos y hermanas, desde este lugar quiero asegurar mi oración por cada uno de los países de Latinoamérica, y de manera especial por la vecina Venezuela.
Expreso mi cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también como también a los que han encontrado en este tierra colombiana un lugar de acogida.
Desde esta ciudad, sede de los derechos humanos, hago un llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad.
Que la Virgen Santísima interceda por las necesidades del mundo y cada uno de sus hijos. Saludo también a ustedes aquí presentes, venidos de diveross lugares, también a los que siguen esta visita por la radio y por la televisión. A todos los deseo un feliz domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mí.
¿Quieren la bendición? (Todos: “¡Siiiiiiiii!”)
Cada uno de nosotros, antes de recibir la bendición, en un ratito de silencio, metan en su corazón los nombres de las personas que más queremos y los nombres de las personas que no queremos. Los nombres de las personas que nos quieren y los nombres de las personas que sabemos que no nos quieren.
Para todos, y para cada uno pedimos la bendición, para todos. Los bendiga Dios todopoderoso, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo”.

 

 

10/09/2017-20:45
Redacción

El Santo Padre va la zona portuaria de Contecar para celebrar la misa

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- Después de visitar la casa santuario de san Pedro Claver, el santo padre Francisco se dirigió en papamóvil al claustro del Monasterio de Santo Domingo, a unos 400 metros de distancia. Allí en forma privada encontró a representantes de los jesuitas de Colombia, durante unos 30 minutos.
Siempre en el monasterio de Santo Domingo, almorzó. Después fue al Palacio arzobispal y bendijo a unos 300 enfermos que desde allí seguirán por la tarde, la celebración de la misa.
Después el Papa fue a la base Naval de Cartagena y se transfirió en helicóptero a la zona portuaria de Contecar, uno de los principales terminales marítimos del cuarto puerto más importante de América Latina. En el área portuaria de Contecar, con capacidad para 800 mil personas, el Santo Padre celebra la misa.

 

 

10/09/2017-21:29
Redacción

Francisco en Contecar: Rezamos por quienes erraron, por la justicia y no por la venganza

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- El santo padre Francisco llegó este domingo por la tarde al terminal portuario de Contecar, donde antes de celebrar la misa giró en el papamóvil para saludar a los varios cientos de miles de personas allí presentes, que le recibieron con manifestaciones de júbilo.
Vistiendo paramentos verdes en el XXIII domingo del Tiempo Ordinario y portando el palio, el Pontífice presidió la misa en español, que contó en el altar con la presencia de las reliquias de san Pedro Claver y Sta. María Bernarda Butler. El coro y orquesta que acompañó la misa tocaron con ritmos costeños característicos.
En su homilía en Santo Padre recordó que en Cartagena de Indias, gracias a san Pedro Clavel y otros hijos de la ciudad, nació la inquietud de defender a los oprimidos, en particular a los esclavos.
También a tomar la iniciativa para perdonar al hermano que nos ofendió. Y señaló que “en estos días escuché muchos testimonios de personas que perdonaron a quienes les causaron heridas terribles, dando un primer paso en un camino distinto del ya recorrido”.
“Estoy seguro de que hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados y no por su destrucción, por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido”, dijo. Sabiendo que cada uno tiene que dar un paso más allá del de un tratado firmado.
Recordó “el drama lacerante de la droga” en “la devastación de los recursos naturales”, en “la tragedia de la explotación laboral”; en “el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera”, en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro”; “en la abominable trata de seres humanos”, en “los delitos y abusos contra los menores”, en “la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo”, en “la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad”.
Y pidió ayudar a “desatar los nudos de la violencia”, y así “desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros”. Sabiendo que Jesús “es capaz de desatar aquello que para nosotros pareciera imposible”, que “Él ha prometido acompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él no dejará estéril tanto esfuerzo”.
Para la misa se prepararon 250 mil hostias consagradas.

Leer el texto completo de la homilía

 

 

10/09/2017-19:40
Redacción

Mensaje del Papa al encuentro ‘Caminos de Paz’ en Munster

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- Desde Colombia, en donde el papa Francisco se encuentra en su XX viaje apostólico, envió un mensaje a los participantes del Encuentro internacional interreligioso en el espíritu de Asis, “Caminos de Paz”, promovido por la Comunidad de San Egidio del 10 al 12 del presente mes de septiembre.
“Ilustres y queridos representantes de la Iglesias y comunidades cristianas y de las religiones mundiales, les envío a todos mi cordial saludo, asegurándoles mi cercanía espiritual”. Así inicia el mensaje del Papa que recuerda como este camino de diálogo fue querido en 1986 en Asís, por san Juan Pablo.
El Pontífice asegura que se trata de una iniciativa “actual y necesaria” porque “conflictos, violencia generalizada, terrorismo y guerras amenazan hoy a millones de personas,
pisan la sacralidad de la vida humana y nos vuelven a todos más frágiles y vulnerables”.
Recuerda así que “el tema de este año es una invitación a abrir y construir nuevos caminos de paz” particularmente “donde los conflictos parecen sin salida, donde no se quieren toma caminos de reconciliación, donde se confía en las armas y no en el diálogo”.
“Delante de la irracionalidad de quien profana a Dios, sembrando odio; delante del demonio de la guerra, de la locura del terrorismo, de la fuerza engañosa de las armas” el camino no puede ser otro que el de la paz “que une a muchas tradiciones religiosas”. Además del coraje para abrir caminos de paz, “es necesario rezar mucho”, porque asegura el Papa, “la oración está en la raíz de la paz”.
Recordó también que “en cuanto líderes religiosos, especialmente en este momento histórico, tenemos una responsabilidad particular: ser y vivir como gente de paz, que da testimonio y recuerda que Dios detesta la guerra, que la guerra nunca es santa, que nunca la violencia puede ser cometida o justificada en nombre de Dios”. Sin “permanecer indiferentes” a “las tragedias del odio”, sin resignarse a que “el ser humano sea descartado y que le sean antepuestos el poder y el lucro”.
“Ustedes se han reunido para dar una respuesta de paz”, escribe el Papa, y considera significativo que “este encuentro se realice en el corazón de Europa”, cuando se cumplen 60 años de las negociaciones para construir la Unión Europea, “después de la desastrosa guerra mundial y de la tragedia de la Shoah”. Sin olvidar que “la paz no es solamente fruto del empeño humano, sino de la apertura a Dios”.

 

 

10/09/2017-05:40
Anita Bourdin

Colombia: no ¡a la tentación de “darlo todo por perdido”

(ZENIT-10 Sept. 2017). El Papa Francisco vislumbra un “nuevo comienzo” para Colombia. Y da la clave: “permaneced en Dios”. Rechazando por ejemplo “la tentación de darlo todo por perdido”. Evoca también el beneficio de actitudes tan diferentes como la oración de adoración y “el gusto por los estudios”!.
El Papa Francisco habla así a Colombia, desgarrada por más de 50 años de conflicto, con su cortejo de desplazados (7 millones), de muertos, de heridos, de mutilados: un millón. En algunas familias tres generaciones se vieron afectadas: han perdido, año tras año, un padre, un marido, hijos, asesinados por la guerrilla o por las formaciones paramilitares.
El Papa Francisco de alguna manera ha querido transmitir el secreto de la alegría cristiana en el encuentro con los obispos, los sacerdotes, los consagrados y los seminaristas, y sus familias, el sábado 9 de septiembre de 2017, a las 16h (23 horas en Roma), en el centro “La Macarena” de Medellín.
El Papa ha mencionado, comentando el Evangelio de Juan leído al comienzo del encuentro, los medios a desarrollar para “permanecer”: “permanezcamos tocando la humanidad de Cristo”: “permanezcamos contemplando su divinidad”. Y la consecuencia: “Hay que permanecer en Cristo para vivir en la alegría”.
El discurso del Papa es un pequeño tratado de vida espiritual “para todos”.

 

La mirada de Cristo

Primer punto para “permanecer”: “tocar la humanidad de Cristo”. El Papa explica lo que él entiende por esto, evocando-como hace a menudo-la “mirada” de Cristo y también sus “sentimientos”: “Por la mirada y sentimientos de Jesús, que contempla la realidad, no como un juez, sino como el buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el cual camina, así como sus heridas y pecados; que descubre el sufrimiento silencioso y se conmueve ante las necesidades de las personas, sobre todo cuando estas se ven avasalladas por la injusticia, la pobreza indigna, la indiferencia, o por la perversa acción de la corrupción y la violencia.
Pero el Papa une siempre la acción y la contemplación. Hizo hincapié en que se debe realizar también los “gestos” de Jesús: “Por los gestos y las palabras de Jesús, que expresan el amor hacia aquellos que están cerca y la búsqueda de aquellos que están lejos; la ternura y la firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; la alegría y la generosidad en el compromiso y el servicio sobre todo en favor de las personas más frágiles”.

 

Despertar el gusto por el estudio

La humanidad de Jesús, y también su divinidad. El Papa Francisco hace una segunda recomendación: “Permanecemos contemplando su divinidad”. Ha invitado especialmente a la oración de adoración”: “adorar”.
Primeramente ha invitado a ....estudiar! Es necesario, dice, despertar “el gusto de los estudios”: “despertando y sosteniendo la admiración por el estudio que acrecientan el conocimiento de Cristo porque, como recuerda San Agustín, no se puede amar a quien no se conoce (cf. La Trinidad, Libro X, cap. I, 3).
Frecuentar asiduamente la Biblia: “Privilegiando para ese conocimiento el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y el servicio a los hermanos”.

 

Amar a Cristo y la Biblia

El Papa comenta a San Jerónimo: “Quién no conoce las Escrituras, no conoce a Jesús”. “Quién no ama las Escrituras, no ama a Jesús”. (cf. San Jerónimo, Prólogo al comentario del profeta Isaías: PL 24, 17) ¡Consagremos tiempo en una lectura orante de la Palabra! En auscultar en ella qué quiere Dios para nosotros y nuestro pueblo” ha exhortado el Papa invitando a cada uno a interrogarse sobre su tiempo cotidiano con la Palabra de Dios.
Para que este estudio-no cualquiera-nos ayude a comprender la realidad con la mirada de Dios: “Que todos nuestros estudios nos ayuden a ser capaces de interpretar la realidad con los ojos de Dios; que no sea un estudio evasivo de los aconteceres de nuestro pueblo, que tampoco vaya al vaivén de modas o ideologías. Que no se alimente de nostalgias ni quiera encorsetar el misterio; que no quiera responder a preguntas que ya nadie se hace y dejar en el vacío existencial a aquellos que nos cuestionan desde las coordenadas de sus mundos y sus culturas”.

 

La oración, fundamento de la vida cristiana

El Papa ha indicado también el “fundamento” de la vida cristiana: la oración. Una oración de adoración también, silenciosa: “Permaneced [en Él] y contemplar su divinidad haciendo de la oración un elemento fundamental de nuestra vida y de nuestro servicio apostólico. La oración nos libera del lastre de la mundanidad, nos enseña a vivir de manera gozosa, a elegir alejándonos de la superficialidad, en un ejercicio de verdadera libertad. La oración nos saca de estar centrardos en nosotros mismos, escondidos en una experiencia religiosa vacía y nos lleva a ponernos con docilidad en las manos de Dios para realizar su voluntad y hacer eficaz su proyecto de salvación. Y en la oración, adorar. Aprender a adorar en silencio.

 

La reconciliación y la misericordia

El Papa ha recordado que la obra de reconciliación – uno de los grandes temas de su viaje apostólico a Colombia – es primero la acción de Dios en cada uno: “Seamos hombres y mujeres reconciliados para reconciliar. Haber sido llamados no nos da un certificado de buena conducta e impecabilidad; no estamos revestidos de una aureola de santidad”. Ha dicho el Papa saludado por un torrente de aplausos.
Y ha ido más lejos poniendo el acento en el Jubileo de la Misericordia: “Todos somos pecadores, todos necesitamos del perdón y la misericordia de Dios para levantarnos cada día. Él arranca lo que no está bien y hemos hecho mal, lo echa fuera de la viña, lo quema. Nos deja limpios para poder dar fruto.”.
“Así es la fidelidad misericordiosa de Dios para con su pueblo, del que somos parte. Él nunca nos dejará tirados al borde del camino, nunca. Dios hace de todo para evitar que el pecado nos venza y que después nos cierre las puertas de nuestra vida a un futuro de esperanza y de gozo”, ha afirmado el Papa.

 

¡No! A los apóstoles amargados

Él ha venido sobre esta “alegría” cristiana a la que ha consagrado una exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi [Exhortación apostólica de Pablo VI] en 2013: “ Hay que permanecer en Cristo para vivir en la alegría”
“Si permanecemos en él, su alegría estará en nosotros. No seremos discípulos tristes y apóstoles amargados”, ha afirmado el Papa que tiene el don de la fórmula eficaz.
“Al contrario, ha continuado, reflejaremos y aportaremos la verdadera alegría, el gozo pleno que nadie nos va a poder quitar, difundiremos la esperanza de nuestra vida nueva que Cristo nos ha traído. La llamada de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría. Dios no nos quiere sumidos en la tristeza y en la fatiga que viene de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun de nuestras fatigas”.
La cuestión es también el anuncio de la Buena Nueva: “Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando transparentamos la alegría del encuentro con Él”.

 

Un nuevo comienzo

Teniendo en cuenta las heridas que el país está tratando de curar, el Papa ha afirmado una vez más que la historia humana está en las manos de un Dios bueno, partiendo de los textos bíblicos: “En el Génesis, después del diluvio, Noé planta una viña como signo de un nuevo comienzo; al final del Éxodo, a aquellos a los que Moisés envió a inspeccionar la tierra prometida volvieron con un racimo de uvas, signo de esta tierra donde mana la leche y la miel. Dios ha puesto su mirada sobre nosotros, sobre nuestras comunidades y sobre nuestras familias. El Señor ha puesto su mirada sobre Colombia: vosotros sois el signo de este amor de predilección”.
El Papa Francisco ha anunciado un “nuevo comienzo” para la nación, cuya historia está marcada ahora por acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC y el cese del fuego unilateral declarado por los rebeldes del ELN: “Nos vuelve a ofrecer todo nuestro amor y servicio en unión con Jesús, nuestra viña. Y de ser la promesa de un nuevo comienzo para Colombia, que deja atrás los diluvios de desacuerdo y de violencia, que quiere dar mucho fruto de justicia y de paz, de encuentro y de solidaridad”.

Leer el texto completo

© Traducción para ZENIT, Raquel Anillo

 

 

10/09/2017-04:00
Isabel Orellana Vilches

San Juan Gabriel Perboyre – 11 de septiembre

(ZENIT – Madrid).- Su espeluznante martirio en la misión de China, plagado de torturas, puede equipararse por su refinada crueldad a otros estremecedores que tantas veces han segado la vida de los fieles seguidores de Cristo. Era natural de Puech de Montgesty, Francia, donde nació el 6 de enero de 1802. Fue el primogénito de ocho hermanos. Al parecer, su vocación al martirio como misionero se suscitó siendo niño ante la encendida prédica que un sacerdote hizo en una de las iglesias que solía frecuentar. Que ingresara en la Congregación de la Misión era algo comprensible ya que un tío paterno formaba parte de la misma, y sus allegados vivían este hecho como una bendición. Gran parte de los varones de la familia fueron ordenados sacerdotes. Poco antes de cumplir los 15 años, Juan Gabriel afirmó que quería ser misionero. Y cumplió su deseo ingresando en el seminario de Montauban, regido por los padres lazaristas que estaban impregnados del carisma de san Vicente de Paúl. En realidad él fue como simple acompañante de su hermano pequeño Luis, con la idea de permanecer allí por una temporada. Pero se sintió llamado al sacerdocio y a lo largo del noviciado ratificó su anhelo de derramar su sangre por amor a Cristo.
Fue ordenado en septiembre de 1825 por el obispo de Montauban, y aunque le urgía partir a las misiones tuvo que esperar doce años para cumplir su sueño. Quiso ocupar el lugar de su hermano Luís que había muerto de unas fiebres mientras navegaba rumbo a China. Pero no gozaba de buena salud, y sus superiores lo nombraron subdirector del noviciado de París después de haber ejercido la docencia brillantemente en el seminario de Saint-Flour. Hasta allí llegaban noticias del martirio de otros hermanos que no hacían más que alimentar su deseo de morir por Cristo. Ante las prendas que vestía el P. Clet, uno de los religiosos que había alcanzado esa palma añorada por él, manifestó: «He aquí el hábito de un mártir... ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte» [...]. «Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él». Pero sus hermanos ya conocían su afán por restablecerse físicamente para que su débil constitución no le impidiera viajar a China, difundir allí el Evangelio y obtener la corona martirial. No ocultaba que había ingresado en la Orden con ese exclusivo fin.
Finalmente, como en 1835 los médicos autorizaron su partida, los superiores dieron también su visto bueno. El intrépido apóstol llego a Macao en marzo de 1836. Estudió con verdadero ahínco la lengua china y adoptó las costumbres y vestimenta de los ciudadanos, rapándose la cabeza y dejando crecer su pelo y bigotes. Los dos años que permaneció en Ho-nan y en Hu-pé se caracterizaron por una intensa acción apostólica entre los niños abandonados a los que asistía, alimentaba e instruía. Las duras inclemencias del tiempo no le detuvieron. Padeció innumerables fatigas, entre otras, las provenientes de sus agotadores desplazamientos que solía realizar a pie o bien en carretas tiradas por bueyes, siempre alegre, sin importarle pasar hambre y sed, o mantenerse en un estado de vigilia. «Hay que ganarse el cielo con el sudor de la frente», decía. Todo se le hacía poco para poder transmitir el amor a Cristo: su única pasión: «Jesucristo es el gran maestro de la ciencia; sólo Él da la verdadera luz. Toda ciencia que no procede de Él y no conduce a Él es vana, inútil y peligrosa. No hay más que una sola cosa importante: conocer y amar a Jesucristo». Con su gracia superó momentos de desánimo que le asaltaron alguna vez.
En 1839 se desató una persecución y los misioneros de la comunidad de Hu-pé donde Juan Gabriel estaba destinado, tuvieron que huir. Llegaba su momento; se hallaba preparado. Tanto su familia como su superior conocían su absoluta disponibilidad a cumplir la voluntad divina, su deseo de unirse al Redentor. El valeroso misionero había escrito a su padre anticipándose a darle consuelo ante la más que previsible muerte que sabía que le aguardaba y que ansiaba: «Si tuviéramos que sufrir el martirio, sería una gracia grande que se nos concedería; es algo para desear, no para temer». Y al superior general le transmitía su paz con la sabiduría encarnada en Cristo, fruto de su oración, exponiendo con claridad lo que conocía sobradamente acerca de la vida misionera; de forma implícita ratificaba su cotidiano abrazo a la cruz y su serena espera ante el martirio: «No sé qué me reservará el futuro. Sin duda muchas cruces. Es la cruz el pan cotidiano del misionero».
No era temerario. Y cuando todos huyeron, él se refugió en un bosque. Pero un mandarín convertido lo delató por treinta taéis, moneda china. A partir de ese instante los atroces suplicios que tuvo que sufrir fueron indecibles. En un papel impregnado de sangre escribió a la comunidad narrando parte de lo que había padecido hasta ese momento, dando respuesta a la petición el P. Rizzolati. Le torturaron salvajemente con tal de lograr que apostatase de su fe en Cristo. Pero él se mantuvo inalterable, sin proferir ninguna queja. Como sobrevivía a los crueles tormentos, lo encarcelaban para volver a atormentarlo con más violencia si cabe. El virrey no logró que pisoteara el crucifijo. Y el 11 de septiembre de 1840 después de haber permanecido aherrojado con grilletes y haber sido tratado con tanta ferocidad en Ou-tchang-fou, lo ataron a un madero en forma de cruz muriendo estrangulado. Tenía 38 años. León XIII lo beatificó el 10 de noviembre de 1889. Juan Pablo II lo canonizó el 2 de junio de 1996. Sus restos reposan en París, en la capilla de la sede general de su Congregación.

 

 

10/09/2017-21:05
Redacción

Texto completo de la homilía del papa Francisco en el puerto de Contecar

(ZENIT – 10 Sept. 2017).- En la misa celebrada en el puerto de Cartagena, en Colombia, en la zona Contecar, el papa Francisco realizó una amplia y articulada homilía que reproducimos a continuación.

 

Texto completo de la homilía:

«En esta ciudad, que ha sido llamada «la heroica» por su tesón hace 200 años en defender la libertad conseguida, celebro la última Eucaristía de este viaje a Colombia. También, desde hace 32 años, Cartagena de Indias es en Colombia la sede de los Derechos Humanos porque aquí como pueblo se valora que «gracias al equipo misionero formado por los sacerdotes jesuitas Pedro Claver y Corberó, Alonso de Sandoval y el Hermano Nicolás González, acompañados de muchos hijos de la ciudad de Cartagena de Indias en el siglo XVII, nació la preocupación por aliviar la situación de los oprimidos de la época, en especial la de los esclavos, por quienes clamaron por el buen trato y la libertad» (Congreso de Colombia 1985, ley 95, art. 1).
Aquí, en el Santuario de san Pedro Claver, donde de modo continuo y sistemático se da el encuentro, la reflexión y el seguimiento del avance y vigencia de los derechos humanos en Colombia, la Palabra de Dios nos habla de perdón, corrección, comunidad y oración. En el cuarto sermón del Evangelio de Mateo, Jesús nos habla a nosotros, a los que hemos decidido apostar por la comunidad, a quienes valoramos la vida en común y soñamos con un proyecto que incluya a todos. El texto que precede es el del pastor bueno que deja las 99 ovejas para ir tras la perdida, y ese aroma perfuma todo el discurso: no hay nadie lo suficientemente perdido que no merezca nuestra solicitud, nuestra cercanía y nuestro perdón.
Desde esta perspectiva, se entiende entonces que una falta, un pecado cometido por uno, nos interpele a todos pero involucra, en primer lugar, a la víctima del pecado del hermano; ese está llamado a tomar la iniciativa para que quien lo dañó no se pierda. En estos días escuché muchos testimonios de quienes han salido al encuentro de personas que les habían dañado. Heridas terribles que pude contemplar en sus propios cuerpos; pérdidas irreparables que todavía se siguen llorando, sin embargo han salido, han dado el primer paso en un camino distinto a los ya recorridos. Porque Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados. «Si no te escucha, busca una o dos personas más» (Mt 18,15), nos dice el Señor en el Evangelio.
Hemos aprendido que estos caminos de pacificación, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, no pueden obviar los procesos de la gente. No se alcanza con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales entre grupos políticos o económicos de buena voluntad. Jesús encuentra la solución al daño realizado en el encuentro personal entre las partes. Además, siempre es rico incorporar en nuestros procesos de paz la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados, para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva. «El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 239). Nosotros podemos hacer un gran aporte a este paso nuevo que quiere dar Colombia. Jesús nos señala que este camino de reinserción en la comunidad comienza con un diálogo de a dos.
Nada podrá reemplazar ese encuentro reparador; ningún proceso colectivo nos exime del desafío de encontrarnos, de clarificar, perdonar. Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes. Pero eso sólo nos deja en la puerta de las exigencias cristianas.
A nosotros se nos exige generar «desde abajo» un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, respondemos con la cultura de la vida, del encuentro. Nos lo decía ya ese escritor tan de ustedes, tan de todos: «Este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros de un país enardecido donde nos levantamos temprano para seguirnos matándonos los unos a los otros... una legítima revolución de paz que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante casi dos siglos hemos usado para destruirnos y que reivindique y enaltezca el predominio de la imaginación» (Gabriel García Márquez, Mensaje sobre la paz, 1998).
¿Cuánto hemos accionado en favor del encuentro, de la paz? ¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que la barbarie se hiciera carne en la vida de nuestro pueblo? Jesús nos manda a confrontarnos con esos modos de conducta, esos estilos de vida que dañan el cuerpo social, que destruyen la comunidad. ¡Cuántas veces se «normalizan» procesos de violencia, exclusión social, sin que nuestra voz se alce ni nuestras manos acusen proféticamente!
Al lado de san Pedro Claver había millares de cristianos, consagrados muchos de ellos; sólo un puñado inició una corriente contracultural de encuentro. San Pedro supo restaurar la dignidad y la esperanza de centenares de millares de negros y de esclavos que llegaban en condiciones absolutamente inhumanas, llenos de pavor, con todas sus esperanzas perdidas. No poseía títulos académicos de renombre; más aún, se llegó a afirmar que era «mediocre» de ingenio, pero tuvo el «genio» de vivir cabalmente el Evangelio, de encontrarse con quienes otros consideraban sólo un deshecho. Siglos más tarde, la huella de este misionero y apóstol de la Compañía de Jesús fue seguida por santa María Bernarda Bütler, que dedicó su vida al servicio de pobres y marginados en esta misma ciudad de Cartagena.1
En el encuentro entre nosotros redescubrimos nuestros derechos, recreamos la vida para que vuelva a ser auténticamente humana. «La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada» (Discurso a las Naciones Unidas, 25 septiembre 2015).
También Jesús nos señala la posibilidad de que el otro se cierre, se niegue a cambiar, persista en su mal. No podemos negar que hay personas que persisten en pecados que hieren la convivencia y la comunidad: «Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación; en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 8), e incluso en una «aséptica legalidad» pacifista que no tiene en cuenta la carne del hermano, la carne de Cristo. También para esto debemos estar preparados, y sólidamente asentados en principios de justicia que en nada disminuyen la caridad.
No es posible convivir en paz sin hacer nada con aquello que corrompe la vida y atenta contra ella. A este respecto, recordamos a todos aquellos que, con valentía y de forma incansable, han trabajado y hasta han perdido la vida en la defensa y protección de los derechos de la persona humana y su dignidad. Como a ellos, la historia nos pide asumir un compromiso definitivo en defensa de los derechos humanos, aquí, en Cartagena de Indias, lugar que ustedes han elegido como sede nacional de su tutela. Finalmente Jesús nos pide que recemos juntos; que nuestra oración sea sinfónica, con matices personales, distintas acentuaciones, pero que alce de modo conjunto un mismo clamor.
Estoy seguro de que hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados y no por su destrucción, por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido. Rezamos para cumplir con el lema de esta visita: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar. Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros: se nos pide dar el paso del encuentro con los hermanos, atrevernos a una corrección que no quiere expulsar sino integrar; se nos pide ser caritativamente firmes en aquello que no es negociable; en definitiva, la exigencia es construir la paz, «hablando no con la lengua sino con manos y obras» (san Pedro Claver), y levantar juntos los ojos al cielo: Él es capaz de desatar aquello que para nosotros pareciera imposible,
Él ha prometido acompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él no dejará estéril tanto esfuerzo.

1 También ella tuvo la inteligencia de la caridad y supo encontrar a Dios en el prójimo; ninguno de los dos se paralizó ante la injusticia y la dificultad. Porque «ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 227).

 

 

10 septiembre 2017
Redacción

Palabras del Santo padre en el Centro Eventos La Macarena – Texto completo

Texto completo

(ZENIT – 9 Sept. 2017).- En el centro Eventos ‘La Macarena’ de Medellín el papa Francisco tuvo un encuentro con sacerdotes, religiosos y religiosas, personas consagradas, seminaristas y sus familias.

El Santo Padre improvisó en diversas oportunidades, señaló que quería una fe ‘callejera’ para llevar a Jesús. Contó de una persona que le preguntó qué argumentos darle a un ateo, a lo que él le dijo: lo último que tienes que hacer es darle argumentos. Cuando él te pregunte de tu fe, entonces háblale.
Sobre aquellos que se lamentan de la falta de vocaciones por la crisis de estos tiempos, exclamó: ‘eso es cuento chino’, porque las vocaciones nacen también en ambientes hostiles.
Entre los temas abordados fue la memoria dolorosa de las víctimas de la droga, pidiendo la conversión de los narcotraficantes. “Los invito a recordar, acompañar este cortejo de luto, a pedir perdón por quienes destruyeron las ilusiones de tantos jóvenes”, dijo.

 

Texto completo de las palabras del Santo Padre,

La alegoría de la vid verdadera que acabamos de escuchar del Evangelio de Juan se da en el contexto de la última cena de Jesús. En ese ambiente de intimidad, de cierta tensión pero cargada de amor, el Señor lavó los pies de los suyos, quiso perpetuar su memoria en el pan y el vino, y también les habló a los que más quería desde lo hondo de su corazón.
En esa primera noche «eucarística», en esa primera caída del sol después del gesto de servicio, Jesús abre su corazón; les entrega su testamento. Y así como en aquel cenáculo se siguieron reuniendo posteriormente los Apóstoles, con algunas mujeres y María, la Madre de Jesús (cf. Hch 1,13-14), hoy también acá en este espacio nos hemos reunido nosotros a escucharlo, y a escucharnos. La hermana Leidy de San José, María Isabel y el padre Juan Felipe nos han dado su testimonio. También cada uno de los que estamos aquí podríamos narrar la propia historia vocacional. Y todos coincidirían en la experiencia de Jesús que sale a nuestro encuentro, que nos primerea y que de ese modo nos ha captado el corazón. Como dice el Documento de Aparecida: «Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo» (n. 29), el gozo de evangelizar.
Muchos de ustedes, jóvenes, habrán descubierto este Jesús vivo en sus comunidades; comunidades de un fervor apostólico contagioso, que entusiasman y suscitan atracción. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas; la vida fraterna y fervorosa de la comunidad es la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107). Los jóvenes son naturalmente inquietos -o ¿me equivoco?-. Y aquí quiero detenerme un instante y hacer memoria dolorosa, es un paréntesis esto. Los jóvenes son naturalmente inquietos, inquietud tantas veces engañada, destruida por los sicarios de la droga. Medellín me trae ese recuerdo, me evoca tantas vidas jóvenes truncadas, descartadas, destruídas. Los invito a recordar, a acompañar este luctuoso cortejo, a pedir perdón para quienes destruyeron las ilusiones de tantos jóvenes, pedir al Señor que convierta sus corazones, a pedir que acaba esta derrota de la humanidad joven. Los jóvenes son naturalmente inquietos y, si bien asistimos a una crisis del compromiso y de los lazos comunitarios, son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y de voluntariado, son muchos. Y algunos, sí, son católicos praticantes, otros son católicos “al agua de rosas” –como decía mi abuela-, otros no saben si creen o no creen, pero esa inquietud los lleva a hacer algo por los demás, esa inquietud hace llenar los voluntariados de todo el mundo de rostros jóvenes, hay que encauzar la inquietud. Cuando lo hacen captados por Jesús, sintiéndose parte de la comunidad, se convierten en «callejeros de la fe», felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra (cf. ibíd., 107). Y cuántos, sin saber que lo están llevando, lo llevan. Esa riqueza de callejear sirviendo, de ser callejeros de una fe que quizás ellos mismos no terminan de entender, es testimonio, testimonio que nos abre a la acción del Espíritu Santo que entra y nos va trabajando el corazón.
En uno de los viajes, una Jornada de la Juventud en Polonia [Cracovia 2016], en el almuerzo que tuve con los jóvenes, con 15 jóvenes y el Arzobispo, uno me preguntó: “¿Qué le puedo decir yo a un compañero mio joven que es ateo, que no cree, qué argumento le puedo dar?”. Y a mi se me ocurrió contestarle: Mirá, lo último que tenés que hacer es decirle algo. Se quedó mirando. Empezá a hacer, empezá a comportarte de tal manera que la inquietud que él tiene adentro lo haga curioso y te pregunte, y cuando te pregunte tu testimonio, ahí podés empezar a decir algo. Es tan importante ese callejear, callejear la fe, callejear la vida.
Esa es la vid a la que se refiere Jesús en el texto que hemos proclamado: la vid que es todo ese «pueblo de la alianza». Profetas como Jeremías, Isaías o Ezequiel se refieren a él como una vid, hasta un salmo, el 80, canta diciendo: «Tú sacaste de Egipto una vid… le preparaste terreno, echó raíces y llenó toda la región» (vv. 9-10). A veces expresan el gozo de Dios ante su vid, otras su enojo, desconcierto o despecho; jamás, jamás Dios se desentiende de su vid, nunca deja de padecer sus distancias –si yo me alejo Él sufre en su corazón–, nunca deja de salir al encuentro de este pueblo que, cuando se aleja de Él se seca, arde y se destruye.
¿Cómo es la tierra, el sustento, el soporte donde crece esta vid en Colombia? ¿En qué contextos se generan los frutos de las vocaciones de especial consagración? Seguramente en ambientes llenos de contradicciones, de claroscuros, de situaciones vinculares complejas. Nos gustaría contar con un mundo, con familias y vínculos más llanos, pero somos parte de este cambio de época, de esta crisis cultural, y en medio de ella, contando con ella, Dios sigue llamando. O sea que a mí no que no me vengas con el cuento de que: “No, claro, no hay tantas vocaciones de especial consagración, porque, claro, con esta crisis que vivimos..” Eso saben qué es: cuentos chinos, ¿clarito?. Aún en medio de esta crisis Dios sigue llamando. Sería casi evasivo pensar que todos ustedes han escuchado el llamado de Dios en medio de familias sostenidas por un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia (cf. Exhort. ap. Amoris laetitia, 5). Algunos sí, pero no todos. Algunas familias, quiera Dios que muchas, son así. Pero tener los pies sobre la tierra es reconocer que nuestros procesos vocacionales, el despertar del llamado de Dios, nos encuentra más cerca de aquello que ya relata la Palabra de Dios y de lo que tanto sabe Colombia: «Un sendero de sufrimiento y de sangre […] la violencia fratricida de Caín sobre Abel y los distintos litigios entre los hijos y entre las esposas de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, llegando luego a las tragedias que llenan de sangre a la familia de David, hasta las múltiples dificultades familiares que surcan la narración de Tobías o la amarga confesión de Job abandonado» (ibíd., 20). Y desde el comienzo ha sido así, no piensen en la situación ideal, ésta es la situación real. Dios manifiesta su cercanía y su elección donde quiere, en la tierra que quiere, y como esté en ese momento, con las contradicciones concretas, como Él quiere. Él cambia el curso de los acontecimientos al llamar a hombres y mujeres en la fragilidad de la propia historia personal y comunitaria. No le tengamos miedo a esta tierra compleja. Antenoche, una chica con capacidades especiales, en el grupo que me dio la bienvenida en la Nunciatura, habló que en el núcleo de lo humano está la vulnerabilidad, y explicaba por qué. Y a mi se me ocurrió preguntarle: “¿Todos somos vulnerables?” – “Sí, todos”. “¿Pero hay alguien que no es vulnerable?”. Me contestó: “Dios”. Pero Dios quizo hacerse vulnerable y quizo salir a callejaer con nosotros, quizo salir a vivir nuestra historia tal como era, quizo hacerse hombre en medio de una contradicción, en medio de algo incomprensible, con la aceptación de una chica que no comprendía pero obedece y de un hombre justo que siguió lo que le fue mandado, pero todo eso en medio de contradicciones. ¡No tengamos miedo en esta tierra compleja!. Dios siempre ha hecho el milagro de generar buenos racimos, como las arepas al desayuno. ¡Que no falten vocaciones en ninguna comunidad y en ninguna familia de Medellín! Y cuando en el desayuno se encuentren con una sorpresa de esas lindas: “¡Qué lindo!, ¿y Dios es capaz de hacer algo conmigo?”. Pregúntenselo, antes de comerla, pregúntenselo.
Y esta vid —que es la de Jesús— tiene el atributo de ser la verdadera. Él ya utilizó este término en otras ocasiones en el Evangelio de Juan: la luz verdadera, el verdadero pan del cielo, o el testimonio verdadero. Ahora, la verdad no es algo que recibimos —como el pan o la luz— sino que brota desde adentro. Somos pueblo elegido para la verdad, y nuestro llamado tiene que ser en la verdad. Si somos sarmientos de esa vid, si nuestra vocación está injertada en Jesús, no puede haber lugar para el engaño, la doblez, las opciones mezquinas. Todos tenemos que estar atentos para que cada sarmiento sirva para lo que fue pensado: para dar frutos. ¿Yo estoy dispuesto a dar frutos? Desde los comienzos, a quienes les toca acompañar los procesos vocacionales, tendrán que motivar la recta intención, es decir, el deseo auténtico de configurarse con Jesús, el pastor, el amigo, el esposo. Cuando los procesos no son alimentados por esta savia verdadera que es el Espíritu de Jesús, entonces hacemos experiencia de la sequedad y Dios descubre con tristeza aquellos tallos ya muertos. Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es «subir de categoría», apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la torpeza del afán de lucro. Lo dije ya en otras ocasiones y lo quiero repetir como algo que es verdad y es cierto, no se olviden, el diablo entra por el bolsillo, siempre. Esto no es privativo de los comienzos, todos nosotros tenemos que estar atentos porque la corrupción en los hombres y las mujeres que están en la Iglesia empieza así, poquito a poquito, luego —nos lo dice Jesús mismo— se enraíza en el corazón y acaba desalojando a Dios de la propia vida. «No se puede servir a Dios y al dinero» (Mt 6,21.24) (Aplausos). Jesús dice: “No se puede servir a dos señores”. O sea, a dos Señores, como si hubiera sólo dos señores en el mundo: no se puede servir a Dios y al dinero. Jesús le da categoría de señor al dinero, ¿qué quiere decir?: Que si te agarra no te suelta, será tu señor desde tu corazón, cuidado. No podemos aprovecharnos de nuestra condición religiosa y de la bondad de nuestro pueblo para ser servidos y obtener beneficios materiales.
Hay situaciones, estilos y opciones que muestran los signos de sequedad y de muerte, ¿cuándo es eso?: ¡No pueden seguir entorpeciendo el fluir de la savia que alimenta y da vida! El veneno de la mentira, el ocultamiento, la manipulación y el abuso al Pueblo de Dios, a los frágiles y especialmente a los ancianos y niños no pueden tener cabida en nuestra comunidad. Cuando un consagrado, una consagrada, una comunidad, una institución —llámese parroquia o lo que sea— opta por ese estilo es una rama seca. Sólo hay que sentarse y esperar que el Señor la venga a cortar.
Pero Dios no sólo corta; la alegoría continúa diciendo que Dios limpia la vid de imperfecciones. ¡Tan linda es la poda!, duele pero es linda. La promesa es que daremos fruto, y en abundancia, como el grano de trigo, si somos capaces de entregarnos, de donar la vida libremente. Tenemos en Colombia ejemplos de que esto es posible. Pensamos en santa Laura Montoya, una religiosa admirable cuyas reliquias hoy tenemos aquí. Ella desde esta ciudad se prodigó en una gran obra misionera en favor de los indígenas de todo el país. La mujer consagrada ¡cuánto nos enseña de entrega silenciosa, abnegada, sin mayor interés que expresar el rostro maternal de Dios! Así mismo, podemos recordar al beato Mariano de Jesús Euse Hoyos, uno de los primeros alumnos del Seminario de Medellín, y a otros sacerdotes y religiosas de Colombia, cuyos procesos de canonización han sido introducidos; como también otros tantos, miles de colombianos anónimos que, en la sencillez de su vida cotidiana, han sabido entregarse por el Evangelio y que ustedes seguramente llevarán en su memoria y serán estímulo de entrega. Todos nos muestran que es posible seguir fielmente la llamada del Señor, que es posible dar mucho fruto, aun ahora, en estos tiempos y en este sitio.
La buena noticia es que Él está dispuesto a limpiarnos, la buena noticia es que todavía no estamos terminados, estamos en proceso de fabricación, que como buenos discípulos estamos en camino. ¿Cómo va cortando Jesús los factores de muerte que anidan en nuestra vida y distorsionan el llamado? Invitándonos a permanecer en Él; permanecer no significa solamente estar, sino que indica mantener una relación vital, existencial, de absoluta necesidad; es vivir y crecer en unión fecunda con Jesús, fuente de vida eterna. Permanecer en Jesús no puede ser una actitud meramente pasiva o un simple abandono sin consecuencias en la vida cotidiana, siempre trae una consecuencia, siempre. Y permítanme proponerles —porque se está haciendo un poco largo esto [responden: “No!”] No van a decir que sí, así que no les creo— permítanme proponerles tres modos de hacer efectivo este permanecer, o sea que los puede ayudar a permanecer en Jesús.

1. Permanecemos en Jesús tocando la humanidad de Jesús:
Con la mirada y los sentimientos de Jesús, que contempla la realidad no como juez, sino como buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el que camina, así como sus heridas y pecados; que descubre el sufrimiento callado y se conmueve ante las necesidades de las personas, sobre todo cuando estas se ven avasalladas por la injusticia, la pobreza indigna, la indiferencia, o por la perversa acción de la corrupción y la violencia.
Con los gestos y palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; alegría y generosidad en la entrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños, rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos sólo administradores de desgracias. ¿Cuántas veces escuchamos hombres y mujeres consagrados que parece que en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento, vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose, lamentándose de las desgracias de este mundo. Es la esterilidad, la esterilidad de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de Jesús.

2. Permanecemos contemplando su divinidad:
Despertando y sosteniendo la admiración por el estudio que acrecienta el conocimiento de Cristo porque, como recuerda san Agustín, no se puede amar a quien no se conoce (cf. La Trinidad, Libro X, cap. I, 3).
Privilegiando para ese conocimiento el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y el servicio a los hermanos. Yo les quiero hacer una pregunta, pero no me la respondan, se la responde cada uno a sí mismo: ¿Cuántos minutos o cuántas horas leo el Evangelio o la Escritura por día? Se la contestan. Quien no conoce las Escrituras, no conoce a Jesús. Quien no ama las Escrituras, no ama a Jesús (cf. San Jerónimo, Prólogo al comentario del profeta Isaías: PL 24,17). ¡Gastemos tiempo en una lectura orante de la Palabra! En auscultar en ella qué quiere Dios para nosotros y nuestro pueblo.
Que todo nuestro estudio nos ayude a ser capaces de interpretar la realidad con los ojos de Dios, que no sea un estudio evasivo de los aconteceres de nuestro pueblo, que tampoco vaya al vaivén de modas o ideologías. Que no viva de añoranzas ni quiera encorsetar el misterio, que no quiera responder a preguntas que ya nadie se hace y dejar en el vacío existencial a aquellos que nos cuestionan desde las coordenadas de sus mundos y sus culturas.
Permanecer y contemplar su divinidad haciendo de la oración parte fundamental de nuestra vida y de nuestro servicio apostólico. La oración nos libera del lastre de la mundanidad, nos enseña a vivir de manera gozosa, a elegir alejándonos de la superficialidad, en un ejercicio de verdadera libertad. En la oración crecemos en libertad, en la oración aprendemos a ser libres. La oración nos saca de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una experiencia religiosa vacía y nos lleva a ponernos con docilidad en las manos de Dios para realizar su voluntad y hacer eficaz su proyecto de salvación. Y en la oración, yo les quiero aconsejar una cosa también: pidan, contemplen, agradezcan, intercedan, pero también acostúmbrense a adorar. No está muy de moda adorar. Acostúmbrense a adorar. Aprender a adorar en silencio. Aprendan a orar así.
Seamos hombres y mujeres reconciliados para reconciliar. Haber sido llamados no nos da un certificado de buena conducta e impecabilidad; no estamos revestidos de una aureola de santidad. “Guai” del religioso, el consagrado, el cura o la monja que vive con cara de estampita, por favor, “guai”. Todos somos pecadores, todos necesitamos del perdón y la misericordia de Dios para levantarnos cada día; Él arranca lo que no está bien y hemos hecho mal, lo echa fuera de la viña, lo quema. Nos deja limpios para poder dar fruto. Así es la fidelidad misericordiosa de Dios para con su pueblo, del que somos parte. Él nunca nos dejará tirados al costado del camino, nunca. Dios hace de todo para evitar que el pecado nos venza y que después nos cierre las puertas de nuestra vida a un futuro de esperanza y de gozo. Él hace de todo para evitar eso, y si no lo logra se queda al lado, hasta que se me ocurra mirar para arriba, porque me doy cuenta que estoy caído. Así es Él.

3. Finalmente, hay que permanecer en Cristo para vivir en alegría: tercero, permanecer para vivir en alegría.
Si permanecemos en Él, su alegría estará con nosotros. No seremos discípulos tristes y apóstoles amargados. Léan el final de la Evangelii nuntiandi [Exhortación apostólica de Pablo VI], os aconsejo esto. Al contrario, reflejaremos y portaremos la alegría verdadera, el gozo pleno que nadie nos va a poder quitar, difundiremos la esperanza de nuestra vida nueva que Cristo nos ha traído. El llamado de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría, ¿es pesada? A veces sí, pero no nos roba la alegría. A través de ese peso también nos da la alegría. Dios no nos quiere sumidos en la tristeza –uno de los malos espíritus que se apoderaban del alma y que ya lo denunciaban los monjes del desierto–; Dios no nos quiere sumidos en el cansancio que viene de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun nuestras fatigas. Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él.
En el Génesis, después del diluvio, Noé planta una vid como signo del nuevo comienzo; finalizando el Éxodo, los que Moisés envió a inspeccionar la tierra prometida, volvieron con un racimo de uvas de este tamaño [hace el gesto], signo de esa tierra que manaba leche y miel. Dios se ha fijado en nosotros, en nuestras comunidades y en nuestras familias, están aquí presentes y me parece de muy buen gusto, que estén los padres y las madres de los consagrados, los sacerdotes y seminaristas. Dios se ha fijado en nosotros, en nuestras comunidades y familias. El Señor ha puesto su mirada sobre Colombia: ustedes son signo de ese amor de predilección. Nos toca ofrecer todo nuestro amor y servicio unidos a Jesucristo, que es nuestra vid. Y ser promesa de un nuevo inicio para Colombia, que deja atrás diluvios –como el de Noe– de desencuentro y violencia, que quiere dar muchos frutos de justicia y de paz, de encuentro y de solidaridad. Que Dios los bendiga; que bendiga la vida consagrada en Colombia. Y no se olviden de rezar por mí, para que me bendiga también, gracias.