Tribunas

El murmullo de las abejas

 

Ángel Cabrero

 

He leído con gusto este libro, que figura como libro del mes en el Club del lector, y que supone una distancia importante sobre lo que suele escribirse en los últimos años, al menos en España. Quizá la diferencia primera es que es un libro escrito por una mexicana, y podríamos decir que en mexicano, pues en la mayoría de los diálogos se hace presente la pronunciación dialectal, que suena distinta pero se entiende bien.

Es una historia tranquila, como tranquilos pasan los días en el campo, en las casas de ranchos, en el ambiente del cultivo de la tierra. Como aparecen varias épocas de personajes de una familia, se pueden comparar los modos de vivir, de trabajar, de valorar las cosas. En un ambiente determinado, comienzos del siglo pasado, con unas determinantes históricas, como fueron las guerras de los cristeros y la peste española, que tantos muertos produjo, la historia que nos cuenta Sofía Segovia es el devenir de una familia.

Por lo tanto es una novela que, para la sensibilidad actual, puede resultar lenta, pero que, quizá precisamente por ello, es una ocasión de descanso. Los personajes amables abundan en esta familia y entre los trabajadores de los ranchos. Pero basta un hombre egoísta para perturbar la paz que domina el fondo del relato.

Simonopio es el protagonista, un muchacho que es abandonado al nacer, en una cuneta, porque tiene una deformación facial que le hace repulsivo y que hace pensar en la muerte prematura, casi inmediata. Y aquí entra el misterio de las abejas. Sí, es un libro con misterio, una novela que nos acerca al cuento, un género distinto en la literatura, pero sin que la autora permita que nos pasemos a ese formato.

¿Qué poder tienen las abejas, que cuidan de ese niño recién nacido y le cubren casi totalmente? Las abejas que son insectos que producen miedo cuando se presentan en una nube cerca de las personas, pero aquí, los que conviven con Simonopio, aprenden que ellas son amigas.

¿Cuál es misterio de Simonopio? No se sabe, pero todos aprenden que no se puede dejar morir a un bebé porque sea deforme. Ese bebé desechado termina siendo una de las personas más influyentes en la familia, querido por todos y admirado por todos. Es una historia escrita en la actualidad. Es fácil pensar que estos son sentimientos antiguos, propios de una novela de hace un siglo. Pero quizá solo hay una distancia con nuestra sociedad y es la geográfica. Quizá hay muchos lugares donde la vida cristiana influye de un modo decisivo, las personas son todavía cristianas. En nuestra sociedad occidental europea domina el egoísmo y, si un  niño nace deforme, o puede nacer deforme, nos deshacemos de él.

No creo que la autora se haya propuesto esta lección en su novela, no consta, pero casi sin darse cuenta está mostrando otro modo de vida, más recto, más generoso que el que estamos acostumbrados a ver. Y a lo mejor solo por eso merece la pena este libro, sin dejar de lado que está muy bien escrito.

 

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Ángel Cabrero Ugarte