Servicio diario - 23 de septiembre de 2017


El Papa a los cisterciences: ‘Enamorados de la oración para una relación personal con Dios’
Redacción

El Vaticano pide en la ONU protección de las minorías religiosas
Redacción

Card. Bertello: Los jardines del Vaticano, jardines de María
Sergio Mora

México: oraciones y ayuda a la población damnificada
Redacción

Beata Columba Gabriel – 24 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

23/09/2017-13:52
Redacción

El Papa a los cisterciences: ‘Enamorados de la oración para una relación personal con Dios’

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 23 Sept. 2017).- El papa Francisco recibió en audiencia este sábado en la Sala Clementina de la Ciudad de Vaticano, a los participantes en el Capítulo General de la Orden de los Cistercienses de Estricta Observancia.

“Voy con mi corazón y mi mente a vuestros silenciosos claustros, de los cuales sube incesante la oración por la Iglesia y por el mundo” dijo el Papa y agradeció por la presencia insustituible de las comunidades monásticas que son un recordatorio constante para buscar ante todo las cosas de “allá arriba “, para vivir en su justa medida las realidades terrenas.

Les pidió no ser “profesionales” –en sentido negativo– sino enamorados de la oración para avanzar en la relación personal con Dios y que el Capítulo General es una ocasión para renovar la búsqueda de la voluntad de Dios y a defender el propio carisma.

 

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los participantes en la audiencia:

«Queridos hermanos y hermanas. Los saludo con alegría con motivo del Capítulo general. Doy las gracias a cada uno de vosotros por esta visita, empezando por el Abad General que se ha hecho intérprete de todos, ilustrando también el propósito y los objetivos de la asamblea. A través de los aquí presentes quisiera enviar un cordial saludo a los hermanos y hermanas de vuestros monasterios repartidos en diversos países.

Voy con mi corazón y mi mente a vuestros silenciosos claustros, de los cuales sube incesante la oración por la Iglesia y por el mundo. Y doy gracias al Señor por la presencia insustituible de las comunidades monásticas, que representan una riqueza espiritual y un recordatorio constante para buscar ante todo las cosas de “allá arriba “, para vivir en su justa medida las realidades terrenas.

En estos días de reflexión e intercambio de experiencias, están llamados a identificar los objetivos y los caminos para vivir cada vez con mayor autenticidad vuestra vocación y vuestra consagración, teniendo en cuenta las necesidades del momento presente, para ser así testigos de oración asidua, de sobriedad, de unidad en la caridad.

Vuestra vida contemplativa se caracteriza por una oración asidua, expresión de vuestro amor por Dios y reflejo de un amor que abarca a toda la humanidad. Siguiendo el ejemplo de San Benito, no anteponen nada al opus Dei; les exhorto a dar gran importancia a la meditación de la Palabra de Dios, especialmente a la lectio divina, que es fuente de oración y escuela de contemplación.

Ser contemplativo requiere un camino fiel y perseverante para llegar a ser hombres y mujeres de oración, cada vez más impregnados por el amor al Señor y transformados en amigos suyos. Se trata de no ser “profesionales” –en sentido negativo– sino enamorados de la oración, teniendo en cuenta la fidelidad externa a las prácticas y las normas que la regulan y marcan los momentos no como fin sino como medio para avanzar en la relación personal con Dios.

Así se convierten en maestros y testigos que le ofrecen el sacrificio de la alabanza e interceden por las necesidades y la salvación del pueblo. Y al mismo tiempo vuestros monasterios siguen siendo lugares privilegiados donde se puede encontrar la verdadera paz y la felicidad genuina que sólo Dios, nuestro refugio seguro, puede donar.

Desde sus orígenes, los cistercienses de estricta observancia se caracterizaron por una gran sobriedad de vida, convencidos de que era una gran ayuda para centrarse en lo esencial y llegar más fácilmente a la alegría del encuentro esponsal con Cristo. Este elemento de simplicidad espiritual y existencial conserva todo su valor de testimonio en el contexto cultural actual, que con demasiada frecuencia conduce al deseo de bienes efímeros y paraísos artificiales ilusorios.

Este estilo de vida también favorece las relaciones internas y externas del monasterio. Ustedes no viven como ermitaños en una comunidad, sino como cenobitas en un desierto singular. Dios se manifiesta en vuestra soledad personal, así como en la solidaridad que los une a los miembros de la comunidad.

Están solos y separados del mundo para adentrarse en el sendero de la intimidad divina; al mismo tiempo, están llamados a dar a conocer y compartir esta experiencia espiritual con otros hermanos y hermanas en un equilibrio constante entre la contemplación personal, la unión con la liturgia de la Iglesia y el recibimiento de los que buscan momentos de silencio para ser introducidos en la experiencia de vivir con Dios.

Vuestra Orden, como todo instituto religioso, es un don que Dios ha dado a la Iglesia; por lo tanto, es necesario que viva bien insertado en la dimensión de comunión de la Iglesia misma. Los animo a ser testimonio calificado de la búsqueda de Dios, escuela de oración y escuela de caridad para todos.

La “Carta de Caridad”, el documento que establece los términos de vuestra vocación, debidamente aprobada por la Iglesia, establece las características esenciales del Capítulo general, llamado a ser signo de unidad en la caridad para todo el Instituto.

Esta unidad en la caridad es el paradigma de toda familia religiosa llamada a seguir a Cristo más de cerca en la dimensión de la vida comunitaria, y se expresa sobre todo en cada una de vuestras comunidades monásticas en un clima de fraternidad verdadera y cordial, según las palabras del Salmo: “¡Que hermoso y dulce es que los hermanos vivan juntos!”(133,1). En este sentido, la invitación de San Benito está siempre presente: “Nadie esté perturbado ni entristecido en la casa de Dios”.

La unidad en la caridad también se expresa en la fidelidad al patrimonio espiritual, es decir, a la identidad de vuestra Orden. En este sentido, el Capítulo General es una ocasión propicia para renovar, en un clima de diálogo y de escucha mutua, el propósito común en la búsqueda de la voluntad de Dios. Los exhorto a preguntarse con serenidad y verdad sobre la calidad de vuestro testimonio de vida, sobre la fidelidad dinámica al carisma, sobre cómo ha sido vivido en vuestras comunidades monásticas, así como por cada uno de los monjes y monjas.

La defensa del carisma es, de hecho, una de las principales responsabilidades del Capítulo general y es una experiencia vital del presente, que se encuentra entre la memoria agradecida del pasado y las perspectivas de un futuro esperanzador.

Vuestra Orden, en sus vivencias históricas, ha conocido tiempos de gracia y momentos de dificultad; pero siempre ha perseverado en la fidelidad a la búsqueda de Cristo, teniendo como propósito la gloria de Dios y el bien de la gente. En el surco de esta tradición espiritual vuestra, se puede leer el estado actual de la Orden en sus trazos de luces y sombras y, en la novedad del Espíritu, identificar con coraje nuevas posibilidades y oportunidades para dar testimonio de vuestro carisma en la Iglesia y en la sociedad de hoy.

Espero que ese testimonio se vuelva aún más significativo merced a una coordinación cada vez más orgánica entre las diferentes ramas de la Orden.

La Virgen María, madre de Dios y de la Iglesia, modelo de toda vida consagrada, acompañe con su intercesión maternal vuestros trabajos capitulares y el camino de la Orden. Con esos votos, mientras os pido que recéis por mí, os imparto la bendición apostólica que extiendo a todos los monjes y monjas de vuestras comunidades. Gracias».

 

 

23/09/2017-14:20
Redacción

El Vaticano pide en la ONU protección de las minorías religiosas

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 23 Sept. 2017).- El secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, Mons. Paul R. Gallagher, hizo ayer viernes una intervención en la sede de las Naciones Unidas de New York.

Las palabras del ‘ministro de exteriores’ del Vaticano fueron pronunciadas el ámbito de su Asamblea General en el evento paralelo titulado “Protección de las minorías religiosas en conflicto”.

Señaló que la guerra y el conflicto a menudo proporcionan el telón de fondo para que las minorías religiosas sean objeto de persecución y todas las formas de violencia física y limpieza étnica, incluida las leyes ‘antiblasfemia’. No es un fenómeno aislado y 38 países muestran violaciones significativas de la libertad religiosa y 23 persecución absoluta, dijo.

Es necesario por ello sensibilizar; defender la libertad religiosa y protestar cuando se viola; una colaboración entre Iglesia y Estado para defenderla sin confundir los roles; que los líderes religiosos condenen la violencia y el terrorismo contra otras religiones; que el diálogo interreligioso sea antídoto a la violencia; una sólida educación religiosa para prevenir la radicalización que lleva al extremismo; y bloquear el flujo de dinero y las armas destinadas a aquellos que pretenden utilizarlos para atacar a las minorías religiosas.

 

A continuación el texto completo de la intervención de Mons. Paul R. Gallagher

«Excelencias, distinguidos compañeros de mesa, señoras y señores: Es un honor participar en el acto paralelo de esta mañana sobre la Protección de las Minorías Religiosas en Conflicto, patrocinado por la Misión Permanente de Hungría en colaboración con la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede y el Instituto de Diplomacia Cultural.

La necesidad de centrarse en la salvaguardia de las minorías religiosas en situaciones de guerra y conflicto surge de la indignante realidad de que, como todos hemos visto en los últimos años en varias partes del mundo ensangrentadas, la guerra y el conflicto a menudo proporcionan el telón de fondo para que las minorías religiosas sean objeto de persecución, de violencia sexual y todas las formas de violencia física, la subyugación, la detención falsa, la expropiación de bienes, la esclavitud, el exilio forzado, el asesinato, la limpieza étnica y otros crímenes de lesa humanidad.

La experiencia reciente hace de la protección de las minorías religiosas una de las responsabilidades más urgentes de la comunidad internacional. Esta protección debe ir más allá de la mera prevención de la aniquilación intencionada o real de las minorías, pero debe incluir el examen y tratamiento de las causas profundas de la discriminación y la persecución contra ellas y estimular la defensa y la protección enérgicas de su dignidad humana, de sus derechos a la libertad de conciencia y religión.

Cuando examinamos la situación mundial, vemos que la persecución de las minorías religiosas no es un fenómeno aislado en una región, como, por ejemplo, las atrocidad cometidas por ISIS en el Oriente Medio.

La Comisión de los Estados Unidos sobre la Libertad Religiosa Internacional en su Informe Anual de 2016 dijo que hay severas violaciones continuas sistemáticas y flagrantes de la libertad religiosa en 27 países diferentes.

El Informe sobre la Libertad Religiosa en el Mundo de 2016 de Ayuda a la Iglesia Necesitada afirmaba que 38 de los 196 países del mundo mostraban una evidencia inconfundible de violaciones significativas de la libertad religiosa, y 23 de persecución absoluta.

El Informe Provisional de 2016 del Sr. Heiner Bielefeldt, entonces Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Libertad de Religión o Creencia, describió que las violaciones de los derechos religiosos de las minorías superan las violaciones metódicas, continuas y atroces cometidas por actores estatales y no estatales como el terrorismo, la vigilancia policial ,los asesinatos en masa e individuales, las deportaciones forzadas, la limpieza étnica, la violación y el rapto de mujeres y su venta en esclavitud, la destrucción y confiscación de bienes, los ataques contra los conversos y las personas que se supone que los han inducido, el impulso y la tolerancia de la violencia contra los no creyentes y las personas pertenecientes a las minorías religiosas.

También incluyen, prosigue, la legislación anti-apostasía y anti blasfemia, el acoso burocrático y las cargas administrativas con respecto a la construcción de lugares de culto y escuelas, estructuras discriminatorias en derecho familiar y educación y estigmatización de las personas como incrédulas o herejes.

En resumen, estos tres exhaustivos informes del año pasado demuestran que los ataques contra las minorías religiosas están bastante extendidos. Mientras que casi todos los grupos de fe identificables experimentan algún grado de persecución en algún lugar del mundo, los cristianos siguen siendo los más perseguidos. Además, ha habido un aumento de los ataques antisemitas, especialmente en partes de Europa, y los musulmanes enfrentan serias persecuciones, a menudo de grupos fundamentalistas que no comparten la misma interpretación de los principios de su fe.

En este contexto, ¿qué se necesita para proteger a las minorías religiosas? Quisiera mencionar brevemente siete elementos esenciales.

En primer lugar, existe la necesidad de actuar. Los recientes ejemplos de salvajismo contra las minorías religiosas deben sacudir a la comunidad internacional de toda inercia. Aquellos a quienes se les confía la salvaguardia del respeto de los derechos humanos fundamentales deben cumplir con su responsabilidad de proteger a los que corren peligro de sufrir atroces crímenes.

Debemos sensibilizar sobre las emergencias humanitarias y responder generosamente. Asimismo, en lo que respecta a la situación en el Oriente Medio, es necesario establecer y garantizar las condiciones para que las minorías religiosas y étnicas regresen a sus lugares de origen y vivan con dignidad y seguridad, y con los marcos sociales, económicos y políticos básicos necesarios para garantizar la cohesión comunitaria. No es suficiente reconstruir casas, lo cual es un paso crucial, como sucede en varias ciudades de la llanura de Nínive, gracias a la generosidad de gobiernos como Hungría o de organizaciones caritativas como Ayuda a la Iglesia Necesitada o los Caballeros de Colón. Lo que se necesita también es reconstruir la sociedad sentando las bases de una coexistencia pacífica.

En segundo lugar, el Estado de derecho y la igualdad ante la ley basada en el principio de la ciudadanía, independientemente de su religión, raza o etnia son esenciales para establecer y mantener una convivencia armoniosa y fructífera entre los individuos, las comunidades y las naciones. La ley debe garantizar igual e inequívocamente los derechos de todos los ciudadanos, entre los cuales se encuentra el derecho a la libertad de religión y de conciencia, que implica el derecho a cambiar libremente la propia religión sin sufrir discriminación ni ser condenados a muerte.

Incluso en los lugares en los que a una religión se le concede un estatus constitucional especial, debe reconocerse y defenderse el derecho de todos los ciudadanos y comunidades religiosas a la libertad de religión, la igualdad ante la ley y los medios adecuados para recurrir cuando se violan sus derechos. Un Estado que funcione adecuadamente y que trabaje por el bien común es un requisito previo para proteger a las minorías religiosas y garantizar su futuro.

En tercer lugar, debe haber una autonomía mutua y una colaboración positiva entre las comunidades religiosas y el Estado. Ambos, en sus propios campos, son autónomos e independientes entre sí. Sin embargo, ambos, bajo diferentes títulos, están dedicados al bienestar de la misma persona que es a la vez fiel y ciudadana.

Cuanto más fomenten la cooperación más sólida entre sí, respetando la autonomía del otro, más eficaz será su servicio para el bien de todos. Cuando las comunidades religiosas y el Estado se confunden o se mezclan, como dijo el Papa Francisco en abril en la Universidad Al-Azhar de El Cairo, “la religión corre el riesgo de ser absorbida en la administración de los asuntos temporales y tentada por el atractivo de los poderes mundanos que de hecho la explotan”.

Cuarto, los líderes religiosos tienen la responsabilidad grave y específica de confrontar y condenar el abuso de las creencias y sentimientos religiosos para justificar el terrorismo y la violencia contra los creyentes de otras religiones.

Deben afirmar constantemente que nadie puede matar justamente a los inocentes en el nombre de Dios. Como dijo el Papa Francisco en Egipto y antes en Albania y en muchos otros escenarios, debe haber un «¡No!» firme y claro a todas las formas de violencia, venganza y odio llevadas a cabo en nombre de la religión o en el nombre de Dios “. Las cuestiones sociales, políticas y económicas que los demagogos pueden explotar para incitar a la violencia también deben abordarse.

Quinto, existe una necesidad urgente de un diálogo interreligioso eficaz como antídoto contra el fundamentalismo con el objetivo de superar la hipótesis cínica de que los conflictos entre creyentes religiosos son inevitables y de desafiar la interpretación estrecha de los textos religiosos que demonizan o deshumanizan a los de diferentes creencias. El diálogo interreligioso eficaz puede, debe y suele mostrar el paradigma de las conversaciones políticas e interpersonales necesarias para la armonía social.

En sexto lugar, la educación. Una buena educación en general y una sólida educación religiosa en particular son claves para prevenir la radicalización que lleva al extremismo, la persecución de las minorías religiosas y el terrorismo. La sociedad cosecha lo que siembra. Es clave que la enseñanza en las escuelas, en los púlpitos y a través de Internet no fomente la intransigencia y la radicalización extremista sino el diálogo, el respeto por los demás y la reconciliación. En la Universidad Al-Azhar de El Cairo, el Papa Francisco subrayó que la educación en “una apertura respetuosa y un diálogo sincero con los demás, reconociendo sus derechos y libertades fundamentales, en particular la libertad religiosa, representa la mejor manera de construir juntos el futuro, . ... La única alternativa a la civilidad del encuentro es la incivilidad del conflicto. ... Para contrarrestar con eficacia la barbarie de los que fomentan el odio y la violencia, tenemos que acompañar a los jóvenes, ayudarlos en el camino de la madurez y enseñarles a responder a la lógica incendiaria del mal trabajando pacientemente para el crecimiento de la bondad. De esta manera, los jóvenes, como los árboles bien plantados, pueden estar firmemente arraigados en el suelo de la historia y, apuntar cada vez más hacia el cielo en la compañía del otro, pueden transformar diariamente el aire contaminado del odio en el oxígeno de la fraternidad.

Séptimo y último. Debemos bloquear el flujo de dinero y las armas destinadas a aquellos que pretenden utilizarlos para atacar a las minorías religiosas. Como señaló el Papa Francisco al final de su discurso en Al-Azhar: “Hay que poner fin a la proliferación de las armas; si se producen y se venden, tarde o temprano se usarán “. Detener las atrocidades no sólo implica abordar el odio y los cánceres del corazón que generan violencia, sino también eliminar los instrumentos por los cuales ese odio realmente lleva a cabo esa violencia.

La protección de las minorías religiosas en conflicto es, de hecho, una de las responsabilidades más urgentes de la comunidad internacional en la actualidad. Doy las gracias a la Misión Permanente de Hungría, al Instituto de Diplomacia Cultural y a todos ustedes por venir hoy para asegurarse de que reciban la atención que merecen.

 

 

23/09/2017-15:07
Sergio Mora

Card. Bertello: Los jardines del Vaticano, jardines de María

(ZENIT – Roma, 23 Sept. 2017).- Cardenal Giuseppe Bertello, presidente de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, antes de bendecir este viernes la imagen de Nuestra Señora de Copacabana puesta en los Jardines del Vaticano, dirigió algunas palabras al cuerpo diplomático presente, a los obispos de la Conferencia Episcopal Boliviana y al público presente.

“Podemos decir que estos jardines del Vaticano se están volviendo los jardines de la Virgen, porque desde hace algunos años estamos bendiciendo estas imágenes de la Vigen, muy veneradas sobre todo en América Latina” dijo.

Señalo además que “la imagen de la Virgen de Copacabana ha acompañado la Evangelización y la historia de la Iglesia en Bolivia desde sus albores”. Y dirigiéndose a los obispos bolivianos allí presentes deseó que esta inauguración “sea ocasión para recordar no solo la visita ad limina de ustedes con el santo Padre pero que sea un símbolo de esta comunión entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Bolivia”.

La imagen debelada este viernes está elaborada en la antigua técnica del mosaico italiano, enmarcada en mármol con detalles que evocan a su santuario en la población de Copacabana.

Por su parte el embajador de Bolivia ante la Santa Sede, Julio Cesar Caballero, señaló que “para el Estado Plurinacional de Bolivia este es un momento muy especial, porque ponemos en relieve la riqueza cultural y religiosa de la gran mayoría del pueblo boliviano. Y sobre todo la profunda fe en la Virgen, ‘nuestra mamita’ de Copacabana”.

Recordó al artista que talló la imagen, precisando que “Francisco Tito Yupanqui, el indígena aimara hizo un aporte invalorable a la evangelización, junto a los monjes, dominicos, agustinos, jesuitas y de otras órdenes que sirven a nuestra Bolivia”.

Señaló también en la misma línea a “Virginia Blanco en proceso de beatificación y a la hermana Nazaria Ignacia que espera ascender al trono de los santos”.

“La Virgen de Copacabana, Reina de la Paz -concluyó el embajador Caballero-amorosamente nos convoca a un encuentro sincero, que incluya a todos sus hijos, sin diferencias ni exclusiones”.

Porque aseguró, “es un deber nuestro demostrar a nuestra amadísima Madre, que podemos dialogar de forma transparente, sincera, aún en nuestras diferencias siempre en la construcción de una sociedad abierta”.

 

 

23/09/2017-07:53
Redacción

México: oraciones y ayuda a la población damnificada

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 23 Sept. 2017).- El Secretario de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola, ha enviado a la Agencia Fides una declaración de los obispos de México en la que se pide “al pueblo de Dios que se solidarice con los hermanos y hermanas que sufren por las diversas calamidades que han azotado nuestro país”.

Muchas instituciones religiosas han reconocido la eficacia de la red de ayuda y solidaridad de la Cáritas Mexicana y de la Conferencia Episcopal, que ha trabajado sin pausa para apoyar a los hermanos afectados por el terremoto del 7 de septiembre, particularmente en los estados de Oaxaca y Chiapas. Esta red también es una preciosa ayuda ante este nuevo desastre.

Por su parte la Conferencia del Episcopado Mexicano, a 72 horas del sismo del 19 de septiembre, que sacudió la zona centro del País, a 2 semanas de los fenómenos meteorológicos en los Estados de Oaxaca y Chiapas, así como a un poco más de 3 semanas de las devastaciones que sufrió Baja California Sur, manifiesta su cercanía, en el abrazo de la fe, a tantos hermanos que sufren, así como el reconocimiento ante las innumerables muestras de verdadera generosidad y entrega incansable, de tantos hombres y mujeres que han respondido ante la emergencia con entrañas de compasión y valentía. También manifiesta su compromiso por fortalecer los esfuerzos que están en sus manos, en organizar una ayuda concreta a las zonas damnificadas, que requieren una respuesta inmediata y de largo plazo.

“Ofrecemos nuestra oración, así como esfuerzos solidarios concretos, por tantas personas que han perdido la vida, a un ser querido, han sido dañadas en su salud, o se han visto privadas de su vivienda y/o espacios de trabajo, educación, culto, entre otros”, indican los obispos.

 

 

23/09/2017-04:55
Isabel Orellana Vilches

Beata Columba Gabriel – 24 de septiembre

(ZENIT – Madrid).- Hoy festividad de la Virgen de la Merced, la Iglesia también celebra la vida de esta beata. Se llamaba Juana Matylda Gabriel y era polaca. Nació el 3 de mayo de 1858 en Stanis?awów (actualmente pertenece a Ucrania, pero entonces se hallaba bajo el dominio austriaco). Era la primogénita de los dos vástagos nacidos en el seno de una noble familia. Su ilustre procedencia y buenos recursos económicos le permitieron gozar de una esmerada educación, que recibió primeramente en su palacio, completándola en el centro de su localidad natal y en la escuela regida por las benedictinas de Lviv. Fue una etapa que le proporcionó gran riqueza espiritual y cultural. A las disciplinas ordinarias añadieron pintura, música y danza, lo cual acrecentó su sensibilidad natural hacia el arte y todo lo bello. El futuro era más que prometedor, pero su convivencia con las religiosas le instó a unirse a ellas como novicia en 1874, antes de culminar sus estudios. Allí tomó el nombre de Columba.

Dos años más tarde obtuvo el título de maestra con toda brillantez, y en 1879 el de profesora de educación secundaria. Acreditada como docente comenzó a dar clases mientras iba fortaleciéndose su vocación. Emitió la profesión perpetua en 1882. En 1889 esta ejemplar religiosa que hacía de la virtud el emblema de su quehacer, competente y gran profesional, fue nombrada priora de la comunidad por la abadesa Alessandra Hatal. Y en 1894 viendo su trayectoria espiritual que enmarcaba una vida de intensa oración, cuyos frutos eran más que visibles en su caridad, prudencia, discreción, sabiduría..., a los que se añadían sus cualidades organizativas y espíritu de iniciativa, la designaron maestra de novicias. Tres años más tarde, tras el fallecimiento de la abadesa Madre Hatal, le sucedió en esta alta misión.

Se distinguió por su fidelidad al cumplimiento de la regla. Y ese carácter observante fue instrumento de discordia para las religiosas que no lo eran, como suele suceder en toda rencilla y envidia en las que el rigor evangélico brilla por su ausencia. El dardo envenenado de las injurias sembró su gobierno de dudas, y fue obligada a dimitir de su cargo. Las presiones, lejos de amainar, arreciaron. Llevada de su ardiente caridad con los necesitados, acogió bajo su amparo a una joven huérfana de 12 años que no tenía a nadie, a la que se ocupó de proporcionarle una buena educación. Creyó firmemente en ella, considerando que podía tener buen fondo, pero se equivocó. Hundida en la increencia, la adolescente atacó con fiereza a su bienhechora. Juana siguió intentando que volviese los ojos a Dios, pero la muchacha se enfrentó a todo volcando su ingratitud en el monasterio. La suma de contratiempos y la fuerte oposición de la comunidad obligó a la beata a salir de la misma el 24 de enero de 1900.

Pero Dios Padre nunca abandona a sus hijos, y al final, la verdad, esa verdad que está clavada en la cruz, muestra su faz. La de Juana, como la de todos los elegidos, cabalgaba a lomos de esas celestes previsiones que Dios concibió para ella desde toda la eternidad. Las pruebas que le asaltaron no eran más que destellos del designio divino que acrisolaron su fe, disponiéndola para el destino al que iba siendo conducida. Primero buscó refugio en Roma donde llegó con el peso de su amargura, pero también esperanzada. La acogió la beata María Franziska Siedliska en su obra, la Sagrada Familia de Nazaret. Después, y aunque hubiera deseado volver con su anterior comunidad, por sugerencia del arzobispo de Lviv se trasladó al monasterio benedictino del Subiaco donde permaneció hasta 1902. De nuevo en Roma ejerció su labor apostólica a través de la educación que proporcionaba a la mujer.

Ese espíritu de desprendimiento, su amor a la pobreza, que le llevaba a identificarse con las personas desamparadas y sin recursos, tuvo nuevo cauce en esta etapa de su vida. En la parroquia de Testaccio y Prati los niños y los necesitados fueron los destinatarios de su encomiable labor social. Creó la «Casa de la Familia» que brindaba protección, alojamiento, formación cristiana y asistencia a las jóvenes trabajadoras carentes de medios económicos y alejadas de la familia. Para ello contó con la ayuda de un grupo de nobles mujeres que tenían al frente a la princesa Barberini. La respaldaron en su labor el beato dominico Jacinto Cormier, quien le presentó al cardenal vicario de Roma, Pietro Respighi, y el misionero del Sagrado Corazón, Vincenzo Ceresi. Ambos vieron en sus acciones nueva vía apostólica.

Ayudada por Ceresi abrió una casa en Roma para jóvenes obreras pobres. Simultáneamente, aglutinó en torno a sí muchachas dispuestas a involucrarse en esta misión, lo que dio lugar a la fundación de las Hermanas Benedictinas de la Caridad en 1908. El carisma de asistencia a las mujeres abandonadas lo extendieron después a las parroquias ampliando su radio de acción con niños y ancianos. Indicó a sus hijas que siempre hicieran la voluntad de Dios «con fervor y amor», recordándoles que había llegado a Roma para ejercer la caridad. Murió el 24 de septiembre de 1926 en Centocelle, una zona marginal de Roma. Después de su deceso, le sucedió en la misión la cofundadora de la Orden, Plácida Oldoini. Juana fue beatificada por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.