Tribunas

El cardenal Cañizares se adelanta

 

José Francisco Serrano Oceja

 

Cuando escribo estas líneas se está celebrando la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal que tenía, como punto del orden del día, la propuesta de estudio de la ley LGTBI. Esperemos a ver qué dicen los obispos de forma colegial.

Porque una vez más, el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, se ha adelantado y ha publicado este fin de semana pasado una carta pastoral sobre los cuatro proyectos legislativos que amenazan la antropología cristiana. A saber, sobre la eutanasia, sobre los vientres de alquiler, sobre la ideología de género y sobre la libertad religiosa. Proyectos calificados por el cardenal Cañizares como “un retroceso muy importante en el desarrollo de nuestra sociedad, una verdadera "hecatombe"”.

Se podría decir que estos proyectos “vinientes”, en palabras de Julián Marías, vendrían a culminar el proceso iniciado en los gobiernos de Zapatero. La diferencia es que ahora se aprobarían en una época de gobierno del  PP, aunque con la debilidad de un PP en minoría parlamentaria. Por no nos vamos a engañar, el partido del gobierno no hace muchos ascos a algunos de los aspectos que ahí se plantean. Bien es cierto que sin la radicalidad de algunas otras formaciones políticas presentes en la Carrera de San Jerónimo.

Dice el cardenal Cañizares, en su texto titulado “Proyectos legislativos contra el hombre”, que “conllevan estos proyectos en su seno una crisis social y política que no se puede despreciar, es un avance en la crisis de los derechos humanos fundamentales y en el dominio del “nuevo orden mundial” que se pretende imponer a todos”.

El texto pastoral, más que analizar aspectos concretos de las citadas legislaciones, ofrece un marco teórico de contexto con el que se profundiza en los aspectos comunes a las tres propuestas. Señala el arzobispo de Valencia que “se está cayendo en el “pensamiento débil” de nuestros días, al que correspondería una moral subjetivista, una legalidad voluble y acomodaticia y una política pragmática que, tras la crisis de las ideologías políticas, convertiría a la democracia misma en una ideología y dejaría el conjunto de la vida política al resultado azaroso de la lucha de intereses o de poder”.

Un buen punto de partida, sin duda.

 

José Francisco Serrano Oceja