Servicio diario - 13 de octubre de 2017


Santa Marta: “La mundanidad sólo se destruye ante la Cruz”
Rosa Die Alcolea

Fútbol: El Papa alienta a los atletas a “construir sociedades más fraternales”
Rosa Die Alcolea

Líbano: El Papa agradece a Saad Rafic Hariri la acogida a refugiados
Rosa Die Alcolea

Causas de los Santos: El Papa nombra relator a un sacerdote valenciano
Redacción

Pésame del Papa por las víctimas del incendio en California
Redacción

Papa Francisco: En Aparecida “aprendemos a dejarnos sorprender por Dios”
Rosa Die Alcolea

El Papa invita a rezar con la “confianza de que el Señor nos escucha”
Rosa Die Alcolea

Una “reflexión teológica” para “sostener la existencia” de las Iglesias Orientales
Rosa Die Alcolea

Mons. Arizmendi: Propuestas realistas, pasión por el bien de la comunidad
Felipe Arizmendi Esquivel

Beata Alexandrina María da Costa, 13 de octubre
Isabel Orellana Vilches

Santo Domingo Lorigado, 14 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

13/10/2017-16:36
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: “La mundanidad sólo se destruye ante la Cruz”

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- “La mundanidad sólo se comprende dónde está y se la destruye ante la Cruz del Señor. Esta es la finalidad del Crucifijo ante nosotros”.

En la misa que el Papa ha celebrado en la Casa de Santa Marta el segundo viernes de octubre, ha reflexionado con el Evangelio de San Lucas propuesto por la liturgia del día en que Jesús dice: “Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a ustedes”.

El Papa ha indicado que la mundanidad “sólo se comprende dónde está y se la destruye ante la Cruz del Señor”. Esta es la finalidad del Crucifijo ante nosotros: no es un ornamento; es precisamente lo que nos salva de estos encantamientos, de estas seducciones que te llevan a la mundanidad.

El Pontífice ha exhortado a realizar un examen de conciencia, a las obras de caridad, “aquellas que cuestan”, pero que “nos conducirán a estar más atentos” y vigilantes para que no entren personajes “astutos”, es decir los demonios, y explicó que el Señor “pide ser vigilantes” para no caer en la tentación. Por esta razón, el cristiano está siempre “en vela, vigila, está atento”, como un “centinela”.

“Vigilar significa comprender qué cosa pasa en mi corazón, significa detenerme un poco y examinar mi vida. ¿Mi vida es cristiana o es mundana?”, ha dicho el Papa esta mañana en Santa Marta.

Sólo Cristo crucificado nos salvará de los demonios que nos hacen “resbalar lentamente hacia la mundanidad”, salvándonos también de la “necedad” – de la que habla San Pablo a los Gálatas – y “de la seducción”.

Así, el Papa recordó que el Evangelio presenta la lucha entre Jesús y el demonio, a la vez que “algunos” decían que Cristo tenía el “permiso de Belcebú” para echar a los demonios, y ha explicado el peligro de los demonios que “entran silenciosamente”:

“Comienzan a formar parte de la vida. Incluso con sus ideas y sus inspiraciones, ayudan a aquel hombre a vivir mejor... y entran en la vida del hombre, entran en su corazón y desde dentro comienzan a cambiar a ese hombre, pero tranquilamente, sin hacer ruido. Es diverso, este modo es diverso del de la posesión diabólica que es fuerte: ésta es una posesión diabólica un poco ‘de salón’, digamos así. Y esto es lo que el diablo hace lentamente en nuestra vida, para cambiar los criterios, para llevarnos a la mundanidad. Se mimetiza en nuestro modo de actuar y nosotros, difícilmente nos damos cuenta de esto”.

La mundanidad, por otra parte, es “un paso hacia adelante en la ‘posesión’ del demonio”, añadió el Santo Padre. Es un “encantamiento”, es la “seducción”. Porque él es el “padre de la seducción”. Y cuando el demonio entra “tan suavemente, educadamente y toma posesión de nuestras actitudes” – explicó – nuestros valores “van del servicio de Dios a la mundanidad”. Así se convierte en “cristianos tibios, cristianos mundanos”, con una “mezcla” – que el Papa definió un “popurrí” – entre “el espíritu del mundo y el espíritu de Dios”. Todo esto “aleja del Señor” – agregó – y reafirmó el tema de la “vigilancia”, sin “asustarse” y con “calma”.

 

“Examinar mi vida”

“Vigilar significa comprender qué cosa pasa en mi corazón, significa detenerme un poco y examinar mi vida. ¿Soy cristiano? ¿Educo más o menos bien a mis hijos? ¿Mi vida es cristiana o es mundana? Y ¿cómo se puede comprender esto? La misma receta de Pablo: mirar a Cristo crucificado. La mundanidad sólo se comprende dónde está y se la destruye ante la Cruz del Señor. Esta es la finalidad del Crucifijo ante nosotros: no es un ornamento; es precisamente lo que nos salva de estos encantamientos, de estas seducciones que te llevan a la mundanidad”.

Al final de la homilía, el Papa ha propuesto que nos preguntemos “si miramos a Cristo crucificado”, si hacemos “el Vía Crucis para ver el precio de la salvación” no sólo de los pecados “sino también de la mundanidad”.

“Después, como dije, el examen de conciencia, qué cosa sucede. Pero siempre ante Cristo crucificado. La oración. Y después, hará bien hacerse una fractura, pero no en los huesos: una fractura en las actitudes cómodas: las obras de caridad. Yo soy cómodo, pero haré esto, que me cuesta. Visitar a un enfermo, ayudar a alguien que tiene necesidad... no sé, una obra de caridad. Y esto rompe la armonía que trata de hacer este demonio, estos siete demonios con el jefe, para hacer la mundanidad espiritual”.

 

 

13/10/2017-15:05
Rosa Die Alcolea

Fútbol: El Papa alienta a los atletas a “construir sociedades más fraternales”

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- “No os canséis de mostrar al mundo del deporte vuestro compromiso compartido de construir sociedades más fraternales en las que las personas puedan crecer y desarrollarse y realizar plenamente sus capacidades”, han sido las palabras del Papa.

Esta mañana, 13 de octubre de 2017, a las 12 horas, el papa Francisco ha recibido en audiencia, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los atletas de las Olimpiadas Especiales, participantes en el trofeo “Unified Football” (13-15 octubre 2017) en el marco de la conmemoración de los cincuenta años del nacimiento de esa asociación deportiva internacional.

El deporte –ha dicho el Papa– es uno de esos lenguajes universales que “superan las diferencias culturales, sociales, religiosas y físicas, y logran unir a las personas”, haciéndolas parte del mismo juego y protagonistas juntos de victorias y derrotas.

Sigue el discurso que les ha dirigido el Papa a los participantes del trofeo “Unified Football”.

 

Discurso del Santo Padre

Queridos amigos,

Os recibo con placer con motivo del torneo de fútbol y del foro promovido por Special Olympics. Os saludo con afecto y agradezco al Presidente las palabras que me ha dirigido, así como a los jóvenes que han intervenido. Sois el símbolo de un deporte que abre los ojos y el corazón al valor y a la dignidad de individuos y personas que de otro modo serían objeto de prejuicios y exclusión.

En estos días tendréis la oportunidad de reafirmar la importancia del deporte “unificado”, a través del cual los atletas con y sin discapacidad intelectual juegan juntos. Esta bella actividad, que lleváis a cabo con esfuerzo y convicción, nutre la esperanza de un futuro positivo y fructífero del deporte, porque lo convierte en una verdadera oportunidad de inclusión e implicación. No os canséis de mostrar al mundo del deporte vuestro compromiso compartido de construir sociedades más fraternales en las que las personas puedan crecer y desarrollarse y realizar plenamente sus capacidades. En este sentido, el deporte es uno de esos lenguajes universales que superan las diferencias culturales, sociales, religiosas y físicas, y logran unir a las personas, haciéndolas parte del mismo juego y protagonistas juntos de victorias y derrotas.

La Iglesia, por su parte, no deja de apoyar y fomentar aquellas iniciativas, vinculadas al mundo del deporte, que favorecen el bien de las personas y las comunidades. De hecho, el deporte siempre tiene grandes historias que contar sobre personas que, gracias a él, han salido de situaciones de marginalidad y pobreza, de heridas e infortunios. Estas historias nos muestran cómo la determinación y el carácter de algunos pueden ser un motivo de inspiración y aliento para tantas personas en todos los aspectos de sus vidas.

Os deseo que paséis estos días con alegría y serenidad. Cultivad, junto con la diversión, la amistad y la solidaridad. Mientras os pido que recéis por mí, invoco la bendición del Señor sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre aquellos que os apoyan en vuestra actividad deportiva.

© Libreria Editrice Vaticana

 

 

13/10/2017-15:30
Rosa Die Alcolea

Líbano: El Papa agradece a Saad Rafic Hariri la acogida a refugiados

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- En el encuentro se ha reafirmado el “aprecio” por la acogida que presta Líbano a numerosos refugiados.

Esta mañana , 13 de octubre de 2017, el papa Francisco ha recibido en audiencia a Saad Rafic Hariri, presidente del Consejo de Ministros de Líbano, que sucesivamente ha encontrado al cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, a quien acompañaba Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados.

En este encuentro, se ha reafirmado el “aprecio” por la acogida que presta Líbano a numerosos refugiados y se ha abordado la “necesidad de encontrar una solución justa y global a los conflictos” que afectan a esa región.

En la audiencia se ha destacado la importancia del “diálogo intercultural e interreligioso”, así como el valor de la “colaboración entre cristianos y musulmanes para promover la paz y la justicia”, constatando el papel histórico e institucional de la Iglesia en la vida del país y la importancia de la presencia cristiana en Oriente Medio, se detalla en el comunicado.

Las conversaciones, que tuvieron lugar “en un clima de gran cordialidad”, han permitido el examen de diversos aspectos de la situación en Líbano y de los últimos acontecimientos en Oriente Medio. Se han expresado, pues, “satisfacción por el fortalecimiento de la estabilidad del país”, y el deseo de que haya una colaboración cada vez más fructífera entre las diversas fuerzas políticas en favor del bien común de toda la Nación.

 

 

13/10/2017-15:54
Redacción

Causas de los Santos: El Papa nombra relator a un sacerdote valenciano

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- El papa Francisco ha incluido entre los relatores de la Congregación para las Causas de los Santos al sacerdote José Jaime Brosel Gavilá, de la archidiócesis de Valencia, hasta ahora oficial del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Comunicado de la Santa Sede con fecha del 13 de octubre de 2017.

Asimismo, el Papa ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Naval (Filipinas) presentada por Mons. Filomeno Bactol y ha nombrado obispo de Naval (Filipinas) a monseñor Rex C. Ramírez, del clero de la archidiócesis de Palo (Filipinas) hasta ahora vicario general de la misma archidiócesis.

 

Mons. Rex C. Ramírez

Monseñor Rex C. Ramirez nació en Balangiga, Ester Samar, en la archidiócesis de Palo, el 15 de diciembre de 1967. Después de la Escuela Superior y los cursos de Filosofía en el Sacred Heart Seminary en Palo, estudió Teología en la Loyola School of Theology de la Universidad de Manila.

Fue ordenado sacerdote de la arquidiócesis de Palo el 27 de marzo de 1995; y luego, en los primeros dos años de ministerio, fue secretario especial del arzobispo.

De 1997 a 2007 estudió en Roma, en el Ateneo Pontificio de San Anselmo, obteniendo la Licenciatura en Liturgia y comenzando los estudios para el doctorado. En esa década, ejerció su ministerio pastoral, primero (1998-2002) en la comunidad filipina de la parroquia de San Leone Magno en Roma, luego(2002-2007) como capellán residente de la casa de ejercicios espirituales de las Suore Missionarie del Sacro Costato en Roma y capellán de la comunidad filipina de La Storta en la diócesis de Porto-Santa Rufina.

Cuando volvió su país, fue profesor y director espiritual en Saint John the Evangelist School of Theology de Palo (2007-2014), desempeñando también los cargos de coordinador del apostolado de los laicos en el distrito este de la arquidiócesis, Coordinador de la Comisión Litúrgica archidiocesana y miembro del Consejo Presbiteral. En 2013 pasó a ser rector del Sacred Heart Seminary en Palo. Desde 2014 es rector de la catedral metropolitana y vicario general de la arquidiócesis.

 

 

13/10/2017-14:49
Redacción

Pésame del Papa por las víctimas del incendio en California

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- El papa francisco, informado de la trágica pérdida de vidas y de la destrucción de bienes causada por el incendio forestal en California, asegura su “solidaridad y sus oraciones a todos los afectados” por este desastre.

Telegrama del Papa con el pésame por las víctimas de los icendios que asolan California (EEUU), enviado por el cardenal Piero Parolin, Secretario de Estado, dirigido a Mons. Salvatore Joseph Cordileone, arzobispo de San Francisco, y a Mons. José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles.

El Papa recuerda especialmente a aquellos que lloran la pérdida de sus seres queridos y que temen por las vidas de los desaparecidos. Francisco alienta a las autoridades civiles y al personal de emergencia en la asistencia a las víctimas de esta tragedia y envía a todos su bendición.

 

 

13/10/2017-10:51
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: En Aparecida “aprendemos a dejarnos sorprender por Dios”

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- En Aparecida “aprendemos a conservar la esperanza, a dejarnos sorprender por Dios y a vivir en la alegría”, dice el papa Francisco.

Con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Aparecida (12 de octubre), Patrona de Brasil, en el Año Mariano del Jubileo de los 300 años del hallazgo de la imagen de la Virgen, el papa Francisco ha enviado un vídeo mensaje.

El Papa anunció que “Aunque no esté físicamente presente, quiero manifestar mi afecto por este querido pueblo, devoto de la Madre de Jesús”, y expresó su “deseo” que sus palabras se reciban “como un fraterno abrazo en este momento de fiesta”.

En Aparecida –indicó el Papa, repitiendo las palabras que pronunció en 2013 en el altar del Santuario Nacional– “aprendemos a conservar la esperanza, a dejarnos sorprender por Dios y a vivir en la alegría”.

El Papa expresó su deseo de “que esa alegría que irradia de vuestros corazones pueda derramarse y alcanzar cada rincón de Brasil, especialmente las periferias geográficas, sociales y existenciales que tanto anhelan una gota de esperanza”.

 

Mensaje del Papa

Querido pueblo brasileño

Queridos devotos de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil:

Mi saludo y mi bendición especial para todos vosotros que estáis viviendo en Cristo Jesús el Año Mariano del Jubileo de los 300 años del hallazgo de la imagen de la Virgen Madre de Aparecida en las aguas del Río Paraíba do Sul.

En el año 2013, en la ocasión de mi primer viaje apostólico internacional, tuve la alegría y la gracia de ir al Santuario de Aparecida y de rezar a los pies de Nuestra Señora, confiándole mi pontificado y recordando al pueblo brasileño con la acogida tan calurosa, que viene de su abrazo y de su corazón generoso. En aquella ocasión manifesté también mi deseo de estar con vosotros en el año jubilar; pero la vida de un Papa no es fácil. Por eso, he querido nombrar al Cardenal Giovanni Battista Re como Delegado Pontificio para las celebraciones del día 12 de octubre. ¡A él he confiado la misión de garantizar así la presencia del Papa entre vosotros!

Aunque no esté físicamente presente, quiero, sin embargo, por medio de la Red Aparecida de Comunicación, manifestar mi afecto por este querido pueblo, devoto de la Madre de Jesús. Lo que dejo aquí son simples palabras, pero deseo que vosotros las recibáis como un fraterno abrazo en este momento de fiesta.

En Aparecida -y repito aquí las palabras que pronuncié en 2013 en el altar del Santuario Nacional- aprendemos a conservar la esperanza, a dejarnos sorprender por Dios y a vivir en la alegría. La esperanza, querido pueblo brasileño, es la virtud que debe permear los corazones de los que creen, sobre todo, cuando a nuestro alrededor las situaciones de desesperación parecen querer desanimarnos. ¡No os dejéis vencer por el desánimo, no os dejéis vencer por el desánimo! Confiad en Dios, confiad en la intercesión de Nuestra Madre de Aparecida. En el santuario de Aparecida y en cada corazón devoto de María podemos tocar la esperanza que se concreta en la vivencia de la espiritualidad, en la generosidad, en la solidaridad, en la perseverancia, en la fraternidad, en la alegría que, a su vez, son valores que encuentran su raíz más profunda en la fe cristiana.

En 1717, en el mismo momento en que salió de las aguas gracias a las manos de aquellos pescadores, la Virgen Madre de Aparecida ya les inspiró a confiar en Dios que siempre nos sorprende. Pescado en abundancia, gracia derramada de modo concreto en la vida de los que eran temerosos de los poderes establecidos. Dios los sorprendió porque El que nos creó con amor infinito, nos sorprende siempre. ¡Dios nos sorprende siempre!

En este Jubileo en que conmemoramos los 300 años, de aquella sorpresa de Dios, estamos invitados a ser alegres y agradecidos. “Alegraos siempre en el Señor” (Flp 4,4). Y que esa alegría que irradia de vuestros corazones pueda derramarse y alcanzar cada rincón de Brasil, especialmente las periferias geográficas, sociales y existenciales que tanto anhelan una gota de esperanza. La sencilla sonrisa de María, que logramos vislumbrar en su imagen, sea fuente de la sonrisa de cada uno de vosotros ante las dificultades de la vida. ¡El cristiano jamás puede ser pesimista!

Por último, doy las gracias al pueblo brasileño por las oraciones que diariamente ofrecen por mí, especialmente durante las celebraciones de la Santa Misa. Rezad por el Papa y estad seguros de que el Papa siempre reza por vosotros. Juntos, de cerca o de lejos, formamos la Iglesia, Pueblo de Dios. Cada vez que colaboramos, aunque de manera simple y discreta, en el anuncio del Evangelio, nos convertimos, como María, en verdaderos discípulos y misioneros. Y, Brasil, hoy, necesita hombres y mujeres que, llenos de esperanza y firmes en la fe, den testimonio de que el amor, manifestado en la solidaridad y en el compartir, es más fuerte y luminoso que las tinieblas del egoísmo y de la corrupción.

Con gran nostalgia de Brasil, os imparto la bendición apostólica, pidiendo a Nuestra Señora de Aparecida que interceda por todos nosotros.

Que así sea.

 

 

13/10/2017-07:33
Rosa Die Alcolea

El Papa invita a rezar con la “confianza de que el Señor nos escucha”

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- El Papa anunció: “Cuando se reza hay que tener, el valor de la fe: tener confianza en que el Señor nos escucha, el valor de llamar a su puerta. El Señor dice: “`Porque todo aquel que pide recibe, el que busca halla; y al que llama se le abrirá´”. (v.10).

Homilía del Papa en la Eucaristía de agradecimiento celebrada en la basílica Santa María la Mayor, con motivo del centenario de la Congregación para las Iglesias Orientales y del Instituto Pontificio Oriental.

“¡Aprendamos a llamar al corazón de Dios!” –señaló el Papa– y aprendamos a hacerlo “con valor”. Que esta oración valiente inspire y alimente también vuestro servicio en la Iglesia, dijo.

Ayer, 12 de octubre, por la mañana, el Papa Francisco visitó el Instituto Pontificio Oriental, en la plaza de Santa María la Mayor, con motivo del centenario de su institución y de la fundación de la Congregación para las Iglesias Orientales.

A su llegada, el Papa saludó a los Superiores de la Congregación para las Iglesias Orientales, los Patriarcas y los Arzobispos Mayores. Luego en el jardín del Instituto Pontificio, bendijo un ciprés en presencia de los estudiantes y, por último, en el Aula Magna, encontró y saludó a los benefactores y a la Comunidad de los Jesuitas.

Después de la visita, el papa Francisco celebró la Misa en la basílica de Santa María la Mayor a las 10:15 horas.

 

Homilía del Santo Padre

Hoy damos gracias al Señor por la fundación de la Congregación para las Iglesias Orientales y del Instituto Pontificio Oriental por el Papa Benedicto XV, que tuvo lugar hace cien años, en 1917. Hacía estragos entonces la Primera Guerra Mundial. Hoy, como he dicho ya, vivimos otra guerra mundial, aunque a trozos. Y vemos que muchos de nuestros hermanos y hermanas cristianos en las Iglesias orientales experimentan una dramática persecución y una diáspora cada vez más inquietante. Esto causa tantas preguntas, tantos “por qué”, parecidos a las de la primera Lectura del Libro de Malaquías (3: 1-3-20a).

El Señor se queja con su pueblo y dice así: “Duras me resultan vuestras palabras- Y todavía decís: “¿Qué hemos dicho contra ti? “Habéis dicho: “Cosa vana es servir a Dios: ¿qué ganamos con guardar sus mandamientos o con andar en duelo ante el Señor? Más bien, llamamos felices a los arrogantes: aun haciendo el mal prosperan, y aun tentando a Dios escapan libres”(vv 13-15).

Cuántas veces experimentamos lo mismo, y cuantas veces la escuchamos en las confidencias y confesiones de las personas que nos abren sus corazones. Vemos a los malvados, los hacen sus propios intereses sin escrúpulos, aplastando a los demás, y parece que les vayan bien las cosas: que consiguen lo que quieren y sólo piensan en disfrutar de la vida. De ahí la pregunta: “¿Por qué Señor?”

Estos “¿Por qué?”, ??que también se repiten en la Sagrada Escritura, nos los planteamos todos. Y a ellos responde la misma Palabra de Dios. Precisamente en este q pasaje del profeta Malaquías dice: “Y puso atención el Señor y oyó: Y se escribió ante él un libro memorial en favor de los que le temen y piensan en su Nombre”(v. 16). Por lo tanto, Dios no se olvida de sus hijos, su memoria es para los justos, para los que sufren, para los que son oprimidos y que se preguntan “¿Por qué?”, ??Pero no dejan de confiar en el Señor.

¡Cuántas veces la Virgen María, en su camino se preguntó, “¿por qué?”; pero en su corazón, que meditaba sobre todas las cosas, la gracia de Dios hacía resplandecer la fe y la esperanza.

Y hay una manera de abrir una brecha en la memoria de Dios: nuestra oración, como nos enseña el pasaje evangélico que hemos escuchado (Lc 11, 5-13).

Cuando se reza hay que tener, el valor de la fe: tener confianza en que el Señor nos escucha, el valor de llamar a su puerta. El Señor dice: “Porque todo aquel que pide recibe, el que busca halla; y al que llama se le abrirá”. (v.10). Y para esto hace falta valor.

Pero, me pregunto: ¿Nuestra oración es así realmente? ¿Nos involucra de verdad, involucra nuestro corazón y nuestras vidas? ¿Sabemos llamar al corazón de Dios? Al final del pasaje del evangelio (véanse los versículos 11-13), Jesús dice: “¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez en lugar de un pez le da una culebra; o si pide un huevo le da un escorpión? Si sois padres, haréis el bien de vuestros hijos. Y luego continúa: “Si, pues vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo ...Y esperamos que siga diciendo os dará cosas buenas a vosotros. En cambio, no, no dice eso. Dice: “Dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”. Precisamente este es el don, éste es el ” algo más” de Dios. Lo que el Señor, lo que el Padre nos da de más, es el Espíritu: este el verdadero don del Padre. El hombre llama con la oración a la puerta de Dios para pedir una gracia. Y él, que es Padre, me da eso y más: el don, el Espíritu Santo.

Hermanos y hermanas: ¡Aprendamos a llamar al corazón de Dios! Y aprendamos a hacerlo con valor. Que esta oración valiente inspire y alimente también vuestro servicio en la Iglesia. Así vuestro esfuerzo dará “a su tiempo el fruto” y seréis como árboles cuyo “follaje no se amustia” (Sal 1,3).

© Libreria Editrice Vaticana

 

 

13/10/2017-08:39
Rosa Die Alcolea

Una “reflexión teológica” para “sostener la existencia” de las Iglesias Orientales

(ZENIT – 13 Oct. 2017).- Manteniendo intacta la atención y la aplicación a la investigación tradicional, invito a todos a ofrecer a esas Iglesias y a toda la comunidad eclesial “la capacidad de escuchar la vida” y a la reflexión teológica “para ayudar a sostener su existencia y su camino”.

Mensaje del Papa al cardenal Leonardo Sandri, Gran Canciller del Instituto Pontificio Oriental, en la celebración del centenario de la fundación de dicho instituto y de la Congregación para las Iglesias Orientales.

Asimismo, el Papa indicó que es tarea del Instituto “dar a conocer los tesoros de la rica tradición de las Iglesias orientales en el mundo occidental, para que puedan ser comprendidas y asimiladas”.

A su llegada al Instituto Pontificio Oriental, ubicado en la plaza de Santa María la Mayor, el Papa saludó a los Superiores de la Congregación para las Iglesias Orientales, los Patriarcas y los Arzobispos Mayores. Luego, en el jardín del Instituto Pontificio, bendijo un ciprés en presencia de los estudiantes y, por último, en el Aula Magna, encontró y saludó a los benefactores y a la Comunidad de los Jesuitas.

Publicamos a continuación el mensaje que el Santo Padre ha entregado al cardenal Leonardo Sandri, Gran Canciller del Instituto Pontificio Oriental en la celebración del centenario de la fundación de dicho instituto y de la Congregación para las Iglesias Orientales:

 

Mensaje del Papa al cardenal Leonardo Sandri

Al Venerable Hermano

Cardenal LEONARDO SANDRI

Gran Canciller del Instituto Pontificio Oriental

Con motivo de los 100 años de la fundación del Instituto Pontificio Oriental, unos meses después de la institución, también centenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales (cf. Benedicto XV, Motu proprio Dei Providentis, 1 de mayo, 1917), me complace dirigirle un cordial saludo, venerado hermano, y a toda la comunidad académica.

Anticipando de casi medio siglo, el decreto conciliar Orientalium Ecclesiarum, mi venerado predecesor deseaba llamar la atención sobre la extraordinaria riqueza de las Iglesias Orientales, fundando, precisamente aquí en Roma, el 15 octubre de 1917, el Instituto Pontificio Oriental. Incluso en medio del tormentoso primer conflicto mundial, el pontífice supo reservar una especial atención a las Iglesias Orientales.

Para dicha fundación, Benedicto XV hizo referencia a la apertura hacia Oriente comenzada en el Congreso Eucarístico de Jerusalén en 1893, con la esperanza de crear un centro de estudios, que debería haber sido – como se indica en el documento de fundación – “una sede adecuada de educación superior sobre las cuestiones orientales “, destinada también a formar “sacerdotes latinos que desean ejercer el ministerio sagrado con los orientales”. Desde el principio se quiso que “este centro de estudios [estuviera ] también abierto a los orientales, sea unidos, sea a los llamados ortodoxos”, de tal manera que “[procediera] simultáneamente y en la misma medida, la exposición de la doctrina católica y de la ortodoxa “(Benedicto XV, Motu proprio Orientis catholici 15 de octubre de 1917: AAS 9 [1917], 532). Con esta última aclaración, el fundador colocaba la nueva institución en un horizonte que hoy podemos decir eminentemente ecuménico.

Para resolver los problemas iniciales del Instituto, Pío XI, recogiendo la sugerencia del primer director, el beato Ildefonso Schuster, en 1922 decidió encargarlo a la Compañía de Jesús (Lett Decessor- Noster, 14 de septiembre 1922:. AAS 14 [1922], 545 -546), y asignó posteriormente al Instituto, en la basílica de Santa María Mayor una sede propia, inaugurada el 14 de noviembre de 1926.

En 1928, con la Encíclica Rerum Orientalium sobre la promoción de los estudios orientales, el Papa invitaba calurosamente a los obispos a mandar estudiantes al Instituto Oriental, para asegurar en cada seminario la presencia de un maestro capaz de transmitir al menos algunos elementos de estudios orientales (véase AAS 20 [1928], 283 – 284). Esta encíclica fue seguida, después de menos de un mes, del Motu proprio Quod Maxime, con el que se asociaban a la Universidad Gregoriana los Institutos Bíblico y Oriental del Este (cf. AAS 20 [1928], 310). Al año siguiente, Pío XI procedió a la fundación, al lado del Instituto Oriental del Colegio Russicum, cuya dirección también fue confiada a la Compañía de Jesús (cf. Const Ap Quam,curam 15 de agosto de 1929: El.. AAS 22 [1930], 146 -148).

Desde entonces, la novedad más importante fue en 1971, la fundación de la Facultad de Derecho Canónico Oriental, hasta el día de hoy la única existente (ver Cong. para Educ Cat., Decreto Canonicae Orientalium, 7 de julio, 1971. AAS 63 [1971], 791-792), junto a la que se identificaba con el Instituto y que, a partir de ese momento, comenzó a llamarse Facultad de Ciencias Eclesiásticas Orientales, articulada en tres secciones: teológica-patrística, litúrgica e histórica.

Otro cambio importante fue el traslado – en 1993 – del título de Gran Canciller del Instituto Oriental del Prefecto de la Congregación para la Educación Católica al prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales. De esa forma, sin perjuicio de la competencia propiamente académica sobre el Instituto ejercida por la Congregación para la Educación Católica, las dos instituciones “orientales”, nacidas, además, en el mismo año, estaban llamadas a “promover una colaboración y una unidad de propósitos más estrechas” al servicio del Oriente cristiano (Rescripto de la Secretaría de Estado, 31 de mayo de 1993).

La mirada a la historia nos lleva a interrogarnos sobre la missio que este Instituto tendrá que cumplir en el futuro.

Si en sus inicios se advirtió algún conflicto entre el estudio y la pastoral , hoy debemos reconocer que esta antinomia no existe. No se trata de decir “aut ... aut”, sino “et ... et”. Por consiguiente, invito a los docentes a dar el primer puesto en sus tareas a la investigación científica, siguiendo el ejemplo de sus predecesores que destacaron con contribuciones prestigiosas, monografías eruditas, detalladas ediciones de las fuentes litúrgicas, espirituales, arqueológicas y canónicas, incluso de audaces obras colectivas, tales como la publicación de las Actas del Concilium florentinum y la edición crítica de las Anaphorae Syriacae. Todos están al corriente, además, de la contribución que los profesores del Instituto han dado, en primer lugar a la redacción de los documentos conciliares Orientalium Ecclesiarum y Unitatis redintegratio (1964), y posteriormente a la preparación del Codex Canonum Ecclesiaarum Orientalium (1990).

Por otra parte, los tiempos en que vivimos y los desafíos de la guerra y el odio a las raíces mismas de la convivencia pacífica en las torturadas tierras de Oriente, ven al Instituto, una vez más, al igual que hace cien años, en medio de una encrucijada providencial.

Manteniendo intacta la atención y la aplicación a la investigación tradicional, invito a todos a ofrecer a esas Iglesias y a toda la comunidad eclesial la capacidad de escuchar la vida y a la reflexión teológica para ayudar a sostener su existencia y su camino. Muchos de los estudiantes y profesores sienten este importante momento histórico. Este Instituto, gracias a la investigación, la enseñanza y el testimonio, tiene la tarea de ayudar a estos hermanos y hermanas nuestros a fortalecer y consolidar su fe ante los enormes retos a los que se enfrentan. Está llamado a ser el lugar propicio para favorecer la formación de hombres y mujeres, seminaristas, sacerdotes y laicos, capaces de dar cuenta de la esperanza que los anima y los sostiene (cf. 1 Pe 3,15) y capaz de colaborar con la misión reconciliadora de Cristo (2 Cor 5, 18).

Exhorto a los docentes a permanecer abiertos a todas las Iglesias Orientales, consideradas no sólo en su configuración antigua, sino también en su difusión actual y en su a veces atormentada dispersión geográfica. En relación, además, con las venerandas Iglesias Orientales, con las que todavía estamos en camino hacia la plena comunión, y que prosiguen de forma autónoma su camino, el Instituto Pontificio Oriental tiene una misión ecuménica que llevar a cabo, a través del cuidado de las relaciones fraternas, el estudio en profundidad de las cuestiones que todavía parece que nos dividen y la cooperación activa en temas de importancia primaria, a la espera, de que cuando el Señor desea, y de la forma que sólo Él conoce, “todos sean uno” (Jn 17:21). En este sentido, la creciente presencia de estudiantes pertenecientes a las Iglesias orientales no católicas confirma la confianza que éstas depositan en el Instituto Oriental.

Por otra parte, tarea del Instituto es también dar a conocer los tesoros de la rica tradición de las Iglesias orientales en el mundo occidental, para que puedan ser comprendidas y asimiladas.

Teniendo en cuenta que muchos estudiantes de diversos colegios orientales de Roma frecuentan ateneos en los que reciben una formación no siempre plenamente coherente con sus tradiciones, invito a reflexionar sobre lo que podría hacerse para llenar este vacío.

Con la caída de los regímenes totalitarios y de las varias dictaduras que, desgraciadamente, en algunos países ha creado condiciones favorables a la propagación del terrorismo internacional, los cristianos de las Iglesias orientales están experimentando el drama de las persecuciones y una diáspora cada vez más preocupante. En estas situaciones nadie puede cerrar los ojos. Como porción de la “Iglesia en salida ” (cf. ibíd., N. Evangelii gaudium, 20-24), el Instituto Oriental está llamado a la escucha orante para comprender lo que el Señor quiere en este momento preciso y, en línea con el magisignaciano, buscar nuevos caminos por recorrer. Se tratará, por ejemplo, de alentar a los futuros pastores a inculcar en sus creyentes orientales, dondequiera que estén, un profundo amor por sus tradiciones y su rito de pertenencia; y, al mismo tiempo, de sensibilizar a los obispos de las diócesis latinas a hacerse cargo de los fieles orientales dislocados geográficamente y privados de su jerarquía propia, asegurando a los individuos y a las familias una asistencia espiritual y humana adecuada.

Dirijo a la Compañía de Jesús una cordial invitación a poner en práctica, con la atención hoy requerida, lo que prescribía ya en 1928 Pío XI sobre el Consorcio Gregoriano, destinado a promover, junto con un considerable ahorro de hombres y medios, una mayor unidad de propósitos. Junto con la missio llevada a cabo por la Universidad Gregoriana y el Instituto Bíblico respectivamente, está la no menos importante del Instituto Oriental. Por lo tanto, es urgente asegurar a esta institución un núcleo estable de formadores jesuitas, al que otros puedan loablemente asociarse. Inspirándose en la pedagogía ignaciana y haciendo uso de un fecundo discernimiento comunitario, los miembros de la comunidad, tanto religiosa como académica, sabrán encontrar las formas más adecuadas para iniciar en la austera disciplina de la investigación en y las necesidades de la pastoral a cuantos las Iglesias quieran confiarles.

Mientras me uno a la acción de gracias a Dios por el trabajo realizado en estos 100 años, espero que el Pontificio Instituto Oriental prosiga con renovado empuje su misión, estudiando y difundiendo con amor y honestidad intelectual, con rigor científico y perspectiva pastoral las tradiciones de las Iglesias orientales en su variedad litúrgica, teológica, artística y canonista, para responder cada vez mejor a las expectativas del mundo actual y para crear un futuro de reconciliación y de paz. Con estos votos, le imparto, venerado Hermano, y a toda la comunidad de este Instituto una especial bendición apostólica.

Desde el Vaticano, 12 de octubre de 2017

Francisco

© Libreria Editrice Vaticana

 

 

13/10/2017-11:38
Felipe Arizmendi Esquivel

Mons. Arizmendi: Propuestas realistas, pasión por el bien de la comunidad

LA VIDA POLÍTICA SE CONVULSIONA

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

 

VER

Estamos ya en progresivas definiciones hacia las elecciones del 2018, en que se renuevan la Presidencia de la República, las Cámaras de Diputados y Senadores, varias gubernaturas y diputaciones locales, y muchísimas presidencias municipales. Poco a poco se van dejando de lado los desastres de los sismos pasados y de las inundaciones recientes, para centrarse en las aspiraciones a estos puestos. ¡Ya no importan tanto los hermanos en desgracia, sino colocarse oportunamente con quienes tienen más perspectivas de ganar! La contagiosa solidaridad del pueblo mexicano está a punto de pasar a segundo lugar, con el peligro de contaminar el apoyo a los damnificados con intereses partidistas.

Los partidos se recomponen; las alianzas estratégicas se afinan; las propagandas se incrementan; las luchas se van haciendo más encarnizadas. Vamos a ser testigos de mutuas descalificaciones, intentando demostrar que los otros son la peor opción. Los dueños de los grandes capitales analizan a quién apoyar, para asegurar sus propios intereses. Los medios masivos de comunicación se esfuerzan por aparecer imparciales, pero también están decidiendo a quién impulsar, que les afiance en su porvenir económico y político.

Los ministros de la Iglesia no somos indiferentes ante este proceso. Somos parte del país y mal haríamos en encerrarnos en nuestras sacristías. La fe ilumina la política, no para casarse con un partido, sino para ofrecer luces que ennoblezcan la vocación política. No debemos hacer campaña a favor de una persona o de un partido, pero nuestra misión profética nos exige ofrecer algunos criterios morales para este importante momento histórico.

 

PENSAR

El papa Francisco, en su visita pastoral a Bolonia, en el centro de Italia, dijo:

“Esta plaza recuerda la necesidad para la vida de la comunidad de la buena política; no de la que es sierva de las ambiciones individuales o de la prepotencia de grupos o centros de interés. Una política que no sea ni sierva ni patrona, sino amiga y colaboradora; no temerosa o imprudente, sino responsable y por lo tanto valiente y prudente al mismo tiempo; que aumente la participación de las personas, su inclusión y participación progresiva; que no deje al margen a determinadas categorías, que no saquee ni contamine los recursos naturales, que no son un pozo sin fondo, sino un tesoro que Dios nos da, para que lo usemos con respeto e inteligencia. Una política que pueda armonizar las aspiraciones legítimas de individuos y grupos, manteniendo el timón firme en el interés de toda la ciudadanía.

Este es el rostro auténtico de la política y su razón de ser: un servicio invalorable al bien de toda la comunidad. Y por eso la doctrina social de la Iglesia la considera como una noble forma de caridad. Por lo tanto, invito a los jóvenes y a los menos jóvenes a que se preparen de manera adecuada y a esforzarse personalmente en este campo, asumiendo desde el principio la perspectiva del bien común y rechazando cualquier forma, por muy mínima que sea, de corrupción. La corrupción es la polilla de la vocación política. La corrupción no deja que crezca la civilización. Y el buen político lleva su propia cruz cuando quiere ser bueno, porque debe dejar tantas veces sus ideas personales para tomar las iniciativas de los demás y armonizarlas, acomunarlas, para que efectivamente sea el bien común el que salga adelante. En este sentido el buen político acaba siempre por ser un “mártir” del servicio, porque deja sus ideas pero no las abandona, las pone en discusión con todos para ir hacia el bien común, y esto es muy hermoso.

Desde esta plaza os invito a considerar la nobleza de la acción política en nombre y en favor del pueblo, que se reconoce en una historia y en los valores compartidos, y pide tranquilidad de vida y desarrollo ordenado” (1 de octubre de 2017).

 

ACTUAR

Seamos analíticos y críticos, para ir definiendo nuestras propias opciones. No nos dejemos embaucar por la demagogia, por las promesas irreales, por los ofrecimientos imposibles de cumplir. No nos inclinemos por el candidato que regala dinero o más cosas, como si nos dejáramos comprar por quien tiene más recursos económicos. Valemos mucho más que unas láminas, que una torta, un refresco, una gorra y una playera.

Y que los candidatos a puestos públicos ennoblezcan la lucha política con propuestas realistas, con honestidad transparente, con pasión por el bien de la comunidad.

 

 

13/10/2017-07:41
Isabel Orellana Vilches

Beata Alexandrina María da Costa, 13 de octubre

«Laica salesiana. Defendió su virginidad, que estimaba más que su propia vida, saltando desde una ventana. Los treinta años que pasó postrada en el lecho del dolor, los convirtió en ofrenda a María por los pecadores»

Hoy día muchas personas han relegado de su vida virtudes como el pudor y la modestia. En ciertos sectores hasta se desconocen a fuerza de silenciarlas, de ir quedando oscurecidas por otros intereses. Cuando se habla de ellas y se defiende su vigencia moral, que no ha decaído, no es difícil que hasta sean denostadas. Parecen no tener cabida en una existencia que ha obviado el alcance del respeto hacia uno mismo y a los demás. El mal denominado amor, o fútil enamoramiento, es, en realidad, un capricho pasajero, y el uso precipitado que se hace de él lo equipara al que se le da a un vulgar pañuelo de papel, de efímera vida y distraído final en una papelera. Por eso quizá haya quien se sorprenda ante la vida de la virtuosa Alexandrina, aunque murió rebasada la mitad del siglo XX, y de que no dudase en desafiar a la muerte con tal de mantener íntegro el bien más preciado que poseía: su virginidad, asentada, entre otros, en estos grandes pilares: el pudor, la modestia y el respeto a la propia dignidad. En su vida, como en la de María Goretti, se cruzó alguien que andaba al acecho de una víctima propicia para dar rienda suelta a sus bajos instintos.

Nació en Balasar, Oporto, Portugal, el 30 de marzo de 1904. Solo tenía una hermana, Deolinda. Su padre murió al poco de nacer ella, así que fue su madre quien las educó en la fe. A los 7 años se trasladó a Póvoa do Varzim, a la casa de un carpintero, con objeto de poder cursar los primeros estudios. Allí recibió la primera comunión y la confirmación. Pero la tragedia que iba a marcar su vida, y que le abriría las puertas del cielo, tuvo entonces su primer conato. Tenía 12 años y trabajaba en el campo en medio de la rudeza y viles intenciones de hombres sin escrúpulos. Uno de ellos la acosó. Se libró de su violencia con una fuerza superior que la protegió manteniéndola indemne, mientras esgrimía su rosario. Este incidente se saldó con su regreso a Balasar. Se estableció con su madre en la localidad de Calvario, y allí permaneció hasta el fin de sus días.

Hasta ese aciago momento fue una muchacha de fuerte constitución, trabajadora, alegre y capaz. Pero poco después de este brutal percance contrajo una infección que estuvo a punto de llevarla a la tumba. Aunque salvó la vida, su aspecto físico siempre develó las huellas de la enfermedad que quedó impresa en él. Al volver del sanatorio se hizo costurera junto a Deolinda. Y en 1918, mientras ambas hermanas se encontraban en su casa cosiendo junto a otra joven aprendiz, tres individuos asaltaron la habitación. Deolinda y la todavía inexperta costurera huyeron, pero Alexandrina, viéndose cercada, y sin posibilidad de escapar del mismo sujeto que intentó forzarla dos años antes, para preservar su virginidad optó por lanzarse por la ventana que se hallaba a 4 metros del suelo.

Las gravísimas lesiones que se produjo fueron irreversibles, de modo que en 1924, con 20 años, quedó absolutamente incapacitada en su lecho; permaneció durante tres décadas, que se dice pronto, sin poderse mover. En 1928, albergando esperanzas de curación, se ofreció a la Virgen con la promesa de consagrarse como misionera si sanaba. No tardó en comprender que el dolor debía ser su vocación. Y recibió la gracia de aspirar a un mayor sufrimiento y de ser víctima voluntaria por amor a Cristo y para rescate de los pecadores, experimentando un vínculo singular con Jesús Sacramentado a través de María. Ya en su infancia solía quedarse absorta en oración ante el Sagrario, pero su estado de postración no le permitía acudir a él como hacía anteriormente. Un día pensó: «Jesús, tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho por tu voluntad. Nos haremos compañía».

Inició un fecundísimo apostolado, haciendo entrega al Padre de todos sus sufrimientos. « Amar, sufrir, reparar», fue la consigna que recibió de Cristo. Con ella iba escalando el camino de la perfección. Durante los cuatro años que mediaron desde 1938 a 1942 todos los viernes revivía en su cuerpo los estadios de la Pasión. En esos momentos sus miembros paralizados recobraban la movilidad y se contraían en el lecho dejándola presa de inmensos dolores.

En 1934 uno de sus directores espirituales, el salesiano padre Pinho, que la asistió desde ese año hasta 1942, le indicó que redactase sus experiencias místicas; él la inscribió en la Asociación de Salesianos Cooperadores. En 1936 Cristo encomendó a la beata que solicitase al Sumo Pontífice la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. El padre Pinho se ocupó de solicitarlo reiteradamente hasta 1941. El 31 de octubre de 1942 el papa Pío XII efectuó esta declaración, que renovó en Roma el 8 de diciembre del mismo año. Unos meses antes, en la primavera, Alexandrina había comenzado a nutrirse exclusivamente con la Eucaristía: «No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi divina Sangre, tu vida será mi Vida. Tú la recibes de Mí cuando uno mi corazón al tuyo. No tengas miedo, ya no serás más crucificada como en el pasado, ahora nuevas pruebas te esperan que serán las más dolorosas. Pero al final Yo te llevaré al cielo y la Santísima Madre te acompañará». En un momento dado, Cristo le hizo saber: «Estás viviendo solo de la Eucaristía porque quiero mostrarle al mundo entero el poder de la Eucaristía y el poder de mi vida en las almas».

Hasta su muerte ni bebió, ni ingirió bocado alguno, todo lo cual fue ratificado por competentes especialistas. El 13 de octubre de 1955 falleció, diciendo: «No lloren por mí, hoy soy inmensamente feliz... por fin me voy al cielo». Antes dictó su epitafio, que incluía este ruego: «...no peques nunca más. No ofendas más a Nuestro amado Señor. Conviértete. No pierdas a Jesús por toda la eternidad. ¡¡Él es tan bueno!!». Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004.

 

 

13/10/2017-07:02
Isabel Orellana Vilches

Santo Domingo Lorigado, 14 de octubre

«Eremita, conocido por sus extremas penitencias ofrecidas a Dios con sentido purgante. Las inició llevado por el impacto de las sospechas de dolo que recayeron sobre su ordenación sacerdotal, y en el que se implicaron sus padres»

Las fuentes que permiten conocer algo de la vida de Domingo se encuentran en el Acta Sanctorum de san Pedro Damián. Era un clérigo camaldulense, que eligió el apartado entorno de la montaña para llevar una vida penitencial junto a otros ermitaños. Ayuno, mortificaciones, silencio y trabajo fueron cadencias de una oración que elevó a Dios sin desmayo con un sentido purgante que abarcaba, junto a la aflicción por sí mismo, a los demás. Esto último es de los pocos hechos a los que se puede dar credibilidad. Porque los ascendentes de este santo están envueltos en elucubraciones; no vienen fundamentadas; son intentos de fijar lo que en modo alguno puede ser contrastado, y, por tanto, vanos. Así, como lugar de nacimiento de Domingo se barajan Cagli, Cantiano, Luceoli... Nada se sabe de ello a ciencia cierta. Es de suponer que pudo ver la luz en un lugar fronterizo entre Las Marcas y la Umbría, escenario de su vida penitencial, a finales del siglo X.

Por san Pedro Damián que, después del óbito del santo monje, se ocupó de plasmar seguramente la parte que mejor conocía y que más le impactó de él, sabemos de su excelso sentido el honor y la dignidad que marcó toda su existencia al punto de consagrarse a extremas y severísimas disciplinas expiando una falta que no cometió. El hecho se produjo cuando tenía edad para ser ordenado sacerdote, y sus padres, que aspiraban a conseguirle un futuro prometedor en la Iglesia, parece que pusieron las bases nada menos que con un pecado de simonía para obtener del obispo su ordenación sacerdotal mediante el obsequio de una piel de cabra. Conmocionado por este hecho doloso, del que tuvo noticia después, Domingo no consintió celebrar la santa misa, ni ejercer la misión pastoral que le hubiera correspondido dada su condición sacerdotal adquirida entre los años 1015 y 1020. Las dudas sobre su ordenación efectuada sobre este presupuesto de barro pesaron como una losa sobre él; al menos lo hizo la sospecha que recaía sobre el sacramento, o así lo entendió. Y la única salida que vio fue purgar este pecado de los suyos con un grado altísimo penitencial en la vida monástica.

En la región de Umbría se hallaba entonces un notable eremita, Juan de Montefeltro, que presidía una comunidad de camaldulenses de Luceoli formada por dieciocho monjes. Domingo fue a su encuentro y solicitó que lo acogieran.

Obtenida esta petición, durante un tiempo convivió con ellos sin vacilar ante el rigor que se había impuesto. Extremado en la austeridad y en las mortificaciones iba bastante más lejos que sus compañeros, a los que debía satisfacer la ya de por sí severa existencia que llevaban. Se revistió con una especie de cota (lóriga; de ahí el sobrenombre de «lorigado») compuesta de hierro y puntas aceradas, de la que nunca se desprendió excepto para aplicarse las disciplinas (azotes). No es difícil imaginar lo que pudo suponer llevar tal cilicio durante un cuarto de siglo, como hizo él. La flagelación era tan virulenta y continua que mudó hasta el color natural de su piel, de tanto quedar impregnada de sangre.

En torno a 1043 los dejó para unirse a los benedictinos del monasterio de Fonte Avellana, dependiente de la diócesis de Gubbio. San Pedro Damián, que estaba al frente del mismo en ese momento, pronto quedó conmovido por la vehemencia de su oración, austeridad y dureza de los castigos penales que se infligía. Y es que, además de vestir la coraza, encadenaba sus miembros, y de esa guisa continuaba orando con los brazos en cruz mientras recitaba el Salterio, con la única medida que le permitía su resistencia, que no era poca. Así engarzaba muchas veces las noches con el día. Sometido al ayuno, solo se alimentaba con pan, agua y algunas hierbas, ya que si caía en sus manos otra clase de alimentos los distribuía entre los enfermos y los pobres; ni siquiera se permitía el mínimo descanso, y cuando lo hacía, vencido su aguante, por lo general dormía sobre las rodillas. Pareciéndole poco los excesos que realizaba, aún solicitaba a su confesor que le impusiera penitencia. Era frecuente verle absorto en la contemplación, y siempre respondía con concisión y rigor a las preguntas que le formulaban del tipo que fueran. Estaba agraciado con el don de lágrimas, que vertía movido por su intensa aflicción por sus pecados y los ajenos.

En 1049 Pedro Damián lo puso al frente de la ermita de la Santísima Trinidad, erigida por él en Monte San Vicino (actual Apiro, Macerata). Nunca presidió como prior el monasterio de santa María di Sitria, como alguien ha sostenido. Lo que sí sucedió es que regresó a Fonte Avellana por poco tiempo; breve fue también su permanencia en san Emiliano in Congiuntoli. Así que se puede afirmar que prácticamente pasó el resto de su vida en la Santísima Trinidad donde se hallaba el año 1059. Como era previsible, la cruda reparación que llevaba a cabo, incluidos los ayunos, le afectaron gravemente y murió el 14 de octubre de 1060, justamente cuando sus hermanos se disponían a cantar la prima, después de haber tenido la gracia de rezar junto ellos. A finales del año siguiente Pedro Damián redactó la mencionada biografía por sugerencia del pontífice Alejandro II. Entonces, la fama de santidad de Domingo, y el impacto de sus durísimas penitencias y mortificaciones, llevadas en el silencio oferente de una sencilla celda, habían atravesado los muros del convento.