Servicio diario - 03 de noviembre de 2017


 

Papa Francisco: Ser "hombres de la vida y no de la muerte"
Rosa Die Alcolea

Vídeo del Papa: "Testimoniar el Evangelio en Asia"
Rosa Die Alcolea

México: Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de S. Cristóbal de Las Casas
Redacción

Mons. González Montes: "Dar más importancia al Evangelio" que a los proyectos partidistas
Rosa Die Alcolea

Mons. Auza llama a proteger a la población civil, "elemento central de la paz"
Redacción

San Carlos Borromeo, 4 de noviembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

03/11/2017-11:08
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: Ser "hombres de la vida y no de la muerte"

(ZENIT — 3 Nov. 2017).- "La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna enraizada en la unión con Cristo resucitado", ha dicho el Papa Francisco.

A las 11:30 horas de esta mañana, en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco ha presidido la Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos este año.

«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (42,3). "Son palabras poéticas que expresan de manera conmovedora nuestra espera vigilante y sedienta del amor, de la belleza, de la felicidad y de la sabiduría de Dios", ha explicado el Papa.

Estas palabras del Salmo —ha aclarado el Santo Padre— se habían quedado grabadas en el alma de nuestros hermanos cardenales y obispos que hoy recordamos. "Damos gracias por su servicio generoso al Evangelio y a la Iglesia" y ha añadido que Dios es fiel y nuestra esperanza en Él no es inútil.

Sigue el texto de la homilía del Papa:

 

Homilía del Papa Francisco

La celebración de hoy nos pone una vez más frente a la realidad de la muerte, haciendo que también se reavive en nosotros el dolor por la separación de las personas que han estado cerca de nosotros, y nos han ayudado; pero la liturgia alimenta sobre todo nuestra esperanza por ellos y por nosotros mismos.

La primera lectura expresa una firme esperanza en la resurrección de los justos: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua» (12,2). Los que duermen en el polvo, es decir, en la tierra, son obviamente los muertos, y el despertar de la muerte no es en sí mismo un retorno a la vida: algunos despertarán para la vida eterna, otros para vergüenza eterna. La muerte hace definitiva la «encrucijada» que ya está ante nosotros aquí, en este mundo: la senda de la vida, es decir, con Dios, o la senda de la muerte, es decir, lejos de Él. Esos «muchos» que resucitarán para la vida eterna son los «muchos» por los que Cristo ha derramado su sangre. Son esa muchedumbre que, gracias a la bondad misericordiosa de Dios, experimenta la realidad de la vida que no acaba, la victoria completa sobre la muerte a través de la resurrección.

En el Evangelio, Jesús fortalece nuestra esperanza, cuando dice: « Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51). Estas palabras remiten al sacrificio de Cristo en la cruz. Él aceptó la muerte para salvar a los hombres que el Padre le había entregado y que estaban muertos en la esclavitud del pecado. Jesús se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor rompió el yugo de la muerte y nos abrió las puertas de la vida. Con su cuerpo y su sangre nos alimenta y nos une a su amor fiel, que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva del bien sobre el mal, sobre el sufrimiento y sobre la muerte. En virtud de este vínculo divino de la caridad de Cristo, sabemos que la comunión con los muertos no es simplemente un deseo, una imaginación, sino que se vuelve real.

La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna enraizada en la unión con Cristo resucitado.

Esta esperanza, que la Palabra de Dios reaviva en nosotros, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte: en efecto, Jesús nos ha mostrado que esta no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él. Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios. Lo hemos reafirmado hace poco en el Salmo Responsable: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (42,3). Son palabras poéticas que expresan de manera conmovedora nuestra espera vigilante y sedienta del amor, de la belleza, de la felicidad y de la sabiduría de Dios.

Estas palabras del Salmo se habían quedado grabadas en el alma de nuestros hermanos cardenales y obispos que hoy recordamos: nos han dejado después de haber servido a la Iglesia y al pueblo que se les confió con la mirada puesta en la eternidad.

Por tanto, damos gracias por su servicio generoso al Evangelio y a la Iglesia, al mismo tiempo que nos parece oírles repetir con el Apóstol: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5). Sí, no defrauda. Dios es fiel y nuestra esperanza en Él no es inútil. Invoquemos para ellos la intercesión materna de María Santísima, para que participen en el banquete eterno, que con fe y amor gustaron ya durante su peregrinación terrena.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

03/11/2017-18:36
Rosa Die Alcolea

Vídeo del Papa: "Testimoniar el Evangelio en Asia"

(ZENIT — 3 Nov. 2017).- "Pidamos por los cristianos de Asia, para que favorezcan el diálogo, la paz y la comprensión mutua, especialmente con aquellos que pertenecen a otras religiones", propone el Papa Francisco en el mes de noviembre de 2017.

Es el mensaje del Santo Padre en el video de noviembre, dentro de la iniciativa 'El Video del Papa', que cada mes difunde una intención para rezar propuesta en la Red Mundial de Oración del Papa.

Francisco, en este video, dice que en Asia, donde "la Iglesia es una minoría, el desafío es apasionante", e invita a "promover el diálogo entre religiones y culturas".

"El diálogo es una parte esencial de la misión de la Iglesia en Asia —indica el Papa—, pidamos por los cristianos de Asia, para que favorezcan el diálogo, la paz y la comprensión mutua, especialmente con aquellos que pertenecen a otras religiones".

 

 

03/11/2017-12:25
Redacción

México: Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, Obispo de S. Cristóbal de Las Casas

(ZENIT — 3 Nov. 2017).- El Papa ha nombrado a Mons. Rodrigo Aguilar Martínez obispo de San Cristóbal de Las Casas (México), quien hasta ahora era obispo de la Diócesis de Tehuacán, y obispo de la diócesis de San Pedro de Macorís (República Dominicana) al sacerdote Santiago Rodríguez Rodríguez.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha emitido un comunicado con esta información esta mañana, 3 de noviembre de 2017.

El Papa Francisco ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, en la provincia de Chiapas, México, presentada por Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, a sus 77 años.

 

Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

Mons. Rodrigo Aguilar Martínez nació el 13 de marzo de 1952 en Valle Santiago, diócesis de Irapuato. Completó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de la arquidiócesis de Morelia.

Fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1975 con incardinación en Morelia.

Posteriormente obtuvo la Licenciatura en Ciencias de la Educación en la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Durante su ministerio sacerdotal ha desempeñado los siguientes cargos: Secretario del arzobispo de Morelia, formador en el seminario, Secretario del Consejo Presbiteral, Rector del santuario de San José, Director espiritual de los seminaristas de filosofía y asistente de 'Encuentros matrimoniales'.

Fue nombrado primer obispo de Matehuala el 28 de mayo de 1997, recibiendo la ordenación episcopal el 31 de julio siguiente. El 28 de enero de 2006, fue transferido a Tehuacán.

En el seno de la Conferencia Episcopal Mexicana, es el presidente de la Comisión de Familia, Vida, Jóvenes y Laicos.

 

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

El obispo Arizmendi es colaborador de ZENIT español, donde publica un artículo semanal los martes, principalmente sobre cultura y sociedad.

Mons. Felipe Arizmendi —informa la página web de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas— nació el 1° de mayo de 1940 en Chiltepec, Estado de México (entonces Arquidiócesis de México, hoy Diócesis de Tenancingo). Hizo sus estudios humanísticos y filosóficos en el Seminario de Toluca, del que fue fundador. De 1959 a 1963, se especializó en Teología Dogmática, en la Universidad Pontificia de Salamanca, España.

Fue ordenado presbítero el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Fue Vicario Parroquial en tres Parroquias (urbana, campesina y minera). De 1967 a 1970, párroco de una Parroquia otomí. Profesor del Seminario por 20 años y Rector por 10. San Juan Pablo II lo nombró Obispo de Tapachula el 7 de febrero de 1991, donde fue ordenado el 7 de marzo de 1991. Nombrado Obispo de San Cristóbal de Las Casas el 31 de marzo del 2000 por el papa polaco, inició su ministerio en esta diócesis el 1° de Mayo de 2000.

 

Nuevo obispo de San Pedro de Macorís (República Dominicana)

El Santo Padre ha nombrado obispo de la diócesis de San Pedro de Macorís (República Dominicana) al sacerdote Santiago Rodríguez Rodríguez, del clero de la diócesis de Puerto Plata, hasta ahora vicario episcopal para la Pastoral y párroco de "San Marcos".

 

Santiago Rodríguez Rodríguez

El Santiago Rodríguez Rodríguez nació el 25 de mayo de 1968 en Mamey, Los Hidalgos, diócesis de Puerto Plata. En 1985 ingresó en el Seminario Mayor Nacional en Santo Domingo, donde completó su formación básica hasta la ordenación presbiteral para la diócesis de Puerto Plata el 24 de junio de 2000.

En Roma consiguió la Licencia en Teología Moral en la Academia Alfonsina y un master en Bioética en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, así como diplomas de ampliación de estudios en institutos pastorales de Colombia y la República Dominicana.

Entre los diversos cargos que ha desempeñado están : Docente y formador en seminario (2001-2014); Capellán universitario (2000-2007); Responsable diocesano de la pastoral de la familia y la vida en dos períodos (2000-2007 y 2010-2014). Actualmente es vicario episcopal de pastoral (desde 2014); Párroco de "San Marcos" (desde 2012); juez del Tribunal eclesiástico (desde 2009); capellán militar (desde 2007) y profesor de Bioética en la Universidad Católica "Madre y Maestra" en Santo Domingo (desde 2001).

 

 

03/11/2017-18:07
Rosa Die Alcolea

Mons. González Montes: "Dar más importancia al Evangelio" que a los proyectos partidistas

(ZENIT — 3 Nov. 2017).- "Creo que los políticos cristianos deben dar más importancia al Evangelio que a las contingencias de sus propios proyectos partidistas" aclara Mons. Adolfo González Montes, Obispo de Almería, España.

Mons. Adolfo González Montes es delegado de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE), diálogo "(Re) pensar Europa. Una contribución cristiana al futuro del proyecto europeo", celebrado los días 27 y 28 de octubre en el Vaticano, que atendieron 350 representantes de alto nivel procedentes del ámbito académico, social, político de Europa.

"Creo que los proyectos políticos siempre son susceptibles de ser enjuiciados a la luz de la razón, por lo tanto, son realidades contingentes que no deben operar como si fueran, a veces, dogmas, que tratan de definir por diferenciación radical de la agrupación contraria, lo que realmente proponen para la sociedad", ha declarado el Obispo de Almería en una entrevista a Radio Vaticano (edición española), realizada por Griselda Mutual.

Asimismo, Mons. González Montes ha explicado que es bueno que los políticos "busquen el diálogo con las otras visiones de la realidad, con el mismo pensamiento laico de nuestros días, que tiene tanta fuerza y que es tan beligerantemente, a veces, anticristiano".

Por otra parte Monseñor González Montes se refirió al problema de la "ideología de género", "como si la condición de nuestro ser varón mujer fuera algo absolutamente discrecional" —ha planteado el obispo español—. Y ha indicado que es una condición que está reflejada en la "antropología bíblica" y que, "permite entender la humanidad", que "afecta a la identidad de la familia", y ha añadido que la Unión Europea debe esforzarse por proteger a la familia.

La tercera y última preocupación que planteó el Obispo de Almería —señala la periodista en el artículo de Radio Vaticano— es cómo llevar a Cristo y proponerla experiencia del Salvador de la humanidad, en el contexto actual: "muchos han estado con nosotros, han sido bautizados y educados en la fe y están alejados de la comunidad eclesial. Otros ya no han conocido a Cristo porque la familia, enormemente desestructurada en la sociedad actual, ha dejado de transmitir la fe".

 

 

03/11/2017-18:50
Redacción

Mons. Auza llama a proteger a la población civil, "elemento central de la paz"

(ZENIT — 3 Nov. 2017).- El arzobispo Auza dijo que proteger a la población civil debería ser un elemento central del mantenimiento de la paz, y este objetivo puede avanzarse a través de la estrategia preventiva de control de armas para limitar la fabricación, venta y donación de armas usadas para el terrorismo.

El 30 de octubre, el arzobispo Bernardito Auza, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, pronunció un discurso durante el debate de la Cuarta Comisión de la Asamblea General sobre el tema 55, titulado "Examen amplio de toda la cuestión de las operaciones de mantenimiento de la paz" en todos sus aspectos ".

En su declaración, el arzobispo Auza dijo que las operaciones de paz de la ONU son indispensables y han contribuido a la resolución de muchas situaciones de conflicto armado.

Señaló la importancia de revisar las políticas que rodean las operaciones de mantenimiento de la paz para garantizar que sean adecuadas para enfrentar los nuevos desafíos y reflejar los ideales de la ONU.

Destacó la contribución de las mujeres en las misiones de paz de la ONU en todo el mundo y dijo que la ONU debería garantizar que la prevención del abuso sexual contra mujeres y niños se integre plenamente en la planificación de las operaciones de mantenimiento de la paz.

También pidió que la seguridad del personal de las Naciones Unidas sea una prioridad, ya que los ataques al personal de las Naciones Unidas son cada vez más frecuentes en situaciones de conflicto.

 

 

03/11/2017-07:56
Isabel Orellana Vilches

San Carlos Borromeo, 4 de noviembre

«Cardenal arzobispo de Milán, otra de las grandes figuras de la Iglesia. Ascendió al cardenalato apenas entrado en la veintena. Ejerció su fecunda misión pastoral sellándola con su gran caridad, ardor apostólico, piedad y devoción»

Entre otros santos, este ilustre cardenal fue contemporáneo de Felipe Neri, Ignacio de Loyola, y Francisco de Borja. Se convertiría en una de las figuras representativas de la Contrarreforma. California honra su memoria con una misión que lleva su nombre gracias al gran apóstol franciscano y santo mallorquín, fray Junípero Serra, que lo eligió para nominar su segunda fundación en 1770. Los restos mortales de este heroico misionero, que fue beatificado por Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988, se custodian en el Duomo de Milán.

Carlos nació el 2 de octubre de 1538 en la fortaleza de Arona, propiedad de sus padres, los nobles Gilberto Borromeo y Margarita de Médicis, hermana del papa Pío IV. Era el tercero de seis vástagos, aunque la familia vivió la tragedia de la desaparición del primogénito que se cayó de un caballo. Precisamente este suceso fue interpretado por el santo como una señal del cielo que le invitaba a centrarse en la búsqueda del bien, para no ser sorprendido por la postrera llamada de Dios sin estar preparado. Fue un niño devoto, prematuro en su vocación, muy responsable, como lo fue en la asunción de las altas misiones que le serían confiadas. Con solo 12 años recibió la tonsura. Luego cursó estudios en Milán y en la universidad de Pavía, formación que completó provechosamente, a pesar de que no era excesivamente brillante, y además tenía una seria dificultad para expresarse. Su conducta intachable, en la que se advertía su gran madurez, le convirtió en modelo para otros estudiantes.

Ya había muerto su hermano mayor, cuando determinó ser ordenado sacerdote después de renunciar a sus derechos sucesorios y a los bienes que llevaba anejos. También se alejó de una vida, que sin ser disipada, era bastante despreocupada, por así decir. El lujo, la música, y el ajedrez formaban parte de su acontecer. Se doctoró a los 22 años. Unos meses antes, en enero de 1560, su tío Giovanni, elegido pontífice Pío IV tras la muerte de Pablo IV, lo designó cardenal diácono. Con posterioridad le encomendó la sede de Milán, a la que ascendió como arzobispo a la edad de 25 años, y en la que permaneció hasta el fin de sus días. Evidentemente, su carrera estaba siendo meteórica. Por si fuera poco, el pontífice añadió nuevas misiones como legado de Bolonia, de la Romagna, de la Marca de Ancona, del protectorado de Portugal, de los Países Bajos, de los cantones de Suiza y otras. Fueron tantas y de tal envergadura las responsabilidades que recayeron sobre él que no pueden sintetizarse en este espacio. Asumió todas con dignidad, y lo más sorprendente: aún sacaba tiempo para ocuparse de asuntos familiares, hacer ejercicio y escuchar música.

Como Pío IV lo retuvo junto a él, inicialmente no pudo afrontar in situ los graves desórdenes que había en Milán. Un día el arzobispo de Braga, Bartolomé de Martyribus, acudió a Roma, y Carlos le confesó: «Ya veis la posición que ocupo. Ya sabéis lo que significa ser sobrino, y sobrino predilecto de un papa, y no ignoráis lo que es vivir en la corte romana. Los peligros son inmensos. ¿Qué puedo hacer yo, joven inexperto? Mi mayor penitencia es el fervor que Dios me ha dado y, con frecuencia, pienso en retirarme a un monasterio a vivir como si solo Dios y yo existiésemos». El consejo que le dio el noble prelado luso fue que se mantuviese fiel a su misión. Pero más tarde, Carlos supo que el motivo del viaje de este obispo había sido renunciar a la suya, y naturalmente le pidió una explicación, que aquél le proporcionó con sumo tacto y delicadeza.

Gracias a su fe, tesón y energía logró que salieran adelante proyectos de gran calado en circunstancias adversas y sumamente difíciles. Fue un hombre de oración, caritativo, exigente y severo consigo mismo, piadoso y misericordioso con los demás, muy generoso con los pobres a los que constantemente daba limosna; un gran diplomático y defensor de la fe, así como restaurador del clero. Convocó sínodos, erigió seminarios y casas de formación para los sacerdotes, construyó hospitales y hospicios donando sus bienes, visitó en distintas ocasiones la diócesis, alentó en la vivencia de las verdades de la fe a todos, etc. Fue un ejemplar pastor entregado a su grey que luchó contra la opresión de los poderosos, e hizo frente también a las herejías, además de cercenar las costumbres licenciosas. «Las almas se conquistan con las rodillas», solía decir, sabiendo el valor incomparable que tiene la oración, siempre bendecida por Dios.

Pío IV murió en 1565 y Carlos pudo regresar a Milán. Desempeñó un papel decisivo en el Concilio de Trento y no tuvo reparos en sujetar a los religiosos y al clero con una severa disciplina. Por este motivo, los violentos se cebaran en él al punto de atentar contra su vida, como hizo Farina en su fallido intento el 26 de octubre de 1569, después de haberla tasado en veinte monedas de oro. Durante la epidemia de peste su objetivo principal fue atender a los enfermos acogidos en su propia casa; palió las carencias que tenían para poder vestirse utilizando los cortinajes del palacio episcopal. En 1572 participó en el cónclave que eligió a Gregorio XIII. Ese mismo año se convirtió en miembro de la Penitenciaría Apostólica.

Cuando en Milán se desató la epidemia de peste en 1576, socorrió a los damnificados, consoló a los afligidos enfermos en los lazaretos y ayudó a dar sepultura a los fallecidos. En 1578 fundó los Oblatos de San Ambrosio, congregación de sacerdotes seculares, las «escuelas dominicanas», una academia en el Vaticano, fundó el Colegio helvético para ayudar a los católicos suizos, y encomendó a Palestrina la composición de la Missa Papae Maecelli, entre otras acciones. Maestro y confesor de san Luís Gonzaga, le dio la primera comunión en julio de 1580. Sus conferencias y reflexiones se hallan compendiadas en la obra Noctes Vaticanae. Murió el 3 de noviembre de 1584. Pablo V lo beatificó el 12 de mayo de 1602, y también lo canonizó el 1 de noviembre de 1610.