Servicio diario - 05 de noviembre de 2017


 

Ángelus: Tener “horror al orgullo y a la vanidad”
Anne Kurian

India: el Papa saluda la beatificación de la “hermana sonrisa"
Anne Kurian

Universidades católicas: luchar contra la xenofobia
Raquel Anillo

Beato José López Piteira, 6 de noviembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

05/11/2017-17:40
Anne Kurian

Ángelus: Tener "horror al orgullo y a la vanidad"

(ZENIT — Roma 5 de noviembre de 2017) Tener "horror al orgullo y a la vanidad". Es la invitación del Papa Francisco en el ángelus del 5 de noviembre, que ha presidido en la plaza San Pedro al mediodía. Ha exhortado también a las personas que mantienen una autoridad a ejercerla con el ejemplo, porque "si se ejerce mal, termina siendo abrumador, no deja crecer a las personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad"

Advirtiendo contra la tentación de la "suficiencia humana", el Papa ha alabado la virtud de la "modestia": "Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o de supremacía... Personalmente, sufro viendo a personas que viven psicológicamente corriendo detrás de la vanidad de títulos de honor".

"No debemos de ninguna forma aplastar a los demás, y ha insistido...Si hemos recibido cualidades del Padre celestial, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no para sacar provecho para nuestra satisfacción y nuestro interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros".

Esta es nuestra traducción de las palabras que el Papa ha pronunciado para introducir la oración mariana, en presencia de unas 40.000 personas.

 

Palabras del Papa antes del ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Mt 23, 1-12) se desarrolla en los últimos días de la vida de Jesús, en Jerusalén; días cargados de expectativas y de tensiones. Por un lado Jesús dirige severas críticas a los escribas y a los fariseos, y por otro lado deja instrucciones importantes a los cristianos, también a nosotros.

Ha dicho a la gente: "Los escribas y los fariseos enseñan en el púlpito de Moisés. De manera que todo lo que ellos os pueden decir, hacedlo y observadlo". Esto quiere decir que tienen la autoridad de enseñar lo que es conforme a la Ley de Dios. Sin embargo, inmediatamente después, Jesús añade: "Pero no hagáis como ellos, porque dicen y no hacen" (v. 2-3). Hermanos y hermanas, todos aquellos que tienen una autoridad, tanto civil como eclesiástica, tienen frecuentemente el defecto de exigir cosas, incluso justas, que ellos mismos no ponen en práctica. Ellos llevan una doble vida. Jesús dice: "Atan pesadas cargas, difíciles de llevar y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas". (v. 4). Esta actitud es un mal ejercicio de la autoridad, que al contrario debería sacar su primera fuerza del buen ejemplo, para ayudar a los otros a practicar lo que es justo y necesario, y sostenerles en las pruebas que encontramos en el camino del bien. La autoridad es una ayuda, pero si se ejerce mal, se vuelve abrumadora, no deja crecer a las personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad e incluso conduce a la corrupción.

Jesús denuncia abiertamente algunos comportamientos negativos de los escribas y de los fariseos: "Les gustan los lugares de honor en las comidas, en los sitios de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas públicas" (vv. 6-7). Es una tentación que corresponde a la suficiencia humana que no siempre es fácil vencer. Es la actitud de vivir siempre por la apariencia.

Después Jesús da instrucciones a sus discípulos: "Para vosotros, no os deis el título de Rabino, porque tenéis un solo maestro para enseñaros, y vosotros sois todos hermanos....[No os hagáis dar el título de maestro, porque vosotros solo tenéis un maestro Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor" (w.8-11)

Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o de supremacía. Os digo que personalmente, sufro viendo personas que psicológicamente van corriendo detrás de la vanidad de los títulos de honor.

Nosotros discípulos de Jesús, no debemos hacerlo porque entre nosotros tiene que haber una actitud simple y fraterna. Todos somos hermanos y hermanas y no debemos de ninguna manera aplastar a los otros. No debemos mirarlos [en alto] no, todos somos hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celestial, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no sacar provecho para nuestra satisfacción y nuestro interés personal. No nos
debemos considerar superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere estar conforme con la enseñanza de Jesús, que es dulce y humilde de corazón y que ha venido no para ser servido, sino para servir.
Que la Virgen María, "humilde y superior a todas las criaturas" (Dante, Paradis, )00011, 2), nos ayude, por su intercesión materna, a horrorizarnos del orgullo y de la vanidad, y a ser dóciles al amor que viene de Dios, para el servicio de nuestros hermanos y para su gozo que también será el nuestro.

Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

05/11/2017-18:02
Anne Kurian

India: el Papa saluda la beatificación de la "hermana sonrisa"

(ZENIT — Roma 5 de noviembre de 2017) El Papa Francisco saluda la beatificación de la religiosa india mártir Rani María Vattalil, que ha tenido lugar el 4 de noviembre de 2017 en Indore en el Centro de la India. "Era muy buena.

La llamaban la hermana de la sonrisa", ha recordado en el ángelus que ha celebrado al día siguiente en la plaza San Pedro.

La clarisa franciscana, asesinada por su fe el 25 de febrero de 1995, nación en Kerala, el 29 de enero de 1954. Muy joven, entra en la congregación de las Clarisas franciscanas y después de dos años de trabajo como profesora en St. Mary School de Bijnor, se convirtió en trabajadora social para los pobres sin tierra. Pero sus acciones fueron en contra de los intereses de varios terratenientes.

Fue brutalmente asesinada en un autobús donde fue apuñalada 40 veces por un asesino profesional. Hasta el último golpe, ella continuó diciendo: "¡Jesús, Jesús!".

Esta es nuestra traducción de las palabras que el Papa ha pronunciado después de la oración mariana.

 

Palabras del Papa después del ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Ayer, en Indora, la India, Rani María Vattalil, religiosa de la Congregación de las Hermanas Clarisas Franciscanas, muerta por su fe cristiana en 1995, fue beatificada. La hermana Vattalil ha dado testimonio de Cristo de amor y de dulzura, y se une a la larga línea de mártires de nuestro tiempo. Que su sacrificio sea semilla de fe y de paz, especialmente en la tierra india. Era muy buena. La llamaban la "hermana de la sonrisa".

Os saludo a todos, romanos y peregrinos, en particular a los que habéis venido de Gomel, Bielorusia, a los miembros del" Centro Académico Romano Fundación" de Madrid, a los fieles de Valencia, Murcia y Torrente (España) y a las religiosas Irmas da Divina Providéncia, que festejan los 175 años de su instituto.

Saludo al coro de los jóvenes "I Minipolifonici" de Trento — ¡cantad un poco después! —las corales de Canadiana, Maser y Bagnoli de Sopra; a los participantes del Festival de música de arte sacro, provenientes de diversos países; a los fieles deAltamura, de Guidonia y de la parroquia de san Luca de Roma.

A todos os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de orar por mí. Buen apetito y hasta luego.

Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

05/11/2017-18:08
Raquel Anillo

Universidades católicas: luchar contra la xenofobia

(ZENIT — 4 de noviembre de 2017) Promover los estudios sobre las causas de la migración forzada y combatir contra el racismo formando las conciencias; favorecer la instrucción de los refugiados; elaborar con los estudiantes programas de asistencia a los refugiados. Es la triple misión que el Papa Francisco ha confiado a la Federación Internacional de las Universidades Católicas (FIUC).

El Papa ha encontrado a los miembros al final de la Conferencia internacional "Refugiados y Migrantes en un mundo globalizado: responsabilidad y respuestas de los universitarios", organizado en Roma del 1 al 4 de noviembre de 2017, en la Universidad Pontificia Gregoriana. Ha exhortado a reflexionar sobre las reacciones negativas de principio, a veces discriminatorias y xenófobas, que la acogida de los migrantes suscita en los países de antigua tradición cristiana, para proponer caminos de formación de las conciencias".

El Papa ha invitado a las universidades católicas "a educar a sus estudiantes, de los que algunos serán líderes políticos, emprendedores y artesanos de la cultura, en una lectura atenta del fenómeno migratorio, en una perspectiva de justicia, de corresponsabilidad global y de comunión en la diversidad cultural".

 

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Os recibo al final de la conferencia internacional titulada "Refugiados y migrantes en un mundo globalizado: responsabilidad y respuestas de las universidades", organizada por la Federación Internacional de Universidades Católicas. Agradezco al Presidente las palabras con que ha presentado nuestro encuentro.

Desde hace poco menos de un siglo este organismo, con el lema "Sciat ut Serviat ", tiene como objetivo promover la educación católica de nivel superior, sirviéndose de la gran riqueza que proviene del encuentro de tantas diferentes realidades universitarias. Un aspecto esencial de esta formación apunta a la responsabilidad social, para la construcción de un mundo más justo y más humano. Por eso, os sentís interpelados por la realidad global y compleja de las migraciones contemporáneas y habéis llevado a cabo una reflexión científica, teológica y pedagógica bien arraigada en la doctrina social de la Iglesia, tratando de superar los prejuicios y temores vinculados a un escaso conocimiento del fenómeno de la migración. Os felicito, y me permito señalar la necesidad de vuestra contribución en tres ámbitos que os competen: investigación, enseñanza y promoción social.

En lo que se refiere al primer ámbito , las universidades católicas siempre han buscado armonizar la investigación científica con la teológica, haciendo que dialoguen la razón y la fe. Considero oportuno ampliar los estudios para abordar las causas remotas de la migración forzada, con el objetivo de encontrar soluciones prácticas, aunque a largo plazo, porque primero se debe asegurar a las personas el derecho a no ser obligadas a emigrar. Es igualmente importante reflexionar sobre las reacciones negativas, por principio, a veces discriminatorias y xenófoba , que la acogida de los migrantes está suscitando en los países de antigua tradición cristiana para proponer itinerarios de formación de las conciencias. Además, ciertamente merecen un mayor aprecio las numerosas contribuciones de los migrantes y refugiados a las sociedades que los acogen, así como los que benefician a sus comunidades de origen.

Con el fin de dar "razones" sobre la atención pastoral de migrantes y refugiados, os invito a profundizar la reflexión teológica sobre las migraciones como signo de los tiempos. "La Iglesia ha contemplado siempre en los emigrantes la imagen de Cristo que dijo: "era forastero, y me hospedasteis" (Mt 25,35). Para ella sus vicisitudes son interpelación a la fe y al amor de los creyentes, llamados, de este modo, a sanar los males que surgen de las migraciones y a descubrir el designio que Dios realiza a través suyo, incluso si nacen de injusticias evidentes. "(Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, Istr. Erga migrantes caritas Christi, 12).

En lo que se refiere a la enseñanza es mi deseo que las universidades católicas adopten programas para promover la instrucción de los refugiados, en varios niveles, sea a través de la oferta de cursos a distancia para quienes viven en los campos y centros de acogida, como a través de la concesión de becas que permitan su reubicación. Aprovechando la espesa red académica internacional, las universidades también pueden facilitar el reconocimiento de los títulos y las profesiones de los migrantes y refugiados en beneficio de ellos y de las sociedades que los acogen. Para responder a los nuevos retos de la migración, es necesario dar una formación específica y profesional a los agentes de pastoral que se dedican a la atención de los migrantes y refugiados: esta es otra tarea urgente de las universidades católicas. De manera más general, me gustaría invitar a los ateneos católicos a educar a sus estudiantes, algunos de los cuales serán líderes políticos, empresarios y artífices de cultura, a una lectura cuidadosa del fenómeno migratorio, en una perspectiva de justicia, corresponsabilidad global y de comunión en la diversidad cultural.

El ámbito de la promoción social ve en la universidad una institución que se hace cargo de la sociedad en la que actúa, ejerciendo ante todo el papel de conciencia crítica con respecto a las diversas formas de poder político, económico y cultural. Con respecto al complejo mundo de las migraciones, la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha sugerido "20 puntos de acción" como contribución al proceso que llevará a la adopción por parte de la comunidad internacional, de dos Pactos Mundiales, uno sobre los migrantes y otro sobre los refugiados, en la segunda mitad de 2018. En esta dimensión y en otras, las universidades pueden desempeñar también su papel de actores privilegiados en el campo social, como, por ejemplo, con los incentivos para el voluntariado estudiantil en los programas de asistencia a los refugiados, los solicitantes de asilo y los inmigrantes recién llegados.

Todo el trabajo realizado en estos grandes ámbitos — la investigación, la enseñanza y el trabajo social — tiene su punto de referencia en las cuatro piedras angulares del camino de la Iglesia a través de la realidad de las migraciones contemporáneas: acoger, proteger, promover e integrar (cf. Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 2018).

Hoy celebramos la memoria de San Carlos Borromeo, un pastor ilustrado y apasionado que hizo de la humildad su lema. Su vida ejemplar inspire vuestra actividad intelectual y social y también la experiencia de fraternidad que hacéis en la Federación.

¡Que el Señor bendiga vuestro esfuerzo al servicio del mundo universitario y de los hermanos y hermanas migrantes y refugiados! Os aseguro un recuerdo en mis oraciones, y vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

05/11/2017-07:22
Isabel Orellana Vilches

Beato José López Piteira, 6 de noviembre

«Joven cubano de ascendencia española. Un agustino que pudo haberse liberado de la muerte que pendía sobre él por su condición religiosa, pero eligió derramar su sangre por Cristo siendo mártir en la guerra española de 1936»

La divina Providencia quiso que este joven, primer beato cubano, defendiendo su fe en Cristo viniese a derramar su sangre en España, la tierra de sus antepasados, aunque llevó clavada en su corazón hasta su postrer aliento la isla caribeña que le vio nacer. Pero un apóstol es ciudadano del mundo, un vastísimo territorio que se conquista palmo a palmo entregándolo todo, como Cristo exige en el evangelio, de modo que cualquier lugar al que se vea conducido en aras de la voluntad divina se convierte en un destino amado e irrenunciable. Y esto que José tuvo presente en todo momento, unido a la gracia divina que le alumbró, hizo que no tambalease lo más mínimo justamente cuando se enfrentó a la muerte brutal que otros le impusieron. No es tan mundialmente conocido como otros mártires, pero forma parte por derecho propio de quienes supieron hacer frente con toda valentía a ese cruel instante que se cernía sobre ellos, y que generosamente dieron su vida dejando tras de sí un admirable legado de amor.

Un día de primeros del siglo XX su humilde familia abandonó la noble tierra gallega para ganarse el sustento, como hicieron tantos compatriotas. Allí quedaron, bajo la custodia de los abuelos, dos de sus hijos, de los que se despedirían con inmenso dolor. En su equipaje portaban la fe heredada de sus padres como un preciado tesoro que habrían de transmitir a su numerosa prole. José nació en Jatibonico, Cuba, el 2 de febrero de 1912. Fue el quinto de los hijos que vinieron al mundo en ese hogar creado por Emilio y Lucinda, y segundo de los varones; después nacerían cinco vástagos más.

En plena niñez, poco antes de cumplir sus cinco primeros años de vida, José regresó junto a sus progenitores a España. Aunque apenas existen datos de su infancia, debió ser uno de esos niños que no crean problemas. Cursó estudios en régimen de internado con los benedictinos de Santa María de San Clodio, del municipio de Leiro, Orense, dando así sus primeros pasos hacia la vida religiosa. A buen seguro que sus padres habrían puesto grandes esperanzas en él. Finalizados sus estudios, se integró con los agustinos de Leganés, Madrid. Profesó con ellos en 1929, y prosiguió su formación en el monasterio de san Lorenzo del Escorial. Se han destacado las cualidades que apreciaron en él en esa época de su vida subrayando su «carácter bondadoso y tratable, entusiasta y observante».

Y efectivamente no sería mal religioso cuando un año antes de convertirse en sacerdote, momento que aguardaba gozoso, ya estaba decidido su futuro como vicario apostólico de Hai Phóng, en Vietnam. Sus superiores habían vislumbrado en él las cualidades y virtudes que iban configurándole como un gran apóstol. No llegó a partir y tampoco pudo recibir el sacramento del orden. Sus sueños se truncaron violentamente al ser apresado el 6 de agosto de 1936 junto a sus hermanos religiosos en medio de la fratricida contienda española. El antiguo colegio madrileño de San Antón, que había sido propiedad de los padres escolapios, donde tantos alumnos fraguaron y compartieron su fe —entre otros Fernando Rielo, fundador de los misioneros y misioneras identes—, convertido entonces en cárcel, fue el escenario donde se desenvolvieron los preámbulos del particular calvario de José.

Cuando llegaron a buen puerto las gestiones realizadas por sus atribulados familiares ante las autoridades cubanas, en un gesto de valentía y coherencia el beato declinó la oferta de su liberación. Y su temple apostólico, lleno de caridad, se puso de manifiesto en su inquebrantable voluntad de dar hasta el final los mismos pasos de sus hermanos de comunidad: «Están aquí todos ustedes que han sido mis educadores, mis maestros y mis superiores, ¿qué voy a hacer yo en la ciudad? ¡Prefiero seguir la suerte de todos, y sea lo que Dios quiera!». Así lo determinó, con rotundidad, dispuesto a cumplir la voluntad divina. Los rostros de sus superiores y formadores le contemplaban conmovidos. Y con ellos compartió numerosos sufrimientos en cerca de cuatro meses marcados por las privaciones y la angustia, hasta que entregó su alma a Dios en Paracuellos del Jarama, Madrid.

Fue ajusticiado el 30 de noviembre de 1936, junto a otros 50 religiosos agustinos, exclamando: «¡Viva Cristo Rey!», al tiempo que renovaba el supremo acto de perdón aprendido del Redentor hacia quienes le privaban de su vida; así le franqueaban las puertas del cielo. Tenía 24 años. Fue beatificado el 28 de octubre de 2007, junto a 497 mártires de la persecución, por el cardenal Saraiva, como Delegado de Benedicto XVI.