Diócesis de Santander

El belén, un clásico de la tradición cristiana

 

 

Santander, 06 diciembre 2017


 

 

Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, o lo que se acostumbraba hacer, en tiempos pasados.

Son los hechos u obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita.

La palabra “tradición” viene del latín “traditio” que se refiere al verbo “tradere”, que significa entregar. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas mejor. Este es un modo de evangelizar.

Existen muchas tradiciones y costumbres que se celebran en el tiempo de Adviento y de la Navidad.

A continuación, presentaremos una de ellas con una pequeña explicación acerca de su significado y origen:

 

Los Nacimientos

El Papa San Sixto III, en el siglo V d.C. ya celebraba la Navidad con algunas representaciones del Nacimiento de Cristo realizados en una gruta semejante a la de Belén que él mismo había mandado construir en una Iglesia.

Sin embargo, se considera a San Francisco de Asís como el creador de los Nacimientos. En 1223 quiso celebrar una “Noche Buena” en la que se reviviera el recuerdo de Jesús nacido en Belén. Para que todos pudieran comprender mejor las condiciones en las que sucedió, puso un Nacimiento en el bosque con personas y animales vivos.

Esta actividad gustó mucho a las personas que asistieron y se empezó a popularizar. Con el paso del tiempo, la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y animales con figuras de madera o de barro.

Esta tradición fue acogida con gran cariño y se ha extendido por todo el mundo desde el siglo XVI.

Poner un nacimiento en casa, en el que podemos contemplar la imagen de Belén, el pesebre, los pastores, los magos, José y María, puede ser una actividad que fomenta la unión familiar. Y al mismo tiempo, convertirse en una imagen que nos ayude a meditar en el misterio de la Navidad y en las virtudes de cada uno de los personajes. A través de los sentidos se eleva nuestro espíritu ante este gran acontecimiento.

El Nacimiento nos invita a reflexionar en el gran misterio de Dios hecho hombre por amoral hombre.

 

¿Y qué pasa con el buey y la mula?

Hace unos años, el entonces Santo Padre, el Papa, Benedicto XVI, publicó un libro con el título de: “La infancia de Jesús”.

No es un libro muy extenso en el que el Papa hace una reflexión teológica (no histórica, ni dogmática o doctrinal). Ahí relata el mensaje cristiano transmitido por los evangelistas San Mateo y San Lucas dónde hablan de la infancia de Jesús, siendo la cuestión del buey y la mula una pincelada tan secundaria que nada tiene que ver con el cuerpo del libro.

Es de agrado que se lea lo que escribe el Santo Padre y a nadie deje indiferente. Pero sabemos que la clave de muchos lectores no está en el mensaje de fondo sino en el sensacionalismo superficial que pueda crear morbo y alboroto.

Se han empeñado en difundir, con categoría de noticia, “que el Papa ha dicho que hay que quitar del Belén el Buey y la Mula. Y decretar la no existencia de los Reyes Magos” entre otros.

En primer lugar Benedicto XVI habla del “establo” y dice lo siguiente: “María puso a su niño recién nacido en un pesebre” (cf. Lc 2,7). “De aquí se ha deducido, con razón, que Jesús nació en un establo, en un ambiente poco acogedor –estaríamos tentados de decir: indigno– pero que ofrecía en todo caso la discreción necesaria para el santo evento. En la región en torno a Belén, se usan desde siempre grutas como establo” (pág. 74)

El Papa en lugar del buey y la mula, habla del buey y el asno, como se habla en la tradición de la Sagrada Escritura. Así dice, Benedicto XV: “Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo testamento y Nuevo testamento relacionados entre si, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3 (El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende)” (pág. 76)

La sabia no está, como siempre, en la hojas, sino en la raíz. Lo que realmente pretende resaltar es el significado más profundo y teológico espiritual del “Belén-Pesebre” que es como “El Arca de la Alianza”. Porque del Belén-Pesebre nos trae la presencia de Dios entre los hombres. Y el “buey y el asno” representan a toda la humanidad, compuesta por los judíos (el buey) y por los gentiles, es decir, el resto de la humanidad (el asno). Dice textualmente: “Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para “el buey y el asno”, para la humanidad compuesta por judíos y gentiles” (pág. 76)

Y concluye el Papa afirmando: “Aparecen por tanto los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía (la manifestación), que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno” (pág. 76-77)