Servicio diario - 02 de diciembre de 2017


 

Bangladesh: "El sendero justo es la sabiduría que nace de la fe"
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: "La vocación se cuida con ternura humana"
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: El Papa visita a los más pobres en la Casa Madre Teresa
Rosa Die Alcolea

"Todo nuestro ministerio está dirigido a proclamar la alegría del Evangelio"
Redacción

Bangladesh: Francisco visita el cementerio y la antigua Iglesia del Rosario
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: El Papa se reúne con 16 jesuitas en Dhaka
Anita Bourdin

Migración: "Aceptar las oportunidades que tienen las ciudades de acogida"
Redacción

San Francisco Javier, 3 de diciembre
Isabel Orellana Vilches

El Papa deja Bangladesh deseando "armonía y prosperidad"
Anne Kurian


 

 

02/12/2017-12:44
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: "El sendero justo es la sabiduría que nace de la fe"

(ZENIT — 2 Dic. 2017).- "Recibimos la sabiduría cuando comenzamos a ver las cosas con los ojos de Dios, a escuchar a los demás con los oídos de Dios, a amar con el corazón de Dios y a valorar las cosas con los valores de Dios", ha dicho el Papa Francisco a los jóvenes de Bangladesh.

El último encuentro del Papa Francisco en Bangladesh ha sido con los jóvenes en el campo deportivo del Escuela ‘Notre Dame’ de Dhaka, hoy, sábado, 2 de diciembre de 2017, a las 15 horas (10 h. en Roma). Al llegar, el Santo Padre ha saludado desde el papamóvil a los siete mil jóvenes reunidos en el campo deportivo.

“Lo único que nos orienta y nos hace ir hacia adelante en el sendero justo es la sabiduría, la sabiduría que nace de la fe. No es la falsa sabiduría de este mundo” –ha afirmado Francisco–. “Es la sabiduría que se vislumbra en los ojos de los padres y de los abuelos que han puesto su confianza en Dios”.

"Para recibir esta sabiduría debemos mirar el mundo, nuestra situación, nuestros problemas, todo, con los ojos de Dios. Nosotros recibimos esta sabiduría cuando comenzamos a ver las cosas con los ojos de Dios, a escuchar a los demás con los oídos de Dios, a amar con el corazón de Dios y a valorar las cosas con los valores de Dios", ha concretado el Papa.

 

Patrimonio cultural

El Papa ha anunciado que la sabiduría de Dios nos ayuda también “a mirar más allá de nosotros mismos para contemplar la bondad de nuestro patrimonio cultural”: Vuestra cultura os enseña a respetar a los ancianos.

Asimismo, les ha alentado a vivir la “esperanza”. La sabiduría de Dios refuerza en nosotros –ha dicho el Pontífice– la esperanza y nos ayuda a afrontar el futuro con valentía. “Nosotros, cristianos, hallamos esta esperanza en el encuentro personal con Jesús en la oración y en los sacramentos, y en el encuentro concreto con él en los pobres, los enfermos, los que sufren y los abandonados”.

Mons. Subroto Howlader, de la Congregación de la Santa Cruz, Obispo de Barisal e incardinado en la Pastoral Juvenil, y el Rector de la Universidad y del Director del Escuela `Notre Dame' han recibido al Papa a su llegada al recinto.

El Santo Padre ha bendecido allí la primera piedra del nuevo edificio Universidad `Notre Dame' de Bangladesh y una placa conmemorativa.

Jóvenes bangladesíes han bailado para darle la bienvenida al Papa, le han ofrecido una canción y ha introducido el acto Mons. Gervas Rozario, Obispo de Rajshahi y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Bangladesh. Ha sido una cita colmada de cantos, danzas y testimonios de jóvenes alternados.

RD

Ofrecemos el discurso que ha pronunciado el Papa Francisco a los jóvenes:

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos jóvenes, queridos amigos, ¡buenas tardes!

Aquí estamos, ¡finalmente juntos! Os doy las gracias por vuestra cálida acogida.

Agradezco a Mons. Gervas [Rozario] sus gentiles palabras, así como los testimonios de Upasana y Anthony. Los jóvenes tenéis algo único: estáis siempre llenos de entusiasmo, y me siento rejuvenecer cada vez que os encuentro. Upasana, has hablado de esto en tu testimonio, has dicho que eres «muy entusiasta» y yo puedo verlo y sentirlo. Este entusiasmo juvenil está relacionado con el espíritu aventurero. Uno de vuestros poetas nacionales, Kazi Nazrul Islam, lo ha expresado definiendo la juventud del país como «valiente», «acostumbrada a arrebatar la luz del vientre de la oscuridad». Los jóvenes están siempre listos para ir hacia adelante, hacer que todo suceda y arriesgar. Os animo a continuar con ese entusiasmo en las circunstancias buenas y malas. Ir hacia adelante, especialmente en aquellos momentos en los que os sentís oprimidos por los problemas y la tristeza y, mirando alrededor, parece que Dios no aparece en el horizonte.

Pero, avanzando, aseguraos de elegir el sendero justo. ¿Qué significa esto? Esto significa saber «viajar» en la vida, y no «vagar» sin rumbo. Nuestra vida tiene una dirección; tiene un fin que nos ha dado Dios. Él nos guía, orientándonos con su gracia. Es como si hubiese colocado dentro de nosotros un software, que nos ayuda a discernir su programa divino y a responderle con libertad. Pero, como todo software, necesita también ser actualizado constantemente. Tened actualizado vuestro programa, escuchando al Señor y aceptando el desafío de hacer su voluntad.

Anthony, te has referido a este desafío en tu testimonio cuando has dicho que sois hombres y mujeres que estáis «creciendo en un mundo frágil que exige sabiduría». Has usado la palabra «sabiduría» y, haciéndolo, nos has proporcionado la clave. Cuando se pasa de «viajar» a «vagar sin rumbo», toda la sabiduría se pierde. Lo único que nos orienta y nos hace ir hacia adelante en el sendero justo es la sabiduría, la sabiduría que nace de la fe. No es la falsa sabiduría de este mundo. Es la sabiduría que se vislumbra en los ojos de los padres y de los abuelos que han puesto su confianza en Dios. Como cristianos, podemos ver en sus ojos la luz de la presencia de Dios, la luz que han descubierto en Jesús, que es la misma sabiduría de Dios (cf. 1 Co 1,24). Para recibir esta sabiduría debemos mirar el mundo, nuestra situación, nuestros problemas, todo, con los ojos de Dios. Nosotros recibimos esta sabiduría cuando comenzamos a ver las cosas con los ojos de Dios, a escuchar a los demás con los oídos de Dios, a amar con el corazón de Dios y a valorar las cosas con los valores de Dios.

Esta sabiduría nos ayuda a reconocer y a rechazar las falsas promesas de felicidad. Una cultura que hace falsas promesas no puede liberar, sólo conduce a un egoísmo que nos llena el corazón de oscuridad y amargura. La sabiduría de Dios, en cambio, nos ayuda a saber cómo acoger y aceptar a aquellos que actúan y piensan de manera diferente a la nuestra. Es triste cuando comenzamos a cerrarnos en nuestro pequeño mundo y nos replegamos sobre nosotros mismos. Entonces hacemos nuestro el principio de «o como digo yo o adiós» y quedamos atrapados, encerrados en nosotros mismos. Cuando un pueblo, una religión o una sociedad se convierten en un «pequeño mundo», pierden lo mejor que tienen y caen en una mentalidad presuntuosa, la del «yo soy bueno, tú eres malo». Upasana, tú has evidenciado las consecuencias de este modo de pensar, cuando has dicho: «Perdemos la dirección y nos perdemos a nosotros mismos» y «la vida se nos vuelve absurda». La sabiduría de Dios nos abre a los demás. Nos ayuda a mirar más allá de nuestras comodidades personales y de las falsas seguridades que nos convierten en ciegos frente a los grandes ideales que hacen la vida más bella y digna de ser vivida.

Me alegra que junto a nosotros los católicos, estén muchos jóvenes amigos musulmanes y de otras religiones. Al encontraros juntos hoy aquí mostráis vuestra determinación de promover un clima de armonía, donde se tiende la mano a los otros, a pesar de vuestras diferencias religiosas. Esto me recuerda una experiencia que tuve en Buenos Aires, en una parroquia nueva situada en una zona sumamente pobre. Un grupo de estudiantes estaba construyendo algunos locales para la parroquia y el sacerdote me había invitado a ir a encontrarme con ellos. Entonces fui y cuando llegué a la parroquia el sacerdote me los presentó uno a uno, diciendo: «Este es el arquitecto —es judío—, este es comunista, este es católico practicante» (Saludo a los jóvenes del Centro cultural P. F. Varela, La Habana, 20 septiembre 2015). Esos estudiantes eran todos distintos, pero todos estaban trabajando por el bien común. Estaban abiertos a la amistad social y determinados a decir «no» a todo lo que hubiera podido desviarlos del propósito de estar juntos y de ayudarse los unos a los otros.

La sabiduría de Dios nos ayuda también a mirar más allá de nosotros mismos para contemplar la bondad de nuestro patrimonio cultural. Vuestra cultura os enseña a respetar a los ancianos. Como he dicho antes, los ancianos nos ayudan a apreciar la continuidad de las generaciones. Llevan consigo la memoria y la sabiduría experiencial, que nos ayuda a evitar repetir los errores del pasado. Los ancianos tienen «el carisma de colmar las distancias», en cuanto aseguran que los valores más importantes se transmitan a los hijos y a los nietos. A través de sus palabras, su amor, su afecto, su presencia, comprendemos que la historia no ha iniciado con nosotros, sino que somos parte de un antiguo «viajar» y que la realidad es más grande que nosotros mismos. Hablad con vuestros padres y abuelos, ¡no os paséis todo el día con el teléfono, ignorando el mundo que os rodea!

Upasana y Anthony, habéis terminado vuestros testimonios con palabras de esperanza. La sabiduría de Dios refuerza en nosotros la esperanza y nos ayuda a afrontar el futuro con valentía. Nosotros, cristianos, hallamos esta esperanza en el encuentro personal con Jesús en la oración y en los sacramentos, y en el encuentro concreto con él en los pobres, los enfermos, los que sufren y los abandonados. En Jesús descubrimos la solidaridad de Dios, que camina constantemente a nuestro lado.

Queridos jóvenes, queridos amigos, mirando vuestros rostros me lleno de alegría y de esperanza; alegría y esperanza por vosotros, por vuestro país, por la Iglesia y por vuestras comunidades. Que la sabiduría de Dios siga inspirando vuestro esfuerzo por crecer en el amor, en la fraternidad y en la bondad. Al dejar hoy vuestro país, os aseguro mi oración para que todos podáis continuar creciendo en el amor a Dios y al prójimo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

¡Dios bendiga a Bangladesh! [Isshór Bangladeshké ashirbád korúny

© Librería Editorial Vaticano

 

 

02/12/2017-06:42
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: "La vocación se cuida con ternura humana"

(ZENIT — 2 Dic. 2017). "Yo soy el brote. Es Dios quien da el crecimiento" —ha planteado el Papa Francisco— "¿Y yo que tengo que hacer? Regarla, regarla para que eso crezca y llegue a esa plenitud del espíritu".
1.500 sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y novicias esperaban con gran ilusión al Papa Francisco en la Iglesia del Santo Rosario, Iglesia Catedral de la Archidiócesis de Chittagong. A su llegada a las 10:45 hora local (5:45 h. en Roma), el Papa fue acompañado al interior de la Iglesia por Mons. Romen Boiragi, Obispo de Khulna, párroco y presidente de la asociación de religiosos de Bangladesh.

El encuentro, celebrado en un ambiente de alegría y fraternidad, comenzó con un canto de bienvenida y la primera intervención fue la de Mons. Moses M. Costa, Arzobispo de Chittagong, de la Congregación de la Santa Cruz.

Después, ofrecieron sus testimonios un sacerdote, un misionero, una hermana, un religioso y un seminarista.

A continuación, el Santo Padre ha pronunciado un discurso improvisado a los presentes. Al término del encuentro, después de una oración mariana, el rezo del 'Padre Nuestro' y la bendición final, el Papa Francisco ha visitado el cementerio parroquial y la antigua iglesia del Santo Rosario.

 

Brote

El Papa habló en primer lugar del "brote": "Si brota lo que está adentro de la tierra, esa es la semilla. La semilla no es ni tuya ni mía, la semilla la siembra Dios. Y es Dios es que da el crecimiento. Yo soy el brote, cada uno de nosotros puede decir. Sí, pero no por mérito tuyo" —ha planteado Francisco— "¿Y yo que tengo que hacer? Regarla, regarla para que eso crezca y llegue a esa plenitud del espíritu".

"¿Cómo se puede regar esta semilla?

Cuidándola. Cuidando la semilla y cuidando el brote que empieza a crecer. Cuidando la vocación que hemos recibido. Como se cuida a un niño, como se cuida a un anciano. La vocación se cuida con ternura humana", ha indicado el Santo Padre.

El Papa exhortó a "cuidar con ternura" porque cada hermano del presbiterio, cada hermano de la conferencia episcopal, cada hermano o hermana de la congregación religiosa, cada hermano seminarista "es una semilla de Dios, y Dios la mira con ternura de padre".

"Cuidar el brote, el brote de la buena semilla, e ir viendo como crece, e ir viendo como se distingue de la mala semilla y de la mala hierba", ha aconsejado el Santo Padre.

 

"Espíritu de chisme"

La segunda idea que el Papa ha compartido con los religiosos, sacerdotes y seminaristas es que "en este jardín del Reino de Dios no hay solamente un brote, hay miles y miles de brotes, todos nosotros somos brotes, y no es fácil hacer comunidad, no es fácil". Ha añadido que siempre las pasiones humanas, los defectos, etc, "amenazan la vida comunitaria, amenazan la paz".

Nosotros ayer dimos gracias ayer "por el ejemplo que da Bangladesh en el diálogo interreligioso", ha señalado el Pontífice. Bangladesh es uno de los mejores ejemplos de armonía religiosa, ha declarado Su Santidad. "Si ayer dijimos esto sobre el diálogo interreligioso, ¿vamos a hacer lo contrario dentro de nuestra fe, dentro de nuestras comunidades? Ahí también Bangladesh tiene que ser un ejemplo de la armonía".

El enemigo de la armonía —ha dicho el Papa— es "el espíritu de chisme". "Es terrorismo, terrorismo": "Porque el que va a hablar mal de otro, habla a escondidas, tira la bomba y se va", ha explicado. "Cuando tengas ganas de hablar mal de otro, muérdete la lengua, lo más normal es que te hinche".

Francisco ha aclarado: "Puedes hacer dos cosas: Primera, si es posible, porque no siempre es posible, decírselo a la persona. Jesús nos da ese consejo. (...) Si no puedo decírselo a él, díselo a alguien que pueda poner remedio, en privado, en caridad".

 

La alegría de servir a Dios

El tercer punto que Francisco ha destacado en su discurso es la "alegría". En esta línea, ha exhortado: "Procurar tener, pedir, y tener espíritu de alegría. Sin alegría no se puede servir a Dios".

Y ha contado a los religiosos: "Cuando me encuentro con monjas ancianas o monjes ancianos que han vivido mucho, los ojos son indescriptibles, llenos de alegría. (...) Tienen unos ojos pícaros, brillantes porque tienen la sabiduría del Espíritu Santo".

En el encuentros estuvieron presentes algunos obispos y cardenales. Entre otros, el Cardenal Mons. Pietro Parolin, Secretario de Estado, Mons. Fernando Filoni (Evangelización de los Pueblos), Mons. Oswald Gracias (Bombay, India, Presidente de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia), y Mons. Angelo Becciu, Sustituto del Secretario de Estado.

*Texto de la intervención improvisada del Papa Francisco en el encuentro (2 de diciembre de 2017)

 

 

02/12/2017-07:59
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: El Papa visita a los más pobres en la Casa Madre Teresa

(ZENIT — 2 Dic. 2017).- En su tercer y último día en Bangladesh, el Papa Francisco ha realizado una visita privada a la Casa Madre Teresa de Tejgaon a las 10 horas (5 h. en Roma), donde ha conocido a las Misioneras de la Caridad de Bangladesh y a las personas enfermas y niños que atienden, "los más pobres de entre los pobres", el lema de las Misioneras.

A su llegada a la Casa de Tejgaon, dos pequeñas agarraron la mano del Papa Francisco para acompañarle a entrar en la casa, donde el Pontífice saludó a cada enfermo, cama por cama, mientras saludaba a las misioneras: “Siento una gran ternura cuando me encuentro con religiosas ancianas o sacerdotes que han vivido su vida sirviendo plenamente a los demás con alegría y paz” y cuyos ojos son “indescriptibles”, apunta el diario ABC.

Esta Casa de Madre Teresa fue inaugurada en 1976, indica Radio Vaticano: es la más pequeña de las estructuras dirigidas por las Misioneras de la Caridad en Dhaka. Fue elegida por la propia Madre Teresa para ser su base de operaciones en Bangladesh.

Una casa en la que las Misioneras de ‘sari’ blanco y azul acogen y cuidan a los enfermos y los huérfanos, también a las personas discapacitadas físicas o mentales, en una ciudad con millones de pobres como es Dhaka. Además, es una casa especial, ya que la Madre Teresa se alojaba en ella cuando visitaba Dhaka, capital del país vecino a la India.

En Dhaka hay tres casas de las Misioneras de la Caridad: una de ellas dedicada a la acogida de niñas-madre desde que la abrieron como hogar de las “heroínas”, adolescentes y mujeres embarazadas por violación de soldados pakistaníes durante la guerra de independencia en 1971.

 

Bengala

Bangladesh es país fronterizo con India, siendo Calcuta la ciudad que vio nacer la orden misionera de la santa Madre Teresa, conocida como "Teresa de Calcuta", canonizada por el Papa Francisco el 4 de septiembre de 2016. (Resumen de la homilía del Papa en la canonización).

Bangladesh, que perteneció a la India hasta 1971, se sitúa en la misma región que Calcuta, en Bengala, ubicada al noreste del Subcontinente Indio. Actualmente, la región está dividida en dos partes: la República de Bangladesh y Bengala Occidental, que incluye Calcuta.

 

Regalo del Papa

Francisco ha donado a la Casa Madre Teresa de Tejgaon un retrato de la Madre Teresa de Calcuta, realizado en el año del Jubileo de la Misericordia por el maestro Barnapá.

La imagen testimonia con su fuerza expresiva "como la mirada de la fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad era simplemente desarmante, pero tan llena de una fuerza interior excepcional", señala la Oficina de Prensa del Vaticano.

La casa donde permanecerá la pintura es la más pequeña de las que las Hermanas Misioneras de la Caridad administran en Dhaka y fue elegida por la Madre Teresa para residir durante sus estancias en la ciudad.

 

 

02/12/2017-14:22
Redacción

"Todo nuestro ministerio está dirigido a proclamar la alegría del Evangelio"

(ZENIT — 2 Dic. 2017).- Reflexionando sobre el Santo Rosario, que da nombre a la Iglesia donde se ha celebrado el encuentro, el Papa ha dicho: "El Rosario nos llena de alegría por el triunfo de Cristo sobre la muerte, su ascensión a la derecha del Padre y la efusión del Espíritu Santo sobre el mundo. Todo nuestro ministerio está dirigido a proclamar la alegría del Evangelio".

Discurso del Papa Francisco en el encuentro con los sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados, seminaristas y novicias, celebrado el sábado, 2 de diciembre de 2017 a las 15:20 horas (10:20 h. en Roma) en la Iglesia del Santo Rosario, en Dhaka, Bangladesh.

Asimismo, Francisco ha expresado que "Encarnamos esta compasión cuando acompañamos a las personas, especialmente a quienes pasan por momentos de sufrimiento y de prueba, y les ayudamos a encontrar a Jesús".

"La Comunidad católica en Bangladesh es pequeña" —ha observado el Papa—. Pero sois como el grano de mostaza que Dios hace germinar a su tiempo. Me alegro de ver cómo este grano está creciendo y de ser testigo directo de la profunda fe que Dios os ha dado (cf. Mt 13,31-32). Pienso en los misioneros y fieles solícitos que han plantado y cuidado este grano de fe durante casi cinco siglos.

 

Discurso del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Estoy muy contento de estar con vosotros. Agradezco al Arzobispo Moses [Costa] el saludo afectuoso que me ha dirigido en nombre de todos. Doy las gracias especialmente a quienes han ofrecido su testimonio, compartiendo con nosotros su amor a Dios.

Expreso también mi gratitud al Padre Mintu [Palma] por haber compuesto la oración que en unos momentos recitaremos a la Virgen. Como Sucesor de Pedro es mi deber confirmaros en la fe. Pero quisiera que sepáis que hoy, a través de vuestras palabras y vuestra presencia, también vosotros me confirmáis a mí en la fe y me dais una gran alegría.

La Comunidad católica en Bangladesh es pequeña. Pero sois como el grano de mostaza que Dios hace germinar a su tiempo. Me alegro de ver cómo este grano está creciendo y de ser testigo directo de la profunda fe que Dios os ha dado (cf. Mt 13,31¬32). Pienso en los misioneros y fieles solícitos que han plantado y cuidado este grano de fe durante casi cinco siglos. En breve visitaré el cementerio y rezaré por estos hombres y mujeres que con tanta generosidad han servido a esta Iglesia local. Volviendo la mirada a vosotros, veo misioneros que continúan esta santa obra. Veo también muchas vocaciones nacidas en esta tierra; son un signo de las gracias con las que el Señor la está bendiciendo. Estoy particularmente contento por la presencia entre nosotros de las monjas de clausura, y por sus oraciones.

Es bueno que nuestro encuentro tenga lugar en esta antigua iglesia del Santo Rosario. El Rosario es una magnífica meditación sobre los misterios de la fe que son la savia vital de la Iglesia, una oración que forja la vida espiritual y el servicio apostólico. Tanto si somos sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas o novicios, la oración del Rosario nos estimula a dar nuestra vida totalmente a Cristo, en unión con María. Nos invita a participar en la disponibilidad de María hacia Dios en el momento de la anunciación, en la compasión de Cristo por toda la humanidad cuando está clavado en la cruz y en la alegría de la Iglesia cuando recibe del Señor resucitado el don del
Espíritu Santo.

La disponibilidad de María. ¿Ha existido en la historia una persona más disponible que María, como vemos en la anunciación? Dios la preparó para aquel momento y ella respondió con amor y confianza. Así también el Señor nos ha preparado a cada uno de nosotros y nos ha llamado por nuestro nombre. Responder a esa llamada es un proceso que dura toda la vida. Cada día estamos llamados a aprender a ser más disponibles al Señor en la oración, meditando sus palabras y buscando discernir su voluntad. Sé que el trabajo pastoral y el apostolado demandan mucho de vosotros, y que vuestras jornadas frecuentemente son largas y os dejan cansados. Pero no podemos llevar el nombre de Cristo o participar en su misión sin ser sobre todo hombres y mujeres enraizados en el amor, encendidos por el amor, a través del encuentro personal con Jesús en la Eucaristía y en la Sagrada Escritura. Padre Abel, tú nos has recordado esto cuando has hablado de la importancia de fomentar una relación íntima con Jesús, porque allí experimentamos su misericordia y obtenemos una energía renovada para servir a los demás.

La disponibilidad por el Señor nos permite ver el mundo a través de sus ojos y ser así más sensibles a las necesidades de aquellos a los que servimos. Comenzamos a comprender sus esperanzas y sus alegrías, sus miedos y sus dificultades, vemos más claramente los muchos talentos, carismas y dones que aportan para edificar la Iglesia en la fe y en la santidad. Hermano Lawrence, cuando hablabas de tu eremitorio, nos has ayudado a comprender la importancia de preocuparnos de las personas para saciar su sed espiritual. Que todos vosotros podáis ser, con la gran variedad de vuestros apostolados, una fuente de descanso espiritual y de inspiración para aquellos a los que servís, para que sean capaces de compartir cada vez más sus dones, haciendo así posible que avance la misión de la Iglesia.

La compasión de Cristo. El Rosario nos introduce en la meditación de la pasión y muerte de Jesús. Entrando más profundamente en estos misterios de dolor, llegamos a conocer su fuerza salvífica y somos confirmados en la llamada a participar en ellos con nuestras vidas, con la compasión y el don de sí. El sacerdocio y la vida religiosa no son carreras. No son vehículos para avanzar. Son un servicio, una participación en el amor de Cristo que se sacrifica por su grey. Conformándonos cada día con aquel que amamos, llegamos a apreciar el hecho de que nuestras vidas no nos pertenecen. No somos más nosotros que vivimos, sino Cristo que vive en nosotros (cf. Ga 2,20).

Encarnamos esta compasión cuando acompañamos a las personas, especialmente a quienes pasan por momentos de sufrimiento y de prueba, y les ayudamos a encontrar a Jesús. Padre Franco, gracias por haber puesto de relieve este aspecto: cada uno de nosotros está llamado a ser un misionero, llevando el amor misericordioso de Cristo a todos, de modo especial a cuantos se encuentran en las periferias de nuestra sociedad. Estoy agradecido particularmente porque de diversas maneras muchos de vosotros estáis comprometidos en distintas áreas de promoción social, sanidad y educación, sirviendo en sus necesidades a vuestras comunidades locales y a tantos inmigrantes y refugiados que llegan al país. Vuestro servicio a la comunidad humana más amplia, en particular hacia quienes se encuentran en mayor necesidad, es muy importante para edificar una cultura del encuentro y la solidaridad.

La alegría de la Iglesia. Por último, el Rosario nos llena de alegría por el triunfo de Cristo sobre la muerte, su ascensión a la derecha del Padre y la efusión del Espíritu Santo sobre el mundo. Todo nuestro ministerio está dirigido a proclamar la alegría del Evangelio. En la vida y en el apostolado, somos todos bien conscientes de los problemas del mundo y de los sufrimientos de la humanidad, pero no perdemos nunca la confianza en el amor de Cristo que con su fuerza prevalece sobre el mal y sobre el Príncipe de la mentira, que busca engañarnos. Nunca os dejéis desanimar por vuestras deficiencias o por los desafíos del ministerio. Si permanecéis disponibles al Señor en la oración y perseveráis ofreciendo la compasión de Cristo a vuestros hermanos y hermanas, entonces el Señor colmará vuestros corazones de la reconfortante alegría de su Espíritu Santo.

Hermana Mary Chandra, has compartido con nosotros el gozo que brota de tu vocación religiosa y del carisma de tu Congregación. Marcelius, también tú nos has hablado del amor que tú y tus compañeros de seminario tenéis por la vocación al sacerdocio. Ambos nos habéis recordado que todos estamos llamados a renovar y a profundizar cada día nuestra alegría en el Señor, esforzándonos por imitarlo cada vez más plenamente. Al principio nos puede parecer arduo, sin embargo colma nuestros corazones de alegría espiritual. Porque cada día se convierte en una oportunidad para recomenzar, para responder nuevamente al Señor. No os desaniméis nunca, porque la paciencia del Señor es para nuestra salvación (cf. 2 P 3,15). ¡Alegraos siempre en el Señor!

Queridos hermanos y hermanas, os agradezco vuestra fidelidad en el servicio a Cristo y su Iglesia a través del don de vuestra vida. Os aseguro a todos vosotros mi oración y os la pido por mí. Dirijámonos ahora a María Santísima, Reina del Santo Rosario, pidiéndole que nos alcance la gracia de crecer en santidad y de ser siempre testigos alegres de la fuerza del Evangelio, para llevar a nuestro mundo sanación, reconciliación y paz.

 

El Papa pronunció un discurso improvisado, entregando al Cardenal Mons. Patrick D'Rozario el que tenía preparado y ofrecemos en las líneas anteriores.

 

Discurso del Papa Francisco (improvisado)

Queridos hermanos y hermanas:

Gracias al arzobispo Mosés Costa por su introducción y gracias por las intervenciones de ustedes. Acá les he preparado un discurso de ocho páginas. ¡Pero nosotros vinimos aquí a escuchar al Papa, no a aburrirnos!

Por eso, para no aburrirnos, le voy a dar este discurso al señor Cardenal. Él lo va a hacer traducir al bengalí y yo les voy a decir lo que se me ocurre ahora.

No sé si será mejor o peor, pero les aseguro que va a ser menos aburrido. Cuando iba entrando y saludándolos a ustedes, me vino una imagen del profeta Isaías. Precisamente, la primera lectura que leeremos el próximo martes. En aquellos días surgirá un pequeño brote de la Casa de Israel. Ese brote crecerá, crecerá, y llenará con el Espíritu de Dios: Espíritu de sabiduría, de inteligencia, de ciencia, de piedad, de temor de Dios. Isaías, de alguna manera, describe ahí lo pequeño y lo grande de la vida de fe. De la vida de servicio a Dios. Y, hablando de vida de fe y servicio a Dios, les incluye a ustedes porque son hombres y mujeres de fe. Y que sirven a Dios.

Empecemos por el brote. Sí, brota lo que está adentro, lo que está dentro de la tierra. Y esa es la semilla. La semilla no es ni tuya, ni tuya, ni mía. La semilla la siembra Dios y es Dios el que da el crecimiento. Yo soy el brote, cada uno de nosotros puede decir. Sí, pero no por mérito tuyo, sino de la semilla que te hace crecer.

¿Y yo qué tengo que hacer? Regarla. Regarla. Para que eso crezca y llegue a esa plenitud del espíritu. Es lo que ustedes tienen que dar como testimonio. ¿Cómo se puede regar esta semilla? Cuidándola. ¡Cuidando la semilla y cuidando el brote que empieza a crecer! Cuidar la vocación que hemos recibido. Como se cuida a un niño, como se cuida a un enfermo, como se cuida a un anciano. La vocación se cuida con ternura humana. Si en nuestras comunidades, si en nuestros presbiterios falta esa dimensión de ternura humana, el brote queda chiquito, no crece, y quizá se seque. Cuidar con ternura. Porque cada hermano del presbiterio, cada hermano de la Conferencia Episcopal, cada hermano o hermana de mi comunidad religiosa, cada hermano seminarista, es una semilla de Dios. Y Dios la mira con ternura de padre. Es verdad que de noche viene el enemigo y tira otras semillas. Y se corre el riesgo de que la buena semilla quede ahogada por la mala semilla.

Qué fea que es la cizaña en los presbiterios... qué fea es la cizaña en las conferencias episcopales... qué fea es la cizaña en las comunidades religiosas y en los seminarios. Cuidar el brote, el brote de la buena semilla, e ir viendo cómo crece. E ir viendo cómo se distingue de la mala semilla y de la mala yerba. Uno de ustedes —creo que fue Marcel—dijo: «Ir discerniendo cada día para ver cómo crece mi vocación». Cuidar es discernir. Y darse cuenta de que la planta que crece, si va por este lado y la veo todos los días, crece bien. Si va por este otro lado y la descuido, crece mal. Y darme cuenta cuándo está creciendo mal o cuándo hay compañías o amigos o personas o situaciones que amenazan el crecimiento. Discernir... y solamente se discierne cuando uno tiene un corazón orante. Orar. Cuidar es orar. Es pedirle a quien plantó la semilla que me enseñe a regarla. Y si yo estoy en crisis, o me quedo dormido, que la riegue un tiempito por mí.

Orar es pedirle al Señor que nos cuide. Que nos dé la ternura que nosotros tenemos que dar a los demás. Esta es la primera idea que les quería dar. La idea de cuidar esa semilla para que el brote crezca hasta la plenitud de la sabiduría de Dios. Cuidarla con la atención, cuidarla con la oración, cuidarla con el discernimiento. Cuidarla con ternura. Porque así nos cuida Dios: con ternura de padre.

La segunda idea que me viene es que en este jardín del Reino de Dios no hay solamente un brote. Hay miles y miles de brotes; todos nosotros somos brotes. Y no es fácil hacer comunidad. No es fácil. Siempre las pasiones humanas, los defectos, las limitaciones, amenazan la vida comunitaria. Amenazan la paz. La comunidad de la vida consagrada, la comunidad del seminario, la comunidad del presbiterio y la comunidad de la Conferencia Episcopal tienen que saber defenderse de todo tipo de división. Nosotros ayer agradecimos a Dios por el ejemplo que da Bangladesh en el diálogo interreligioso. Y citamos… uno de los que habló citó una frase del cardenal Tauran, cuando dijo que Bangladesh es el mejor ejemplo de armonía en el diálogo interreligioso. [APLAUSO] El aplauso es para el cardenal Tauran. Si ayer dijimos esto del diálogo interreligioso, ¿vamos a hacer lo contrario en el diálogo dentro de nuestra fe, de nuestra confesión católica, de nuestras comunidades? Ahí también Bangladesh tiene que ser ejemplo de armonía.

Hay muchos enemigos de la armonía. Hay muchos. A mí me gusta mencionar uno, que basta como ejemplo. Quizás alguno me puede criticar porque soy repetitivo, pero para mí es fundamental: el enemigo de la armonía en una comunidad religiosa, en un presbiterio, en un episcopado, en un seminario, es el espíritu del chisme.

Y esto no es novedad mía. Hace dos mil años lo dijo un tal Santiago en una carta que escribió a la Iglesia. La lengua, hermanos y hermanas, la lengua. Lo que destruye una comunidad es el hablar mal de otros. El subrayar los defectos de los demás. Pero no decírselo a él, decírselo a otros, y así crear un ambiente de desconfianza, un ambiente de recelo, un ambiente en el que no hay paz y hay división. Hay una cosa que me gusta decirla como imagen de lo que es el espíritu del chisme: es terrorismo. Terrorismo.

Porque el que va a hablar mal de otro no lo dice públicamente. El que es terrorista no dice públicamente «soy terrorista». El que va a hablar mal de otro va a escondidas, habla con uno, tira la bomba y se va. Y la bomba destruye. Él se va lo más tranquilo, lo más tranquila, a tirar otra bomba. Querida hermana, querido hermano, cuando tengas ganas de hablar mal de otro muérdete la lengua. Lo más probable es que se te hinche, pero no harás daño a tu hermano o a tu hermana.

El espíritu de división. Cuántas veces en las cartas de san Pablo leemos el dolor que tenía san Pablo cuando en la Iglesia entraba ese espíritu. Claro, ustedes me pueden preguntar: «Padre, pero si yo veo un defecto en un hermano, en una hermana, y lo quiero corregir, o quiero decirle, y no puedo tirar la bomba, ¿qué hago?». Puedes hacer dos cosas, no te las olvides nunca: primera, si es posible —porque no siempre es posible— decírselo a la persona. Cara a cara. Jesús nos da ese consejo. Es verdad que alguno de ustedes me puede decir: «No, que no se puede, padre, porque es una persona complicada». Como vos, complicado. Está bien. Puede ser que no convenga por prudencia. Segundo principio: si no puedes decírselo a él, díselo a quien pueda poner remedio. Y a ninguno más. O lo decís de frente, o se lo decís a quien puede poner remedio, ¡pero en privado! Con caridad. Cuántas comunidades —no hablo de oídas... hablo de lo que vi—, cuántas comunidades he visto destruirse por el espíritu del chisme. Por favor, muérdanse la lengua a tiempo.

Y lo tercero que quisiera mencionar, por lo menos no es tan aburrido. Después, lo aburrido lo van a tener ahí en el texto. Es procurar tener —pedir y tener— espíritu de alegría. Sin alegría no se puede servir a Dios. Yo le pregunto a cada uno de ustedes, pero se lo contestan adentro, no en voz alta: «¿Qué tal tu alegría?». Les aseguro que da mucha pena cuando uno encuentra sacerdotes, consagrados, consagradas, seminaristas, obispos, amargados. Con una cara triste, que a uno le da ganas de preguntarle: «¿Cómo fue tu desayuno hoy? ¿Qué tomaste, vinagre?». Cara de vinagre. O esa amargura del corazón, cuando viene la semilla mala y dice: ¡ah, mira! A este lo hicieron superior, a esta la hicieron superiora, a este lo hicieron obispo, y a mí me dejan de lado. Ahí no hay alegría. Santa Teresa, la grande, santa Teresa tiene —es una maldición— una frase que es una maldición. Se la dice a sus monjas: ay de la monja que dice haciéronme sinrazón (injusticia). Usa una palabra castellana: sinrazón. O sea, me hicieron algo que no es razonable. Cuando ella, decía, encontraba monjas que estaban lamentándose porque no me dieron lo que me debían dar, o no me ascendieron, o no me hicieron priora... por mal camino va. Alegría. Alegría aún en los momentos difíciles. Esa alegría que si no puede ser risa, porque es mucho dolor, es paz. Me viene una escena de la otra Teresa, la chica. Teresa del Niño Jesús. Ella tenía que acompañar todas las noches al refectorio a una monja vieja inaguantable, de mal genio, muy enferma, pobrecita, que se quejaba de todo. Y que si la tocaba de acá, «no, que me duele»; que si la tocaba de allá, lo mismo... y así la tenía que acompañar al refectorio. Una noche, mientras la acompañaba por el claustro, sintió de un palacio vecino la música de una fiesta. La música de gente que se divertía bien, gente buena, como ella lo había hecho y lo había visto hacer a sus hermanas, y se imaginó a la gente que bailaba, y ella dijo: «Mi gran alegría es esta, no la cambio por otra». Aun en los momentos de problemas, de dificultad en la comunidad, tener que tolerar a veces a un superior o una superiora un poquito rara. Aún en esos momentos, decir: «Contento, Señor, contento». Como decía san Alberto Hurtado.

La alegría del corazón. Les aseguro que a mí me da mucha ternura cuando me encuentro con sacerdotes, obispos o monjas ancianos que han vivido con plenitud la vida. Los ojos son indescriptibles. Están llenos de alegría y de paz. Los que no vivieron así la vida, Dios es bueno, Dios los cuida, pero les falta ese brillo en los ojos que tienen los que fueron alegres en la vida. Traten de buscar —sobre todo se ve más en las mujeres—, traten de buscar en las monjas viejas, esas monjitas que toda su vida estuvieron sirviendo, con mucha alegría y paz, tienen unos ojos pícaros, brillantes. Porque tienen la sabiduría del Espíritu Santo. El pequeño brote, en esos viejos y esas viejas, se hizo la plenitud de los siete dones del Espíritu Santo. Acuérdense de esto el martes, cuando escuchen la lectura en la Misa. Y pregúntense a sí mismos: ¿Cuido el brote? ¿Riego el brote? ¿Cuido el brote en los demás? ¿Tengo miedo de ser terrorista y, por lo tanto, no hablo nunca mal de los demás y me abro al don de la alegría? A todos ustedes les deseo que, cuando —como el buen vino— la vida los madure hacia el final, los ojos brillen de picardía, de alegría y de plenitud del Espíritu Santo. Recen por mí, como yo rezo por ustedes.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

02/12/2017-10:27
Rosa Die Alcolea

Bangladesh: Francisco visita el cementerio y la antigua Iglesia del Rosario

(ZENIT — 2 Dic. 2017).- Al término del encuentro con los seminaristas, religiosos y sacerdotes, a las 11:45 hora local (6:45 h. en Roma), el Papa Francisco ha visitado el cementerio parroquial y la antigua Iglesia del Santo Rosario, en esta última jornada del Santo Padre en Bangladesh.

El Papa ha recorrido en silencio el cementerio de la parroquia, donde están enterrados muchos religiosos, ha permanecido en oración silenciosa, y ha encendido una vela.

Después, el Papa ha entrado a la antigua Iglesia del Santo Rosario, fundada por los misioneros portugueses en 1677, ahora convertida ahora en la Capilla de Adoración Perpetua.

A su llegada, el Santo Padre ha sido recibido por Mons. Sebastian Tudu, Obispo de Dinajpur, y de la Superiora General y la Superiora del Instituto que sostiene el orfanato próximo a la capilla.

En el interior hay alrededor de 200 huérfanos y algunas monjas que se ocupan de ellos. Al final de esta visita, después de la bendición, el Papa ha bendecido a los niños, y ha regresado a la Nunciatura Apostólica de Dhaka, donde ha almorzado con sus hermanos de la delegación para el viaje.

 

Saludo a los niños

El Papa ha dicho a los niños del orfanato: "Os saludo y os doy las gracias por esta alegría, por esta acogida. Muchas gracias a vosotros.

Y quisiera pediros una cosa: rezad por mí. ¿Me lo prometéis? ["¡Sí!"] Ah, muy bien. Y quisiera haceros una sugerencia, quisiera daros un consejo. Por la noche, antes de iros a dormir, rezad un Ave María a la Virgen. Cada noche, antes de iros a la cama, rezad a la Virgen un Ave María. ¿Lo haréis? ["¡Sí!"]

Y ahora recemos a la Virgen todos juntos.

Dios te salve, María...

© Librería Editorial Vaticano

 

 

02/12/2017-11:12
Anita Bourdin

Bangladesh: El Papa se reúne con 16 jesuitas en Dhaka

(ZENIT — 2 Dic. 2017).- El Papa Francisco se ha encontrado con 16 jesuitas en Bangladesh, en Dhaka, el viernes, 1 de diciembre 2017, indica el padre jesuita Antonio Spadaro, director de la Civiltá Cattolica, quien participó en el encuentro, junto con el traductor del Santo Padre.

Los jesuitas se sentaron en círculo alrededor del Papa y le hicieron preguntas. En la reunión surgieron preguntas, respuestas, reflexiones, humor, recuerdos, perspectivas de futuro, y sesión de fotos, narra el padre Antonio Spadaro, autor de las fotografías.

Vemos en las fotos al Papa Francisco particularmente sonriente y relajado, e incluso estallando en carcajadas. Una reunión fraternal después de "días difíciles", como dijo el cardenal Charles Bo en Myanmar.

 

 

02/12/2017-06:58
Redacción

Migración: "Aceptar las oportunidades que tienen las ciudades de acogida"

(ZENIT — 1 Dic. 2017).- La Santa Sede, a través de la Oficina de Prensa, dio a conocer en un comunicado las opiniones vertidas sobre el tema: "Contribuciones y beneficios mutuos: integración de los migrantes en las sociedades de acogida", que se llevó a cabo como un evento especial, junto con la 108a Sesión del Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Ofrecemos el texto completo de este comunicado de prensa.

 

Comunicado de prensa

Contribuciones mutuas y beneficios: integración de migrantes en sociedades de acogida

El 30 de noviembre de 2017, la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales en Ginebra, la Misión Permanente de Observación de la Orden de Malta ante las Naciones Unidas en Ginebra, la Comisión Internacional de Migración Católica y la Fundación Cáritas Veritate , organizó un evento especial junto con la 108° Sesión del Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), sobre el tema: "Contribuciones y beneficios mutuos: integración de los migrantes en las sociedades de acogida". Un folleto que incluye el Mensaje del Papa Francisco para el Día Mundial de los Migrantes y
Refugiados 2018, y los 20 Puntos de Acción para los Refugiados y Migrantes que la Santa Sede presentó como contribución oficial a El Pacto Global, fue distribuido a todos los participantes. Su Eminencia el Cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de München y Freising, Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y Presidente de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea, pronunció el discurso de apertura. El evento fue moderado por Su Excelencia el Arzobispo Ivan Jurkovi?, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras Organizaciones Internacionales en Ginebra. Un gran número de Delegaciones, Agencias de las Naciones Unidas y ONG copatrocinaron y asistieron a la reunión, entre otros; Argentina, Armenia, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, la Unión Europea, Francia, Gabón, Alemania, Italia, Japón, Mónaco, Marruecos, Países Bajos, Filipinas, Uganda, Estados Unidos de Norteamérica, la Organización Internacional para las Migraciones, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Caritas Internationalis, El Foro de Ginebra de las ONG de inspiración católica.

El Embajador William L. Swing, Director General de la Organización Internacional para las Migraciones, pronunció las palabras de apertura destacando la importancia de la integración como uno de los elementos más importantes de una inmigración exitosa. Llamó a todos a abrazar la migración y aceptar las oportunidades que tienen las sociedades de acogida en beneficiarse de las importantes contribuciones que los migrantes pueden hacerles. Hizo hincapié en que la diversidad es un valor en sí mismo y que la gente tiene que lidiar con el miedo al otro. La OIM también lanzó un programa llamado "Soy un migrante" en el que los migrantes explican la situación en la que se encuentran ahora. En su discurso de apertura, Su Eminencia el Cardenal Reinhard Marx, señaló que la integración debe guiarse por la participación y la inclusión (lenguaje, educación y trabajo) que requieren un cambio de percepción, que lejos de que los migrantes sean considerados como suplicantes pasivos que piden favores; a personas que se atreven a un nuevo comienzo y que luchan por el bienestar de ellos mismos, sus familias y la sociedad en la que viven. Para el Cardenal Marx, la integración debe ser un camino bidireccional que beneficie y requiera esfuerzos de todas las partes involucradas, para desarrollar un sentido de pertenencia a una comunidad. La responsabilidad del bien común debe ser compartida entre la sociedad de acogida y los migrantes, y debe ser impulsada por el reconocimiento mutuo y la estima. Advirtió contra el peligro de convertir las identidades positivas en negativas y de utilizar el cristianismo como instrumento de exclusión. Por lo tanto, la cooperación interreligiosa también debe fortalecerse.

Para el Sr. El Habib Nadir, Secretario General del Ministerio Delegado al Ministro de Relaciones Exteriores de Marruecos, a cargo de los marroquíes que viven en el extranjero y Asuntos Migratorios, Copresidente del Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo, la migración fue beneficiosa para todos: países de origen y destino, así como los propios migrantes. La integración involucra a toda la sociedad, incluida la sociedad civil, los medios de comunicación y las autoridades religiosas. Los primeros deben evitar las narrativas estigmatizantes, mientras que los segundos deben promover el diálogo interreligioso y las "palabras de sabiduría". El Sr. Nadir describió los amplios programas nacionales de integración que tiene el país y su voluntad de trabajar a favor de la integración positiva. Advirtió a la comunidad internacional de que estamos a punto de abandonar nuestros valores de solidaridad y respeto mutuo y que ahora era el momento de reaccionar y actuar.

El Embajador Stephen de Boer, Representante Permanente de Canadá ante la Organización Mundial del Comercio, expuso el modelo canadiense de "inmigración dirigida", donde al comienzo de cada año se decide el número de personas que ingresan al país. También hizo hincapié en que para 2030, el 80 por ciento del crecimiento neto de Canadá se debió a los migrantes y que la diversidad debe ser considerada como una fuente de fortaleza y ventaja competitiva. A través del reasentamiento, las leyes y políticas inclusivas, la colocación en el trabajo, la tutoría, las oportunidades de establecer contactos y otros canales de admisión, incluidos los programas humanitarios, Canadá continúa teniendo un flujo constante de inmigración. La Sra. Carol Batchelor, Directora del Departamento de Protección Internacional del ACNUR, señaló la importancia de considerar a los refugiados como individuos, donde cada uno de ellos tiene una historia diferente que contar. La integración requiere la participación de muchos actores, incluidos los gobiernos nacionales y locales, así como la sociedad civil y las organizaciones religiosas. Si bien las administraciones locales deben estar en el centro de la coordinación y la acción, las alianzas y la colaboración deberían involucrar al sector privado y las organizaciones de la sociedad civil. Ella finalizó su intervención planteando una pregunta de: ¿qué queremos decir con integración, integración en qué?

Hablando desde su lugar y como uno de los coorganizadores, la Embajadora Marie-Thérése Pictet-Althann, Observadora Permanente de la Soberana Orden de Malta ante la ONU, compartió buenas prácticas de la Orden de Malta Alemana, donde la Orden estaba a cargo de más de 140 instalaciones con más de 44,000 migrantes. Algunos ejemplos incluyen la creación de servicios de integración para familiarizar a los inmigrantes con la sociedad y la cultura alemanas, y unidades especiales para menores no acompañados. También se creó "Malteser Migranten Medizin" para atención médica gratuita de migrantes. Esos ejemplos mostraron el importante papel de las organizaciones religiosas, que proporcionan asistencia material y espiritual. La Sra. Mantalin Kyrou, Oficial de Política de la Comisión Católica Internacional de Migración, otra coorganizadora, ofreció un ejemplo de cómo funciona la carretera de doble sentido en la práctica. Hablando de su experiencia personal trabajando con inmigrantes en Alemania, contó la historia de un trabajador extranjero y un funcionario de inmigración que, después de un primer encuentro aparentemente desastroso en el que las expectativas mutuas no coincidían, lograron comenzar de nuevo con algunos esfuerzos en ambos lados.

Dos países copatrocinadores tomaron la palabra. Primero, el Embajador de Filipinas recordó el impacto positivo que tienen los migrantes en el desarrollo económico, la diversidad cultural y social de su país de origen y destino. También destacó la importancia de que el Pacto Mundial sea un documento que debe aportar términos concretos de cohesión social e inclusión económica de los migrantes. En segundo lugar, la Unión Europea hizo hincapié en la inclusión social y la necesidad de la participación de las mujeres en las comunidades locales. Finalmente, Caritas Internationalis describió la campaña "Compartir el viaje", que fue un ejemplo de concietización sobre la migración forzada.

© Traducción de Yuliana Navarrete

 

 

02/12/2017-08:00
Isabel Orellana Vilches

San Francisco Javier, 3 de diciembre

«Este grandioso jesuita es el paradigma de todo misionero. Exhaló su último suspiro a escasos kilómetros de China: el país que soñó evangelizar. Es patrón universal de las misiones, de Oriente y de la Propagación de la Fe»

El amanecer del 3 de diciembre de 1552 los ojos de este ardiente apóstol se apagaron en una humilde choza de paja, del entonces inhóspito islote de Shangchuan, situado a 14 km. de la costa de China, el país que ansiaba evangelizar. Pero con su vida, constantemente libada por amor a Cristo en una parte del gran continente asiático, ya había dejado escrita una de las páginas singularmente fecundas de la historia misionera de la Iglesia. Poco se puede añadir de él en esta sección de ZENIT que no se haya expuesto ya.

Se han vertido ríos de tinta en todos los rincones del mundo alumbrando una de las trayectorias apostólicas más apasionantes que han existido. El paso de los siglos ha acentuado la talla gigantesca de este jesuita que soñó, respiró, se alimentó, y se desgastó llevado únicamente de esta pasión que sentía por Cristo, latido de su inmenso corazón. Es indiscutible modelo y referente del apóstol que se proponga llevar la fe a cualquier país. Solo es posible evangelizar si se ama la misión y el lugar al que éste es enviado, como hizo el santo. Sus cartas y escritos son ciertamente conmovedores; rezuman caridad y pasión a raudales.

Nació en el castillo de Javier, Navarra, España, el 7 de abril de 1506. Era el último de cinco hermanos venidos al mundo en una noble familia que prestaba servicios al monarca. Su padre, Juan de Jasso, era un ilustre jurista que ostentó cargos relevantes en el reino. Y en la estirpe de su madre, María Azpilicueta, se hallaban varios reyes. A diferencia de sus dos hermanos varones, Francisco Javier no quiso seguir la carrera de las armas, sino la eclesiástica. Su juventud transcurrió en medio de conflictos bélicos que afectaron directamente a su familia.

Después de haber cursado estudios en España, en 1525 partió a París, rumbo a la Sorbona. Allí, un recio paisano, con una hondura espiritual que el santo no había visto antes, se fijó en él. Era el noble Iñigo de Loyola, quien se dio cuenta de que su joven y apuesto compatriota no era fácil de convencer, y le espetaba frecuentemente: «¿de que sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?». Porque Francisco Javier frecuentaba lugares bulliciosos, y, sin caer en la vileza, perdía el tiempo hundido en banales entretenimientos. Al fin comprendió, y realizó junto a Iñigo los ejercicios espirituales. Luego, formando parte de la Orden jesuita, que nacía entonces, emitió los votos el 15 de agosto de 1534 en Montmartre. Era el inicio de su pasaporte para la eternidad.

Viajó a Italia junto a Iñigo para ver al papa Pablo III, quien les bendijo para que efectuaran el viaje a Tierra Santa, pero la guerra lo impidió. Entre tanto, Francisco Javier fue ordenado sacerdote en Venecia en 1537. Evangelizó por lugares del entorno, entre otros Bolonia. De nuevo en Roma, y siendo nombrado por el pontífice legado suyo para misionar Oriente, embarcó hacia Lisboa en 1540. Era la respuesta del papa a la petición cursada por el gobierno portugués solicitando el envío de misioneros a colonias que estaban bajo su amparo. En 1541, el mismo día en el que cumplía 35 años, el santo se embarcó rumbo a Goa. Fue un viaje cuajado de dificultades y sobresaltos. Conviviendo con personas socialmente conflictivas, afrontó enfermedades, malestares físicos y toda clase de precariedades que puedan imaginarse, surgidos en esa travesía por mar, tan larga e incómoda en aquellos tiempos. En este complejo escenario evangelizó a todos.

Cuatro grandes viajes marcaron la vida de este incansable apóstol, aunque hubo otros, de orden quizá menor, pero que muestran su afán misionero. Tras recalar en Mozambique, fue a la India, a las islas Molucas, al Japón y de nuevo a la India. Combatió con vigor la inmoralidad de gobernantes y tropas, aprendió las lenguas de estos lugares, y tradujo textos evangélicos que repetía hasta la saciedad en cualquier esquina. Se abría paso agitando con brío una campanilla: «Cristianos, amigos de Jesucristo, por amor de Dios, enviad a vuestros hijos y esclavos a la doctrina». Era un excepcional catequista; dejaba a los niños ensimismados escenificando el evangelio y envolviendo su labor con cánticos y oraciones. Su ardor apostólico inflamaba su corazón: «Si no encuentro una barca, iré nadando», decía. Defendió los derechos de los esclavos y oprimidos, vivió expuesto a incontables peligros; nunca se desanimó. Convirtió y bautizó a miles hasta quedar al borde de la extenuación, sin bajar la guardia en ningún instante. Entre los convertidos se hallaban componentes de tribus como los paravas, los makuas y hasta inquietantes samuráis. Consoló a los enfermos, y vivió como los más pobres.

Sufrió la tragedia del asesinato de 600 cristianos, un momento delicado que le hizo exclamar: «Estoy tan cansado de la vida que lo mejor para mí sería morir por nuestra santa fe». En su corazón se hallaba presente China cuando se dispuso a partir al país en abril de 1552. El viaje estuvo plagado de contratiempos; se vio abandonado hasta de los suyos, con excepción del joven intérprete y amigo chino Antonio. Mientras esperaba poder ser transportado clandestinamente a la isla de Shangchuan, escribía cartas. La última fue el 13 de noviembre de 1552. Confiaba a dos jesuitas: «Sabed cierto una cosa y no lo dudéis, que en gran manera le pesa al demonio que los de la Compañía del nombre de Jesús entren en la China [...]. En esto no pongáis duda; porque los impedimentos que me tiene puestos y pone cada día, nunca acabaría de escribíroslos...».

Y así fue que diecinueve días más tarde enfermó gravemente y falleció en soledad. Dice la tradición que en el castillo de Javier, el Cristo «sonriente», ante el que oraba siempre su familia, lloró su muerte. Su cuerpo incorrupto se venera en Goa. Había sido agraciado con experiencias místicas, don de lenguas y de milagros. Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622. Benedicto XIV lo proclamó patrono de Oriente en 1748. Pío X en 1904 lo designó patrono de la Propagación de la Fe y patrón universal de las misiones.

 

 

02/12/2017-14:50
Anne Kurian

El Papa deja Bangladesh deseando "armonía y prosperidad"

(ZENIT — 2 dic. 2017).- El Papa Francisco ha dejado Bangladesh, después de tres días en el país y de seis día en Asia, con una primera etapa en Birmania, el 2 de diciembre de 2017. Ha deseado al pueblo de Bangladesh "armonía y prosperidad". Su avión se espera en Roma a las 23 h de esta noche.

El Papa ha llegado al aeropuerto internacional de Dhaka alrededor de las 16h45 hora local (11h45 en Roma), después de su encuentro con los jóvenes en el Colegio de Notre Dame. Ha sido recibido por el ministro de Asuntos Exteriores con quien habló brevemente.

Después el Papa ha subido a bordo de un B777 de la compañía BIMAN (Bangladesh Airlines) que ha despegado a las 17h10 (12h10 en Roma). Durante este viaje, que durará once horas, el Papa responderá a las preguntas de los periodistas a bordo durante la tradicional conferencia de prensa.

En el momento de su partida, el Papa ha enviado un telegrama al presidente de Bangladesh Abdul Hamid, agradeciendo al gobierno "y a todo el pueblo querido de Bangladesh" por su generosa acogida" y por "toda la amabilidad" que le prodigaron durante su vista. El Papa les promete sus oraciones e invoca a Dios "las bendiciones de armonía y prosperidad para la nación".

El Papa también ha publicado un Tweet poco después, agradeciendo a los dos países visitados durante este 21 viaje apostólico internacional: "Queridos amigos de Myanmar y de Bangladesh, ¡gracias por vuestra acogidal. Invoco sobre vosotros las bendiciones divinas de armonía y de paz".

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo