Servicio diario - 17 de diciembre de 2017


 

Ángelus: tres actitudes para prepararse para la Navidad
Anne Kurian

Sin Jesús, ¿qué queda de la Navidad?. Una fiesta vacía
Anne Kurian

Nigeria: La llamada del Papa a la liberación de rehenes
Anne Kurian

Beata Julia Nemesia Valle, 18 de diciembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

17/12/2017-16:49
Anne Kurian

Ángelus: tres actitudes para prepararse para la Navidad

(ZENIT — 17 dic. 2017).- Alegría, oración, gratitud, estas son las tres actitudes que el Papa Francisco ha recomendado preparar para la Navidad, durante el Ángelus del tercer domingo de Adviento, este 17 de diciembre de 2017.

Al presentar la oración mariana desde su ventana del palacio apostólico que da a la Plaza San Pedro, en presencia de unas 25.000 personas, el Papa ha subrayado que "la alegría del cristiano no se puede comprar, no se puede comprar: viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, la razón de nuestra felicidad".

"Cuanto más enraizados estamos en Cristo, más encontramos la serenidad interior, incluso en medio de contradicciones diarias", ha afirmado: el cristiano "no puede ser un profeta de la miseria, sino un testigo y un heraldo de la alegría"... Una alegría para compartir con los demás; una alegría contagiosa que hace que el camino de la vida sea menos doloroso.

Esta es nuestra traducción de las palabras pronunciadas por el Papa antes del Ángelus.

 

Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!.

En estos últimos domingos, la liturgia ha subrayado lo que significa ponerse en una actitud de vigilancia y lo que significa concretamente preparar el camino del Señor. En este tercer domingo de Adviento, llamado "Domingo de la alegría" (Gaudete), la liturgia nos invita a captar el espíritu con el que todo esto sucede es decir, precisamente, la alegría, San Pablo nos invita a preparar la alegría del Señor asumiendo tres actitudes.

Escucha bien, tres actitudes, la primera, la alegría constante; segunda, la oración perseverante; y la tercera la acción de gracias continua. Alegría constante, oración perseverante y acción de gracias continua.

La primera actitud es la alegría constante. "estad siempre alegres" (I Ti. 5, 16), dice San Pablo, es decir, permanecer siempre en la alegría aún cuando las cosas no vayan de acuerdo con nuestros deseos; pero hay esa alegría profunda de la paz, también es alegría que está dentro. Y la paz es una alegría a "nivel del suelo", pero es una alegría. Las angustias, las dificultades y los sufrimientos, atraviesan la vida de cada uno; y a menudo, la realidad que nos rodea parece ser inhóspita y árida, como el desierto en el que resonaba la voz de Juan el Bautista, como nos recuerda el Evangelio de hoy (cf. Jn 1, 23). Pero precisamente, las palabras del Bautista revelan que nuestra alegría se basa en la certeza de que este desierto está habitado: "En medio de vosotros está uno que no conocéis" (v. 26). Se trata de Jesús, el enviado del Padre que viene, como dice Isaías "a anunciar la buena nueva a los humildes, a curar las heridas de los corazones quebrantados, a proclamar la libertad a los cautivos, para promulgar el año de gracia del Señor. "(61, 1-2). Estas palabras, que Jesús dirigirá a los suyos en la sinagoga de Nazaret, aclara que su misión en el mundo consiste en la liberación del pecado y de la esclavitud personal y social que produce, Él ha venido sobre la tierra para volver a dar a los hombres la libertad de los hijos de Dios, que solo él puede dar, dar la alegría.

La alegría que caracteriza la espera del Mesías, se basa en la oración perseverante: esta es la segunda actitud. San Pablo dice. "Orad sin cesar" a través de la oración podemos entrar en una relación estable con Dios, que es la fuente de la verdadera alegría. La alegría del cristiano no se compra, no se puede comprar: viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, razón de nuestra felicidad. Cuanto más estamos enraizados en Cristo, más cerca de Jesús, más encontramos la serenidad interior, incluso en medio de las contradicciones cotidianas. Por eso el cristiano habiéndose encontrado a Jesús no puede ser un profeta de desventuras, sino un testigo, y un heraldo de alegría. Una alegría para compartir con los demás; una alegría contagiosa que hace que el camino de la vida sea menos doloroso.

Y la tercera actitud indicada por Pablo es la acción de gracias continua, es decir, el amor agradecido a Dios. Él es de hecho mucho más generoso con nosotros, y nosotros estamos invitados a reconocer siempre sus beneficios, su amor misericordioso, su paciencia y su bondad, viviendo así en una acción incesante de gracias.

Alegría, oración y gratitud son tres actitudes que nos preparan para vivir la Navidad de una manera auténtica. Alegría, oración, y gratitud. Digamos todos juntos: alegría, oración, y gratitud [la gente repite]. ¡Una vez más! [ellos repiten].En esta última etapa del tiempo de Adviento, nos confiamos a la intercesión materna de la Virgen María. Ella es la "causa de nuestra alegría", no solo porque trajo a Jesús al mundo, sino porque nos reenvía constantemente a Él.

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

17/12/2017-14:49
Anne Kurian

Sin Jesús, ¿qué queda de la Navidad?. Una fiesta vacía

(ZENIT — 17 dic. 2017).- "Si quitamos a Jesús, ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía" ha dicho el Papa en el Ángelus del 17 de diciembre de 2017, que ha presidido en la Plaza San Pedro en el Vaticano.

Después de la oración mariana, en presencia de unas 25.000 personas, el Papa ha bendecido los santones de los Niños Jesús del pesebre, sostenidos con los brazos abiertos, con orgullo, por los niños de Roma. Esta bendición es una tradición en el tercer domingo de Adviento.

La multitud ha cantado un "Feliz cumpleaños" resonando al Papa que celebraba su 81° cumpleaños. Esta es nuestra traducción de las palabras que ha pronunciado el Papa Francisco en esta ocasión.

 

Palabras del Papa Francisco después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

[Los jóvenes de Roma cantan "Feliz cumpleaños] ¡Muchas gracias, muchas gracias!

Me uno de corazón a la llamada de los Obispos de Nigeria para la liberación de las seis Hermanas del Corazón Eucarístico de Cristo, que fueron secuestradas hace un mes de su convento en Iguoriakhi. Rezo insistentemente por ellas y por las demás personas que se encuentran en esta situación dolorosa: que puedan, en navidad, finalmente regresar a casa. Vamos a orar juntos por ellos: Dios te salve, María....

Os saludo a todos, familias, grupos parroquiales y asociaciones, que habéis venido de Roma, de Italia y de muchas partes del mundo. En particular al grupo de "Lobitos" de Portugal y al de los peregrinos bolivianos. Saludo a los fieles de Salamanca y de Pernumia (Pádua).

Y ahora saludo con afecto a los niños que han venido por la bendición de los "Niños Jesús", organizada por el Centro de oratorios de Roma (Centro Oratori Romani). Es hermoso, lo que puedo leer desde aquí: el oratorio es precisamente para cada uno de nosotros. "Siempre hay un lugar para ti", dice la pancarta. ¡Siempre hay un lugar para ti!. Cuando reces en casa, frente al pesebre con tus seres queridos, déjate seducir por la ternura de Jesús niño, nacido pobre y frágil entre nosotros, para darnos su amor. Es la verdadera Navidad. Si eliminamos a Jesús, ¿Qué queda de la Navidad?. Una fiesta vacía. ¡No saques a Jesús de Navidad! Jesús es el centro de la Navidad, ¡Jesús es la verdadera Navidad! ¿Entendido?.

Por eso os deseo a todos y un buen camino hacia el nacimiento de Jesús. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen apetito y adiós.

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

17/12/2017-17:36
Anne Kurian

Nigeria: La llamada del Papa a la liberación de rehenes

(ZENIT — 17 dic. 2017).- El papa Francisco ha pedido la liberación de las personas tomadas como rehenes en Nigeria durante el Ángelus que ha celebrado en la Plaza San Pedro el 17 de diciembre de 2017.

Después de la oración mariana, el Papa ha asegurado que se unía "de todo corazón a la llamada de los obispos de Nigeria para la liberación de las seis Hermanas del Corazón Eucarístico de Cristo, secuestradas hace un mes en su convento de Iguoriakhi".

"He orado con insistencia por ellas y por las demás personas que están en esa situación dolorosa", ha agregado el Papa: que puedan en Navidad regresar a sus casas".

Ha invitado a la gente a orar con él un ave María por todos.

© Traduccción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

17/12/2017-08:33
Isabel Orellana Vilches

Beata Julia Nemesia Valle, 18 de diciembre

«La difícil situación familiar, que llenó años de su infancia, fortaleció a esta integrante de las Hijas de la Caridad que se caracterizó por su edificante caridad. Se entregó de tal modo que fue denominada el ángel de Tortona»

Hoy, festividad de Nuestra Señora de la Esperanza, la Iglesia celebra la vida de esta beata que derrochó caridad y generosidad en su entorno. Además, en el convento experimentó el gozo que acompaña a los seguidores de Cristo, gozo que su propio hogar le había hurtado por diversas circunstancias.

Natural de Aosta, Italia, nació el 26 de junio de 1847, después de que hubieran fallecido prematuramente dos hermanos anteriores. El trabajo de sus padres, comerciantes y propietarios de un negocio de costura, le permitieron disfrutar de una vida holgada y sin sobresaltos en la que puso nueva nota de singular alegría el nacimiento de su hermano Vicente. Su madre fue inculcándole valores esenciales, como la generosidad. Pero cuando Julia tenía 5 años, hallándose afincada toda la familia en Besangon, ella falleció y la situación dio un giro radical. Para empezar, su padre envió a los dos hijos a casa de unos parientes suyos que residían en Aosta. Otros familiares maternos establecidos en Donnas reemplazaron a éstos en la delicada tarea educativa, un vaivén que no fue gravoso para los pequeños a los que no faltó nada. En Donnas, además de cursar estudios en la escuela, recibieron formación en las verdades de la fe que les proporcionaba en su propia casa un sacerdote, amigo de sus allegados.

A los 11 años Julia se trasladó a Besangon, a un pensionado francés que regían las Hermanas de la Caridad fundadas por santa Juana Antida Thouret. Aunque podía haberse acostumbrado a las separaciones familiares, no era el caso, y nuevamente sufrió con ésta. La falta del calor que hubiera podido tener junto a su padre y hermano, la hallaba en Jesús: «el Señor que tiene a su lado a su mamá». Bien formada intelectual y humanamente, y dando muestras de gran delicadeza y bondad, cinco años más tarde, cuando tenía 16 años, regresó junto a su padre. Y se encontró con un escenario completamente distinto al que dejó al partir siendo una niña. Su progenitor había contraído nuevo matrimonio, y residía en Pont Saint Martín. Los problemas convivenciales enturbiaban de tal forma el trato comunitario que, al final, su hermano Vicente se fue de casa, y su pista se perdió para siempre. Por fortuna, las Hermanas de la Caridad abrieron casa en la localidad, y Julia poco a poco fue conociendo más de cerca su forma de vida, con lo cual, cuando su padre le mencionó la posibilidad de contraer matrimonio, ya había decidido ser religiosa.

El 8 de septiembre de 1866 inició el noviciado en Vercelli, en el convento de Santa Margarita. Su padre no se opuso y la acompañó ese día; una vez más, la separación fue dolorosa para ella. Pero la serenidad que halló en el monasterio inundó su acontecer de alegría y le reportó la paz que no había conseguido antes. Decidida a luchar para alcanzar la perfección, suplicaba: «Jesús despójame de mí misma y, revísteme de Vos. Jesús por ti vivo, por ti muero...». Al profesar tomó el nombre de Nemesia en honor a una santa mártir, con el anhelo de entregar su vida a Cristo siéndole fiel hasta el final. Fue destinada a Tortona. Y allí impartió clases de lengua francesa a escolares de primaria y a otros alumnos de cursos superiores.

Pronto destacó por su bondad y generosidad no solo en su cercano entorno religioso y académico sino en todos los demás. Entre otros, asistió cuanto le fue posible a Luigi Orione, el fundador de los Hijos de la Divina Providencia y acogió en varias ocasiones a la beata Teresa Grillo Michel, fundadora de las Hermanas de la Divina Providencia en Alessandria. Así abrió vías de colaboración apostólica con ellos, compartiendo el mismo ideal de amor cristiano. Los que habían constatado su capacidad para suavizar las aristas del sufrimiento y las carencias: pobres, huérfanos, familias, soldados e incluso los sacerdotes del seminario, se sentían tratados por Julia de una forma singular, reclamaban su presencia y agradecían su atención. Da idea de esta convicción común el comentario popular: «¡Oh, qué corazón el de la hermana Nemesia!». Por su caridad fue denominada «ángel de Tortona».

A los 40 años de edad fue nombrada superiora, misión que ejerció con el espíritu de servicio, humildad y generosidad que le caracterizaba. Decía: «Enfrentar el paso, sin volver atrás, fijando una única meta: ¡Sólo Dios! U.] A Él la gloria, a los otros la alegría, a mí el precio a pagar, sufrir mas jamás hacer sufrir. Seré severa conmigo misma y toda caridad con las hermanas: el amor que se dona es la única cosa que permanece». Fue bondadosa y comprensiva, paciente y sutil. Supo consolar y acompañar a cada una de sus hermanas dando el consejo certero que convenía a su psicología. A todas alentó a vivir la virtud. Sabía que «la santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer grandes cosas, sino en hacer lo que Dios nos pide hacer, y hacerlo con paciencia, amor y sobre todo en la fidelidad como es nuestro deber, fruto de un gran amor».

En 1903 abandonó Tortona, donde llevaba treinta y seis años, y partió a Borgari. Dejó una nota a las novicias: «Me voy contenta, las confío a la Virgen [...]. Las seguiré en cada momento del día». En Borgari, su forma de trato, tan estimado por sus novicias, no era compartido por la superiora provincial, mujer inclinada a la rigidez y a la exigencia desmedida. Pero la beata acogió en silencio y sonriendo las reprimendas y humillaciones que sufrió. Permaneció allí trece años. Alrededor de 500 religiosas fueron formadas por ella. Murió el 18 de diciembre de 1916 de una pulmonía. Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004.