El Diario Montañés | Cantabria

 

Parroquias a falta de curas

 

La Diócesis se reorganiza y da protagonismo a diáconos y laicos para seguir su labor | La Iglesia en Cantabria lanza una campaña para promover las vocaciones más tempranas como una alternativa válida y atractiva

 

 

por José Ahumada | Santander
Domingo, 28 enero 2018, 07:40


 

 

La forma más sencilla de contar las vueltas que da el padre Leonardo Acevedo para atender las parroquias que tiene a su cargo (Penagos, Arenal, Llanos, Totero, Lloreda, Santa María de Cayón, Sobarzo y Cabárceno) es decir que el pasado noviembre, con los Santos y difuntos, hizo mil kilómetros al coche. Tampoco estuvo mal la Navidad: desde el día de Nochebuena al de Reyes había previstas, repartidas por su zona, 48 celebraciones, que al final se quedaron en 47. Él no ofició todas: para sacar adelante tanto trabajo el padre Leonardo reconoce que, además de horas de carretera y buena organización, también hace falta ayuda.

Él nunca se ha quejado de su carga de trabajo, al contrario. Hasta el año pasado se repartía esas ocho localidades con su compañero Juan Jáuregui, con quien convivió más de treinta años en la casa parroquial de Penagos. Tras su fallecimiento, el 24 de junio de 2017, él mismo se ofreció al Obispado para continuar la labor de su amigo en los pueblos que dejó huérfanos.

 

258

es el número de sacerdotes en activo en la Diócesis de Santander, 179 de ellos en parroquias

 

Récord de parroquias

Ese ajetreo es común a muchos sacerdotes rurales. Quizás los casos más extremos sean los de Javier Moreno y Juan Jaramillo, con sesenta pueblos a su cargo en el Valle de Mena (en Burgos, pero perteneciente a la Diócesis de Santander) y el de Miguel Ángel González, con 34 parroquias en Valderredible, esparcidas por un área de trescientos kilómetros cuadrados.

Todo eso es consecuencia, en buena parte, de la escasez de sacerdotes. Las contadas ordenaciones –el pasado domingo se celebraron dos, las primeras en cinco años–, no cubren ni de lejos las bajas por defunción. Aunque el portal de transparencia de la Diócesis indica que hay 401 curas (y 615 parroquias), lo cierto es que si se descuentan los que están retirados, la cifra desciende muchísimo: según fuentes del Obispado, hay 258 en activo, 179 de ellos en parroquias. Y ya que se habla de jubilados, habría que afinar un poco más su situación ‘laboral’: hay que partir de que su edad media es de 68 años, con lo que se entiende mejor que, por lo general, no dejen sus obligaciones hasta los 75, lo cual no impide que algunos sigan trabajando tras haber superado ampliamente esa barrera. El sueldo: 900 euros al mes, con dos pagas extras.

 

«Antes había muchos sacerdotes y prácticamente uno en cada pueblo» Juan de Cáceres, sacerdote

 

Consciente de este problema, la Diócesis de Santander está desarrollando una campaña para impulsar las nuevas vocaciones mientras, por otro lado, se reorganiza para poder seguir realizando su misión. Un ejemplo de esto último es la creación de unidades pastorales, una serie de áreas que agrupan varias parroquias en las que los sacerdotes se reparten el trabajo para aprovechar mejor las fuerzas.

«El gran problema es que venimos de una situación extraordinaria –explica Juan de Cáceres, con 39 años y recién ordenado–. Antes había muchos sacerdotes y prácticamente uno en cada pueblo, con misas en cada parroquia. Ahora, acostumbrarse a una situación en la que no hay tantos es más complicado».

 

«Hace falta reorganización, que llegará, porque el tiempo nos va a obligar» Joaquín Rodríguez-Parets, Diácono

 

Juan de Cáceres responde al nuevo perfil del religioso: si antiguamente se trataba de jóvenes que entraban al seminario a edad temprana, en la actualidad suelen ser hombres que rondan la cuarentena, muchos de ellos con estudios y experiencia laboral y profesional, que han decidido dirigir sus pasos hacia el sacerdocio tras una decisión mucho más meditada. Pero él mismo reconoce que la Iglesia no puede conformarse con esas vocaciones y debe trabajar para que también surjan entre la gente más joven. Es a lo que se dedica, entre otras cosas, como encargado de la Pastoral Vocacional.

 

Jóvenes con vocación

«Si alguien quiere entrar con 18 años al seminario, hay que facilitarlo. A los jóvenes hay que decirles que se trata de una opción tan válida como cualquier otra, o incluso mejor. Antiguamente quizás había un ambiente en las propias familias que promovía las vocaciones: solían tener muchos hijos y que uno saliese sacerdote se veía como una alegría; ahora que las familias son más pequeñas, la posibilidad de que un hijo vaya al seminario se mira con recelo. En nuestra sociedad tienen un gran peso los valores materiales, y muchas veces las profesiones se valoran cuantitativamente, en función de los medios económicos que se puedan obtener. En nuestro caso se trata de otra valoración: se busca la satisfacción personal».

 

«No podemos convertir al laico en un sustituto del sacerdote, sino en un animador de la sociedad» Felipe Santamaría, Laico

 

Pero mientras este proyecto da frutos –en este momento sólo hay ocho seminaristas–, hay que seguir atendiendo las parroquias. Para conseguirlo, la Diócesis de Santander está recurriendo a los diáconos, e incluso a laicos preparados, para mantener la actividad y la periodicidad de las celebraciones en algunas de ellas.

Joaquín Rodríguez-Parets trabaja como profesor en la Compañía de María, en Santander –da clase de religión, música e inglés en Infantil y Primaria–, y compagina esa ocupación con su dedicación como diácono a las parroquias de Liérganes, Miera y Mirones –también es colaborador en La Anunciación, en la capital–. Explica que los diáconos son ministros ordenados de la Iglesia y que tienen, entre sus atribuciones, las de administrar algunos sacramentos –pueden bautizar y casar–, y presidir funerales. También pueden celebrar la Palabra, que no es exactamente lo mismo que una misa, pero es una forma de atender a los fieles. La misa, continúa, se divide en dos partes: la liturgia de la Palabra (que incluye las lecturas, e incluso la homilía) y la celebración eucarística (la consagración del pan y el vino, que sólo puede realizar un sacerdote). Una celebración dirigida por un diácono o un seglar viene a ser como una misa en la que se salta la parte de la consagración, y que pasa del sermón al Padrenuestro. Habitualmente, el sacerdote ya ha dejado pan consagrado, lo que incluso permite a los asistentes tomar la comunión.

 

El padre Miguel Ángel González atiende 34 parroquias en la zona de Valderredible

 

Según Rodríguez-Parets, que un diácono se dedique a hacer esto ha de tomarse como algo extraordinario forzado por esa falta de curas. «El problema de la Diócesis es la geografía, que nos ha obligado a poner parroquias a un kilómetro de distancia. Hoy en día nos encontramos con pueblos de diez habitantes que tienen su parroquia y que quieren que allí se celebre misa. Si hay seiscientos templos y cien curas –y los números no son exactos–, hay escasez. En diócesis más jóvenes, como Getafe o Alcalá, hay una iglesia para 10.000 habitantes; aquí, un cura tiene que atender mil feligreses en ocho parroquias distintas. Hace falta reorganización, que llegará, porque el tiempo nos va a obligar».

 

Paso a los laicos

Felipe Santamaría es el responsable de Apostolado Seglar en la Diócesis, quien coordina a los laicos que acuden a las parroquias a ofrecer el servicio de la celebración de la Palabra. «A mí hay una frase que se dice en los pueblos y que no me gusta: ‘¿Hoy quién viene a decir la misa, el sacerdote o el laico?’ No podemos convertir al laico en un sustituto del sacerdote, sino en un animador de la sociedad, para que esa labor que hace la haga la propia comunidad».

Santamaría, laico también, explica que todos los que realizan esta función tienen en común una vida cristiana probada y una cierta formación para expresarse y poder desarrollar estas celebraciones. «Hay maestros, comerciantes, gente con empresas, funcionarios... de lo más diverso. Son cristianos con un sentimiento de toda la vida, que han participado en grupos de formación y ofrecen este servicio ante la necesidad que existe hoy, que los sacerdotes no llegan a todos los sitios. Lo que no queremos es que se interprete esto como que si no hay curas acudimos nosotros. Lo importante es que la comunidad sienta la necesidad de encontrarse con el Señor el domingo, haya o no sacerdotes».