Editorial

 

Machismo, moralidad y respeto

 

 

05/01/2018 | por ForumLibertas


 

 

Machismo es una de las palabras totémicas del feminismo de género y LGBTI, y por consiguiente merece que nos detengamos un momento en su significado. En sentido estricto quiere decir “Actitud o manera de pensar de quien sostiene que el hombre es por naturaleza superior a la mujer”. Sería una forma de supremacismo de sexo. La RAE aporta una característica más, la de que aquella actitud sea ofensiva para el género femenino: “actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. Se trata de un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra el género femenino”. Pero la definición puede estirarse más, como un chicle, “la mentalidad de que la mujer debe tener una actitud de sumisión hacia el hombre se manifiesta de diferentes maneras, por ejemplo, con actitudes y comportamientos de menosprecio, control. En algunas ocasiones, se manifiesta en agresiones físicas y psicológicas y se conoce como violencia de género”. Puede ir de la prepotencia y la superioridad a la ofensa, la sumisión y la violencia. Son muchas y muy distintas cosas bajo una misma definición, que depende no solo del hecho que describe sino de la intención de quien lo usa. Por ejemplo Gloria Lomana, una destacada periodista exdirectora de informativos de Antena 3 durante una década, y más bien criticada entonces por considérasela próxima al Partido Popular, escribía en El País del 3 de enero un artículo “Micromachismos” que era un excelente vademécum de tópicos. Uno de ellos se refería a la publicidad durante la Navidad. “O bien le habrá bombardeado con muñecas lloronas y meonas necesitadas de cuidados (¿qué de malo debe tener la capacidad de cuidar?) o esbeltas barbies ataviadas con refulgentes trajes y rubias melenas”. Y entonces no se puede evitar pensar en el mono refulgente que se calzó Pedroche para anunciar las campanadas de la entrada del año nuevo. Una práctica descarada de marketing para ganar audiencia a base de exhibir carne y transparencias de una señora que repite año tras año el mismo método con excelentes resultados. ¿Esto, utilizar el cuerpo de la mujer no es machismo? La respuesta según la propia Pedroche es un rotundo no, al contrario, es una manifestación de feminismo porque una se viste como quiere. Es el mismo discurso que utiliza Beyoncé y sus singulares bodies, que justifica con un sobre poder femenino que en este caso se refiere a su atractivo sexual. Es la exhibición erótica, sexista, en nombre de la libertad de la mujer. Bien, pero este relato, en cuando se utiliza para conseguir espectáculo debe tener su correspondiente correlato público, basado en la libertad de expresar la opinión sobre lo que se nos está presentado, sin que ello signifique ser acusado de machismo. Que las dos mujeres citadas utilizan su cuerpo como instrumento sexual en beneficio de su peculio propio y, por consiguiente, refuerzan su éxito profesional con el atractivo erótico, es una evidencia que puede ser asumida o descalificada. Lo curioso del caso es que el discurso de la barbie de uso machista que denostó Lomana desaparece cuando la mujer que se exhibe es real como Pedroche o Beyoncé. Lo que nos lleva a una conclusión sabida: es machismo todo aquello que no hace una mujer, o, en otros términos, las feministas de género siempre tienen razón.

En realidad, el machismo, que existe, obedece a otra naturaleza que la perspectiva de género siempre rechazará, como rechaza descalificar la pornografía y la prostitución como dos de las principales fuentes de violencia establecida contra la mujer, o como los feminicidios de pareja hacen olvidar los homicidios de mujeres al margen de toda relación sentimental, o la mucho más extendida y silenciada violencia contra los ancianos, o la estrecha correlación estadística que existe entre feminicidio y ruptura, y tantas otras cosas.

Retrocedamos al verano del año pasado. Algunas entidades públicas, como el Instituto de la Mujer del País Vasco y varios ayuntamientos, decidieron hacer listas negras de canciones que consideraban machistas. Efectivamente, todas las canciones eran sexistas, pero en el sentido de que ensalzaban el sexo desmedido, lascivo, carente de la más elemental consideración al otro. Son el fruto de la cupiditas más vulgaridad y de mal gusto, el resultado de la cultura desvinculada de prosa envilecida y torpe. Y, ciertamente, es inaceptable que haga referencia a la mujer, como lo es toda canción que apela a los instintos desmesurados. El machismo es una más de las manifestaciones de incivilidad, de barbarie, una manifestación de decadencia ética.

Siempre me dan lo que quiero// Chingan Cuando yo las digo
//Ninguna me Pone// pero Dos son casadas. Hay una soltera.
// La otra medio psico y si no la llamo se desesper
a”.

Este ejemplo, la letra de un reggaeton que ha sido bien popular en nuestras fiestas, es, antes de todo, obscena, grosera, carente de pudor. Es moral y culturalmente despreciable. Y se produce porque hay una cultura y un mercado; es decir, una mentalidad moral -una moralidad- y una demanda que lo hace posible.

En definitiva, el machismo, el sexismo es una manifestación de la ausencia de respeto a la dignidad inalienable del otro. Es sobre esta dignidad y este respeto que hay que trabajar, porque es la raíz de todo, y no sobre manifestaciones que, como hemos visto, poseen una interpretación ambivalente según el sexo de quien las formula. Respeto a la dignidad de los demás y también respeto para uno mismo. Una cosa no exige la otra, pero ayuda.