Tribunas

La Iglesia del futuro: ¿Batalla cultural o batalla de sentido?

 

 

Ernesto Juliá


 

 

En un artículo reciente he leído las siguientes líneas:

“El Papa Francisco ha traído, sin lugar a dudas, una nueva esperanza. Pero también ha producido un cambio en el foco de la atención de las prioridades. Y ese cambio hay que aterrizarlo en España, desde la realidad inmediata y teniendo en cuenta el pasado cercano.

Da la impresión de un horizonte  en el que la Iglesia (1º) no incida en cuestiones antropológicas disputadas socialmente, ni culturalmente. Una Iglesia  (2º) que no busque la confrontación pública sino el diálogo y el acuerdo. Apunta,  (3º) por tanto, a un cristianismo de minorías, al olvido de ciertas cuestiones y a una mayor preocupación por la experiencia interior que por las consecuencias morales de esa vivencia cristiana”.

Antes de entrar en la cuestión principal, veo necesario señalar que las  recientes palabras del Papa a los diplomáticos acreditados en el Vaticano parecen contradecir las afirmaciones de este autor.. Si el Papa defiende la vida del concebido no nacido, si rechaza cualquier aborto, y a la vez, condena la eutanasia; y defiende la familia, hombre y mujer, también como base y fundamento de la sociedad., lógicamente no da ninguna base para  buscar una Iglesia semejante.

Y ahora, mis personales consideraciones sobre la líneas del autor.. Una Iglesia como la que se vislumbra en esos párrafos me da la impresión de que apenas tiene algo que ver con la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, que ha comenzado su caminar con la venida del Espíritu Santo y no acabará su peregrinar sobre la tierra, hasta el final de los tiempos. Que llegará.

En primer lugar (1º). si la Iglesia no afronta cuestiones antropológicas, la Verdad de la Creación, la Verdad de que el hombre está llamado a ser hijo de Dios en Cristo Jesús; y hasta la misma Verdad de la  Encarnación de Jesús para redimirnos y salvaros del pecado, carecen de sentido.  ¿Qué pecado cabe en un hombre fruto de una “evolución” ciega y predeterminada por las circunstancias, que no sabe de dónde ha venido ni a donde va, etc, etc.? El pecado desaparece donde la libertad no existe. Y donde no existe la libertad, la figura del hombre deja de existir para convertirse en un simple animal movido por instintos, y por tanto, irresponsable.

En segundo lugar (2º), si la Iglesia no busca la “confrontación pública” y se limita al “diálogo y al acuerdo”, desaparece el mandato del Señor “Id y predicad a todas las gentes, quines crean...”; mandato que san Pablo vivió de una manera muy ejemplar en su predicación en el Areópago; y que generaciones de cristianos han mantenido vivo a lo largo de los siglos: así ha desaparecido la esclavitud, así se ha asentado la familia; así se han levantado hospitales; etc. etc.

Y, en tercer lugar (3º). si la Iglesia se preocupa solo de la “experiencia interior”, y no habla de las “consecuencias morales de la vida cristiana”, pierde totalmente el sentido de su misión. Se olvida de la palabra con la que Cristo comenzó su misión entre los hombres: “Convertíos, porque está al llegar el Reino de los cielos “ (Mt 4, 17).

Esas “consecuencias morales” las ha dejado muy bien plasmadas, el mismo san Pablo ya desde los comienzos.

“¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios.  Y esto erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el hombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6, 9).

En el artículo que comentamos, el autor subraya  que: “Lo que hay que resolver -cuestión nada fácil- es si ese cambio (que aplica al papa Francisco) responde a  la idea, ya asumida, de haber perdido la batalla cultural que habían alentado pontificados anteriores”.

¿Batalla cultural? ¿Ha querido anunciar la Iglesia una nueva cultura? No me parece. Me parece más bien que la Iglesia quiere llenar del espíritu de Cristo cualquier cultura, y así ha actuado a través de los siglos. Sin ese espíritu, las “culturas” apenas dejan traslucir el vacío existencial del hombre que quiere vivir sin Dios. Todas las culturas acabarán en el desierto.

La Iglesia no da una “batalla cultural”; anuncia una batalla del Espíritu; y solamente daría por perdida esa batalla, si dejara de anunciar la Creación, el Pecado, la Redención, la Salvación y la Vida Eterna: Cielo e infierno.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com