Tribunas

Garabandal

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

El próximo 2 de febrero llegará a los cines de Madrid, Valencia, las Palmas y Santander, la película “Garabandal. Solo Dios lo sabe”, un proyecto cinematográfico de Mater Spei, dirigida por Brian Alexander Jackson.

Sí, una cinta dedicada a las apariciones de la Virgen en la localidad cántabra de San Sebastián de Garabandal. Apariciones a las que hay que añadir el adjetivo de “supuestas”.

Tengo que confesar que la película, hecha por aficionados, no parece ahormada por tal plantel de buenas intenciones. No pocos de los actores principales son caras conocidas del mundo de la Iglesia en Madrid, de la cultura y de la universidad incluso.  Al preestreno acudió, por ejemplo, María Vallejo-Nájera.

De hecho, se podría decir que el milagro de Garabandal también es esta cinta, que trasciende con mucho la apuesta de un grupo de aficionados, dada la calidad de la realización técnica, montaje, sonido y la fotografía. Las cámaras en drones ahora dan mucho juego.

El guión de la película, quizá un poco excesiva en su duración, se atiene al curso de los acontecimientos históricos. Bueno, en términos generales. Detrás se vislumbra, por ejemplo, el famoso libro “Se fue con prisa a la montaña”, del Padre Eusebio García Pesquera. Un clásico en esta materia hasta que no tengamos, por cierto, publicada la tesis de José Luis Saavedra, recientemente defendida en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra con máximas calificaciones. Me dicen que es el estudio histórico-teológico más riguroso sobre esta materia, en continuidad con su trabajo anterior “Garabandal. Mensaje de esperanza”.

Para ser precisos, y sin ponernos puristas, hay hechos que se reflejan en la película que no están del todo fielmente reproducidos. Un ejemplo, la secuencia sobre la visita del obispo de Santander a Navarra en la que Conchita niega la sobrenaturalidad de las apariciones. Refleja solo en parte la circunstancia y el papel de las personas allí presentes, y lo que ocurrió. Y, si no, que lo diga uno de sus protagonistas, quizá el único vivo, párroco de una importante iglesia del centro de Santander.

Tal y como apuntan los créditos finales de la película, el juicio histórico de “No consta de la sobrenaturalidad” de las citadas apariciones no parece que esté cerrado. O al menos sobre esta cuestión pesa la duda. Quizá sea este el efecto buscado de la película, y lo que hay que aclarar.

Según los créditos finales de la cinta, y también lo que se lee en el dossier de prensa entregado el día del preesteno, “la diócesis de Santander siempre ha asegurado que no ha encontrado en el contenido doctrinal de las apariciones de San Sebastián de Garabandal nada contrario a la fe de la Iglesia. En cuanto a los fenómenos en sí, afirma que “no consta sobrenaturalidad”, confesando de esta manera que el caso no está cerrado, ni mucho menos condenado. Dar a conocer los hechos de Garabandal, y pedir a la Iglesia, con todo respeto y sumisión, que complete unos estudios en los que nunca se profundizó, no es ir en contra de la Iglesia sino seguramente, al contrario, es pedirle que salga de una ambigüedad que no beneficia a nadie”.

Hay que añadir algo más. El que fuera obispo de Santander, monseñor Juan Antonio del Val Gallo –mi recordado don Juan Antonio, con quien no pocas veces hablé de este tema- nombró en 1989 un segunda Comisión –hasta el presente la última- que actuó en secreto y elaboró un informe que fue enviado a la Congregación para la Doctrina de la fe, presidida entonces por el cardenal Ratzinger.

Dice el dossier de la película sobre este segundo estudio que cuando “concluyó, ni siquiera fue publicada una nota oficial al respecto”. Y añade además, “el caso no está cerrado, ni mucho menos condenado, como lo confirman las intervenciones de la Congregación para la Doctrina de la fe”.

Pero existe una carta del cardenal Ratzinger al obispo de Santander sobre las conclusiones de ese estudio. ¿Qué dice en esa misiva el cardenal Ratzinger?

He ahí una de las claves del proceso histórico y del momento actual.

 

José Francisco Serrano Oceja