Servicio diario - 06 de febrero de 2018


 

"¿Cómo se enfría en nosotros la caridad?"
Rosa Die Alcolea

Dulce remedio: Oración, limosna y ayuno
Redacción

Miércoles de Ceniza: Celebración en forma de "Stationes" romanas
Rosa Die Alcolea

Jornada de Oración y Ayuno por la Paz en el Congo y Sudán del Sur
Rosa Die Alcolea

Caldeos: 19 pastores en Visita 'Ad limina' recibidos por el Papa Francisco
Anita Bourdin

Comunión y Liberación: Deseo de "escuchar a los jóvenes"
Rosa Die Alcolea

Congo: El capuchino Mons. Ambongo Besungu, Arzobispo coadjutor de Kinshasa
Redacción

Padre Antonio Rivero: "El pecado es la lepra del alma"
Antonio Rivero

Beato Pío IX, 7 de febrero
Isabel Orellana Vilches


 

 

06/02/2018-19:09
Rosa Die Alcolea

"¿Cómo se enfría en nosotros la caridad?"

(ZENIT — 6 feb. 2018).- "¿Cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?".

El Papa Francisco plantea estas preguntas en el Mensaje de Cuaresma para el 2018, presentado este martes, 6 de febrero de 2018, en la Santa Sede.

"Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad", Francisco advierte de los "falsos profetas".

Estos se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren —describe el Pontífice—. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a "discernir y a examinar en su corazón" si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas.

El Papa anima a "aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial", sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

 

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12)

Esta frase, que da título al Mensaje, se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor.

Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con "apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio", advierte Francisco en su Mensaje.

 

"Dinero, raíz de todos los males"

Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» ( 1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos.

Francisco profundiza aun más: "Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas".

El amor se enfría también en nuestras comunidades. Algunas señales son: la "acedía egoísta", el "pesimismo estéril", la "tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas", la mentalidad mundana que induce a "ocuparse sólo de lo aparente", disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero, enumera el Papa.

 

Dulce remedio

La Iglesia, nuestra madre y maestra nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el "dulce remedio" de la oración, la limosna y el ayuno —anima Francisco—: "Dios siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo".

El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que "nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos", para buscar finalmente el consuelo en Dios.

El ejercicio de la limosna "nos libera de la avidez" y nos ayuda a "descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío" —describe Francisco—. "El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer".

 

'24 horas para el Señor'

Este año, el Santo Padre convoca la iniciativa «24 horas para el Señor», que nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística.

Tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

Leer el mensaje completo

 

 

06/02/2018-12:35
Redacción

Dulce remedio: Oración, limosna y ayuno

(ZENIT — 6 feb 2018).- "Dios siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo".

El Papa exhorta a "emprender con celo el camino de la Cuaresma" con el "dulce remedio" que propone la Iglesia: oración, limosna y ayuno.

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría»: Este versículo (24,12) del Evangelio de San Mateo propone el Papa Francisco como tema del mensaje de Cuaresma de 2018, escrito el Día de Todos los Santos y presentado esta mañana, 6 de febrero de 2018, en el Vaticano por el Cardenal Peter Turkson.

En primer lugar, indica Francisco: El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que "nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos", para buscar finalmente el consuelo en Dios.

El ejercicio de la limosna "nos libera de la avidez" y nos ayuda a "descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío" —describe Francisco—. "El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer".

Este año además, el Santo Padre anima a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor», celebrada en años anteriores, principalmente con el Sacramento de la

Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018, tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo. En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

RD

Publicamos a continuación el texto del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2018, cuyo tema es: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12).

 

Mensaje del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»,[1] que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.

Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).

Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

 

Los falsos profetas

Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?

Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.

Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavoneamos... haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

 

Un corazón frío

Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo;[2] su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?

Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos.[3] Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.

También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.

El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor.

Estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero.[4]

 

¿Qué podemos hacer?

Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.

El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos,[5] para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.

El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]

El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.

Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

 

El fuego de la Pascua

Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.

Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»,[7] para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.

Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.

Vaticano, 1 de noviembre de 2017
Solemnidad de Todos los Santos

FRANCISCO

 

[1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta.

[2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho» (Infierno XXXIV, 28-29).

[3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014).

[4] Núms. 76-109.

[5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33.

[6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III.

[7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

06/02/2018-15:04
Rosa Die Alcolea

Miércoles de Ceniza: Celebración en forma de "Stationes" romanas

(ZENIT — 6 feb. 2018).- El Miércoles de ceniza, 14 de febrero de 2018, día que comienza la Cuaresma, tendrá lugar una celebración, en forma de "Stationes" romanas, que presidirá el Papa Francisco.

Comenzará a las 16:30 horas, en la iglesia de San Anselmo en el Aventino —indica la Oficina de Prensa del Vaticano—. Se iniciará con la liturgia de las "statio", seguida de una procesión penitencial hacia la basílica de Santa Sabina.

Está previsto que participen los cardenales, arzobispos y obispos, los monjes benedictinos de San Anselmo, los padres dominicos de Santa Sabina y algunos fieles, apunta la Santa Sede.

Al final de la procesión, en la basílica de Santa Sabina, el Santo Padre presidirá la misa con el rito de bendición e imposición de las cenizas.

 

 

06/02/2018-14:05
Rosa Die Alcolea

Jornada de Oración y Ayuno por la Paz en el Congo y Sudán del Sur

(ZENIT — 6 feb. 2018).- El próximo viernes, 23 de febrero de 2018, se celebrará una Jornada de Oración y Ayuno por la Paz, en particular por las poblaciones de la República Democrática del Congo y de Sudán del Sur, convocado por el Papa Francisco.

El Santo Padre lo anunció en el rezo del Ángelus el pasado domingo, 4 de febrero de 2018, en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.

 

Llamamiento a otras religiones

Francisco invitó a los miembros de otras religiones a unirse a la iniciativa, en las formas que considerasen más apropiadas.

El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, "consciente de que las religiones pueden contribuir en gran medida al logro y la consolidación de la paz", estará agradecido a los hermanos y hermanas de otras religiones que deseen acoger este llamamiento y vivir momentos de oración, ayuno y reflexión según su propia tradición y en sus lugares de culto, han señalado en un comunicado, con fecha del 6 de febrero de 2018.

 

 

06/02/2018-17:13
Anita Bourdin

Caldeos: 19 pastores en Visita 'Ad limina' recibidos por el Papa Francisco

(ZENIT — 6 febrero 2018).- Diecinueve obispos de la Iglesia Caldea han sido recibidos en audiencia en el Vaticano por el Papa Francisco este lunes 5 de febrero de 2018, con motivo de su visita "quinquenal" "Ad limina apostolorum", indica el Vaticano.

Se trata de 8 obispos caldeos de Irak, y también del Oriente Medio (6), de Irán (2), de Siria (1), del Líbano (1), de Egipto (1), y de Turquía (1); y de cinco obispos caldeos de Occidente: de Canadá (1), de los Estados Unidos (2), de Australia (1), y de Europa (1). La Iglesia Caldea ha sido fundada en Babilonia por Santo Tomás apóstol y sus discípulos Addai y Mari que evangelizan a judíos exiliados y paganos, resume la Obra de Oriente. Autonomía y Separación en 410.

La Iglesia caldea es la rama católica de la Iglesia de Oriente que posteriormente rechazó el Concilio de Éfeso (431). La Iglesia de Oriente, floreciente en Mesopotamia y en Persia, evangeliza la India y la China del siglo IV al XIII.
Jean Simon VIII Soulaka es elegido patriarca en 1551 y reconocido por Roma en 1553 como Patriarca Caldeo para toda esta Iglesia.

Es en 1830 cuando el Metropita de Mosul, Jean Hormizd II será confirmado por el Papa Pío VIII con el título de Patriarca de Babilonia de los Caldeos. Bajo Enmanuel II Thomas (1900-1947) la mayoría de los caldeos no católicos se unen a la Iglesia Católica.

El Patriarca de Babilonia de los Caldeos reside en Bagdad. La Iglesia caldea reúne más de un millón de fieles (Irak, Irán, Siria, Turquía, Líbano, Jordania y la diáspora).

La Iglesia asiria (no unida a Roma) tiene dos patriarcas, en Chicago y en Bagdad, y reúne a unos 300.000 fieles.

 

Obispos caldeos de Irak en visita ad limia (8)

Son, para Iraq, el Patriarca de Babilonia, los Caldeos Luis Rafael I Sako, y sus dos Obispos auxiliares: Shlemon Warduni, y Basel Yaldo;

Mikha Pola Maqdassi, Obispo de Alquoch de los Caldeos;

Rabban Al-Qas, Obispo de Amadiyah y Zaku de los Caldeos;

El Obispo Yousif Thomas Mirkis, dominico, Arzobispo de Kirkouk de los Caldeos; El Obispo Bashar Matti Warda, redentorista, Arzobispo de Erbil de los Caldeos; Obispo Habib Hermiz Jajou Al Nawfali, Arzobispo de Bassorah de los Caldeos.

 

Otros pastores de Oriente Medio (6)

Seis pastores representaron Medio Oriente: Mons. Antoine Audo, Obispo de Alepo, de los Caldeos (Siria);

Michel Kassarji, Obispo de Beirut de los Caldeos (Líbano);

El Obispo Thomas Meram, Arzobispo de Urmia de los Caldeos y Obispo de Salmas de los Caldeos (Irán);

El Obispo Ramzi Garmou, Arzobispo de Teherán de los Caldeos, Administrador Patriarcal de Ahwaz de los Caldeos (Irán);

El Obispo Philip B. Najim, Administrador patriarcal de El Cairo de los Caldeos (Egipto); Fr. Frangois Yakan, administrador patriarcal de Diarbekir de los Caldeos (Turquía).

 

Pastores en Occidente (5)

El Obispo Bawai Soro, Obispo de Mar Addai de Toronto, Caldeos (Canadá);

El Obispo Frank Y. Kalabat, Obispo de St. Thomas Apóstol del Détroit de los Caldeos (Estados Unidos);

El Obispo Emanuel Hana Shaleta, Obispo de San Pedro Apóstol de San Diego de los Caldeos (EE. UU.);

El Obispo Amel Shamon Nona, Arzobispo-Obispo de Santo Tomás Apóstol de Sidney de los Caldeos (Australia);

Obispo Saad Sirop, Visitador apostólico para los fieles de Caldeos que residen en Europa.

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

06/02/2018-18:37
Rosa Die Alcolea

Comunión y Liberación: Deseo de "escuchar a los jóvenes"

(ZENIT — 6 feb. 2018).- El Papa Francisco recibió el pasado viernes, 2 de febrero de 2018, en audiencia a D. Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación (CL), una de las realidades eclesiales postconciliares más extendidas en la Iglesia en Italia y en el mundo.

Después de don Luigi Giussani, fundador de CL en los años 60, desde el año 2005 guía la Fraternidad el sacerdote y teólogo español Julián Carrón, indican en 'Vatican News' en italiano.

Julián Carrón expresó que tenía simplemente el deseo de "poder compartir con el Papa los pasos que hemos dado y el camino que hemos hecho después de la audiencia que tuvimos con él en la plaza de San Pedro, y después de las sugerencias que allí nos hizo para nuestro camino y de la carta sobre la pobreza que nos había mandado; y qué pasos nos hemos propuesto dar para seguirle con todas las iniciativas que hemos emprendido en este sentido".

 

Deseo de escuchar a los jóvenes

Carrón también conversó del Sínodo de los jóvenes con el Papa: "Nos interesa mucho porque se trata de una preocupación nuestra, como he visto que lo es también del Papa: el deseo de escuchar a los jóvenes y de estar realmente disponibles a un diálogo a campo abierto con ellos".

El Santo Padre agradeció al presidente de CL las iniciativas de respuesta a las necesidades de los migrantes o al acompañamiento de los chicos, y sobre la preocupación que muestra el movimiento con respecto a la educación de los jóvenes, señala la versión italiana de Vatican News'.

Lo considera muy importante —ha destacado D. Julián Carrón— en este momento especial en el que los jóvenes viven en una «sociedad líquida», con el fin de que puedan encontrar puntos de referencia que les acompañen en su camino.

 

Cambio de época

"Ver las formas concretas con que la Iglesia se sitúa hoy frente al mundo y a los desafíos que nos afectan a todos": la mayor contribución del magisterio del papa Francisco a Comunión y Liberación es llegar a ser conscientes de este cambio de época que nos lanza un "desafío", explica Carrón.

El sacerdote continúa: "Todo ello con su empuje constante a salir y a entrar en relación con los demás y a llevar esta mirada llena de ternura y de misericordia que nos ha traído Cristo en la historia, y ocuparse de las necesidades de los hombres".

 

"Verificación de la fe"

"Nuestro compromiso es ante todo con los jóvenes, porque consideramos que se trata de una frontera fundamental para todos", declaró Carrón en 'Vatican News' en italiano.

Es por ello "el lugar en el que cada uno de nosotros y toda la Iglesia verifica si la propuesta que hace el cristianismo al hombre moderno se abre espacio en el corazón de los jóvenes".

Y se abre espacio cuando se propone —matiza Julián Carrón— y se encuentra como una experiencia que tiene que ver con la vida, con las necesidades, con la soledad y el malestar que ellos experimentan. "Verificación de la fe", así lo define Carrón.

Otras necesidades que tiene ahora la sociedad, desde la óptica del presidente de CL son: desde el Banco de alimentos al acompañamiento que hacen, por ejemplo, a chavales que tienen dificultades con el estudio, a los presos y a personas que viven en las grandes ciudades de América Latina y que tienen grandes necesidades.

"Podemos plantar ahí una pequeña semilla", asegura Carrón, y esta "novedad cristiana" es para nosotros fundamental.

 

 

06/02/2018-14:40
Redacción

Congo: El capuchino Mons. Ambongo Besungu, Arzobispo coadjutor de Kinshasa

(ZENIT — 6 feb. 2018).- El Santo Padre Francisco ha nombrado arzobispo coadjutor de la archidiócesis de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, a Mons. Fridolin Ambongo Besungu, franciscano capuchino, hasta ahora arzobispo de Mbandka-Bikoro.

La Oficina de Prensa del Vaticano lo ha anunciado este martes, 6 de febrero de 2018.

El Cardenal Laurent Monsengwo Pasinya presentó su dimisión del gobierno pastoral de Kinshasa a sus 75 años de edad.

El Santo Padre, "como suele hacer a menudo, prolonga el mandato teniendo en consideración las condiciones de salud y para no privar a la diócesis de su Pastor hasta la sucesión", ha señalado el Card. Fernando Filoni en una entrevista a la Agencia Fides, medio del Vaticano.

El nombramiento de Mons. Fridolin Ambongo Besungu como Arzobispo coadjutor permitirá que la transferencia de las entregas entre el Cardenal Monsengwo y Mons. Ambongo Besungu se lleve a cabo con la debida calma y el conocimiento profundo de esta "compleja circunscripción eclesiástica", ha descrito Mons. Filoni.

Kinshasa es una Archidiócesis que cuenta con 12 millones de católicos, más o menos la mitad de sus habitantes, apunta Mons. Filoni. Además, Kinshasa es la capital del país y, sin duda, una gran megalópolis, donde están presentes una multitud de problemas humanos, sociales, políticos, religiosos y pastorales, con una complejidad también vinculada a la heterogeneidad étnica, con más de 70 grandes grupos étnicos presentes en el país.

Existen grandes focos de pobreza, problemas de inseguridad y violencia que afectan seriamente a la población. Por esta razón, el Papa Francisco ha convocado un Día de Oración y Ayuno el 23 de febrero, el viernes de la primera semana de Cuaresma, para orar por la paz en el mundo y, en particular, por la República Democrática del Congo y Sudán del Sur.

 

Mons. Fridolin Ambongo Besungu

Desde junio de 2016 es vicepresidente de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO).

Elegido obispo de Bokungu-lkela, recibió la ordenación episcopal el 6 de marzo de 2005. También ha sido administrador apostólico de Kole, Presidente de la Comisión Episcopal "Justicia y Paz" y administrador apostólico de Mbandaka-Bikoro, antes de ser nombrado arzobispo de la misma arquidiócesis el 12 de noviembre de 2016.

Después de la ordenación sacerdotal fue párroco en Bobito (1988-1989), profesor de la Universidad Católica de Kinshasa, Superior Mayor, Vice-Provincial de los Padres Capuchinos de la Viceprovincia de la República Democrática del Congo, presidente nacional de la Asamblea Nacional de Superiores Mayores (ASUMA) y de la Circunscripción de los Frailes Menores Capuchinos en África (Cóncau).

Mons. Fridolin Ambongo Besungu, franciscano capuchino, nació el 24 de enero de 1960 en Boto, diócesis de Molegbe. Después de asistir a los cursos de Filosofía en el Seminario de Bwamanda y de Teología en el Instituto Saint Eugéne de Mazenod, pronunció la primera profesión en la Orden de los Frailes Menores Capuchinos en 1981 y los votos perpetuos en 1987. Fue ordenado sacerdote el 14 de agosto 1988. Se licenció en Teología Moral en la Academia Alfonsiana.

 

 

06/02/2018-13:49
Antonio Rivero

Padre Antonio Rivero: "El pecado es la lepra del alma"

Domingo 6° del Tiempo Ordinario
Ciclo B
Textos: Ley 13, 1-2.44-46; 1 Co 10, 31-11,1; Mc 1, 40-45

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos

Idea principal: La peor lepra en nuestra vida es la lepra del pecado que carcome nuestra alma, nos aparta de Dios, nos margina de los hombres y mata nuestras más nobles aspiraciones.

Síntesis del mensaje: Si no hubiera venido Cristo, todos seguiríamos leprosos. Y con la lepra la maldición. Y con la maldición, la condenación. Pero Cristo nos curó y nos cura mediante los sacramentos que realizan lo que significan. Y con Cristo, la salvación.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, en el tiempo bíblico la lepra —parece que llamaban así prácticamente a todas las enfermedades de la piel- era la enfermedad más temida y la que más reacción contraria producía. Causaba desfiguraciones y mutilaciones repulsivas. El Levítico por higiene y también porque atribuían este mal a los pecados de la persona, prescribía una marginación realmente dura. En tiempos de Jesús, al leproso se le echaba de casa a la calle, de la ciudad al campo y de la sociedad al sepulcro. Se le obligaba por ley a andar andrajoso y greñudo, alertar a gritos a los transeúntes y a morar en los sepulcros vacíos. Y todo porque era un enfermo de alto riesgo, que contagiaba al que tocaba, y un impuro legal sin derechos a la comunidad de culto, porque volvía impuro todo lo que tocaba. Un gran cristiano de nuestro tiempo, Raúl Follereau, luchó titánicamente por su erradicación, y aún ahora la Fundación Anesvad insiste incansable en concienciarnos sobre ella. Héroe indiscutible de esta enfermedad fue el Beato Damián, de Molokai, misionero contagiado de lepra cuidando a los leprosos. El bacilo de la lepra, conocido por el nombre de su descubridor, "Hansen", no ha sido descubierto hasta 1874. Pero ha sido una monja francesa, Sor María Zuzanne, la que encontró el suero eficaz para combatirlo, que lleva el nombre de su descubridora, "Microbacterium Marianum". Hoy la lepra está más controlada. Pero tiene como compañía otros males parecidos, como el sida, que invade grandes regiones del mundo.

En segundo lugar, en la Edad Media, el sacerdote se colgaba la estola al cuello, empuñaba el crucifijo en alto, metía al leproso en el templo y le celebraba el oficio de difuntos. Entonces los arquitectos de templos y catedrales dejaban unos orificios en las paredes, las mirillas de los leprosos, para que éstos pudieran asistir a la misa sin entrar en la iglesia. Luego, terminando la misa, se lo recluía en los lazaretos, hospitales inmundos donde pudieran tranquilamente morirse de asco. Y en la Edad Posmoderna, que es la nuestra, ¿qué hacemos con los leprosos de ayer que son los contagiados de sida hoy? El sida se contagia sólo de sangre a sangre: por las relaciones sexuales, por las trasfusiones, por las agujas de drogadictos contagiados y por la gestación de la madre al hijo. El sida comenzó sus andanzas por las naciones en 1981. En 1987 teníamos 5 millones de sidatas en el mundo; al año siguiente ya eran 10 millones. ¿Y hoy? Tenebroso y escalofriante. El sida es la peste negra al día, la que en 1384 vació los conventos de Marseille y Carcassone, diezmó a Europa, destruyó dos generaciones y dejó por terminar las torres de las catedrales de Colonia y Estrasburgo. El enfermo de sida de hoy es el leproso de ayer.

Finalmente, la peor lepra es la del pecado. Necesitamos que Cristo nos toque. Jesús ha tocado al leproso, que hacía muchos años que no había experimentado ni un solo contacto, desde que su madre le acariciaba cuando era niño. Ahora está sintiendo el cálido afecto del tacto de la mano todo bondad y ternura de Jesús, mientras toda una oleada de vida electrizó todo su cuerpo. Y se han cambiado los papeles: el leproso ha quedado limpio y Jesús, según la ley del Levítico, impuro: "El que toca al impuro queda contaminado, porque el impuro le transmite su impureza"(1,5). San Pablo relaciona la lepra con el pecado, y nos lo dice así: "Al que no conoció pecado, le hizo pecado en lugar nuestro, para que seamos justicia de Dios en El" (2 Cor 5, 21). Sí, la peor lepra es la del pecado. Lepra de mente, cuando pensamos cosas indignas. Lepra de los ojos, cuando miramos lo que no debemos. Lepra del corazón, cuando odiamos y deseamos el mal, o la mujer o el varón que no nos corresponde. Lepra de las manos, cuando nos peleamos o cuando no compartimos. Lepra de los pies, cuando transitamos por lugares tenebrosos. Y con esta lepra del pecado vienen todas las consecuencias: nos apartamos de Dios, nos alejamos de los hombres, matamos nuestra alma, y los demás males del mundo. ¿Y por qué Dios no manda de nuevo el Diluvio (Gn 6) o hace caer fuego sobre las nuevas Sodomas y Gomorras (Gn 19)? Tanto ama el Padre al mundo que hace a su Hijo leproso, para que los hombres sientan la calidez y la ternura de Dios en sus carnes.

Para reflexionar: ¿Qué lepra invade mi vida? ¿A qué espero para acercarme a Cristo para gritarle que me cure en la confesión? ¿Por qué no ayudo a otros hermanos leprosos para que se acerquen a Cristo?

Para rezar: Señor, si tú quieres, puedes limpiarme. Y si me curas, se lo contaré a todos los que me rodean, tenlo por seguro, Señor.

 

 

06/02/2018-07:41
Isabel Orellana Vilches

Beato Pío IX, 7 de febrero

«Este papa de la cruz en su largo y fecundo pontificado fue ardiente defensor de María y José. Proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción y declaró a José patrón de la Iglesia universal. Se ocupó de preservar la unidad eclesial»

Giovanni María Mastai-Ferretti fue el noveno hijo de los condes Girolamo Mastai y Caterina Solazzi, y nació el 13 de mayo de 1792 en Senigallia, Marca de Ancona, Italia. La epilepsia puso freno a sus estudios durante unos años, hasta que en 1.815, después de peregrinar a Loreto, desapareció la enfermedad. Previamente, y como su padre tenía el deseo de que formara parte de la Guardia Noble del papa, para complacerlo había presentado su solicitud, petición que le fue denegada al tener constancia de su enfermedad. No le importó. Lo que realmente quería era ser sacerdote, de modo que libre de la epilepsia pudo seguir la carrera eclesiástica, y en 1.819 fue ordenado.

Ofició su primera misa en la iglesia de Santa Ana, colindante a un centro para jóvenes sin hogar, Tata Giovanni, donde iba a realizar una fecunda labor apostólica hasta 1.823, ya que fue designado director del hospicio por el papa Pío VII. Además, el pontífice lo eligió también para una delicada misión: ser auditor del delegado apostólico ante Chile, monseñor Muzi, y de Perú. Su labor apostólica se polarizaba en la acción caritativa con los pobres y las sucesivas tareas pastorales de orden diverso que le fueron encomendando. Fue canónigo de Santa María en Via Lata, dirigió el gran hospital San Michele, fue arzobispo de Spoleto, cardenal presbítero titular de la iglesia de Santi Pietro e Marcellino, entre otras responsabilidades que le confiaron. Gran diplomático y estratega, logró que miles de desertores del ejército australiano depusieran las armas y que, al entregarse, les fuese condonada la pena por las autoridades.

Fue elegido pontífice el 16 de junio de 1.846. Era el sucesor de Gregorio XVI. Se le ha denominado el «papa de la cruz». No en vano, su largo pontificado, que duró 32 años, transcurrió en una época histórica convulsa; la masonería internacional tenía en el punto de mira a la Iglesia. Luchas entre facciones políticas desencadenaron ataques y saqueos en iglesias italianas. La República Romana, proclamada por Giuseppe Mazzini, Carlo Armellini y Aurelio Saffi, se fue a pique gracias a la intervención de las tropas francesas. Y el papa, que tuvo que refugiarse en Gaeta, regresó a Roma. Había sido acogido con esperanza por su carácter abierto, pero se negó a claudicar ante las exigencias del poder laico y también se opuso frontalmente contra la masonería.

En 1.845 proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, hito histórico eclesial de gran relevancia. En 1.864 promulgó la encíclica «Quanta cura». El anexo «Sillabus» inserto en ella es una lista de enseñanzas prohibidas, con la que la Iglesia condenaba los errores del momento, así como conceptos liberales e iluministas. Como causas de los males que abatían a la Iglesia y a la sociedad de su tiempo, el clarividente pontífice apuntó al ateismo y al cientismo del siglo XVII, postulado por la masonería y exaltado por la Revolución Francesa. Atacado por los masones, permaneció incólume en la defensa de la verdad proclamada por Cristo, y prosiguió impulsando la unidad de la Iglesia. Designó a san José, Patrono de la Iglesia Universal, dio gran importancia a la espiritualidad popular, reconoció las apariciones de María en La Salette y en Lourdes, convocó el Concilio Vaticano I (1.869-70), y dentro del mismo promulgó el dogma de la infalibilidad papal.

Cuando en 1.870 fue tomada Roma por facciones piamontesas, se recluyó en el Vaticano. Pero nada podía terminar con la Iglesia y así lo lanzó a los cuatro vientos, diciendo: «Ninguna cosa es más fuerte que la Iglesia. La Iglesia es más fuerte que el mismo cielo, pues está la palabra de Jesús: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Su amor sin reservas por la Iglesia, la vivencia de la caridad, la fidelidad al sacerdocio y la tutela de los misioneros fueron las pasiones de este gran pontífice. Además, tuvo un sentido del humor extraordinario. Anecdóticamente se recuerda que cuando la anestesia de una operación no fue lo suficientemente efectiva, no se quejó. Pero al final, mientras agradecía al cirujano su labor, le dijo: «Es usted un astrónomo formidable. Me ha hecho usted ver más estrellas que el director del observatorio con su telescopio». Sencillo y cercano, gozó del cariño de las gentes. Murió el 7 de febrero de 1.878. El beato José Baldo sintetizó su vida aseverando: «Dirá la historia que todo el mundo tuvo los ojos clavados en Pío IX. Dirá que tuvo la fuerza del león y al mismo tiempo la amabilidad, la ternura y la suavidad de una madre». Su causa de beatificación ha sido larga y compleja. Fue abierta por Pío X el 11 de febrero de 1.907. El 7 de diciembre de 1.954 Pío XII tomó el relevo de su predecesor y volvió a ocuparse del proceso. Con posterioridad, Pablo VI le dio un importante impulso. En 1.986 la causa quedó clausurada tras el milagro de la inexplicable curación de una religiosa. Finalmente, Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre de 2.000.