Ir a contracorriente

 

Protocolos: ¿la solución a la pedofilia, a las redes porno, a la violencia sexista, al bullying…?

 

 

14/02/2018 | por Ramon Torra i Puigdellívol


 

 

Me ha movido a escribir estas reflexiones la continua escalada de agresiones sexuales de hombres contra mujeres (y también de mujeres contra hombres, aunque no sean la tan frecuentes). Últimamente ha habido la protagonizada por un chico de 14 años a plena luz del día. ¿Por qué sucede esto? Día tras día oímos desde los estamentos oficiales, que “han fallado los protocolos…”, que “han de revisar los protocolos…”, que “han de mejorar los protocolos…” Cuando oigo estos comentarios de las autoridades hablando de protocolos me cae la cara de vergüenza ya que parece ser que el “protocolo” es quien resolverá todo.

Pero ¿por qué pasa todo esto?, ¿por qué hay esta violencia?, ¿Qué es lo que hace que dos personas, con una relación íntima mantenida, con hijos por el medio, terminen queriéndose deshacer la una de la otra? Si miramos las situaciones concretas nos daremos cuenta de que siempre hay una desestructuración familiar, ya sea en el origen o en la relación.

El Pacto de Estado sobre violencia machista, que se tenía que llevar a término con urgencia y eficacia, está enterrado en Comisiones de estudio que solo sirven para cobrar los que formen parte de ella. Un pacto de Estado de 213 medidas (sic!) cuando con una docena bastaría. Un montón de desmesuras y de falta de voluntad política. Según el Ministerio de Igualdad de las 650 mujeres asesinadas en los últimos diez años, ¡las 650!, ¡el 100%!, habían denunciado maltratos.

“En la pedofilia fallan los protocolos; en la violencia a las mujeres, fallan los protocolos, en las redes pornográficas, fallan los protocolos; en el bullying, fallan los protocolos; en los acosos y abusos sexuales, fallan los protocolos; en las acciones terroristas, fallan los protocolos; en los incendios, fallan los protocolos…”.

El camino para la denuncia es largo y farragoso. Un artículo en un periódico lo explica así:

  • 3 de la tarde: una amiga de una mujer maltratada llama al 016 para saber qué hacer: explicación de los hechos.
  • 5 de la tarde: ir a un centro de salud para hacer un informe médico: explicación de los hechos. Informe médico.
  • 7 de la tarde: ir a la Policía Nacional a poner la denuncia. Hay tanta gente que se debe esperar y le dicen que vaya a cenar a su casa y que vuelva (¿ir a cenar a casa después del maltrato?). Llama al 016 y le dicen que tiene prioridad. Se lo dice al policía y les repite que vayan a pasear y vuelva más tarde. Vuelve a llamar al 016 y el policía la hace pasar. Le hacen un test para saber si es víctima: vuelve a cuenta la historia. Deben llamar a un abogado de guardia para que venga. Llega a la media hora: vuelve a explicar los hechos.
  • 3 de la madrugada!!! (¡doce horas después!): El policía toma nota, hace un informe, lo lee en voz alta y lo firma la interesada.

Parece ser que quien resuelve las cosas son los protocolos, los papeles y no las personas. Pero ya se ve que no es así. Y ¿qué es un protocolo? Si cogemos el diccionario hay muchas acepciones, pero en cuanto a lo que nos interesa un protocolo puede ser el “plan preciso y detallado de procedimientos y reglas que hay que observar y cumplir con el fin de resolver un problema“.

¿Alguien cree seriamente que un “protocolo” que establece una orden de alejamiento de 300 m del agresor a la agredida, el agresor no se acercará? ¿O que si una mujer denuncia una agresión ya se puede quedar tranquila…? O se vigila las 24 horas del día al acosador (cosa imposible) o por muchas órdenes que se dicten y “protocolos” que lo regulen la gente se las pasa por el forro, como se está demostrando. No nos podemos creer que porque haya una norma escrita y un plan a seguir las cosas funcionarán.

Copio un protocolo oficial:

Protocolo para la Prevención, Detección y Actuación ante el Acoso y Abuso Sexual

  • Nombrar 2 delegados de protección, de diferente sexo y un comité asesor, formado por 4 personas.
  • ¿Qué debe hacer la víctima? Denunciar al acosador y presentarse ante uno de los delegados de protección. Este entrevistará con todas las personas que están inmersas en el caso (denunciante, denunciado, presunta víctima, testigos, otras personas de relevancia).
  • En 10 días el delegado deberá redactar un informe proponiendo qué camino tomar y presentarlo al comité asesor que deberá archivar, continuar, o poner inmediatamente en conocimiento de la Dirección General.
  • Cuando no hay dudas sobre el hecho, se comunicará al juzgado de guardia o a la Fiscalía el presunto acoso o abuso.

Es para llorar. Con todo esto solo hay actuaciones posteriores a los hechos y la prevención se deja al miedo que pueda tener el posible acosador si comete alguno de estos actos.

¿De verdad nos creemos que esto sirve para algo?

¿Qué se hace en la línea para la prevención?

No hay protocolo que arregle esto. Esto solo lo podemos arreglar las personas. ¿Dónde está la solución?

Un factor determinante para que chicas y chicos se conviertan en seguros y equilibrados es tener una familia bien estructurada, unos padres fuertes que ejerzan su papel con amor, afecto y confianza. Hijos e hijas necesitan tanto la madre como el padre, y hemos de reivindicar la figura de los padres fuertes para demostrar hasta qué punto los consejos y el testimonio vital de los padres influye en vida de nuestros hijos.

En una época en que cada vez se insiste más en “difuminar” la distinción natural entre el papel del padre y de la madre, en la que es igual si la familia está compuesta por padre y madre, o por dos padres o dos madres, o si es monoparental, el papel del padre y de la madre es bastante más influyente de lo que muchos nos imaginamos. Hijos e hijas necesitan la relación maternal y paternal, necesitan del apoyo que solo una madre y un padre pueden dar, y si ellos lo hacen, los resultados son excepcionales, ya que en casa, en la familia, es el único lugar donde las personas nos sentimos acogidas.

En la formación del carácter, en la educación integral de la persona como ser humano, en el sentido de la vida y en el concepto natural de la familia, hay que hablar de todos los temas como el bullying, la presión de los compañeros, la enseñanza de la libertad y la responsabilidad, el uso de aparatos electrónicos, las relaciones sexuales, el enganche a las redes (nunca mejor dicho lo de red) y a las drogas, las diferencias entre el papel materno y paterno en el hogar, el equilibrio entre el autodominio y la estimulación…

Y también es esencial para la formación de la persona la enseñanza del conocimiento de Dios y de la fe religiosa que aquí se explicita desde un enfoque cristiano, ya que sin el cristianismo no se pueden entender las raíces de Europa. La felicidad y la salud mental de los hijos se entroncan con las virtudes humanas. Por ello es imprescindible formar jóvenes sinceros, valientes, sencillos, dóciles, amables… en definitiva, jóvenes “virtuosos”. Los chicos deben educar su masculinidad y las chicas su feminidad.

Pero hoy vivimos en una época posmoderna, donde la posmodernidad abarca todos los ámbitos: familia, cine, arte, literatura, pintura, arquitectura… y estos conceptos se han trastocado. En la actual sociedad impera lo efímero (lo que ha pasado hace unos segundos ya es pasado); reina lo intrascendente y se sacraliza la banalidad.

Vivimos en una sociedad light, blanda, de algodón, donde “personajes sin nada importante que decir son su seña de identidad”; donde “la sección de deportes es la protagonista de la información”; donde “los espectáculos de masas (los circos actuales como el fútbol, las carreras de coches o motos) son los verdaderos actos sociales”. Vivimos en una sociedad en la que importa más la lágrima que lo que pasó; que convierte en trascendente lo accesorio; y en la que solo importa mi imagen, no lo que yo soy sino lo que los demás creen que soy.

Vivimos en una sociedad confusa, llena de eufemismos: vida en pareja versus matrimonio; interrupción del embarazo versus aborto; muerte digna versus eutanasia; cambio de relación sentimental versus divorcio… E inmersos en la denominada “ideología de género” que pretende ignorar el sexo e igualar y uniformar chicos y chicas, por eso “la masculinidad y la feminidad son conceptos culturales, de rol, que cada uno debe decidir cómo lo quiere resolver “. Pero por muchos lobbys que se afanen en defender esta teoría nunca podrán demostrar que hombres y mujeres son iguales. Hoy los Parlamentos de todo el mundo se sienten forzados a legislar en esta línea: es la dictadura de la democracia.

Niñas y niños, chicas y chicos, mujeres y hombres somos diferentes tanto biológica como psicológicamente, con necesidades, gustos e intereses diferentes. Los padres poseemos el potencial necesario para conseguir dar esta formación a los hijos, ya que tenemos la intuición y el corazón. Pero educar a los hijos exige, también, formarse bien como padres.

Los problemas a que se enfrentan los adolescentes de hoy tienen tres orígenes: la pérdida de relación con personas adultas, especialmente con los padres y los abuelos; la pérdida, o nula, educación religiosa, y una exposición constante a unos medios de comunicación que valoran sobre todo el sexo, el dinero y la fama. Para contrarrestar estas presiones nuestros hijos nos necesitan “a nosotros”. Necesitan nuestro ejemplo, nuestro afecto, nuestra autoridad, nuestros consejos, nuestra aprobación, nuestra atención… en definitiva nuestro tiempo. Y lo que necesitan muy especialmente es la persona del padre, en muchos casos el gran ausente.

Padres, decidíos a pasar más tiempo con vuestros hijos, no importa si en este tiempo surgen tensiones, discusiones, risas o silencios. Todo es importante. Nada puede reemplazar una vida vivida al lado de la madre y del padre, nada. Y no os engañéis creyendo que podéis ser sustituidos por cualquiera: por la escuela…, por el ayuntamiento…, por el estado…, por la sociedad… o por un “protocolo”, porque no es así. Estos estamentos nos pueden ayudar, nos tienen que ayudar, pero nunca hemos de dejar que nos sustituyan y se conviertan en “educadores” de nuestros hijos: nosotros somos los únicos responsables de su educación.

¿Será esta la solución que, con el tiempo, puede hacer dar el vuelco a estas aberrantes actuaciones?