Servicio diario - 22 de febrero de 2018


 

Jóvenes: El mundo espera vuestra respuesta a esa llamada única
Rosa Die Alcolea

"Escuchar la sed de las periferias": Invitación en Cuaresma
Rosa Die Alcolea

JMJ: Acompañados por la Virgen en esta peregrinación espiritual
Rosa Die Alcolea

Cátedra de Pedro: Apoyar al Papa en la difícil misión que recibe del Señor
Rosa Die Alcolea

ONU: "Poner fin a la práctica de la detención de niños", llamada de Mons. Auza
Marina Droujinina

Papa Francisco, hace dos años en México
Felipe Arizmendi Esquivel

Beata Rafaela Ybarra de Villalonga, 23 de febrero
Isabel Orellana Vilches


 

 

22/02/2018-16:50
Rosa Die Alcolea

Jóvenes: El mundo espera vuestra respuesta a esa llamada única

(ZENIT — 22 feb. 2018).- "Los cristianos auténticos no tienen miedo de abrirse a los demás, compartir su espacio vital transformándolo en espacio de fraternidad", dice el Papa a los jóvenes.

La Santa Sede ha publicado este jueves, 22 de febrero de 2018, el mensaje que el Papa Francisco envía a los jóvenes de todo el mundo con motivo de la XXXIII Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en ámbito diocesano el 25 de marzo de 2018, Domingo de Ramos y cuyo tema es No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios (Lc 1,30).

En el texto, el Pontífice advierte a los jóvenes que no dejen "que el resplandor de la juventud se apague en la oscuridad de una habitación cerrada en la que la única ventana para ver el mundo sea el ordenador y el smartphone".

En este contexto, los exhorta a no perder el gusto de disfrutar del "encuentro", de la "amistad", el "gusto de soñar juntos", de "caminar con los demás".

Asimismo, Francisco llama a los jóvenes de todos los países al discernimiento, algo que resulta "imprescindible" en los momentos en que las dudas y los miedos inundan nuestros corazones: Nos permite poner orden en la confusión de nuestros pensamientos y sentimientos, para actuar de una manera justa y prudente, indica el Pontífice.

La Virgen "camina con nosotros hacia el Sínodo y la JMJ de Panamá" anuncia el Papa a los jóvenes: El Santo Padre ha elegido a "María, la joven de Nazaret, a quien Dios escogió como Madre de su Hijo", para acompañar a los jóvenes en este viaje con su ejemplo y su intercesión.

RD

Sigue el texto íntegro del Mensaje del Papa:

 

Mensaje del Papa Francisco

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios» (Lc 1,30)

Queridos jóvenes:

La Jornada Mundial de la Juventud de 2018 es un paso más en el proceso de preparación de la Jornada internacional, que tendrá lugar en Panamá en enero de 2019. Esta nueva etapa de nuestra peregrinación cae en el mismo año en que se ha convocado la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Es una buena coincidencia. La atención, la oración y la reflexión de la Iglesia estarán puestas en vosotros, los jóvenes, con el deseo de comprender y, sobre todo, de «acoger» el don precioso que representáis para Dios, para la Iglesia y para el mundo.

Como ya sabéis, hemos elegido a María, la joven de Nazaret, a quien Dios escogió como Madre de su Hijo, para que nos acompañe en este viaje con su ejemplo y su intercesión. Ella camina con nosotros hacia el Sínodo y la JMJ de Panamá. Si el año pasado nos sirvieron de guía las palabras de su canto de alabanza: «El Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1,49), enseñándonos a hacer memoria del pasado, este año tratamos de escuchar con ella la voz de Dios que infunde valor y da la gracia necesaria para responder a su llamada: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios» (Lc 1,30). Son las palabras pronunciadas por el mensajero de Dios, el arcángel Gabriel, a María, una sencilla jovencita de un pequeño pueblo de Galilea.

 

1. No temas

Es comprensible que la repentina aparición del ángel y su misterioso saludo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28) hayan causado una fuerte turbación en María, sorprendida por esta primera revelación de su identidad y de su vocación, desconocida para ella entonces. María, como otros personajes de las Sagradas Escrituras, tiembla ante el misterio de la llamada de Dios, que en un instante la sitúa ante la inmensidad de su propio designio y le hace sentir toda su pequeñez, como una humilde criatura. El ángel, leyendo en lo más profundo de su corazón, le dice: «¡No temas!». Dios también lee en nuestro corazón. Él conoce bien los desafíos que tenemos que afrontar en la vida, especialmente cuando nos encontramos ante las decisiones fundamentales de las que depende lo que seremos y lo que haremos en este mundo. Es la «emoción» que sentimos frente a las decisiones sobre nuestro futuro, nuestro estado de vida, nuestra vocación. En esos momentos nos sentimos turbados y embargados por tantos miedos.

Y vosotros jóvenes, ¿qué miedos tenéis? ¿Qué es lo que más os preocupa en el fondo? En muchos de vosotros existe un miedo de «fondo» que es el de no ser amados, queridos, de no ser aceptados por lo que sois. Hoy en día, muchos jóvenes se sienten obligados a mostrarse distintos de lo que son en realidad, para intentar adecuarse a estándares a menudo artificiales e inalcanzables. Hacen continuos «retoques fotográficos» de su imagen, escondiéndose detrás de máscaras y falsas identidades, hasta casi convertirse ellos mismos en un «fake». Muchos están obsesionados con recibir el mayor número posible de «me gusta». Y este sentido de inadecuación produce muchos temores e incertidumbres. Otros tienen miedo a no ser capaces de encontrar una seguridad afectiva y quedarse solos. Frente a la precariedad del trabajo, muchos tienen miedo a no poder alcanzar una situación profesional satisfactoria, a no ver cumplidos sus sueños. Se trata de temores que están presentes hoy en muchos jóvenes, tanto creyentes como no creyentes. E incluso aquellos que han abrazado el don de la fe y buscan seriamente su vocación tampoco están exentos de temores. Algunos piensan: quizás Dios me pide o me pedirá demasiado; quizás, yendo por el camino que me ha señalado, no seré realmente feliz, o no estaré a la altura de lo que me pide. Otros se preguntan: si sigo el camino que Dios me indica, ¿quién me garantiza que podré llegar hasta el final? ¿Me desanimaré? ¿Perderé el entusiasmo? ¿Seré capaz de perseverar toda mi vida?

En los momentos en que las dudas y los miedos inundan nuestros corazones, resulta imprescindible el discernimiento. Nos permite poner orden en la confusión de nuestros pensamientos y sentimientos, para actuar de una manera justa y prudente. En este proceso, lo primero que hay que hacer para superar los miedos es identificarlos con claridad, para no perder tiempo y energías con fantasmas que no tienen rostro ni consistencia. Por esto, os invito a mirar dentro de vosotros y «dar un nombre» a vuestros miedos. Preguntaos: hoy, en mi situación concreta, ¿qué es lo que me angustia, qué es lo que más temo? ¿Qué es lo que me bloquea y me impide avanzar? ¿Por qué no tengo el valor para tomar las decisiones importantes que debo tomar? No tengáis miedo de mirar con sinceridad vuestros miedos, reconocerlos con realismo y afrontarlos. La Biblia no niega el sentimiento humano del miedo ni sus muchas causas. Abraham tuvo miedo (cf. Gn 12,10s.), Jacob tuvo miedo (cf. Gn 31,31; 32,8), y también Moisés (cf. Ex 2,14; 17,4), Pedro (cf. Mt 26,69ss.) y los Apóstoles (cf. Mc 4,38-40, Mt 26,56). Jesús mismo, aunque en un nivel incomparable, experimentó el temor y la angustia (Mt 26,37, Lc 22,44).

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (Me 4,40). Este reproche de Jesús a sus discípulos nos permite comprender cómo el obstáculo para la fe no es con frecuencia la incredulidad sino el miedo. Así, el esfuerzo de discernimiento, una vez identificados los miedos, nos debe ayudar a superarlos abriéndonos a la vida y afrontando con serenidad los desafíos que nos presenta. Para los cristianos, en concreto, el miedo nunca debe tener la última palabra, sino que nos da la ocasión para realizar un acto de fe en Dios... y también en la vida. Esto significa creer en la bondad fundamental de la existencia que Dios nos ha dado, confiar en que él nos lleva a un buen final a través también de las circunstancias y vicisitudes que a menudo son misteriosas para nosotros. Si por el contrario alimentamos el temor, tenderemos a encerrarnos en nosotros mismos, a levantar una barricada para defendernos de todo y de todos, quedando paralizados. ¡Debemos reaccionar! ¡Nunca cerrarnos! En las Sagradas Escrituras encontramos 365 veces la expresión «no temas», con todas sus variaciones. Como si quisiera decir que todos los días del año el Señor nos quiere libres del temor.

El discernimiento se vuelve indispensable cuando se trata de encontrar la propia vocación. La mayoría de las veces no está clara o totalmente evidente, pero se comprende poco a poco. El discernimiento, en este caso, no pretende ser un esfuerzo individual de introspección, con el objetivo de aprender más acerca de nuestros mecanismos internos para fortalecernos y lograr un cierto equilibrio. En ese caso, la persona puede llegar a ser más fuerte, pero permanece cerrada en el horizonte limitado de sus posibilidades y de sus puntos de vista. La vocación, en cambio, es una llamada que viene de arriba y el discernimiento consiste sobre todo en abrirse al Otro que llama. Se necesita entonces el silencio de la oración para escuchar la voz de Dios que resuena en la conciencia. Él llama a la puerta de nuestro corazón, como lo hizo con María, con ganas de entablar en amistad con nosotros a través de la oración, de hablarnos a través de las Sagradas Escrituras, de ofrecernos su misericordia en el sacramento de la reconciliación, de ser uno con nosotros en la comunión eucarística.

Pero también es importante hablar y dialogar con otros, hermanos y hermanas nuestros en la fe, que tienen más experiencia y nos ayudan a ver mejor y a escoger entre las diversas opciones. El joven Samuel, cuando oyó la voz del Señor, no lo reconoció inmediatamente y por tres veces fue a Elí, el viejo sacerdote, quien al final le sugirió la respuesta correcta que debería dar a la llamada del Señor: «Si te llama de nuevo, di: "Habla Señor, que tu siervo escucha"» (1 S 3,9). Cuando dudéis, sabed que podéis contar con la Iglesia. Sé que hay buenos sacerdotes, consagrados y consagradas, fieles laicos, muchos de ellos jóvenes a su vez, que pueden acompañaros como hermanos y hermanas mayores en la fe; movidos por el Espíritu Santo, os ayudarán a despejar vuestras dudas y a leer el designio de vuestra vocación personal. El «otro» no es únicamente un guía espiritual, sino también el que nos ayuda a abrirnos a todas las riquezas infinitas de la existencia que Dios nos ha dado. Es necesario que dejemos espacio en nuestras ciudades y comunidades para crecer, soñar, mirar nuevos horizontes. Nunca perdáis el gusto de disfrutar del encuentro, de la amistad, el gusto de soñar juntos, de caminar con los demás. Los cristianos auténticos no tienen miedo de abrirse a los demás, compartir su espacio vital transformándolo en espacio de fraternidad. No dejéis, queridos jóvenes, que el resplandor de la juventud se apague en la oscuridad de una habitación cerrada en la que la única ventana para ver el mundo sea el ordenador y el smartphone. Abrid las puertas de vuestra vida. Que vuestro ambiente y vuestro tiempo estén ocupados por personas concretas, relaciones profundas, con las que podáis compartir experiencias auténticas y reales en vuestra vida cotidiana.

 

2. María

«Te he llamado por tu nombre» (Is 43,1). El primer motivo para no tener miedo es precisamente el hecho de que Dios nos llama por nuestro nombre. El ángel, mensajero de Dios, llamó a María por su nombre. Poner nombres es propio de Dios. En la obra de la creación, él llama a la existencia a cada criatura por su nombre. Detrás del nombre hay una identidad, algo que es único en cada cosa, en cada persona, esa íntima esencia que sólo Dios conoce en profundidad. Esta prerrogativa divina fue compartida con el hombre, al cual Dios le concedió que diera nombre a los animales, a los pájaros y también a los propios hijos (Gn 2,19-21; 4,1). Muchas culturas comparten esta profunda visión bíblica, reconociendo en el nombre la revelación del misterio más profundo de una vida, el significado de una existencia.

Cuando Dios llama por el nombre a una persona, le revela al mismo tiempo su vocación, su proyecto de santidad y de bien, por el que esa persona llegará a ser alguien único y un don para los demás. Y también cuando el Señor quiere ensanchar los horizontes de una existencia, decide dar a la persona a quien llama un nombre nuevo, como hace con Simón, llamándolo «Pedro». De aquí viene la costumbre de asumir un nuevo nombre cuando se entra en una orden religiosa, para indicar una nueva identidad y una nueva misión. La llamada divina, al ser personal y única, requiere que tengamos el valor de desvinculamos de la presión homogeneizadora de los lugares comunes, para que nuestra vida sea de verdad un don original e irrepetible para Dios, para la Iglesia y para los demás.

Queridos jóvenes: Ser llamados por nuestro nombre es, por lo tanto, signo de la gran dignidad que tenemos a los ojos de Dios, de su predilección por nosotros. Y Dios llama a cada uno de vosotros por vuestro nombre. Vosotros sois el «tú» de Dios, preciosos a sus ojos, dignos de estima y amados (cf. /s 43,4). Acoged con alegría este diálogo que Dios os propone, esta llamada que él os dirige Ilamándoos por vuestro nombre.

 

3. Has encontrado gracia ante Dios

El motivo principal por el que María no debe temer es porque ha encontrado gracia ante Dios. La palabra «gracia» nos habla de amor gratuito e inmerecido. Cuánto nos anima saber que no tenemos que conseguir la cercanía y la ayuda de Dios presentando por adelantado un «currículum de excelencia», lleno de méritos y de éxitos. El ángel dice a María que ya ha encontrado gracia ante Dios, no que la conseguirá en el futuro. Y la misma formulación de las palabras del ángel nos da a entender que la gracia divina es continua, no algo pasajero o momentáneo, y por esto nunca faltará. También en el futuro seremos sostenidos siempre por la gracia de Dios, sobre todo en los momentos de prueba y de oscuridad.

La presencia continua de la gracia divina nos anima a abrazar con confianza nuestra vocación, que exige un compromiso de fidelidad que hay que renovar todos los días. De hecho, el camino de la vocación no está libre de cruces: no sólo las dudas iniciales, sino también las frecuentes tentaciones que se encuentran a lo largo del camino. La sensación de no estar a la altura acompaña al discípulo de Cristo hasta el final, pero él sabe que está asistido por la gracia de Dios.

Las palabras del ángel se posan sobre los miedos humanos, disolviéndolos con la fuerza de la buena noticia de la que son portadoras. Nuestra vida no es pura casualidad ni mera lucha por sobrevivir, sino que cada uno de nosotros es una historia amada por Dios. El haber «encontrado gracia ante Dios» significa que el Creador aprecia la belleza única de nuestro ser y tiene un designio extraordinario para nuestra vida. Ser conscientes de esto no resuelve ciertamente todos los problemas y no quita las incertidumbres de la vida, pero tiene el poder de transformarla en profundidad. Lo que el mañana nos deparará, y que no conocemos, no es una amenaza oscura de la que tenemos que sobrevivir, sino que es un tiempo favorable que se nos concede para vivir el carácter único de nuestra vocación personal y compartirlo con nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia y en el mundo.

 

4. Valentía en el presente

La fuerza para tener valor en el presente nos viene de la convicción de que la gracia de Dios está con nosotros: valor para llevar adelante lo que Dios nos pide aquí y ahora, en cada ámbito de nuestra vida; valor para abrazar la vocación que Dios nos muestra; valor para vivir nuestra fe sin ocultarla o rebajarla.

Sí, cuando nos abrimos a la gracia de Dios, lo imposible se convierte en realidad. «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» (Rm 8,31). La gracia de Dios toca el hoy de vuestra vida, os «aferra» así como sois, con todos vuestros miedos y límites, pero también revela los maravillosos planes de Dios. Vosotros, jóvenes, tenéis necesidad de sentir que alguien confía realmente en vosotros. Sabed que el Papa confía en vosotros, que la Iglesia confía en vosotros. Y vosotros, ¡confiad en la Iglesia!

A María, joven, se le confió una tarea importante, precisamente porque era joven. Vosotros, jóvenes, tenéis fuerza, atravesáis una fase de la vida en la que sin duda no faltan las energías. Usad esa fuerza y esas energías para mejorar el mundo, empezando por la realidad más cercana a vosotros. Deseo que en la Iglesia se os confíen responsabilidades importantes, que se tenga la valentía de daros espacio; y vosotros, preparaos para asumir esta responsabilidad.
Os invito a seguir contemplando el amor de María: un amor atento, dinámico, concreto. Un amor lleno de audacia y completamente proyectado hacia el don de sí misma. Una Iglesia repleta de estas cualidades marianas será siempre Iglesia en salida, que va más allá de sus límites y confines para hacer que se derrame la gracia recibida. Si nos dejamos contagiar por el ejemplo de María, viviremos de manera concreta la caridad que nos urge a amar a Dios más allá de todo y de nosotros mismos, a amar a las personas con quienes compartimos la vida diaria. Y también podremos amar a quien nos resulta poco simpático. Es un amor que se convierte en servicio y dedicación, especialmente hacia los más débiles y pobres, que transforma nuestros rostros y nos llena de alegría.

Quisiera terminar con las hermosas palabras de san Bernardo en su famosa homilía sobre el misterio de la Anunciación, palabras que expresan la expectativa de toda la humanidad ante la respuesta de María: «Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta. También nosotros esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida. Esto mismo te pide el mundo todo postrado a tus pies. Oh Virgen, da pronto tu respuesta» (Homilía 4, 8-9: Opera Omnia, Ed. Cisterciense, 4 [1966] 53-54).

Queridos jóvenes: el Señor, la Iglesia, el mundo, esperan también vuestra respuesta a esa llamada única que cada uno recibe en esta vida. A medida que se aproxima la JMJ de Panamá, os invito a prepararos para nuestra cita con la alegría y el entusiasmo de quien quiere ser partícipe de una gran aventura. La JMJ es para los valientes, no para jóvenes que sólo buscan comodidad y que retroceden ante las dificultades. ¿Aceptáis el desafío?

Vaticano, 11 de febrero de 2018,

VI Domingo del Tiempo Ordinario,

Memoria de Nuestra Señora de Lourdes

FRANCISCO

 

 

22/02/2018-18:28
Rosa Die Alcolea

"Escuchar la sed de las periferias": Invitación en Cuaresma

(ZENIT — 22 feb. 2018).- "Mirar con los ojos bien abiertos la realidad del mundo que nos circunda es esencial", propuso el predicador José Tolentino de Mendonga en la quinta jornada de ejercicios espirituales para la Curia Romana y el Papa Francisco.

Prosiguiendo con sus reflexiones sobre "la ciencia de la sed", el sacerdote portugués José Tolentino de Mendonga, propuso el tema "escuchar la sed de las periferias" para la 9a meditación, pronunciada el jueves, 22 de febrero de 2018.

"Nuestra espiritualidad se convierte en una especia de bola de confort o una forma de evasión de nuestra responsabilidad social" si no abrimos los ojos a la realidad del mundo, ha advertido el sacerdote portugués.

Debemos preguntarnos "¿Dónde está nuestro hermano?" —señala Mendonga— Mientras la voz de Dios siempre debe confrontarse con la pregunta formulada en los orígenes: "¿Dónde está tu hermano?".

"El mismo Jesús es un hombre periférico", ha dicho el P. Tolentino de Mendonga, mientras recordaba que multitudes de sedientos pueblan hoy las periferias del mundo en los cinco continentes.

El Padre Tolentino también dijo que "la periferia está en el ADN cristiano, lo acerca a su contexto originario y también a su programa. Lo que representa una clave indispensable para su hermenéutica espiritual y existencial". A la vez que destacó que en todas las épocas seguirá siendo, para la experiencia cristiana, el lugar en el que encontrar y volver a encontrar a Jesús.

 

 

22/02/2018-11:43
Rosa Die Alcolea

JMJ: Acompañados por la Virgen en esta peregrinación espiritual

(ZENIT — 22 feb. 2018).- "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios" (Lc 1:30), es el lema de mensaje que el Papa Francisco ha escrito a los jóvenes con ocasión de la preparación de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud 2018.

Esta jornada de preparación se celebrará a nivel diocesano el Domingo de Ramos, 25 de marzo de 2018.

Este es el segundo mensaje que el Papa Francisco dirige a los jóvenes durante el camino de preparación para la JMJ en Panamá, que tendrá lugar del 22 al 27 de enero de 2019.

El Santo Padre ha querido que los jóvenes estuvieran acompañados por la Virgen María en esta peregrinación espiritual. Si, efectivamente, el Mensaje del año pasado se centraba en las palabras del Magnificat: "El Todopoderoso ha hecho grandes cosas en mí" (Lc 1,49), en el próximo año se reflexionará sobre la respuesta de María al ángel: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).

 

Trilogía mariana

Esta "trilogía mariana" expresa el deseo de Francisco de ofrecer a los jóvenes de todo el mundo una visión teológica de su existencia: "Lo que deseo es que vosotros, jóvenes, caminéis no sólo haciendo memoria del pasado, sino también con valentía en el presente y esperanza en el futuro" (Mensaje para la JMJ 2017).

Este camino se vincula con el recorrido sinodal, que el sucesor de Pedro desea que se viva en gran armonía con la preparación para la Jornada Mundial de la Juventud. También el próximo Sínodo de los Obispos (octubre de 2018) sobre el tema "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional" nos invita a reflexionar sobre la realidad en que viven las nuevas generaciones, sobre su vida de fe y sobre la forma en que maduran las opciones fundamentales que configurarán su futuro y el de la humanidad.

 

Virgen de Lourdes

Es significativo que este mensaje, publicado en la fiesta de la Cátedra de San Pedro, haya sido firmado por el Papa el 11 de febrero, memoria de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, día en que Su Santidad abrió la inscripción para la JMJ de Panamá en 2019.

 

 

22/02/2018-17:19
Rosa Die Alcolea

Cátedra de Pedro: Apoyar al Papa en la difícil misión que recibe del Señor

(ZENIT — 22 feb. 2018).- "Este año en particular es el deseo del Cardenal Comastri "que nuestra oración esté para apoyar al Papa en la difícil misión que cada día recibe del Señor".

El 22 de febrero la Iglesia celebra la Fiesta de la Cátedra de San Pedro, día en el cual se da gracias a Dios por la misión de maestro y pastor confiada por Cristo al apóstol.

El cardenal Angelo Comastri, Arcipreste de la Basílica Papal, ha explicado el significado y la simbología de esta memoria litúrgica en una entrevista concedida a 'Vatican News' en español (Ver vídeo de la entrevista).

El trono de Pedro es sobre todo —señala el Cardena Comastri— el "símbolo de la misión que Jesús confió a Pedro indicando en Él el fundamento único e inatacable de la Iglesia".

Del mismo, el Arcipreste de la Basílica Papal indica que la Cátedra de San Pedro es una reliquia muy antigua, que se remonta probablemente a los primeros siglos de la cristiandad, custodiada en la Basílica de San Pedro dentro de la magnífica escultura, obra del Bernini, situada detrás de la tumba del apóstol.

Llevar a pastar el rebaño y tenerlo unido: "Es una tarea siempre ardua" —subraya el Card. Comastri— "pero en particular hoy, en presencia de tantas fuerzas disgregantes". Esta es la misión de Pedro, en el Apóstol está "la unidad del pueblo de Dios y su guía en el surco del Evangelio", indica el sacerdote.

 

Rezar por el Papa

El Día de la Cátedra de San Pedro es un día para rezar por el Papa y por todos los pastores de la Iglesia. Como símbolo de estas oraciones, la Basílica —la Cátedra de Pedro— es iluminada por cien velas, un modo para dar gracias a Dios por el don de la misión de Pedro, apunta el Cardenal.

 

 

22/02/2018-17:47
Marina Droujinina

ONU: "Poner fin a la práctica de la detención de niños", llamada de Mons. Auza

(ZENIT — 22 feb. 2018).- La búsqueda de "soluciones" para "lograr el ambicioso objetivo de poner fin a la práctica de la detención de niños" es el llamamiento del Obispo Bernardito Auza, Observador Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas en Nueva York.

Habló sobre "Poner fin a la detención de niños migrantes y refugiados: determinación de mejores intereses y alternativas a la detención", en una mesa redonda organizada por la Santa Sede en la Sede de las Naciones Unidas el 21 de febrero de 2018.

Señalando que "en algunos lugares, han surgido alternativas a la custodia de los niños y se están utilizando con éxito", el Obispo Auza propuso "considerar cuidadosamente estas mejores prácticas hoy, con la esperanza de que puedan ser extendido y reproducido en otro lugar".

"Esperamos" —agregó— "que estas alternativas proporcionen una visión de cómo se vería esto y qué se debería hacer para lograr el ambicioso objetivo de poner fin a la restricción infantil".

"La detención de niños migrantes y refugiados", comentó el observador permanente, "se produce a pesar de la evidencia de la nocividad de esta práctica para los niños y su desarrollo, ya pesar del creciente consenso internacional, reforzado por la jurisprudencia internacional y regional, que la detención de niños en inmigración nunca es lo mejor para ellos".

"Tampoco está en el mejor interés de los estados, agregó, porque es costoso y oneroso y rara vez disuade a los migrantes potenciales".

Con Héléne Ginabat

 

 

22/02/2018-11:12
Felipe Arizmendi Esquivel

Papa Francisco, hace dos años en México

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

 

VER

Del 12 al 17 de febrero de 2016, tuvimos la gracia de ser visitados por el Papa Francisco. Han pasado dos años; ¿qué nos dejaron su presencia y sus mensajes?

Lamento que para muchísimas personas queda sólo un recuerdo, más o menos borroso, o quizá muy emotivo, pero sin mayor profundidad y trascendencia.

¿Qué palabras o actitudes recuerdas? ¿Qué te hizo pensar, reflexionar y cuestionarte? ¿Qué de tu vida cambió?

Cuando me preguntan qué dejó su visita a los pueblos indígenas, en concreto a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, les digo que les dejó algo que es invaluable: la convicción de que son importantes para Dios, para la Iglesia y para la sociedad. Les afianzó en su dignidad, en su historia, en su identidad, en su necesaria aportación al bien nacional. La inculturación de la liturgia que logramos, les ha dado más confianza de que ellos son Iglesia, que sus lenguas y sus ritos no son despreciables, como si fueran magia y signo de atraso o de ignorancia. Esta sensación de que sí valen, y valen mucho, es lo más precioso de esta histórica visita. Además, me entregó 80 mil euros para apoyar a los pobres, porque me dijo que a él le entregan dinero para los pobres, y sabe que esa diócesis es mayoritariamente pobre, y por ello me entregaba esa cantidad, dejando a mi entera libertad destinarla a las varias necesidades que hay. Desde luego que así lo hicimos, destinado una buena parte a los albergues que se tienen para los migrantes.

 

PENSAR

Quiero traer a colación sólo algunos de sus mensajes, para recordarlos y darles vigencia, pues no han perdido actualidad.

En Palacio Nacional, ante el Presidente de la República, autoridades civiles y cuerpo diplomático, dijo entre otras cosas: "La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo... A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz".

A los obispos, en la catedral metropolitana, nos dijo: "Sean obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. No pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales. No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías. No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias.

Les ruego por favor no minusvalorar el desafío ético y anti cívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia. La proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral.

Es necesario superar la tentación de la distancia, del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento triunfal y de la autorreferencialidad. Y, con más viva insistencia, los exhorto a conservar la comunión y la unidad entre ustedes. Esto es esencial. Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas, se las digan, pero como hombres, en la cara, y como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y, si se pasaron de la raya, a pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. No se necesitan «príncipes», sino una comunidad de testigos del Señor".

A los sacerdotes, religiosas y seminaristas, en Morelia, advirtió sobre "una de las armas preferidas del demonio, la resignación: ¿Qué le vas a hacer? La vida es así... Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformer".

En Morelia, dijo a los jóvenes: "No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho. ¡Atrévanse a soñar! Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto: Él es quien renueva continuamente en mí la Esperanza. Es Él quien renueva continuamente mi mirada. Es Él quien despierta en mí, o sea en cada uno de nosotros, el encanto de disfrutar, el encanto de soñar, el encanto de trabajar juntos. Me han pedido una palabra de esperanza. La que tengo para decirles, la que está en la base de todo, se llama Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a ÉL Por favor, nunca se suelten de su mano. Nunca se suelten de la mano de Jesucristo, por favor, nunca se aparten de Él".

En Ciudad Juárez, el ultimo día de su visita, dijo: "La gloria de Dios es la vida del hombre. La gloria del Padre es la vida de sus hijos. La misericordia se acerca a toda situación para transformarla desde adentro. Siempre hay posibilidad de cambio. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la Esperanza".

 

ACTUAR

Hay ediciones completas de sus mensajes. Sería oportuno repasarlos, orarlos y esforzarnos por llevarlos a la práctica, para que no quede todo en un recuerdo intrascendente.

 

 

22/02/2018-11:24
Isabel Orellana Vilches

Beata Rafaela Ybarra de Villalonga, 23 de febrero

«Esta protectora de la infancia y de la juventud, fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles Custodios, siempre contó con el decisivo y generoso apoyo de su esposo que no puso impedimento a su profesión religiosa»

No hay confín que se interponga en la vida de un apóstol, ni siquiera cuando el llamamiento de Cristo le sorprende en el estado civil de casado. Además de ejercer admirablemente su responsabilidad atendiendo a su familia, no se escuda en ella para minimizar la entrega debida a Dios le falte o no su respaldo. Si fuese éste el caso, entonces se dispone a vivir una ofrenda martirial, y con ella atrae bendiciones diversas a los más cercanos que son extensivas a todo el que se halla a su alrededor; con tanto sacrificio se labra esa selecta morada en el cielo de la que habla el evangelio.

A Rafaela su esposo nunca le puso impedimentos para ejercer un vibrante apostolado, que secundó generosamente, culminando con su aprobación para que profesase y fundase un Instituto religioso, máxima prueba de un amor humano que se inspira en el divino. Esta excelente esposa y madre de familia nació en Bilbao, España, el 16 de enero de 1843. También en ella se cumple, como en la mayoría de los casos, que su fe nació y quedó profundamente arraigada con el testimonio y aliento de su familia, que le inculcó la base virtuosa sobre la que estuvo erigida su existencia. Pertenecía a la alta sociedad bilbaína. Los signos del amor divino en ella fueron precoces. Vivió la experiencia de su primera comunión gozosamente: «Comulgué con gran fervor. Recuerdo muy bien haber experimentado grandes consuelos espirituales y haber llorado pensando en la Pasión de Jesús». No obstante, en medio de su piedad también hubo un hueco para ciertas vanidades que, por lo general, resultan particularmente atractivas en la juventud. Ella misma confesó sus buenos hábitos y debilidades: «Me gustaba ser vista y obsequiada. El lujo no era exagerado para mi posición. Sin embargo, gastaba bastante en todo. Me gustaban mucho las joyas. Pero conservaba un fondo de piedad natural. Rezaba el Rosario todos los días con los criados; leía mis libros de piedad y era compasiva con los necesitados».

A los 18 años contrajo matrimonio con José de Villalonga, ingeniero industrial de procedencia catalana, hombre virtuoso, sin cuya generosidad y respeto no hubiera podido llevar a cabo la obra que emprendió. La súplica de Rafaela era esta: «Que sea cada día mejor esposa, mejor madre, mejor hija. Haz, Señor, que yo sea una mansión de paz dentro de la familia». Lo consiguió. Compaginó admirablemente la vida de oración y de caridad con el cuidado de su extensa familia, compuesta por los siete hijos que alumbró más cinco sobrinos que quedaron a su cargo cuando su hermana, y madre de los pequeños, falleció. Ella también tuvo que desprenderse tempranamente de dos de sus hijos, y el benjamín quedó apresado por una terrible y dolorosa parálisis infantil. Aunque san Juan Bosco se lo vaticinó al encontrarla en Barcelona: «Señora, este niño será su crucecita», la madre tuvo que afrontar ese dolor y gozarse de la grandeza del pequeño que un día le dijo: «Mamá, tú eres por lo menos 'Sierva de Dios'».

Rafaela llevaba ya una vida de oración y tenía tal devoción al Santísimo Sacramento que cada vez se sentía más empujada a la unión con Él, y a realizar el mayor bien que le fuera posible. Ese momento llegó cuando a raíz de la profesión de su marido —promotor de la empresa Altos Hornos, que tenía un capital humano de tres mil personas—, tomó contacto con esa realidad del mundo obrero. Se sentía inclinada a cuidar de las niñas y de las jóvenes expuestas a los riesgos que van unidos a la pobreza y la ignorancia frecuentes en su época. Veía los males que acechaban a las jóvenes obreras y para acogerlas creó la casa Asilo de la Sagrada Familia. Las recogía por las calles y no dudaba en ponerse en aprietos con tal de rescatarlas del peligro. Quería proporcionarles todo lo que precisaban humana y espiritualmente, sembrando sus vidas de esperanza. Además, a los enfermos y pobres nunca les faltó su caridad. «Las personas pasan, pero las obras permanecen», solía decir.

Creó en Bilbao numerosas instituciones de protección a la mujer. La ayudaron en este empeño voluntarias que trabajaban siguiendo la consigna que les dio: «dulzura en los medios y firmeza en los fines». Tenía claro, y así lo transmitió, que «lo que no alcance el amor, no lo conseguirá el temor». Lo decía por experiencia, puesto que un día que fue a buscar a una reclusa, ésta la abofeteó. Y ella, respondiendo con mansedumbre, le dijo: « No me has hecho daño, hija mía; desde hoy te quiero más», palabras tan sentidas y auténticas, que la joven se vino abajo y se arrepintió llorando amargamente. El propósito de toda la obra de Rafaela fue este: vivir «unidas a Dios por la oración y el apostolado» para llevar «el anuncio del amor de Dios, al mundo de la niñez y de la juventud». Así surgieron pisos y talleres con los que pudo dar sustento y formación a estos colectivos. Contó con el consentimiento de su esposo D. José Villalonga para hacer profesión religiosa y fundar el Instituto de las Hermanas de los Ángeles Custodios en 1894. Falleció el 23 de febrero de 1900. Había hecho vida el lema que inculcó a todos: «nunca os canséis de hacer el bien». Fue beatificada el 30 de septiembre de 1984 por Juan Pablo II.